
CAPITULO 14: AWAKE
— Voy a estar bien, voy a estar bien— dijo Yeon Jun, con esa sonrisa encantadora que enamoraba a Soo Bin cada vez que la veía —. En serio, es muy importante que vayas.
— Pero, ¿Y los Humanos? ¿Y si te sientes mal? — Soo Bin no quería volver a verlo de la misma forma que lo había encontrado, tan roto e inundado en pánico, sin poder respirar del dolor que recorría su cuerpo debido a las catástrofes en otro mundo y al sufrimiento de sus pequeños protegidos.
— Ya he pasado por eso y sigo aquí, ya te lo dije — le recordó, tomó sus mejillas para dejar caricias con sus pulgares, se detuvo un momento a ver sus rosados labios, en ese pequeño mohín que solían estar siempre, como un lindo puchero—. Estaré bien, vé con Sung Hoon, no es conocido por tener gran... Paciencia.
Miró de reojo al rubio, que parecía estar maldiciendolo mil veces al mismo tiempo.
— Odi estará contigo— dijo el castaño rápidamente, tomó al conejo que estaba a sus pies y lo llevó hasta el pecho del otro Dios, haciendo que este lo cargara —. Cuídalo bien — le dijo al dorado conejito—. Volveré lo antes que pueda.
Yeon Jun asintió, le hizo señas para que se vaya, pero el unicornio era demasiado alto para que pudiera subirse solo, así que Yeon Jun tuvo que dejar a Odi en el suelo para poder ayudarlo a subir, para sentarse detrás de aquel Dios que le daba miedo.
— Es mejor que te agarres porque está cosa va rápido— dijo Sung Hoon, y Soo Bin no entendió, fue Yeon Jun quien guió sus manos a tomar la cintura del rubio, ruborizandose, dandole mucha ternura a Yeon Jun.
Por todos los Dioses, se lo podría comer vivo de la ternura.
Finalmente el animal comenzó a galopar para irse, tomando velocidad rápidamente, al mirar para atrás Soo Bin pudo ver a su lindo Dios de los Humanos abrazarse al conejito con dolor, se prometió volver rápido, no quería que sufriera, no más de lo que ya lo había hecho sufrir.
No habló en todo el camino con el rubio, vió aquel mundo que poco había explorado pasar rápidamente junto a él, vió que había más que sólo árboles, el pequeño hogar de Yeon Jun debía estar tan apartado de lo demás, había casas, y calles, se parecía a las ciudades que tenían los mortales, y había muchísimos Humanos, la gran mayoría se veía tan perdidos, tan nuevos.
Soo Bin quiso llorar, porque aquellas almas eran las víctimas del más reciente apocalipsis, que era su culpa.
Todos los miraban al pasar, a Soo Bin le costaba tanto mantener la vista en ellos, porque parecían verlo con admiración, con una sonrisa, los saludaban con ganas y los recibían con victores.
No sabía si lo miraban tanto por aquel enorme corcel con un único cuerno, o la presencia de Sung Hoon, el Dios de las Almas, que era imposible de ignorar, o quizás él, que aún destacaba demasiado, aún se notaba "demasiado hermoso", si bien se había adaptado a aquel lugar, su amplia túnica rosa se había reducido a una simple tela que cubría su cuerpo, sin tan dramáticos doblajes, su cabello no estaba tan pulcro como antes, estaba seguro que su piel estaba de un tono más gris y hasta tenía ojeras, pero parecía que no podría quitarse el título del Dios de Todo lo Bello nunca.
Sus ojitos brillaron con admiración cuando se encontraron con un enorme templo, casi igual al que Jackson tenía en el Mundo de Arriba, igual de blanco e imponente pero de alguna manera de veía mucho más amigable, porque podía notar la gente que estaba a su alrededor, que era libre entrar y salir de las amplias puertas dobles de la entrada.
Sung Hoon se detuvo antes de llegar al interior, para bajarse bruscamente del unicornio y luego ayudar a Soo Bin a bajarse, aunque no fue de gran ayuda porque igual terminó casi callendo de cara sobre el suelo cuando sus pies se tropezaron consigo mismo.
Soo Bin vió alrededor, había muchas personas, y por más que ninguno parecía estar triste, o herido, solo algunos estaban muy confundidos, quería llorar por todas esas almas.
— ¡Soo Bin! — se volteó al escuchar una vocecita a su espalda, al voltear y bajar la vista vió a un niño que le era muy familiar, tardó un momento en recordar su nombre, pero el pequeño ya se había acercado a él con una sonrisa enorme y saludarlo con un abrazo.
— Ey, Sunoo... Hola de nuevo.
— ¿Lo conoces? — preguntó Sung Hoon, alzando una ceja.
— Lo conocí cuando llegué — explicó — ¿Qué haces aquí, Sunoo? Estás lejos de tu casa, ¿No?
— ¡Vine a buscar a mi familia! ¡Ellos están aquí! — dijo, con emoción pura, a Soo Bin su corazón se le rompió en mil pedacitos, y las lágrimas subieron a sus ojitos casi al instante.
Dios, ¿Por qué dolía tanto? ¿Por qué era todo tan difícil?
— ¿E-enserio?
— ¡Sí! Oh... ¿Por qué lloras? — el niño se veía realmente preocupado —. ¿Tu familia no vino?
— No, no... Yo no tengo familia, Sunoo— explicó, negando, apenas podía hablar.
— Oh, lo siento por eso — dijo el pequeño—. Ya encontrarás una, yo esperé mucho para volver a verlos... Ahora mamá y mis hermanos están aquí, entonces ya no estaré solo — añadió, con una gran sonrisa.
— Eso es... Genial— murmuró, sintió la mano de Sung Hoon en su hombro y se volteó a verlo, el rubio miró directamente al niño.
— Lo siento, pero veníamos por algo importante— dijo, el niño sólo asintió, separandose un poco de Soo Bin, se despidió con su mano y el castaño apenas pudo responder de la misma forma, antes de que el otro Dios comenzara a caminar rápidamente al interior—. No te pongas tan triste por esas cosas — dijo —. Mira como el niño ese está tan feliz de ver a sus seres queridos de nuevo, ¿Porqué te pones triste si a él lo hace tan feliz?
— Porque están muertos— replicó el castaño—. Él y su familia y... Es mi culpa.
— Están muertos pero han empezado una nueva vida aquí, eterna — corrigió Sung Hoon—. Y la mayoría de las veces, están más felices aquí, están en paz. Aquí nadie sufre, nadie se siente mal, y Jae Beom se está tomando el trabajo de reencontrar a cada uno con su familia, como la de este niño.
Soo Bin estaba sorprendido, pero las palabras habían calmado un poco su dolido corazón.
Recordaba que Jae Beom había prometido ayudar a los Humanos ya que Yeon Jun no podía hacerlo, y lo estaba haciendo, suponía que en aquel momento no, porque que un Dios despertara después de un Sueño Eterno debía ser muy importante.
El templo era muy amplio, tenía incluso un jardín interno y había gente allí adentro, quizás esperando a su familia, como Sunoo, o quizás solo calmandose luego de haber pasado a mejor vida.
Sung Hoon lo guió rápidamente hacia unas escaleras, que iban hacia un segundo piso que estaba totalmente vacío, los amplios pasillos que parecían estar hechos de mármol, pero tan blancos que casi parecían nubes, varias habitaciones se escondían detrás de grandes puertas doradas, finalmente se detuvo frente a una de estas, miró sobre su hombro para ver si el castaño estaba allí y abrió, se quedó en el umbral para hacer un ademán hacia el joven Dios, para que entrara a la habitación.
Lo primero que vió fue el amplio ventanal que dejaba entrar muchísima luz, más de la que creía que había en aquel mundo, era una habitación tan simple, de solo una cama y en ese momento, un silla donde Jae Beom estaba sentado, y en la cama estaba Huening Kai, el Oráculo, que le sonrió al verlo llegar, su cabello era plateado y sus ojos desaparecieron detrás de sus mejillas, le sonrió como si lo conociera desde hace mucho, y lo hubiera estado esperando.
De alguna manera las dos cosas eran ciertas.
— Soo Binnie — Huening Kai se levantó para ir hacia él, sus manos eran pequeñas y acariciaron su rostro con suavidad mientras peinaba sus cabellos, para apartarlos de sus ojitos brillantes, que estaban confundidos y aún cargados de lágrimas —. Ha sido difícil para tí llegar hasta aquí, ¿Verdad?
Soo Bin dudó un momento pero finalmente asintió, el tono de voz de Huening Kai eran tan suave que le daban ganas de llorar, y mordió sus labios para aguantar las lágrimas.
— Tranquilo, sé que has estado esperando ayuda— dijo —. Vi tu llegada hace mucho, sé lo que harás, eres muy importante, Soo Bin, más de lo que crees, más de lo que cualquiera esperaría— añadió.
— Sólo soy...
— ¿Sólo eres un Dios bonito, no? Es lo que te han hecho creer — dijo Huening Kai, Soo Bin se notaba cada vez más confundido—. Tengo cosas de qué hablarte, sé que buscas arreglar las cosas... Te puedo decir lo que el futuro dice.
— ¿Para eso me llamaste, no? — cuestionó, el Dios de cabello plateado, asintió—. No sé qué hacer...
— Lo sabrás, quédate tranquilo— Huening Kai tomó su mano para llevarlo hacia el borde de la cama, sentándose junto a él, Jae Beom seguía en aquella silla junto a ellos, Soo Bin notaba el brillo en sus ojos cuando miraba al pequeño Dios, y como movía sus manos con nervios, como aguantando la emoción de ir a tocarlo, de abrazarlo, de tener algún contacto con él.
Lo sabía porque muchas veces se había encontrado a sí mismo haciendo lo mismo con Yeon Jun, aunque casi nunca era un problema, Yeon Jun siempre lo estaba tocando.
— ¿Qué es lo que más necesitas hablar? — preguntó Huening Kai.
Soo Bin dudó en preguntar, mordió su labio inferior de nuevo, y sus ojitos temblaron con algo de pánico antes de volver a hablar:
— ¿Cómo puedo hacer para que todos dejen de sufrir?
— Sabía que preguntaría eso — Huening Kai asintió, con une leve sonrisa, sus poderes aún funcionaban, y eso lo hacía sentir más aliviado.
— ¿Quieres que nos retiremos? — preguntó Sung Hoon, quien seguía en la puerta, refiriéndose a él y a Jae Beom.
— En realidad, no— Huening Kai detuvo a Jae Beom antes de que se levantara, incluso antes de que el mayor comenzara a hacerlo—. Necesitaremos su ayuda, y es importante que los tres escuchen.
>> Les diré qué va a pasar.
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