= Capítulo 6: Tracy Stone =
Al salir del departamento de la amiga de Reyna, mi corazón se encogió con lo que ella me había dicho sobre su hermana. Me mantenía algo frio, pero más colérico que nunca. No podía creer que alguien cercano había sido asesinado. Mucho menos una persona como la hermana de Patricia, quien era sumamente inocente; no había hecho nada malo.
Siento que mi mente romantiza mucho la muerte que me hace sentir más agotado que de costumbre. No suelo ser así, pero me invade cierta melancolía el hecho de que gente cercana a alguien tenga que sufrir por todo ello. En mi servicio lo he notado y ha sido algo desgarrador. Quizá tenía que estar horas sin dormir, tenía que salir completamente de mi zona de confort y sufrir los síntomas de no tener una buena salud, pero mi corazón seguía vivo.
No podía evitar llorar cuando no había esperanza en la vida de un paciente. El mundo moderno toma tan a la ligera la muerte, el suicidio y la enfermedad que me causa asco. Me siento alejado de todo lo que antes significaba o tenía valor. A veces me cuestiono si realmente las personas que han trabajado conmigo quieren salvar vidas o buscan dinero.
Yo como cualquier persona quiero dinero, para vivir, sin embargo, me he roto cuando no he sido capaz de ayudar a alguien. Me causa mucha pena y tristeza. Se que no debería decir esto, se que nadie debería saberlo, sin embargo, es algo que es de mí, es sincero y me carcome.
Entender que no puedo salvarlos me duele, y aunque esta estúpida pastilla, siendo el motivo de mi estadía con William, se lo único que puedo y debo hacer, no tengo mayor motivación que ser un médico por el bien de ser el responsable de ayudar.
Mi romanticismo con la medicina fue lo que me impulsó a estar aquí y lo que me hace tan lejano a los tiempos modernos, donde todos somos y siempre seremos objetos. Nadie tiene valor ahora.
Puedo comprender un poco a William
Y eso me aterra.
***
Diario 010
El mismo barrio de siempre, las mismas calles pútridas, el mismo hedor nauseabundo inundaba mi cabeza. Esto me trae recuerdos de cuando era niño. Toda esta desagradable parafernalia me consumía lentamente, como una especie de cáncer que era imposible de alterar. Mis padres celebraban felizmente la caída del muro, junto a otros habitantes que lo destruían con felicidad. No había razón de festejo, o tal vez sí.
En realidad, ante un cambio, el que sea, bueno o malo, actuamos como bestias inmorales sin ningún tipo de sentido. Era sumamente desagradable esa situación. Algo escandaloso el ambiente en Berlín. Llamaban a patrullas y el gran agobio no se detenía, haciendo que todos sintieran que ese muro debía morir.
La remembranza de mi infancia se manifestó de forma grotesca en este sitio, donde la amiga de la novia de Maxwell tenía que trabajar. No me siento orgulloso con nada de lo que he hecho hasta el momento, siendo todo tan confuso como de costumbre. Se que he matado a personas, entiendo que todo ha sido algo bestial y primitivo; creo que lo he gozado más que nada.
No recuerdo cual era ese mito bíblico donde un hombre tenía que tener sexo con la esposa de su hermano. Al final este terminó muriendo por sembrar la semilla en el suelo o algo así. La enseñanza es que no lo hizo por el deber divino, sino por un placer efímero, por lo tanto, fue castigado; eso mismo ocurre conmigo ahora. Comencé esto como una venganza y ahora no sé qué clase de monstruo ha adquirido mi ser y me ha hecho disfrutarlo; disfrutarlo de una forma enfermiza.
Creo que no tengo mucho más que agregar a ello. Ahora, lo que estoy por hacer, será meramente un acto de placer, solo eso y nada más.
Espero no escalar a más o todo podría ser un desastre. Aunque, en realidad, desde qué vi por ultima vez a mis padres, sabía que no podía hacer más.
Quisiera que no fueran las cosas como lo son, pero debo de ahogarme sin perder la vista de la pendiente.
***
Llegando a casa, o al menos donde yo he estado viviendo estos meses, me encontré con una carta que fue escrita por William. Realmente no presté atención a nada de la misma. Me sentía realmente cansado y algo agobiado por lo que había escrito hace un momento. Ser romántico con la medicina es algo que me causa asco de mí.
Como sea, leyendo la nota, William fue a visitar a su hermana, Ana. Me parecía curioso que nunca me hablara de ella. De Blair me contó demasiadas cosas, entre ellas que eran mellizos, ya que ambos nacieron el mismo día. Dijo que le ganaba a ella por dos horas. Honesta y fríamente entiendo todo y ya no quiero volver a encontrarme de frente con la muerte.
No lo soportaría por completo. Ya ha sido demasiado. Las muertes en las noticias y los periódicos. La constante presencia de ella me está haciendo caer en una paranoia. No se que clase de animal enfermo invade este año, pero me hace sentir más horrorizado que una adolescente en una película de terror barata de hace una década.
***
Diario 011
El plan que tenía pensado fue algo interesante. La ejecución, fue la causa. Ahora me encuentro en un dilema interno sobre si la elección que tomé fue realmente funcional o solo me dejé llevar en un sentido absoluto. Cuando ella salió del bar para sacar la basura, fue rápido para mí tomarla por el cabello, taparle la boca con una bola de papel periódico, haciendo que no pudiera hablar. Ella tardó en reaccionar a la situación en la cual se encontraba en frente, con un sujeto desconocido que la tenía como una muñeca sexual a punto de ser usada por fines indefinidos.
Ella tal vez creía que la iba a violar, no obstante, mis planes son más originales. Comencé rompiéndole más manos, para que el dolor no pudiera hacer posible que se moviera. Ella gritó, siendo alaridos ahogados por el papel en su boca. Ahora solo restaba una cosa. Levantándola un poco, tomándola por el cuello de su camiseta en la parte trasera, dejé que su pierna derecha quedara colgando y pisé con fuerza, haciendo que su tibia y peroné se doblaran. El grito en ese momento fue más fuerte, tanto que me obligó a cerrarle la boca con mi mano para evitar que fuera más llamativo para todos.
Busqué de que forma fulminarla sin necesidad de dejar sangre. Vi detrás de mí un regulador de electricidad del edificio aledaño al callejón de entre el bar y ese lugar. No había puertas, no había cámaras y mi rostro estaba cubierto.
La era de hielo viene, nadie ha visto ambos bandos y yo no solo estoy asustando a nadie, esto en realidad está pasando. Lo oscuro del callejón me daba una enorme ventaja. Abrí la caja de luz con la mano, teniendo la fortuna de que no tenía ningún candado o tornillo. La tomé por la nuca y con fuerza azoté su cabeza contra la caja eléctrica. Varios golpes lograron sacarle sangre de la frente, pero ninguno activaba la caja. Dándome por rendido, después de darle trece golpes y dejarle el rostro irreconocible, di uno último, haciendo que las chispas emergieran y el cuerpo de Patricia comenzara a retorcerse.
Para mi desgracia, el momento en que la caja eléctrica se activó esta causó que mi gabardina ardiera en llamas y mi brazo derecho se incendiara. El choque me dejó con el brazo con más cicatrices de las que ya tenía y lo único que pude hacer fue apaciguar el fuego contra una pared. Los golpes y el ahogamiento del fuego llamaron la atención de varias personas. Estas mismas fueron al callejón, dejándome en una situación complicada.
Me tuve que alejar hacia el otro lado, corriendo y no deteniéndome. Para mi fortuna tenía una salida, pero el cadáver seguía allí, retorciéndose. Aseguro que era un cadáver puesto a que no había señal de vida alguna allí.
Tras correr y no ver a nadie siguiéndome, con la gabardina con quemaduras, me dirigí hacia el camino más cercano a casa. Desgarrado en mi piel, mi sentido de vivir ya me ha hecho entender que esto, al final del día, lo adoro.
***
Después de varias horas, William regresó de la calle. Pude interpretar por el sonido rechinante de la puerta de entrada, la cual no parecía que rechinase solo por casualidad. No quise salir de mi habitación, puesto a que me encontraba escribiendo algunas cartas y notas en mi libreta de apuntes, donde usualmente suelo anotar cosas referentes a los fármacos, como la pastilla.
A todo ello, quería preguntarle a William como habían estado últimamente los papeles, pues no me ha contado nada realmente relevante. Me mantiene con mucha curiosidad e interrogantes. No se como fue que me logré interesar en ello. Quizá le pregunte, pero será después.
***
Diario 012
A la mañana siguiente, me levanté con un horrible dolor en mi brazo. Lo vi y me encontré que, al igual que mis cicatrices de las manos, ahora me encontraba con trozos carbonizados y algunos completamente rojos. Mi piel se estaba cayendo, pero realmente no sentía más que indiferencia; claramente no había dolor; ya había perdido la sensibilidad al dolor hacía mucho tiempo.
Todavía seguía viva...
Ahora tenía un nuevo personaje en mente y debía de hacerlo maravillosamente, ser convincente. Para esto, tendría que hacer dos cosas importantes. Una de ellas es tener que saber que clase de uniformes y requisitos necesito para parecer una empleada más de donde trabaja mi hermana. Blair.
Hace mucho tiempo que no la he visto. Ni siquiera se si realmente ella quiera verme, no después de saber lo de mis padres. Creo que todavía se encuentra furiosa conmigo. Que deprimente destino, si les soy franco a ustedes o a quien sea que lea esto.
***
William me invitó a pasar a su habitación, queriendo platicar conmigo. Realmente no me sorprendía esos arranques de interés que solía tener. Sin embargo, en esta ocasión fue un tanto distinta. No había gran rencor en sus palabras y mucho menos en su discurso; era, por así decirlo, como si estuviera hablando con otra persona. Me causaba cierta perturbación ese cambio repentino en sus palabras. William me llamo para preguntarme cosas sobre mí.
Me pareció algo estrambótico ya que nunca había tenido nunca una conversación de ese estilo con él. Ahora teniéndolo a mi lado encontré que podía ser alguien realmente curioso y agradable. Solo era sombrío y eso quizá por su soledad.
-Oye Maxwell – Me dijo William - ¿Cómo te has sentido estos días?
-Bien – Respondí.
-Me alegra saberlo, honestamente.
-Gracias.
- ¿Sabes por qué te hablé?
- ¿Por qué?
-Ya terminó.
- ¿Qué? ¿Qué cosa?
-Ya terminó la prueba. Ya encontré al personaje perfecto para actuar. No más pelirrojas, no más rubias estúpidas ni naturistas. He encontrado el papel perfecto para encajar con el mundo actual.
- ¿En serio? ¿Y cuál es?
-Su nombre es Tracy Stone, mujer trabajadora de una empresa, una empresa poderosa. Pero no una empleada importante, sino una imprime-copias más del montón, sin nada en particular. Escala poco a poco mientras logra seducir a altos cargos de la empresa. No busca amor solo quiere dinero. Puede ser una mujer seductora en todo el aspecto general y sin ningún tipo de motivación más allá de ello. Siente que tiene exceso de poder cuando en realidad no hay nada de intelecto, solo muestras y prostitución de su carne, ¿te gusta la idea?
William me había dejado en un dilema muy oscuro. Por una parte, no me mostraba adverso ante la posibilidad de que el papel pudiera funcionar, sin embargo, la idea parecía ser sacada de una película porno. No podía imaginarme a William buscando tener sexo con actores que parecían pederastas. Quien sabe que clase de enfermizo papel fue aquél para el que se postuló como candidato.
-Te soy sincero... Es una idea horrible. Nadie querrá ver esa obra.
-No se trata de cuanta gente la vea, Maxwell. Se trata de tener las pelotas para hacer cosas que pueden resultar desagradables para la inmensa mayoría. No hablo de un simple, común y corriente, e insignificante personaje memorable por ser sexy, por ser amable o por tener carisma.
- ¿Entonces cual es la gracia del personaje? Mencionaste todos los arquetipos que la harían destacable, pero realmente no quieres que se vea eso ¿Entonces que se verá allí?
-Un reflejo.
- ¿Un reflejo?
-Un reflejo
- ¿Un reflejo de qué?
-Un reflejo. No diré más.
-No entiendo nada de lo que me dices.
-Bueno. No lo entiendas. Solo velo. Ríete un poco porqué al final todos son protagonistas y antagonistas. Tu, en esta ocasión, eres el protagonista y tu final será maravillosamente inolvidable.
- ¿Qué?
-Es una metáfora, Max – William comenzó a carcajearse. Se detuvo después de ver que a mi no me estaba ocasionando gracia, sino confusión – Perdona, suelo ponerme muy melodramático.
-Ya lo noté.
Antes de que me fuera, William me hizo una pregunta muy curiosa. Jamás me la había hecho, pero ahora parecía ser un foco de interés para él.
-Oye, me habías dicho que tu novia tenía un padre francés, ¿no?
-Si. Que bueno eres con la memoria.
William sonrió.
-Si. Sobre la pregunta que te hice, ¿cuál es el apellido de tu novia?
-Hmmm. Es Durand, Reyna Durand.
-Vaya, le queda bien.
-Si.
-Bueno Maxwell. Te voy a pedir amablemente que te retires.
- ¡Oh! Claro.
-Ya me toca esta noche ser acto estelar y debo de aparentar quien no soy frente a un montón de idiotas. Que estresante trabajo, ¿no lo crees?
-Ser actor no es fácil, ¿verdad?
-Supongo que ser médico tampoco.
-Si. Otra cosa, William.
- ¿Sí?
-Ya casi me tengo que ir. Solo quería decirte que fue un placer estar contigo, aunque seas algo...
-Raro – William me interrumpió.
-Si.
-No te preocupes. Así soy con la mayoría. Solo quiero que sepas que, cuando gustes, tienes aquí un hogar donde resguardarte.
-Si, me alegra oir eso.
-Bueno, mi querido Maxwell – Me extendió la mano –Auf wierdersehen.
- ¿Qué?
-Hasta pronto, en alemán.
- ¿Sabes hablar alemán?
-No solo eso.
William me invitó a salir de su habitación para que pudiera prepararse para su papel. Yo me fui hacia el piso de abajo y comencé a ordenar mis cosas para irme, aunque tendría que resguardarme durante un tiempo, hasta que William regrese.
***
Diario 013
Bruce Hall
En realidad, no tenía ya intenciones de dialogar con las personas. Sencillamente porque la mayoría no quiere dialogar en realidad, sino que prefiere que todo sea un encuentro rápido. Nadie quiere conocer al otro, solo quiere usarlo como su herramienta, porque todos son ello. Somos herramientas y los pocos seres con intenciones moralinas que hay son aún peores.
Ellos presumen tener enormes y más valiosos valores, pero no tienen nada, no hay nada, son vacíos, son enfermizos, son repugnantes en todo el sentido de la palabra. No se que puedo decir de todo ello, pero no es nada realmente bueno. Todo es un desastre. Juro que los más desagradables seres que he conocido han dicho cosas tan puras y tan conservadoras que me hacen regurgitar.
Lo que encuentro ahora a mi merced es un hombre poderoso, un hombre que se puede ver como una verdadera estatua de piedra ante las dificultades y siempre procura hacer todo lo correcto. Eso ultimo solo sucede cuando le es conveniente. Me parecen tan aborrecibles aquellos sujetos que solamente buscan demostrarle al mundo que son los mejores cuando no lo son. En el fondo conozco a esa clase de hombres; son tan sencillos de identificar. La bondad pura ha muerto con el amor, y todo lo que resta son intenciones vacías y sin sentidos tras sin sentidos.
Bruce era un hombre poderoso, un jefe ejecutivo que se encargaba de la empresa en la cual se encuentra mi hermana. Tenía que vestir como ella, no sin antes hacer algunos pequeños arreglos. Primero tomaría la peluca que use como Dimitri y la pintaría de color morado. Segundo, y como detalle personal, me pondría un parche en mi ojo izquierdo, siendo algo que, claramente, le parece repulso a todo ser en esta vida. Nadie quiere estar con alguien defectuoso.
El malnacido sale lo más tarde en los días de trabajo. De lejos he estado observándolo, muy a menudo. En el caso de él, realmente no busco hacerle nada por venganza, sino como una advertencia, en caso de que se quiera sobrepasar con mi hermana. Blair me había contado que en varias ocasiones quiso manosearla y besar sus labios, siendo detenido por ella, pero tenía miedo tratando de averiguar hasta que punto él sería capaz de hacer esas cosas. Era aterrador y repulsivo en un sentido absoluto. No puedo dejar que las cosas sigan en ese curso. Así que ahora debo de actuar como se debe.
Después de varios días, un total de siete para ser específicos, pude encontrarme de frente con él, con una vestimenta similar a la de las empleadas, con una falda azul oscuro, camiseta blanca y con zapatillas negras. No soy un idiota para poder caminar sin depilarme o sin usar zapatillas sin tacones pronunciados. El problema fueron los brazos, debido a que debía maquillar mis manos y las heridas de la quemadura.
Lo encontré caminando solo, puesto a que todas las empleadas se habían ido. Caminé de cerca con él y tropecé. Él me dijo que no pasaba nada. Sin embargo, pude notar en él algo de interés en mí; mi cabello y el parche le parecían llamativos. Ahora podía notar que era muy fácil llamar su atención.
El comenzó a interesarse tanto que ofreció a darme un paseo en su auto, un modelo de lujo de los tantos que existen. No recuerdo si era un Porsche o un estúpido Bugatti. Era horrible, y aun con todo ello, costoso. Me reusé, pero el insistió. Acabo de entender que los hombres ruegan demasiado por atención femenina, no importa que tan poderoso sean.
Me es decepcionante que, la misma técnica que he usado con todos, sea igual y de igual el estatus. Me hace más sencilla la tarea, pero me causa insatisfacción. Me siento estafado.
De igual manera, me llevó hacia su hogar, un enorme edificio de no se cuantos pisos, pero era enorme, casi lo mismo que la empresa en la que trabaja Blair, a excepción de que era concreto y no vidrio el que adornaba las paredes. Este ambiente tan costoso me hacía sentir lejos de este mundo. Me invitó a salir, dándome la mano y portándose romántico conmigo, aunque como buen macho con complejo de cavernícola, no tardó en darme una nalgada, golpeando mi trasero. No me podía esperar otra estupidez.
Entramos y noté todo el aspecto minimalista y desagradablemente pretencioso de un millonario. Tan rápido como me senté y él comenzó a invitarme varias cosas, me ofreció unos tragos. No me gustaba mucho la idea pues el alcohol me evitaba estar en mis cinco sentidos, sin embargo, solo tomé una copa de champagne y él bebió el resto de la botella. Nuestra platica fue un tanto curiosa para cualquiera que le interese ver como es esa clase de gente. Me contó de como había hecho sus riquezas, sus ideologías políticas, siendo un republicano, y no teniendo más de que demonios hablar. Era tan vacuo aquel sujeto que sus frívolas intenciones de follar conmigo se hubieran desvanecido si yo fuera una mujer.
Con el tiempo, la botella se terminó y fue por una cerveza, luego fueron dos y tres, sin detenerse. Noté el acabado de la casa, vacío, de color blanco, con arte abstracto en las paredes y en las esculturas, que disfrazaban algo que pude descubrir cuando por fin logró emborracharse.
Se sinceró conmigo, como si fuera su esposa y dejó caer en si una idea real, sobre todo. Él realmente no era feliz. No se sentía completo. Era todo un mar de ideas tras ideas que solo terminaban en desastres sin precedentes. Él ya no era el gran mandatario de todo o siquiera un hombre fuerte. Todo lo que veía lo compró por un arranque, ese arranque que esas personas tienen, esas personas que nunca han sido realmente personas; un arranque de soledad.
Dejó de lado su casa de naipes y buscó desgarrarse frente a mí, sin mucha suerte. El alcohol lo estaba matando por completo y su cuerpo ya no podía ni siquiera mantenerse de pie. Lo llevé caminando para su habitación, o eso creyó aquel ser vacío. Busque por varios lugares y varias puertas el baño. Cuando por fin lo encontré, estando en la esquina de la casa, me di cuenta que había un desastre en su vida personal. El suelo del baño tenía moho y su cristal de espejo había sido destruido, dejando en visto varios frascos de pastillas.
No dudé nada en tomar la iniciativa y abrí la tapa del escusado, el cual estaba carcomido por el sarro. No puedo creerlo, tan irónico; una muerte hilarante para alguien tan poderoso. Si fuera un periodista, no podría evitar carcajearme. Metí su cabeza en el escusado y jalé la palanca, para que el deposito dejara caer el agua. Cuando el agua llegó al limite y se derramó, Bruce comenzó a retorcerse por completo, pero a diferencia de Patricia, ejercí más fuerza sobre su nuca, haciéndole imposible salir.
El luchaba por respirar, pero el alcohol le impedía hacerlo. Cada vez tenía menos fuerza y solo me restó hacer algo más. Tomé un fragmento del espejo roto y se lo enterré en la nuca, matándolo instantáneamente.
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