Aguanta un poco más
Pov: Myoui Mina.
Cuando Jihyo finalizó mi tratamiento no dudé en salir de la bañera, rápidamente el sonido del agua deslizándose por mi cuerpo hizo ecos en la habitación, ni siquiera me molesté en mirar a mi acompañante aun cuando podía sentir sus ojos sobre mi cuerpo: era evidente que aún tenía demasiadas dudas que deseaban en ser respondidas, pero no tenía ni el más mínimo interés en continuar perdiendo mi tiempo con su compañía, así que, con calma caminé hacia el lavamanos escuchando de fondo el goteo de mi húmedo cuerpo, podía sentir las gotas resbalando por mi piel, podía oír como estas estallaban contra la baldosa, pero ni aun con eso me digné a mirar atrás. Sin cambiar de expresión comencé a vestirme sintiendo como la camiseta se adhería en ciertas partes a mi húmeda anatomía, me vestí haciendo mi mejor esfuerzo por mantener la calma, pero era difícil el no mostrarme emocionada cuando era más que consciente de que faltaban minutos para tener nuevamente a mi esposa entre mis brazos.
Los minutos comenzaron a transcurrir y solo lo que se podía oír en aquella habitación era nuestras respiraciones siendo acompañadas por el sonido propio de las telas al ser movidas por mis manos.
Tras estar lista abandoné el baño sin antes darle un último vistazo a mi acompañante.
—Has hecho un buen trabajo.
Fue todo lo que dije mientras que abandonaba la habitación. Sinceramente, disfruté demasiado ver su rostro perturbado.
—¡Puff! —tuve que llevar mi propia mano contra mi boca para evitar que la carcajada limpia brotase.
Ver su expresión aturdida había sido muy divertido, así que me mantuve apretando mis dedos sobre mis comisuras en un vano intento por detener la sonrisa que amenazaba con exponerse. Vamos... no es para tanto, me aclaré mientras que tomaba grandes bocanadas de aire, pero aun así no podía detener la pequeña carcajada que brotó de mi garganta como si tuviese vida propia. Me vi en la necesidad de tener que detenerme en medio de mi andanza mientras que la risa seguía saliendo de mi interior, ¿Cuándo fue la última vez que me reí?, me cuestioné siendo más que consciente de que habían sido meses demasiado duros para mí, aunque nada comparado con lo mal que lo debió pasar mi esposa. Ni siquiera fue tan gracioso, continué perdida en mis pensamientos mientras que llevaba mi mano libre contra la boca de mi estómago sintiendo la manera en que mi núcleo recién curado se agitaba.
—¡Puff! ¡Jajaj... ha...—y en mitad de mi risa comencé a llorar sintiendo como las lágrimas resbalaban por mis mejillas.
Eso me tomó por sorpresa, aunque en el fondo era consciente de que solo extrañaba demasiado a Nayeon.
—Vamos estúpida... estamos en la misma casa... solo es cosa de caminar—me aclaré en alto mientras que llevaba mis palmas contra las cuencas de mis ojos. Con fuerza me pasé las manos sintiendo como las lágrimas se iban con ese brusco movimiento—respira, ella no puede verte de esta manera—me ordené. Mis palabras fueron suficiente para dejar descansando mis palmas sobre mis pestañas, podía sentir las mejillas y las orejas calientes ante la vergüenza de mi propio comportamiento—... cambiara la cara, ella no tiene por qué consolarte.
Rápidamente enderecé mis hombros mientras que tomaba otra buena bocanada de aire. Inflé mis pulmones hasta el punto en que comenzaban a doler, para luego retener el aliento durante un par de segundos hasta que terminé por expulsarlos. Repetí esa acción un par de veces más hasta que conseguí que tanto las carcajadas como mi propio llanto fuese opacado por el silencio. Antes de bajar mis manos volví a pasarlas por mi piel tratando de asegurarme de que no quedase evidencia de lo que había sucedido segundos atrás. Cuando estuve completamente segura de que todo estaba en orden, comencé nuevamente mi camino hacia la habitación de mi esposa, con curiosidad miré mi alrededor notando como el lúgubre estado en que había estado anteriormente ya no quedaba rastro alguno de su existencia, como si intencionalmente hubiesen arreglado todo para mi bienvenida, ¿Qué están pensando hacer con todo esto?, me cuestioné inspeccionando cada cuadro colgado, habían retrato de familiares antiguos de mi padre, gente que personalmente agradecía no conocer, pero no podía notarlo en ninguno de los tantos retratos, definitivamente hubiese matado al imbécil que se atrevió a colgarlo, pensé mientras que continuaba mi andar, ¿Realmente están seguros de que el Ducado los mantendrá a salvo?, y genuinamente me sorprendía la tranquilidad en el lugar.
Simplemente no estaba acostumbrada a ella.
Bruscamente me detuve tras notar un recuadro que sobresalía de todos los demás. Aturdida observé aquella mujer sentada en el asiento que tantas veces me había llegado a sentar, ese es mi despacho, pensé con mi atención fija en la forma en que la desconocida estaba mirando al pintor; lo veía como si quisiera verlo inquieto. Era una mujer rubia, con hombros anchos, pero a la vez delgados y con una pequeña barriga asomándose maliciosamente por la manta que cubría sus brazos, poseía unos bonitos ojos escarlata que en vez de brillar con rabia parecían lo suficientemente juguetones para poner nervioso a más de alguno. Lo sabía, sabía perfectamente quién era a pesar de que nunca la había visto, ella..., pensé con el nudo formándose en mi garganta. No me veía capaz de decirlo a viva voz aun cuando me moría de ganas por gritarlo. Abrumada tragué saliva mientras que mis ojos se negaban a huir de la pintura. Se veía muy bonita con sus manos cruzadas y el mentón elevado, parecía estar imitando al resto de los cuadros pintados, aunque claramente ella era más bonita que cualquiera de los que estaba ahora mismo colgado. Ese vestido estuvo por mucho tiempo en el ropero... pensé sintiendo mis manos temblor.
—No puedo creer que exista esto...—murmuré sintiendo una vaga sensación de incredulidad ante lo que mis ojos eran testigos. Instintivamente estiré mis temblorosos dedos hacia el cuadro en un desesperado intento por asegurarme de que lo que estaba viendo era real. Rápidamente parpadee aturdida—... c~crei que había quemado todos los cuadros—susurré con mis dedos adheridos en el marco de madera—y~yo realmente pensé que jamás conocería tu rostro—confesé con la voz temblorosa.
Bruscamente comprendí el por qué él me odiaba tanto, por qué había sido tan indiferente en mi crianza, porque estaba tan desesperado con verme muerta.
Yo era un retrato andante de mi madre.
Ahora todo tiene sentido...
—Yo era su peor pesadilla—murmuré casi sin aliento mientras que mi mirada se sacudía de aquí para allá en un desesperado intento por no perderme de ningún detalle de la pintura—...—me quedé momentáneamente en silencio con mi quijada completamente endurecida—ha...—suspiré a la vez que deslizaba mis dedos hacia las manos de mi madre. Realmente era la viva imagen de quién más amaba y a quién no pudo proteger—...me volví su doloroso recordatorio—susurré al mismo tiempo en que me terminaba por inclinar presionando mi frente contra el dorso de mi mano.
Debería sentirme agradecida de saber que no fui la única atormentada... pero ¿Por qué me siento tan miserable?
—Fue la Duquesa quién encontró el retrato.
Rápidamente alejé mi frente de mi mano para poder girar mi rostro. Mis ojos sin ningún tipo de problemas recayeron sobre las facciones de Momo. Ella no dudó en comenzar a caminar tras asegurarse de que yo le estaba prestando atención. Francamente, ni siquiera me había dado cuenta de su presencia, bajé la guardia, pensé al mismo tiempo en que daba un paso hacia atrás. En un completo silencio la observé, ella se veía tranquila con sus manos puesta hacia adelante: ambas sosteniéndose entre sí misma mientras que sus ojos morados no tardaban en brillar ante la poca luz en el pasillo.
A pesar de que aún no oscurecía, seguía existiendo poca iluminación en el interior de este largo pasillo.
—¿Nadie la detuvo? —pregunté aun sabiendo la respuesta.
—¿Podríamos detenerla? —replicó a mi propia pregunta sin cambiar de expresión. Rápidamente sacudí mi cabeza en negación—... ella quiso arreglar el Ducado, dijo que era una pérdida de tiempo esconderse como ratas para esperar a la muerte, así que quería que por lo menos la muerte viera que vivíamos en un hermoso lugar—continuó hablando mientras que yo simplemente la seguía observando—Jihyo le dijo que no debía moverse demasiado, pero ella de todas formas se metió entre los escombros que habían escondidos en el subterráneo... como si supiese perfectamente donde buscar—agregó, posiblemente por qué ella regresó, pensé siendo consciente de la conversación que habíamos mantenido hace meses atrás—no tardó en encontrarla... sinceramente, era el único cuadro que parecía estar intacto como si alguien intencionalmente se hubiese encargado de mantenerla limpia y perfecta.
Con calma regresé mi atención hacia el retrato.
—Probablemente mi padre no se atrevió a deshacerse de esto...sinceramente nunca lo pensé porque estaba cegada por el dolor y la desesperación causada por su indiferencia—murmuré al mismo tiempo en que deslizaba mis dedos por la pintura, asegurándome claramente de no estropearla con el sudor de mis yemas—pero tiene sentido de que la hubiese sellado con un hechizo protector, al final y al cabo era el retrato de su único amor... no sería capaz de dejarla enterrada entre el polvo y el descuido propio de esa habitación, por mucho que me odiase—agregué sintiendo el corazón apretado—...—decidí guardar silencio, durante unos escasos segundos. Le di un par de toques a la madera para luego girar mi rostro regresando mi atención hacia Momo—deshazte de todos los cuadros que no estén directamente relacionado con mi madre... cuando termines deja este en el salón principal, que todos admiren a la Duquesa fallecida.
Momo me observó detenidamente, parecía que estaba esperando otra reacción por mi parte.
—... Si Duquesa—finalmente respondió mientras que realizaba una suave reverencia.
—Si llegas a quedarte sin leña, tienes permitido usar el resto como combustión—agregué dando un paso hacia atrás. A pesar de que quería seguir tocando la pintura, me preocupaba el arruinarla, así que simplemente alejé mis dedos de ella; había que admirarla desde la distancia—¿Mi esposa se encuentra en su habitación? —cambié de tema sin quitar mi atención en la forma en que ella se había girado para comenzar a sacar los cuadros sobrantes.
Bruscamente posó su atención en mí.
—Sí... —respondió con un ligero tono preocupado en su voz. Instintivamente fruncí el ceño, no me había gustado para nada el tono que utilizó—Jihyo le dejó estrictamente prohibido el levantarse, así que debería estar en su cama—aclaró al mismo tiempo en que dejaba el cuadro en el suelo.
Oír sus palabras me preocuparon.
—¿Por qué? —pregunté dando un paso hacia su dirección.
Ella me observó como si no pudiese entender muy bien mi preocupación.
—...Le costaba movilizarse porque la barriga era demasiada pesada y sentía dolor en los pies cuando estaba demasiado tiempo en pie—confesó mientras que yo continuaba manteniendo mi ceño fruncido—así que Jihyo le dio primero una recomendación que termino siendo una obligación el permanecer recostada para así evitar posibles complicaciones a largo plazo.
—¿Cómo cuáles?
—No lo sé—respondió a mi duda mientras que yo me cruzaba de brazos—solo sé que debe permanecer en su cama y que solo se puede levantar para ir al baño, las sirvientas a cargo de su cuidado se aseguran de que reciba los primeros rayos del sol durante la mañana para mantenerse saludable, también la bañan y le cambian las sábanas... digamos que se aseguran de cuidar todas sus necesidades básicas—agregó sin titubear aun cuando le veía con intensidad—el cocinero se aseguró de siempre tenerle las cuatro comidas del día, así que tanto ella como el bebé están completamente sanos—finalizó su explicación exhaustiva.
Quise creer que trató de ser lo más detallada posible para poder relajarme, era evidente cuales eran sus intenciones, pero no había manera de que yo pudiese tomármelo con tanta calma.
Me sentía intranquila.
—Lo escucharé de su propia boca—respondí al mismo tiempo en que me giraba.
Ni siquiera esperé una respuesta por su parte: no tenía ningún tipo de interés de continuar con esta conversación. Rápidamente me dirigí hacia la habitación de mi esposa, podía sentir la forma en que mi corazón palpitaba en el interior de mi caja torácica, parecía asustado, con ganas de querer huir de mi cuerpo mientras que mis manos no hacían nada más que sudar. Cada paso que daba se sentía eterno, me costaba respirar o creía genuinamente que eso estaba ocurriendo. Estaba demasiado preocupada, y aunque intente inútilmente en ocultarlo, se notaba a través de mi rostro.
Al pasar a través del pasillo, las sombras de la noche parecían cobrar vida, alimentando mi ansiedad. Los pensamientos se agolpaban en mi mente, cada uno más alarmante que el anterior. Me detuve de golpe tras llegar a la puerta, con los hombros tensos y los labios apretados elevé una de mis manos golpeando suavemente la madera con mis nudillos. Podía sentir el descontrol en mis palpitaciones mientras que el eco de mis propios golpes resonaba en el interior de mis tímpanos como un tamborileo ensordecedor.
—¡Adelante!
Pude oír claramente su bonita voz.
Sin esperar mayores palabras, decidí tomar el pomo de la puerta, girándolo con cuidado para abrirla suavemente. El crujido de la madera resonó en la habitación, rompiendo el silencio de la tarde. Al entrar, mi cuerpo se paralizó instintivamente al verla allí, sentada en el colchón con una manta cubriendo la mitad de su torso, aunque no podía ocultar la barriga que sobresalía de su delgado cuerpo; era evidente que no le quedaba mucho para dar a luz. Me mantuve en mi sitio observándola detenidamente: ella estaba vistiendo su característico pijama de seda que caía con elegancia sobre su delicada piel de porcelana, su castaño cabello suelto enmarcaba su rostro con una suavidad que me dejó prácticamente sin aliento, aunque lo que me aturdió de sobremanera fue ver aquellos delgados lentes-mismos que jamás había visto-, descansando sobre su delicado tabique nasal dándole un aspecto llamativo.
Se encontraba leyendo un libro, parecía genuinamente interesada en su contenido, así que ni siquiera se molestó en alzar su mentón, pero francamente no me importaba, se veía demasiado bien como para interrumpirla.
Cada detalle de su apariencia, desde la manera en que sostenía el libro hasta la tranquilidad que emanaba su expresión, me llenaba de una desbordante emoción. Era un momento sencillo, pero en su simplicidad, encontré una perfección que me recordó la razón por la cual la amaba tanto.
—He mantenido mi palabra de no levantarme de la cama —dijo, sin despegar la vista de su libro— ya recibí mi sol matutino, me bañé, desayuné, me cambiaron las sábanas y almorcé. He perdido la cuenta de cuantas veces les he pedido a los guardias que no se preocupen, pero ellos siguen trayendo comida. Me siento como un cerdo que no hace más que comer y dormir todo el santo día —prosiguió, sonando genuinamente irritada por la sobreprotección, mientras pasaba a la siguiente página.
Estas molesta, pero aun así no sueltas tu lectura, pensé con mi mirada fija en su adorable ceño fruncido. Rápidamente comencé a caminar, deseando cortar la distancia mientras que ella refunfuñaba por debajo.
Me detuve tras quedar al lado del colchón.
—No es necesario que vengan a verme cada diez minutos, estoy bien y el niño también. Así que ve a descansar por una bendita vez, Jih...
Se interrumpió bruscamente al alzar la mirada y encontrarse con mi rostro.
—¿Minari?
Había pasado demasiado tiempo desde que oí ese apodo.
—Hola —le saludé, notando cómo sus ojos se agrandaban ante la sorpresa, como si no pudiera creer lo que claramente estaba viendo—¿Huh? —exclamé, aturdida, al verla soltar su libro y tirar de la manta con claras intenciones de querer levantarse. Bruscamente me incliné agarrando de su muñeca—¿Qué haces? No te levantes—pedí notando como ella me seguía observando: parecía incapaz de poder aceptar la realidad.
—Tú... —murmuró mientras que agachaba su rostro, ¿Heh?, ¿Esta llorando?, pensé preocupada. Instintivamente traté de ver sus facciones, pero ella seguía con sus ojos en las mantas—¿Por qué sigues apareciendo como si nada? —gruñó mientras que, con su mano libre piñizcaba mi muslo derecho. Eso me tomó por sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta que había agarrado la piel suficiente para ser doloroso, aunque evidentemente me mantuve con un rostro sereno—¿Piensas que me lanzaré a tus brazos cada vez que aparezcas? ¿Qué te lloraré? —cuestionó completamente furiosa. La observé con sorpresa notando como alzaba su mentón permitiendo ver sus bonitos ojos verde flameando ante la rabia a través de los delgados marcos de sus lentes, oh... ella quiere matarme—¡Por lo menos quéjate! —bramó soltando de mi pierna tras no notar una reacción por mi parte.
—¿Auch? —me quejé sintiendo como ella estaba ves piñizcaba mi abdomen. Instintivamente me incliné tratando de alejar su contacto—lo siento... lo siento.
Sus dedos velozmente pararon en mi mejilla, realmente me estaba agarrando con violencia.
—¡Odio tus disculpas! —se quejó en alto.
La observé detenidamente sin saber que decir.
Lamentablemente mi silencio la hizo enfurecer aun más de lo que ya estaba.
—Odio que aparezcas como si nada hubiese pasado, como si no llevase noches enteras esperando por tu regreso, odio todos los días despertar y sentir tu ausencia, maldigo esta maldita cama que me hace sentir tan sola...—comenzó a quejarse manteniendo la presión de sus dedos sobre mi piel. Yo le sostuve la mirada, notando como cada vez se podía apreciar más su desesperación— odio que no puedas ser testigo de lo mucho que está creciendo Seungwoo, detesto la idea de que nuestro bebé no pueda reconocer tu voz, odio ser yo quién tenga que describir tu presencia—su voz se fue opacando cada vez más hasta volverse un doloroso murmullo—... dijiste que te cuidarías... pero yo solo veo que cada vez llegas en peor estado... odio verte lastimada, no sabes cuanto desteto el que te tengas que sacrificar como si tu vida no tuviese ningún valor—continuó hablando mientas que sus ojos se aguaban ante la rabia que debía estar padeciendo en estos—s~simplemente odio todo esto.
Decidí guardar silencio, aceptando la fuerza con la que apretaba mi mejilla, manteniendo la esperanza de que pudiese liberar de esa manera sus frustraciones. Verla tan vulnerable y enfurecida al mismo tiempo me partía el alma, pero entendía que tenía que dejarla expresar su dolor.
—He sido una mala esposa—admití al mismo tiempo en que me sentaba en el colchón. Con cuidado estiré mi mano sosteniendo suavemente de su muñeca para dejar esta vez su palma sobre su propia barriga mientras que mis dedos se presionaban sobre su dorso—no he podido cuidarlos como corresponde... te he lastimado por demasiado tiempo, y aunque no es realmente mi intención, sigo causándote dolor—comenté con mi atención fija en la manera en que sus ojos se sacudían ante la sorpresa que le causaba mis palabras—me gustaría disculparme como corresponde, pero sé que no es lo que tu realmente estas esperando.
La observé tragando saliva.
—... ¿Y qué es lo que espero? —cuestionó aun sabiendo la respuesta.
Instintivamente le sonreí mientras que mi mirada se suavizaba: no tenía realmente el valor como para poder decirle lo que ella tanto anhelaba. Ella rápidamente apretó sus labios mientras que miraba hacia otra dirección, se veía frustrada, probablemente estaba haciendo un gran esfuerzo por no volver a molestarse. Durante los primeros segundos ninguna de las dos se atrevió a alzar la voz, en silencio mantuve mi atención en su quijada notando como había perdido algo de peso, ¿Momo no dijo que comía cuatro veces al día?, me pregunté al mismo tiempo en que me inclinaba, mi repentino movimiento atrapó su atención ya que bruscamente regresó su mirada hacia mis facciones, pero ya era demasiado tarde, yo ya me había acercado lo suficiente para acorralarla.
—... Te ves preciosa—confesé mientras que estiraba mi mano presionando mi pulgar por debajo de sus lentes—no sabía que tenías problemas de visión.
Ella parecía aturdida.
—Aunque me gustan más verte sin esto... estorba mi deseo de observar tus bonitos ojos—comenté al mismo tiempo en que agarraba con el pulgar el marco de madera y lo subía hacia su frente revelando de esa manera su expresión—me gustan el color de tu mirada... siento que podría perderme en ellos—susurré notando como ella fruncía el ceño con sus pestañas revoloteando como si fuesen unas auténticas alas.
—... Estas desviando el tema de conversación—respondió ella cuando fue capaz de entrar en sí. Rápidamente golpeó mi mano obligando a los lentes a regresar al tabique de su nariz—aunque no quiero oír tus disculpas, no significa que deseo que ignores el tema principal—aclaró a la vez que se quitaba los lentes para dejarlos sobre la tapa del libro. Por la seriedad con la que me veía, era evidente lo que estaba a punto de decirme—¿Por cuánto tiempo tendré que esperarte?
Le sostuve la mirada.
—... No demasiado tiempo—confesé mientras que llevaba mis dedos contra mis propios muslos. Sinceramente, deseaba tocar su barriga, quería sentir aunque fuese por un momento lo que ella debía estar sintiendo, pero no me atreví a moverme de mi sitio—he terminado la subyugación de los monstruos del Sur—admití notando por fin su sorpresa—debo admitir que me he lastimado un poco... aunque en mi defensa se trataban de más monstruos de lo que yo había pensado en su momento, pero hice mi mejor esfuerzo por no salir herida de gravedad—agregué viendo como ella deslizaba su mirada hacia mi torso, probablemente en búsqueda de alguna herida visible—estoy bien, solo algo cansada.
—Sobre la mesita de mi tocador, tengo una toalla limpia, ve a buscarla.
No dudó en interrumpirme, lo que me hizo fruncir el ceño y mirar en dirección de su tocador. Desde mi posición, pude notar de inmediato lo que había mencionado, recostado sobre la mesa como si estuviese esperando a ser utilizado. Sin cuestionar sus palabras, obedientemente me dirigí hacia la mesa. No tardé nada en llegar, cuando estuve frente al material rápidamente tomé el objeto para luego caminar directamente hacia la cama.
—Ten—le entregué el material.
Ella simplemente me hizo una señal con sus ojos para que me agachara. Nuevamente lo hice sin cuestionar.
Grande fue mi sorpresa sentir la tela sobre mi cabeza.
—Debiste secar correctamente tu cabello antes de venir a buscarme—aclaró mientras que yo podía sentir las orejas calientes. Esta era mi primera vez—a pesar de que el invierno se ha terminado, las tardes siguen estando frescas, así que es necesario que te preocupes por estas cosas—continuó hablando. Sinceramente no podía pensar con claridad ante la suavidad con la que me estaba secando—... ¿Cuánto es demasiado tiempo?
Después de unos segundos de completo silencio, decidió alzar la voz mientras sus manos dejaban de moverse. Con calma, alcé mi mentón, sintiendo cómo la toalla caía suavemente sobre mis hombros. Mis ojos buscaron rápidamente su mirada a través de mi largo flequillo. Esta vez, ella no parecía estar huyendo; al contrario, me enfrentaba como si estuviera desesperada por oír una respuesta clara.
—...Debo ir a la Capital—confesé mientras que observaba como sus hombros se tensaban—está bien—comenté al mismo tiempo en que me inclinaba sosteniendo mis palmas sobre las suyas—no hagas esa expresión... solo debo dar la noticia de la victoria.
—No es necesario que tu v...
—Si es necesario—le interrumpí notando la ansiedad corriendo rápidamente por sus orbes—es mi deber como Gran Duquesa—admití mientras que ella apretaba sus labios—no te hagas eso—pedí al mismo tiempo en que me inclinaba presionando suavemente mis dedos sobre sus labios. Posé mis yemas por unos segundos sobre su piel para luego simplemente alejar mi mano—tardaré dos semanas, máximo tres... después de eso regresaré y no me volveré a marchar de tu lado.
—... ¿De verdad no volverás a irte? ¿Puedo confiar esta vez en tu palabra? —cuestionó provocando que yo simplemente me arrodillara en el suelo. Eso le tomó sorpresa, así que simplemente mantuvo sus cejas juntas.
—No me volveré a marchar... no puedo hacerlo cuando tenemos una boda que preparar, ¿No crees? —pregunté mientras que ella continuaba viéndome como si no fuese capaz de comprenderme. Tras notar su confusión no dudé en agarrar su mano—... tus dedos se ven muy solitarios, les faltan un par de grandes anillos, sobre todo a este—comenté sosteniendo su dedo anular—parece querer una hermosa gema que vaya a juego con tus ojos...—continué hablando con mis orejas hirviendo ante la repentina vergüenza—voy a regresar lo más rápido para crear la boda más grande y espectacular de este Imperio, una tan grande que hasta el próximo Rey sentirá envidia—agregué al mismo tiempo que llevaba sus nudillos contra mi boca—haré que Seungwoo traiga nuestros anillos, y que el bebé tenga un bonito traje... me encargaré de cumplir todos tus sueños.
—Y~Yo solo te quiero con vida—ella respondió casi sin aliento.
Con cuidado me levanté. Ni siquiera esperé que ella hiciese algún movimiento cuando yo ya había soltado de su mano para poder presionar mis palmas contra el colchón y el respaldo de la cama.
—Y lo estaré—susurré contra su boca mientras que sus ojos se sacudían ante el nerviosismo de tenerme tan cerca—cuando regrese me dedicaré plenamente a amarte—continué con mi confesión sintiendo como nuestros labios se rozaban—así que aguanta un poco más, solo un poco más.
Ella no contestó, pero no había necesidad de que lo hiciese. Con solo sentir su boca contra la mía sabía perfectamente cuál era su respuesta.
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