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= Capítulo 5: Lois Dickson =



Diario 008

Esta quizá sea mi nota más personal sobre este ser al que pienso agarrar y sodomizar si es necesario. No pretendo en lo más mínimo tener sexo con placer puesto a que el placer no solo se encuentra en el sexo y el sexo, no solo tiene placer; el sexo es el culmen máximo del egocentrismo; la imagen solidificada del narcicismo que los amores se tienen, demostrando quien produce más placer sobre el otro. Una pelea encarnizada por saber quien es más que lo demás.

Mi punto se refiere a que, si el humano es narcisista y egoísta por naturaleza, el sexo es su más preciado tesoro. No hay mayor placer para una persona que reconocerse como algo más allá de todo; alguien de valor. La perdida de todo aspecto moderado se ha dejado de lado.

El sexo demuestra que eres poderoso, que puedes someter a quien sea; demuestra que eres débil, que puedes ser sobajado por cualquier zoquete. Lo cierto es que el sexo solo te da eso; el amor no viene con el sexo y el sexo no viene con amor. Puedes violar un niño sin esperar que te ame o amarlo; puedes follar con una puta sin esperar un "te amo" como respuesta. Puedes amar a alguien y no dolerte el hecho de que follara con alguien más; la acción no te duele, el significado sí.

Todo ello no me deja más que mal parado en un entorno que solo depende de eso para poder destacar; nadie piensa en nada más que en follar hasta el cansancio; quizá necesito tener sexo más a menudo para no sentirme frustrado; o tal vez ellos necesitan dejarlo un momento para apreciar una vida... ¿Qué estupidez estoy diciendo? La vida no es nada más que un recordatorio del porqué esperamos y debemos morir.

Un viejo colega me recordaba de forma agobiante que todo tenía valor en esta vida.

Walter "El pervertido"

Nadie recuerda su apellido en lo más mínimo. Solo saben que era un enorme fanático de las películas de ciencia ficción y era un aficionado a los comics. En su circulo más cercano, incluyéndome, entendíamos a Walter como un sujeto extraño que le aficionaban cosas para infantes. Posterior su afición se elevó a las nubes cuando nos dijo que, en una ocasión, en realidad varias, había consumido porno.

Era algo rocambolesco para todos (Incluyéndome), puesto a que sus padres eran demasiado posesivos con él y no lo dejaban respirar. De que manera haya conseguido el porno deber de ser la pregunta que todo sujeto que lo haya conocido se ha hecho.

Muchos rumores decían que los conseguía con otros estudiantes, de grados más altos. Muy pocos sabían que era realmente el hijo de un director de películas porno; había de todo en esas cintas. Contaba las escenas, nos invitaba a sus casas a verlas y jamás dudo en demostrarnos cierta atracción hacia la zoofilia y las pelirrojas.

Independientemente de ello, siempre era irónico verlo rodeado de chicas. Se podría decir que era un conjunto de todos los malos aspectos que puede tener un hombre para no ser novio de nadie y aun así era capaz de encantar a dos, tres, cuatro, diez mujeres. Posiblemente tenía un pene en enorme, pero me estoy adelantando.

Seguí teniendo contacto con él después del colegio, aunque fuera bajo el seudónimo de Lois Dickson. Él me hablaba mucho con una forma y maneras que, en cierta medida, puedo entender porque era fácilmente sumisa una chica a su lado. Tenía una forma de hablar que parecía sacada de un poeta de película; para mí, no era más que un repulsivo ser, en busca de aprobación o cualquier otra cosa.

Lois Dickson era una chica pelirroja, con pasatiempos dignos de un pretencioso arquetipo de chica que vivía de forma incógnita. Tenía un lunar encima del labio superior y cabello lacio. Su vestimenta se basaba en ropa negra, chaqueta y pantalones de cuero y un collar que parecían hiedras entrecruzadas en su cuello. Su estilo era igualmente sensual, aunque siendo más reservada y selectiva.

Es fácil actuar como Lois. Solo debo de ser alguien sumamente desinteresado, mezquino, frio y responder a la amabilidad con cierto recelo. Siempre creyendo que había una intensión oculta sobre la palabra de un hombre. No me paraba a pensar en si había algo real allí o solo era mi imaginación sugestionándome; no había tiempo para pensar en ello.

A veces suelo preguntarme porqué las relaciones humanas se han vuelto tan complicadas, y luego recuerdo que ya no es fácil confiar en nadie ni en nada. Cada vez estamos...

Continuando con lo anterior, establecí una cita con él en un pequeño club en el cual, aunque fuera de proporciones menores, ocurrían eventos extraños y raros con frecuencia; lo que todos llamaban "cosas grandes". En este encuentro procuré modular mi voz de una manera diferente a las anteriores. Tomé la pastilla, pero mi timbre sería más agrio; más frio y mucho más severo. No buscaba actuar como una buena niña ni ser una persona real; solo quería aparentar seguridad.

Claramente el y yo nos encontramos en este pequeño club, cercano a varias tiendas de conveniencia y hogares algo destrozados. Lo vi en una estación de autobuses, en la cual yo había bajado desde tomar uno en Providence. Los autobuses hacia donde lo tuve que ver eran tan horridos y escabrosos como una película de horror barata de los años setentas.

Solo necesitaba ver a un pollo asesino para creérmelo por completo. De igual manera que las anteriores ocasiones, me reuní con él y fuimos al club. Este sitio era bastante curioso por fuera, ya que parecía o decía que era una tienda de maternidad. Toda esa parafernalia me hacía regurgitar. Ahora no solo veía todo lo que podía ser el mundo real en un solo sitio, sino que estaba por experimentar la cúspide de todo en un sitio vacío.

Todo era solo un viaje para olvidar cualquier melancolía. El se ofreció a abrirme la puerta, pero le dije que no era necesario. Este mismo volvió a dejarme entrar y sin cerrar la puerta, vio como venía alguien a quien, en palabras suyas, conocía a la perfección.

El sitio era, como les mencioné, pequeño y sin sentido más allá de algunos sujetos, como el cantinero y todos aquellos que entregaban la droga a los menos experimentados. Licores de todo tipo había en aquella barra y las drogas, aunque ocultas, su inmaculado hedor las delataba por completo.

Él pidió una cerveza y me ofreció algo a mí, negándome en lo absoluto. En lo que los tarros de cerveza se iban acumulando y su voz se liberaba más, noté lo decadente que era el sujeto en realidad. Su discurso era idéntico al de cualquier otra persona, sus insinuaciones sexuales eran exageradas y puedo admitir, puedo jurar, que todo lo poético de él era solo una farsa.

Le pedí que fuéramos a una mesa para que descansara un poco, que el alcohol no corrompiera sus sentidos. Él fue completamente sumiso ante mi en ese estado y al momento de sentarse, aunque, al tomar un lugar alejado, él pudo aprovechar para manosearme todo el cuerpo. Quería entrar a mi entrepierna, sin mucho éxito. Luego tocó mis tetas y no pude negarme, aunque en un momento, cuando supe que era suficiente y debía actuar sin razón, e solté una bofetada y este mismo se alejó por completo de mí. Su reacción fue de confusión y desprecio ante mí.

Me dispuse a levantarme para ver si el también quería perseguirme y si, efectivamente. Era un hombre más del montón, quien daría lo que fuera por una chica, incluso perdiendo su integridad y convirtiéndose en una mascota. Y una mujer, nunca iba a bajar la guardia porque sabía que una mascota solo está con ella porque no busca más que alimento; en el caso del humano, sexo.

Me tomó con fuerza por la muñeca y todo ese sensible mantra de él, se desvaneció cuando comenzó a obligarme a sentarme de nuevo. Yo me resistí y él se hacía cada vez mas insistente; era repulsivo en todos los aspectos. Una cantinera comenzó a ayudarme, llamando al cadenero, sin mucha suerte pues este seudo poeta traía consigo mismo una pistola. La situación se estaba tensando por completo y todo estalló cuando sujeto con ínfulas de lirico seductor le dio un disparo a la mujer del bar en la muñeca. Sin embargo y para fortuna de ella no fue un disparo contundente. Solo rozó.

El cadenero entró y notó que el sujeto tenía un arma en sus manos y no hizo movimientos bruscos. La cantinera fue hacia su puesto y se puso en su muñeca un vendaje compresivo. Claramente era doloroso, pero por alguna razón no expresó su dolor. Quizá ya era común y su cuerpo era a prueba de balas.

El cadenero seguía siendo amenazado con el arma por Walter. Fue entonces que, sin esperar que eso funcionara, tomé a Walter y le di un beso, un beso francés. Saboreé todo el repulsivo hedor y sabor de alcohol y vomito que su boca tenía, sirviendo de distracción para tomar el arma de sus manos, dejandose llevar y sintiendo placer.

Cuando me detuve, el seudo poeta se dejó caer al suelo, sintiendo que estaba en el cielo. Yo solo apunté con el arma a su cabeza y antes de que pudiera generar conciencia...

La bala hacía atravesado su cabeza y la sangre comenzó a salir en cascada junto a trozos de su cerebro. El suelo estaba completamente sucio y lo único que pude hacer fue salir de allí, no sin amenazar a todos con que me dejaran en paz. Nadie opuso resistencia y nadie quiso averiguar que había ocurrido. Los guantes negros que tenía para cubrir mis manos hacían prácticamente imposible detectar algo que me delatase.

Saliendo del club, me dirigí hacia uno de los tantos callejones que había por aquella zona, vigilando todo el sitio, con la esperanza de encontrar un lugar sin cámaras. Toda esa zona no tenía cámara alguna, sin embargo, debía de actuar con cautela. Debía protegerme de todo y no perturbarme.

No debía alterar el orden de las cosas. Solo debía aprender a andar por las aguas, y el éxito lo tendría asegurado.

***

Mi novia se mostró interesada por completo sobre lo que le había contado sobre estos últimos meses; en general, no fueron tanto mis sentimientos, puesto a que, realmente, no hay razón alguna para sacarlos a flote y arruinarlo todo; inclusive si ella me prometió amor y compromiso íntimo.

Ella me confesó que sentía cierta atracción, no sexual ni amorosa, sino de curiosidad nata, sobre mi casero y actualmente compañero de vivienda; William Dolphin. Me preguntó si quería invitarlo a nuestra siguiente comida juntos. Me encantaba la idea de convivir con mi novia, Reyna, su amiga Patricia y su hermana Natalie (Aunque de ella no me ha contado nada, o al menos, según ella, no sabe mucho sobre Natalie), sin embargo, meter a William a la ecuación puede ocasionar un evento contraproducente.

En mi cabeza no me entraba la idea de que aquella reunión pudiera darse de una manera natural. Sin embargo no podía negarme en lo más mínimo, debido a que las intenciones de mi novia eran buenas, en todos los sentidos. No era alocado imaginar que un evento de tal naturaleza me causara agruras. Mi imaginación fue más allá.

Pensé que posiblemente él iría vestido de una mujer y nos haría pasar un rato un tanto bochornoso. Por más que no quisiera, era insoslayable que debía llevarlo conmigo. Le hablé sobre esto a William, mostrándose algo escéptico, aunque aceptó, con la excusa que lo hace porque quiere evitar que yo tuviera problemas con mi pareja. Como si esos actos superficiales y todo ese cumplimiento pudieran hacer que algo así se dé.

En fin, la idea del amor de William es tan superficial y adulterado que puedo admitir con creces que me ha causado lastima en un sentido completo y complejo. El acto de ahora era evitar que ese sujeto fuera así con los demás. Una cosa bastante curiosa de William fue que me preguntó que clase de ideologías tenían las personas con las que nos íbamos a reunir.

Le dije que eran personas abiertas, o al menos, solo tenían problema con temas referentes a lo político y lo social; son personas simples que no buscan problemas. Creo que por eso amo a mi novia; no desea destacar ni tampoco no ser nada; solo hace lo que debe hacer, como yo, y se evita conflictos de cualquier tipo.

William notó, con cierta comedia, que lo que decía era cierto. Con ello en mente, esperamos que fuera el día en el que iríamos a verla; fue un sábado si no me falla la memoria. Ese día me había alistado por completo y había tomado algunas pastillas para dormir el día anterior. No quería que mi novia, Patricia y su hermana me vieran como un muerto viviente.

William, ese mismo día, vistió con ropa negra, como era de costumbre, salvo que parecía que estaba de luto. Tenía pantalones, botas, suéter, bufanda, guantes y gabardina negra. Su cabeza estaba algo desalineada aunque con mayor forma en su cabello; parecía incluso que le había hecho algo por lo arreglado que se veía.

Ambos tomamos un autobús de camino a la casa de mi novia, platicando conforme pasaban las horas. Con ese largo periodo logramos descubrir cosas del otro. Él me reveló que tenía una hermana, la cual vivía en Nueva York. Su nombre era Blair y trabajaba como administradora de una parte de la empresa en la que se encontraba. Tenía también otra hermana, de la cual no habló para nada. Era como si no quisiera que supiera de ella. Se sentía incomodo con hablar sobre el tema.

Cuando por fin llegamos al departamento de la amiga de mi novia, Patricia, donde íbamos a reunirnos para hablar y ponernos al día, tocamos los timbres de la recepción, donde una puerta algo vieja con las bisagras recubiertas de grasa sucia, nos aguardaba el paso. Recibimos un mensaje de Patricia en donde nos decía que éramos bienvenidos y que podíamos entrar. Subimos las escaleras de recepción, no haciendo caso al portero y llegamos a la segunda planta, tocando la puerta del departamento AA.

William se acomodó la bufanda de su cuello y esperó a que la puerta se abriera. Escuchando un "¿Quién es?" bastante agudo, el cual definía la voz de Patricia. Ella abrió y nos recibió a los dos con mucho afecto, abrazándome con fuerza y estrechando la mano de William. Patricia tenía cabello negro, lentes enormes y una apariencia confortable; era como ver a una abuela, solo que sin la vejez. Sin embargo ella trabajaba en un bar, en un lugar bastante peligroso, done no debería estar, pero la paga es buena.

William, extrañamente, no podía evitar mostrar algo de asombro en su rostro; más bien, terror. Quizá William no está acostumbrado a salir y ver a muchas personas juntas. Toda la reunión, William se mantuvo silencioso. Patricia tenía una noticia algo desalentadora para nosotros, aunque quería contarnos cuando estuviera en la casa Reyna. Mi novia tardaba algo en llegar hacia el departamento, debido a que tenía que usar algunos medios menos convencionales, puesto a que no había autobuses hacia una zona cercana al departamento.

Me pareció curioso el hecho de que Patricia quería contarnos algo, incluyendo a William. William seguía algo petrificado por completo por la presencia de otro ser humano que fuera yo. Llegó mi novia después de dos horas y nos saludó a todos. William la saludó con mucha calma y algo de miedo. Quien sabe cual era la causa de esa reacción frente a las demás personas.

Cuando todos estuvimos reunidos, Patricia nos contó la tragedia que la aquejaba. Comenzó hablando con un tono suave y terminó rompiendo en llanto. Su voz se había quebrantado cuando reveló la verdad de todo. Reyna estaba consternada, yo me sentía horrorizado y William seguía petrificado.

Patricia lloró cuando se dio cuenta que era cierto lo que sus palabras decían; su hermana, Natalie, había sido asesinada. Nadie sabía con exactitud que fue lo que pasó y quien fue el que lo hizo. Solo había pruebas de un planeado encuentro con un hombre llamado Dimitri. Quizá era su novio o su intento de pareja. Estaba destrozada por completo y para mí, que a pesar de todo busque un aspecto firme, no podía evitar sentirme mal.

William quedó inmutado ante tales palabras. Seguía petrificado y su expresión de seriedad mezclada con miedo no era variable. Después de ello, Patricia fue por algo que tenía preparando en el horno. Las lagrimas seguían cayendo lentamente por sus mejillas y no había ningún remedio en el mundo que pudiera hacerla cambiar de parecer.

Cuando Patricia puso el platillo en el comedor, en donde tanto nosotros como ella habíamos platicado esta situación, pude notar una herida en su muñeca. Era similar a un rastro que deja la tierra tras un meteorito que cayó. Tanto yo como Reyna le preguntamos que era lo que había pasado, respondiéndonos que fue algo que pasó en el trabajo.

William, dejando de lado el silencio, preguntó a Patricia que en que horario trabajaba ella. Eso me pareció raro y fue normal para ella. Patricia le comentó que entraba antes de las seis de la tarde y salía a las dos de la madrugada. Referente a ello, fue cuando nos dijo cual fue la causa de su herida.

Nos contó, con más detalle, que el día anterior había tenido que detenerse porque un hombre le había disparado cerca de la muñeca y esta había sufrido una rozadura y algo de alteración en la capa exterior de la piel. Nos dijo que no recordaba quien le había disparado, pero tenía en su memoria a una mujer con vestimenta de cuero.

Al momento que dijo eso, William se levantó y nos dijo que tenía que retirarse. Yo le pregunté porque, pero el insistió que dejó algo urgente. Salió por la puerta y la dejó abierta, no sin antes despedirse de mano con mi novia y Patricia, a quien vio con algo de terror.

Antes de que se fuera completamente, fui detrás de él y le pregunté porque había hecho eso y que hacía que se fuera. Me dijo que realmente no quería estar allí, que le causaba horror el encontrarse con personas. Me dijo algo que no entendía en lo más mínimo y tampoco era algo que el podía entender. Salió del departamento, bajó las escaleras y ya no pude verlo más.

El resto de mi estancia allí fue más relajado. Posiblemente el hecho de que William no estuviera me había aliviado por completo a mí, y al parecer ocurría lo mismo con las chicas. William es alguien no tan grato de tener cerca. Su presencia causa estrés y me pude dar cuenta de ello.

***

Diario 009

Fui al departamento de la amiga de la novia de Maxwell, solo para encontrarme con una revelación dada. La recepción repleta de llaves, las puertas de madera negra que decían que eran los baños, las paredes amarillas y las escaleras diminutas hacían que el lugar se sintiera desagradable. El de recepción no dijo nada mientras me vio alterado y mostraba mi preocupación.

Esta puta. Patricia era la mujer del bar, maldita sea. No se que demonios hace la vida entregándome los chistes oscuros más innecesariamente grotescos habidos y por haber. Se ríe de mi mientras me grita y exige que me ría con él. Sucio bastardo, el que sea que haga lo que sea con mi vida, es un cerdo.

Sabía que no podía dejar así las cosas y tenía que actuar. Sabía su horario, tenia en mente cuando y donde trabajaba. Si piensa que lo voy a dejar pasar, creo que es alguien sumamente inocente. Patricia no tiene razón de existencia. Sin embargo, me deshice del disfraz de Lois. Entonces es hora de que William se tenga que ensuciar las manos.

Tuve que regresar a la casa por unas cuantas cosas, entre ellas, una mascara de color negro que es de tela. No llevo los errores de mi pasado cargándolos, y aun con ello, no pienso llevar ninguno. Mi consciencia no se encuentra limpia, y deseo que jamás esté, porque en caso contrario, sería uno más del montón; un hipócrita más.

Le dejé una carta a Maxwell, donde expresaba que tenía algo pendiente en mis manos. Que debía ver a mi hermana, mi hermana Ana. De quien le había hablado y no sabía más que su existencia. Espero que jamás sepa absolutamente nada.

No quiero dejar evidencias en esta libreta. Sea lo que sea que haga, cargaré con lo que deba de hacer, en soledad y sin que nadie sepa. Ella estará encantada de volverme a ver. Patricia...

Espero no te asustes.

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