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Adiós, primer amor

Pov: Park Jihyo (Santa)

La habitación no tardó en quedar completamente sumergida en aquel incómodo silencio mientras que las miradas de cada uno de los nobles y hasta el de la propia princesa se mantenía enfocada en el cuerpo del Barón Kim quién continuaba gimoteando ligeramente aturdido por el ataque brindado a manos de la Gran Tirana del Norte, a simple vista él no parecía ser consciente de la magnitud de su daño, estaba aturdido, shockeado en su puesto, con sus ojos enfocados en su mano apuntada mientras que la sangre salpicaba sin más de su muñeca recién cortada. Mientras tanto Mina con una aterradora tranquilidad propia de su persona decidió regresar al lado de su esposa, caminó sin cambiar de expresión, parecía aburrida de toda esta situación mientras que sus manos se movían sobre su cintura guardando su arma a un costado de esta sin siquiera prestarle atención al hecho de que la afilada hoja seguía empapada por la sangre del contrario, quiero ayudar... pero sé que podría morir, y estaba ansiosa, la situación en si era aterradora, pero si ni Nayeon, mucho menos Mina me daba la orden de actuar yo realmente no podía interferir.

Luego de unos segundos que parecían horas Mina decidió prestar atención a mi cuerpo, no dijo nada, ni siquiera cambió su expresión, pero solo bastó con sostener sus rojizas orbes para entender su orden. Torpemente me puse de pie, sentía la cabeza caliente ante la repentina atención que recibí, pero decidí ignorarlos caminando directamente donde el Barón. Sinceramente, estaba tan nerviosa que ni siquiera le pregunté como se encontraba, simplemente comencé a curarlo siendo consciente de los problemas que la Tirana podría llegar a obtener si es que este hombre llegase a morir desangrado, sobre todo si esto llegaba a suceder en presencia de la princesa Misuk.

Estúpida Mina... ¿Cómo no fuiste capaz de contenerte?, me pregunté observando como la luz que emanaba directamente de mis manos lograban que lentamente la herida en el contrario comenzase a cerrarse.

Sinceramente, cada uno de los nobles que continuaban estando en el interior del cuarto había cometido el mismo error garrafal; ellos confiaban en que Mina había cambiado. Francamente, no podían estar más alejados de la realidad. En pocas palabras Mina en sí, no cambió, ella seguía siendo aquella aterradora Tirana dispuesta en asesinar a cada persona o ser vivo que considerase como un estorbo en su camino, ella no sentía piedad por quienes lastimaban, mucho menos sentía remordimiento por las acciones que cometía, tenía aquella facilidad de balancear su espada a cada una de sus victimas sin tener en mente si lo que estaba haciendo era o no correcto, no le importaba, carecía de completa empatía hacia el prójimo, la verdad es que no sería una exageración creer que era un monstruo sin corazón, porque lo era. Mina era un ser que simplemente no tenía emoción o raciocinio por lo que hacía, era como un animal que actuaba netamente por impulso, un animal que tuvo la suerte, mejor dicho, el milagro de haber conocido a Nayeon, pero el hecho de que ella ahora sea parte de su vida no hacía las cosas realmente distinta. Nayeon era una anomalía en su largo y aterrador prontuario personal de las acciones que había realizado a lo largo de su existencia, ella era en pocas palabras la excepción, la única capaz de tocar su duro corazón, pero eso era todo.

Ahora bien, dejando de lado la amputación que se llevó gratuitamente el Barón Kim, ninguno de los presentes estaba realmente siendo consciente del verdadero peligro que conllevaba continuar con esta reunión. Francamente, si estos tontos nobles continuaban hablando sin pensar bien lo que decían, Mina no tardaría en perder la poca paciente que le quedaba, dejando como final un baño de sangre en el interior de la habitación. Esa era la Tirana del Norte que tan bien conocida, una mujer capaz de matar diestra y siniestra sin siquiera arrugar su rostro. Rápidamente mi mirada se deslizó hacia la princesa Misuk, ella se quedó en silencio observando como Mina parecía sumergida en las facciones de su esposa, quédate quieta, supliqué siendo consciente que Mina la mataría si continuaba tomándose atribuciones que claramente no le correspondían ni siquiera cunado poseía el titulo de la princesa del Imperio.

Mina no era la clase de persona que le importaba el título, ella solo veía que tan útil podrías ser para sus tierras. En simples palabras, nosotros tan solo éramos sus perros de cazas, y probablemente lo seguiríamos siendo hasta que Nayeon fuese capaz de moldear a la perfección su corazón.

—... ¿Saben la diferencia entre las personas y los perros? —Mina volvió a alzar la voz consiguiendo que todos nosotros enfocáramos nuestras miradas directamente en su rostro notando aquella indiferencia brillando de sus orbes rojizas—... las personas generalmente suelen razonar y expresarse con libertad—admitió al mismo en que posaba su antebrazo sobre el respaldo del asiento de su esposa recargando su trabajado y esbelto cuerpo sobre la madera—los perros no tienen necesidad de razonar y expresarse con libertad... ellos solo deben mover su cola y ladrar cuando su dueño se los exija—agregó deslizando su mirada en cada uno de los presentes—les recuerdo que les perdoné su falta de respeto en nuestra reunión, ¿Acaso creyeron que volvería a ser misericordiosa?, perros estúpidos, no me sirve los animales que no saben siquiera seguir una simple orden.

—D~Duques...

—¿Qué parte de que los perros solo deben ladrar cuando yo lo exija, ustedes no entendieron? —ella cuestionó golpeando violentamente la mesa con la suela de su zapato logrando con bastante facilidad arrastrar la enorme madera un par de centímetros de su cuerpo y el de su esposa demostrando de esa simple manera la fuerza que poseía—odio las cosas defectuosas... sobre todo, odio los perros defectuosos—confesó sorprendiéndome de que su espada continuase estando en el interior de la funda de su cintura—por favor... ilumínenme ¿Acaso debería apretar de sus correas? —preguntó sin quitar aquella indiferencia en su expresión.

—... Yo he sido un perro bastante fiel—rápidamente giré mi rostro tras escuchar a mi padre alzando la voz—he ladrado y atacado cuando usted me lo ha ordenado—confesó con bastante tranquilidad, padre... guarde silencio, supliqué siendo consciente que Mina fácilmente podría acabar con él—... solo una vez cometí un error, pero enmendé mi equivocación.

—Es verdad—para mi sorpresa Mina aceptó dócilmente las palabras de mi padre—el Marqués Park ha sido un perro bastante útil—admitió mientras que volvía a recargarse a un costado de su esposa, negándose a tomar asiento, demostrando de esa simple forma que Nayeon seguía teniendo el poder absoluto del Norte—...—se quedó en silencio notando como nadie más se atrevía a alzar la voz—¿Solo van a quedarse ahí pretendiendo no saber o realmente son unos idiotas?

Rápidamente los nobles trataron de excusarse mientras que Mina simplemente se llevaba su dedo indice contra su oreja rascándose aquella zona, para luego mirar sus uñas sin estar prestando verdadera atención a lo que los demás estaban diciendo.

—Al bebé no le hará bien toda esta tensión—la princesa se atrevió a alzar la voz provocando que Nayeon tuviese que agarrar el brazo de Mina antes de que esta desenfundara su espada. Yo la observé en silencio notando como se llevaba sus manos directamente contra su vientre—... ¿Piensas atacar a la mujer que concebirá a tu próximo heredero? —cuestionó manteniéndose sorprendentemente calmada.

Mina le sostuvo la mirada: ella la veía como si quisiera devorada viva, pero en el mal sentido de la palabra.

—Como usted Princesa lo acaba de decir, al bebé no le hará bien la tensión en esta reunión, por ende, lo mejor será que sea trasladada fuera del Ducado—Nayeon decidió alzar la voz provocando que yo la mirase con sorpresa, eso... ha sido un buen movimiento, pensé notando como ella presionaba su codo contra la mesa mirando con completa seriedad a la contraria dándole ese aire de grandeza y majestuosidad lo suficientemente digno para quedarte sin aliento—claro... todo por el bien del bebé, así que espero que lo comprenda—trató de enfatizar lo que la contraria traía en su vientre mientras que yo hacia mi mejor esfuerzo por ocultar mi sonrisa.

—¿Qué? —todos los nobles se exaltaron—¿Cómo se atreve a decir algo...

Su cabeza se desprendió de su cuello antes de que siquiera tuviese tiempo de poder terminar la oración. Aturdida posé mi atención en Mina notando como ella había llevado su palma contra los ojos de Nayeon cubriendo su vista de la escena sangrienta que ella misma había causado al lanzar su pesada espada contra la garganta de uno de los Condes presentes.

Lo había matado como si no fuese la gran cosa.

La princesa en cambio tras notar como la cabeza rodaba sobre la mesa no pudo evitar el inclinarse a un costado de su asiento vomitando con cierta intensidad sobre el suelo probablemente ante el disgusto que le causó toda esa situación, mientras tanto, yo me mantuve en un completo silencio observando con cierto aturdimiento como la sangre comenzaba lentamente a apoderarse de la madera de la mesa, apropiándose cada centímetro de esta, netamente por instinto, decidí alejar mis manos de la madera sintiendo que podría ser fácilmente ensuciada por aquel intenso color vino.

—Se los advertí... no me sirven los perros defectuosos—Mina respondió sin prestarle mayor atención al evidente mal estado en que la princesa se estaba encontrando en estos momentos—no me interesa tener perros que no sepan mostrar respetos por sus dueños.

Fue todo lo que dijo al mismo tiempo en que suavemente agarraba el brazo de su esposa para luego, con una sorprendente facilidad se las arreglaba para elevar su cuerpo sosteniéndola entre sus brazos. En un completo silencio llevó una de sus manos contra la nuca ajena presionando sus dedos sobre su sedoso cabello castaño obligando a la contraria a tener que presionar su frente contra su clavícula, posiblemente tratando de evitar que observase el baño de sangre que comenzaba a evidenciarse frente a todos nosotros. Con bastante calma comenzó a caminar demostrando de esa simple manera que la conversación había finalizado. La verdad es que ni siquiera habían llegado aún conceso, literal, solo fue una reunión que conllevó la presencia de la muerte.

—... La princesa será traslada fuera del Ducado de forma inmediata. Será escoltada por un par de guardias, se le otorgará dos cajas de pociones curativas por si es que necesitase recuperarse. Podrá quedarse en el Norte hasta que dé a luz, después de eso será rápidamente trasladada al Palacio Imperial, sin importar si lo que engendre queda o no con vida—y aquella forma despectiva con la que estaba hablando, desligándose por completo del bebé demostraba lo mucho que odiaba aquella situación—quién no este de acuerdo con la decisión que he tomado puede alzar su mano... claro está que correrá el riesgo de morir de forma inmediata—comentó posando ojos en el muerto—... no lo olviden más, ustedes no tienen ningún tipo de valor para mí, así que si no quieren morir, esfuércense para ser de utilidad.

Sinceramente, era aterrador la facilidad que ella tenía para mantener la calma.

—La reunión finalizó, Chan envía a alguien para que limpie este desorden, el resto fuera de mi vista—se despidió sonriendo con suavidad.

Poseía una sonrisa lo suficientemente hermosa para llegar a incomodarte.

—Jihyo.

Rápidamente giré mi rostro hacia el lado derecho tras escuchar la voz de mi padre llamando mi nombre. No dudé en sostenerle la mirada por un par de segundos, para luego simplemente regresar hacia Mina queriendo asegurarme de que ella no necesitase de mi presencia, para mi sorpresa rápidamente pude notar como ella continuaba caminando directamente hacia la salida sin prestar mayor atención a su alrededor, oh... pensé tras imaginar el por qué parecía querer huir lo más rápido posible de la habitación, tendré que revisar más tarde a la Duquesa, pensé siendo consciente que Mina la mantendría por un par de buenas horas en su habitación haciendo actividad recreativa.

—¡No me toquen! —la princesa se quejó alzando bruscamente la voz provocando que yo la mirase. Sus ojos irradiaban ira pura, tal parece que sus planes no habían salido como los tenía planeado—no me toquen con sus sucias manos—gruñó sin importarle el insultar a las mismas personas que estaban directamente a su favor—malditos inútiles—y los insultaba sin más mientras que abandonaba la habitación siendo seguida por uno que otro idiota.

—Padre—decidí regresar mi atención hacia mi padre notando como estábamos siendo los únicos en el interior de la habitación.

—... ¿Qué tan bien te llevas con la Duquesa Nayeon? —fue directamente al grano provocando que yo tan solo le sostuviera la mirada en un vano intento por comprender sus intenciones—... no quiero que la uses.

—No tenía pensado usarla—admití viendo como él asentía con su cabeza sin cambiar aquella seriedad envuelta en su expresión—... yo quiero ser su amiga.

—No debes ser codiciosa, hija mía—respondió mientras que sus ojos veían el cuerpo inerte del noble aun sobre la mesa—... podrías morir por la codicia—confesó regresando nuevamente sus orbes hacia mi rostro—tan solo asegúrate de que se mantenga con vida.

—¿Por qué? —pregunté queriendo entender el repentino interés hacia su persona.

Mi padre se quedó durante unos segundos en un completo silencio con sus brazos complemente cruzados bajo su pecho.

—... La Duquesa destruirá este Imperio si es que su esposa llega a morir, sobre todo si eso ocurre en su ausencia—admitió con bastante tranquilidad mientras que se llevaba sus manos contra su espalda.

Se quedó en un completo silencio durante los primeros segundos analizando el interior de la habitación para luego simplemente regresar su atención a mi rostro.

—¿Sabes?, La Duquesa se parece más a su padre de lo que ella misma cree... ambos aman con esa escalofriante intensidad tan propia de los Myoui, no sienten compasión ni muestran emociones que no sean hacia su esposa—confesó como si estuviese recordando los viejos tiempo donde el Duque y la Duquesa continuaban estando con vida—aun cuando posee los ojos de la difunta Duquesa, sigue poseyendo la mirada de su padre, quizás por esa misma razón no puedo evitar el continuar comparándolos—admitió.

—¿Cómo era el Duque? —cuestioné siendo consciente de que había escuchado de su existencia, pero jamás tuve contacto directo con él, básicamente porque él jamás se mostraba hacia el público.

Él siempre dio la impresión de estar muerto en vida.

—¿El Duque? Bueno...—se llevó una de sus dedos contra su mentón pensando con tranquilidad—en palabras simples diría que era un desalmado cuando se trataba de su esposa, realizaba acciones cuestionables, las mismas que su hija comete sin siquiera razonar en ellas—confesó manteniendo aquella tranquila expresión—diría que era un lobo escondido en piel de oveja—a simple vista no parecía tener miedo con las cosas que estaba soltando—aunque... a diferencia de su padre, estoy segura que ella preferiría acabar con este mundo que quitarse la vida, probablemente para saciar un poco de su ira.

—¿Por qué haría eso? —cuestioné tratando de entender el comportamiento irracional que Mina poseía.

—Una niña criada bajo el ala del odio y el desprecio... la ira es el único sentimiento que conoce—respondió demostrando de esa simple manera lo mucho que conocía a Mina—es fascinante que ahora este creando su propia familia—admitió—pero aun cuando su niñez fue triste, si se llega a transformar en un peligro, tendremos que deshacernos de ella.

—Padre...

—No pasará por ahora, así que no hay nada de que preocuparse—me interrumpió alejando su vista de mi cuerpo—mientras tanto hablaré con la Iglesia para que no tengas problemas a la hora de que tengas que regresar—aclaró consiguiendo que mi cuerpo por mero instinto se tensase, ¿Cómo le digo que no quiero regresar a ese lugar?, pensé notando como él me veía con cierto orgullo—... no defraudes el apellido Park.

—No lo haré—respondí por mera inercia viendo atentamente como asentía con su cabeza, para luego simplemente comenzar a caminar hacia la salida—... Adiós, padre—me despedí notando como él abandonada la habitación sin siquiera darme una respuesta.

Solté un pesado suspiro al mismo tiempo en que comenzaba a caminar en la misma dirección donde mi padre anteriormente había salido teniendo toda la intención de abandonar la habitación lo más pronto posible. Tras abandonar el cuarto nuevamente me tope con quién menos quería ver, sobre todo en ese momento. En un completo silencio le di un rápido vistazo notando como ella no dudaba en despegar su espalda de la pared dando un paso hacia donde yo me encontraba, ¿Qué manía tiene esta chica para apoyarse en todos lados?, me cuestioné observando como Momo comenzaba a seguirme el paso tras notar la forma en que yo ni siquiera me había tomado la molestia de quejarme de su presencia.

Tan solo quería tenerla lejos de mí. De una u otra manera Momo siempre se las arreglaba para aparecer cuando yo más lo necesitaba, odiaba que eso ocurriese.

—Supe que tu padre fue parte de la reunión realizada por la princesa—Momo tomó la decisión de romper el silencio que envolvía el pasillo mientras que yo tan solo decidía continuar con mi camino deseando que ella comprendiese que no quería hablar—¿Estas bien? —parecía genuinamente interesada por mi bienestar.

Era doloroso sentir su preocupación.

—Ya no tengo dieciséis años, Hirai—me quejé sin siquiera darle un vistazo sintiendo la fuerza con la que mi corazón comenzó a latir—no necesito de un príncipe para huir de mi propio padre—respondí mirando a través del rabillo de mis ojos como ella se había llevado una de sus manos contra su mejilla rascándose torpemente en aquella zona en un vano intento por no mostrar debilidad.

—Me enteré de que Mina asesinó a alguien—trató de desviar la conversación, como si estuviese desesperada por mantenerme conversando.

—No existe día en que Mina no haya matado a alguien—repliqué queriendo terminar de una buena vez aquella conversación que seguíamos manteniendo—... simplemente fue un idiota que no supo controlar su lengua.

—Podría llegar a tener problemas con el Imperio—sonaba preocupada, y la verdad, es que muy en el fondo la podía comprender, ya que realmente también lo estaba, pero no sacaba nada con preocuparme de algo que ya estaba hecho.

—El mismo Rey tiene miedo de su existencia—repliqué sin detener mi caminar aun cuando ni siquiera tenía muy bien pensado hacia donde quería ir—realmente Mina es el menor de nuestro problema—confesé sin saber el por qué seguía con la conversación.

—¿Hablas del bebé? —cuestionó mientras que yo me detenía frente a una de las habitaciones que poseía el enorme Ducado.

En un completo silencio ingresé en el interior del cuarto notando el sofá en medio de este, al parecer, era otro de las tantas habitaciones que Mina poseía como zonas de descanso, aunque generalmente nadie solía utilizarlas aun cuando estaba a disposición de todos los que vivían en el lugar. De todas formas, su poder era tan grande que cada uno de los cuartos poseía una limpieza lo suficientemente pulcra para ver tu reflejo a través de cada uno de sus muebles. Pude escuchar la puerta cerrándose detrás de ella así que simplemente me giré observando como Momo recostaba sus hombros sobre la madera presionando sus dedos sobre el pomo de la puerta, a simple vista parecía distraída, pero ese desinterés tan propio de su persona con ese largo cabello negro y esos penetrantes ojos morados tan peculiares seguían causando estragos en el interior de mi cuerpo.

Esto es peligroso, pensé dando un paso hacia atrás notando como ella no dudaba en sostenerme la mirada.

—¿Por qué sigues huyendo? —cuestionó al mismo tiempo en que se cruzaba de brazos permitiendo que yo fuese capaz de observar cada pequeño espacio que componía sus atractivas facciones—no es como si estuviese desesperada por abalanzarme contra ti—aclaró encogiéndose de hombros mientras que yo tan solo me llevaba mis manos detrás de mi espalda tratando de ocultar el temblor de mis manos.

—Tus ojos dicen otra cosa—repliqué notando como ella no dudaba en llevarse una de sus manos directamente contra las cuencas de sus ojos en un vano intento por ocultar el brillo malicioso que se reflejaba de estos—... ve a cuidar del heredero, yo necesito un tiempo a solas.

—¿Acaso estas esperando a Chan? —su pregunta me sorprendió así que simplemente la miré notando como ella deslizaba sus dedos de su rostro para encontrarse con mis ojos.

¿Realmente esta celosa?, me cuestioné sin poder creer que se estuviese comportando de esta manera.

—¿Sigues teniendo celos? ¿A estas alturas? —cuestioné tratando de restarle importancia a la situación—... ha... de todas formas creo haberlo dejado bastante claro la última vez que nos vimos—decidí colocar una línea imaginaría entre las dos viendo atentamente como ella despegaba su espalda de la puerta para comenzar a caminar hacia mi dirección—¿Q~Qué haces? —pregunté casi sin voz notando como ella cada vez acortaba más la distancia entre las dos.

—Repítelo—ordenó al mismo tiempo en que se detenía frente a mí, podía sentir el cálido aroma que desprendía su cuerpo mientras que la cercanía de su anatomía con la mía lentamente comenzaba a sofocarme—... por favor... repítelo—pidió bajando su voz permitiendo que tan solo yo fuese capaz de oírla—dime que ya no sientas nada por mí.

¿Qué?

—Han pasado diez años... es bastante evidente cual será mi respuesta—respondí tragando impulsivamente saliva notando como ella respiraba con cierta pesadez.

Sin siquiera esforzarse estaba siendo tan malditamente caliente. Debía terminar la conversación lo más pronto posible, por el bien de mi propio corazón.

—No lo es—ella replicó al mismo tiempo en que se inclinaba permitiendo que yo fuese capaz de notar el largo de sus pestañas. Me veía con tal grado de intensidad que sentía que en cualquier momento me arrebataría el aliento—no es para nada evidente... así que dilo, di que ya no me amas y te juro que te dejaré en paz—pidió con tal grado de suavidad que yo podía sentir mi cuerpo sacudido.

—Yo...

Yo no podía negar algo como eso.

—Mi corazón continúa latiendo tan violentamente como la primera vez que te conocí—de repente comenzó a confesarse obligándome a tener que retroceder sintiendo como ella agarraba toscamente de mi muñeca para tirar de mi palma directamente contra su pecho permitiendo que pudiese sentir su órgano latente—desde que tengo quince años que lo único que he hecho es buscarte, siempre estas en mi mente, corriendo de un lado hacia el otro, te puedo sentir en el aroma pasajero del viento, o en la melodía de alguna pasajera canción, estas anclada a mi vida como si de un hechizo se tratase.

—Y~Yo...

Traté desesperadamente de poder huir de esta habitación, porque muy en el fondo era consciente de lo que iba a ocurrir si la dejaba continuar hablando. Por muy doloroso que fuese, yo no podía permitir por nada del mundo que se quedase a mi lado, no podía volver a cometer el mismo error.

—Me preguntaste si estaba celosa... si, la verdad es que si lo estoy—decidió aceptar sus emociones mientras que yo simplemente tiraba de mi brazo queriendo algo de espacio personal—siento que en cualquier momento estos celos me van a enloquecer—confesó alejando mi palma de su pecho para tirar nuevamente de mi muñeca por sobre su hombro acortando bruscamente la distancia de su cuerpo y el mío, podía sentir como mi aliento se mezclaba con el suyo—tu... nadie más que tu provocó este sentimiento en mí, así que dame una respuesta...

—N~No pued...

—¡¿No lo entiendes?! —cuestionó observándome con genuina ansiedad—todo lo que quiero es ser amada por ti—admitió con su pecho subiendo y bajando con la suficiente fuerza par demostrar su agitación.

La verdad, es que Hirai Momo iba a ser la única mujer que yo sería capaz de amar en esta o en cualquier otra vida, sería mi único y verdadero amor, pero no para esta historia.

—Yo nunca te he amado—mentí notando la sorpresa en sus facciones.

Ella, de forma impulsiva soltó el agarre en mi muñeca para poder dar un par de pasos hacia atrás, era evidente su aturdimiento, no parecía ser capaz de asimilar lo que yo acababa de soltar.

—Oh vaya... eso... eso es una mierda—confesó haciendo su mejor esfuerzo por no romperse frente a mis ojos—...—se quedó en silencio llevándose sus dedos contra su mejilla rascándose impulsivamente aquella zona mientras que su mirada nuevamente recaía en mi rostro—pues... la verdad es que yo sigo perdidamente enamorada de ti—confesó al mismo tiempo en que yo giraba bruscamente de mi rostro tratando de dirigir mi atención hacia otra dirección siendo incapaz de poder hacerle frente.

—Lamento mucho que te hayas enamorado de alguien como y...

—No me arrepiento—me interrumpió obligándome a tener que hacerle frente notando como silenciosamente se limpiaba las mejillas de las repentinas lágrimas que habían comenzado a descender—... aun si pudiese nacer de nuevo, volvería a elegir el enamorarme de ti, porque no hay manera de que me arrepienta de amarte Jihyo, no existe forma en que eso pueda suceder.

Las dos permanecimos en un completo silencio sosteniendo la mirada de la otra, hasta que Momo no pudo más y simplemente me dio la espalda comenzando a caminar hacia la salida mientras que posaba una de sus manos sobre su rostro en un vano intento por contener las lágrimas que continuaba con su recorrido.

Yo... acababa de romper el corazón de mi primer y uno amor.

Era una basura. 

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