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= Capítulo 0: William =


Desde la perspectiva de William

Diario 000

No sé qué demonios ha pasado con el viejo diario, siendo algo que carece de mi interés. Parece ser que lo dejé en la casa de mi hermana, o tal vez con mis padres. Solo el tiempo lo dirá.

He estado viviendo en esta casa abandonada por tres meses. Es solitaria y confortable. El plomero no ha venido para arreglar la gotera, sin embargo, parece ser que, a nadie, mucho menos a mí, le interesa un carajo.

No visité para navidad a mis padres y probablemente ellos estén furiosos, o simplemente la pasaron bien sin mí. Es exquisita la forma en la que imagino como ellos se han vuelto en contra mía, siendo algo que en mi familia es común. Desde que...

Eso no importa.

En estas semanas logré hacerme de varios anuncios para poder hacer posible el arreglo del inmueble. No sé qué clase de cosas puedan ocurrir, y temo por mi integridad. Aunque siempre sale todo bien para mí, de todas formas.

Fui a visitar a mi hermana, ayer. Obtuvo su primer empleo y parece que está muy feliz con ello. Me cuenta que los miembros de la oficina y del equipo de trabajo son muy amables con ella. Eso fue algo que me detonó colera, no obstante, ella estaba feliz, y eso era lo que realmente importaba.

Ella estaba demasiado cambiada. Ya no era la misma que siempre. Su cuerpo era distinto. Recuerdo que, antes de irme de la casa, era algo regordeta, de cabello largo y nunca vestía con cosas que no cubrieran su cuerpo. Ahora puedo decir que no tenía pudor alguno y siempre exhibía su atractiva figura. Tenía su cabello pelirrojo un poco oscuro y a su vez, ordenado ¡Que más daba que alguien hiciera algo con ella! Nula importancia prestaba ella.

Pude hablar un poco con ella e hicimos algunas cosas. Nada del otro mundo, nada que no hiciera con ella como hermana. Solo pasaron las horas y supe a la medianoche que era hora de retirarme.

Llegando al departamento, después de pasar por la calle, contemplando los anuncios, tomé un autobús que me dejara lo mas cerca de la casa. Providence estaba algo alejado de donde ella trabajaba y vivía. Tuve que tomar varios autobuses y esperar pacientemente en ellos. Logré dormir un poco; el viaje fue largo.

Sentía las miradas de todos esos seres poseídos por sus trabajos y labores, contemplándome y sintiendo envidia de mí, un ser sin preocupaciones, o que parecía despreocupado. No tome importancia de tales cosas y dejé de sugestionarme.

Ya en la vieja casa, por eso de la mañana, quizá las 6 o 7, recibí una llamada, la cual había esperado toda la semana, incluso más que visitar a mi hermana. Me llamó un sujeto de nombre Maxwell, preguntando por el alquiler del departamento; estúpidos panfletos, no son capaces de escribir casa en vez de departamento.

Igual no fue mucho el tiempo, pero solo acordé la dirección, el coste y que cosas traería. Parece ser que es médico, o estudiante de medicina. Espero que no irrumpa en mis planes; parece ser que, conforme a lo que decía y había encontrado en escritos, anécdotas e información, tengo la dirección de esos siete bastardos. Deséame suerte, diario.

Atte: Dolphin, W.

***

Mi casero, muy extraño, tuvo que dejarme pasar para contemplar el lugar. No era un sitio realmente limpio, o tal vez solo el tiempo lo había transformado en un desagradable paraje. Nada de lo que digo, nada de lo que pienso y mucho menos, nada de lo que parece es algo que deba de afirmar; mi menta busca hacerlo, tal vez como un mecanismo de defensa, a pesar de la aparente normalidad de mi casero.

Hablando de este, algo más que había notado era que su piel, debido a lo pálida que era, hacía que sus labios, sus fosas nasales, sus nudillos y parte de su cuello, que se ven algo rojos cuando se está en bastante movimiento, se vieran aún más colorados. Las mejillas iban en contra de esta regla, siendo igualmente pálidas como el resto de la apariencia del chico.

Entré en la casa y esta era, curiosamente, menos hostil que el exterior. Si bien las paredes tenían la pintura carcomida, el suelo estaba algo sucio y la madera ya tenía hongos, todo era funcional. El propio casero me hizo una aclaración.

-En esta casa hay algunos problemas de fugas de agua. Pero son pequeños o insignificantes. Técnicamente solo se tratan de goteras. Por lo que no te sorprendas si te encuentras con una cubeta debajo del lavamanos del escusado. Puedes estar tranquilo y bañarte sin inconvenientes. El agua es limpia, puedes tomar de la llave que se encuentra en la cocina y tu cuarto está a lado de esta ¿Tienes alguna pregunta?

-Solo me es un poco inquietante que me cobres 10 dólares. No me sorprendería si fuera un motel, pero esto es una casa y con todos los servicios – Dije.

-Bueno. Aprovecha lo que te he concedido y no te sientas nervioso con ello. Tienes mucha suerte de ser el que pudo encontrar la casa en los anuncios de la calle. Solamente te pido que no me interrumpas en la noche. Todo lo que es el horario de la mañana, desde las ocho, hasta la tarde, que son las ocho, puedes molestarme. El resto de las horas faltantes, yo no me encuentro aquí o estoy encerrado en mi despacho. Quiero que entiendas esto porque así podemos tener una mejor relación casero habitante. Espero que me logres entender ¿Sí?

-De acuerdo – Dije, aunque realmente no prestaba atención a ello. Lo que decía William para mí no tenía nada de valor. Comprendía sus límites y los respetaba. El verdadero llamativo para mí fue ver como en su camiseta caían precozmente varios cabellos. Curiosamente ninguno de ellos era color blanco; eran sus cabellos castaños.

Me pidió mis 10 dólares, se los di y pude instalarme en mi habitación, la cual, para mi fortuna, era más limpia que la casa en sí; no había pintura caída, todo se mantenía pulcro, sin polvo y sin antigüedad marcada en el cochón, las sábanas y las almohadas. La mejor gran idea que tomé en ese momento fue poner mis materiales en el escritorio que tenía la habitación, poner mis cosas de valor en mi mesa de noche y recostarme, apagando la luz de la habitación.

El siguiente par de semanas logré dar con la forma correcta de dosis, al menos, para evitar algún tipo de sobredosis o intoxicación por fármacos. Pude probar todo ello, pero me faltaba hacer experimentos reales, o ver que tanta cantidad debía de consumir una persona para poder cambiar su tono de voz.

Durante este periodo cosas extrañas ocurrían en el lugar. Cuando era la madrugada, siempre había ruido en la habitación de mi casero. Todo ese tiempo tuve mi mente metida en el proyecto, en aquella cosa que antes fue solo una mofa; después de mis largas horas de trabajo me quedaba mirando hacia la nada en mi cama. Mi vista estática no hacía sino hacerme divagar de formas particulares que no podía definir.

Me seguía preguntando el porqué de este extraño proyecto, prestándole poca o nula importancia. Era algo bastante risible para lo que puede significar hacer un experimento que puede cambiar el rumbo de las cosas; aunque fuese solo a un sector en específico. Podría hacer un mayor aporte que solo una pastilla para cambiar la voz de un individuo.

Siguiendo con los ruidos extraños. Las semanas que me he mantenido aquí, no pude dormir mucho, a decir verdad. Los retumbares molestos y la consistencia de los objetos me hacía pensar muchas cosas. Todo era exactamente como un espectáculo que no podía dejar pasar. Estos ruidos peculiares llamaron demasiado mi atención que lograron perturbar mis oídos en más de una ocasión.

La curiosidad pudo más que mi autocontrol. Por lo que, una noche, tomé con calma un paso delicado a través de la casa. Mi habitación se encontraba en el primer piso, mientras que en donde estaba mi casero se encontraba en el segundo piso. Debía tener cuidado para poder escuchar o siquiera espiar sin que él supiera que me encontraba allí. Puedo decir que era una taréa prácticamente imposible, porque la casa tenía un severo problema de madera podrida, la cual al inflamarse, comenzaba a rechinar y producir crujidos desagradables.

No voy a mentir con decirles que me tomó casi una hora el llegar a las escaleras sin producir ruido alguno. Y en ese momento el problema eran las escaleras, las cuales tenían exactamente el mismo defecto que el suelo. Los crujidos eran tan desagradables que me hacían imaginar que en cualquier momento se romperían y no podría escapar, causando inquietud a mi casero y mermando mi operación.

Logré subir después de media hora, debido a que muchos escalones tampoco tenían ese defecto, por lo que pude caminar de forma normal y cautelosa en varios de los escalones, sin ser en la mayoría. Tras subir completamente, el piso del segundo nivel también carecía de problemas de madera podrida. Pensé que tenía demasiada suerte para ser verdad.

Fui hacia la única puerta de todas que tenía en su parte inferior un destello recto de luz. Esa línea indicaba que había una luz encendida y alguien estaba haciendo algo; dios sabrá qué. Busqué algún tipo de orificio el cual pudiera utilizar de forma completa para mirar, sin mucha suerte. No obstante, en la parte de las bisagras, me encontré con un pequeño hueco. Este mismo era síntoma de la putrefacción de las paredes.

Esa unión podrida entre la pared y la puerta dejó un enorme hueco. Con pavor, miré en el interior de la habitación y me di cuenta de dos cosas; una de ellas era que la pared de aquella habitación era de ladrillo, al igual que la mía, pero con la pintura caída o inexistente, ya que podía ver de forma clara este detalle; algunas líneas o degradados eran síntomas del paso del tiempo; la segunda cosa era que mi casero, créanme o no, tenía alguna especie de manía.

Tenía varios modelos de cabezas de maniquíes sin expresión con pelucas de mujer. Cabellos largos, algunos pelirrojos, otros rubios, unos cuantos de colores opacos; lacios, en rulos, curveados, ondulados; incluso había una peluca de cabello corto.

Mi casero, además, parecía ser una especie de artista frustrado. Veía con mucha tranquilidad como este mismo golpeaba con sus manos una pequeña cantidad de una arcilla bastante extraña. O más bien, podríamos definirla como arena moldeable, o una sustancia del estilo.

Mi estupidez se magnificó al momento que le recargué en la puerta con la mano. De forma inesperada, esta se abrió ante mi aplicación de fuerza, causando que yo saliera disparado hacia el interior de la habitación. Intenté levantarme, pero mis gafas se habían caído y no podía ver bien que era lo que ocurría.

Una mano me tomó por los hombros, ayudándome a levantar y me extendió mis gafas. El casero me ayudó a levantar y me dio mis lentes. Yo intenté hablar con él, aunque fuera con un tembleque en la voz.

-Mil disculpas William, yo no. Yo no. – Mi interior no dejaba de repetirse que lo sentía, pero mis palabras eran imposibles de decirse. Él solo me dio una palmada en la espalda y me invitó a pasar. No se veía molesto. De hecho, y esto era algo extraño, se veía algo feliz. Su rostro expresaba una sensación parecida a la que tiene un niño al momento que le es anunciado un regalo. Era un interés externo que le hacía regocijarse en su interior.

-No hay nada de lo que disculparse, Maxwell. De hecho, me alegra que hayas llegado aquí. Necesito mostrarte un pequeño proyecto. En realidad, necesito mostrarle a alguien o posiblemente vaya a enloquecer si no lo hago. Me siento demasiado alegre, aunque hay un pequeño problema con todo esto.

-De acuerdo... ¿Qué es exactamente todo esto? – Mostré mi interés al instante que logré ver las varias cabezas de maniquí con pelucas, arcilla extraña por varias partes, dibujos de anatomía hechos con precarios y rudimentarios planos geométricos y una libreta con varios dibujos de mujeres desnudas.

-Tengo que actuar para una obra teatral para poder validar mi carrera como artista. Se que suena estúpido, pero es necesario que lo haga o todo mi trabajo en mi carrera no tendría sentido.

Al parecer William estaba pasando por la misma situación que yo; un proyecto final el cual requería la total atención de él. William era idéntico a mí en ese aspecto, aunque en una zona diferente; en el arte.

- ¿En qué consiste tu actuación, William?

-Oh. Eso es lo gratificante. Necesito o más bien, debo de actuar como una mujer. La mujer más sensual, que busca seducir a un hombre en búsqueda de un artefacto extraño. Mi obra es una basura, pero debo de mostrarme lo más femenino posible. Si te da miedo escuchar esto y te hace sentir incomodo, apreciaría que me lo hicieras saber.

-No te preocupes. No me asusta. De hecho, yo estoy en el mismo tipo de proyecto – Dije, a la par que William mostraba su interés al haber escuchado eso de mi parte.

- ¿En verdad? Me gustaría saber sobre ello, si es que tengo permitido.

William volteó de forma brusca al escuchar eso y preguntar acerca de mi proyecto. Como doctor y un estudiante de las ciencias de la salud, no voy a negar que soy un narcisista. No me agrada ser criticado y me causa una felicidad inconmensurable cuando me preguntan de mis proyectos y aspiraciones. Es, por decirlo así, algo que me hace sentir vivo; llámenme exagerado, me importa poco. Aunque, si les soy honesto, preferiría no haberle contado. O tal vez sí. Mi casero supo sobre mi proyecto, siendo algo que le causó mucha inquietud, pero al mismo tiempo, le mostró mucho interés.

- ¿Sabes cuanto debe de tomar una persona para que su voz lograra cambiar?

-Por el momento no tengo un sujeto de pruebas, el cual pueda decirme los efectos secundarios o mostrarme que sucede al momento de que este medicamento es consumido. Necesitaría este mismo.

William me observó de una forma peculiar. No quiero decir que fuera algo incomodo. No obstante, no era una manera común de observar al otro; era como si me viera como una herramienta.

- ¿Te propongo una idea?

William habló de forma bastante casual, como si ese tono sombrío que lo caracterizaba todo el tiempo, se desvaneciera de forma espectacular. Me sentí intrigado por la idea que él tenía en mente. Sin embargo, jamás pensé que su idea me fuera tan conveniente y a la par, tan hilarante que me hizo regocijarme en lo más recóndito de mi ser. Lo admito, me descojoné por dentro.

-Dime tu idea, William.

-Yo necesito actuar como una mujer, y tú tienes una pastilla la cual requiere un sujeto de pruebas. Tenemos algo en común Maxwell. Puedo ser tu sujeto de pruebas, si es que eso te satisface por completo. Sea cual sea el efecto secundario, yo lo haré. Solo quiero que me lo digas. Me des luz verde y yo haré el resto.

En ese momento no supe que pensar. Por una parte, creía ciegamente en el interés de mi casero por un extraño fenómeno que estaba a nada de llevarlo a cabo. No me malentiendan. Adoro cuando alguien se ofrece voluntariamente, pero esto era otra cosa. Frioleramente, hubiera negado que me ofreciera su ayuda, pero no tenía nada mejor que pedirle a la vida o a la suerte que tengo. Solo era esta o ninguna oportunidad. Aunque, siendo francos, no pude negarme a mi mismo una pequeña risita y descojonarme por mi yo interno.

- ¿Estás seguro de que quieres ser mi sujeto de pruebas? – Pregunté a William, para ver si estaba siendo sincero o realmente estaba cuerdo.

-Absolutamente. Solo quisiera probar tu pastilla, al menos, para saber a lo que me tengo que enfrentar.

-De acuerdo... Pero antes debo preguntar si consumes otros medicamentos.

-No en este momento.

- ¿Consumiste en el pasado?

-Si.

- ¿Cuáles?

-Clonazepam.

- ¿Tienes alguna enfermedad física o afección actualmente?

-Solo dolor muscular en los hombros.

- ¿Consumes drogas?

-No.

- ¿Ciclo de sueño?

-Tres a cuatro horas diarias.

- ¿Alimentación?

-Como lo suficiente. Eso creo.

- ¿Antecedentes médicos familiares?

-Ninguno. Son todos saludables.

- ¿Alguna afección psicológica que hayas tenido o tu familia?

-Solo ansiedad diagnosticada.

- ¿De quién?

-Mia.

-De acuerdo. Cumples con la mayoría de los requisitos – Eso era una mentira, pero no podía verme como un practicante. Debía tomármelo en serio si quiero que William se lo tome en serio también. – Ahora te mostraré el medicamento.

William me acompañó hacia mi habitación, que se encontraba en el primer piso. Al bajar por las escaleras, me percaté que William dejaba una especie de pintura blanca en las agarraderas de la escalera. Esta misma era de madera negra, o parecía serla por lo podrida que estaba. No era para nada algo agradable y era más curioso esa pintura que dejaba en el barandal.

Al entrar a mi despacho, William se mostró curioso al momento de ver todos mis instrumentos de laboratorio, conociendo algunos, y preguntándome si eran mecheros o matraces. Parecía que conocía un poco, aunque no con el conocimiento simplista de mediocres seudocientíficos; sino, desde la perspectiva de un hombre simple.

-Bien. Este es el medicamento. Las sustancias que he usado le han proporcionado la apariencia de una pastilla de paracetamol con un ligero tono rosado. Sean cuales sean los síntomas que experimentes necesito que me digas aquí y ahora. Si surge algún efecto de alergia, será mejor que lo informes.

-Tranquilo. Solo deja voy por un vaso de agua.

-No es necesario. Aquí tengo uno. Pensaba tomar un poco de agua pero... No creo que sea buena idea. Tiene mi saliva.

-Eso no es un problema para mí. Pásamela.

William me sorprendió con esa frase. Yo sin creerlo, le pasé mi vaso de agua, tomó la pastilla, se la metió a la boca y la pasó con varios tragos de agua.

Al instante no hubo reacción alguna, pero William, tras algunos segundos, comenzó con los síntomas que marcarían definitivamente a esta pastilla. Comenzó a sentir mucho calor en su cuerpo, a tal grado que se dejó caer al suelo. Le pregunté, al momento de dejarse caer, si se encontraba bien, lo cual respondió solo asintiendo. No obstante, tenía mis dudas, un tanto redundantes, del por qué se había recostado en el suelo.

- ¿Por qué te dejaste caer al suelo, William?

-Me agrada estar en el suelo, Maxwell.

Al momento que William habló, tanto él como yo nos sorprendimos. Su voz ya no era la ronca y sombría voz que tenía antes. Ahora era una dulce voz, delicada y femenina. De forma alarmante cubrí mi boca por la emoción y William por lo extraño que era.

- ¿En verdad funcionó? ¿No estoy loco?

-No pierdas la cordura Maxwell. Tu pastilla ha sido un éxito. Felicidades.

-Gracias... Creo.

-Deja de pensar de forma extraña, Max.

William me extendió su mano para felicitarme. Al momento de tocarla, sentí extraña su piel. No era una piel reseca, sino que parecía ser una estructura rocosa. A la par de ello, esa misma pintura o maquillaje recubrió toda mi mano, como si William tratara de ocultar algo.

-Que no te extrañe mi voz. Tómalo como un éxito.

-Mira – Dije nervioso – Me alegra mi éxito, pero necesito saber los efectos secundarios. Si tienes por allí una hoja blanca o una libreta, necesito que anotes los efectos que surjan después, ¿sí?

William salió de la habitación, encaminándose hacia su cuarto de trabajo.

-Tu tranquilo Maxwell. Tu tranquilo.

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