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Capítulo único

El día 2 de la Kyman Valentine Week ha llegado, si señor.

Aún tengo fe y esperanza de poder publicar cada día como corresponde, pero el día 3 no quiere terminar de escribirse y el 4 depende del 3 so... deseenme suerte

Día 2 - Toques

Advertencias: No beteado (todavía), personajes aumentados de edad (tienen unos 16 años), Probable OoC, relación secreta implicada

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La tercera rueda

Por milésima vez en toda la tarde, y parte de la noche, Stan contiene las ganas de gritar o, mejor aún, ahorcar al imbécil que con reluctancia llama amigo y al idiota que llama super mejor amigo. Kenny, a su lado, simplemente ríe entre dientes poniéndose en pie, probablemente para ir a saquear su cocina o a buscar más bebidas. Cual sea que sea la razón, Stan lo resiente un poco por dejarlo abandonado.

La tarde había empezado normal, o tan normal como pueden ser las cosas entre ellos. Aprovechando que era viernes, habían decidido juntarse en casa de Stan para jugar unas cuantas rondas del videojuego de turno y ponerse al día en lo que han estado haciendo en las últimas semanas, en vista de que sus tareas y respectivas actividades extracurriculares suelen mantenerlos apartados la mayor parte del tiempo. Era un buen plan, pasarse la noche jugando y haciendo tonterías típicas de chicos de su edad, comiendo pizza hasta el hartazgo y culminar la noche con una pijamada, para evitar tener que hacer el molesto viaje de regreso a la civilización desde la granja.

Y las cosas se habían dado con normalidad. La decisión casi unánime fue de jugar a Mario Kart, lo que los llevo a competir entre ellos como de costumbre. Cartman y Kenny habían hecho equipo, dejando a Kyle y Stan en el otro. Por supuesto, a cada oportunidad que tenía el castaño hizo sus comentarios de costumbre, tratando de sacar de quicio a Kyle para distraerlo, cosa que, por supuesto surtió efecto para la inmensa diversión de Kenny, que no perdía oportunidad de dejar caer un comentario inapropiado aquí y allá, lo que en su defecto terminaba distrayendo a Stan por lo desagradable que eran. Al menos tres de cada cinco partidas la ganaban esos dos con esa estrategia, antes de decidir cambiar de equipo.

Todo estaba bien, en relativa calma y estaban compartiendo un ambiente ligero...

—¡Deja de hacer trampa, gordo de mierda! —grita Kyle, tratando de darle un codazo al castaño cuando este se inclina demasiado cerca de él.

—¡No estoy haciendo trampa, estúpido judío! —replica Cartman riendo, alzando el mentón con un gesto petulante—. No es mi culpa que seas tan incompetente.

Hasta que decidieron cambiar a un juego 1v1. O, más bien, desde que Kenny se aburrió de jugar y lo convenció de abandonar el juego para poder atiborrarse con las botanas.

—¿Incompetente yo? Tu eres el que no deja de tratar de arruinar mi jugada —protesta Kyle, apartando su control bruscamente del alcance de Cartman, dividiendo su atención entre la pantalla y el castaño para mantenerlo a raya lo mejor que puede.

Diría que el problema es cómo sus gritos empiezan a superar lo socialmente aceptable en un espacio encerrado, pero desgraciadamente está acostumbrado a esa actitud entre ambos y desensibilizado al volumen que logran alcanzar en sus peleas. Dios, si fuera sólo eso, podría sólo ignorarlo y disfrutar del espectáculo tal y como Kenny lo estaba haciendo; pero no, su frustración nace a raíz de que, por más que lo intenta, no puede dejar de notar como, tal parece, no pueden parar de tocarse.

Kyle y Cartman siempre han sido extrañamente táctiles entre ellos, por más que el pelirrojo se enfurezca y lo reniegue o que el castaño asegure que jamás entraría voluntariamente en contacto con los 'gérmenes judíos' de Kyle. Es simplemente algo muy... ellos, encontrar la forma de tocar al otro para sacarlo de quicio, en el caso de Cartman, o para detener sus locuras, en el caso de Kyle. La diferencia entre cuando eran unos niños y ahora, es que cuando eran niños los roces entre ellos eran meramente accidentales o con intenciones de hacerse daño; ahora, la forma en que lo hacen parece fríamente calculada, practicada para 'pasar desapercibida'.

Desgraciadamente para él, ninguno es particularmente sutil al respecto. Lo que le hace pensar que tal vez creen que Kenny y él son demasiado estúpidos como para notar el cambio de 180 grados que ha dado su relación; o tal vez ellos son los estúpidos al no notar que son cualquier cosa menos discretos.

—... ni siquiera estás... Dios, no tengo de otra más que enseñarte como hacerlo —Cartman, sin ceremonia alguna, deja caer su control y toma la muñeca de Kyle, halándolo hacia él para arrebatarle el suyo.

—¡No me toques! —protesta Kyle, pero de todas formas deja que su brazo sea arrastrado por el movimiento del castaño, frunciendo el ceño como si el contacto realmente le molestara, el ligero sonrojo en sus mejillas traicionando el gesto arisco que le dedica al castaño.

Al principio de todo este desastre eran mejores disimulándolo, o al menos Kyle lo era, porque Cartman siempre ha sido extra en todo lo que hace. No puede creerlo, pero cuanto extraña los días en que la respuesta de Kyle a algo tan simple como que sus manos se rozaran era estallar en ira o iniciar una pelea con Cartman para desviar la atención de los demás. Ahora ni siquiera eso; más veces de la que no Stan lo ha visto ser quién inicia el contacto. Rozando los dedos de Cartman al pasarle algo, chocando sus hombros juntos cuando algo gracioso pasaba en clase, golpear su brazo con ligereza cuando no llevaba su abrigo, o pellizcar sus mejillas para 'regañarlo'. No puede creer que, de los dos, Kyle parecía más incapaz de mantener sus manos para sí mismo que Cartman.

Es una desgracia, en verdad, que el pelirrojo sea tan malo para mantener sus emociones bajo una delicada máscara de enojo o indiferencia. Especialmente en momentos como esos en los que, en lugar de prestar atención a las tonterías que está diciendo Cartman sobre tácticas de juegos apropiadas, la mirada de Kyle sigue sus labios en lugar del movimiento de sus dedos en el control. Control que, por cierto, sigue a mitad en manos del pelirrojo, por lo que muy técnicamente se están agarrando de las manos, cosa que revuelve el estómago de Stan porque, ¿qué pecado cometió para tener que presenciar el extraño ritual de cortejo de estos dos? Olvida eso, ¿qué pecado cometió para ser testigo de como su mejor amigo, casi hermano, coquetea descaradamente con el hijo de puta más grande de la ciudad, sino que del país entero?

—Por favor, alguien máteme —murmura entre dientes reclinándose en el sofá, viendo como los tortolos se inclinan más contra el otro, sus mejillas rozándose ligeramente.

—¿Cuánto a qué terminan olvidándose de que estamos aquí y terminan besuqueándose? —pregunta Kenny en un tono burlón, inclinándose en el respaldar del mueble para presionar una lata de refresco contra su mejilla.

El alivio de que el rubio haya regresado por fin de su incursión a la cocina se ve casi opacado por la molestia que siente por el comentario. Casi. Honestamente, prefiere las burlas del rubio sobre la situación, que permanecer un segundo más ahí siendo la tercera rueda; y no, abandonar la sala no es una opción porque es su jodida casa, tiene todo el derecho del mundo a ocupar su sala.

¿Debería recordarles ese detalle? ¿Debería recordarles que no están solos? Dios, por lo que más quieras, que no terminen metiéndose mano en su sala.

—Espero que no —responde aceptando la lata, abriéndola—, sería demasiado vergonzoso tener que echar a mi mejor amigo por comportamiento inapropiado —agrega antes de engullir su contenido en dos largos tragos, ignorando lo mejor posible como su cerebro parece congelarse.

Tal vez eso lo salve por unos minutos de la tortura a la que está siendo sometido.

—Wow, más lento Marsh, no es una botella de whiskey —la voz de Cartman lo hace atragantarse y baja la lata justo a tiempo para ver a Kyle golpear el hombro del castaño. Se creería que de verdad está intentando defenderlo si no tuviera un asiento en primera fila para su muy pobre intento de no reírse.

—Tienes que disculparme, Cartman, mi nivel de tolerancia a la forma en que se están cogiendo con la mirada ha alcanzado su limite —dice sarcásticamente, decidiendo ponerle fin a esto de una vez por todas.

O tal vez su cerebro sigue congelado por cuando lo que acaba de salir de su boca finalmente se registra, su rostro enrojece, mortificación fluyendo sin pena alguna por sus venas. Oh Dios, piensa cubriendo su rostro con una mano, gruñendo bajo, acabo de picar el costado de un oso con una vara, ¿verdad?

—Stan, ¿de qué carajos estás hablando? —Kyle suena más perplejo que molesto, lo que lo alivia un poco por lo que alza la vista, dispuesto a disculparse. Lo que lo recibe no es la expresión confundida de su amigo, sino su rostro enrojecido, un gesto de vergüenza explayado por toda su cara. Cartman, a su lado, si bien no comparte la misma mirada horrorizada, tiene la decencia de sonrojarse también.

—Si Stan, ¿de qué carajos estás hablando? —y por supuesto, el castaño es el primero en reaccionar. Por suerte, antes de que pueda responder, la risa de Kenny lo interrumpe.

—Eso, culo gordo, hazte el idiota ahora —dice el rubio entre risas, señalándolos, o mejor dicho la forma en que están sentados—, especialmente cuando estás a dos segundos y un descuido de nuestra parte de subírtele como si fuera un árbol.

Ok, es posible que la intervención de Kenny vaya a empeorar las cosas, nota Stan con cierto horror.

—¡Vete al carajo Kenny! —dicen los chicos al mismo tiempo, pero Kyle toma la decisión al último segundo de empujar a Cartman, quién, al estar prácticamente recostado contra el reposabrazos del sofá, termina cayendo fuera de este con un golpe seco.

La sala se sume en un silencio sepulcral que los paraliza por un momento. El castaño no emite ni un quejido, la falta de su dramatismo usual hace que incluso Stan se enderece un poco en su asiento, un atisbo de preocupación haciendo acto de presencia en su pecho, a pesar de que la distancia entre el borde del sofá y el suelo no es demasiada. Kyle, responsable de haberlo empujado, se asoma por el borde del sofá.

—¿Estás bien? —pregunta tratando de sonar desinteresado, y aunque Stan no puede ver su rostro por el ángulo en que está sentado, no tiene que hacerlo para saber que su ceño fruncido es de preocupación y no de enojo.

¿A quién cree que está engañando? Piensa Stan, pasando una mano por su rostro, porque ciertamente a él no es.

Como respuesta, el castaño deja escapar un suspiro dramático, rompiendo la tensión en el ambiente. Previendo lo que se viene, Stan vuelve a hundirse en el sofá, pasando una mano por su rostro por lo que se siente la milésima vez en toda la noche.

—¿Cómo pudiste hacerme esto, Khal? —gimotea Cartman, con un tono de voz lamentable que le ganaría un Oscar si no estuvieran acostumbrados a sus tonterías—. Eres tan cruel conmigo, yo que jamás te hecho algo malo en toda tu vida...

Kenny deja escapar una fuerte carcajada que resuena por todo el lugar y Stan desea con todas sus fuerzas que la tierra se abra bajo sus pies, porque si el castaño está intentando desviar la atención de la conversación que estuvieron a punto de tener, ha conseguido todo lo contrario. Conoce a Kyle lo suficiente para saber que un desastre mayor está por caer sobre ellos con ciernes. Mira el suelo considerando que tan fuerte se tiene que dejar caer para golpearse la cabeza y que la inconsciencia lo salve del caos que seguro se va a desatar. Luego de un largo segundo de consideración, decide mejor seguir hundiéndose contra el respaldo del sofá que ocupa, cruzándose de brazos como clara señal de que está llegando al límite de su paciencia.

—No seas exagerado, ni siquiera fue tan fuerte —replica Kyle cruzándose de brazos, pero su tono flaquea lo suficiente como para dejar en claro que la culpa está empezando a carcomerlo por dentro.

La risa de Kenny no le permite escuchar lo que sea que el castaño ha respondido, pero si escucha el largo suspiro que deja escapar, martirizándose por algo que de seguro no le dejó ni un rasguño. Si algo tiene claro Stan es que tanta grasa debe servir para algo, así sea como amortiguador.

—Agradece que no te empujé por una ventana —masculla Kyle poniéndose en pie, su rostro enrojeciéndose de nuevo. Sin embargo, en lugar de apartarse o salir de la sala, bordea el sofá para ir hacia Cartman, de seguro con intensión de revisarlo y asegurarse que realmente no se había lastimado.

No tiene que ser un vidente para saber lo que va a pasar a continuación y, de todas formas, su rostro se contrae con cierta sorpresa cuando, al momento en que Kyle empieza a agacharse, la mano de Cartman sobresale del borde del sofá, se envuelve del borde de su suéter y lo hala en su dirección. El pelirrojo deja escapar un pequeño grito de sorpresa, pero el plan de Cartman parece no haber ido como pensaba si es que el jadeo adolorido que deja escapar indica que, efectivamente, Kyle ha caído sobre él.

—Oh Dios —murmura cuando tardan en separarse, su rostro tornándose algo verdoso cuando, tan claro como la pata del mueble le permite, ve la forma en que las manos de Kyle permanecen más tiempo de la cuenta en el pecho de Cartman, antes de terminar de separarse para poder ayudarlo a sentarse.

—Merecido te lo tienes por empujarme, judío —declara Cartman con una sonrisa triunfal, su rostro enrojecido de regreso en la línea de visión de Stan y, como no, sus manos se deslizan descaradamente por los costados de Kyle hasta detenerse en su cintura.

No debió abrir la boca. No debió decir ni una sola palabra porque ahora las cosas serán mil veces peor. ¿Qué diablos ha hecho?

—No puedo más —declara levantándose de golpe—. Ustedes son asquerosamente melosos y no podrían disimularlo ni aunque sus vidas dependieran de eso. ¿Pueden sólo admitirlo para yo no tener que seguir siendo testigo de su extraña forma de mantener en secreto sus no tan secretas demostraciones públicas de afecto?

Su exabrupto los deja estupefactos. Incluso Kenny lo mira con las cejas alzadas, sorprendido.

—Stan... —Kyle tiene la decencia de apartar sus manos de Cartman, aunque el castaño no le brinda la misma cortesía, mirándolo con algo de aburrimiento.

Supone que ahora que el gato está fuera de la bolsa el culo gordo no tiene ninguna razón para seguir 'disimulando'. Stan no sabe si considerar eso como algo bueno o algo malo, así que decide pensar en que es algo y punto.

—No sabía como te lo ibas a tomar —confiesa finalmente el pelirrojo, su mano cayendo sobre una de las de Cartman, enlazando sus dedos.

Stan quisiera molestarse, en verdad que sí, pero Kyle le lanza una mirada a Cartman y su rostro se relaja. El castaño no está mucho mejor, regresándole la mirada con una expresión que no se molesta en descifrar, pero que tomará como que lo que sea que pasa entre los dos es completamente correspondido. Si fuera lo contrario, se vería obligado a tener una charla con él sobre las consecuencias que tendrá si le rompiese el corazón a Kyle... aunque de igual forma, ahora que no se van a molestar en negarlo, tendrán que tenerla. Más adelante sin duda, cuando su cordura no esté pendiendo de un hilo.

—Estoy feliz por ti hombre, por supuesto que sí —dice juntando sus manos en un gesto de súplica—, pero por favor, por favor, dejen de torturarme con sus toqueteos furtivos y sus coqueteos que son cualquier cosa menos sutiles.

—Lo siento...

—Yo no, le pasa por metiche —le interrumpe Cartman, ganándose un codazo que lo hace sesear. —¡Khal! —de regreso el tono nasal y lastimero, sus ojos llenándose de lágrimas de cocodrilo.

Eric —el pelirrojo bufa en respuesta, a lo que el castaño cierra la boca con fuerza, apartando la vista.

Stan está demasiado cansado como para encontrar su repentina obediencia divertida. Kenny, obviamente, no comparte el mismo sentimiento.

—Uuuuy te tienen completamente dominado Cartman —comenta el rubio, silbando suavemente con una sonrisa burlona pintada en el rostro.

—¡Vete al carajo Kenny! —grita haciéndose con uno de los cojines, que de seguro se cayó cuando fue empujado, lanzándolo hacia el rubio, que lo evade sin ninguna dificultad.

—Hey, hey, deténganse —protesta Kyle, soltando la mano de Cartman para impedir que siga lanzando cojines. Sus intentos son fútiles porque Kenny lanza un cojín contra Cartman que accidentalmente lo golpea y eso es suficiente para estallar una guerra entre los tres.

Stan los ve sintiendo que el dolor de cabeza que tiene horas tratando de controlar florece con toda su gloria. Sin embargo, una pequeña sonrisa aparece en sus labios. Al final del día, sus amigos siguen siendo sus amigos, aunque en el fondo le parezca raro que dos de ellos hayan terminado juntándose en pareja.

Sacude la cabeza y decide saltarse la guerra de cojines para ir a la cocina por otra lata de refresco... o un vaso de whiskey. Dios sabe que necesita uno para sobrevivir el resto de la noche.

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