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XV. just one day.

❨ ! ❩ Contenido sexual.

Cuando Jennie termino de hablar al respecto, Lisa se sentía tan abrumada que solo pudo llorar, sin decir nada, cubrió su rostro con sus manos y se dobló sobre su cuerpo para esconder su rostro entre sus rodillas, el Oráculo la abrazó, prometiendo que todo iba a estar bien, que debía creer en ella, debía confiar.

—Nada malo va a pasarte, Lisa, ni a tí ni a los que amas, en serio... Es la única opción —dijo a su oído, de alguna forma su voz siempre sonaba calmada, por más que todo sonara tan mal—. Deberías volver con Roseanne, ella te está esperando. —añadió, y aquello la había hecho reaccionar, asintió y se limpió las lágrimas rápidamente.

—¿Y ella? —preguntó la joven Diosa—. ¿Ella estará bien?

Jennie sonrió un poco, le daba ternura que la menor solo se preocupara de ella, porque Lisa nunca había hecho ninguna pregunta sobre sí misma, sólo había cuestionado sobre aquellos que amaba.

—Rosé estará bien, lo prometo.

Lisa regresó aún con un vacío en el pecho, bajó del unicornio sola está vez, y se despidió de SeungWan con pocas energías, no había nadie esperándola afuera de la cabaña, ni siquiera Wendy, cuando entró la rubia la fue a buscar apresuradamente, agradeciéndole que volviera, por su expresión suponía que algo estaba mal.

Entró a la habitación apresuradamente, solo para encontrar a Rosé abrazando a la conejita dorada que ella había dejado a cargo, estaba hecha una bolita en una esquina de la cama, al verla llegar sonrió y extendió sus brazos hacia ella, la conejita se separó para ir hacia ella, pero no le dió importancia, y fue directamente a la Diosa dueña de su corazón, Lisa saltó a la cama para abrazarla con fuerza.

—Lo siento, lo siento, lo siento mucho, tardé demasiado, lo siento. —murmuró, con un nudo en su garganta, sentía las húmedas lágrimas de Rosé sobre la piel de su cuello y hombro, allí donde la mayor estaba escondiendo su rostro.

—Y-Ya estás aquí... ¿Qué más dá? —habló con dificultad, su voz sonaba ronca y quebrada.

—¿Qué te duele? ¿Qué pasa?

—Y-Ya está... Ya se fué —dijo, sus manos de aferraban a la pequeña cintura de aquella bella Diosa, y de nuevo, por su tacto, ya no sentía dolor—. Sentía como si... Me golpearan por todos lados, y que me quemarán también.

—Qué maldita desgraciada. —dijo Wendy, muy molesta, pensando en la Creadora.

—¿Qué te han dicho? —preguntó Rosé—, ¿Qué dijo el Oráculo? ¿Qué va a pasar?

Lisa se mordió el labio, sabía que Rosé le preguntaría aquello, y Jennie también lo sabía, por lo que le había dado una respuesta para darle cuando preguntara.

—Dijo que JooHyun pronto iba a terminar con las Catástrofes, porque ya está llegando a un límite y ella lo sabe —dijo—. Todo va a terminar pronto, y todo va a estar bien.

La notó sonreír por más que no podía ver su rostro, Rosé tenía esa forma adorable de sonreír con todo su cuerpo.

—Es una muy buena noticia, Amor.

Amor.

Que bonito se sentía esa palabra salir de los labios de Rosé.

Lisa sonrió de una forma tan sincera, que solo podía compararse a cuando llegó a aquel mundo por primera vez, misma ocasión en la que se habían conocido.

En un impulso de felicidad, tomó la mejilla de Rosé para alzar su rostro, y besar suavemente sus labios, con la mayor de las delicadezas, un pequeño beso para sentir ese cosquilleo en sus almas para sentirse mejor.

Pasaron el resto del día juntas, como de costumbre, abrazadas hasta que Rosé se sintió enormemente mejor, hasta que volvió a ser aquella linda y encantadora Diosa que hacía a Lisa ruborizarse con una sola mirada.

Y Lisa se quedó entre sus brazos, disfrutando de su presencia, muchas veces en silencio, pero pudo comprender que el silencio vale millones cuando se está con la persona indicada.

Creía con todo su corazón que Rosé era la indicada.

—Rosé... —cuando la noche calló, con Wendy afuera, abrazando a su Sol, que ya brillaba un poco más que antes, en la privacidad del cuarto, Lisa se acercó a ella, tomando su nuca, enredando sus dedos en su cabello, sus mejillas estaban rojas cuál un atardecer y sus ojos brillan como mil estrellas, la Diosa mayor la miró con pena al ver un dejo de tristeza en su expresión—. Quiero darte algo... —murmuró en un pequeño susurro.

—Lils... ¿Estás bien? —preguntó, en una voz suave, mientras sus brazos rodeaban la cintura de la menor.

Fue sorprendida cuando aquella joven y bella Diosa se sentó sobre su regazo, para luego acercarse hacía ella, presionando su feminidad sobre su vientre y su trasero sobre la de la mayor, aún así, Rosé no podía ignorar esa expresión preocupada de la menor y esas pequeñas lágrimas en sus ojos que luchaban por no salir.

—Quiero darte todo de mí, Rosie... Porque desde que llegué aquí mi corazón ha latido por tí, he velado por tí incluso con los ojos cerrados, y no he soltado tu mano ni un segundo porque mi alma quiere estar a tu lado —murmuró, y la mayor admiraba sus hermosos ojos mientras sus palabras llegaban hasta su corazón—. Y he odiado con toda mi alma pertenecer a alguien más, y he llegado hasta aquí para ser libre pero... Todos mis sentimientos me han atado a tí, y solo quiero quedarme aquí contigo, para siempre, porque soy tuya... Y solo tuya.

—Lils... Tú no eres mía —acarició su mejilla suavemente, una lágrima escapó de aquellos pozos de estrellas que tanto le gustaban—. Tú perteneces a los vientos que vuelan libres por las tierras, el vuelo de los pájaros y al agua que fluye hacía su propio camino sin que nada lo detenga... Tú eres libre y no tienes que encerrarte a nadie más; no tienes que encerrarte conmigo tampoco.

Lisa no tenía qué responder, y la miró con los ojos cargados de lágrimas mientras mordía con fuerza aquellos hermosos labios del más perfecto rosa.

—Yo te amo libre, Lisa... —murmuró en voz baja la Diosa mayor, era la primera vez que escuchaba esas palabras, tan sinceras y llenadoras, se sentía tan bien—. Te amo sin límites.

—Rosé... —murmuró, sonaba como si en cualquier momento fuera a romper en llanto—. Yo puedo elegir ir con el viento o que me lleve la corriente de un rio... Pero por sobre todas las cosas, elijo estar a tu lado, porque estando contigo... Siento que no hay un límite, y que juntas podemos tener un infinito, porque estamos en nuestra propia infinidad.

>> Contigo encuentro la libertad, contigo me siento libre.

Se miraron un momento, la castaña vió sus labios con deseo y luego volvió a sus ojos.

—Te amo... Y quiero ser tuya.

Sin esperar nada, fue hacia los labios que tanto anhelaba, para ser correspondida con profundidad, sus belfos se encontraron en una maravillosa sensación de miles de explosiones en sus estómagos, sintiendo las costillas de mil constelaciones moverse en su propio universo, chocando para formar una unión entre las dos.

Sus manos recorrieron el cuerpo de la otra con devoción mientras sus labios no rompían su unión, dejando a sus pulmones sin aire, pero buscando más, hasta que las lágrimas surgieron de sus ojos como une muestra de alivio, de felicidad, hasta la risa de la joven Diosa se escuchó entre sus labios, haciendo que la Diosa de los Humanos sonriera en el beso.

Al separase, buscando aire para sus pulmones, Lisa la abrazó con fuerza, escondiendo el rostro sobre su hombro.

—Por favor... Sé mía, solo por hoy... Hazme tuya está noche... Sólo una noche.

Rosé sentía su corazón estrujarse por tanto dolor en la voz de la pequeña Diosa, así que decidió cumplir su deseo, sus manos recorrieron el escultural cuerpo de Lisa, apretando en su fina cintura, amando la curvatura de sus caderas y acariciando suavemente sus pechos, sintió aquel suspiró de placer que la castaña quiso esconder cuando sus dedos tocaron sus pezones, y luego de bajar suavemente la prenda que colgaba de sus hombros, llevó sus besos hacia aquella sensible piel sobre sus senos, para pasar su lengua por cada uno de los pezones, y sintiendo como todo el cuerpo de la menor tembló de placer, y murmuró su nombre con adoración.

Con sus brazos rodeando su cintura, la dejó caer sobre las sábanas de aquella cama, mientras su boca se ocupaba de besar y succionar su pezón derecho, haciendo que temblara.

Lisa escondía sus gemidos apretando sus labios, y Rosé lo notó enseguida.

—Lils... No lastimes esos hermosos labios que tienes  —apretó sus mejillas hasta que ls castaño separó sus labios, dejando un mohín con ambos que le pareció adorable—. Si te gusta, no temas en demostrarlo, mi amor, me encanta escucharte.

Lisa asintió, sus mejillas estaban rojas, por el apretón y por el calor, vió la sonrisa que puso Rosé mientras llevaba su mano hacia su sensible pezón y lo apretaba, haciendo que su espalda se curvara y gimiera bajo.

Rosé apretó un poco más, encantada de ver el hermoso cuerpo de la menor retorcerse de placer, mientras cada vez se notaba más el sudor entre sus ropajes.

—Eres bellísima... En serio bellísima. —murmuró, su voz sonó tan cargada de emoción y de honestidad que por más que se lo habían dicho mil veces, Lisa se sintió especial.

—Soy bella solo para los ojos que miran... —dijo, en un susurro, mientras sus manos bajan los ropajes de la otra Diosa, para verla en su esplendor también—. Y solo si son tus ojos... Quiero que me mires todo el día.

—Lo hago. —admitió, mientras dejaba que las manos de la otra la desnudaran por completo, y luego hacer lo mismo ella con Lisa, apartando la última prenda que se sostenía de sus caderas.

Ya expuestas la una a la otra, se dejaron llevar por sus besos, se conocieron con sus manos cada centímetro de piel, Lisa se dejó a merced de la mayor para conocer el placer, y dejó sus piernas sujetas a la cintura de la otra, mientras Rosé entro con uno de sus dedos, en embestidas que la recorrían por completo, haciendo que su cuerpo temblara y que gimiera su nombre para pedir más.

Primero fue con dos dedos, deslizándose en su interior con delicadeza, mientras aquel dolor dormido por el placer la hacía ver estrellas que nunca había presenciado en su vida, cuando Rosé pasó de dos, a tres, solo podía pedir por más, hasta que la mayor se posiciono sobre ella, entreabriendo ambas intimidades con suavidad, haciéndola sentir llena, a pesar de estar vacía; vió galaxias completas.

Rosé la volvió a  tocar, masajeando su vulva desde el centro hasta los pliegues externos, haciendo que el calor de su cuerpo se multiplicara por sentirse tan bien, no pudo decir nada coherente durante su primer orgasmo, mientras de sus ojos lloraban lágrimas brillantes, y la mayor se perdía en aquellos ruidos que salían de esos hermosos labios, gimiendo su nombre con veneración, dejando chupetones en su cuello y clavículas.

Lisa acabó primero, manchando la intimidad contraria, Rosé aún embestía contra ella.

—S-Sigue... Por favor... —rogó.

—Lils... Podría dolerte, ¿Estás segura? — la voz de Rosé sonaba tan grave contra su oído que podría venirse de nuevo con solo escucharla.

Asintió totalmente segura.

—Si estoy contigo... No hay dolor que no valga la pena. —susurró, entre respiraciones cansadas.

Rosé continuó entonces, los gemidos de Lisa se volvieron más dolorosos, pero la menor no quería parar, le rogó continuar hasta llorar, hasta que la Diosa de los Humanos dejó su liquido sobre ella, y la castaña se abrazó a su cuello mientras sentía aquella calidez en su interior, mientras lloraba de alivio.

—Lo siento. —se disculpó Rosé al verla llorar, sentía que había hecho algo malo, si en algún momento había lastimado a la menor no podría perdonarse a sí misma nunca.

—No... Fue hermoso... Porque fue contigo, gracias —dijo la castaña, limpiando sus lágrimas—. E-En serio estoy tan agradecida de tenerte a mi lado Rosie... Y de todo lo que hiciste por mí... Te amo tanto, tanto...

Hey, bonita... ¿Estás bien?

Rosé la había notado mal desde hacía rato, pero de nuevo, Lisa negó, mientras la abrazaba y escondía el rostro en su pecho.

—Es solo que... En serio te amo.

—Yo también, amor... —Rosé acarició sus cabellos con suavidad.

Rosé se convenció a si misma que era solo eso, que Lisa estaba tan conmovida con sus sentimientos de amor hacia ella que las lágrimas la inundaban, y que en verdad, no pasaba nada más.

Se dió cuenta de que estaba equivocada cuando despertó al otro día sin sus abrazos, sin sus besos, sin su sonrisa, ni sus ojos llenos de luciérnagas... Despertó con la cama vacía, como su toda su existencia, y como si su amor fuera una cruel ilusión.

Como si fuera de solo un día, solo una noche, se abrigó en sus brazos solo una última vez para después imaginar que todo había sido un sueño sin sentido al despertar.

Lisa ya no estaba.

¡Gracias por leer!

🌷

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