Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Veintisiete (Final)


27. 





El cuento de Sabiduría, y su precioso Conocimiento.

En algún lugar, nadie sabe dónde, quién sabe cuántos días después de la creación del universo, aconteció un lamentable incidente.

Tan complejo como absurdo, cuya historia no tiene sentido más allá del que alguien demente pudiera darle.

Muy profundo en un denso bosque de cristal, se encontraba un ser de luz y de largos mantos tan blancos como su cabello, que no sería ni un dios ni un humano, más bien una clase de espíritu, cuya única función era vagar por la tierra contemplando hasta el más mínimo detalle de la existencia misma.

Tardó millones de años  en descubrir quién era, pues la esencia de sí mismo se obtenía solo tras mucho tiempo de meditación y discernimiento de lo benigno.

Su nombre era Sabiduría.

Por siglos, su deleite fue reflexionar sobre cómo funcionaba el universo, pues cada detalle y sensación le llenaban de saber.

Sin embargo, no negaría que se sintió solo por mucho tiempo, y fue así por largas vidas hasta que los humanos aparecieron en la tierra. Fue entonces cuando encontró un nuevo propósito, al poder mostrarles una guía. 

Sabiduría les enseñó a discernir; comenzó a regocijarse en los sentimientos de los hombres justos, y a danzar fascinado en el amor que descubrió que los humanos sentían por otros. Le gustaba observarlos, y se complacía de aquellos a los que otros hombres llamaban sabios.

En una buena tarde, en donde salió a caminar, se topó con la grata sorpresa de que no era el único ser que habitaba entre ellos.

Le encontró en la antigüedad; ahí, sentado en una piedra, balanceando sus piernas mientras escuchaba a un maestro hablar, respondiendo a las preguntas con emoción en su voz acompañado de una enorme sonrisa, incluso si nadie además de Sabiduría podía notarlo.

Parecía que brillaba, y sus ropas estaban tejidas con hilos de oro, justo como el color de los rizos que adornaban su cabeza.

Conocimiento, se llamaba. Y Sabiduría pensó que era un nombre precioso, tan adecuado para alguien como él.

Ese ser, que resultó tan similar a él, le trenzó su blanco cabello y le contó miles de secretos, narrando para él historias sobre las galaxias, detalles de lo profundo del mar y un sin fin de cuentos sobre cada uno de los granos de sal. 

Conocimiento tenía la hermosa capacidad de recitar, sin una sola de sus palabras fallar.

Este siempre supo que había más como él, con el mismo propósito de instruir a los humanos, simplemente no se esforzó en buscarlos. Es decir, él, a diferencia de los demás, desde el inicio lo sabía todo.

Todo.

Sin embargo, al tener un poder tan prematuro, siempre le faltó temple, un poco de paciencia quizá; una que encontró en el sabio que atento le escuchó. Ese que en otoño le dio la voluntad para estudiar las hojas secas y cuya mirada era tan cálida, que le hizo desear poder enseñarle todo el universo.

Ese amor, que por mucho tiempo observaron en los humanos, apareció a su alrededor, en las flores violetas que nacieron al prometerse permanecer juntos eternamente.

Conocimiento lo dejó dormir en su pecho, y le recitó la poesía de la que había dotado a los hombres, al oído, y en todos los idiomas del mundo, durante las mil primaveras en que se amaron.

Oh... con cuánta intensidad se amaron.

Era inútil intentar negarlo cuando parecía que habían sido creados el uno para el otro.

Juntos, llenaron a la tierra de nobles eruditos. De conocedores tan justos, que eran diestros al hablar e intachables al actuar.

Del lecho de su amor nacieron los genios. Unos seres de mente tan brillante, capaces de hacer del mundo un lugar mejor.

Cada uno dotado por Conocimiento con inteligencia y talentos únicos, con Sabiduría de su lado para llenarlos de gracia; pero ambos, en medio de su gozo al ver a la humanidad progresar, olvidaron un detalle importante:

Los hombres son necios por naturaleza.

Estos dejaron de ser pacientes, comenzaron a hablar sin sentido y a desesperar con el fracaso, sin darle importancia a discernir en sus acciones, cegados, sin sabiduría alguna.

Conocimiento no entendió los motivos, e incluso cuando lo sabía todo, erró al darles más y más entendimiento del que pudieron poseer.

Sus habilidades les dieron la capacidad de dañar, de construir armas, de crear guerras.

Sabiduría perdió los estribos, cuando impropiamente se molestó por el atrevimiento de los humanos; insensatos y crueles humanos; usando a su preciado Conocimiento para dañarse unos a otros.

Entonces, ese lazo que les unía se soltó. Uno quería persuadirlos, el otro ya no estaba dispuesto.

Conocimiento quería enseñarles el camino de regreso incluso si eso significa sufrir. Sabiduría solo quería que nada le dañara.

Siempre debió existir un equilibrio entre ambos; pero mientras Conocimiento les dio todo... Sabiduría les abandonó.

Anhelaba más conocimiento, al igual que los humanos. Lo quería todo y lo quería solo para él mismo porque sin proponérselo comenzó a perder la razón.

Quizá por eso Sabiduría no reflexionó sobre sus acciones, como todo sabio debía hacerlo, y se encandiló con la belleza de esas enseñanzas que declaró la humanidad no se merecía más.

Así que se llevó consigo a Conocimiento, para ocultarlo en ese bosque de Cristal donde les gustaba descansar; este le siguió sin dudar, sujetando con fuerza su mano, pues creyó Sabiduría nunca haría algo insensato, pero al estar allí, descubrió... que estaba equivocado.

Ya no era él mismo. 

Lo supo cuando intentó encerrarlo, en lo más profundo del bosque, para que nadie pudiera alcanzarlo. Diciendo incoherencias y gritando eufórico que él, su preciado Conocimiento, era solo suyo. Suyo y de nadie más.

Sabiduría ya no lo amaba; estaba obsesionado con él.

Al igual que los hombres, que perdían la cabeza en su búsqueda de la verdad cuando esos saberes equivalían a poder.

Y Conocimiento, como buen sabelotodo, pensó que la definición de su existencia estaba mal, pues había dejado de ser un sabio.

No tenía una pizca de razón en sí... pero demencia... oh, era todo un demente. Muy a su pesar, demasiada verdad le habían enloquecido. Y quizá, ese era el final de todo aquel que busca poseer el conocimiento.

Locura.

Su nombre sería Locura.

Así le nombró, y dejó de tenerle miedo; en su lugar, Conocimiento le sonrió, como sabía que era prudente ser condescendiente con los desquiciados, para luego sentarse a su lado por siempre, como le había prometido.

Sabiduría solía ser muy parecido a Conocimiento; pero Locura... era completamente opuesto. Maniático, irracional, y aun así, él lo amaba... profundamente.

Ambos se sentaron ocultos, muy lejos del alcance de los hombres y con los ojos cerrados, para no ver lo que estos hicieron con los regalos que les habían otorgado.

Algunas veces, cuando Conocimiento se aburre de estar en silencio, aprovecha los ojos cerrados de Locura y se acerca a algún humano para susurrarle bellas ideas, a veces un verso de amor a los poetas, o  besar a algún bebé dotándolo de destrezas con las que fuera capaz de enseñar a los otros un nuevo mundo de saberes.

Con cautela, y esperando no ser descubierto por el otro. Sin excederse para no enloquecer a los ilustres, pues demasiado conocimiento siempre atrae a Locura. Pero era inevitable, a donde sea que fuese, irían de la mano.

Quizá por eso los sabios son escasos; y todos los genios... están un poco locos.



...


California.

30 de diciembre de 1986.

El frío aire que recorría toda la habitación pareció intimidarse con el de sus cuerpos juntos.

Había una extraña sensación de quietud en esa habitación de hospital, en la que la respiración de Kim Taehyung y el sonido de sus pulsos cardiacos eran lo único que se escuchaba.

Jungkook se puso de pie viendo con una sonrisa al chico que descansaba, cuyo cabello castaño reposaba revuelto sobre la almohada.

Jeon Jungkook no estaba orgulloso; pero nunca fue un hombre que estuviera al amanecer. Su pecho no era ese en el que sus amantes se despertaban.

Quizá por eso las veces que despertó solo, sin Taehyung a su lado, se quedaron muy presentes en su mente. Porque cuando quiso despertarse a besarlo no había nadie ahí.

Sí, él las recordaba muy bien.

Y es que eran tantas, que probablemente era su castigo; pero aun así, Jungkook nunca intentó irse. Porque le gustaba abrir los ojos para darse cuenta de que le abrazaba inconscientemente. Recordaba bien ese pequeño quejido cuando se movía entre las sábanas y le decía que no lo dejara.

Jungkook nunca aceptó que era vulnerable, pero no negaría que se quedó solo porque le gustaba sentir que lo amaban.

Él nunca creyó que volvería a hacer esto. Al menos no a Taehyung.

Por eso dejó la televisión encendida cuando caminó hacia la salida, arreglándose la chaqueta con pesar.

Y cerró la puerta detrás de su espalda cuando abandonó aquel lugar.

Esa madrugada en específico, cuando Kim Taehyung abrió los ojos, se encontró solo.

Se removió incómodo entre las sábanas cuando comenzó a asimilar bien lo que había sucedido. Y maldijo en voz baja por haberse quedado dormido.

En el buró junto a su cama, se encontraba todavía el pequeño pastel con una mordida en él, y el betún aplastado.

Era preciso decir que no le sorprendió su soledad, pues de hecho, le llenó de mucha calma.

Kim Taehyung conocía el gran desenlace.

De la mayoría de líneas al menos. Era imposible conocerlos todos si ni siquiera sabía cuántas realidades más había creado.

Siempre hubo muchas líneas en donde jamás volvía. Y quizá era así cómo todo debió quedarse.  Sin embargo, la segunda, en particular, tenía la peculiaridad de que había cometido el error de regresar.

Es decir, si él no volvía la historia transcurría tal cual sin tener que sufrir un final desastroso.

Él lo sabía.

Su destino era inerte, estaba consciente de eso; quizás eso fue lo que le enloqueció desde un principio.

Sabía que lo más probable era que en un par de horas, lo rodearían. Estaba seguro de que cuando no entregara la información que tenía iban a matarlo.

Fácilmente podría despojarse de todo su conocimiento pero al final, ¿de qué le serviría a la humanidad saberlo?

Ellos jamás lo entenderían. Si él, cuyo interior siempre fue más blando que el de muchos, se corrompió por el poder que controlar el tiempo representaba. ¿Qué podía esperar de los otros?

Sí. Kim Taehyung preferiría morir antes que venderse. Ya había pasado por eso antes y sabía que de todas formas eso terminaría por matarlo.

Siempre le gustó mucho la idea de morir a su manera.

Estaba herido, probablemente enfermo, y aunque ya no le interesaba, una parte de él se encontraba profundamente dolida.

Aunque claro, de ser posible, él no dudaría en intentar viajar de nuevo; pero se encontraba atado de manos.

Así que se sentó sobre la cama, pasándose las manos entre el cabello mientras buscaba el más mínimo rayo de esperanza para un alma, y en especial, una mente tan jodida como la suya.

Pues ahora sabía que esa historia estaba a punto de cerrarse, para que todo volviera a repetirse.

El reloj en la pared marcaba las tres de la mañana, quizás un poco más pero con su defectuosa visión no alcanzaba a verlo correctamente.

Sonrió viendo hacia la puerta cerrada. Sí, la ausencia de Jungkook ahí le hacía sentir paz.

Había fallado en su propósito original, no había logrado llevarlo de regreso pero era lo de menos, Jungkook no quería irse, lo sabía. Y su corazón no fue lo suficientemente fuerte como para obligarlo a hacerlo.

Todo se acababa, incluso su tiempo; pero sabía que su Jungkook estaría bien.

Así que suspiró como si supiera que en ese momento Jeon Jungkook se encontraba atravesando la entrada de la escuela, esquivando a las personas que se refugiaron allí de la tormenta.

El albergue más grande para aquellos que no habían logrado salir del pueblo era justamente ese, y aunque Jungkook mantenía ese gran sentimiento de dolor dentro de su pecho, se atrevió a acercarse a los rescatistas, ofreciendo su ayuda.

Por eso, pese a que debía irse, se permitió ayudar al director (quien ya le conocía) a sacar varias colchonetas del almacén para que los niños que estaban cansados durmieran un poco en el gimnasio, y se incluyó a sí mismo en la mesa para apoyar sirviendo unos cuantos tazones de sopa para los menesterosos.

Y es que su presencia allí tenía otro propósito pero se vio en la obligación de ayudar a las personas, después de todo era su culpa que se encontraran en esa situación.

Además, no sabría decirlo, pero ser benevolente lo sanaba.

Él siempre fue el tipo de persona que encontraba fortaleza en la benignidad. Después de todo, ser sensible era su gran superpoder.

Solo después de apoyar a varios necesitados, se acercó al lugar que era su destino inicial.

Esos corredores por los que los siguió estaban llenos de personas, que le veían como si todos supieran que estaba infinitamente triste.

Cuando estuvo frente al casillero de Taehyung, suspiró esperando no haberse equivocado de lugar; le dolía la pierna, y estaba seguro de que no aguantaría caminar de regreso a casa.

Giró el seguro, repitiendo su combinación como las muchas veces que vio al castaño hacerlo. Era curioso pensar que nunca intentó abrirlo antes, Taehyung estaba consciente de que sabía la clave pero no fue hasta este momento en donde tuvo su autorización que decidió hacerlo.

A Taehyung siempre le pareció más seguro guardar cosas en la escuela que en su propia casa; quizá porque era paranoico, o simplemente porque sabía cosas, jamás lo entendió.

Así que, efectivamente, se encontró la billetera del chico ahí dentro. La revisó, el anuncio de la casa seguía ahí, también había efectivo. 

A decir verdad, no le sorprendió que hubiesen varios sobres sellados detrás de los libros que Taehyung ni siquiera leía. Palpó estos, y sí, era dinero.

Volteó a ver sobre sus hombros para asegurarse de que nadie le siguiera y se ocultó al menos tres de esos sobres en la chaqueta.

Ellos ya habían hecho el pago inicial, pero no tenía sentido para Jungkook que le hubiese dejado tanto efectivo, era lo que restaba de sus ahorros. También estaba su gorro, sus guantes, un mapa...

¿Él siempre pensó en enviarlo lejos acaso?

Racionalizar que Kim tenía todo demasiado calculado le hizo sentir una inmensa náusea.

De todas formas, no había más por hacer, era momento de emigrar. Por lo que negó con la cabeza alejando esos pensamientos, colocándose sus implementos, y dándole una vista por última vez a la foto de ambos en el supermercado pegada en el fondo del casillero.

Nunca se detuvo a pensar en dónde habían terminado todas esas fotografías que tomaron en Halloween; pero ahora lo sabía.

Taehyung siempre dijo no seguir modas, y aun así decoró su casillero por dentro como todos los demás chicos de la escuela cuando tuvo unas para hacerlo.

El gran final de la afamada segunda línea comenzó cuando Jungkook arrancó esas fotografías para llevárselas con él antes de cerrar la puerta.

La ciudad ya lucía desierta, y era demasiado peligroso seguir paseándose por todo el lugar. Pero apartarse del destino no era algo que el universo tomara con gracia.

Observó a las personas que hacían grupo, mientras el alcalde intentaba coordinar más autobuses para continuar con la evaluación.

Jeon Jungkook suspiró en la entrada de la escuela, y salió en busca de la carrera sin poder aceptar del todo la línea escrita. 

Pues para él, ayer no existía más allá de la racionalidad del hombre, como un recordatorio de lo que ya no se tiene.

No muy lejos de ese lugar, las puertas del último autobús saliendo a las cuatro en punto de la mañana del pueblo se cerraron.

Agustus Min se sentó casi al fondo, al lado de una mujer con su hijo en brazos a quienes sonrió al sentarse en la misma fila.

Dejó su maleta sobre sus piernas, y el rugir del motor repercutió en su estómago cuando este se encendió haciéndoles saber a todos que era hora de despedirse del Condado.

Ya no nevaba; pero el asfalto seguía mojado, había hielo en algunas partes, y el avance del autobús fue muy lento.

El pelinegro suspiró y se abrazó a sí mismo pensando en todo lo que dejaba atrás mientras intentaba convencerse de que irse era lo más viable si quería sobrevivir.

Entonces, recordó el objeto que se presionó contra su pecho.

Se había dicho tantas veces que demasiado conocimiento era peligroso que le hizo cuestionarse si haber observado todo, además de callar, sería igual de contraproducente.

La libreta de Taehyung estaba a su completa disposición y aunque era una mala idea, la verdad le llamaba a gritos.

Saber la verdad.

Pero exactamente, ¿qué verdad esperaba encontrase?

No pudo responder, así que se atrevió a sacar la libreta que tenía oculta y la abrió porque simplemente no soportaría ni un segundo más de esta incertidumbre.

Las primeras hojas estaban llenas de datos tontos que él había visto antes, y una que otra descripción que logró apenas digerir.

Muchos dibujos de líneas, y números que no parecían tener relación entre ellos.

Había tantas cosas, pero sin duda, la que más le llamó la atención fue su propio nombre.

O bueno, algo así:

"Curvar el tiempo a través de la gravedad".

"Kim secuestró a su propio sobrino. Eso me da tiempo".

"¿Qué tanto sabe su familia sobre sus investigaciones? ¿Yoongi lo sabe? ¿Lo está ocultando?". 

Agustus Min nunca imaginó que él sería parte de la investigación. Y es que Taehyung siempre tuvo esa manía de anotar las cosas que no entendía, como dejándose preguntas a sí mismos cuyas respuestas no anotaba porque se reservaba ese conocimiento sólo para sí mismo.

Kim.

¿Qué Kim, cuál de todos?

No era ninguno de los hermanos con los que creció. ¿Jungkook? ¿Qué tal la sombra? No, su apellido real no era ese.

"El profesor le pidió a Park fotos de..." Había un tachón, no se alcanzaba a distinguir.

"¿Lo sospecha o lo sabe?"

"Min Yoonji es... ¿Kim Yoonji? ¿Es ese su nombre real?"

Agustus Min dejó de respirar por un segundo.

Tenía más familia. Lo confirmó y no supo cómo sentirse realmente, pues parecía ser que de alguna forma... él también era un Kim.

"Se necesitan más personas para abrir el vórtice. Si yo morí, significa que alguien más abrió la entrada al lago en el futuro".

—¿Mamá? —dijo quedito, cuando le dolió la cabeza.

"A decir verdad, su muerte me parece más orquestada que verídica, las fechas de las cartas no cuadran".

April Agustus Min, el fugitivo, abrió los ojos cuando muchas cosas encajaron en su cabeza.

"Encontrar a Yoonji en el futuro antes de que ellos lo hagan".

Querían protegerlo de ser como su madre porque ella era una más de los lunáticos: la sombra, el profesor, y su amigo.

Más que eso, la idea de que estuviera viva le molestó aunque no logró perturbarlo.

Ese "inicio" que Park mencionó era el punto al que Taehyung estaba buscando llegar y así sería en cada línea.

En el plano de la realidad, el punto cero, parecía ser el final cuando era realmente consumación de todo. 

Para su mala fortuna, la persona que había logrado entender cómo funcionaba ya no se encontraba en sus cabales.

Kim Taehyung cometió un solo error en todos sus experimentos, y fue por sucumbir ante esa ilusa percepción de poder tener cosas que no le pertenecían.

Park Jimin nunca supo que fue engañado y usado; se quedó creyendo que Taehyung era de fiar cuando era obvio que se había corrompido.

Jamás debió ir a San Francisco.

No debió buscar a Jungkook era un error.

Él mismo se había condenado.

Taehyung siempre se condenaba.

Por eso, el final llegó a todos en el mismo momento en el que las líneas se hicieron más y más distantes entre ellas.

Ese instante en el presente en el que April cerró la libreta se mostró tantócrono con Jeon Jungkook de pie en la orilla de la carretera diciéndole «adiós» a su amado Condado Mariposa.

Sufrió; porque tal vez, solo tal vez se había enamorado de ese pequeño pueblo también.
De las estaciones, de sus calles y su gente.

Un lamento brotó de lo profundo de su entendimiento y justo cuando dio un paso al frente sintió como si una fuerte red lo arrastrara.

Fue un largo camino, y el ciclo se cerraba en ese momento en donde Jungkook comenzó a ahogarse en medio de la calle con la electricidad que de él emanaba avisando de su presencia a los agentes que buscaban por todo el pueblo.

Un gran estruendo, y todos cubriéndose las cabezas cuando las ventanas de los locales del centro amenazaron con explotar a su vez.

Y era tan exacto, que el retén militar en la entrada del condado sería alertado justo a tiempo para obviar el autobús donde April se encontraba, dejando que este se marchara a su nuevo destino en Nueva York, como había sucedido en todas las otras líneas producto de la gran fractura.

Por un Jungkook que se recargó en la parte posterior de un viejo camión de verduras para desmayarse entre estas cuando no pudo soportarlo más.

Este, cuyo conductor no le notó de polizón y arrancó el motor.

Él se marchó.

Taehyung lo sabía. Y al ver la televisión apagarse por sí sola en su habitación confirmó que su gran amor ya se encontraba muy lejos.

Incluso si el montón de militares revisaron hasta el cansancio el lugar, no encontraron a Jungkook, pues ya no estaba allí. Se había movido en sentido opuesto.

Para fortuna de Jeon, cuando el conductor lo descubrió, le dejó subirse con él en la cabina de adelante, haciéndole un par de preguntas sobre sus ojos llorosos. Para luego llevarlo cerca de esa ciudad que fue suya por un par de noches, en donde pudo pedir asilo.

Jeon llegó a Bostón, un par de días después. Destruido mentalmente, en medio del hielo de los años ochenta en donde aguardó esperanzado hasta hacerse viejo.

Un Jungkook que esperó por un Taehyung que nunca regresó.

Ese Taehyung que no falló en su predicación, pues, los agentes llegaron justamente al hospital alrededor de las cinco de la mañana para ajustar cuentas con él.

Siempre supo que sucedería, por eso no quería a su estrella cerca; pero ya no tenía más que explicar.

Kim Taehyung conocía lo que era estar rodeado e indefenso en más de un sentido, y en especial, sabía lo que era tener un fusil en la frente.

Vaya que lo sabía muy bien.

Por eso los demás Taehyung de otras líneas, a diferencia del de la segunda, desaparecían, y a sus ausencias les llamaban muerte. 

Quizás este era el motivo por el cual el Seokjin viejo no hablaba sobre eso, pues el joven escuchó el mismo disparo en todas las líneas existentes, al mismo tiempo.

Nunca supo con certeza si había impactado contra su hermano, o alguien más. Siempre se mantuvo fiel a la idea de que Taehyung no era el tipo de persona que marcha sin decir una palabra.

Ese Seokjin se juró a sí mismo que nada había sucedido; se aferró a esa idea de que su hermanito estaba en algún lugar,  desesperado por convencerse, cuando su yo joven fue inmovilizado por los militares contra una pared del baño del hospital.

Le preguntaron por Taehyung en cada línea existente, y nunca supo qué responderles. Así que terminó inconsciente en el piso, con mucha sangre a su alrededor todas las veces que se repitió.

Lo cual era extraño, pues siempre al despertar en urgencias, siempre obtuvo la misma noticia. Esa de que su hermano simplemente no había resistido más y ya.

Incluso si él sabía que algo no cuadraba... nunca se atrevió a hablarlo.

Nunca superó su depresión, al menos no hasta que la historia volvía a comenzar. Porque se encontró a Sunhee en un bar, a veces en una feria, o... en el campo de béisbol. Nadie nunca lo sabría pero volvían a encontrarse.

No lo diría, pero jamás encontró paz después de perder a su hermano.

Por eso nunca se lo dijo a su hijastro, de todas formas, la conversación que detonó esa confesión, sin su pierna herida, ya no existía.

El abismo... quizá siempre estuvieron todos sentados al borde del abismo. Atrapados en el sentimiento de desconcierto, pues nadie entendió lo que sucedió esa madrugada luego de que todos y cada uno de los habitantes de la ciudad intentara reconstruir su vida lejos de la idea de que algo más allá de lo lógico había acontecido frente a ellos.

En esa, y en el millón de líneas que desafortunadamente aparecieron.

Era el final.

Esa segunda línea que pareció ser justa para todos, había finalizado.









Debió hacerlo.

Lo hubiese hecho de no ser porque esa ruleta de desgracias dejó de girar de pronto.

No por sí sola, sino por Jungkook apretando la mandíbula cuando tomó la decisión de detenerla.

¿Qué cambió esta vez? Nada además del egoísmo que se disipó. Pues hizo algo que nunca antes había hecho en las otras líneas.

Jeon Jungkook volteó a ver.

Y al hacerlo, alcanzó a ver a la distancia las pequeñas marcas de aerosol, de las letras que él mismo pintó en la alcaldía, cuya pigmentación nunca lograron quitar.

Ningún futuro era real.

Lo entendió.

Y a diferencia de otras versiones de sí mismo, se metió la mano en la chaqueta para sacar de ella esas fotografías tontas que tomó la primera noche que lo sintió suyo.

A sabiendas de que entre estas estaba esa tonta foto de Kim Taehyung cubriéndose el rostro, con los labios manchados de mostaza, que coronó como su favorita.

Y teniéndola, se volteó ligeramente para verla, estirando su brazo con esta en mano, para hacerla coincidir con el fondo, en el cual estaba esa misma banca en donde la había tomado.

Elegir quedarse en el presente.

¿El presente de quién? Todos estaban jodidos muy a su manera. Cabe concluir, que con el amanecer muy cerca, todo su presente dejó de ser importante para él.

Jungkook, todavía de pie frente a la carretera, alzó la vista para ver ese pequeño camión que era su salida del Condado Mariposa.

La tierra se estremeció cuando los vidrios temblaron por la mucha energía que apareció justo en el momento que debía hacerlo. 

Fue segundo de incertidumbre y el siguiente en donde se eligió el camino. Jeon Jungkook, cuya alma había vivido más que la de cualquier otro, decidió que no quería hacer esto.

Se negó a seguir la ruta. Él quería creer en un final en el que era capaz de ser esa fuerza externa que detuviera todo el sufrimiento.

Sí... eso le pareció sumamente digno.

Tomó aire profundamente y reguló su respiración después de abrazar esas sensaciones que en él vivían. Estable, sin causar algún colapso o alertar al enemigo.

Si Taehyung tenía razón, él siempre había sido  lo suficientemente capaz de controlar sus impulsos. Y sí, el castaño nunca se equivocaba cuando se trataba de Jungkook.

Por eso exhaló con fuerza cuando el gran colapso fue reemplazado por un pequeño parpadeo de luz en las calles, luego de controlar correctamente su energía.

No, Jungkook no quería sentir la eterna ausencia, una a la que nació condenado incluso en la primera línea, en donde su vida no tenía nada de especial.

Y esa voluntad, que era su esencia personal, evitó los estragos de su energía cuando retrocedió, arrastrando su pierna mala sobre la nieve convencido de que no debía marcharse, pero quedarse allí tampoco era la solución.

El momento en que Jeon Jungkook usó su libre albedrío para decidir, fue el mismo en el que April se removió inquieto por la forma en que las personas a su alrededor comenzaron a murmurar entre ellos cuando el autobús frente a él se detuvo.

El cambio.

Min comenzó a sudar, sentía un enorme escozor en todo el cuello, que se extendía por su nuca hasta alojarse en su espalda, acompañado de náuseas cuando su sentido de alerta se encendió.

El cambio estaba cerca.

"—¿Qué sucede? —preguntó otro pasajero a su acompañante cerca del pelinegro, quien se levantó un poco para ver.

—Es un retén, parece que están revisando los autobuses. Debe ser parte del protocolo de evacuación, descuida".

Min alzó la cabeza en ese instante al escucharlos, levantándose de su asiento al igual que el resto de pasajeros inquietos.

Estaba escrito que debían dejarlo irse, sin embargo, sin Jungkook colapsado los soldados jamás dejaron la carretera.

—No me jodas... —murmuró viendo al retén militar en la salida. Había muchos agentes hablando entre ellos, estaban buscando a alguien o algo.

Eso no era solo una "revisión", era una maldita requisa. Lo supo al observar la forma en la que los soldados hicieron bajar a varios hombres del otro autobús y comenzaron a registrarlos, despojándolos de sus maletas.

Bajó la vista a sus manos.

«Maldición, la libreta». Pensó, antes de tragar pesadamente.

Se sintió mareado cuando su consciencia se removió y esa bomba de tiempo que siempre había tenido en su interior pareció inexistente.

Cuando Jungkook empujó la primera ficha del dominó de la historia, las demás comenzaron a caer.

Sin importar lo que todos dijeran, y las cosas que pudieron haber sucedido. El honor no existe si olvidas quién eres.

Min dejaría ese pueblo alguna vez, pero ese día no era hoy.

Por eso, cuando su autobús se detuvo, no dudó ni por un segundo en levantarse.

Agustus Min tomó su bolsa y se guardó la libreta de Kim dentro de la chaqueta mientras avanzaba empujando a otros pasajeros buscando bajar.

No podía ocultar que estaba roto; pero podía tomar sus pedazos y unirlos de nuevo.

Su respiración se movió agitada cuando la suela de sus botas se deslizó en la nieve luego de bajar del transporte. Tenía miedo, se pasó las manos por el rostro antes de rogar al cielo que los agentes, que todavía no comezaban a requisar este, no le notaran correr desesperado de regreso al pueblo.

Aunque debía ser el verdugo, cuando Jungkook se negó a seguir, Min dejó de ser cruel incluso con toda la historia en su contra.

Y la orquesta que les acompañó cambió su ritmo. Había dejado de ser la sonata que anunció el inicio. Tampoco era más aquel capricho de violín que les llenó de adrenalina.

Antes de que finalizara como un requiem, se había convertido en un vals.

Y el universo, como el buen bailarín que era, tomó de la mano al destino para una última pieza, haciéndolo girar en sentido contrario.

Así que mientras Agustus corría de vuelta a su bondad, Jeon Jungkook se quedó estático por unos segundos antes de girar sobre sus pies para ir en busca de la única luz que conocía siempre estaría encendida para ayudarlo.

La orquesta no tocaría sola; necesitaba un director. Y Jungkook se sabía de memoria el último compás. 

Entonces se movió apresurado de regreso al hospital. Entrando casi impetuoso por la puerta grande.

Corriendo pasillo tras pasillo, por primera vez en miles de escenarios casi imposibles de contar, y sintió como si su corazón latiera más despacio cuando el sudor en las palmas de sus manos se hizo presente.

Jungkook ya había entendido que no estaba solo. Pero su única ayuda no estaba por ningún lado.

Es decir, Seokjin no se encontraba en el mismo lugar que hacía unas horas.

Por alguna razón, Kim Seokjin y Jeon Jungkook siempre se terminaron encontrando, como si cada partícula del universo supiera que eran iguales.

Dos seres que aunque no tenían un lazo sanguíneo se admiraban en secreto entre ellos, pues resultó ser, que ambos necesitaban aprender a perdonarse a sí mismos.

Resulta irónico pensar en la simplicidad de lo que pudo hacer de haberlo aceptado; pero el caos que experimentaron al conocerse fue más hermoso.

Para Jeon fue el hombro para llorar que nunca tuvo, y para Seokjin, el compañero de aventuras que perdió. Porque solo en lo más alto del cielo  se sabría lo mucho que el Kim mayor deseó haber visto madurar a su hermano, y las noches en las que el pequeño Jungkook rezó para que su padre lo amara.

Así que lo buscó en los corredores, en cada habitación del hospital, e incluso en la sala de espera, y temió que se hubiese marchado.

Después de buscar en muchos lugares sin éxito, Jeon entró al baño, abriendo la puerta abruptamente solo para encontrarse al fuerte Seokjin, llorando, con ambas manos sobre el lavabo.

Jungkook se quedó quieto cuando el otro se sobresaltó al verlo, y no dudó, pero pensar en los detalles más insignificantes de su ayer lo hizo sonreír.

Ninguno de los dos estaba hecho para la soledad, e incluso así, la sobrellevaron con dignidad hasta el último momento.

Inhaló tan profundo... tan necesitado, como si fuese su última respiración. Y solo entonces, cuando se encontró listo para dejar todo atrás, abrazó la idea de un futuro sin él.

—¡Seokjin! —gritó respirando eufórico. Antes de que este pudiese responder, Jungkook se había movido hacia él para empujarlo, gritando tan fuerte que su rostro se tornó rojo—. ¡Te odio, Seokjin!

—¿Jungkook? —dijo, al pararse firmemente con el ceño fruncido cuando su repentina presencia le abrumó.

Lo tomó de los hombros para sacudirlo cuando sintió que colapsaría, incluso si lo estaba insultando, verlo era tan doloroso que su alma no fue capaz de ponerse a la defensiva.

—Juro que no hay nadie a quien destete más que a ti. ¿Me escuchas? —siguió diciendo el muchacho—. Eres la persona más despreciable que he conocido en mi vida entera —tomó aire por la boca—. ¡Eres terco, te crees el centro del universo y eres un imbécil! Kim Seokjin, ¡te odio!

«Vamos... Grítame»

—¿Qué? —Seokjin retrocedió perplejo, hablando en voz baja.

«Di algo más».

—Te odio, te odio, te odio. ¡Te odio! ¡Tú no te mereces esto! —gritó Jungkook con tal fuerza, como si quisiera forzar a salir esas palabras atrapadas en su esófago.

«Soy fuerte, sabré sufrir».

—Necesito que me digas qué sucede, ¿estás herido? —Seokjin intentó sostenerlo, angustiado—. ¿Te hicieron daño?

«Hazme saber que también me odias, por favor, convénceme».

—Jin... Necesito ayuda —gimió sin poder moverse—. Aquí adentro, me duele mucho...

«Pero no me compadezcas...»

—¡Jungkook! Jungkook, necesito que me digas qué sucedió. —Incluso si lo quería lejos... Seokjin no quería que sufriera.

«...Porque no podré soportarlo».

—Ya no puedo... —murmuró Jungkook.  El castaño negó con la cabeza. El chico temblaba, parecía que se desmoronaba frente a él. Estaba débil, y Seokjin temió que su energía lo hubiese lastimado.

«No te atrevas a abrazarme».

—¡Jungkook! ¡Reacciona!  —Las piernas de Jeon se doblegaron por poco y el mayor tuvo que abrazarlo contra su pecho—. ¡Reacciona!

«Te lo suplico...»

—¿Qué pasa conmigo? —masculló Jungkook—, ¿por qué no puedo odiarte? —lo hizo en voz baja contra su hombro—. Incluso si lo grito, sé... que no es verdad. 

«Ódiame como yo debería odiarte».

—Estás sudando mucho. Mírame —Seokjin intentó moverse, pero el otro se aferró más a su torso—, mírame, Jeon. ¿Jeon?

Jungkook siempre fue demasiado bueno. Y lo sería hasta el final, así que apretó los ojos con resignación cuando ya no resistió más.

—¿Por qué me juzgaron tanto?  —preguntó estrechando sus brazos para no separarse de su padrastro—. Jin... dime. ¿Qué propósito tiene ser así crueles? Solo necesitaba un poco de atención, y nadie lo entendió... —respiró pausadamente—. Me hicieron quedar como el malo. Todos sufren... ¿Por qué me juzgaron por sufrir también?

Kim parpadeó desconcertado, no lograba asimilar del todo la situación.
—Estás delirando. —Negó con la cabeza, este no era el momento—. Tienes mucha fiebre.

—Querían que me quedara en silencio, cuando ellos serían incapaces de hacerlo estando en mi posición. Son todos unos grandísimos hipócritas.

—¿Qué haces aquí aún? ¿Jungkook? Creí haberte dicho que te...

—Fue mi error —interrumpió, sin siquiera tomar aire para hablar—. Nunca quise arruinar tu vida, solo quería tener una para mí. Fui un tonto, sí, y te pido perdón por todo. —Su voz hizo que Seokjin temiera—. Jin, vine a disculparme.

—¿Por qué dices eso?

—Por las cosas que hice, los problemas que causé. Todo, todo lo malo que hay en mí. Nunca quise ser malo, pero... creo que no siempre se obtiene lo que se desea.

—¡Jeon! —le agitó—. ¡Ya basta! ¡Tienes que reaccionar!

—Me han llamado insensible, impulsivo y arrogante demasiadas veces... pero no más —murmuró Jungkook, sin fuerzas—. Por mucho tiempo todos se llenaron la boca con su moralidad absurda para condenarme diciendo que solo soy un niño idiota, hasta tú, como si alguna vez hubiesen sido perfectos. Como si... nunca desearon desesperadamente cambiar su vida.

—Cálmate, por favor, todo estará bien —le dijo Seokjin, pero Jungkook ya estaba perdido.

—Para el mundo entero siempre fui un egoísta de mierda. Y es verdad, pues por años yo mismo fui la única persona a la que mi dolor le interesó.

—¿Jungkook? No pienses en eso... —musitó Jin al sentir un gran escalofrío recorrerle el cuello cuando las lágrimas del menor mojaron su hombro.

—A los hipócritas les encanta hablar de lo egoísta que soy pero... Se olvidan de que todos lo somos —declaró con la mirada fija.

Ese cántaro de vidrio, en donde su humanidad reposaba, finalmente se rompió.

—Oye, mírame —Seokjin tragó saliva asustado cuando creyó que el chico se desmayaría—. Respira... Hazlo conmigo, Jungkook. Inhala... —dijo antes de inflar sus pulmones—, exhala —terminó al soltar el aire cuando se animó a tocarle el cabello, y en la más pura de sus acciones le murmuró contra el cabello—: si no me dices qué sucede... no puedo ayudarte.

—Eres la única forma en la que serán felices. Los amo tanto —dijo apenas—, tanto como te odio a ti. Y esto no será, no quiero que sea. Irme... quedarme, es la misma mierda. Ya no quiero ser miserable, Jin.

—No serás miserable, no pienses que eso pasará, pensar demasiado te hace daño.

La historia de los científicos creyéndose los dueños del mundo era una; los hermanos locos por amor era otra.

Oh... pero la historia del insensato Jeon Jungkook era muy diferente y ajena a esas dos.

Por mucho tiempo buscó un orígen, el cuál siempre estuvo frente a él. El detonante de su historia era la adversidad que le precedió.

—No me importa qué abrió el vórtice en primer lugar, no me importa si le pasa a alguien más. ¡Que se jodan los demás! Soy tan "egoísta" que no me importa si se acaba el mundo... para que ustedes estén a salvo —murmuró contra su hombro—. Taehyung lo dijo, no conozco el origen... pero puedo separar la historia. Mi historia.

—¿El origen de qué? —cuestionó desesperado. Sus ojos se llenaron de lágrimas ante el desconcierto.

—La unión de todo soy yo... es ella. Hay un detonante para todo y creo que ella es el mío, debe serlo o habré perdido el tiempo.

—¿De qué estás hablando?

—Si están lejos, aunque vuelva a suceder ella estará a salvo y tú también. Todos. Y Taehyung... —se quedó sin voz por un segundo—. Él podrá tener por primera vez la vida que se merece.

—Jungkook, no lo entiendo. ¿¡De qué demonios hablas!? —le dijo harto cuando sus palabras le llenaron de enojo—. ¡Pensé que estabas ya a kilómetros de aquí!

El pelinegro se tragó el nudo en su garganta y casi sollozando luchó por pararse correctamente, extendiendo los brazos para apoyar sus manos en el pecho de Seokjin y alejarlo.

Jungkook siempre admiró a los héroes.

Esos en los que nadie creía, de aquellos que nunca se tuvieron más que así mismos para sobrevivir y aun así... estaban dispuestos a compartir esa gota de felicidad que les tomó toda una vida encontrar con los otros.

El niño que Jeon Jungkook fue, ese que se llamaba a sí mismo iluso por siempre sentir que tenía un propósito más grande en el universo, lo descubrió cuando su alma tembló con un poder que antes no conocía.

Jungkook no necesitaba intentar ser un héroe.

Ya lo era.

—Sunhee está embarazada —soltó finalmente cuando su estómago le quemó tanto que sintió que moriría.

—¿Qué? —respondió Seokjin, impactado—. ¿Por qué dices eso?

—Yo mismo lo vi —musitó.

—¿Cómo —se ahogó—, cómo sabes esto? —Pero el otro no le respondió de inmediato, eso lo desesperó—. ¿¡Jeon!? ¿¡Por qué me mientes así!? ¿Jungkook? ¿¡Jungkook!? ¡Jeon Jungkook, explícate ya!

Seokjin comenzó a alterarse, pero al notar que el pelinegro se encogía y escondía sus manos temblorosas no supo cómo reaccionar. Quería gritar, quería llorar, quería saber de dónde sacaba valor para decir cosas como esa.

—Está aquí y es muy evidente ya... Jin, sé que ella te ama. Y es demasiado joven para entenderlo, por eso hizo esto; pero no tiene que ser así.

—¿Entonces cómo? —reprochó Seokjin y negó con la cabeza. Las decenas de veces en las que ella pareció intentar decirle algo le golpearon como gritándole "ciego"—. ¿Cómo es posible que sepas...? Ella y yo... Nosotros...

—No sé tú... pero según mis cálculos podría nacer en marzo, quizás en abril —le dijo con gracia, manteniendo su ironía incluso en medio del dolor abdominal que le invadió.

—No puede ser, ella dijo que... —Seokjin se pasó las manos por la cabeza confundido mientras pensaba. ¿Cuándo? Fechas, lugares, luces, globos de colores... eso solo lo confundió más.

—Está en el centro justo ahora —le interrumpió Jungkook—, en la tienda de conveniencia cerca de la gasolinera.

—¿Por qué me dices esto?

—Es mi buena acción del día... —le dijo, triste—. Ahora que lo sabes, tienes que ir a buscarla, debes hacer que se quede. Por favor, Jin, tienes que ayudarla. Yo no puedo, debes ser tú.

—¿Por qué me lo dices justo ahora? —le reprochó cuando se le cortó la voz—. ¿¡Por qué tú!?

—Porque si haces lo correcto todo lo que yo causé se quedará atrás.

—Ella... ella se fue. ¡Se fue hace meses! ¿Cómo es que de pronto está aquí?

—Nunca lo hizo. Incluso sus padres están aquí; por eso... tienes que llegar a ella antes de... —Jungkook se mareó de pronto cuando las barreras de Seokjin se debilitaron—. Antes de que sufra.

—Jungkook... no puedo. En serio, yo...

—No es momento de dudas. Están en alto riesgo, ella está muy mal. Lo sé, yo lo vi. Si no te vas ahora tu hijo morirá.

—¿Cómo estás tan seguro de eso?

—Sunhee está condenada a una vida de sufrimiento por los próximos treinta años. Será un infierno para todos, incluso para mí.

—Te hice una pregunta, ¡responde! —le recriminó, pero el otro no lo escuchó.

—Se irá —siguió diciendo sin importarle las acusaciones—, la obligarán a casarse. Le quitarán su herencia, y a tratarla como si hubiese cometido el error más grande del mundo. Si ella no quisiera tener al niño esta conversación sería diferente pero Jin...

—¿¡Cómo sabes todo eso!? —le gritó ahogado en sus propias lágrimas.

—Eso no importa.

—¡Me importa a mí! ¿Lo supiste todo este tiempo? Jungkook, ¿lo sabías?

—No... yo no debí salir. Si me hubiese quedado encerrado en el ático... si no me hubieras sacado del hospital... nunca lo habría descubierto.

Las largas pestañas de Seokjin, que estaban mojadas, denotaron aún más su triste mirada.
—Y ella... ¿Pretendía irse sin decírmelo?

—Tú tenías un sueño, ella no quería quitártelo —dijo y Kim frunció el ceño cuando sus ojos se cristalizaron.

—Jungkook —murmuró dejando caer sus brazos y rompiendo por completo la compostura del otro—, ella es mi sueño.

La siguiente pieza se había caído, y un alma completamente rota era todo lo que a Jungkook le quedaba.

—¿Y entonces qué haces aquí? —le reprochó—. Yo la amo, pero salvarla está en ti. Estoy dándoles mi lugar, así que corre, tu sueño está a solo diez minutos de distancia.

—¿Tu lugar...? —cuestionó Seokjin mientras le veía desconcertado.

—Sí, mi lugar —declaró con orgullo—. La he amado durante toda mi vida. Cada día, todos los días, un poco más. Incluso cuando apareciste... yo siempre fui el hombre que más la amó.

—Tú... —murmuró cuando comenzó a entender.

—Pero eso no es suficiente. Se supone que debo ser valiente y seguir; pero, Jin, para mí, despedirme es lo más heróico que podría hacer hoy.

—Entonces es verdad... —le dijo viéndolo de pies a cabeza.

—Seokjin...

—Vienes del futuro, ¿eh? —afirmó estremeciéndose. Jungkook le quitó la vista cuando el otro dio un paso al frente—. ¿Quién eres? ¿Quién eres en realidad?

—No puedo decírtelo.

—¿Entonces por qué me ayudas? ¿Por qué actúas como si me conocieras más de lo que quieres admitir?

—Sé que lo harás bien. Serás un gran padre. Confío en ti, eso es todo.

—¿Por qué...? —le dijo cuando Jeon se atrevió a alzar la cabeza—. ¿Por qué si se supone que me odias tanto?

Jungkook aprendió a aparentar que no tenía sentimientos desde muy jóven pero tal habilidad había desaparecido desde aquel momento en el que pisó ese pueblo.

Así que le regaló una pequeña sonrisa al mayor, agradecido con él por mostrarle paciencia en el camino.

—Porque... —perdió la voz por un momento en el que se tragó su orgullo—. Ojalá nunca hubieras aparecido, desearía que nunca me hubieras llevado a pescar. —Jungkook se paró firme, ahora tenía total claridad de cada línea en su memoria—. ¿Sabes? Yo no debí salvarte la pierna, y tú no debiste escucharme, ni tampoco pasar tiempo conmigo. No tenías que cambiar, ni ser bueno. Tenías que odiarme y yo a ti. Eso era todo.

—Jungkook, nosotros...

—No debimos desayunar juntos. ¿Me oyes? En la misma cafetería, en nuestra mesa, en donde conversamos tanto, tantas veces. Y aunque nunca entendiste mis problemas, ni yo los tuyos, me pediste el mismo tazón de avena y manzana cada maldito domingo desde que te conocí. ¿Lo entiendes? —Sorbió su nariz, limpiándose el pómulo con fuerza cuando su rostro se tornó rojo—. Nosotros jamás debimos jugar juntos.

—Jungkook... te lo ruego, dime, ¿por qué es tan malo?

—Porque, Jin... —sus ojos le quemaron antes de seguir—. Nunca creí que me gustaría tanto ser tu amigo.

Su detestable padrastro, ese con el que nunca congenió era, definitivamente, uno de los mejores amigos que alguna vez tuvo.

—¿Quién eres? —volvió a preguntar Seokjin.

—No vale la pena decirlo, no seré nadie al amanecer.

Jungkook lo vio serio antes de darse la vuelta, e intentar caminar con dificultad; pero el mayor le tomó del brazo, haciendo que volviera a verlo.

El mayor de los Kim, el que creyó jamás sería su amigo, se había ganado su respeto, aun con todos sus errores y debilidades. Jungkook negó con la cabeza antes de alzarla hacia el techo para evitar llorar.

—Si no puedes decirme quién eres —le pidió—, entonces dime, ¿quién soy? Yo acepto la responsabilidad de saberlo.

Justo ahí, por un momento, Jeon vio a ese Jin adulto del que siempre quiso librarse.

El destino era tan perverso que le hizo quererlo.

—Eres... el padre que me hubiera gustado tener. —Sonrió genuinamente—. Pero no eres mi padre, eres el suyo.

Seokjin lo soltó lentamente como si tratara de asimilar correctamente toda la información.

Jungkook era muy parecido a él y pensó... que no le habría molestado que le jodiera la vida por siempre.

—Me tengo que ir —le dijo al menor, sin dejar de verlo cuando su pecho se estremeció.

Kim Seokjin tomó la decisión de creer en él, incluso si sonaba como un completo disparate. Se arriesgó cuando en el intento de comprobar la veracidad de las palabras del muchacho, pasó a su lado para correr fuera del baño dejándole solo.

Jeon Jungkook se desestabilizó como si todo a su alrededor se derrumba, y se recargó contra la pared del baño para deslizarse lentamente mientras lloraba ahogado en sus sollozos.

Las cosas en sus bolsillos se arrugaron cuando se abrazó a sí mismo. Las lágrimas  que derramó no eran de tristeza, sino de profundo arrepentimiento, por las cosas que no hizo y las personas que lastimó.

Lamentaba no haber sido un buen hijo, y eso le rasgó profundamente.

—Felicidades, chicos —musitó viendo hacia la puerta—. Tendrán el hijo que se merecen.

"Vamos... Grítame. Di algo más. Soy fuerte, sabré sufrir. Hazme saber que también me odias, por favor, convénceme; pero no me compadezcas, porque no podré soportarlo. No te atrevas a abrazarme. Te lo suplico... Ódiame como yo debería odiarte".


Ese compás estaba lleno de silencios.

Las costillas de Jungkook parecieron estrechas, como si su caja torácica de pronto fuese tan pequeña que la presión de sus huesos sería capaz de hacer explotar su corazón.

Seokjin no se detuvo a pensarlo, corrió hacia el área de emergencias, y buscó con la mirada por auxilio, pues creía ciegamente en la palabra de Jungkook.

—¡Necesito ayuda! ¡Alguien por favor! —dijo llamando la atención de uno de los paramédicos de turno—. ¡Ayuda!

—¿Qué sucede? —dijo uno de ellos al acercarse.

Quizás estaba a punto de quedar como un completo lunático pero... al menos podía intentarlo.

—¡Es mi novia! ¡Está embarazada y está muy mal! Está en la estación, a unas calles de aquí. ¡Por favor, ayúdeme!

Era insólito, no sólo la forma en la que se apiadaron de él, sino también la euforia con la que se olvidó de todas sus desgracias por un momento.

La tormenta comenzaba a disiparse, y aunque estaba oscuro, el castaño mayor se atrevió a salir en busca de la verdad.

Pues a Seokjin no le importó la policía evacuando cuando corrió en contra de la gente seguido de la ayuda, ni a Jungkook las clases de piano que de pronto olvidó.

Y es que estaba de más decirlo, pero entre más cerca se encontraba Seokjin de Sunhee, una memoria de Jungkook desaparecía.

Un centímetro más... Un segundo menos.

Los pasos de Kim sobre la nieve se sintieron como cortes en el vientre de un Jungkook que yacía adolorido en el baño, resignado.

No era lo más sencillo o sensato, pero sin duda, lo más noble que alguna vez hizo.

Solo el acto de pensar jugar con la realidad los había condenado; pero no tenían que ser ellos los que sufrieran. Era lo único que a Jungkook le importaba; los experimentos o las cosas científicas... maldición, nada de eso valía la pena ya.

Cuando Seokjin llegó a la tienda tocó la entrada desesperadamente, esta estaba con las persianas abajo, pero él tenía fe, demasiada como para ir en contra de la lógica.

Por eso, los golpes en la ventana de la tienda fueron equivalentes a la cantidad de lágrimas que Jungkook dejó caer al suelo cuando sintió que sus entrañas se rasgaron.

La puerta de la tienda se abrió inmediatamente, y los dos ancianos angustiados le agradecieron a su Dios cuando la ayuda llegó. Sin electricidad, o alguna forma de conseguir ayuda, todo lo que les quedó fue esperar a que ella mejorara.

No sabían cómo, o por qué, pero estaban agradecidos.

Quizá después de tanto tiempo de convivir con su ángel... Jungkook se había convertido en uno también.

Seokjin entró detrás de ellos, para contemplar a la mujer de sus sueños, sudando, con los ojos entreabiertos, además de un gran vientre que solo le provocó un llanto que era más bien de alegría que de miedo.

Era verdad.

Él decía la verdad.

—¿Seokjin? —dijo Sunhee. Él se acercó a ella, y pudo ver la sorpresa en sus ojos; mas no le importó.

—Descuida, ya estoy aquí —le susurró al oído—. Todo estará bien.

Ese beso que le dejó en la frente, fue el mismo que hizo que Jeon Jungkook cediera al desmayarse.

Era justo y necesario. Dando vueltas y vueltas, sin parar.

...

El tiempo no se detiene. Nadie es inmune a sus estragos.

El momento exacto en el que Kim Seokjin entró por el área de emergencias al hospital seguido de su novia y los paramédicos, coincidió con Agustus Min entrando por la entrada principal del lugar, sin llegar a cruzarse.

Había muchas cosas que no entendía, y podía llamarlo lunático, pero tenía el presentimiento de que quienes habían empezado todo estaban allí.

Su madre estaba viva, aparentemente, ¿pero eso qué cambiaba? Nada. Nada cuando toda la realidad se derrumbaba.

Agustus Min no entendía la mitad de las cosas en esa libreta pero tenía la vaga noción de cómo funcionaba.

Así que se apresuró atravesando en la sala de espera. Vio en esta a los padres de Taehyung hablando con un policía y se escondió, pues sabía que era muy probable que le buscaran a él.

Nunca se llevó bien con la policía desde que  uno de ellos intentó golpearlo por el labial de una tienda, que en realidad nunca se robó. 

Patético, sí.

Daba igual, nada tenía sentido y todo seguía dando vueltas.

Si su madre tenía que ver, y el profesor también, si eran familia eso hacía de Agustus un Kim, ¿Cierto?

Estaba en él, al menos, tratar de arreglarlo.

Taehyung había unido muchas cosas; algo abría el vórtice en el futuro. ¿Pero quién? Exacto, las únicas personas lo suficientemente locas para intentarlo.

Se sentía como un tonto, pues debió persuadir a Park horas atrás.

Necesitaba ponerle un alto a esta locura.

Necesitaba ayuda.

Necesitaba...

Agustus se apresuró a entrar de nuevo a la habitación del rubio, pero al hacerlo, solo constató que estaba vacía.

Quizá el Jimin de todas las líneas se escondía en donde se construyó un refugio y se encontró con la Yoonji anciana en cada una. Incluso sin Nam en las demás... Jimin sabía cómo iniciar, solos.

Tal vez estaba muerto ya o, a lo mejor, se había marchado a lo profundo de la montaña para esconderse, era difícil saberlo si su destino se había vuelto igual de incierto que el de los demás.

Oh... pero claro que Min no lo sabía. Y de todas formas ya no tenía tiempo, cada segundo contaba y los militares estarían en el hospital pronto. Si los rodeaban estarían jodidos.

No tenía idea, pero pensó en lo mismo que Taehyung. Buscar el punto cero.

Si ya no tenía a Park para interpretar la libreta tenía que ir con su dueño.

Y eso hizo, inclusive si era patético de su parte encarar a Taehyung, se atrevió a buscar una señal de esperanza para todos.

Él no sabía que su redención era producto de las tres líneas desapareciendo. No sabía que era tarde para ser diferente.

Se precipitó a llegar a la habitación de Taehyung, en donde al entrar, lo encontró sentado en la cama.

—¡Taehyung! —le llamó, acercándose—. ¡Estás despierto!

Su intervención pareció interrumpir, pero Taehyung aun así sonrió feliz de verlo.

—Ven acá, quiero golpearte —le saludó Taehyung, lleno de tubos y vendas—. Tu otro yo me la debe.

—Tendremos tiempo para eso después —indicó, exaltado—. El pueblo se colapsa.

—Lo sé —le respondió con total naturalidad.

—¡Los militares quieren matarnos!

—Sí, esto también.

—¿Cómo que lo sabes?

—Es obvio, además, he visto las noticias.

—¿Y cuál es el plan? —le preguntó ansioso.

—¿Plan...? —bufó con una ceja alzada.

—Por favor dime que tienes un plan, tú siempre tienes un plan, ¿cierto?

Se supone que Kim Taehyung estaba resignado al final pero la pieza que lo representaba se cayó por una acción tan pequeña como fue ver a su amigo soltando su maleta en el suelo.

Todos podrían girar en sentido contrario, como los engranajes que eran, el detalle estaba en que Taehyung... Tenía un tornillo suelto.

El castaño volteó a ver hacia la mesa junto a su cama en donde el pastelito medio derretido reposaba cuando el foco en su cabeza se encendió.

Frunció el ceño al encontrar su salida. Si  otras versiones de sí mismo la tuvieron... Esta podría ser la suya

—Tengo uno, pero es muy arriesgado —le dijo—. Creo que puedo arreglar el vórtice.

—¿Cómo lo hacemos?

—No puedo, es peligroso. Tienes que buscar a mi hermano. Tráelo, y les diré qué hacer, si lo encendemos todo volverá a comenzar.

—Pero no ya no hay tiempo para...

Kim solo necesitaba tiempo.

Y ya que lo tenía, el intento suicida de viajar en el tiempo apareció de nuevo en su cabeza.

—Min, los necesito —le dijo con determinación—. No podré hacerlo solo.

—Bien —aceptó—. Haremos lo que haga falta.

Agustus Min era completamente manipulador, sí, pero jamás sería tan inteligente como el Kim Taehyung desquiciado de la segunda línea.

Ay, por favor... ¿Debería sentirse culpable por engañar a Min? No, esto no era un engaño, sino más bien un honor.

El excelentísimo Rey Kim Taehyung le otorgaba al arlequín de la corte el honor de ser la distracción.

De todas formas, si se quedaba iban a dispararle.

Taehyung no tenía ni la computadora, o el teléfono, probablemente fueran evidencias justo en ese momento.

Maldición, no tenía ni una puta herramienta para intentar arreglar algo. Así que no tendría más remedio que hacerlo a la antigua.

Se pasó las manos por el cabello antes de resoplar con fuerza.

Agustus Min asintió y acató el pedido del Kim menor, cuando salió de la habitación corriendo.

Estaba mareado, ni siquiera se cuestionaba el motivo de su repentino cambio, creía que era su decisión porque era incapaz de verse a sí mismo con una pieza más; pero lo cierto era, que todos eran solo pequeñas partículas colisionando para crear algo más grande.

Ser o no ser recordado.

Ser memorable era algo que Agustus siempre deseó. Y nunca estuvo en él ser un gran protagonista, sin embargo, era aquel que a través de sus pasos unía las demás historias.

Ese Agustus Min de la segunda línea, en específico, era una gran casualidad. Infinitamente humano, volátil, y herido como los demás a su alrededor.

Por eso, y aunque sabía que era un traidor, se movió esperanzado buscando a Seokjin, rogándole al cielo que este no fuera a rechazarlo, que creyera en su palabra.

Aquello que lo motivó a seguir sus pasos durante tantos años nunca se fue; y lo poco que en él quedaba le ayudaba a ponerse de pie.

A veces orgullo, otras dolor. Nadie obtiene el perdón sin entregar algo a cambio.

El siguiente compás inició con una nota fuerte, cuando reconoció la voz de ese al que buscaba resonar por todo el pasillo.

—¡April! —le gritó causándole duda.

No. Seokjin jamás volvería a rechazarlo, porque su creador lo había escuchado.

—¿Jin? —dijo desconcertado cuando volteó a ver y se encontró con el castaño que corría hacia él. Como si el tiempo se detuviera, en un instante donde todo era justo como debía serlo.

Min jamás buscó a los Kim, ellos lo encontraron a él.

En especial, Seokjin, cuya sonrisa le hizo dudar.

Es decir, él debía detestarlo. Era un traidor a fin de cuentas. Era un deshonesto cuya realidad se desvanecía, pero atribuyó su gesto al hecho de que Seokjin tenía un gran defecto: siempre buscaba cosas buenas en los demás, incluso donde no parecía haberlas.

Nunca creyó que volvería a hablarle, ni mucho menos para exclamar como lo hizo, diciendo—: ¡Voy a ser papá! —Extasiado mientras alzaba los brazos, sonriendo—. ¡April, voy a ser papá!

Min sintió como si su respiración se volviera tan fuerte como para lograr aturdir sus sentidos.

La verdad es un arma de dos filos.

Alguien como April siempre lo entendió; sin embargo, el segundo exacto en el que Seokjin lo alcanzó y rompió con el espacio entre ellos rodeándolo con sus brazos hizo que toda su templanza se consumiera.

—¿Qué? —negó desconcertado. Siempre fue más bajo que él, por eso el rostro le quedó contra su pecho—. ¿Cómo sabes qué...?

—Sunhee está embarazada, está aquí. ¡Está aquí! —respondió con esos ojos, que por mucho tiempo no habían brillado, resplandecientes—. ¿Puedes creerlo? ¡Yo! ¡Yo tendré un hijo! ¡Un bebé! ¡Yo! ¡April, yo tendré un hijo!

Apenas pudo posar sus manos en el torso de Seokjin para corresponderle el abrazo que le había tomado por sorpresa. Más que eso, le había golpeado la realidad. Porque siempre lo supo pero nunca creyó que tendría que asimilarlo.

Jamás esperó tener que escucharlo salir de los labios de Seokjin.

Su egoísmo le gritó que era un inútil, una parte de él se había esforzado por ayudar a mantener la historia con su rumbo para mantenerlo a su lado aunque sea como su amigo y había fallado pero... su corazón, en donde su yo dulce y compasivo se encontraba encadenado, pidió auxilio para hacerle saber que no soportaría suplicar más por un amor que no era suyo.

La expiación de sus pecados se presentó frente a él, abrazándolo cuando dejó de ser culpable.

Y Seokjin, quien siempre se sintió pequeño ante la vida, por primera vez desde que se conocían, sintió que podía ser valiente.

Aun así, se separó un poco de él, a la expectativa, como un niño emocionado que corre a contarle sobre el gran obsequio que recibió a su mejor amigo.

Min divagó ligeramente, y se obligó a sí mismo a buscar voluntad en sus entrañas para abrir la boca. Su corazón latió demasiado rápido y no supo si llorar era prudente, pero comenzó a hacerlo sin proponérselo.

—Te dije que no tardarías en multiplicarte... —le dijo sonriendo aunque sus ojos estaban cristalizados. Kim volvió a abrazarlo, sin poder creerlo todavía.

Seokjin no pudo evitar estrecharlo entre sus brazos. Quizás estaba mal guardarle tanto sentimiento al menor; su vida estaba por cambiar completamente y eso le llenaba de emoción más que de miedo. 

¿Y qué si era sentimental? Siempre lo fue, solo que ahora ya no le asustaba demostrarlo. Pues parecía ser que el cielo al fin mostraba misericordia de alguien como él.

Su mente, su alma y su razón dejaron de pelear entre ellos, dándole fuerza, haciéndole saber que el valor que creyó no tener siempre estuvo escondido en su interior.

—Es un niño  —murmuró contra él sin siquiera pensarlo. Yoongi se quedó callado cuando el aliento del otro le apuñaló el alma—. Hablé con los doctores. Mi niño nacerá en abril.

—Espero estar aquí para entonces... así podré darle la bienvenida al club.

—¿Al club?

—De los que nacimos en primavera... —declaró con gracia pese a su voz dolida—. Si me lo permites, yo, Agosto, le daré la bienvenida al pequeño tú, el nuevo Abril.

Seokjin abrió los ojos cuando recordó lo que eso significaba, porque nunca fue bueno para las cosas pasajeras.

Y esas historias llenas de flores, del sol que alguna vez gozaron siempre fueron tan hermosas que era capaces de calentar su alma. Porque esa bondad, que en ambos vivía, nunca la aprendieron de casa, sino que la cultivaron juntos.

Anhelando.

Sufriendo.

Creciendo.

—Mi abril... —murmuró Seokjin con tenue voz cuando voz cuando lo entendió, respirando el olor de su cabello sin proponérselo— en agosto...

—Primavera en otoño —le respondió April abrazándolo con fuerza, conmovido al escuchar que el corazón de Jin sí se aceleraba.

—No creí que lo recordaras.

—No pude olvidarlo... —admitió Min, y se quedó callado cuando tembló, antes de decir—: Jamás entendí lo qué significaba.

—April... —le dijo con una sonrisa— significa que siempre lo fuiste.

—¿Qué cosa? —respondió.

—Siempre fuiste lo que busqué.

—También tú —confesó—. Pero ninguno encontró lo que esperaba.

Seokjin asintió repetidamente, llevando una mano hasta la parte de la cabeza del otro, para pasarla con suavidad por su cabello, y su voz se deslizó solemne.

—Gracias —le murmuró Seokjin.

Agustus tembló en medio de su redención, cuando su aliento logró estremecer su pecho. —¿Por qué? —dijo apenas.

—Por quedarte.

En un abril que nunca existió, juntos, siempre fueron la gracia de la primavera en otoño.

Jamás negarían que le debían muchas cosas buenas al otro. Porque sin proponérselo hacía mucho tiempo ya habían renunciando a ese "y si" en el que alguna vez les gustó pensar cuando estaban tristes.

Aunque nunca lo diría en voz alta, Seokjin sí pensó en volar lejos, tan lejos que nadie pudiera encontrarlos. Y esconderse en una casa entre los árboles en donde pudieran ser solo del otro. Con nombres de niños y muchas flores.

Mas ya no necesitaba buscar en el horizonte porque frente a él, tenía un nuevo camino, el cual eligió con determinación. Uno que le llenaba de devoción, pasión y fe.

Y así como lo amó a él, la amaba a ella, y amaría a su pequeño. Con todo el alma, cada uno a su manera; pero con tal intensidad que sabía podía hacer durar ese amor lo que la vida le permitiera estar.

No le quedaba más que agradecerle por acompañarlo al crecer y aceptar que él era una parte de su corazón.

Pues todo lo que alguna vez amamos se vuelve parte de nosotros. Sin importar lo que provoque, esa marca que queda eternamente, buena o mala, se convierte en una fracción del alma.

Finalmente, la última cadena de dureza que les mantuvo prisioneros se esfumó.

En medio de las mil cosas que sucedían a su alrededor, ignorando a las patrullas en el exterior, o el bullicio del hospital cuando se sintieron tan ligeros que incluso el aire que respiraban consiguió marearlos.

—Voy a ser el padrino, ¿cierto? —bromeó Min, deleitándose por última vez de sus brazos y la colonia impregnada en su ropa.

—Uhm... creo que revisaremos otras opciones —le respondió el castaño, burlándose con una amplia sonrisa.

April Agustus Min, el reivindicado, se limpió la lágrima de su mejilla cuando un gran choque de memorias irrumpieron en su mente.

Agitó la cabeza, y se separó de él.

—No es momento para ser sentimentales, Jin —le dijo—, debemos irnos. Busca a tu familia, y diles que se oculten.

—¿Por qué?

—Sé que lo sabes a medias, pero es peligroso para todos estar expuestos. Taehyung nos necesita.

—Oye, oye, relájate. No podemos irnos. Taehyung está muy débil aún, solo ten paciencia, ¿sí? Ya pasará la tormenta.

—¿Qué? —dijo extrañado—.  No es por la tormenta. Nos están buscando, juntos somos un blanco demasiado grande.

—¿De qué estás hablando?

—Yo iré por Jungkook, o no-no lo sé; pero no podemos dejar que se lleven a Taehyung. Tenemos que ayudarlo a reparar el...

—¡Alto! —le dijo tomándolo de los hombros completamente confundido por su extraño comportamiento—. No estoy entendiendo nada —le dijo ladeando la cabeza.

—Te lo explicaré más tarde. —Buscó con la mirada—. Jungkook, tengo que hablar con él.  —Negó con la cabeza—. ¿Dónde está? —dijo angustiado.

—¿Quién?

—¿Dónde está Jungkook? —dijo separándose del castaño por completo cuando sus rodillas temblaron.

—No sé de qué estás hablando, Min.

—¡Jungkook! —le respondió frustrado—. Cabello negro, ojos grandes, debería estar aquí. ¿Cómo es que no lo sabes? ¡Tú lo defendiste! Jungkook es tu amigo.

Quizás era irónico su radical cambio; pero de eso se trataba, un completo giro en la dirección opuesta.

Oh... él no sabía que era la primera vez que esto sucedía, y quizá, la última.

—¿Quién es Jungkook? —dijo Kim con el ceño fruncido.

—No... —murmuró el otro—. Si tú lo sabes, si ella se queda, quiere decir que él... Él lo hizo. Maldición no, Seokjin. Lo hizo.

—No sé qué sucede contigo. —No pudo seguir hablando por la mano que tocó la espalda de Seokjin, quitándole la atención a este para voltear a ver.

Jin tenía muchas cosas que hablar con su familia, pero no esperaba tener que lidiar con más problemas justo en ese momento.

—Tu hermano no está —le dijo su madre, quien intervino angustiada, ante la mirada aterrorizada de Agustus.

—¿¡Cómo que Taehyung no está!? —dijo Seokjin tan molesto como impactado.

—El enfermero de turno no lo encontró cuando fue a revisarlo.

—Eso no puede ser cierto —interrumpió Min—, yo mismo hablé con él hace unos cinco minutos.

—¿Dónde está papá? —preguntó el castaño a su madre.

—Está buscándolo en el hospital. No está.

Ninguno de los tres esperó más, cuando se movieron hasta el recinto que el menor de esa familia debía ocupar.

La cortina estaba abierta, la ventana corrida, y no había rastro del chico en ese lugar.

—¿¡Cómo desaparece un herido de gravedad!? —dijo Seokjin, pasándose las manos en el cabello, frustrado, al encontrar la habitación vacía.

Min se acercó a la ventana, y su pie arrastró sobre el piso su maleta, vacía.

«Tiene mi ropa» pensó Agustus.

Tragó en secó pero fue aún más grande su sorpresa, al ver la gran caravana de autos que tenían rodeado el edificio.

—Nos encontraron —dijo temeroso.

En las afueras, el convoy militar aparcó en el centro, que ya estaba casi completamente deshabitado, y los dirigentes de lo que solía ser la supuestamente ultra secreta operación "Mariposa" descendieron de estos viendo con incertidumbre a su alrededor.

Pero nadie le prestó atención al chico con la bufanda que le cubría la mitad del rostro, mezclado entre la gente que quedaba caminando al son del pánico colectivo.

Después de todo, Taehyung siempre fue un buen camaleón.

Era graciosa la forma en la que se le veían los tobillos pues su piernas eran evidentemente más largas que el pantalón que estaba usando, igual que su sacola.

Un, dos, tres.

Un, dos, tres.

Esa muerte de la que tanto huía se estaba acercando a él.

O quizá él a ella.

No era relevante, Kim Taehyung había perdido la última gota de razón en sí mismo. Quizá, al igual que otros genios, su voluntad se vio consumida por el incesante deseo de alcanzar la gloria.

Y no le importó irse.

No estuvo ahí antes, y quizá no estarlo ahora no le perturbaba lo suficiente.

A diferencia de su hermano, Seokjin, quién incluso con toda una nueva vida por delante se negó a creer en un futuro sin él.

Los Kim, madre e hijo, comenzaron a discutir angustiados entre ellos, y el más ajeno, April, alzó la vista al notar que las luces titilaban más en el pasillo de afuera que en la habitación.

Se apresuró a avanzar de regreso al marco de la puerta sólo para constatar que en sala de espera la televisión había enloquecido, vio sobre sus hombros, en contraste, las luces de la entrada se mantenían estáticas.

Retrocedió un poco cuando al acercarse a ese pasillo se dio cuenta de que el parpadeo se hacía más fuerte.

«Jungkook». Pensó Min.

Sin darse cuenta comenzó a correr siguiendo los signos de destrucción hasta que llegó a lo que creyó era el origen, pues había vidrio en el suelo, y tocar el metal de la puerta le dio un pequeño toque eléctrico.

—¿¡Jungkook!? —dijo cuando entró al baño, el cual estaba a oscuras, los focos habían explotado, lo supo al aplastar con su pie los pedazos.

—Min... —murmuró apenas, horrorizando al otro. La nariz de Jeon sangraba, aparentemente igual que sus oídos.

—¿¡Qué fue lo que hiciste!?

—Finalmente... cambié la historia.

—Seokjin y Sunhee...

—Final feliz... ¿Eh? —se jactó orgulloso, casi perdido.

—¡No, imbécil! ¿¡Sabes lo que pasará cuando ella se quedé!?

—Todos lo sabemos —se burló Jungkook—. Es un reinicio a la fuerza.

—No tienes ni idea de lo que... Nos tienen rodeados, Jungkook. Jin ni siquiera sabe quién eres...

—Entonces funciona... Es lo que importa.

—Ese no es el problema, levántate, tenemos que salir de aquí.

—Descuida, no es necesario huir, solo un poco... —Jungkook jadeó del dolor—. Un poco de tiempo, y todo quedará como un mal sueño, bueno, si es que queda algo.

Jeon Jungkook, que hacía un esfuerzo extraordinario al hablar, alzó la vista para ver con desconcierto al hombre frente a él.

—Jungkook...Taehyung no está.

—¿Cómo que no está? —gimoteó con los dientes apretados, con un dolor punzante en su pecho.

—¡Pensé que estaría contigo!

—Pues no —espetó, negando con la cabeza—. Él no tenía que irse. Solo yo.

—No puedo creer que los dos estén pensando en lo mismo.

—¿Acaso no te das cuenta de lo que hice por él? —sonrió con sorna—. No... Taehyung no puede estar haciéndome esto. Me llamó a mí impaciente y no pudo ni esperar a que me muriera.

—Escapó; está loco, quiere intentar arreglar el vórtice.

—¿Por qué lo dices? —Jungkook abrió los ojos correctamente, intentando asimilar todo.

Luchó por pararse, y limpiarse la sangre del rostro cuando quedaron frente a frente, la luz comenzaba a colarse por las ventanas.

Pronto llegaría el amanecer.

Agustus no sabía si era un error o una ventaja, pero ya no estaba seguro de cómo encajaba en todo esto, las luces comenzaban aturdir sus sentidos, y ya ni siquiera recordaba por qué había tanto alboroto en el pueblo.

—Tengo esto —dijo, sacando la libreta de Taehyung de su chaqueta para extenderla frente a Jungkook.

—¿Por qué tienes su libreta? ¿Cómo?

—Me la dio la sombra —agitó la cabeza confundido—, es decir, el científico que lo ayudaba. Dijo que Taehyung abrió un vórtice al futuro, pero que no supo controlarlo, por eso colapsó, eso fue lo que causó la explosión en el aserradero.

—¿Dónde está él? Ese sujeto, ¿dónde está?

—No lo sé, se fue antes de que yo llegara. Dijo que lo intentaron muchas veces, que abrieron varios portales.

—Taehyung realmente lo logró —dijo Jeon—. No creo que quedarse haya sido parte de su plan, él fue a buscarme, y si lo hizo es porque quería quedarse allí. Él solo vino a despedirse.

—Se irá de nuevo. O bueno eso intenta, por eso quiere arreglar su...

—No puede —interrumpió—. No sabe cómo, él me lo dijo.

—¿A qué te refieres con que no puede?

—Si lo que dices es real —masculló adolorido—, no puede arreglarlo, y él lo sabe.

—¿Entonces de qué serviría irse? ¡Pensé que quería arreglar esto!

—Quiere saltar de línea, no arreglar esta.

—No es lógico. Si su experimento ya no funciona, ¿cómo planea volverlo a intentar?  —cuestionó Min, haciendo a Jungkook divagar entre sus recuerdos.

Esos llenos de inocente amor, inconscientemente también poseían mucha información solapada, saliendo de los labios del Taehyung que sonriendo apenado, y con la luz reflejada en sus anteojos, se atrevió a confesar mucho antes.

«Correría kilómetros... hasta ser capaz de dejar de llorar».

—Es la única forma —dijo Jungkook en voz baja antes de verlo, asustado—, el lago, va hacía el lago.

—¡Es imposible! El bosque está repleto de militares. No podrá ni siquiera acercarse.

Jungkook parpadeó dolido cuando sus palabras le golpearon.

—No me jodas... el mirador.

—¿Qué?

«Soy un controlador de primera, y es mi muerte. Tengo derecho a elegir sobre ella, ¿O no?».

—¡Se va a lanzar del acantilado! —gritó Jungkook.

Cada día a su lado, y los detalles que aprendió de él. Jeon Jungkook no sabía si alguna vez fue a la escuela, ni tampoco los nombres de sus primos, si es que tenía algunos.

Sentía que moría, pero no era momento, no podía darse el lujo de agonizar.

—Taehyung perdió la cabeza. Está convencido de lo que tiene que hacer, no le importa morir. 

—Pero no lo hará —dijo Jungkook, firmemente—. Porque voy a alcanzarlo.

Ambos se quedaron callados cuando sintieron como si sus diferencias jamás existieron. Estas al evaporarse, dejaron su amistad sobrevivir por el poco tiempo que el menor tenía.

Resarcir el daño era todo lo que les quedaba.

—Jungkook, antes de que te vayas, necesito que sepas que lo siento. Lo siento por todo lo que fui capaz de hacer.

—Amigo... no sé si lo notaste pero yo jamás te juzgué. No tengo nada que perdonarte a ti.

—No te dejaré irte, no así —Agustus Min, el redimido, suspiró y abrió la llave del lavabo ante la mirada atenta del otro, y solo después de mojarse las manos, se acercó a Jeon para limpiarle el rostro.

—Lleva ayuda al mirador, yo solo voy a ganar tiempo, ¿de acuerdo?

—Pero... —intentó objetar viendo a Jungkook abrir la libreta y colocar dentro de esta las fotos restantes antes de cerrarla de nuevo.

Cuando alzó la vista se encontró con los ojos culpables de Min, los que le hicieron recordar a alguien que no se merecía todo el dolor que atravesaría. Y que quizá no era real en la primera línea no era real, pero si quien le hizo compañía alguna vez.

—Mierda... Dominic —masculló—. Esto es personal, tienes que hacer algo por mí. —No iba a salvar solo a uno, quería salvarlos a todos. Incluso si no sabía lo que provocaba—. Agustus, escúchame, tengo un amigo en Nueva York, tienes que ayudarlo.

—¿Ayudarlo?

—Nueva York, a inicios de los dos mil, se llama Dominic Heart y está solo. No quiero dejarlo solo. Él me necesita, pero no voy a estar.

—No planeo irme de aquí, no pronto.

—En treinta años, es probable que me esté esperando. O bueno... —racionalizar su inexistencia le dolió un poco—, se habrá quedado solo.

—No estoy seguro de poder recordarlo. ¿Por qué yo?

—Es solo que... —Jeon divagó mientras veía su rostro, como si descubriera algo que siempre estuvo frente a él—. Tú me recuerdas mucho a él.

Jungkook apenas sentía las piernas, y estaba seguro de que no era saliva lo que había en su boca, sino sangre. Así que sin importarle el dolor, irguió su espalda cuando la voz de Agustus Min le detuvo por un instante.

—Sabes que acercarte al lago te matará, ¿cierto, Jungkook? —escuchó detrás de él. Entonces volteó a verlo sobre su hombro para enseñarle una sonrisa de lado.

—Nadie puede dañar un recuerdo que ya no existe —respondió, como burlándose de la vida.

En aquella memorable ocasión, Jeon Jungkook se movió hacia la puerta para intentar salir, con la libreta en mano, y su estómago rígido, que se sentía como una bolsa llena de sangre presionando su abdomen por dentro.

Entonces corrió.

Corrió incluso si le dolían las piernas, tanto como para hacerle gemir. Corrió mientras sentía que sus huesos eran menos fuertes, como si estos dejaran de existir, y su piel se hiciera más blanda poco a poco.

No había nada, ni nadie más grande que la devoción que por el castaño sentía, y era esa misma fuerza la que le impulsaba a seguir corriendo.

Para el momento en el que los agentes militares entraron al hospital buscando a los responsables del fatídico suceso que había destruido los perfectos planes del gobierno, ni Park Jimin, ni Kim Taehyung se encontraban. Mucho menos, aquel catalogado como un peligroso experimento.

El pelinegro avanzaba a zancadas por la parte de atrás del pueblo, por ese camino a casa que tomó en secreto junto a Kim tantas tardes.

Su ruta predilecta, en la que nadie supo de su amor, y nadie pudo molestarlos cuando caminaron tomados de las manos.

Ahora, incluso con los árboles desnudos y el sudor que empapaba su espalda, Jungkook ya no estaba seguro del motivo de su presencia en ese pueblo.

Hubiese sido gratamente ficcional simplemente evaporarse, y ya, contar que se desvanecía con brillos en el aire; pero no, eso era insuficiente.

Sería una burla, un completo deshonor darle una inexistencia tan básica. 

Se trataba de su vida entera, la cual estaba hecha de a pequeños instantes, de los vellos de su cuerpo erizándose al toque y todos sus defectos. Por eso sangraba por dentro.

Cada cicatriz, y cada arruga en su piel, las cosas que le hicieron hablar como poeta y besar como un niño se perdían poco a poco.

Olvidó que había comprado muchos libros antiguos solo porque le gustaba el color de las hojas. Y que tenía toda una colección de piedras que en su momento le parecieron hermosas. 

¿Dónde estaba el Jungkook que amaba las estampillas postales? ¿Quién lo había destruido? ¿Quién se llevó esas ansias de vivir que tenía? ¿Cómo fue que se convirtió en ese ser impulsivo, sin control, que todos usaban al ser demasiado estúpido?

Olvidó sus hazañas y la contraseña de su computadora, también los rostros de los vecinos que a veces le invitaban a pasar el rato con ellos.

Ya no recordaba haber escuchado a su madre pedir dinero prestado para comprarle un pastel cuando era muy pequeño, olvidó haber contado las monedas en su alcancía para decirle que no se preocupara que él podía pagarlo, y lo mucho que amó el muñeco de felpa que le dieron de obsequio ese año.

Olvidó que la escuchó llorar todas las noches durante diecisiete años seguidos al lado de su habitación.

Olvidó que siempre se sintió insuficiente.

Olvidó que su infancia le dolía.

Quizá porque ya no tenía motivos para sentir dolor, o porque ya no tenía salvación. De todas formas, no importaba.

Ni Jeon. Ni Jungkook. Pronto sería solo una experiencia.

Por cada centímetro que Seokjin se acercaba a Sunhee, Jeon Jungkook perdía un segundo de su pasado, sí, como si sus culpas fueran borradas, pero llevándose también sus vivencias, sus anhelos y ese algo que siempre llamó amor.

El amor que sentía por cada persona que le hizo feliz alguna vez.

Ya no era una cuestión de qué era real y qué no, sino de... ¿Quién soy?

¿Quién fui?

¿Quién quise llegar a ser?

Eso a lo que los humanos llaman vida, no es más que el conjunto de experiencias que se acumulan a cada instante.

Limitar vivir a la facultad de respirar se queda obscenamente corto para todo lo que ese respirar conlleva.

Ya que no solo se trata de eso, sino de experimentar en propia piel el sol, caminar con los zapatos mojados después de un mal día de lluvia y ni siquiera ser capaz de explicar esa sensación que hace que tu respiración se vuelva irregular cuando alguien que amas sonríe.

La presión que los jóvenes tienen por vivir su mejor momento solo hace más miserable su estadía en la tierra.

Se les ataca con el hecho de que se es joven una vez, olvidando que ser joven se trata de sufrir, y buscar un sentido más profundo en los detalles más simples.

Ser ordinario no es desperdiciar el tiempo.

Ser un simple chico con miles de aspiraciones siempre fue suficiente, pues descubrir momentos hermosos en vidas que no son perfectas es la verdadera dicha de todo joven.

Jungkook lo entendió porque aunque el fuerte viento chocaba con su rostro, él solo lo sentía como si de una leve brisa se tratara, como si toda su vida hubiese sido solo un lapso de tiempo.

Y aquel lapso de tiempo en el que los señores Kim regañaban a su hijo mayor por decirles la verdad de golpe, fue el mismo en el que Agustus Min llegó al ala de emergencias para decirle a Seokjin que sabía dónde estaba su hermano.

Seokjin les juró a sus padres que regresaría para explicarles todo, pero que no lo haría sin Taehyung, y suplicó que no dejaran sola a su futura esposa en ningún momento.

Solo un par de segundos fue lo que separó al mayor de los Kim dirigiéndose a la carretera para conseguir un auto, de Agustus Min detrás de él siendo sometido por varios soldados quienes tenían su nombre y apellido como principal culpable.

Pero Kim no debía detenerse; si volteaba igual que Jungkook, todo habría sido en vano.

De manera que, avanzó como si quisiera ganarle al alba, como si fuera consciente de Kim Taehyung de pie entre los árboles del bosque, contemplando el borde del abismo a escasos centímetros de él.

A lo mejor se había obsesionado con lo que creyó sería su felicidad. Se negaba a admitir que era igual o más necio que los otros.

Kim Taehyung nació demasiado antes para su sociedad, creció como un ser obsesivo cuyos padres no hicieron más que alimentar ese pensamiento en él en donde si no era capaz de alcanzar la perfección estaba obligado mínimo a rasgarla.

Nunca fue feliz estudiando. Jamás fue reservado, más bien, le arrancaron la lengua desde muy joven para enseñarle a asentir con la cabeza.

Sí, en el mejor de los casos enloqueció de felicidad cuando descubrió que el libre albedrío sí existía; pero no era como lo imaginó.

Ya había cruzado la línea entre libertad y libertinaje; mas no estaba seguro de querer retroceder.

Todos moriremos. Mañana, quizás hoy, algún día. Y aunque estaba loco, también estaba tranquilo pues su vida no había sido la más fácil, pero ya no estaba inconforme con ella. Porque todo lo que hizo fue a su antojo, a su manera.

Desvariando de ebrio, follando en la madrugada y gritando como un desquiciado mientras las canciones que amaba sonaban.

Ni más ni menos, en el fondo, consiguió todo lo que quería: una vida que valdría la pena repetir.

Por eso no le asustaba morir en el intento, así que comenzó a caminar hacia el final de sus días sobre esa línea. Pero olvidó que no estaba solo, su alma estaba entrelazada.

—¡Taehyung! —le gritaron cuando se decidió a lanzarse del acantilado.

—¿Jungkook? —murmuró Taehyung y se detuvo, volteando a ver, y descubriendo al chico acercándose a distancia, temblando y con el cabello detrás de sus orejas.

Jeon apenas podía moverse, estaba muy mareado. No recordaba la fecha de su cumpleaños, ni sabía los motivos por los que tenía una pequeña cicatriz en su mejilla.

En el principio todo pareció tan cómico que no se imaginaron que terminaría así, con ambos siento asediados por el frío. Sin cordura; pero más importante, sin arrepentimiento alguno.

—¡Taehyung, espera! —volvió a llamar el chico. El pelinegro finalmente llegó hasta el mirador, Taehyung le dio la espalda al acantilado y todo lo que él pudo hacer fue tragar cuando se acercó.

—¿¡Por qué estás aquí!? —le reprochó Kim, lleno de rabia—. ¡Te dije que te fueras!

—O somos sinceros... o ambos mentimos —dijo dando un pequeño paso—. No hay punto medio en eso, cielo.

—¿Es que no lo entiendes? Jungkook —negó viendo las manchas oscuras y secas en algunas partes de su cuello—, esto no funciona así.

—Lo sé, lo sé. Pero creí que no debías irte... sin esto. —Jungkook extendió la mano con el pequeño cuaderno en ella.

—¿Cómo conseguiste eso? —preguntó angustiado—. Estoy tratando de protegerte. ¡No tienes ni idea de lo peligrosa que es esa libreta!

—No hay nada de qué temer. Es como... la historia de la caja, ¿recuerdas? No me hará daño si no la abro, por eso vine a dártela —declaró poniéndola en el suelo y luego alzando las manos en son de paz.

El pelinegro no era estúpido, era más bien masoquista, según Taehyung.

—Jungkook, tenías que irte. Solo tenías que alejarte —le dijo abatido.

—Podría haberme ido ayer, o hacerlo mañana. Si de todas formas te irás... ¿De qué serviría?

—Jungkook, van a matarme. ¿De acuerdo? Aquí, y en todas las demás líneas si no me marcho justo ahora.

—Yo perdí ese recuerdo, Kim, quizá jamás suceda. ¿No lo has pensado?

Probablemente Taehyung era el culpable de su terquedad al nunca decirle las cosas completas. Al final, su afán de protegerlo lo aisló de la verdad.

—¿Sabes? —le dijo con gracia—. Es curioso como un solo detalle cambia toda la historia. Tú no recuerdas lo que eras cuando llegaste aquí, pero yo... lo recuerdo todo.

—¿A qué te refieres?

—La pierna de mi hermano —confesó—, dijiste que le tenías tanta lástima que te acercaste a ayudarle, porque estaban en el bosque y él no pudo armar la tienda. Fue... por eso él terminó diciéndote que yo estaba muerto.

—Yo no... —Se quedó mudo, estaba desapareciendo, y de todos los recuerdos que tuvo sobre ese día, ya no quedaba ninguno para argumentar lo contrario.

—No lo olvidaste porque no haya sucedido... sino porque él nunca te lo dijo.

—¿Por eso quieres irte? ¿Para que todo siga igual? —murmuró a lo que Taehyung asintió.

—Jungkook, si no lo intento nosotros jamás nos conoceremos. Y... prefiero un par de meses feliz que desperdiciar toda una vida.

Definitivamente, Jungkook tenía razón, Taehyung estaba obsesionado; pero aun sabiendo lo mucho que lo amaba, se negó a condenarlo de esa forma.

—¿Qué tan malo sería si no? —dijo logrando alterar la paciencia de Taehyung.

—¡Cállate! ¡Solo tenías que esperar! —le gritó el castaño, pero él no hizo más que sonreír.

Taehyung le reprochó ser impulsivo hasta el último instante. Sin embargo, Jungkook estaba más cuerdo de lo que alguna vez había estado.

—Te esperaría toda mi vida, pero ambos sabemos que no volverás.

Jeon Jungkook ya no sabía de qué color era la sábana de su cama, ni su número de celular. Apenas recordaba los rostros de su padres, tampoco sabía si los tuvo. Y todo lo que deseaba era un poco más de tiempo a su favor.

De lo único que tenía certeza era de que su amor por él era demasiado grande que avanzó incluso cuando su estómago dolía como si se consumiera por dentro.

En una lucha en donde el amanecer y él eran los únicos contendientes.

—Uno de los dos tiene que irse, Jungkook —mantuvo el castaño muy a su pesar.

—Sé que no puedo detenerte. —Jeon avanzó un par de pasos, arrastrando su pierna en la nieve—. Por eso quiero que te quedes conmigo un poco más, al menos hasta que salga el sol.

—¿Por qué debería hacerlo?

—Por el mismo motivo en que llegaste hasta aquí. —Dio otro pasó al frente, y sintió toda su espalda temblar; el dolor era cada vez más fuerte mientras más se acercaba al inicio.

—Alto, Jungkook. ¡Atrás!  ¡Jungkook, quédate donde estás! ¡El lago te hará daño!

—Lo sé... —dijo sin flaquear aún si sus rodillas se volvían polvo—. Pero no me importa. Saltarás de todas formas, ¿o me equivoco?

—¡Basta, no te atrevas a dar un paso más o podría matarte!

—Entonces toma mi mano, y acércate un poco tú a mí. —Jungkook extendió su brazo hacia él cuando el frío viento les despeinó—. Un minuto es todo lo que necesito para despedirme, pero no lo haré si no te tengo cerca.

—¿Y qué pasará después? —dijo temeroso, porque aunque carecía de razón, aún tenía un alma.

—Me iré. Te esperaré, porque si todo sale bien... irás a buscarme, ¿cierto?

—Sí, lo haré.

—Y todo será... justo como debe serlo.

Jeon Jungkook le sonrió con pesar, sin ser capaz de decirle que ya no recordaba cómo era vivir en Busan. Y es que Jungkook tenía esa gran sonrisa en su rostro mientras su mente se volvía ligera.

Se arrastró un poco hacia el frente, y al apretar los ojos adolorido, Taehyung no tuvo más remedio que avanzar hacia él, tomando su mano extendida para entrelazar sus dedos inmediatamente.

—¿Por qué dices eso? —le cuestionó cuando notó sus ojos cristalizados, dolidos, entendiendo a medias sus intenciones.

—Si te lo digo pensarás que te dejé ir porque no te amo. Y ya no tengo tiempo para eso, necesito que lo sepas.

—¿Jungkook?

—Taehyung, te busqué toda una vida, y solo necesité un par de días para amarte.

Taehyung exhaló con sorpresa, porque nunca fue sensitivo, y jamás creyó que existiría alguien capaz de amarlo. Un valiente sin miedo de decirlo.

Entonces, Jeon aprovechó para tirar de su mano atrayéndolo hacia él.

Fue así como lo tuvo contra su pecho y soltó su mano solo para pasar un brazo alrededor de su cintura, sin dejar de verlo cuando descubrió que no había más dolor en su alma. Quizá porque ya no tenía una.

Ciento cincuenta y dos días era todo lo que tenían. Exactamente, trece millones, ciento treinta y dos mil ochocientos segundos juntos.

13,132,800

Cada uno más puro que el anterior.

Jeon Jungkook llevó su otra mano hasta la cabeza de Kim Taehyung para enredar sus dedos en las hebras de su cabello mientras se llenaba de valor cuando todo lo que veía era a él, al deslizar esta por su cuello hasta dejarla en su espalda, para que en sintonía con la mano en la cintura pudiera dirigirlo correctamente.

¿Acaso no era gracioso nunca llegar a ninguna parte? ¿Acaso no fue sublime haber apostado tanto?

Siendo honestos, siempre supieron lo perdidos que estaban, y no les importó pues también descubrieron que al besarse hacían a cientos de chispas volar.

Lejos, tan lejos en la inmensidad de las noches que les pertenecieron. Incluso si no debieron hacerlo, perder les resultó mucho más digno que ganar.

Era tonto decirlo, así que Jungkook le sujetó dulcemente, antes de dar un paso adelante... y luego uno atrás. Moviendo sus hombros en sintonía mientras oía al viento silbar.

No quería lástima, ni más miedo. Jungkook solo quería estar a su lado hasta que se le agotara el tiempo.

—¿Estás... bailando? —le dijo Taehyung cuando comenzó a llorar al escucharlo tararear. Porque pese a toda su inteligencia, no entendía lo que trataba de hacer.

—Estamos... bailando, mi querido Kim —respondió Jungkook.

¿Cuál era todo el trasfondo de esto? Taehyung no pudo entenderlo. Más que eso... ya no quería.

—De todas las cosas que pudiste hacer... ¿Realmente elegiste esta? —cuestionó como si supiera la verdad, sujetándose a él por el inmenso fervor que le tenía a sus grandes ojos.

—Solo abrázame, así sabrás que estuvimos entrelazados desde el primer instante.

—Para mi mala suerte así será, hasta el último —declaró el castaño cuando no pudo negarse. Jamás se cansaría de decir que ese rebelde sin causa que le acarició la espalda era, soberanamente, el hombre más perfecto del universo.

—Kim Taehyung —le llamó—, ¿me concederías esta pieza?

Y él, no pudo hacer más que asentir esbozando una sonrisa al desear encogerse en su pecho.

—Con todo el gusto del mundo.

Estaban locos.

Sí.

Al final, la locura se había apoderado de ambos.

Sin embargo, incluso en medio de sus delirios, se sonrieron envueltos en un secreto que era solo suyo y del otoño en que se amaron.

Perdidos, quizá condenados; pero profundamente devotos, al sentir que eran capaces de bailar aun sin música, en lo más alto del acantilado, como riéndose de la decencia con algo tan dulce como su amor.

Jeon Jungkook, tenía una pierna lisiada que le impedía pararse correctamente, y Kim Taehyung sentía que su piel quemada se rasgaba al moverse; mas era de tal tamaño su locura, que les causó gracia el dolor cuando el pelinegro hizo girar al otro sobre sus pies.

¿Jungkook estaba perdiendo el juicio o ganando tiempo?

Solamente lo sabría el cielo de esa madrugada, que pasó de ser oscuro a teñirse de un cálido rosa, cuando cobijó a esos dos dementes que se amaban.

Kim Taehyung divagó en sus ojos, con la mano colocada en el pecho del muchacho, mientras Jeon le observó por un segundo en que deseó ser digno de contemplar esos labios eternamente.

Él se lo había dicho, los cambios en su subconsciente dejarían de suceder cuando ya no hubiese nada más que cambiar; por eso se sintió ligero, y ese vacío en su pecho en lugar de asustarle le provocó tanta paz que sería imposible explicar esa sensación con algo que no fuese utópica calma.

Kim Taehyung suspiró cuando le tomaron fuertemente en brazos, inclinando su cuerpo hacia atrás, como bailando vals. Jeon Jungkook le vio desde arriba y se reprochó a sí mismo esa lágrima que al escaparse de él mojó la mejilla del castaño.

Era tiempo.

Del frágil mundo, y sus destellos de luz no sabría nada.

Era tiempo de irse; mas no de volver a su lugar. Pues ya no tenía uno que no fuera la mente del chico que enloqueció.

Así que le sostuvo con delicadeza, y Kim cerró los ojos en el momento en el que creyó que lo besaría; pero su voz le desconcertó.

—No olvides lo que me prometiste —le dijo Jungkook antes de acercar su rostro para dejarle una suave caricia en sus labios.

Un beso donde dejó todo lo que solía ser.

Su humanidad, su voluntad... su amor.

Uno que decía lo mucho que quería pasar los siglos de los siglos descubriendo los secretos en lo terso de sus muslos, y gritar que era adicto a la fragancia de su piel.

Sus besos siempre dijeron que no quería dejarlo.

En contra de sus propios deseos, lo soltó.

La espalda de Taehyung chocó contra el suelo repentinamente haciéndole abrir los ojos, asustado, cuando su cabeza impactó con la dura y húmeda grava.

El castaño se removió entre la poca escarcha, adolorido, en un intento de recomponerse cuando Jungkook corrió hacia el lado opuesto al bosque. Taehyung alzó la cabeza, viendo a su gran amor correr hacia el borde del acantilado.

Aunque luchó por querer alcanzarlo, apenas pudo levantarse para contemplar ese momento exacto en el que los pies del muchacho giraron sobre la orilla, en cámara lenta, con una sonrisa que era suya porque ya nunca podría pertenecer a alguien más.

Jeon Jungkook se dejó caer.

Y sintió que volaba; majestuosamente, libre incluso si estaba cayendo; de espaldas al agua, con los brazos extendidos y viendo hacia el cielo cuando dejó de sentir su propia carne.

Cada poro de la piel que le permitió coleccionar tantas sensaciones se desvaneció, llevándose la infinita devoción que experimentó por sí mismo cuando fue acariciada.

El sol se elevó sobre él en contraste con su descenso, porque su adiós traía consigo, un nuevo amanecer, un hermoso comienzo.

Incluso así, cerró los ojos y la onda expansiva de luz del lago repeliendo a Jungkook se extendió por todo el pueblo cuando impactó, rompiendo el hielo del lago para quedar sumergido en este de nuevo.

Había olvidado todo porque una parte de sí mismo siempre lo deseó.

El único recuerdo al que se aferró, fue ese momento en donde la felicidad de Kim Taehyung, su Kim Taehyung, resplandeció más que las luces del club, mientras bailaba ebrio de vida, cantando a todo pulmón como si fuese la última noche. 

Su amor no se limitaba a decir que era suyo, jamás le perteneció; pero esas memorias y esas noches... Oh, estaban escritas con su alma.

Para mala suerte de los malvados, el egoísta Jeon Jungkook llegó a ser el más sabio de todos, pues lo amo sin poseerlo, dejándole ser lo que era.

Eufórico, genuino, libre.

Su amor era él era tan puro que atesoró cada segundo de verlo ser libre.

Quizá hoy ya no eran nada, pero ayer serían por siempre, dos locos inexpertos, bailando las canciones de moda una y otra vez hasta que el amanecer llegara.

Exactamente, a las seis con un minuto de la mañana.

Tal vez el lago lo jaló hacia él, o Jungkook saltó del acantilado. Nadie nunca lo sabría. Sin embargo, no sintió dolor o angustia, pues la paz se adueñó por completo de su sistema cuando su mente pareció quedar completamente en blanco.

Quizá se estaba ahogando o estaba desapareciendo de la faz de la tierra. Ya no era importante averiguarlo.

Ya no estaba. No estuvo. Ni estaría.

Jeon Jungkook ya no era nada más que un sentimiento puro, cuyo nombre nunca sería mencionado.

Las luces en todo el mundo parpadearon por un instante, en sincronía con la desesperación del castaño que, completamente aturdido por la energía, se arrastró mareado hacia el final del acantilado.

Kim Taehyung, el reservado, gritó tan fuerte que su voz se perdió, quedándose de rodillas en el borde cuando los primeros rayos de sol le cegaron.

Intentó inclinarse para ver hacia abajo pero al hacerlo, solo constató que el lago se había congelado por completo, y esa capa de hielo lucía intacta.

Tembló; le dolieron los pulmones de tanto gritar, y las lágrimas que soltó derritieron poco a poco su escepticismo, pues su dolor era tal que parecía que le habían perforado la cabeza.

Pensó que así debía sentirse morir, pues sintió que su piel se desgarraba y ese vacío que se instauró en su pecho le quemó al sollozar. Porque aunque quiso levantarse ya no supo por qué estaba en ese lugar.

La realidad lo golpeó en medio de su llanto.

Era el instante después de la crisis del cambio.

Entonces se quedó allí, desorientado mientras temblaba. Solo, sintiéndose desamparado. La luz le encandiló y él no tenía un motivo lógico por el cuál seguir viendo hacia abajo.

Levantó la cabeza, encontrándose con el sol que se elevaba detrás de las montañas, y pensó que nunca antes había estado en el mirador al amanecer.

Así que se sentó en ese mismo lugar en donde descubrió el amor, y se pasó las manos por el cuello sin alcanzar a comprender qué le había sucedido, ¿por qué estaba tan lastimado? ¿Por qué estaba solo en medio del frío? Estaba mal, debería ir al hospital.

No tenía memorias fijas, solamente una profunda nostalgia que se quedó en su mente sin razón alguna, y que le llenó deseos de tocar la nieve.

Ni siquiera podía concentrarse en las cosas a su alrededor, por lo que no le dio importancia al sonido de un motor apagándose y luego pasos.

—¡Taehyung! —gritaron detrás de él—. Alto, ¡Taehyung! ¡No lo hagas! —Reconoció la voz de Seokjin completamente asustado  intentando persuadirlo de saltar.

El Kim mayor se movió veloz esperando haber llegado a tiempo pero sin saber realmente... ¿A tiempo para qué? Todo lo que sabía, era que no perdería a alguien que amaba de nuevo.

Pero contrario a lo que esperaba, se encontró con la espalda del castaño erguida, y sus piernas colgando del borde del acantilado mientras contemplaba la llegada de un nuevo día.

—¿Dónde? —murmuró Taehyung, estático, casi perdido.

Su hermano llegó hasta él y se dejó caer de rodillas en el suelo para abrazarlo por los hombros. Kim Seokjin comenzó a llorar, ¿qué le motivó a seguir a su hermano? No estaba seguro, pero se alegró infinitamente de encontrarlo a salvo, incluso si al tocarlo se mareaba y un toque eléctrico le recorría.

—¡Taehyung, no tienes ni idea de lo preocupados que estábamos por ti! ¡Te buscamos por todo el hospital!

—Hospital... —Taehyung pensó que tenía sentido, le dolía el cuerpo, y sus manos estaban heridas. El hospital tenía sentido.

—¡Eres un tonto! ¿¡Qué pretendes estando aquí!? —le dijo Seokjin, apretando los ojos sin soltarlo.

—Yo...—Taehyung volteó a ver a su hermano con los ojos llenos de lágrimas, de donde estas fluyeron cual torrente sin represalia alguna—. No lo sé.

La luz del sol, que emergió detrás de las montañas, les llenó de una añoranza por la vida que nunca antes pensaron sentir, mientras sus ojos resplandecieron ante el incierto futuro que les abrazó.

Había dejado de nevar; la tormenta se había llevado consigo aquel oscuro clima.

Seokjin alzó la vista hacia el cielo cuando su alma se removió en medio de un exhale en donde ya no tenía miedo de la vida que tenía por delante.

—Jin, mira... —le dijo Taehyung—. Se acabó el invierno.

—¿Cómo lo sabes? —Estando así, inclinó el rostro cuando escuchó la leve risa de su hermano, volteó a verlo, y se encontró con un Taehyung sonriente, en blanco, que había dejado de llorar.

—Las mariposas regresaron —le dijo, extendiendo para mostrarle la palma de su mano, en donde una delicada mariposa de colores posaba.

Sí... el sol había salido sin falta otro día más. Incluso si él ya no estaba en ese lugar.

—Es tu cumpleaños —aseguró Seokjin cuando el cielo le perdonó—, me parece que vinieron a saludarte.

El aleteo de cientos de mariposas, que parecía ser más un canto de alegría que una sonata, se mezcló entre el silencio de la mañana. Como intentando anunciarle a la humanidad la redención que se le otorgaba.

O quizá, su vuelo simplemente anunciaba el cambio de estación; pero a los Hermanos Kim, era poco lo que les importaba. En especial, a Taehyung, quien suspiró en profunda paz.  

—Nunca noté que las mariposas giran al volar. Lucen tan hermosas... como si estuvieran bailando vals —dijo Taehyung cuando el revoloteo sobre su piel le causó cosquillas.

El castaño alzó la mano para dejar marcharse a la pequeña en esta, y la observó volar con total admiración cuando esta se marchó.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Seokjin.

—Estoy esperando...

—¿Qué cosa?

—El amanecer, supongo. Este debe ser el lugar —dijo con voz leve, sintiendo un gran frío que de pronto caló no solo en su alma, sino también en la de los demás.

—¿Por qué harías algo así? —Seokjin pudo notar la melancolía en su mirar. Así que se sentó a tu lado, viendo desde arriba las pocas hojas que comenzaban a aparecer en algunos de los árboles desnudos que rodeaban el lago.

Ni Kim Taehyung, ni ningún otro habitante del condado lo supo, todos se quedaron en sus lugares, desconcertados, incluso los agentes militares que olvidaron el propósito de su presencia allí cuando la electricidad regresó a todo el pueblo.

Sin tener idea de aquel viajero en el tiempo que por algún azar terminó varado en su pequeño pueblo se había sacrificado cuando las líneas paralelas se volvieron una sola.

Taehyung no pudo explicarlo. Creía que alguna vez lo supo todo pero ahora ya no conocía nada más allá de lo que se sentía.

—Me dijo que me quedara en la orilla —confesó, con el sol resplandeciendo en las hebras de su cabello.

Cuando la brisa fresca le golpeó en el rostro, Kim Taehyung se recargó en el hombro del otro al pensar que se desmayaría.

—¿Quién? —le preguntó su hermano cuando lo abrazó, atrayendo su cuerpo hacia él.

Quiso responderle, pero ya no lo sabía. Y ahí, bajo el nuevo amanecer, negó convencido de que estaba enloqueciendo, pues no había forma de explicarlo.

Antes de perder la consciencia, con su nuevo futuro incierto, suspiró a sabiendas de que había encontrado un nuevo inicio.

—Creo que... un loco —murmuró con los ojos entrecerrados—. Un loco que amé.

Un nuevo inicio en el final.


California.

30 de diciembre de 1986.

El día que las mariposas regresaron.






Epílogo, pronto. Esperen por este.

Twitter/@incompletelyrcs

Manténgase con vida. J.S.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro