CAPITULO 6: STAY
Ante aquel grito, el Dios mayor no dudó en correr hacia él interior de la casa y Soo Bin lo siguió con algo de miedo, fue recibido por una pequeña sala con una modesta cocina, pero el sonido de llanto y las palabras suaves de Jae Beom venían de una habitación, se asomó por el umbral, con Odi abrazado a su pecho.
Pudo ver a aquel Dios que lo había recibido, aquel que en un momento le dió tanta seguridad, y confianza, y ese extraño sentimiento de familiaridad, aquel Dios que su corazón había seguido hasta aquel lugar... Ahora se abrazaba a sí mismo, entre lágrimas, y llanto ahogado, temblaba completamente, y Jae Beom le hablaba en un inútil intento de calmarlo.
— Yeon Jun... — Soo Bin murmuró su nombre con dolor, sintió las lágrimas subir a sus ojos rápidamente, le dolía tanto verlo así, y unas súbitas ganas de protegerlo florecieron en su corazón.
— Soo Bin, vete, por favor — pidió Jae Beom, quien encontraba indebido que alguien viera a Yeon Jun en ese estado, quería tener privacidad para que él pudiera sentirse mal en paz.
— P-pero... — murmuró en un puchero, ¿Cómo le podía explicar a aquel Dios que no podía irse, que su corazón no lo dejaba abandonarlo así?— ¿Qué le pasa?
— Son los humanos, están sufriendo, y Yeon Jun sufre con ellos — dijo Jae Beom, con muy pocas ganas de explicar el dolor del joven Dios—. Yeon Jun... ¿Qué está pasando?
— N-no respiro — murmuró con dolor, escondiendo el rostro en sus rodillas, estaba hecho una bolita y el Dios mayor lo acunaba contra su pecho —. Ellos... Se están ahogando, y y-yo también me a-ahogo.
— Respira, Yeon Jun, pasará— Jae Beom frotaba su espalda, mientras el Dios de los Humanos intentaba respirar profundamente.
— Sus almas... Son muchas, vienen hacia aquí.
— No puedes ir a recibirlas, Yeon Jun, no estás en condiciones— Jae Beom negó.
— ¿P-puedes ir tú? Necesitan... Necesitan a alguien, p-por favor — pidió.
Jae Beom dudó, no quería dejarlo así, porque sabía que Yeon Jun estaba teniendo un ataque de pánico de tantas emociones humanas, y no tenía corazón para dejarlo en medio de su sufrimiento.
— Yo puedo quedarme con él— ofreció Soo Bin, captando la vista del Dios mayor, Yeon Jun asintió levemente en aprobación, en realidad no le importaba quién se quedará con él, solo quería que alguien fuera a calmar a las dolidas almas de los humanos cuando llegaran a aquel mundo.
— Bien, iré— dijo Jae Beom, iría solo por el pequeño Dios, solo porque nunca podía negarle nada a Yeon Jun, porque era un joven muy querido para él.
Se apartó y le hizo señas a Yeon Jun para que se acercara, el castaño fue hasta el borde de la cama, Odi saltó de sus brazos hacia esta, y fue a oler a Yeon Jun, moviendo sus bigotes.
— No lo dejes solo — pidió Jae Beom, y fueron las últimas palabras que dijo antes de retirarse de la casa, dejando a ambos solos, con aquel conejo dorado que se frotaba contra los pies de Yeon Jun.
— Y-Yeon... — murmuró Soo Bin con duda.
— Mhm... — el pelinegro murmuró una leve respuesta, estaba intentando controlar su respiración para no ahogarse en aquel dolor que lo llenaba por completo.
Sentía sus pulmones pesados, su pecho compromido, y la sensación de querer gritar en el fondo de su garganta, su corazón latía agitado por el miedo, y las lágrimas no dejaban de caer.
Estaba seguro, que en alguna, o en muchas partes, de la Tierra de los Humanos, un tsunami devastador había terminado con la vida de miles de inocentes, humanos que no tenían la culpa que el Mundo de Arriba estuviera temblando a causa de un Dios egoísta y cruel.
El dolor seguía allí, aunque parecía que aquella enorme ola había calmado, porque ya podía controlar mejor su ser.
Soo Bin se mordió el labio con culpa, volvió a escuchar las palabras de Odi en su cabeza.
<< Si no vuelves los humanos van a sufrir, el Creador dijo que comenzaría las catástrofes y destruiría todo si no vuelves... Muchos humanos van a morir, y seguirá hasta que no quede ni uno... O que vuelvas al Mundo de Arriba. >>
Desde ese momento supo que él era la causa del dolor de Yeon Jun.
— Lo siento mucho — murmuró, las lágrimas arrimaban sus lindos ojitos, su mano fue suavemente hacia la de Yeon Jun, quien alzó sus ojos con sorpresa casi de inmediato.
Confundido por aquella reacción, Soo Bin quiso apartarse, pero Yeon Jun no lo dejó, por el contrario, tomó su muñeca y tiró de él, haciendo que su cuerpo se acercara, que terminara entre sus brazos, con el joven Dios sintiendo los latidos fuertes y erráticos del otro.
Soo Bin estaba confundido, y aún más cuando Yeon Jun lo envolvió en sus brazos como si fuera algún juguete y él un pequeño niño, de forma protectora y envolvente, pero cómoda.
Soo Bin lo dejó porque creía que era lo que él necesitaba, así que rodeó su cintura con sus brazos.
— No siento nada— murmuró Yeon Jun por lo bajo.
— ¿Qué? — preguntó Soo Bin, muy extrañado.
— Cuando me tocaste... Y ahora, aquí, cuando te abrazo... No siento a mis humanos, no siento dolor— dijo, con aquella voz grabe y algo rota—. N-no sé por qué, pero... No te vayas.
Soo Bin negó levemente, y se abrazó más a Yeon Jun, posando su mejilla sobre el pecho del Dios de los Humanos, sintiendo los latidos calmar y las respiraciones disminuir de a poco, hasta que ya no tuvo nada más de dolor.
— ¿Sigues llorando? — preguntó Soo Bin, sintiendo las lágrimas que caían sobre su cabello.
— Si... Es que pienso en mis humanos y me duelen— murmuró—. Ellos no tienen la culpa, ellos no hicieron nada... Ellos merecen un mundo mejor, merecen un Dios mejor.
— Yeon Jun, eres un buen Dios... Piensas en tus humanos todos los días, los consuelas, y cuando no puedes igual llevas a otro a que los acompañe— Soo Bin se levantó un poco para limpiar sus mejillas de lágrimas—. Hay muchos humanos en la tierra y siempre vendrán más humanos en el futuro, sé que quieres ser un buen Dios para todos ellos... A veces no se puede complacer a todo el mundo pero eso no significa que seas malo, ¿Sabes?
Yeon Jun asintió levemente, apretando sus labios para no llorar, y aun abrazado la pequeña cintura del menor.
— Eres bueno por lo que ya eres, no por lo que haces por los demás.
El Dios de los Humanos sonrió, fue leve y unas lágrimas todavía escapaban, pero el joven y lindo Dios lo había conmovido.
— E-eres muy bueno en esto de consolar a los demás — murmuró, haciendo que Soo Bin sonriera de forma tímida mostrando sus hoyuelos, y Yeon Jun se quedó admirando esa pequeña sonrisa.
Todo en él era tan bello que era imposible no admirarlo, aquellos rosados labios, la forma en la que un lado se eleva más que otro, como su labio superior desaparecía en una sonrisa, y el inferior era más grueso y se veía tan suave, sus dientes perfectamente blancos, aquella sonrisa de conejo tan linda, sus hoyuelos.
— ¿Quién es este pequeño de aquí? — preguntó, acariciando entre las orejas de Odi.
— Oh... Es Odi, es mi protector.
— ¿Tu qué?
— Pues... El Creador, Jackson, lo creó para que me acompañara, está hecho con una parte de mi alma así que podemos comunicarnos — explicó, tomando al animalito entre sus manos y colocándolo sobre el pecho del otro, entre ambos, mientras Odi recibía mimos de todos lados —. Es más responsable que yo, y no opinamos lo mismo siempre... Pero era mi único amigo y compañía.
Odi respondía a los mimos de Yeon Jun con pequeño chillidos, cerrando sus ojitos y moviendo su nariz y bigotes.
— Es muy lindo — murmuró Yeon Jun, su voz sonaba cansada, y un bostezo surgió de sus labios—. Soo Bin, creo que voy a dormir... Estoy muy cansado— tanto miedo y estrés lo habían agotado, tanto dolor y sufrimiento que había calmado, y tanta calma que sentía mientras Soo Bin lo abrazaba... Quería dormir y despertar cuando todo estuviera bien—. Por favor, no te vayas... por favor, quédate— pidió.
Soo Bin negó.
— No, no, estaré aquí, no me iré — Yeon Jun tomó su mano y entrelazó sus dedos, haciendo que el rubor subiera a sus mejillas, le dedicó una última sonrisa antes de acomodarse sobre la cama.
Soo Bin se recostó a su lado, aún con las manos unidas, Odi estaba entre ellos, mirando con ojitos curiosos y confundido, pero al final, se durmió en el espacio en el medio dejado por ambos Dioses.
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