CAPITULO 12: COME BACK HOME
Al despertar al día siguiente, Soo Bin seguía dormido, abrazado a la cintura del mayor, estando de lado, sus mejillas se hacían más gorditas y su boca se abría ligeramente, mostrando un poco de aquellos blancos dientes de conejo, se veía tan tranquilo e inocente que Yeon Jun sonrió, y su mano acarició su esponjoso cabello y sus lindas mejillas.
El castaño soltó un murmuro somnoliento y sus ojitos se abrieron lentamente, parpadeando para enfocar su vista en el rostro de Yeon Jun, a pocos centímetros del suyo.
Tan cerca que sus mejillas se encendieron pero sus ojos no pudieron apartarse de los del Dios, admirando desde su oscuridad en sus pupilas, hasta las pobladas pestañas que los enmarcaban, y un lindo lunar debajo de uno de sus ojos.
— E-ehmm... — Soo Bin balbuceó un intento de hablar pero no pudo, sus mejillas se volvieron muy rojas y tosió para despejar su garganta.
— Es más cómodo dormir contigo sin ese conejo en el medio — dijo Yeon Jun, ignorando los nervios de Soo Bin y sonriendo, sus ojos estaban aún cargados de sueño, haciendo que un pliegue de notara debajo de estos, su cabello despeinado y su sonrisa, el menor pensó que era algo lindo de ver para despertar todos los días.
Soo Bin no supo qué responder, y solo se ruborizó enormemente, con lentitud se separaron, y Yeon Jun probó dejar de tocarlo para buscar a sus Humanos entre sus emociones.
—¿Cómo están? — preguntó Soo Bin, viendo como el mayor llevaba una mano a su pecho, sobre su corazón, y daba ligeros mimos sobre este, su ceño estaba fruncido, y notó que algo iba mal por su expresión, Yeon Jun era como un libro abierto.
— Me siento más... Vacío, como si no hubiera tantos, como si muchos se hubieran ido.
Soo Bin le rompió la tristeza de su voz.
— ¿Qué pasa cuando los humanos mueren? ¿Los sigues sintiendo?
Yeon Jun negó.
— Los Humanos son criaturas de la vida, cuando mueren son Almas, y no me pertenecen, ya no soy su Dios— dijo, sonrió de forma penosa — Por eso el que me hayan exiliado aquí es una condena, porque ya soy un Dios que no puede hacer nada.
>> Incluso, cuando ellos llegan a este mundo luego de morir y los consuelo... Yo no siento nada de lo que ellos sienten, pero lo hago porque no pude hacerlo cuando debía.
Soo Bin no supo qué responder, murmuró un suave "Lo siento", a lo que Yeon Jun respondió que no debía porque no era su culpa.
— Vamos a ver a Beom Gyu, quizás esté peor que ayer — dijo Yeon Jun, levantándose finalmente, tomó la mano de Soo Bin para salir de la casa, y el pelirrojo seguía en el mismo lugar que antes, al verlo salir Odi corrió hacia él.
— No quiso dormir, no durmió nada, se siente mal, no sé qué hacer — dijo el conejito, para que solo Soo Bin puediera entenderlo, los demás escucharon una serie de chillidos adorables.
— Oh, Odi... No pasa nada— Soo Bin lo alzó con su brazo libre —. No creo que podamos ayudarlo de todas formas— murmuró, solo para su protector.
— Beom Gyu — la voz de Yeon Jun sonó calmada al acercarse, de agachó a su altura, el Dios del Sol ni siquiera pudo mirarlo, sus ojeras eran evidentes, sus ojos estaban hinchados de llorar, y se abrazaba a su Sol, que tenía un brillo mucho más sutil que antes— ¿Cómo te encuentras?
Beom Gyu solo negó y miró directamente a Soo Bin, muy lejos de la imagen del Dios furioso que había visto antes, su expresión era de pura súplica, era tan triste de ver que las lágrimas subieron a los ojitos de estrellas del joven Dios y parpadeó rápido para no comenzar a llorar.
— Beom Gyu... Lo siento— murmuró el castaño, y Yeon Jun se volteó hacia él para negar, no tenía que disculparse por nada, pero sentía que tenía que disculparse con todo.
— Jae Beom vendrá en un rato a ver cómo estás, estoy seguro— dijo Yeon Jun, Beom Gyu apenas lo miró y volvió a abrazar con firmeza su Sol, apoyando la frente en esta.
Sin decir más, esperaron, alejados del Dios del Sol, a la llegada de Jae Beom, el único que Soo Bin creía que podía ayudarlo, él era su última esperanza.
Aún estaban tomados de las manos, y Odi estaba acostado sobre sus piernas.
Tal como Yeon Jun había dicho, Jae Beom volvió en un momento, para saludarlos de lejos e ir directamente hacia Beom Gyu para hablar.
—No te ves muy bien, y estás muy frío— dijo aquel Dios Mayor—. El Sol tiene que estar caliente, esto no es bueno.
— No es bueno que yo esté aquí en primer lugar— dijo el pelirrojo, su voz sonaba ronca y rota —. Tengo que volver, quiero volver.
Jae Beom asintió, frotó su espalda en un intento por hacerlo sentir mejor.
— Haré lo que pueda— dijo el mayor.
Yeon Jun le hizo una seña para ir con él, y Soo Bin aprovechó para tomar al conejo y dejarlo sobre Yeon Jun, antes de ir hacia él a paso rápido.
— Jae Beom, necesito hablar contigo — el mayor asintió, esperando a que hablara, pero Soo Bin creía que lo mejor era hablar a solas —. Pero en privado — murmuró.
El Dios Mayor asintió de nuevo, y comenzó a caminar para alejarse, junto al menor, avanzando entre aquellos árboles viejos y oscuros de aquel bosque, cuando ya estuvieron lo suficientemente lejos, Soo Bin finalmente habló:
— Jae Beom yo... Me preguntaba si tú... Podrías hacer algo para ayudar a los Humanos— dijo, el mayor alzó una ceja —. Digo, para evitar que Jackson haga más catástrofes, y sigan muriendo, porque Yeon Jun está sufriendo mucho por ellos.
Jae Beom no dijo nada por unos momentos.
— Soo Bin, yo abandoné el mundo de los humanos hace mucho, y podría, pero no tengo ningún interés en pelear contra mi hermano porque eso sólo empeoraría las cosas —dijo, encogiéndose de hombros—. Todo lo que está pasando es por causa y responsabilidad de alguien que no soy yo, entonces no tengo por qué intervenir y poner todo aún más en riesgo.
Soo Bin asintió, se mordió el labio con fuerza e intentó contener sus lágrimas, Jae Beom lo notó y se sintió mal por él, era solo un jovencito, que no había aprendido mucho de la vida, que ahora tenía que afrontar las consecuencias horribles de algo que nunca había imaginado que era tan feo.
Soo Bin había tenido un deseo justo de libertad, y era triste de pensar que eso sólo había traído desgracias.
— ¿C-Cómo puedo ayudarlos? — murmuró, mientras unas lágrimas brillantes caían los sus mejillas— ¿Cómo puedo... Arreglar t-todo lo que hice m-mal?
— Soo Bin... — Jackson detuvo su paso para tomarlo de los hombros, el menor lo miró con los ojitos rotos, acarició su largo cabello castaño en un intento de consolarlo —. En serio lo siento, pero no puedo ayudarte con eso tampoco... No tengo las respuestas a todo, pero... Piensa un poco en lo que crees que es lo correcto y hazlo, y todo saldrá bien.
Soo Bin no respondió, de alguna manera se sentía como si lo estuvieran retando, como si de verdad hubiera hecho algo malo, aunque el tono de vos de Jae Beom era tranquilo, sus palabras le dolían, eran filosas y cortaban en su poca o nula esperanza.
— Si supiera como ayudarte, lo haría — agregó Jae Beom, en un tono paternal y sereno, mientras lo miraba fijamente, hablando totalmente en serio.
Soo Bin mordió su labio y asintió, aguantando el llanto, sin decir nada más regresó hacia donde estaba Yeon Jun, quien estaba hablando con Beom Gyu, el pelirrojo guardo silencio cuando lo vió llegar y el Dios de los Humanos se volteó hacia él.
Soo Bin sabía, o al menos creía saber, que Yeon Jun quería que se quedara, que quería abrazarlo tanto como él, que quería hacerle compañía y calmar sus penas... Soo Bin sabía que Yeon Jun no lo odiaba, y que aquella expresión de que no debería estar allí que le dedicó era solo fruto de su imaginación.
Eso esperaba.
Al sentirse tan mal, Odi de dió cuenta, su protector podía sentir sus emociones, y el conejito fue hacia él para saltar a sus brazos y decirle que todo estaría bien, mientras se acurrucaba en su cuello.
— Lo siento... — murmuró, era para aquellos dos, aunque fue tan bajo que solo Odi pudo escucharlo y sus orejas se alzaron, volvió a hablar sólo para su protector, su único y fiel compañero— Hay que irnos, Odi, tenías razón.
Se sentía un idiota, un joven Dios iluso y torpe, ¿Cómo iba a creer que aquel lugar era su casa? ¿Cómo creería que pertenecería a algún lado?
Creía en una nueva vida pero no había terminado la anterior, creía que aquel lugar era maravilloso cuando no lo conocía, creía que podía ser feliz, pero si su felicidad era a costa del sufrimiento del otro nunca lo sería.
Soo Bin no tenía una casa, no sabía lo que era aquello realmente, no tenía un hogar, por más que se engañara con que aquel mundo de Dioses Muertos era un nuevo hogar para él... Sabía que era mentira
Sólo había tenido un hogar, por más que se sintiera mal allí, por más que no encajara y que estuviera solo, quizás un hogar era aquel lugar del que no puedes escapar, por más lejos que esté.
El conejo frotó su naricita contra las mejillas de Soo Bin, en un intento de borrar sus lágrimas, el joven Dios dió media vuelta y comenzó a caminar para marcharse.
— Hay que volver a casa.
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