II. my time.
—¿Qué es eso del Inframundo? —preguntó Lalisa tímidamente al Dios más cercano, que resultaba ser Wendy, Diosa del Día, dueña de la luz, y el sol, era la contraparte y pareja de SeulGi, la Dios de la Noche y dueña de a Luna y las estrellas, quien también estaba junto a ella, ambas eran las primeros Diosas que la Creadora había realizado.
—No creo que a la Creadora le guste que sepas esas cosas —dijo SeulGi, su tono era reservado y serio—. No le gusta hablar de eso.
—Sólo es curiosidad —se defendió Lalisa con un puchero—. El otro día ví a uno de los humanos de la Tierra morir, y cuando le pregunté qué pasaba... Dijo que su alma iría al Inframundo, pero no me quiso decir que es.
Ambas Diosas se miraron, hasta que SeulGi se encogió de hombros, dejando que la rubia hablara.
—No lo escuchaste de nosotras —advirtió Wendy—. El Inframundo es la única tierra existente dónde la Creadora no tiene poder, porque es una Tierra prohibida, creada por su hermana, la Diosa de la Destrucción.
Lalisa alzó sus cejas con sorpresa, sumamente curiosa.
—Allí van las almas de los humanos al morir —añadió SeulGi—. Y también van los Dioses que la Creadora ya no quiere, o que son inútiles, porque no pueden contribuir a ninguno de los mundos. Es la Tierra de los Dioses Muertos.
—¿Cómo llegan ahí? ¿Mueren? ¿Cómo los humanos? —Lalisa estaba confundida porque la Creadora le había dicho que los Dioses no podían morir.
—No realmente, son expulsados de las Tierras de la Creadora —explicó SeulGi—. Van a la Tierra, y allí hay puertas hacia el Inframundo, puede ser... Un pozo muy profundo, una cueva muy oscura, una cascada... Están camuflados.
—Creo que ya le dijimos suficiente a la niña —murmuró Wendy al oído de la otra Diosa, aunque Lalisa pudo escuchar igual—. No hay que meternos en problemas.
SeulGi simplemente asintió, sin decir nada más, la Creador se enojaría muchísimo si la escuchaba hablar de aquello, y más con su creación más querida, aquella linda muchacha que protegía demasiado.
—¿Pueden decirme una cosa más? —preguntó Lalisa, porque encontraba en aquel misterioso lugar una esencia de libertad, tan lejano y prohibido que podría hacer cualquier cosa para llegar a él—. ¿Cómo se puede ir al Inframundo?
Las otras Diosas se miraron, para negar levemente, Lalisa sabía que no le dirían, por lo que se entristeció un poco.
—Creo que deberías tener cuidado con lo que preguntas —dijo Wendy—. La curiosidad mató al gato, dicen los humanos. —añadió, antes de marcharse, con una leve reverencia.
Lalisa estaba bastante decepcionada, y algo avergonzada por aquella pregunta, como si hubiera dicho algo realmente malo.
En ese momento quería ir a su palacio privado y abrazar a Lili hasta dormirse.
—Observa a los humanos —dijo SeulGi, bastante bajo, como si fuera un gran secreto—. Ellos llevan a sus muertos a aquellas puertas.
Seguido de aquello se marchó, dejando a Lalisa con bastante curiosidad, pero ya un poco más tranquila.
Luego de aquello, miró por mucho tiempo qué hacían los humanos con sus muertos, encontraba que los enterraban, que los llevaban en balsas hasta el mar, pero estuvo realmente curiosa cuando vió una cueva, dejaban al muerto en una pequeña balsa y está flotaba hacia él interior, con un río en su entrada, que desembocaba en la oscuridad, y por más que quiso acercarse a aquel lugar con la vista de su ventana mágica y omnipresente, sólo vió oscuridad.
—No se puede ver más allá... —comentó, Lili la miró como si estuviera haciendo algo peligroso—. Porque la Creadora no tiene visión de lo que pasa pasando esta cueva...
La castaña miró a su conejita dorada, quien negó, enojada por el interés de la joven Diosa ante el Inframundo.
Lili sabía perfectamente lo que estaba planeando.
Por eso no se sorprendió cuando Lalisa salió de aquel palacio, para no volver, y por más que le chilló y saltó para detenerla, Lalisa bajó al mundo de los humanos, y seguido, buscó aquella cueva.
La entrada era oscura y tenebrosa, le daba tanto miedo que se pensó por bastante tiempo en regresar.
Pero no quería volver a aquel lugar, con las presiones de su Creadora por ser la Diosa que ella quería: Siempre Bella, siempre perfecta, siempre una obra que mostrar, algo bonito que lucir.
Ella quería su tiempo, su espacio, que la dejarán crecer como deseara, y no ser sobreprotegida, vigilada con recelo, quería ser libre para encontrarse y ser ella misma, aquella que era más que una cara bonita.
Por eso, Lalisa se adentró en las heladas aguas de aquel rio, aquel que los humanos usaban para llevar flotando a sus fallecidos hasta el interior, se adentró hasta que no hizo pie, y pateó y braceo torpemente, mientras los últimos rayos de sol se posaban sobre ella, sabía que era Wendy, quien la estaba viendo, y el terror la invadió, sabiendo que le diría a la Diosa mayor, y que sería el fin de su pequeña libertad.
Negando, y con desespero, se adentró más a la cueva, rumbo a la oscuridad, la corriente comenzó a arrastrarlo con fuerza hacia él interior, haciendo que su cuerpo quedará debajo del agua completamente por segundos, para luego salir a tomar aire con desespero, mientras unas lágrimas escapaban de sus ojos, más del miedo de regresar a su palacio y recibir las represalias de la Creadora.
Finalmente, agotada por el esfuerzo, y dentro de la cueva, la luz del sol no pudo iluminarla más, quedando en completa oscuridad en aquella desolada cueva, aún al mando del agua y de la corriente, quien no se detenía, avanzando con fuerza hacia lo desconocido.
No supo cuando se cansó de mantenerse a flote, y cuando su cabeza se hundió en las profundidades frías y oscuras de aquel rió, sólo pudo reaccionar cuando sintió que comenzaba a caer, buscó alguna dirección para sostenerse de algo, pero apenas fueron pocos segundos de eternidad que su cuerpo tocó el fondo, en un nuevo arroyo, salió a flote rápidamente, tosiendo, y con torpeza, se arrastró hasta la orilla, casi sin ver nada de alrededor.
Estaba agotada y torpe, mareada por tanta adrenalina y oleaje, y cuando llegó a acostarse en el borde entre el agua y la tierra, sólo pudo ver un cielo oscuro, casi completamente negro, que se confundía con la oscuridad de sus párpados de no ser por la leve luz azul que comenzó a iluminar más de a poco, junto con su visión, haciéndose más clara.
Finalmente pudo respirar y sentirse libre, una gran felicidad floreció en su pecho, por fin estaba en el Inframundo, lejos de todo.
Comenzó a reír, y entre su risa, no pudo notar cuando una figura se acercó a ella con curiosidad, y dió un salto del susto cuando sus ojitos enfocaron en el rostro de aquella mujer por primera vez.
Unos ojitos grandes y claros, enmarcados por perfectas y espesas pestañas, que la miraban con curiosidad, su cabello largo y sedoso, su mano tomaba su mentón en gesto pensativo, sin entender a aquella belleza que se mostraba frente a ella.
—E-eh... —Lalisa estaba muy torpe como para decir algo.
—Eres demasiado hermosa como para estar aquí. —fue lo primero que dijo aquella extraña, haciendo que Lalisa frunciera el ceño.
¿Es que en todos lados le dirían de esa forma? ¿Todos le dirían que era demasiado hermosa?
—No eres humana, ¿Qué haces aquí? —preguntó de nuevo aquella mujer, mientras analizaba su ropa, aquella seda fina de colores claros, mayormente rosa que cubría su cuerpo y le quedaba extremadamente perfecto.
Lalisa tenía muy pocas ganas de ser cuestionada, se giró para levantarse, aquella extraña la ayudó, tomándola por uno de sus brazos y rodeando su fina cintura, no dejaba de ver su rostro, buscando alguna imperfección, pero no había nada, todo en ella era hermoso.
La castaña sintió sus piernas temblar, aún estaba bastante débil luego de su huida, así que se quedó junto a aquella mujer, siendo sostenida por ella con firmeza, aunque extrañamente, era sumamente cómodo.
Sentía cierta familiaridad con su tacto.
Lalisa odiaba cuando la Diosa Creadora la tocaba, cuando acariciaba su cuerpo para admirar con sus manos su belleza, también odiaba cuando le daba ropajes nuevos y la obligaba a cambiarse frente a ella, para ver cómo le quedaba, odiaba tenerla cerca.
Y creía que con el resto de Dioses sería igual, aunque la Creadora tenía una regla muy clara: nadie podía tocarla, sólo ella. Así permanecía alejada de todos, en muchos sentidos.
—Soy ChaeYoung, la Diosa de los Humanos, estoy aquí para dar confort cuando pasan a mejor vida —explicó brevemente, su voz baja y grave hizo que la joven Diosa se quedara embriagada de esta, sonrió porque era hermosa—. Pero tú no eres humana, ¿Qué haces aquí?
Lalisa se volteó a mirarla con aquella sonrisa de suficiencia, las estrellas en sus ojos brillaron y el rubor de sus mejillas se encendió de forma brillante y maravillosa.
—Yo era la Diosa de Todo lo Bello, Lalisa —murmuró—. Pero ahora ya no, soy Lisa.
Aquella desconocida alzó sus cejas con sorpresa, sonrió porque Lisa se veía hermosa, y se sintió algo tonta, porque era muy obvio que era la Diosa de lo Bello, si era lo más precioso que sus ojos habían visto en toda su eternidad.
—En ese caso, soy Rosé.
Ok, pero hablemos de lo >>>>>>>> que fue la presentación de Lisa y Rosé, AAAA
¡Gracias por leer!
—🌷
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