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Capitulo Veinticuatro

24. 


Actuar a ciegas es difícil, y  casi inútil. Pues la cuestión está en saber cómo encaja todo. De qué forma, y en qué momento.

—Hola, yo soy Jungkook y hoy es la final de béisbol.

Un pelinegro, bien peinado y con uniforme impecable se dedicaba a grabar su día; quizá porque tenía la vaga ilusión de volverse famoso en el internet como todos
los chicos de su edad, o quizá sólo porque en realidad no tenía muchos amigos, y le gustaba sentir que no estaba solo.

Jeon Jungkook tenía esa particularidad en casi todas las líneas de tiempo; poco sociable, y bastante reservando sobre lo que él consideraba personal.

Estuvo a punto de seguir hablando hasta que la pantalla de su teléfono parpadeó y se volvió negra.

Se encontraba en el baño de su habitación, su teléfono reposaba en el marco del espejo frente a él, por lo que lo tomó y resopló frustrado.

Era la tercera vez que sucedía, así que salió molesto del baño para caminar por su dormitorio dejando su teléfono junto a la cama. Se arrodilló para buscar debajo de esta, y no notó cuando la puerta se abrió lentamente, ni al mayor de la casa que le observó atento.

—¿Todo en orden? —le preguntó él cuando se asomó por la puerta.

Jungkook negó con la cabeza.
—No, creo que perdí la factura... recibo o cómo se llame.

Jungkook se puso de pie, acondicionando el borde de su sudadera hacia abajo. Señaló la caja sobre su mesa de noche, que estaba junto a su teléfono.

Era curioso pensar que la tercera línea era exactamente eso, la factura de la fractura, es decir, el precio a pagar por lo que rompió.

—¿Qué recibo? —Seokjin entró por completo a la habitación cruzado de brazos.

—De mi celular, no funciona.

—¿Otra vez? —Con curiosidad, avanzó hasta tomar el aparato negro sobre la mesa y lo observó detenidamente.

—Sí, desde hace un par de días que quiero cambiarlo en la tienda. Pero no encuentro la factura.

—¿Qué es lo que tiene? Yo lo veo bastante bien —dijo mientras lo revisaba. No tenía ninguna muestra de estar dañado.

—No enciende —repuso molesto.

Ese teléfono era nuevo, tanto que ni siquiera había guardado a sus contactos o recordaba su número, apenas se lo habían comprado hacía un par de días atrás.

La pantalla parpadeaba, luego se volvía completamente negra. Después de un rato volvía a funcionar normal pero esta vez no daba señales de ser así, y Jungkook ya estaba harto de eso.

Seokjin le tocó dos veces la parte inferior de la pantalla, pero para sorpresa de Jungkook, esta se encendió sin ningún problema.

—Parece que todo está bien —dijo entregándole el aparato.

—No puede ser, ¿Cómo es posible eso?

—El celular no te quiere, hijo —se burló restándole importancia—. Déjalo, tenemos partido y ya vamos tarde.

Jungkook bufó inconforme pero guardó el celular en el bolsillo de su chaqueta y tomó su bolso deportivo de la cama para seguir al mayor hasta la entrada de la casa.

Era necesario decir que en la tercera línea ellos finalmente eran como padre e hijo.

La canción de moda de ese momento se repitió unas cinco veces en las bocinas del auto porque Jungkook estaba a cargo de la música mientras Seokjin, su madre y él se dirigieron hacia el campo de béisbol en San Francisco.

Ambos tenían un juego muy importante ese día, después de tanto entrenar juntos,  estaban listos para la final y dispuestos a ganar.

Seokjin y Sunhee se despidieron en la entrada en donde ella caminó hacia las gradas de la tribuna y ellos dos hacia el interior del campo como de costumbre.

El entrenador Kim reunió a todo su equipo para la motivación inicial; pero Jungkook, apresurado, caminó hacia la banca para dejar sus cosas.

Se colocó su gorra, se quitó la chaqueta pero al tenerla en mano, el celular comenzó a vibrar en el bolsillo de esta.

Estaba por correr hacia su equipo, pero no pudo evitar darle atención al ver que se había encendido de nuevo, lo sacó y le pareció extraño al notar varios ceros en el número.

—¿Hola? —dijo desconcertado.

La línea se quedó en silencio por unos segundos antes de abrirse entrecortada.
—¿¡Eres tú!?

—¿Disculpe, qué? ¿Con quién desea hablar?

—¿¡Jungkook!?

—¿Quién habla? —No obtuvo respuesta—. ¿Hola? ¿Hay alguien allí?

—¿Eres tú?

El pelinegro volteó a ver a todos lados, volteó a ver hacia su madre  para encontrarla sentada charlando con otros padres. Así que ladeó la cabeza viendo de regreso la pantalla cuando sintió escalofríos.

—Uhm... número equivocado —respondió cortando la llamada de inmediato.

Parpadeó confundido un par de segundos cuando se debatió con el celular en la mano; sin saber si dejarlo en la mochila o intentar llamar de nuevo.

Cada línea de tiempo era más extraña que la otra, y la tercera de las conocidas estaba caracterizada por darle una vida pacífica, en los suburbios en la que podía vivir en paz.

Pero... Jeon Jungkook, en cualquier punto del espacio, de cualquier línea o tiempo sentía que algo le faltaba.

Tenía atención, compañía de su familia y entendimiento. Solo que ahora sentía que no cuadraba, siempre lo sentía.

Había miles de realidades; quizá la primera era un sin fin de sentimientos de insuficiencia; pero las demás se sentían planas por alguna razón.  Ficticias a más no poder.

Jungkook suspiró pensando en que debía concentrarse en el juego. Y cuando el entrenador Kim lo llamó, dejó sus cosas en la banca para moverse con el resto de sus compañeros.

El juego comenzó alegré y el jugó espléndidamente un par de carreras mientras todos daban vítores a su nombre al verle correr y derrapar en la tierra.

Más allá de eso, algo volvió a repetirse.

Sentía que le observan, siempre lo sentía, así que por única vez, volteó a ver hacia el lugar donde se sentía asediado, buscó un rostro familiar entre todos, pero sólo encontró uno y se fijó en la persona que le veía asombrado por su forma de jugar.

Jungkook notó al pelirrojo que le sonrió cuando él lo hizo, se sintió aliviado. Lo había visto un par de veces en la escuela, y la forma en la que le saludó con su mano, que apenas era visible por el gran suéter que traía, le hizo mucha gracia. Así que encontrar a alguien conocido no fue tan malo.

La primera vez que lo encontró en la segunda línea fue cuando intentaron golpearlo en un barrio de mala fama cuando se escapó de casa, pero Jungkook... él ya no tenía ningún motivo para ir allí. Así que nunca fue.

No lo sabía, sin embargo, como en una de las tantas líneas de tiempo, lo volvió a encontrar.

Cuando el juego terminó a favor de los locales, Jeon Jungkook salió del campo y en lugar de dirigirse hacia su madre como era decisivo que lo hiciera en esa línea, se detuvo frente al chico para saludarlo.

Aún no tenía sentido, pero pronto lo tendría y quién manipulaba la situación tragó saliva a la expectativa y a la vez de alivio al ver que todo salía acorde al plan casi temblando.

—Oye... yo te conozco, creo —le dijo cuando estuvo cerca—. Estás en mi clase de inglés, ¿O no?

El chico bufó. —Soy Dominic, por cierto, me siento junto a ti desde el semestre pasado.

—Mi error... —Jungkook se pasó la mano por el cuello apenado, nunca fue bueno con los nombres, además recordaba a la maestra llamarle de otra forma—. Lo lamento tanto, en serio, lo había olvidado.

—Oh, no puede ser que seas así de malo con tus fans.

No pudo evitar reírse. Algo en Jungkook le hizo sentirse familiarizado con él, era una variable en la segunda línea y la vez que se lo encontró en esa le había ayudado mucho.

Jungkook aquí parecía ser un chico de buena familia, algo centrado, intachable; sin embargo, la ropa negra, desaliñada y esas grandes ojeras del muchacho le hicieron pensar que tenían algo en común.

No lo sabía pero eran muy parecidos, y entre tantas líneas, en alguna eran iguales.

—¿Eres fanático mío, entonces? —le dijo con gracia. A lo que el chico alzó una ceja.

—¿Parezco alguien a quien le interese el deporte? —repuso con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta, era evidentemente más joven que Jungkook y aun así tenía toda esa seguridad.

Alguien carraspeó detrás de ellos.
—Jungkook, llevamos rato esperándote —le dijo Seokjin viendo con curiosidad la escena—, tu madre está en el auto, es hora de irnos.

—Sí, sí, yo los alcanzo en un rato —le respondió, como restándole importancia al mayor.

—No, ya te dije que no. Vamos al auto, ya. —Seokjin vio con desagrado al otro chico, quién no hizo nada más que verle con ese aire de superioridad que tenía.

Era un poco burdo de explicar; pero las memorias de Jungkook, que lo incluían, aparecieron cuando estaban en San Francisco y fue acorde al momento exacto en el Agustus Min se desmayó en el jardín de los Kim buscando a su amigo.

Dominic era producto de la benevolencia de April a Seokjin en alguna de las líneas, quizá por eso él y Kim jamás se llevarían bien.

—Hazle caso a tu gorila, Jungkook —dijo con ironía—. Te veré después.

Se despidió; Dominic se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el lado contrario ante las miradas de ambos, de Seokjin quién le vio con desagrado, y de Jungkook con curiosidad.

—¿Quién era él? —cuestionó Seokjin molesto.

—Un amigo... creo.

—Uhm... —no le gustó la forma en que respondió como confundido—. Deberías tener cuidado con ese tipo de gente.

—¿Por qué dices eso?

—No discutiré contigo, vámonos —le dijo dándose la vuelta para caminar, al hacerlo se chocó con una persona, y simplemente agitó la cabeza—. Lo siento —murmuró al esquivar al otro para seguir avanzando pero creyó que sus ojos lo engañaron haciendo que su sentido común fallara.

Por un segundo, le dolió el pecho, se quedó quieto y volteó a ver para intentar confirmar si estaba enloqueciendo; pero ya no encontró a nadie más que a Jungkook.

—No puede ser que digas eso de mi amigo —dijo indignado el chico.

—¿Por qué? No parece ser alguien confiable.

—Jin, lo viste dos segundos, ¿Y automáticamente asumiste que era una mala persona? —reprochó, alzando la voz por primera vez desde que se conocían.

Jungkook no pudo evitar voltear a ver mientras caminaba. Podía ser su amigo, pero el universo entero sabía que Jungkook pretendía que Dominic era alguien más.

Seokjin y Jungkook se habían convertido en confidentes de un tiempo para acá, por eso la reacción del pelinegro hizo dudar al mayor.  Era una línea diferente y especial hasta que pelearon ese día.

A partir de allí, las peleas entre ellos ocurrirían en todas las líneas, una y mil veces, sin descanso. En un ciclo interminable.

Interminable.


...

3 días antes de.

La locura obra poco a poco. El tiempo pasa, a cada segundo se pierde una pizca de cordura, y al final, la desesperación se vuelve infinita.

Apenas había amanecido, y en la casa de los Kim se respiraba el estrés en cada palabra.

Todos en ella habían despertado casi a medio día de navidad, y pareció ser completamente normal, de no ser por Jungkook, quien se despertó solo.

Cuando bajó al primer nivel de la casa y los vio allí pensó en que todo estaba bien, que recibiría una mirada molesta de Seokjin porque estaba seguro de que el castaño los había escuchado y que después del sermón comerían recalentado.

Realmente pudo ser así; pero ellos tuvieron la misma interrogante:

"¿Dónde está Taehyung?" Le dijeron, y él no supo qué contestar.

Las horas pasaron, y Jungkook fue incapaz de responder, de moverse de la sala, o de no pasar su vista del reloj a la puerta angustiado.

Y lo peor... fue que al llegar la noche, esa pregunta se volvió más desesperada.

El después de Navidad se acabó en total incertidumbre, luego de que él seguido por los padres Kim salieran a las calles en busca de una pista.

Hoy, el día que sigue de ese, estaban más asustados que nunca.

Seokjin pasaba las hojas de los álbumes familiares intentando elegir una fotografía de su hermano para poner en los carteles de "Se busca".

Mientras Jungkook y Agustus veían nerviosos al padre de los Kim discutir por teléfono.

El hombre estaba cansado, le importaba una mierda lo que le dijeran, nunca se imaginó lo difícil que sería tener que reportar a su hijo como desaparecido. Quizá porque en otra línea no pudo digerir por años la imagen que tuvo antes de enterrarlo.

Los señores Kim parecían ser las personas más irrelevantes de todo el segundo plano, sin embargo, era porque nunca tuvieron que atravesar las mismas situaciones que en la línea original.

Jungkook era como de la familia, sí, y su accidente les había dolido mucho; pero eso no era rival contra el tener que pagarle un médico costoso a Seokjin porque la atención hospitalaria del pueblo era mala, de tener una hipoteca asfixiante por la que iban a perder la casa  y además de que al salir a las calles cada persona en el condado les dijera algo sobre su hijo menor.

Porque los Min, con quiénes habían tenido una gran amistad por años en una comunidad racista, finalmente les cerraron las puertas, y ahora no contaban con ellos para nada, ni con nadie, de hecho. 

No había comida en casa, ni tampoco comunión.

Los vecinos murmuraban morbosamente que el chico Min había sido enviado a enlistarse porque lo encontraron con Taehyung; los rumores tenían en parte razón, y ellos se avergonzaron tanto de él que se dejaron consumir por su bilis.

Fueron tan ciegos, que solo les importó su imagen, y no el hecho de que su hijo despertaba con la nariz sangrando, de que estaba siendo golpeado a diario sin Seokjin para defenderlo, y que permanecía horas en la nieve hasta recobrar la consciencia para luego correr a refugiarse en su habitación sin decirle a nadie.

Incluso la vez que el chico intentó lanzarse del acantilado, y un guardabosques lo llevó a casa al encontrarlo herido en el bosque, le abrieron la puerta y le dijeron que dejara de hacerle más daño a esa familia.

No eran irrelevantes, simplemente, habían sido parte del detonante y ahora parecían extras en una historia donde su hijo estaba siendo feliz.

Pero en ese momento ambos se movían preocupados por la sala sin saber exactamente qué hacer.

April y Seokjin se veían entre sí sin poder mencionar siquiera a la gente del laboratorio mientras una clase de bruma incómoda crecían entre ellos.

Todos se sentían pesados, y de pronto, el sonido del reloj de la sala parecía sonar más fuerte.

Seokjin tuvo una excelente Navidad, no lo negaría. Almorzó muchísimo el día después y para luego correr hacia la casa vecina en donde comió malvaviscos asados frente a la televisión nueva de April.

Él estaba casi en éxtasis con esa extraña amistad que en el fondo necesitaba para que la depresión no lo hundiera, siendo feliz contando juntos los días para poder regresar a la escuela y tomar su último semestre por los cuernos para graduarse con honores, y partir felices a la universidad.

Seokjin estaba siendo muy feliz usando de nuevo sus anteojos hasta que regresó a casa por la mañana y lo primero que sus padres le dijeron fue que Taehyung no había aparecido en toda la noche.

Ahora serio, meditaba qué pudo haber sucedido y solo tenía dos respuestas: se lo habían llevado o Jungkook le había hecho algo.   

En cualquier caso, todo apuntaría a que el pelinegro tenía la culpa independientemente de si los lunáticos tenían algo que ver o no.
Por eso, se sentía intranquilo a su lado.

—Ya llamé a la estación —dijo su padre angustiado—. Dijeron que ha pasado demasiado tiempo, más de veinticuatro horas....

—¿Eso qué? —reprochó Seokjin molesto, la policía de mierda se especializaba en sellar casos como "concluidos" cuando ni siquiera los iniciaban.

—Dijeron que por su edad lo más probable es que esté en casa de un amigo. —El señor Kim negó con la cabeza, al igual que los tres chicos que se vieron indignados entre sí—. Que esperarán a que la alerta de tormenta sea dada de baja para salir a buscarlo.

—¿¡Qué!? Al demonio —dijo Seokjin poniéndose de pie—, son unos inútiles iré a buscar a Taehyung yo mismo.

Era cierto, después de navidad, un viento atroz llegó a la ciudad. Por la fuerza y lo helado del ambiente, la alarma de tormenta se había activado.

No era lo mismo que las lluvias de agosto, las cuales, si bien causaban estragos no eran exactamente mortales, pero la nevasca era tan peligrosa, porque hacía imposible movilizarse, para los enfermos, incluso respirar.

Congelaba carreteras, reservas de agua, dañaba la electricidad y los confinaba a todos en sus casas.

—Jin, es peligroso —le dijo su madre—. No necesitamos dos búsquedas. Oíste las noticias, la nevada empeorará.

—¿Y eso qué? No voy a quedarme aquí sentado mientras Taehyung está quién sabe dónde y en qué condiciones.

Jungkook se levantó rápidamente.
—Yo voy contigo —dijo, pero había puesto demasiada presión sobre su pierna inútil y jadeó un poco de dolor.

El mayor de los hermanos Kim lo vio con
... ¿Enojo?  Era difícil de explicar, quería confiar en que Jungkook no había lastimado a su hermano, que sería incapaz de dañarlo pero no estaba seguro y eso lo estaba volviendo loco.

—No —le dijo serio—, será mejor que te quedes aquí, alguien debe ayudar a papá a tapar las ventanas.

—Yo necesito ir —declaró Jungkook cuando lo vio con angustia—, Seokjin yo...

Al mayor no le importó, y no quería tener que lidiar con él en ese momento.
—Jungkook, mírate la pierna. No podrás avanzar en la nieve así.  —Resopló—. No estorbes y quédate aquí.

Jungkook lo vio confundido; tenía el ceño fruncido porque ese tono de voz golpeó contra su voluntad.

¿Que si el padre de los Kim sabía que algo pasaba entre su hijo menor y el extranjero? Sí.  Cualquiera con dos dedos de frente en esa casa lo sabría.

Pero para un hombre educado con pensamientos conservadores era tan abrumador, que prefería fingir demencia suplicando a Dios que fuera solo alguna clase de capricho. Aunque esperaba profundamente que su esposa no se atreviera a decir nada para no tener que enfrentarse a la realidad.

El mayor de todos aclaró la garganta y se acercó para separarlos porque temió que comenzaran a pelear.

—Seok —le llamó—, ten cuidado. ¿Está bien? Sabes que la gente se altera cuando hay encierro.

—Lo sé, papá. La tormenta los volverá locos a todos. —El chico asintió sin quitar lo recto de sus labios; le dio una mirada rápida a Jungkook y luego a April—. ¿Vienes? —le dijo.

Los ojos de Jungkook se clavaron de inmediato en él, como esperando que lo rechazara pero... aunque quiso no pudo.

Min se levantó del sillón para seguirlo. Las gotas de agua ahora eran pequeños cristales congelados que el viento elevaba por todo el lugar.

Y la niebla era tan profunda, que no se perdonaría perder a sus dos amigos.

—Iré por el auto —le contestó pasando a su lado mientras el mayor tomaba sus guantes y abrigo de la entrada.

Ellos salieron con una misión,  se sintió como si fueran guerreros después de que atravesaron esa puerta y esta se azotó al cerrarse.

Jungkook parecía perdido; el señor Kim no se atrevió a preguntar y caminó en la sala para encender la televisión.

El noticiero de la tarde reportaba exactamente lo que se pronosticó.

—¿Qué tan malo será? —dijo Jungkook apenas murmurando.

—Mucho. La última vez... no parecía ser tan grave y la carretera estuvo cerrada por días.

Las casas eran de madera, y en su mayoría no tenían calefacción; al abrir las ventanas se caían picos de hielo. No, definitivamente no era tiempo para pensar demasiado.

—Entonces, vamos a asegurarnos de pasar la tormenta a salvo —dijo Jungkook.

La naturaleza les acechaba; pero no podían darse el lujo de esperar.

Comenzaron con la comida enlatada que tenían en la alacena y llevaron una gran cantidad de ella al sótano.

Así mismo, Jungkook se aseguró de cubrir los extremos de las ventanas para que el frío no se colara, ni se atreviera a perturbarlos durante la noche.

Y pensó en lo sencillo que habría sido simplemente encender la calefacción de su habitación en su año; pero esa ya no era su vida.  Ya no más, y tenía que adaptarse a lo que tenía.

No le gustaba usar sus muletas aunque sabía que eso podría dañarlo más. Jeon se aseguró de bloquear bien la chimenea mientras la televisión con poca señal continuaba encendida y él veía el noticiero con el temor de ver a Taehyung en el.

Los señores Kim, con el directorio en mano, hicieron llamadas a cada casa y lugar del pequeño pueblo preguntando por el paradero de su hijo.

Ni en la escuela, ni en los locales del centro, ni en ningún otro lugar.

Jungkook temía que sus impulsos hicieran a Taehyung cometer un error; porque el chico que siempre se jactaba de su inteligencia también era el mismo cuyas emociones inexploradas le corrompían al punto de quebrarlo.

Mientras los mayores hablaban, él subió al segundo piso para asegurar esas ventanas, en donde se detuvo en el corredor viendo hacia el techo.

«Taehyung, ¿Estás allí?» Dijo guardando en el fondo la esperanza de que le contestara aunque sabía que el ático estaba vacío.

Él le insistió a Seokjin para que lo revisaran; pero esta vez, no lo encontró.

Solo faltaban un par de días para enero.
Jungkook sabía que muy probablemente el castaño estaba dentro del laboratorio del lago, el mismo lugar donde había estado todas las madrugadas desde inicios de diciembre.

Por eso no se negaría a darle la razón al mayor de los hermanos Kim, le dolía, pues sabía que era su culpa.

Taehyung no hacía cosas insensatas; sino, la sensatez de los demás era muy poca para entender las acciones de Taehyung.

El pelinegro entró a la habitación que compartían, y se acercó al escritorio. Estaba tan molesto con Kim porque esa manía suya de dejar notas nunca le pareció desconsiderada hasta que le dejó una a él.

La había encontrado en la almohada al abrir lo ojos, una tarjeta blanca que decía:

"¿Podrías esperarme... por hoy?" -Taehyung.

No tenía sentido.  Y Jungkook lo único que pudo hacer fue esconder la nota para que el resto de la familia no sospechara el motivo de que Taehyung huyera, y en su habitación solo faltaran sus botas, sus anteojos y su libreta.

Alzó la vista y se fijó en las hojas del calendario.  Esas que Taehyung nunca arrancó, en donde la primera era de agosto.

Tenía un círculo alrededor del día uno y Jungkook pensó que Kim no mentía al decir ser un controlador porque estuvo contando los días, literalmente.

La casilla del cumpleaños de Jungkook ya no tenía un círculo; y le causó tanta ternura ver que el chico se había atrevido a hacerle un pequeño corazón en el.

Y es que hubo días que parecieron ser tan irrelevantes, que se mantuvieron lejos de los ojos de todos, pero que para alguien como Kim Taehyung lo fueron todo.

No sólo estaban sus aventuras, esas cuyos días Jungkook y el universo recordaban fervientemente.

Sino también, en el calendario estaba marcado el día en que compraron mucha ropa para hacerle encajar en la época, y el día que encontraron unos patines en el armario, esos que Jungkook tuvo que enseñarle cómo usar para que el chico no cayera al suelo.

Lo que hizo a Jungkook pensar que si de otoño a invierno habían sido tan felices... el verano los hubiera hecho sentir dueños del mundo.

Deseó con tanta fuerza, con tal intensidad haber nacido cuando él lo hizo, correr hacia Taehyung siendo joven y tomarle de la mano por las veredas verdes del pueblo.

Aunque sea a escondidas, aunque sea por un par de estaciones más para descubrir en su infinita sabiduría cómo lidiar con la vida, y con todas las adversidades que padecerla conlleva.

Porque ser humano significa razonar sobre cada sentimiento, desde el más puro hasta el más dañino. Reproducirlo y saber que si la vida tiene tropiezos estos no duran eternamente.

Su madre solía decirle que las adversidades no eran para siempre, pero... ¿Eso no significaba que la felicidad tampoco? No lo sabía. Aún así, le gustaba pensar que eso era lo de menos.

Jungkook apenas podía caminar bien, y ya estaba harto de ver por la ventana pensando en qué hacer, dónde buscarlo.

A Jeon no le importaba decirlo en voz alta, él no quería irse, no quería. Tenía todo lo que alguna vez deseó.

Entonces, ¿Cuál era el afán de querer hacerlo regresar? Ninguno de los dos estaba dispuesto y Jungkook asentía con la cabeza cuando pensaba en volver a su año porque era Taehyung quién se lo decía.

Cuando en realidad, una parte de él quería verlo entrar por la puerta y reprocharle por ser un imbécil y desaparecer así de repente. Otra... quería abrazarlo y hacerlo prometer que nunca, nunca se alejaría de él.

Quería decirle que huyeran muy lejos sin saber que estaban condicionados.  Pero lo suponía por la forma en la que Taehyung temblaba viendo hacia la casa de enfrente.

¿Estaban en peligro y él no se lo dijo? Sí, era obvio que su pequeño Kim intelectual no creía que él fuera capaz de sobrellevar la verdad. Y lo estaba protegiendo, pero... ¿A qué costo?

Así que aceptar ciegamente las indicaciones de Taehyung era parte de su impotencia. 

Sí, él aceptaría, tomaría cada indicación para llegar al otro lado como lo hizo durante todos estos meses, pero en el fondo...

Quería que Taehyung no lo dejara irse.

Quería que le dijera que lo amaba, y que quería estar a su lado.

Ya lo sabía, pero necesitaba que se dijese para estar en paz.

Jeon Jungkook nunca entendió que el chico se lo dijo una y otra vez, se lo repitió hasta el cansancio.  En su humor extraño, y los besos que dejaba sobre su cuello, en las marcas de su piel y también las de su calendario en dondé hizo pequeños círculos en los días donde había sido tan feliz.

Las anotaciones a lápiz le gustaron mucho, le llenaron de nostalgia hasta que llegó a la última hoja, diciembre, en donde una marca reposaba sobre el día veintisiete del mes.

Era preciso decir que el día que estaba viviendo desde que despertó era uno más desperdiciado; y Jungkook, aferrado a la idea de quedarse, sintió los vellos de su cuerpo erizarse cuando se estremeció de pronto.

Un par de casillas a la derecha, en el espacio en donde el día treinta del mes debería estar, este se encontraba tachado como si hubiese intentando desaparecerle.

—¿Hoy? —dijo para sí mismo—. Tres días antes de su cumpleaños. Hoy...

Negó con la cabeza regresando sobre sus pasos, no tenía mucha fuerza para caminar, por lo que cojeó un poco hasta llegar a las escaleras,  que bajó tan apresurado que por poco y cae en ellas.

Sus músculos se tensaron; quizá fue un mal augurio o su sistema inmunológico siendo afectado por el clima, pero sintió demasiado calor, como una fiebre intensa que parecía buscar consumirle desde adentro.

Los señores Kim le vieron extrañados cuando avanzó por la sala. Parecía ebrio, se chocó con un par de cosas y apenas tomó su chaqueta del perchero de la entrada para intentar salir.

Sus manos dolían y el deseo de abrirse la cabeza para arreglarla él mismo volvió a aparecer cuando el cambio fue demasiado brusco.

«Este idiota... » Pensó Jungkook. «Cree que siempre tiene la razón».

—¿Jungkook, a dónde vas? —le dijo el padre cuando le vio abrir la puerta.  Un ventarrón fuerte terminó de chocar contra la madera cuando los copos de nieve se entrometieron a la fuerza golpeando con la nieve su rostro. —¿Jungkook?

No le contestó; estar consciente era difícil cuando sentía que sus sentidos estaban sometidos a fuerzas eminentemente desconocidas. 

—Los chicos volverán pronto, es demasiado arriesgado que salgas ahora...

—Tengo que encontrar a Taehyung —dijo sin reparar en las consecuencias, sin preocuparse por dejar expuesto lo mucho que lo necesitaba.

—¡Espera!

—No puedo más, no sin él, no puedo. —Las palabras brotaban de su boca con dificultad.

Apenas avanzó un par de pasos en la entrada; pero sus piernas cedieron cuando la náusea intensa le tomó de imprevisto haciéndole caer de rodillas entre la escarcha del pórtico.

Algo estaba cambiando, sí, él lo entendía.  Mas no quería que nada fuera diferente. Le gustaba la casa vieja, y había dejado de necesitar una pantalla para sentirse acompañado.

Se aferró a la idea de que nadie pertenecía a ningún lugar, de que podía elegir a dónde pertenecer. Se lo repitió por meses hasta el cansancio, hasta que se lo creyó. Aun así, la mujer que corrió a ayudarlo asustada no era su madre; y el hombre estaba intentando levantarlo no era su padre.

Ambos lucharon para cargarlo por lo pesado que era, en un intento de hacerlo entrar a la casa cuando su existencia entera tuvo la necesidad de salir corriendo de allí. La brecha se rompió un poco más cuando fue consciente de ello.

Quizá la tempestad crecía acorde a sus temores, porque de pronto comenzó a extrañar mucho el calor del sol cuando finalmente perdió el equilibrio.

Entonces, Jeon Jungkook desvarió en los brazos de esos que no eran sus padres, en el suelo de la entrada de esa que no era su casa, mientras ese que no era su pueblo se llenaba de niebla.

Definitivamente, esa no era su vida.

Era solo una experiencia.

...

En las calles del Condado Mariposa, en California, los pobladores habían abarrotado el supermercado y las pequeñas tiendas de conveniencia.

Kim Seokjin apenas había logrado conseguir un par de cosas que sabía que hacían falta en casa antes de que los locales del centro cerraran mientras preguntaba en cada uno por su hermano.

Le habían dado la vuelta a toda la ciudad y no había ni un solo rastro de Taehyung en ningún lugar. Seokjin nunca fue alguien que demostrara sus preocupaciones pero no podía pasar por alto la ausencia del castaño.

Estaba pensativo, ni siquiera podía sonreír y como cosa rara, había perdido todo el apetito.

Quizá un inocente Seokjin no estaba listo para buscar a Taehyung desesperado; y un culpable Seokjin nunca pudo asimilar el ver a su hermanito dentro de una caja de madera, ese sentimiento lo abrumó aunque no lo hubiera vivido aún.

Ahora se encontraba cansado, en el asiento del copiloto en la camioneta del padre de April Min, mientras el chico conducía hacia el último lugar que les hacía falta revisar.

—¿Crees que Jungkook nos está mintiendo? —soltó Kim de pronto.

Yoongi no le respondió de inmediato. —¿Crees que él le hizo daño?

—Tal vez... creo que—suspiró—Taehyung no es esa clase de chico. No lo sé.

—¿Qué clase de chico? —inquirió con una ceja alzada.

—De la que se marcha sin dejar una explicación —resopló frustrado—. Y tengo miedo de que algo malo le haya sucedido.

—Piensas que fueron ellos... ¿Cierto?

—Yo... uhm... maldición, no tengo ni la menor idea. Y quiero creer en Jungkook pero no puedo.

—Vamos, respira un poco. Lo vamos a encontrar,  —Bajó un poco la velocidad cuando cruzaron hacia la avenida principal y volteó hacia él por un segundo—. Mírame —le dijo cuando articuló con firmeza sus palabras—, todo estará bien. ¿Sí, Jinnie?

¿Qué clase de influencia ejercía en él? Una muy leve pero perpetua sensación de seguridad.

Seokjin asintió; suspiró con fuerza antes de tirar hacia atrás su cuerpo en el asiento. Quizá se estaba precipitando y todo saldría bien.

Volteó a verlo y batalló un poco en encontrar algo para cambiar de tema en un intento de despejar su mente.

—Hablando de otra cosa... Sabes... hice cuentas el otro día y —dijo con duda Seokjin—de San Francisco a Nueva York... son casi dos días de viaje en auto.

April no quitó la vista del camino.
—¿En serio? —El otro asintió—. Son dos extremos del país, no me sorprende.

—Sí, supuse que vernos en primavera para tu cumpleaños sería muy difícil —dijo Seokjin y Min apretó con fuerza el volante—. Por eso pensé que... Podríamos ir a Pasadena en enero, dos de enero, por el...

—Déjame adivinar —interrumpió—. ¿El desfile de las rosas? —dijo.

Aproximadamente cuatro horas de distancia, y muchas flores en todo el lugar. April comenzaba a sentirse mareado y no quería que eso afectara su razonamiento básico.

—Creí que podría ser bonito para los dos —dijo con algo de pena—, ya sabes.

Seokjin se pasó la mano por el cuello, hacía mucho frío y parecía que la capa de hielo era cada vez más gruesa en las calles por el deslizar de los neumáticos, además de lo rápido que los vidrios del auto se empañaron.

April no pudo evitar alzar una ceja y negar con la cabeza.
—Seokjin—le vio serio—, deja de coquetear conmigo, ¿Quieres? Gracias.

—No estoy coqueteando contigo.

—Entonces no me invites a salir, tarado —se burló de él.

—Salir es lo que los amigos hacen, ¿O no?

—Oye, somos amigos pero yo necesito tiempo, ¿Está bien? Parece muy fácil todo con esto de la "alegría" de las fiestas pero... tú todavía me gustas. No es como si de un día para otro  eso mágicamente vaya a cambiar.  Y yo... necesito olvidarte, voy a hacerlo.

—Lo sé...  —apartó la vista un poco culpable—pero quiero ayudar. Sé que puedo.

Suspiró al apagar el motor frente al hospital, volteó a verlo.
—Escucha, Grandote. Te diré algo que mi abuelo me dijo una vez, y que entendí hasta hace un par de días.

—¿Qué cosa?

—Ser amigo de tu ex es como tener una manzana de mascota.

—¿Una manzana mascota?

—No le hace daño a nadie pero no tiene sentido.... tarde o temprano vas a querer morderla.

Se observaron un segundo antes de que ambos comenzaran a reír a grandes carcajadas por lo ridículamente coherente que era eso.
—Somos más maduros que eso, no me jodas. Igual, no me molestan las mordidas.

April alzó una ceja. —¿Ah sí?

—Solo estoy bromeando. Cállate, deja de exhibirnos.

—Está bien, tú eres maduro, pero yo no... —dijo casi por impulso, como si no fuera él quien hablaba. Pero luego agitó la cabeza confundido—. Por eso necesito alejarme.

—Eso significa que vas a ignorarme en enero, ¿Cierto?

—Sí, lo siento.

Seokjin asintió con la cabeza. Y aclaró la garganta.
—Solo para aclarar las cosas, no soy tu ex.

—¿No? —se burló—. Digo, claro, claro, solo somos amigos con derechos.

Seokjin respondió casi por inercia. —Sí —luego reaccionó—. ¡No! Tampoco. No me refería a eso.

—Jin, si me dices que duermes abrazado con todos tus amigos me voy a decepcionar mucho de ti.

—¡Pero en tu habitación hace mucho frío y...! —Resopló acorralado. —Bien, tú ganas, soy tu ex, pero no le digas eso a nadie.

—Será un placer, Señor macho cabrío —dijo victorioso y colocándose su gorro para cubrirse las orejas. —El Nosotros no existe.

—Nosotros jamás pasó —secundó Seokjin.

Ambos se aseguraron correctamente las bufandas y guantes antes de abrir las puertas del auto. Seokjin incluso tuvo que dejar allí sus anteojos porque el aire era tan intenso que en cuestión de minutos le nublaba por completo la visión al empañar estos.

La entrada del hospital se sentía lúgubre, y más por la forma en la que la puerta estaba casi atascada por la escarcha.

Al estar parados allí, ambos temblaron. No precisamente por la helada, sino por la forma en la que el sonido del reloj del universo contra el condado comenzó a ir más rápido, y los violinistas maliciosos que le daban música a su historia se acomodaron con sus instrumentos para presenciar la desgracia.

Porque este ya no era un capricho de violín, era más un Réquiem.

Sonaba como el viento, turbulento, que golpeaba las ventanas al compás de la tormenta de nieve cada vez más fuerte que los amenazaba como si les anunciara el caos y descontrol total.

Con clase, como una elegía a su historia.

Apenas entraron al hospital, Seokjin frunció el ceño cuando se le revolvió el estómago y sintió náuseas. Al dar un pasó, el dolor le caló de golpe desde la rodilla hasta la nariz, como si se hubiese estrellado.

—Oh, mierda —masculló cuando se tropezó e intentó agarrarse de Min para no caer.

—¿Seokjin? ¿Qué sucede? —murmuró confundido, trastabillando lo ayudó a sentarse en una de las sillas de espera de la entrada en el hospital.

Él se quejó con los ojos cerrados. —Es mi pierna, me duele demasiado.

—Debe ser un calambre —le dijo el pelinegro desconcertado—. Quítate el zapato y pon el pie en el suelo, el frío debería ayudar.

Seokjin había entrenado toda su vida, sabía que eso era correcto, así que lo hizo.
—Maldición... —No tenían tiempo para esto—. Ya pasará, tengo que buscar a Tae.

—No —dijo Agustus, de pronto serio cuando al tocarle el hombro volvió a marearse, incluso comenzó a sentirse incómodo cerca de él—. Quédate aquí, yo iré a buscarlo.

El mayor entrecerró los ojos, un poco molesto con su superioridad. April Agustus Min ni siquiera le dio chance a responder cuando se dio la vuelta y le dejó allí solo.

Divagó un poco cuando avanzó hacia la recepción. Tenían que regresar antes de que la tormenta empeorara y pensó por un segundo en que debía volver a arreglar su equipaje para antes de enlistarse.

—Buenas tardes —saludó a la recepcionista—, quisiera saber si un amigo está aquí, lleva desaparecido varias horas.

—Claro, ¿Tienes su nombre o una descripción? —le preguntó pero no obtuvo respuesta.

Min había quedado estático y parpadeó confundido.

Alto. ¿Por qué quería regresar a empacar?
La universidad, él iría a la universidad hasta junio. ¿Cierto?

No, sí, no, ¿Ejército? ¿Qué fotos? No había ninguna moña negra en la entrada. ¿Por qué de pronto estaba tan enojado?

—Yo... —agitó la cabeza. Su amigo, estaba buscando a su amigo—. Su nombre es Taehyung, uhm... es un chico alto, de cabello castaño ondulado, usa anteojos y tendría que haber ingresado después de Navidad.

Ella asintió viéndolo preocupada por su voz gélida y su divagar tan extraño. Se movió a buscar entres sus carpetas, pero no encontró el nombre del chico.

—No lo veo en el registro de urgencias —indicó—. Pero han ingresado varios chicos en las últimas horas, quizá sea uno de ellos.

—Gracias —dijo apenas antes de alejarse del escritorio.

Se sentía pesado, como aturdido así que comenzó a vagar por los pasillos para intentar encontrar a Taehyung en alguno; pero en su lugar, se topó con un gran bache en el camino.

Llegó al área de consulta externa, en donde había varias personas en cubículos separados por cortinas de tela.

Avanzó y luego retrocedió un poco. Entonces se acercó a la cortina para ver con claridad sin poder escuchar muy bien lo que decían.

Él no entendía cómo; y ella ajena a su presencia  respondió la pregunta que el médico le hizo.

—Cumpliré cinco meses la próxima semana —dijo con las manos sobre el vientre mientras el doctor veía su expediente.

—Los mareos no son tan comunes en este punto del embarazo, lo mejor será hacerse unas pruebas y descansar un par de días.

Ella negó, preocupada; se había desmayado en medio de la carretera semanas atrás. Fue muy afortunada de que la conductora del taxi lo notara,  la llevara al hospital y la ayudara a contactar a sus tutores.

Sin embargo, desde entonces sentía como si el mundo entero se le viniera encima.

No sólo por los cambios físicos y sus preocupaciones, tampoco podía dormir, soñaba que la golpeaban hasta sangrar y vomitaba sin descanso.

Lee Sunhee se sentía tan culpable, todo lo que podía hacer era abrazarse y llorar hasta que el cansancio la venciera.

Su bebé estaba bien en esta historia; pero originalmente, el primer golpe lo recibió cuando llegó a Corea, no cupo dentro del vestido de novia. Y después... todo se volvió negro.

Ella nunca conoció a su hijo porque este no resistió la crueldad.

Nunca lo sabría, solo quería irse, eso era lo correcto, necesitaba irse; pero ahora, tenía que esperar para conseguir un nuevo boleto. Era diciembre, y casi todos los vuelos estaban saturados de personas por ser el mes de las fiestas.

—No tengo mucho tiempo, tengo que viajar antes de año nuevo.

Él cerró el expediente y la vio severamente.
—Señorita, lo mejor sería que no viaje —le dijo—. Permiso —terminó retirándose del pequeño cubículo.

Min le vio salir y quiso apresurarse para alejarse también, sin éxito pues ella alcanzó a reconocerlo.

—¿Agustus? —le dijo algo tosca.

El volteó a verla, sin poder articular bien, incrédulo. —Sunny... creí que te habías ido —le dijo, pero sentía una clase de aversión por ella.

Su amiga... ¿Era su amiga?

—Hubo un accidente en la carretera, perdí mi vuelo. Estoy varada aquí hasta Año Nuevo.

Él no quería ser indiscreto; pero su vientre era muy notorio ahora. Al ser delgada, lucía evidentemente grande.

Amigos... sí. ¿Rivales? No del todo, pero en alguna realidad, él le tuvo tantos celos en silencio que chocaron contra sus buenos deseos. Y en esta, ella comenzó a ensañarse con lo que sabía, algo que no era normal.

Yoongi abrió la boca como si fuera a hablar, pero alcanzó a ver a la distancia al adolorido Seokjin que se movía por el pasillo cojeando y preguntando en cada habitación por su hermano.

Ni siquiera lo pensó y la empujó ligeramente para hacerle regresar al cubículo. Entonces, él entró también y cerró la cortina por completo para ocultarlos a ambos.

Estaba mareado, pero el que el hijo de Sunny quedara expuesto ponía en riesgo a su otro hijo.

Antes de que ella le reclamara, colocó un dedo en su propia boca y dijo en voz baja:
—Seokjin está aquí, no puede verte así.

Era lógico; pero contrario a eso, ella se burló.

Así como la actitud de Jeon Jungkook cambió en cada línea y tiempo; las conciencias de los demás comenzaron a perder los estribos.

Desde tiempos inmemoriales, se había advertido ya que la locura era contagiosa.

—Debe ser difícil para ti...  —le dijo Sunhee con una ceja alzada y una expresión seria que su yo joven no debería tener—pensar en el hijo de Seokjin. ¿Cierto?

Yoongi retrocedió. No tenía ningún sentido.
—¿Sunhee?

—Digo, considerando lo obsesionado que has estado con él por años.

Para este punto, el conocimiento de qué es una paradoja debería estar claro: una contradicción lógica.

Las líneas se contradecían y peor, estaban chocando entre ellas.

—No digas tonterías. —Fue allí cuando notó que algo estaba realmente mal, y ninguna de las variables podía hacer nada para frenarlo mientras el tiempo siguiera avanzando—. Fue hace mucho tiempo, ahora solo intento ayudarte.

—¿Ayudarme? —bufó—. Nadie puede ayudarme.

—¿Qué? No, lo hago porque dijiste que no querías que él supiera.

—Lo sé, pero... He reflexionado mucho y creo que llegue a la conclusión de que... tal vez no se lo dijiste porque fueras mi amigo, sino porque... no te convenía.

—¿Cómo puedes decir eso de mí? No tienes ni idea de lo peligroso que es que se sepa.
Jungkook es... —se quedó callado. ¿Valía la pena decir la verdad?

Ella estaba confundida, y el recelo, quizás estaba destinado a existir entre ellos.

—No mientas. Yo tengo una vida lejos que no incluye a Seokjin, y sé que es hipócrita de mi parte; pero, amigo, en el fondo, ambos sabemos que lo hiciste para mantenerlo cerca de ti. ¿O no, chico poemas?

La línea original... él los observó en silencio en esa línea. Porque mientras se escabulló a la habitación de Taehyung, él también notó todo lo que ellos vivieron juntos.

Y no era justo, maldición, no era justo que ella tuviera a la mejor versión de Seokjin sin ningún problema.

Quizá eso hizo a su alma petrificarse; por eso terminó de pudrir a la de Taehyung pero... se supone que él no había visto todo eso al estar rodeado de sus nuevos amigos.

Porqué... ¿Por qué de pronto él sabía todo eso? Él mismo acaba de burlarse de Seokjin en el auto. ¿Por qué de pronto sentía tanta impotencia y envidia?

¿Y Taehyung? Pensar en buscarlo le llenaba de pena, como si fuera su culpa.

Yoongi frunció el ceño y se acercó peligrosamente a ella viéndola con desprecio. Él era una bomba de tiempo.

—Sí, lo quería cerca de mí. ¿Y eso qué? —Le retó—. Ambos sabemos que yo lo merezco más que tú. Que se ríe más conmigo y que tenemos mejores recuerdos juntos. ¿Mejor química le dicen?

—Y aun así... no te eligió. Nunca podría. ¿O me equivoco?

Sus acusaciones le afectaron, la vio con enojo y la tomó del hombro cuando la ira le quemó por dentro. Un gran cambio en la ecuación.

Empujándolo a ser lo que era: un manipulador de primera.

—Eso no impidió que me besara, o que pensara en mí. —Se burló en su cara—.  Estaba tan desolado por tu culpa, y aun así, parecía más confundido que triste. Y regresó a mí, como siempre.

Su pecho tembló porque no recordaba del todo su redención y un beso dulce en el baile; el recuerdo desenfrenado de sus labios sangrando mientras se besaban en el baño del restaurante le aturdió un poco.

—Eres mi reemplazo, no me sorprende.

—¿Soy qué? Yo estuve aquí mucho antes de que aparecieras —sonrió perversamente—. ¡Míranos! Cabello negro, piel blanca, misma estatura—se jactó—. ¿No te parece curioso? Creo que él tiene un tipo o... el reemplazo aquí eres tú.

Él sabía que no era cierto, que Seokjin genuinamente la amaba pero... eso era lo de menos.

Le apretó el hombro tanto que le dolió.
—Suéltame, enfermo —ordenó.

—Somos un enfermo y una mentirosa. Así que creo que es un empate. ¿O no?

—No me interesa competir contigo. Solo quiero largarme de aquí —gruñó alzando el hombro para que la soltara.

—También quiero que te vayas. Voy a salir y lo sacaré del hospital para que puedas hacerlo. ¿Tenemos un trato?

Ella podía ser fría por los gajes de la vida pero él... siempre naturalmente cruel.

Sunhee resopló. —Trato.

Min asintió y asomó la cabeza solo un poco; Seokjin se había quedado charlando con unas enfermeras que sí conocían a Taehyung y quiénes muy preocupadas por él le dijeron que ayudarían a buscarlo.

Luego salió del cubículo, cerrando correctamente las cortinas y avanzó hacia él.

Le sonrió amablemente y Seokjin se removió al verlo, de pronto algo asediado.
—¿Alguna novedad? —dijo cuando se paró junto a él.

—No, de hecho, las señoritas conocen a los bomberos de la estación, ellos son amigos de Taehyung, así que podrán ayudarnos a buscar.

—¡Es genial! —vio por la ventana y dudó un poco—. Jin, deberíamos regresar, la tormenta...

Seokjin sabía que tenía razón, pronto sería demasiado peligroso estar en las calles; pero la idea de Taehyung vagando por ellas le afligía exponencialmente.

—Sí, tienes razón —le dijo—. Hay que irnos.

Agustus Min volteó a ver en dirección al cubículo por unos instantes antes de volver a sonreírle y asentir con la cabeza.

Agradecieron a las enfermeras y después cambiaron juntos hasta la salida de regreso al auto. Parecía que la incomodidad entre ellos crecía a cada paso.

¿Que si había una línea de tiempo donde  eran felices juntos? Probablemente sí, aunque sería muy difícil de decir considerando que en la línea original nunca volvieron a hablarse desde la última vez que Min pisó el Condado Mariposa.

Como todas las líneas producto de la fractura, era una inestable y muy peligrosa. Porque esta implicaría que Jungkook, no cayera al lago, pero al ser él, el causante de la reivindicación entre ambos, eso crearía otro bucle o un millón de líneas más.

Cada suceso tenía una sincronía asombrosa con las demás líneas de tiempo.

Así que el momento en el que salieron del hospital, fue exactamente al mismo tiempo que en la casa del pelinegro alguien encendió la radio.

«...Se pronostica que las temperaturas descenderán por la noche. Aconsejamos a toda la población prevenir, almacenar comida y no salir de casa durante la tormenta...»

La señora Min se persignó después escuchar al locutor y se acomodó su suéter y guantes antes de disponerse a salir al jardín para cubrir sus plantas mientras aún era posible.

Comenzó protegiendo su huerto pero cuando se acercó a la cerca se topó con alguien que le observó con pesar.

Se sobresaltó un poco y luego sonrió aliviada. —Oh, hijo. ¿Qué haces aquí afuera? —le dijo al castaño que caminó lento hacia ella.

La mujer estaba senil, ni siquiera había puesto atención a su nieto preocupado por su amigo desaparecido.

—Señora... Buenas tardes —dijo Taehyung sin dejar de verla—. Yo... venía a buscar algo, ¿Está Agustus en casa?

—Él salió hace rato —ella dudó por la actitud extraña del chico—, puedes esperarlo adentro, si quieres.

—No... de hecho, me gustaría hablar con usted antes—su voz sonaba tétrica.

—¿Conmigo? Oh, no. No sé nada sobre sus cosas, él es muy especial con sus pertenencias.

—Pues... en realidad, quería saber algo más personal. Es sobre su hija. Bueno, o es... más bien su ¿Nuera? No lo sé.

—¿Qué? ¿Cómo es que tú...?

—Nunca entendí eso de porqué lo llamaban así... pero ahora tiene sentido. Su hija se llamaba Yoonji, ¿Verdad?

Ella tuvo un momento de lucidez en el que su hija fue mencionada. Ella rescató una hermosa niña, la crió como a su propia hija. Nunca estuvo de acuerdo con la relación entre ella y su hijo pero... nunca superaría todo lo que vieron por sus experimentos.

—La madre de Yoongi, ella nos dejó hace mucho tiempo. 

—¿Aún guardan sus cosas aquí?

—¿Por qué te interesa?

—Solo curiosidad... por lo sentimental.

—Ella dijo que alguien vendría por sus cosas algún día  —dijo confundida cuando lo tuvo muy cerca—. Pero no... no deberías ser tú.

—Lo sé pero... —Taehyung negó con la cabeza. —Me parece que hubo un cambio de planes.

Taehyung tenía bata blanca, y su cabello permanecía peinado hacia atrás mientras le venía con ambas manos juntas.

Sí, él también estaba loco.

—Aléjate, vete de mi casa —le dijo seria.

—Señora... solo estamos conversando.

—¡No! ¡Vete!

—Esto ya es difícil, no lo empeore.

—Todo este tiempo...  —Ella lo vio con desconcierto—. No están aquí, lo que sea que busques está muy lejos de aquí. Además, es peligroso, mi esposo lo sabía y yo también.

—Su hijo... ¿Él también lo sabe, cierto?

—Él nunca le creyó, y las escondió para que ella dejara de tener esas ideas dementes. Luego ella se... —se quedó callada cuando su memoria volvió a traicionarla.

Taehyung tragó pesadamente y se compadeció de la pobre anciana.

—Señora, no le he dado su abrazo de Navidad ahora que lo pienso —Taehyung extendió sus brazos dando un paso lento cuando la rodeó.

—¿Qué sucede? —dijo ella apenas.

—...Perdón —le susurró Taehyung al oído cuando se vio en la necesidad de recibir su cuerpo adormecido.

Le habían lanzado un dardo, uno pequeño, inofensivo solo para mantenerla fuera del camino por un rato.

Detrás del afamado huerto de la familia Min, apareció Park Jimin, seguido de varios elementos de la fuerza militar.

—Dejen a la señora en el sofá —dijo sin siquiera inmutarse.

Kim Taehyung no era malo, solo estaba desesperado, como todos los demás.

—Promete que ella no saldrá herida —dijo consternado mientras veía cómo se la llevaban.

—No te preocupes, niño. Ella estará bien —El miedo en sus ojos era algo que no podían darse el lujo de tener—.  ¿No me digas que estás arrepintiéndote?

Taehyung tragó saliva. Él quería ser un científico. ¿O no? Bueno, lo había logrado.

—Jamás —dijo seguro.

Jimin asintió complacido con la seguridad del chico. Era momento de hacer que todo fluyera.

—¡Señores! —gritó llamando la atención—. Hora de catear esa casa —ordenó al resto de su equipo, con firmeza, como solo un verdadero desalmado lo haría—. Buscamos unas cartas.  ¿De acuerdo?

Park Jimin de la segunda línea era todo lo que no fue en la otras: decidido, calculador y poderoso.

Estaba mal, sí, pero nada se interpondría entre ellos y la posibilidad de arreglar el destino.

Ni siquiera el profesor Kim, quién había caído en la artimaña más baja de todas, o bueno, quizá fue culpa de su ego al subestimar a los dos jóvenes inocentes quienes habían faltado a su lealtad. 

Porque por sí solos, ninguno era una amenaza real; pero juntos, habían terminado por encadenarlo dentro de la sala de contención del laboratorio.

Ninguno de los dos estaban dispuestos a seguir órdenes de un lunático; así que con sus cartas, su equipo y sus anotaciones habían decidido hacer algo impensable.

Sí, Kim Taehyung había decidido hacer su propio experimento. Y Jimin, oh, él definitivamente haría todo para ayudarlo.

La casa de los Min se vio invadida cuando comenzaron a buscar meticulosamente en ella, dándole vuelta a los cajones de la cocina y a cada armario.

Esa familia tenía demasiados secretos; desde el embarazo de su hija adolescente por causa de su hijo. O el hecho de que siempre supieron que viajar en el tiempo era casi posible.

El ruido de las botas en las escaleras de madera resonaron cuando comenzaron a revisar la parte de arriba. Taehyung solo podía pensar en lo mal que estaba esto, y lo bien que se sentía.

Kim nunca lo sabría pero a otra versión de él le habría gustado tanto romperle las ventanas, y la nariz a Agustus por ser deshonesto y usarlo de la peor forma.

Todos tenían algo oscuro en el interior. Por todos se complacen de dañar almas inocentes, y Taehyung... cada vez tenía menos miedo de bailar sobre la orilla del acantilado de su cordura.

Ese poder le hacía sentir casi drogado cuando todos lo obedecían, mientras buscaban en el lugar.

Incluso buscaron en una librera, que al moverla causó que el marco de una foto cayera, haciendo que se partiera el vidrio.

Taehyung se fijó en la fotografía detrás del cristal roto, la cual era de su amigo de pequeño junto a su padre y un gran árbol partido a la mitad. Entonces abrió los ojos cuando unió los puntos.

—¡Alto! —gritó llamando la atención de todos—. Deténganse. 

—¿Qué te pasa? —dijo Park acercándose molesto.

—Esto está mal, no están aquí. No pueden estar aquí. Es posible que ni siquiera existan, pero de hacerlo, créeme que no estarían aquí.

—Al punto, Kim.

Los padres de Yoongi, hermanastros, era probable que él también supiera más de lo que debería y se quedara callado.

«Si fuera un tipo ocultando cosas de mi familia en este pueblo. ¿Dónde lo haría?» Pensó.

—Están en el bosque —dijo convencido.

—¿En el bosque? Ella lleva catorce años muerta, el papel no sobreviviría a la humedad de la tierra, además...

Taehyung lo calló. —Nunca dije que estuvieran enterradas —declaró serio.

Se vieron entre sí cuando Jimin recordó los días que permaneció secuestrado.
—No puede ser... —murmuró.

—Están en el aserradero —Taehyung se pasó la mano por el rostro—. Deben estar allí o nos jodimos.

Ya no eran solo un par de violines, era toda la maldita orquesta la que acompañó a los infractores del tiempo cuando se movieron de regreso a sus vehículos para dirigirse al bosque.

Los segundos estaban contados; el minuto cuando encendieron los motores fue el mismo minuto que retrasó a Seokjin y April en el semáforo y fue suficiente para que no se cruzaran.

Cuando llegaron a su calle, lo primero que llamó la atención del pelinegro fue la puerta de su casa abierta y el montón de marcas de neumáticos en la nieve.

Los vecinos tenían cerradas todas sus cortinas por la tormenta; él sintió que vomitaría cuando se estacionó abruptamente antes de abrir la puerta del auto y bajar para correr hacia su casa.

Encontró exactamente lo que temía. Todo revuelto, la sala hecha un desastre y su abuela con los ojos cerrados en el sillón.

—¿Qué jodidos pasó aquí? —dijo Seokjin cuando se acercó a la entrada.

Min se movió inquieto por todo el lugar viendo platos rotos en la cocina y luego volvió a la sala para arrodillarse junto a la mujer.

—¿Abuela? —le llamó moviéndola un poco—. ¿Abuela?

Abrió ligeramente los ojos y él respiró aliviado; estaba muy asustada y confundida, como todos.

—Querían llevárselas —murmuró ella—. Pero no están aquí.

—¿Qué cosa? —dijo asustado.

Seokjin alzó la vista viendo a su alrededor; sentía una clase de escozor en todo el cuerpo, como un mal presentimiento o más bien, mucha ira.

Aun así, se acercó a ellos preocupado.
—No pueden quedarse aquí —dijo serio—. Hay alerta roja por la nieve. —Seokjin se cruzó de brazos.

—¿Y qué se supone que hagamos? —hastiado—. ¿Acampar? No puedo dejar todo así.

—Ya habrá tiempo para limpiar. Cerraremos todo aquí, e iremos a mi casa.

—Pero...

—No te estoy preguntando —le dijo, con el ceño fruncido y molesto con él por quién sabe qué. Ni siquiera él lo entendía.

En contra de lo que quería, Yoongi terminó cerrando las ventanas y ambas puertas para que juntos cargaran a la abuela del menor hasta la casa de los Kim.

Seokjin podría haberlo hecho solo pero le dolía demasiado la espalda y todo su cuerpo tenía comezón. 

Tocaron la puerta porque no debía soltarla para sacar sus llaves; y después de unos minutos su madre salió a abrir.

—¿¡Señora Min!? —dijo asustada—. ¿Qué le sucedió?

—Entraron a robar a mi casa, la encontré así —intentó explicar Yoongi.

Seokjin alzó la vista después de que la dejaran en el sofá. La chimenea estaba bloqueada porque la nieve podría colarse por allí, y las ventanas aseguradas.

Pero faltaba el chico que se encargó de que la hipotermia no fuera a matarlos.

Se movió hacia la cocina y se encontró a Jungkook temblando cerca del desayunador.
Estaba sudando y parecía que tenía fiebre.

Regreso sobre sus pasos hasta la sala.
—¿Qué le pasa a Jeon?

—Ha estado vomitando todo el día —contestó su padre—. Estaba delirando, comenzó a decir cosas sin sentido.

—Debe ser cansancio... —murmuró Seokjin—no ha dormido nada en dos días.

Quizá debió despertarlo; pero no lo hizo, estaba molesto con él. Así que lo dejó solo en la cocina.

Al regresar a la sala, notó que su madre había llevado a la señora Min a la habitación de huéspedes para que descansara porque estaba desvariando.

Después, la mujer caminó hacia su propia habitación en donde observó con desdén la ventana.

Por supuesto que le dolía perder un hijo, pero ese sentimiento era algo que ya conocía; impotencia, desolación... culpa.

Una infinita culpa cuando por un momento se sintió abrumada y se maldijo a sí misma por haber rechazado a Taehyung.

Por no haberlo cuidado cuando comenzó a sentirse mal y él desprecio con el que lo trató durante semanas.

No había hecho todo eso aún, sin embargo, sentía que sí.

Al igual que el padre del chico, y su hermano, el cargo de conciencia los estaba carcomiendo.

El reloj corría, y cada vez era más difícil predecir el siguiente cambio. Más cuando el equipo militar por órdenes de Kim Taehyung forzaron la persiana del antiguo aserradero para entrar irreverentemente.

Taehyung había hecho una parada en la escuela antes de llegar allí. Pues debía tomar su preciada libreta de su escondite secreto. Además de que necesitaba mucho papel y un mapa.

Así que luego de tomar su libreta del interior del piano, se dispuso a realizar un par de ajustes mientras los demás buscaban.

Esa bodega era completamente metálica, pero él necesitaba más piezas y también mucho vidrio.

Vio como tiraron la puerta de la vieja oficina, y comenzaron a revolver las cosas.
Observó la cama en el fondo, pensó que era extraño, pero se le hizo familiar aunque nunca había dormido allí.

Así que agitó la cabeza y se enfocó en su trabajo incluso si el frío intentaba desconcentrarlo.

Uno de los agentes se detuvo cuando de entre los cajones del escritorio encontró una caja atada con cuerdas.

¿April Min las había visto antes? Sí, pero nunca supo qué eran. Él jamás aprendió a leer el idioma en que estaban escritas, y las guardó, simplemente porque le gustaba esa caligrafía.

Jimin se acercó a verla y abrió la caja desesperado para dejar caer el contenido sobre su escritorio; lleno de éxtasis y supremacía cuando abrió la primera y supo que él tenía razón.

Las tomó todas, y se movió afuera en donde se encontró a Taehyung  en el suelo viendo el mapa fijamente.

—Oye, Kim —le dijo dejándolo caer las cartas allí cerca—. ¿Tu cerebro aún funciona?

—He tenido al equipo trabajando como locos dos días, ¿Tú qué crees? —El castaño le sonrió cuando esas ilógicas e improbables ideas les unieron.

—Cumplí con mi parte del trato, ¿Qué sigue?

—Encajar las piezas —se acomodó los anteojos—, necesito abrir el vórtice.

—Pero el lago...

—Olvida el lago, no es confiable. No podemos arriesgarnos a darle más relevancia a algo que nunca pudimos controlar.

—¿De qué hablas?

—Todos estos años... me parece curioso que ninguna persona haya caído en él.  Creo que ha pasado otras veces, pero quizá se hayan ahogado en el lago.

—Eso sería...

—Ilógico, ya lo sé; pero sigue siendo una posibilidad. No me interesa, si no puedo manipularlo entonces no me sirve.

—¿Realmente piensas que puedes viajar así en el tiempo? ¿Avanzar en la línea?

—No quiero ir hacia adelante, Park. Voy a saltar entre ellas.

Taehyung iba a lograrlo, estaba destinado a lograrlo la mera existencia de la tercera línea como la conocían dependía de eso.

Por cada cable que conectaba correctamente, las líneas se acercaban más y más, hasta casi mezclarse para que fuera posible pasar de una a otra. Bueno, si es que aún no estaban mezcladas ya.

—¿Y cómo vas a hacer eso? Más masa es...

Taehyung rodó los ojos. Él no necesitaba que le explicaran cosas básicas.
—Es igual a más peso y por lo tanto necesita más energía. Ya lo sé.

—¿De dónde vas a sacar eso?

—Sabes, hace tiempo... me ofrecí a ayudar con el cableado e iluminación del pueblo.

—Sí, por eso sabes cómo funciona la terminal eléctrica de la ciudad.

—Pero... ¿Sabes por qué estaban recableando? —Jimin negó—. Porque buscaron probar otra forma de energía y fallaron, por eso fundieron varias estaciones.

—¿Y eso bueno?

—¿Para mí? En este momento, sí. —Extendió su mapa sobre la pared y señaló—. Dejaron sus torres en el extremo del Condado.

—Alto, ¿Otras torres? —Taehyung asintió y señaló una raya más allá de las montañas del acantilado.

—Esas torres están aquí;  las bobinas que hicieron ustedes están del otro lado, en el lago, y el estabilizador en mi casa está en el otro extremo.

Al hacer tres puntos en los respectivos lugares y unirlos se pudo ver un triángulo.
—Estamos en el medio —dijo Park impactado.

—Incluso si fallan... las bobinas de emergencia que tengo en la piscina de la escuela ayudarán. Tenemos media hora antes de que la temperatura bajé más. Quiero que vayan y las enciendan. Tendremos un rayo y lo voy a guardar.

—Pero... no es posible. No hay rayos en la nieve porque el aire es frío.

—Son molinos defectuosos, Park. Energía eólica monstruo. Cuando haya aire caliente a media tormenta ¿Qué crees que pasará?

Park Jimin se inquietó por la forma en la que respiraba agitado y todo ese conocimiento que le daba la pauta a tener a todo un equipo federal de científicos superdotados haciendo un vórtice a escala.

—Todo esto por un chico... —dijo como juzgándolo.

—No es solo un chico. Es... el único comienzo que conozco.

No tenían tiempo, el lago era exactamente lo que Taehyung dijo que sería, agua helada con trozos de hielo tan enormes como una casa flotando mientras se congelaba por completo.

Cualquiera creería que ellos intentarían lanzarse al lago. Pero Taehyung no tenía planeado repetir los errores de sus antecesores, se negaba a ser igual. Se trataba de reformular, de reinventar.

Taehyung era el nuevo creador.

El equipo de soldadores se movió veloz cuando se encargaron de unir las piezas de metal para formar una especie de puerta en el centro de la bodega.

Sabía cómo generar el vórtice, y sabía cómo contenerlo; un agujero de gusano era una gran teoría para viajar en el tiempo, sí, pero era inútil si solo podía usarse en un sentido. Todo este tiempo pensó que podía no solo redirigir la energía, sino también re-usarla para concentrarla.

Sin siquiera pedirlo Park se tomó la libertad de darle las carpetas que el profesor Kim usó para su investigación y con su propia libreta, que ya no le importaba exhibir en la mano,  Kim Taehyung se sentó en el piso de la bodega con todos trabajando bajo sus órdenes. Abriendo carta por carta mientras se dedicaba a unir las tres teorías.

Porque Yoonji creyó que podría jugar con el hiperespacio y la gravedad, Namjoon contempló cómo crear una brecha en el espacio-tiempo; y Taehyung... él sabía cómo controlar la energía para lograrlo.

Por meses, sintió que le faltaban partes pero ahora... tenía tantas respuestas que comenzó a sudar cuando encontró otra alternativa.

El tiempo es relativo porque está ligado a la percepción del individuo; así como el castaño que no remedió en el cielo que se oscureció cuando la muy pesada noche les cubrió.

El contador seguía corriendo cuando puso todo su empeño en traducir los apuntes en esos viejos papeles. Se supone que cada vez tenían menos tiempo, los segundos se desvanecían por cada voltio que se elevaba; y pronto habrían perdido otro día más.

Y el sudor en su frente, pese al frío, sumado a la carga mental que tenía cuando comenzó a marearse le hicieron sentir que sus minutos volaban.

A diferencia de aquéllos, que atrapados en  la casa de los Kim por la tormenta, respiraban un aire casi tóxico, en un ambiente lleno de estragos.

Mientras el señor de la casa caminaba inquieto en la cocina haciendo llamadas para intentar conseguir más información sobre el paradero de Taehyung.  Jungkook estaba adolorido, no solo físicamente sino también emocionalmente.

Se había despertado hace poco, era casi medianoche y el viento azotaba las ventanas tanto que estas crujían. Caminó hacia la sala para encontrarse con Seokjin fumando allí como si no importara y a Min viéndole con molestia.

En ese momento, cuando los científicos se movían por la ciudad encendiendo todas las torres, la respiración de Jungkook se pausó por poco y su saliva se volvió difícil de tragar.

En simultáneo, porque todas esas partículas coexisten en el mismo instante. Se sentó en el sillón abatido cuando se mareó.

Había dejado de recordar su vida ejemplar por un segundo; intentaba aferrarse a la imágen de Taehyung, pero sin él allí, los tormentos, las palizas, las manos que lo tocaban, todo, todo lo malo de su existencia se sintió real de nuevo.

Los cambios eran cada vez más incontrolables; ya no había un guión, y por cada pieza que los científicos armaban correctamente las líneas parecían poco a poco reafirmarse en una sola. Como un puñado de hebras de un largo cabello trenzado.

Seokjin estaba en el sillón del centro; al voltear a su izquierda podía ver a Jungkook y lo encontraba culpable de que su hermano no estuviera; pero al voltear a la derecha, veía a Agustus y lo encontraba igual de culpable.

No sabía qué sucedía pero comenzó a temblar.
—¿Podrías apagar eso? —le dijo Jungkook a Seokjin refiriéndose a su cigarrillo.

—¿Por qué? —repuso con una ceja alzada—. ¿Te molesta que fume en tu casa? Ah, no. Espera, es mi casa, no tuya.

—No me vengas con esa mierda; las ventanas están selladas, el humo va a jodernos a todos. —Jungkook entrecerró los ojos porque este Seokjin no le agradaba del todo, pero intentó ser racional y dejar de pensar en cosas que no estaba seguro de que existieran.

El castaño gruñó y dejó caer la colilla del cigarro, y lo pisó sin importarle la alfombra que dejó manchada. Estaba frustrado, sumamente abatido y no podía pensar con claridad, veía a Jungkook y quería odiarlo, quería golpearlo por arrebatarle cada cosa que fue importante para él, pero a la vez... quería decirle que él también estaba muy asustado de que se hubiesen llevado a Taehyung. 

Agustus Min, los observó atento y con sus conocimientos limitados sobre los cambios en el tiempo lo entendió; se quedó callado cuando la presión en su pecho se fue más grande que la del resto.

Todos estaban jodidos; pero no lo suficiente.

Las fuerzas del destino actúan como la gravedad, haciendo que entre más pesada fuera la consciencia del infractor, más rápida  la caída. Ninguno de los tres había cedido del todo aún hasta que allí, Min hizo algo que no debía.

No le dio importancia a las peleas de los otros dos; en lugar de intervenir, subió a la habitación del castaño menor cuando creyó que nadie le veía y abrió la puerta sin pensarlo mucho observando todo con cautela y un poco de alevosía.

Se sentó en la cama y se observó las manos por mucho tiempo, notando las cicatrices de las espinas del rosal que nadie curó en ellas.

Taehyung... él lo rescató. Tal vez, no lo sabía, solo se le ocurrió de pronto.

Pensó en que sería muy fácil y entretenido enseñarle cosas al inocente Kim para ponerlo en contra de su hermano... pensó que ver desesperado a Seokjin gritándose con sus padres por su culpa sin tener que mover un solo dedo era satisfactorio.

Su colapso fue tan grande que de un instante a otro estaba seguro de que sin camisa, Taehyung y Seokjin se veían igual de espaldas.

—¿Qué haces aquí? —dijo Seokjin desde la puerta causando que se sobresaltara un poco.

—Yo... —divagó inquietud—nada. Solo recordaba cosas.—Oh... pero él no era el único cuya barrera de la realidad se estaba rompiendo.

—No tienes derecho de estar aquí, fuera de la habitación de mi hermano —le ordenó.

—Oh, ¿Ahora ya no soy bienvenido? —dijo con gracia.

—¿Qué le hiciste a Taehyung? ¿Dónde está?

Yoongi se puso de pie, y se acercó a él.
—¿Yo? ¿Qué se supone que tengo que ver yo en esto? —Pasó a su lado para salir de la habitación pero Seokjin le siguió por el pasillo hacia las escaleras.

—¡Sé que le hiciste algo! —le gritó en las escaleras—.  ¡Eres un cobarde de mierda, Min!

Si había una línea en la que se amaban profundamente, también había otra en la que se odiaban a muerte.

Y el causante de todo, Jeon Jungkook, apenas pudo ponerse de pie cuando les vio pelear en las escaleras.  Min llegó al primer nivel de la casa y volteó a verlo, alzando los brazos.

—¿Un cobarde, yo? ¿¡Por qué no te dices eso a ti mismo, Jinnie!? Si Taehyung huyó fue tu culpa. ¡Tú lo dejaste solo!

—¡No es cierto!

Jungkook parpadeó confundido.
—¿Chicos? —les dijo. Seokjin apenas pudo bajar las escaleras por el dolor que tanto en él como en Jungkook persistía —. ¿Qué sucede?

Ninguno de los dos le prestó atención. El aire azotó con tanta fuerza, y las aspas de las torres de energía se movieron exactamente de la forma en la que Taehyung esperaba.

Kim Taehyung, con toda su cordura sobre la mesa ordenó que se le consiguiera un traje de caucho para poder disponerse a comprobar sus teorías. Había entendido que no existía un futuro, ni un pasado, solo un presente sobre el que toda la existencia se movía.

Comenzó a vestirse con este mientras Jimin se colocaba los anteojos protectores y ajustaba los controles. Tenían gente en cada punto de trabajo y nada podía salir mal aunque no tuvieran mucha preparación.

Por eso, cuando Kim logró conectar su nueva creación a la energía de las torres y la de la ciudad, las luces de toda California parpadearon.

Quizá por la tormenta causando estragos, sus experimentos o por Jungkook respirando agitado sin entender por qué de pronto los mejores amigos se odiaban de nuevo.

—No me vengas con esas mierdas, Min. Arreglemos esto como adultos, ven, golpéame, pelea por una vez en tu vida.

—¡Ja! ¿Ahora quieres pelear? No me hagas reír. ¿Acaso me darás otro beso después?

Seokjin se acercó a él y lo empujó, al hacerlo, sus recuerdos rozaron ligeramente la primera línea.

—Yo no soy un homosexual de mierda.

—¿Qué hay de Taehyung? Oh, él es tan inocente.

—Te juro que si le pusiste un dedo encima a mi hermano, te voy a matar.

—¿Y qué si fue así?

Jeon Jungkook, el inestable, frunció el ceño cuando le escuchó burlarse. Él no sabía toda la historia pero se llenó de rabia al escucharlo insinuar algo así.

—¿Que hiciste qué cosa? —dijo acercándose a ellos pero nadie le respondió—. Agustus, ¿Qué le hiciste a Taehyung?

El ambiente se sintió pesado cuando la ira de dos hombres que amaban con intensidad al chico ausente recayó sobre el tercero, que en esa línea era inocente pero en las demás era una sombra.

—Nada que tú no hayas hecho —le dijo a Jungkook, Min estaba como poseído—. Taehyung haría lo que sea por un poco de afecto, ¿O no, Jungkook?

—No... él no es como tú —dijo Jungkook, quiso acercarse para golpearlo pero Seokjin lo detuvo.

Ninguno de los dos podía moverse muy rápido, estaban igual de adoloridos. Y Min se divirtió ante la mirada de ambos.

—No metas a Jungkook en esto, ¿No te bastó con humillar a mi hermano, con repartir esas fotografías por toda la escuela? ¿Con tocarlo?! Él iba a irse. ¡Le jodiste la vida!

Jungkook siempre quiso saber en qué momento fue que la vida de Taehyung entró en decadencia, y al estar allí, en medio de ambos, lo descubrió.

—Eso es, defiéndelo —le dijo a Seokjin—. O mejor aún, pregúntale a Jungkook por qué Sunhee no quiso estar contigo.

—¿Qué? —Seokjin volteó a ver al pelinegro.

—¡Vamos, Jeon! Dile a Seokjin que hiciste muchas cosas para separarlos, que le rompiste la ventana al auto y que trataste de ponerla en su contra.

La realidad estaba colapsando, y Jungkook  titubeó sin saber qué decir o cómo actuar.
Sabía que esto no era del todo real, ya no recordaba, pero aún así su pulso se aceleró.

—¿Jungkook? —murmuró Seokjin.

El susodicho intentó buscar otra salida. Taehyung se lo dijo muchas veces; él había aprendido a manejar sus recuerdos lúcidos para que no lo enloquecieran pero los otros dos... no. Nunca estuvieron en contacto con sus otras versiones tanto como él.

—No lo escuches —dijo Jungkook retrocediendo—, las líneas le están afectando, quiere confundirnos

—¿Líneas? ¿De qué estás hablando? —Seokjin no sabía qué pensar, parte de su memoria estaba sumida en una profunda depresión.

—Ah, sí, ese detalle. Jungkook viene del futuro —soltó Min de golpe—. ¿Por qué crees que están siguiéndonos? Es su culpa.

—¡No lo escuches, Seokjin! ¡Es peligroso!

El padre de los chicos salió de la cocina y los observó a todos, incrédulo.
—¿Qué le hiciste a mi hijo? —dijo viendo a Jungkook.

—Se llevaron a Taehyung por su culpa, él lo involucró a él y nos arrastró a todos—dijo Min—. Ni siquiera debería estar aquí.

—Tú tampoco —le respondió Seokjin.

—Señor —dijo al padre de los chicos—. ¿Alguna vez le conté de la vez que Seokjin casi me dejó morir en la calle? —Volteó a ver a Jungkook—. O quizá deberíamos hablar de que el estudiante de intercambio no es quién dice ser.

—¡No lo escuchen! —repitió Jungkook—. Nos hará colapsar a todos.

—Jungkook, dínos qué es lo que hay en el lago. Estás aquí fingiendo que esta es tu vida cuando no te detuviste a pensar ni por un segundo en la forma en la que esto está destruyendo a Taehyung. ¡Vamos, hazlo! —gritó con tanta fuerza que parecía estar dolido—. ¡Hazlo!

Parte de él estaba preocupado por su amigo, otra quería venganza y una muy pequeña le decía que parara, que estaba dañando todo; pero su boca se movía sola. Todo era tan contradictorio.

—¡Min Yoongi! —gritaron desde arriba haciendo que todos voltearan a ver hacia las escaleras—. ¡Basta ya!

—¿Abuela? —murmuró al verla tan seria y erguida como nunca en años.

La señora Min bajó lentamente las escaleras mientras todos la veían.
—Está pasando, lo va lograr —dijo—. Pasó antes, y no lo han entendido aún. Todos estamos atrapados.

El mayor de todos avanzó hacia ella. —Señora... —intentó hablar pero no tuvo oportunidad cuando los ojos fijos de ella se clavaron en él.

—Eres un mal padre, Kim... —avanzó sin vacilar—. Tu esposa y tú.... A ustedes no les importó el chico, así como a mí no me importó ella hasta que ya no estuvo.

—Abuela, por favor... ¿Qué sucede?—dijo Agustus.

Todos estaban confundidos mientras la lástima en los ojos de la mujer era contundente. Ella observó a su nieto por un segundo.
—Tú te irás... tienes que irte. Antes fue tu culpa y si se repite también lo será—dijo sin dejar de verlo, para después parpadear abruptamente—. Lo que enloqueció a tu madre, va a enloquecerlo a él también.

—¿A quién? —dijo Seokjin, quién empezaba a creer en la palabra de los desquiciados.

—Me alegra mucho lo de tu pierna, hijo. Pero no durará.

—¿¡Enloquecer a quién!? —repitió Seokjin, el silencio después de su voz fue desgarrador.

Pero ella hablaba calmada, y su voz fue ambigua cuando dijo:
—El chico Kim tiene que lograrlo o nunca lo entenderá.

Seokjin pensó que a lo mejor... todos sus sueños, y los secretos del pasado tenían más relación de la que él creyó.  Incluso el Seokjin adulto que se desmayó fuera de la estación de policía, por un momento soñó haber vivido esto.

Era demasiado extraño, porque los recuerdos que le quemaban ya no eran los únicos. Eran miles, al lado de esos recuerdos tan amargos, había otros que sabían a algodón de azúcar, y algunos como un habanero.

Era igual para todos en esa habitación; incluso para los que estaban más allá de esa casa. Ya sea Lee Sunhee,  Kim Namjoon o  los habitantes del Condado Mariposa quienes sentían haber vivido muchas historias en una sin ser conscientes del todo.

Porque cada paso de Jeon Jungkook en ese pueblo, y cada beso que plantó en las mejillas de Kim Taehyung a escondidas, desencadenaron cientos de otras situaciones en las que todos estaban involucrados

Todo el Condado era una gran mariposa, cuyas alas se batían al compás de los habitantes, y del clima, tan cambiante como sus deseos.

Jeon Jungkook frunció el ceño y se acercó a las escaleras, donde una mujer senil y aparentemente insignificante como ella hablaba como si supiera todo.

Ella siempre creyó que sería Seokjin, pero este fue débil; Taehyung, por otra parte, tenía un espíritu tan aventurero, tan puro y una desbordante inteligencia que cuando ella los notó jugar con el otoño desde la ventana de su casa supo que se había equivocado.

Incluso en la primera línea, en donde la ciencia y los descubrimientos nunca llegaron a manos de los Kim, ella siempre supo que Taehyung era peculiar.

Habían cien líneas, pero todas volvían a unirse justo allí. O bueno, pronto lo harían.
—Señora... por favor no —le dijo Jungkook cuando intentó detenerla, pero ella solo le sonrió con pena. Ya había visto a la chica vagar por la ciudad, y lo sabía todo, todo.

—Tu hermano y tú... —sentenció —. Ya no deberían estar aquí.

Jungkook retrocedió asustado; Taehyung sabría exactamente qué hacer, pensó, pero Taehyung no estaba allí, y lo único que podía hacer era contener sus lágrimas de desconcierto.

No entendió lo que quiso decirle, al menos  no al instante. Y la parte humana de Min quiso decirle la verdad pero no lo hizo, porque en el fondo sabía, que si se encontraban, uno de los dos moriría. 

Las luces comenzaron a parpadear intermitentes causando el revuelo de todos, Jungkook alzó la vista e intentó controlar su respiración. Tembló, parecía que iba a desmayarse.

Estaba muy lejos de saberlo, pero un par de kilómetros más allá del bosque Kim Taehyung, quien alguna vez fue un chico idealista que lo único que quiso fue que sus experimentos no fracasaran, se quedó de pie frente a su nueva creación.

—¿¡Torres del este!? —dijo Taehyung sin temor.

—¡Encendidas! —le respondió uno de los tantos asistentes que se habían convertido a sus órdenes.

—¿¡Hélices del Norte!?

—¡Todo listo! —dijo ahora Jimin, quién encendió todos los botones de los controles cuando Taehyung se ajustó la máscara y respiró profundamente.

—El estabilizador... —murmuró apenas pensando en su casa, su familia y todo lo que estaba dejando atrás.

—Está en sintonía, todo está preparado, Kim. —Fue un segundo que se sintió eterno en el que el castaño suspiró antes de asentir cuando todos dentro de la bodega alzaron los interruptores para encender el vórtice.

Con la mirada seria, y su respiración pausada, Kim Taehyung quiso pedir por protección al cielo; pero había negado a Dios por años y sabía que de existir, tampoco le agradaría mucho lo que estaba por hacer.

—¡Señores! —exclamó—, así es como se siente hacer historia.

Todos los ayudantes abrieron la boca a la expectativa cuando la luz en el centro de la bodega resplandeció en esa puerta metálica.

Ese momento, en el que el campo eléctrico se extendió por toda la ciudad y la concentración de este empezó a intentar dividir la realidad, fue exactamente el mismo en donde todas las miradas se clavaron en Jungkook y su corazón casi se detuvo.

Simultáneamente a cuando las luces del pueblo entero parpadearon enloquecidas y todos dentro de la casa de los Kim vieron con horror cómo toda la estructura de la misma parecía temblar.

A Jeon Jungkook le faltó el aire cuando Kim Taehyung dio un paso al frente.

Aún faltaba un último impulso según los cálculos de Kim y este llegó, cuando Jungkook colapsó frente a todos en la sala de la casa, dejando fluir una gran cantidad de energía brotó de él repercutiendo en el estabilizador del techo.

Taehyung tragó saliva al ver que según el voltímetro se alcanzó el nivel exacto de energía para atravesarlo.

Ellos no tenían futuro; pero no lo necesitaban cuando el presente les pertenecía.

Preguntarse por una eternidad cuando se cuenta con un solo día no tiene sentido. Pero es sublime, porque ese "hoy", se convierte entonces en un "por siempre".

Como partículas entrelazadas. Ellos se amaban devotamente. Y para desgracia del universo, estaban atados de una forma que nadie nunca entendería.

Hasta el final de los tiempos, o al menos, hasta que el por siempre se derrumbe.

Así que Taehyung no dudó más, y atravesó el umbral sin detenerse a pensar en las consecuencias.

Toda esa corriente atrajo algo que era casi imposible: un rayo en una nevada. Cuando la corriente se disparó por todo el cableado eléctrico del Condado Mariposa, en donde los fusibles y casi cualquier aparato conectado a la electricidad explotó echando chispas hasta dejar todo sumido en la completa oscuridad.

Jeon Jungkook se quedó inconsciente ante la mirada de los otros que volvieron a ser racionales cuando las líneas se separaron de nuevo y Kim Taehyung sintió tanto dolor que le sería imposible describir a los ayudantes en la bodega que se cubrieron el rostro cuando el fuerte estallido resonó.

Todo su cuerpo sentía desprenderse cuando la luz se adhirió a él en partículas. Y tembló, porque no sabía en dónde estaba, solamente buscaba seguir avanzando. Quiso gritar, quiso volver; pero ya era tarde.

En su lugar, se dejó desvanecer por el espacio y el tiempo, en donde se encontró a sí mismo, en contacto con sus intereses y sus anhelos. A diferencia de Jungkook, porque él sí comprendía lo que había atravesado.

De pronto, su pecho golpeó el suelo frío y metálico; sintió inmenso dolor sumando a pequeñas descargas en todo el cuerpo, además de que su traje estaba humeando.

Kim Taehyung se quedó en medio de la bodega vacía cuando creyó que había fracasado, quitándose la máscara y gritando tan fuerte que la garganta le ardió.

Se puso de pie, y se arrastró por el dolor hacia la puerta; pero cuando se asomó a esta, le sorprendió ver tan cerca la carretera cuando se suponía que debían haber un par de kilómetros de bosque antes de lograr verla.

Volteó de nuevo hacia la bodega; vacía, estaba vacía.

Vacía.

Se quitó velozmente lo que quedaba del traje y observó las grandes marcas violáceas en sus brazos, las cuales no sabía estaban también en su cuello.

Aún así, consternado y con un poco de sangre en la boca, salió corriendo de allí. No había hielo, fue fácil avanzar hasta que llegó a la carretera y las risas de las personas jugando a la distancia le tranquilizaron un poco.

La gente... la gente se estaba tomando fotografías y había celulares en las manos de cada persona a su alrededor.

Buscó en sus bolsillos para intentar saber si lo que había traído consigo había atravesado la barrera, cuando lo confirmó, se pasó las manos por el cabello y comenzó a reír escandalosamente.

Alzó la vista para encontrar algo que pudiera ayudarle a comprobar si había tenido éxito. Y al caminar un poco se topó con un lugar de renta de autos usados donde él recordaba antes era bosque.

Corrió hacia los autos; eran tan raros y sofisticados que Taehyung iba a tener un ataque de nervios o de emoción.

Saltó de la felicidad frente a estos, y el dueño del local salió al verlo.

—El Civic está en excelentes condiciones, muchacho —le dijo—, algo viejo pero es confiable. .

Taehyung no podía delatarse. —¿Qué modelo es? —preguntó con miedo de que su actitud llamara la atención, como si sus golpes y su ropa extraña no lo hicieran lo suficiente.

—2003, ni siquiera parece que tiene tantos años, es toda una máquina.

No supo qué contestar haciendo cálculos, y sus ojos se llenaron mucho más de asombro cuando al voltear por un instante vio un gran edificio, con letras doradas que era imposible de ignorar.

—Un hotel... —murmuró— un hotel que se ve a kilómetros de aquí. ¡Es el hotel! —gritó eufórico—. ¡Es real! ¡Lo logré!

El hombre no se inmutó al verlo, pero definitivamente llamaría a la policía si resultaba ser otro drogadicto. Pero al castaño no le importó la mirada extraña del otro.

Sí, Kim Taehyung logró manipular a su antojo el tiempo.

Respiró hondo y pensó que si sus cálculos eran correctos Jeon Jungkook debería estar en San Francisco, a unas cuatro horas de allí.

Su bolsillo comenzó a vibrar; sacó el teléfono que lo acompañaba y lo besó al ver que aún funcionaba. Además, ese mensaje de "sin conexión" había desaparecido.

Sonrió sin saber lo que encontraría. Y la voz en su cabeza dijo:

«Espérame, por favor, espérame.»

La cuenta regresiva se detuvo. Al menos por hoy.





Aclaro que el personaje de Dominic Heart está interpretando por Yeonjun de TXT, había una foto de él en otro capítulo pero la borré por el hate que recibió. 


Subí mi primer omegaverse aquí a mi perfil. Se llama "ÉXODE", échenle un ojo. ;)


twitter/@incompletelyrcs

Manténgase con vida. J.S.






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