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= Capítulo 2: Charlotte Jones =

Ya era sábado. Ni William ni yo teníamos labores algunas. Ni siquiera parecía que tuviéramos algo que hacer en realidad. De hecho, podíamos matar el tiempo no haciendo grandes planes. Sin embargo, para sorpresa mía, William me dijo que había conseguido un viejo televisor en una venta de garaje.

- ¿Cuánto diste por ella? – Me sentí algo emocionado y parecía que William también lo estaba.

-No recuerdo y de hecho eso no importa. En teoría tenemos servicio de electricidad y me la dieron con antena. Entonces vamos a ponerla Maxwell.

-De acuerdo.

Ambos hicimos lo que pudimos. Enchufamos la televisión, la estática nos tomó por sorpresa el momento que esta se encendió sola. Quizá el vendedor la había desconectado antes de apagarla. No prestamos atención a ello y le pusimos la antena. Después de ello, acercamos unas sillas de la pequeña cocina y nos sentamos en la pequeña sala,

-Nunca había tenido algo así en mi vida – Dijo William, sentado con la silla al revés, es decir, el respaldo en su pecho y con cierta emoción.

- ¿Qué cosa?

-Mi propia televisión.

-Oh...- Era como ver a un niño emocionándose por ser un adolescente. Es decir, era una explosión de emociones que detona el poder tener, hacer o decir algo que antes no podías. Ya había experimentado algo así; igualmente especifico.

Ambos comenzamos a descubrir los canales que se encontraban presentes en la televisión, siendo William quien cambiaba de canal. Usualmente no eran cosas fuera de lo normal. Un canal de noticias, el canal de venta de "productos milagro", algunos con programas de comedia como In living color. Ya extrañaba ver a Jim Carrey.

Entre todas esas imágenes que eran traspasadas por el cambio de canal, unas cuantas palabras provenientes de un canal de noticias me llamaron la atención. Estas imágenes profesaban algo un tanto peculiar, por lo que le pedí a William que se detuviera. Él me hizo caso y pudimos ver la nueva noticia del momento.

>>Un hombre fue asesinado en su propia casa con lo que parecía ser una lata de pintura cerrada. Las huellas de la lata eran confusas y los forenses no pudieron encontrar ninguna prueba que les consiguiera algún sospechoso<<

-Cambia de canal, William – Le dije al notar que era lo mismo de todos los días. Naturalmente me hizo caso.

Tanto él como yo solamente nos postramos enérgicamente perezosos en las sillas, sin importar que fueran sostenibles o fácilmente quebrantables. Era fantasiosamente familiar a estar relajados en un sofá. Tanto para William como para mí, la sensación era exactamente la misma que todos los que hayan tenido que descansar por mera elección sienten. Es, por así decirlo, muy parecido a cuando te encuentras en el colegio y las sillas se convierten en cómodas camas o, en su defecto como en este momento, un delicioso sofá.

- ¿Quién crees que haya sido quien matase a ese hombre? – Me preguntó sorpresivamente William.

- ¿Eh? – Fue mi más sincera reacción a su pregunta.

-Si, piénsalo... ¿Quién sería tan descabellado para matar a alguien con una lata de pintura? ¿Y con tanta suerte que sus huellas no son fácilmente detectables?

- ¿Acaso te interesa lo forense?

-No... solo soy alguien muy curioso.

-Espero que solo sea eso – Le dije, riéndome. Seguido de ello, él comenzó a reírse también.

Seguimos viendo la televisión hasta que llegó momento en que William tenía que retirarse. Él no dijo nada, solo se levantó y tomó su propio camino. Yo estaba algo cansado por mirar mucho tiempo el televisor y mis ojos tardaron en acostumbrarse a la oscuridad al momento que William lo apagó para no malgastar electricidad. Yo igualmente me levanté de la silla y me dirigí hacia mi habitación y me encerré. Tomé un fuerte suspiro y decidí que lo mejor que podía hacer era dormir de forma placida en pequeña cama, o más bien, mi pequeña habitación. Algo que lo que me dijo William me dejó pensando un poco.

¿Quién mató a ese hombre?

***

Pasaron dos días, en los cuales yo me encontraba haciendo anotaciones sobre el proceso de desarrollo de las pastillas, con tal de tener un manual adecuado de como estas funcionan y que clase de procesos pueden presentarse en cualquiera de las situaciones en las cuales esté expuesta.

Al parecer, con algunas herramientas extra, la pastilla puede disolverse más rápido si el usuario que la consume tiene un porcentaje adecuado de hierro en la sangre (Que es un total del 35 o 43% del contenido de la sangre), junto a un buen funcionamiento del hígado, los riñones y del estómago, podrá experimentar efectos secundarios leves (Además de una extrema sudoración, podrán sentir un poco de hambre o sed; es decir, experimentar una resaca sin el dolor de cabeza o la sensación de cansancio)

Estas herramientas fueron soluciones hechas a base de agua, junto sales que simulaban la orina. Esta "orina", que en realidad fueron varios tipos, tuve que ponerla a prueba en varias ocasiones para determinar su funcionabilidad con la pastilla. No se si sea a las sales usadas, pero la solvencia de la sustancia afectaba de forma distinta a la pastilla. Con menos sales era un soluto fácil de disolver, sin embargo, cuando había sales en el compuesto (Una gran cantidad), esta podía llegar a ser una sustancia viscosa, la cual sería complicada de digerir.

Toda esta parafernalia me dejó pensando un poco en como es que estos efectos eran observables. Me sorprendieron los síntomas y la reacción química, ya que no parecían tener relación alguna. Mi cabeza solamente podría procesar a medias como era que esta pastilla funcionaba en realidad. Que clase de agente toxico podía tener me causaba algo de pavor; mucho pavor.

Decidí salirme de mi habitación y hablar un poco con William, sobre todo porque quería distender mi mente. Era extraño que haya generado confianza con alguien a quien poco o casi nada conozco. De igual forma, estoy seguro que él se siente exactamente igual.

-Oye William – Dije al momento que entré a su habitación sin ningún tipo de advertencia. Él se encontraba haciendo algunos dibujos en una libreta en su escritorio personal, donde tenía varios objetos de arte, como pinceles, pinturas y algún tipo peculiar de arcilla. La particularidad de William era el tipo de trazos que hacía, siendo algo violentos y no controlados. Era como esa clase de artista que logra desquitar lo que siente con algo así, sin ser dañino.

-William – Volví a hablarle por su nombre para que pusiera atención y me lograra dar alguna respuesta. Sin embargo, su mente se encontraba divagando quien sabe donde y yo me sentía algo preocupado en su totalidad. No era normal.

Me acerqué a William de forma temerosa. Este mismo pareció sentir mis pasos, por lo que giró un poco su cabeza para verme.

-Espero que no intentes asesinarme, que no sería muy divertido.

-No, no no. Yo solo...

-Si quisiera morir, lo habría hecho yo...

-Es solo que... Espera, ¿qué?

-Jijiji... jejeje...jajaja...JAJAJAJAJA – William comenzó a reírse de una manera un tanto... incomoda. Comenzó como una risa pequeña para convertirse en una carcajada – Es una broma mi pequeño Maxwell – Dijo - ¿Qué necesitas? Por cierto, si te molestó la broma, puedes decírmelo y no la volveré a hacer.

-No, no me molesta. Es algo rara pero no incomoda. Solo quería venir para platicar contigo de... lo que sea.

-De acuerdo – William detuvo su actividad, volteó su silla donde estaba para verme a mí y se puso cómodo, mirándome con cierta tranquilidad – Hablemos...

Después de concluir su frase, mi cerebro se encontraba en un limbo. No sabía de qué hablar con él.

- ¿De que puedo hablar contigo? – Pregunté.

-No lo sé... nunca nadie antes se había interesado en siquiera tener una plática conmigo...

-Oh... ¿En verdad?

-Si...

- ¿Por qué?

-No lo sé... No es que realmente yo sea una persona interesante en el sentido absoluto de la palabra.

- ¿A qué te refieres?

-Pues... Usualmente tenía que ser yo quien debía hablar con las personas y no ellas a mí. No lo sé. Podía decir que tenía amigos o que tal vez era parte de algo... En realidad, yo nunca estuve allí.

-Oh... ¿Nunca te sentiste incluido?

-Si... siempre me sentí incluido... pero en realidad jamás fui parte de nada.

- ¿Tienes amigos?

-Mi único amigo ahora es lo que esculpo o dibujo, Max.

- ¿Por qué?

-Soy alguien extraño Maxwell. Me apena decirlo frente a ti, sobre todo porque no debería tenerte esta confianza.

- ¿No confías en mí?

-No confió en nadie, Max. Siento que en algún momento todo se va a derrumbar y desaparecerá, como siempre.

-William... ¿Que te hace pensar así?

-Son muchas cosas, Maxwell... pero prefiero no hablar de ello.

- ¿No te sientes cómodo haciéndolo?

-No... pero quiero platicar contigo, aunque no sea de eso.

Me sorprendí mucho con las palabras de William. No es que esperara que él fuera la gran influencia social que cualquier persona envidiaría, pero esos comentarios me hicieron sentir un tanto apenado por él. Soltó algo de confianza en mí como si se tratase de algún tipo de intervención psicológica.

-Bueno... ¿De qué quieres hablar?

- ¿Tu crees en el amor, Maxwell?

- ¿El amor?

-Si... en el amor, ¿tú crees en él?

- ¿Creer en él? Claro que sí, creo en él. Es una realidad, Will.

-Lo sé... es real... pero acaso... ¿eso es amor?

- ¿Qué si el amor es amor? ¿Qué significa eso William?

-Velo de este modo... o más bien, deja te hago una pregunta.

-Dime.

- ¿Tienes novia?

-Si.

- ¿Por qué estás con ella?

-Porque la amo.

- ¿Por qué la amas?

-Porque es agradable conmigo y siempre me trata con respeto.

- ¿Entonces todas las personas que sean así contigo serán amadas por ti?

-Si.

- ¿Qué más amas de tu novia?

-Me tiene paciencia.

- ¿Con qué?

-Cuando tomo mucho tiempo para hacer mis proyectos y no suelo estar con ella.

-Oh... es interesante...

-Si...

- ¿Muchas personas te han tratado con respeto y cariño?

-Si.

- ¿Han sido chicas?

-No necesariamente.

- ¿Pero ha habido chicas que te han tratado así?

-Si.

- ¿Entonces porqué elegiste de entre todas a ella?

-Porqué... no lo sé... - Me dejó en un cuestionamiento interno esa pregunta. Entendía a la perfección hacia donde iba dirigida esa pregunta. Era un tanto complicado decir si realmente me hablaba por curiosidad o mero interés por molestar.

-Lo sabes perfectamente Maxwell... lo comprendes perfectamente... Sin embargo, no quiero molestarte ya. Me retiro – William levantó una bolsa negra de basura, a la par que tomaba un saco o gabardina negra. Se dispuso a salir, no sin antes decirme – Por favor, no olvides cerrar mi puerta, si eres tan amable... espero poder seguir hablando contigo cuando llegue.

Solo oí los pasos en las escaleras y el ruido de las pisadas, culminando con la apertura, rechinar y el cierre crujiente de la puerta. William me había dejado pensando.

No sé cuál era mi razón para amar a mi novia... Tal vez piense en ello... será mejor que no lo escriba aquí, sin antes decirle a William... o quizá jamás se sepa.

***

Diario 002

Steve Richards.

Recuerdo a este sujeto con bastante cariño y odio a la vez. Él era un amigo mío en el colegio, especialmente cuando conocí a mi primera novia... no pienso hablar de ello.

Era completamente lo contrario de Patrick, pero tenía la misma respuesta a las crisis existenciales que abarcaba su realidad como un "eunuco".

En esta ocasión, tenía el traje perfecto. Viene a mi memoria que en una ocasión me había comentado que a él le encantaban las chicas de cabello oscuro y con gafas, las cuales tuvieran vestimenta oscura. Era un fetiche (no se si se le pueda llamar así, o más bien preferencia) que yo compartía con él. En mi caso era la ropa interior femenina negra y él era la ropa de vestir.

Me dijo también que no le gustan con mucho de todas partes. "Que fueran delgadas y sin nada, como niñas", decía. No se si era un degenerado o fue una muy mala comparación, sin embargo, sus plegarias fueron escuchadas.

Después de mucho tiempo sin saber de ese bastardo. Al parecer pude contactarlo por la misma dirección por donde vivía su abuela. Él no tenía padres y su abuela, que era una vieja nudista conocida por todos en el colegio, era su única figura paterna, pues sus padres se habían largado, considerando a Steve un "estorbo".

Él me dijo que no se sentía cómodo con que toda la escuela supiera que su abuela era una actriz porno de décadas pasadas. Aunque, en realidad, solo él se mostraba colérico ante ello. A sus primos, quienes también fueron criados por su abuela, jamás les importó nada de ello. Quizá ellos entendían que un trabajo honesto, da igual como se haga, merece respeto; el ser un actor o actriz porno no te quita o agrega honor; solo es un trabajo.

Dejando de lado eso, había contactado a este sujeto con la intención de volver a platicar, aunque en realidad lo hice bajo otro alias; Charlotte.

Él, al parecer, se sentía cómodo con las cartas que le solía mandar, unido a fotografías. Estas no tenían más que algunas tomas de mí con algo de ropa interior femenina. Era complicado para mi hacer esas fotografías. No tengo la suficiente masa y tenía que depilar los pocos vellos con cera para que fuera convincente. Los ángulos de cámara eran lo más complicado y gastar rollos no era una opción.

Como sea, logró ser convincente y voy tener mi cita con él como Charlotte. Las pastillas me vienen de maravilla.

Y pensar que el plan era solo ilusionarlos y desaparecer. Esta oportunidad o maldición vino desde el mismísimo infierno a otorgarme un momento para respirar y sentir que no estoy siendo consumido por una enfermedad descompresiva.

La cita iba a ser en una librería, cerca de su casa. Recuerdo su dirección como si fuera ayer, pues solíamos ver algunas palomas para simplemente molestarlas, o tal vez solo íbamos a platicar de cosas mundanas; lindos y bellos días muertos.

Ahora solo son viejas memorias y que más daría yo por que fueran algo que jamás fue. De igual manera, recordar donde vivía me es excesivamente útil. Llegué a la biblioteca y allí lo vi. Ahora parecía haber perdido su cabello. Era calvo y usaba lentes. Su postura encorvada y su estomago de bebedor compulsivo de cerveza eran reconocibles.

Me vio y noté esa mirada de encantamiento puro. Él no pudo contenerse y me plantó un beso. Yo lo aparté de mí, diciendo que debía ser caballeroso y dejar que las damas fueran primero; lo besé.

Ambos entramos a la biblioteca y vimos algunos libros. Él buscaba títulos en especial (Eran títulos realistas, como las obras de Hemingway o Dostoievski), y cuando nos íbamos, presumió su credencial de biblioteca, con la cual podía apartar los libros. Me pareció algo tan hilarante que no sabía si reír o tomarlo por el cuello de la camisa y tirarlo por un barranco.

Ese bastardo era completamente lo contrario a Patrick, pero me producía la misma incomodidad y la misma sensación de querer descuartizarlo. Fue fácil para mí pedirle que fuéramos a su casa. Me contó que ahora apoya a la caridad y que tiene cuatro gatitos, los cuales apoda Terry, Mike, John y Jazz. Le pregunté por cada uno de los nombres.

El nombre de Terry era por su padre, quien contaba su abuela, era un sujeto muy agradable y que solía cuidarla. Mike por su tío, quien le había regalado esos gatitos y siempre era amable con él, y Jazz por una vieja amiga, quien había muerto de cáncer, después de dejar el colegio.

Le pregunté por el otro gato, John, y me dijo que no quería contarme esa historia o porqué del nombre. No quise molestarlo más y solamente seguimos caminando. Me dijo emocionado que le encantaría hacer esto todos los días (Ir a la biblioteca conmigo), que quería hacer algo más personal. Se mostró como un ser desesperado ante la presencia femenina. Me era curioso.

Llegamos a su casa, que era de su abuela, y fue rápidamente hacia una habitación, donde se encontraba ella. Me sorprendió mucho saber que aquella cosa seguía con vida. Como sea.

Me presentó a su abuela y yo, con cierta hipocresía, me mostré igualmente amable con ella. Era bastante gracioso ver a la puta anciana intentar articular cualquier palabra. Dios, no saben lo difícil que fue para mí guardarme la risa. Maldita zorra arrugada.

Steven entonces me dirigió hacia su habitación, donde tenía una biblioteca entera. Allí comenzó a platicarme sobre todos los libros y un poco de ellos. Para confirmar su nula paciencia que tenía sobre las cosas. Ignoré todo lo que me dijo y este, al preguntarme un poco sobre lo que había dicho y darse cuenta que no entendí nada, se encolerizó y comenzó a golpear la pared. Me dijo que el era un buen chico (Puto calvo de mierda), y que yo debía ser una buena mujer (Que frase tan más cliché). Le dije que lo sentía mucho. Me dijo que solo quería ser escuchado.

Comenzó a lamentarse que se sentía muy solo y que todo era un desastre por completo. Que su vida se estaba yendo por una pendiente sin fondo y que solo buscaba que algo bueno pasara. Decía que nunca había tenido novia y que siempre se lamentaba no haber disfrutado su juventud.

Yo le di un beso en la frente y le dije, susurrándole, que le haría experimentar algo de su juventud. Primero debería quitarse toda la ropa y luego yo me encargaría del resto. No titubeó y comenzó a quitarse todo. Se quitó su camisa, sus pantalones y su ropa interior; tenía mierda en la parte trasera. Posterior a ello, noté que su pene lo lograba levantarse o no estaba erecto. Se sintió apenado, pero me acerqué lentamente y le dije que no se preocupara. Le di un beso de lengua y comencé a manosear su "porquería inmunda". Esta se puso más dura conforme pasaba el tiempo.

Cuando estaba erecto, le pedí que se diera la vuelta y se recostara en su cama boca abajo. Él parecía no poner resistencia a nada, a nada en lo absoluto. Podía hacer con él lo que yo quisiera. Parece ser que cuando un hombre esta urgido se puede dejar torturar, con tal de tener un par de tetas, un culo y un coño por un corto periodo.

Busqué algo pesado con que golpearlo y encontré una edición de pasta dura de "Don Quijote de la Mancha". Que gran oportunidad. Me postré detrás de él, acariciando su culo y sus testículos y le hablé con voz sensual que me comenzaría a quitar la ropa, y que el debía solo sentir mis tetas pasando por su espalda. Él se estaba excitando de más, sudando y sacando algo raro de su pene. Con impulso tomé el libro y con fuerza, como si todo el odio y rencor hacia él estuvieran en mi golpe, destrocé el libro en su nuca. Su cuerpo entero resintió el puñetazo y comenzó a retorcerse grotescamente. Para mi fortuna, murió al instante.

El cadáver frio allí mismo solo me dijo que Charlotte había terminado, pero todavía quedaba una ultima cosa por hacer. Fui hacia el cuarto de su abuela y vi que ella estaba dormida. No quise irrumpir de forma violenta ni tampoco ser brusco. Solo tomé una almohada y la puse en la cara de la vieja. La puta anciana pataleo y movió violentamente sus manos, como si usara todos sus recursos cognitivos en un desesperado intento por tener un minuto de oxígeno. Al pasar los minutos, sus alaridos internos se detuvieron y su cuerpo dejaba de moverse. Ahora, con ella muerta, solo debía hacer algo más.

Le quité toda la ropa a la recién fallecida y la dejé en una pose erótica. No se iba a ir de este mundo sin abandonar su oficio. Era grotesco, horrible y desagradable el hedor a vagina vieja que desprendía esa porquería. Sin embargo, quería inmortalizar el momento. Pero no podía.

-Mierda ¿Dónde hay una cámara cuando la necesitas? – Me dije.

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