Capítulo Veinticinco
25.
La vida es como un árbol, y el tiempo, la tierra que acoge sus raíces.
Sin embargo, esas raíces que sostienen su existencia no son el origen. Nunca lo fueron.
Pues antes de la raíz, estuvo la semilla.
—Antes de atravesarlo cuenta hasta tres. Estará lloviendo y será difícil correr en la oscuridad —dijo ella viéndole con dureza—. Quédate en la orilla, no lo olvides.
—¿Por qué justo ahora? —cuestionó con el rostro fijo—. ¿Por qué a plena luz del día?
El tercero de ellos acomodó sus anteojos con determinación.
—Porque la oscuridad no es buena con los viejos —le respondió antes de alzar frente a él una máscara para poder completar su traje.
La naturaleza posee memoria y sabiduría; mucha más que la mayoría de los hombres.
Es tan simple de ver en los pequeños detalles, como el cambio de las estaciones, cuando las copas de los árboles se deshacen de sus hojas. Una a Una. Ese espectáculo de color se trata de autoprotección. Cuando las hojas no pueden cumplir su función... el árbol simplemente se deshace de ellas.
Ese hermoso otoño como lo conocemos, no es más que la depuración natural de las hojas.
A lo mejor por eso a Kim Yoonji le gustaba ver las hojas que caían desde la ventana de su casa mientras pensaba en lo rápido que había avanzado la vida, sin ella.
También le gustaba vagar por el cementerio del condado, para limpiar un poco la tumba de sus padres, y la suya.
Quizá había muchas líneas; pero este era el punto cero.
A ella le gustaba caminar con los pies descalzos por las calles; incluso si se ganaba una que otra mirada de desconcierto de los turistas que viajaban por allí. Probablemente debería comenzar hablando sobre qué hacía en ese año, o por qué tenía el descaro de llevar flores a su propia tumba; pero era muy largo, y difícil de explicar.
Así que diría que su plan salió tan bien... que incluso ella misma se lo creyó.
Era alguien que pasaba desapercibido, siempre lo fue. Estudió por años, escribió cientos de cartas con instrucciones a su hermano para pedir su ayuda, sin embargo, esta nunca llegó.
Había un detalle muy importante, que ninguno de los habitantes del Condado Mariposa se había detenido a pensar; es más, no tendrían cómo saberlo. Pero las fechas entre las cartas no cuadraban, nunca lo hicieron.
Quizá porque las únicas cosas o recuerdos reales eran los que tenían fecha. Y los demás sólo eran productos del gran colapso.
Ella saltó al lago, debió morir. Creyó que moriría, ese era el plan; pero contrario a los otros condenados, su muerte no estaba escrita. Aun así, nunca la encontraron.
Estuvo allí el día de su funeral, observó de lejos a sus padres, su esposo y su hijo viendo con desdén la caja vacía luego de que no pudieran recuperar su cuerpo. Los amó; pero no quería estar con ellos.
Al menos no cuando sabía lo que eso implicaba. Ninguna persona en esa casa le creyó, todos la tacharon de demente, incluso su pequeño hijo. Y la única persona en la que podía confiar, dejó de contestarle.
Entonces huyó, muchos kilómetros al sur en medio de las montañas en donde se ocultó en esa vieja cabaña que construyó con esfuerzo. Como una lunática, sintiendo la tierra mojada bajo la planta de sus pies y el aire tan puro que la mareaba por instantes.
Su vida pasó, y ella nunca creyó que el futuro que siempre buscó tocar fuera tan despiadado, tan asqueroso. Se reprochó así misma por las decisiones que tomó cuando ese experimento en el que puso toda su fe jamás funcionó.
O al menos así fue hasta que se encontró con él.
Ella había ido al cementerio a dejarle flores a sus padres; porque desde que su hijo murió nadie más volvió a hacerlo.
Bajó por la vereda y lo encontró allí, recolectando ramas para quemar. A ese hombre rubio, de mirada sería al que notó vagar por todo el bosque.
Al parecer, Park Jimin, en cualquiera de las líneas tenía cierta fijación por acercarse a genios incomprendidos. Porque cuando ella lo invitó a entrar a su cabaña él aceptó gustoso, y le ofreció cargar su canasta por ella.
Estaba de más decir que el profesor Kim, había envejecido mucho; estaba casi al final de sus días, su memoria ya no era tan buena como antes y definitivamente, Jimin aún lo cuidaba como si fuera su padre.
Siempre tuvieron una relación compleja que nunca pudo definir. Sin embargo, eso no cambiaba el hecho de que habían intentado sobrellevar la vida por más de tres décadas después de que su experimento fracasara.
Jimin pensó, la observó atentamente y le sonrió cuando ella lo hizo.
El Park original, a diferencia de los de otras líneas, era uno que nunca se atrevió a hurgar en las cosas de su maestro. Ni a verlo como algo más que una deidad, mucho menos de ensuciar la imagen que tenía de él.
Por eso, cuando ella comenzó a contarle cosas sobre la naturaleza y la vida, esa forma de cautivar su atención le pareció familiar.
Resultaron congeniar muy fácilmente con el otro. Ellos dos... eran muy buenos contando historias. Hablaban de cosas improbables que en el fondo ninguno de los dos se permitiría admitir que eran reales.
Yoonji le dijo que le gustaría regresar en el tiempo. Y Jimin respondió que, aunque lo intentara, jamás podrían lograrlo.
Fue la curiosidad ante sus locas historias lo que la llevó ese día a salir de su vida ermitaña para regresar al pueblo.
Ambos tenían historias de su juventud, y Park en particular, recordaba fervientemente la dedicación con la que su mentor y él colocaron pieza por pieza en los parales alrededor del lago.
Nunca los quitaron, el gobierno decidió que sería una gran forma de restaurar la electricidad de la ciudad; y de su pequeño laboratorio en lo profundo del bosque, sólo quedaba el edificio abandonado, que la maleza comenzó a cubrir.
Kim Namjoon no creyó que, siendo un viejo enfermo, la persona que entraría detrás de Park a su casa sería otra anciana, pero la que siempre fue su niña.
¿Kim Namjoon encontraría a su hermana en la primera línea? Sí, definitivamente lo haría. E iba a abrazarla tanto y tan fuerte como su débil cuerpo se lo permitiera.
Él se disculpó por no llegar a tiempo; después de todo, en las cartas nunca acordaron evitar separarse. Ambos eran lo suficientemente inteligentes para saber que evitar su separación conduciría a una paradoja más.
En su lugar, habían acordado encontrar el punto exacto en dónde ningún de ellos tuviera que esconderse. Ya sea un pasado o presente de alguna línea que estaba por crearse, porque incluso después de tantos años, no se habían rendido.
Fue esa ambición la que causó todos los males. Oh... cuán simple habría sido ser viejos y sentarse a ver las hojas de los árboles caer en paz hasta el final de sus días.
Lastimosamente, aquel deseo intenso, casi violento de superarse nunca se extinguió; porque como siempre, anhelamos cosas que no podemos tener.
Con el paso de los días, estando juntos, descubrieron la falla en su afamado experimento. Al hacerlo se vieron con una sonrisa igual de pérdida, como los locos que eran, dispuestos a morir en el intento.
Y Park, que era el más fuerte de los tres, aceptó la responsabilidad de atravesar la realidad simplemente porque no soportaría morir en la derrota.
Eran tres fracasados, pero juntos... podían ser los dueños del mundo.
Esa tarde de agosto, Park Jimin condujo con los dos ancianos hacia el bosque en donde se dedicaron por horas a caminar por la maleza, para poder llegar a ese tétrico lugar en dónde por mucho tiempo intentaron desafiar la realidad.
Namjoon explicó que el experimento había fracasado y ella... le mostró el camino, le mostró el sentido. Le dijo que el lago era solo una vía; pero que de poder contener la energía podrían abrirlo en cualquier lugar.
El plan era sencillo, hacer que Yoonji joven se acercara al lago la noche que Namjoon creó el vórtice; pero ella estaba muy lejos de allí, lo sabía.
Porque era la misma noche en la que se ofició el funeral de su padre, y aunque vio llorar a su hijo en medio de la calle, no hizo nada. No podía o quedaría expuesta.
Esa era la noche a la que tenían que regresar; y, de todas formas, era el punto hacia donde él agujero de gusano los llevaría de lograr activarlo.
Jugaron con la realidad; no habían aprendido de sus errores, olvidando que es imposible controlar al destino.
Y buscaron hacerlo; pero esta vez, no hubo ninguna falla.
El campo electromagnético se extendió por toda la ciudad como debía hacerlo; creció; creció y creció tanto que comenzó a enloquecer a las personas a su alrededor.
Ellos querían enviar a su aprendiz de regreso; pero olvidaron que el simple aleteo de una mariposa era capaz de causar un huracán.
O en este caso, no tomaron en cuenta al incomprendido joven que se puso de pie en el bote la primera vez en el momento exacto en el que la energía se concentró en el centro del lago.
Jimin no pudo atravesarlo. Le quitaron su lugar.
Quizás Jungkook se cayó o el lago lo atrajo hacia él; nadie nunca lo sabría. Lo único seguro era que una vez comenzado, no se detendría.
Después de todo, un objeto en movimiento seguirá en movimiento hasta que una fuerza externa actúe sobre este.
La inercia de la caída.
Un día cualquiera.
En cualquier lugar.
Quién sabe cuántos días después de.
De esa semilla habían salido muchas raíces diferentes. O líneas, como quieran llamarle, y una de esas en particular, era conocida por ser tan amable, y apacible que era escalofriante.
Kim Taehyung, sonreía por dos motivos: el pueblo lucía hermoso en verano, y había logrado cruzar al otro lado sin problemas. Con las puntas del cabello un poco quemadas, sí, pero todo en orden.
O bueno, también estaba ese pequeño detalle, que no era es casi nada, una cosa insignificante.
Es decir, solamente era que la bodega estaba vacía, ya no estaba su vórtice y no tenía cómo regresar.
Ah, sí, eso. Nada alarmante.
Maldición ¿A quién quería engañar? Estaba muy jodido. Hiper jodido. ¡Ultra jodido! Y lo que le sigue.
Pasada la emoción inicial, Taehyung se enojó consigo mismo por no haber traído dinero, o su libreta. Tampoco sabía dónde quedaron sus anteojos; porque esto estaba resultando más difícil sin alguna de esas tres cosas.
Un sol radiante que no era del todo dañino y la brisa fresca que tocaba su rostro al suspirar eran todo lo que tenía. Pero bien, era un día hermoso para caminar lejos del borde del Condado Mariposa y salir de la ciudad.
En fin, no servía de nada pensar en que estaba atrapado. Ya estaba allí, solo le quedaba seguir avanzando.
La última vez se habían tardado aproximadamente unas cuatro horas de ir del Condado a San Francisco en auto, así que, según sus cálculos, estaba a unas cincuenta y seis horas de distancia a pie.
Ni modo. A caminar.
Taehyung respiró profundamente, se fijó en la señal de curvas peligrosas a su lado y se movió a la orilla de la carretera por mucho tiempo mientras pensaba.
¿Qué debería decir? Necesitaba un plan para cuando llegara a San Francisco.
No podía simplemente aparecerse y decir:
«Hola, qué tal, soy el amor de tu vida». ¿Cierto?
¿Cierto?
Agitó la cabeza, eso era una estupidez.
—Vamos, Taehyung. Se te fundió el cerebro —se dijo a sí mismo—. Ya sé, no me molestes —se contestó.
Volvió a agitar la cabeza. Okey, ahora estaba hablando solo.
Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo consigo mismo, así que por alguna razón el silencio le resultó extraño. Su cabeza ya no estaba bien, eso era seguro; aunque no podía hacer mucho para arreglarlo.
Se pasó la mano por la frente para limpiarse el sudor; sentía que había caminado durante mucho tiempo; pero cuando volteó a ver se encontró la misma señal de tránsito a solo unos cuantos metros de distancia.
Ah, mierda. Esto iba a ser más difícil de lo que esperaba.
Con mucho esfuerzo logró llegar a la autopista, y comenzó a extender el brazo con el pulgar alzado a los autos que pasaban con la esperanza de que alguno se detuviera. En vez de eso, todos parecían acelerar.
Lo entendía, él era un tipo raro en la carretera. Pero quería apelar a su lado amable. ¿Por qué eran así? Él llevó un hombre desmayado a su casa y esta gente del futuro no quería darle un aventón.
Qué desconsiderados, en serio.
No tenía mucho tiempo, debía evitar a toda costa estar solo en la noche. Mientras negaba, preocupado, escuchó el sonido de un claxon detrás de él. Volteó a ver y se percató de la camioneta que se orilló mientras avanzaba y aparcaba un poco más adelante.
Se acercó al auto. El vidrio de la camioneta se bajó y reveló a una mujer mayor que parecía ser una religiosa por la gran cruz colgando en su cuello; por eso y porque era aparentemente un auto de misioneros.
«Encantador de ancianas, no me falles ahora», pensó, y luego sonrió.
—¡Oh, hijo! ¿Estás bien? —le dijo la mujer al verlo y él puso todo su empeño en parecer triste—. ¿Qué te sucedió?
Se pasó la mano por el cuello. —Vine de campamento y me robaron, me golpearon un poco; ahora no tengo cómo regresar a casa.
—¡Pobrecito! —Ella se tapó la boca preocupada para después persignarse—. ¿Dónde vives?
—San Francisco...
Ella pareció dudarlo unos segundos, pero finalmente, le quitó seguro a las puertas de la camioneta para dejarlo subir.
—Ven, hijo. Te dejaré tan cerca como pueda —le dijo con una sonrisa—. Seremos amigos de carretera.
Resultó que su nombre era Mary, y que efectivamente, era parte de una congregación cristiana en Mill Valley, que estaba muy cerca de San Francisco, por lo que no le importaría gastar unos veinte minutos más para dejar al chico allí.
La última vez que Kim Taehyung recorrió ese camino curiosamente también se había escapado de casa, y el sol de la tarde le resultó muy cómodo; al final, seguía siendo un chico, uno muy cansado.
También fue gracioso cuando ella puso rock cristiano para intentar compaginar con él y luego comenzó a preguntarle a Taehyung si creía en Dios, y él le contestó apenado que no; pero eso no pareció molestarle, al contrario, asintió con la cabeza y siguió contándole historias que resultaron muy cálidas para el castaño.
Quizá nunca lo había experimentado, pero ella parecía ser el vivo ejemplo de lo que el proverbio decía, eso de... "Hacer el bien sin mirar a quién". Y eso le gustó mucho, era algo en lo que él sí podía creer.
Después de horas de amena charla, y de que ella le diera un par de consejos sobre la vida, le dejó en la entrada de la ciudad. Aunque insistió en llevarlo hasta su casa, él se negó; ya le había quitado suficiente tiempo, además, tenía mucho que recorrer todavía.
Así que cuando bajó del auto, se despidió de ella con una sonrisa, su amiga de carretera, cuya memoria no debió haber arraigado a la línea temporal. Pero no importaba, finalmente había llegado.
La ciudad era muy moderna. Era exactamente como Taehyung se lo había imaginado.
Le gustó sentir que todas esas cosas hermosas que Jungkook le contaba sobre el futuro eran ciertas. Y Taehyung sonrió, genuinamente, porque en su pequeña ciudad apenas había un restaurante, y mientras él caminaba ya se había topado con al menos cinco.
Aún no controlaba del todo su vórtice, pero tenía una vaga idea de cuándo estaba, y estuvo aún más seguro al ver una gran valla desde lo alto de un edificio que anunciaba fechas para el concierto de una celebridad cuyo nombre sí conocía.
Se burló mentalmente al ver la foto del chico, ahora entendía por qué Jungkook lo comparaba con Mick Jagger.
Ahora sí podía darle una fecha a su aventura.
Junio, 2019.
Era verano.
Taehyung había observado la foto que tomaron de la ventana de la casa de Jungkook en San Francisco por mucho tiempo, incluso llegó a pensar en pegarla en su libreta, pero un día, simplemente no la encontró.
Aunque no le preocupaba no tenerla, no sería difícil llegar, Jungkook ya le había mostrado el camino. Su pecho estaba lleno de ilusión, de asombro mientras daba pasos firmes y esperanzados por la ciudad intentando recordar sus pasos de regreso a casa.
Y era todo lo que quería.
Cuando llegó a la avenida, sus piernas temblaron. Se acomodó un poco el cabello, y la camisa, estaba nervioso.
Entonces avanzó feliz, presuroso hacia la fachada de la casa. Estaba claro que era una mala idea, pero... iba intentarlo.
Tocaría esa puerta y al abrirse, deseaba que fuera su hermano quién lo recibiera. Decirle que estaba bien, abrazarlo, para luego explicarle todo. Decirle: "oye, Jinnie, soy yo, volví a casa".
Quería subir a la rueda de la fortuna que vio desde la ventana del auto, y ver a las personas desde arriba en la playa, tan diminutas como la arena misma mientras la brisa le golpeara.
Quería contarle a Jungkook toda su historia.
Quería...
Sus pies se detuvieron casi al mismo tiempo que esa enorme sonrisa se desvaneció, sacándolo de su imaginación de golpe, como un cristal que se rompe.
Estaba frente a la casa, frente a esa ventana de la que debería ser la habitación de Jungkook, pero las paredes seguían viejas, como si nunca las hubieran restaurado.
Negó con la cabeza, frunció el ceño y sintió que se desmayaría cuando alzó la vista, ya que en la entrada reposaba un cartel con letras grandes que decía: "en renta".
Eso era lo último que le faltaba.
Kim Taehyung, abatido, se dejó caer de rodillas, colocándose las manos en los muslos para alzar la cabeza y ver el lugar vacío.
Quizá debió prever que pasaría; pero en el fondo, él solo era un iluso sin hogar más. Uno que no conoció el calor por mucho tiempo. Y que al encontrarlo... deseó con tanta fuerza poder regresar. Pero eso tampoco existía.
La foto de la ventana no se perdió, se desvaneció, quizá. Al igual que su racionalidad.
Respiró profundamente, le había costado un día llegar hasta San Francisco y no había servido de nada. ¡Había sacrificado la electricidad de su maldito pueblo! ¿Y de qué sirvió? ¡De nada!
¡Era inútil! ¡Él era inútil y esta mierda no tenía solución!
¡Desperdició tantas horas intentando arreglarlo! Desperdició su aliento diciendo incoherencias, hizo sangrar sus manos escribiendo teorías de lo que podrían lograr si tan solo llegaran a cruzar del otro lado.
¿¡Y para qué!? ¡Para no tener ni una maldita idea de dónde estaba parado!
¡Desperdició lo que le quedaba por nada!
Taehyung se maldijo una y otra vez; tan impotente ante la adversidad cuando apretó la mandíbula con rabia pensando en lo que había dejado por llegar allí.
¿¡Dónde estaba Jungkook!? ¿Dónde estaba el chico? ¿¡O cuándo!? Maldita sea.
Tragó saliva pesadamente, esto no era la mitad de lo que había esperado. Se esforzó tanto y rompió con todo lo conocido para que al final el universo se burlara de él.
«¿Estás satisfecho ahora?» Se reprochó. «¿¡Estás satisfecho ahora!?»
¡Nada, no tenía nada!
Comenzó a hiperventilar, quería arrancarse el cabello y los ojos; quería quitarse las uñas una por una hasta dejar de sentirse mediocre y culpable.
Estuvo a punto de gritar cuando las risas detrás de él lo sacaron de sus pensamientos. Volteó a ver y notó a un grupo de jóvenes que charlaban amenamente a la distancia.
Reaccionó, temblando. Seguía a mitad de la calle, no podía quedarse allí.
Les observó con curiosidad... Tenían muchas bolsas y vasos de bebidas de colores en las manos.
Así que su cerebro exhausto le llevó a pensar desesperado en: "¿Dónde podría estar el chico?". Y se respondió a sí mismo: "en un lugar a donde todos los chicos van".
Había fracasado. Pero, aunque quiso, Taehyung no lloraría. No era algo propio de él rendirse. Y sí, era su mayor defecto, no era perseverancia, era ambición, tal vez.
Desorientado, se levantó de la acera para seguir a las personas que caminaban en la misma dirección que los adolescentes.
No tenía ni idea de dónde estaba, entró a lo que parecía ser un centro comercial, pero que a él le resultó más como una fortaleza por lo extraño que era.
Caminó por los pasillos viendo todo a su alrededor. Si todo este sacrificio no había servido de nada, tenía que encontrar una jodida forma de regresar a su año.
Ahora ya no era Taehyung y su latente homosexualidad; ahora eran las aventuras de Taehyung el homosexual en el futuro.
Alzó una ceja, y le pareció oportuno que al menos los letreros que indican el camino hacia el baño no habían cambiado nada, así que los siguió.
Entró al baño de hombres; y no dudó en acercarse al grifo del lavamanos para abrirlo; pero este se accionó cuando acercó las manos.
Frunció el ceño, no podía ser que el lavamanos tuviera un maldito sensor. Muy futurista de su parte. ¿Eh?
Se vio en el espejo, tenía marcas moradas ahora más notorias debajo de los ojos. Cosa que, aunque le preocupó, no había nada que pudiera hacer más que tocarse delicadamente ya que su piel dolía.
Tomó un poco de agua, y se la llevó al rostro para quitarse los restos de suciedad en este. También se asustó cuando el dispensador de jabón se activó solo; pero agradeció el regalo jabonoso y se lavó correctamente hasta el cuello y los codos; por último, se pasó las manos en el cabello para peinarse un poco.
Se atrevió a tomar un gran trago de la misma que fluía por el tubo porque sentía que la sed pronto lo mataría Probablemente después tendría que orinar, pero ese sería un problema para su yo de más tarde.
Cuando volvió a salir del baño suspiró. Ahora estaba un poco mejor, como quien no tuvo un colapso a mitad de la calle.
Oh, mierda. Tenía muchos problemas.
Comenzó a avanzar por el pasillo atento a las personas y las tiendas. Algunos adultos lo vieron extraño, y las chicas, por alguna razón, lo veían mucho, aunque él aún se sentía sucio y desaliñado.
Dijeron algo sobre que su "ovni" era muy genial, muy vintage, pero él no lo entendió.
Divagó mentalmente por un par de minutos en los que se distrajo y se quedó quieto.
No calculó la posibilidad de que Jungkook ya no viviera en esa casa de un barrio conocido, un pequeño cambio y ahora tenía un estilo de vida diferente, Jungkook podría estar en cualquier lugar.
O año, incluso.
El tiempo se movía diferente en cada línea.
Si lograra encender el vórtice del lago, tal vez podría regresar. Pero necesitaba señal para hacerlo.
Masajeó el puente de su nariz y reaccionó cuando el bullicio del lugar lo aturdió un poco. Entonces, volteó a ver hacia el interior de la tienda frente a la que estaba cuando parpadeó confundido.
Quizá contra todo pronóstico, Taehyung le agradaba al universo; o solo era alguien con suerte.
La tienda tenía pisos y paredes blancas, además de luces, y muchas pantallas pequeñas en estantes. No exageraba al decir muchas, eran demasiadas.
Y su corazón casi se detuvo, porque él sabía exactamente qué eran.
Eran celulares. ¡Celulares!
Allí, frente al cristal, no sé detuvo ni siquiera a pensarlo y entró deliberadamente a la tienda. Las puertas se abrieron solas, y el sonido del timbre al pasar por la entrada le sorprendió.
¿Dónde habían quedado las campanillas de las puertas de los locales? Era muy extraño todo.
Ya llamaba lo suficiente la atención por su aspecto, pero... eso era lo de menos. Había muchos celulares para escoger allí. Se sintió en una juguetería.
Tantos estilos diferentes...y él que con un walkman se creía la persona más avanzada del pueblo, joder, se sintió tan viejo.
Vio un celular similar al de Jungkook, cuyo exterior era de un tono más rosa. Y aunque nunca le gustó mucho el color, le pareció particularmente bonito.
Intentó tomarlo, pero tenía conectado una clase de seguro en la parte de atrás, era como un imán.
"Si lo quito... sonará". Dedujo, pensando en que al parecer todo tenía sensores ahora.
Intentó pensar en qué hacer, pero sus ojos se iluminaron aún más cuando encontró algo hermoso ante ellos.
Taehyung nunca creyó que eso fuera posible. Esa cosa parecía un libro, pero el cartel frente a ella decía "computadora". Y era del mismo color que el teléfono.
Una computadora... ¡Una computadora sin cables!
Maldición, él quería esa maldita cosa rosada con botones.
Pensó que su celular ya estaba muy viejo, y sus dotes de cleptomanía tenían que servir de algo. Aclaró la garganta, mientras meditaba cómo proceder cuando se acercó a uno de los trabajadores.
—Buenas tardes... —dijo intentando sonar natural. Le dio una vista a la etiqueta con su nombre—. Jack ¿Podría ayudarme? Ehm... Quiero comprar esta computadora.
El hombre no parecía inmutarse por su aspecto. No era el primer chico con ropa de vago que venía a ese local. Esos niños de la generación z que se creen alternativos estaban por todos lados, según él.
—Claro, sígueme —le indicó.
Taehyung sabía que esto estaba mal, pero... ¿Quién podría culparlo? Tenía que regresar al pueblo y encontrar la forma de encender el portal de regreso. Porque ni jodiendo iba a quedarse allí.
¿De qué le servía quedarse? Jungkook no estaba.
—Gracias...—Taehyung asintió imitándolo hasta llegar al mostrador.
—Espera aquí, te traeré un equipo cerrado —le dijo con total tranquilidad. Lo vio tomar unas llaves para dirigirse a la parte del almacén.
Taehyung se pasó las manos por el cabello y visualizó todo el plano. Salidas aproximadamente a cuatro metros de distancia una de la otra, había varios guardias y mucha gente.
Ay, joder. Esto sería un escándalo.
El hombre regresó después de unos minutos con una caja, y la colocó sobre el vidrio del mostrador.
—¿Qué tan rápida es? —cuestionó antes de que el empleado la abriera.
—Tiene un gran procesador, con una buena conexión de red, funcionará sin problemas. Aunque creo que la señal se ha estado cayendo últimamente.
—Conexión... ¿Se refiere a internet?
—Sí, wifi. A tu conexión habitual.
—Y eso... ¿Funciona como las ondas de radio, cierto?
Ladeó la cabeza desconcertado. Esa era una pregunta muy extraña para él, viniendo de un chico. O bueno, en realidad Taehyung tendría que ser más viejo que él, pero eran detalles.
—¿Te refieres a la red? Uhm... sí. Es radiación, como con todo —bromeó.
Taehyung abrió los ojos. Esa cosa del wifi eran ondas electromagnéticas... ondas que los aparatos podían decodificar.
Aún faltaban muchos años para que fuera algo común para él. Pero ja, ahora hasta quería robarse la idea.
—¿Podría enseñarme un modelo de color negro? —dijo tomando por un segundo la caja—. Aún no me decido.
Suspiró. —Bien, espera... —volvió a voltearse y caminó de nuevo hacia el almacén.
Se acercó a la puerta de este; pero escuchó el fuerte sonido de una de las alarmas de la mesa de exhibición de los nuevos modelos de celulares, por lo que regresó sobre sus pasos.
Otro de sus compañeros se acercó corriendo hacia el mostrador.
—¡Jack, alguien arrancó un iPhone de la mesa de exhibición! ¡Ven ya!
Bajó su vista al mostrador. La caja no estaba. La maldita caja sellada con la computadora no estaba. Y el chico tampoco.
—¡Avisen a seguridad! ¡Ese chico se llevó una computadora también! —alzó la voz saliendo de su cubículo.
Los altoparlantes dentro de la tienda de electrónicos de al lado reproducían una canción en la que Taehyung no debió fijarse, pero la energía y el desenfreno que le provocó le hizo burlarse del destino mientras huía como el demente que era.
Él no lo sabía, pero la canción era "Na Na Na" de My Chemical Romance. Una que Jungkook amaba con locura. Ojalá lo hubiese sabido, así habría podido decirle que a él también le había gustado mucho.
Aunque el futuro lucía prometedor, no podía quedarse, ni quería hacerlo. Jamás pensó que iba desear ir de regreso a su amado 1986 alternativo, pero era todo lo que le importaba. Y estaba corriendo, literalmente.
Kim Taehyung no tenía tiempo para ponerse a pensar en si lo que hacía estaba bien o no.
Oh, por favor. Quemó una iglesia, y se podía burlar de todos los científicos del mundo, robar una tienda no era tan raro para él. Pero por si acaso, él admitiría que no era correcto, como la mitad de las cosas que había hecho hasta el momento.
¿Le importaba? No. Ya estaba desquiciado.
Los espectadores del universo eran tan sensibles que Taehyung probablemente debería de traer un letrero aclaratorio que dijera: «Esto está mal».
«Robar computadoras está mal».
«Viajar en el tiempo está mal».
Solo en caso de que personas sin criterio y capacidad de discernimiento o análisis lo tacharan de ser un mal ejemplo, como si él tuviera alguna obligación de educarlos a todos.
Últimamente todos parecían ser jueces. Así que como el loco que era, había aprendido un par de cosas y llegó a la conclusión de que todos, a su parecer, deberíamos tener un cartel de advertencia que dijera:
«Por favor, no intentar en casa».
Uno que cuando le acusaran de no ser apto y afable con sus acciones le recordara:
«Por favor, sigue a los demás, no te formes una idea propia. Haz lo que haga falta para encajar, para lucir amable. Concuerda con el rebaño, eres un borrego al final de cuentas. Y, sobre todo, ten cuidado, tus ideales podrían no ser bien vistos por la multitud».
«Oh no, y no pienses en sexo, por favor, no seas un humano normal con deseos normales. Sé adorable y correcto, a la gente le gusta pensar que eres un niño pequeño e inocente, te dirán que eres indecente».
«Habla con propiedad y elocuencia, o mejor aún, ¡cállate, no digas la verdad de la asquerosa existencia! No les digas que son mediocres, aunque lo sean, que no queremos ofender a nadie. ¿O sí? Preservemos la imagen idealizada que todos tienen de ti, que la realidad de las cosas en tu cabeza podría perturbarlos».
O en su caso específico, rodaría los ojos.
«Por favor no viajes en el tiempo ni pongas en riesgo medio país por buscar al novio del futuro que ni siquiera te conoce. No corras, y no sientas adrenalina cada que huyas de lo moral».
Todo es moralmente cuestionable.
«No seas joven, no seas egoísta, no seas impulsivo».
«Por favor, no seas completamente humano».
Taehyung ya había caído muy bajo y ser un fugitivo se lo recordaba.
Él siempre fue muy serio y recatado, pero... Es imposible ser políticamente correcto todo el tiempo. ¿Cierto?
Hasta aquellos que alardean de su moral perfecta y dicen ser superiores... tienen algo que podríamos juzgar. Así que lancen la primera piedra, nadie les tiene miedo.
Mucho menos alguien tan peculiar ni tan jodido como Taehyung. Bueno, si le tenía algo de miedo a los guardias que lo perseguían.
—¡Oye, detente! —Escuchó gritar detrás de él; pero no se detuvo, siguió avanzando mientras tomaba aire por la boca.
Quizá debió haber huido solo con la computadora; pero no iba a perder la oportunidad de tener un celular a juego. Y si su teoría era correcta, con ellos podía controlar su vórtice como si de un control remoto se tratara.
Se tropezó por poco cuando volteó a ver y notó que eran al menos cuatro guardias, y no sabía cuánto tiempo tardarían en enviar a uno que lo interceptara por el frente.
No muy lejos de ahí, en una de las tiendas, varias personas ladearon la cabeza cuando Taehyung pasó dando zancadas, desesperado, y luego el grupo de seguridad corriendo detrás de él.
—¿Pero qué demonios...? —masculló uno de los chicos que alcanzó a verlo. Ese castaño que huía de los guardias era, sin duda alguna, lo más interesante que había visto en meses.
Taehyung avanzó lo suficiente como para lograr salir del centro comercial, ahora estaba en el estacionamiento mientras veía a su alrededor agitado.
Ojalá los policías civiles se tomaran tan en serio su labor como esos policías de centro comercial; porque él definitivamente estaba perdiendo el aliento mientras intentaba perderlos.
El sol era intenso, tanto que logró enceguecer su visión cuando luchó por llegar a la acera. Estaba muy cerca, solo tenía que mezclarse entre la concurrencia de la tarde.
Corrió.
Corrió porque era todo lo que le quedaba. Era lo único que lo había hecho sobrevivir.
Llegó al área residencial; necesitaba esconderse. Se pegó hacía una pared de la calle cuando se tropezó por poco; pero no esperaba que le pusieran la mano en el hombro.
Abrió los ojos exaltado y volteó a ver esperando encontrarse a un guardia o un policía. Y no a un chico despeinado que ni siquiera le habló, sino simplemente lo tomó del brazo para arrastrarlo hacia un callejón.
—Agáchate —le dijo alarmado, jalando su camisa en un intento de hacer que se escondiera detrás de un contenedor de basura.
—¿Qué? —murmuró Taehyung, y él otro rodó los ojos empujándole la cabeza hacia abajo.
—Silencio, idiota. Van a encontrarnos.
Taehyung no entendía qué estaba pasando, pero él tenía razón. Así que obedeció ocultándose al lado del metálico contenedor, con el pelirrojo a su lado.
Al parecer lo habían perdido. El chico se asomó un poco para ver cómo los guardias pasaron corriendo de largo y cruzaron en la esquina.
—¿Se fueron? —dijo Taehyung, ansioso y confundido.
El chico asintió.
—Sí. Imbéciles —se burló—nunca saben ni qué están buscando —se puso de pie y le ofreció su mano a Taehyung. Este la tomó, teniendo un pequeño impulso para ponerse de pie.
—Gracias... —dijo con duda.
El otro alzó los hombros con ambas manos en los bolsillos de su chaqueta. Tenía pantalones ajustados rotos, e iba todo de negro.
—No agradezcas; si te ficharon, los policías reales vendrán por ti. Será mejor que nos vayamos.
—¿Qué?
El chico le observó de arriba a abajo.
—No voy a juzgarte, pero... ¿Una computadora, en serio? —Se burló—. Discúlpame, pero o estás muy loco o eres muy tonto.
—¿A qué te refieres?
—La mayoría de nosotros toma cosas más pequeñas.
—¿Nosotros?
—¿No eres de aquí, cierto? —Él fue directo, y Taehyung negó—. Bien, eso explica mucho. En fin, te vi en el centro comercial, y como pareces ser un ladrón novato, me vi en la obligación criminal de salvarte.
—¿Me viste?
—Sí, gran escape. Digo, estoy seguro de que te vieron todas las cámaras, pero gran escape, muy épico. —Ladeó la cabeza—. Ven, sígueme.
El chico se movió hacia las escaleras de emergencia, de esas que los edificios de San Francisco tenían en el exterior para comenzar a subirlas.
Taehyung ladeó la cabeza y lo siguió.
El chico no pareció incomodarse por el castaño detrás de él.
—¿Cómo llegaste tan rápido? —cuestionó subiendo detrás de él.
—Tengo mis atajos, no creerás todo lo que puedes controlar desde las azoteas—respondió sin dar mayor explicación—. Ven, tenemos que ocultar eso —le dijo a Taehyung refiriéndose a la caja.
Subieron un par de niveles hasta llegar a una ventana abierta en uno de los últimos niveles.
El pelirrojo se introdujo por esta, Kim dudó en seguir avanzando; a lo que el otro le llamó sacando solo la mano para burlándose de su desconfianza y no tuvo más remedio que entrar.
El lugar era pequeño y estaba casi vacío, pero aun así, muy desordenado.
—¿Estás seguro de que no hay nadie aquí? —dijo Taehyung temeroso.
—Yo vivo aquí, relájate. No soy idiota. —Lo vio moverse hacia la pequeña... ¿Cocina? Y luego regresar con una bolsa de plástico negra—. Ten, primera regla: no te exhibas con tu mercancía si no sabes disimular.
—Parece que sabes mucho sobre esto... —dijo tomándola y ocultando su computadora en esta.
Él rio. —Chico, mírame los pies —le dijo con gracia.
Taehyung parpadeó confundido y bajó la vista para fijarse en esos tenis de un blanco pulcro que parecían nuevos.
Luego notó un trozo de cartón que sobresalía apenas de uno de ellos. Quizá su vista defectuosa le traicionaba; pero tenían puesta su etiqueta todavía.
—¿Acabas de robarlos?
—Sí, y gracias.
—¿Por qué me agradeces?
—Porque—extendió los brazos—ya que los guardias estaban distraídos me llevé esta chaqueta también. ¿No te encanta? Está bordada.
—No puede ser... ni siquiera te notaron.
—Tengo un don... encontrar un error en la seguridad es mi propósito en la vida—le dijo satisfecho—. No debería alardear de eso, pero bueno. ¿Cómo te llamas, novato?
¿El niño lo llamó novato? Bien, no es que fuese tan mayor, pero él era evidentemente más joven.
El castaño dudó, esto ya era suficientemente malo por sí solo como para sumarle una memoria más.
—Tyler —le dijo a secas, y el otro chico extendió un puño frente a él, burlón de la coincidencia entre ellos.
—Dominic —respondió con el mismo tono cuando chocaron sus puños.
Quizá Taehyung estaba demasiado afectado, o su cerebro se había sobrecalentado; pero casi se ahoga cuando algo hizo clic en su memoria.
El piercing, el cabello... la forma en la que sonreía como un arlequín burlándose de todo.
Era su rival: el ex teñido. El maldito ex lo acaba de salvar.
Ay, mierda. Y sí era pelirrojo natural.
Taehyung aclaró la garganta.
—Yo... tengo que irme, gracias por la ayuda.
—No seas aguafiestas, Tyler. ¿No vas a decirme por qué robas computadoras? Digo, soy tu salvador después de todo.
—No, es confidencial.
—¡Por favor! ¡Hazlo! ¡Hazlo y te doy un sándwich!
—¿Y yo para qué quiero un sándwich?
—No me jodas, se nota que no has comido en días.
—Eso es cierto... pero igual si te lo digo no vas a creerme.
El chico le estresó en cuestión de segundos, más cuando se acercó y lo agitó de los hombros.
—¡Dime! —rogó arrastrado el sonido de la e.
—Soy un viajero del tiempo y no sé dónde estoy. ¿Feliz?
Dominic frunció el ceño, retrocediendo.
—Ah... eres un loquito. Entiendo.
—Te dije que no me creerías.
—No me culpes. Te la vendieron mala, hermano. Eso te pasa por comprar hierba barata.
—¡No estoy drogado!
—Entonces dime la verdad.
Taehyung suspiró, no se sentía bien estar del otro lado de las acusaciones.
—Me escapé de casa para estar cerca de mi novio y me perdí. ¿De acuerdo?—confesó derrotado—. Sobre la computadora... la necesito para regresar.
—Déjame ver si entiendo... eres gay, ladrón, drogadicto y también fugitivo. ¡Ja! Hasta podrías ser mi mejor amigo.
—Eso no es...
—Ponte cómodo, loquito. Te traeré el sándwich que te prometí. ¡No me tardo! —dijo dejándolo solo.
Taehyung se dio un golpe en la frente con la palma de la mano. ¿Por qué siempre atraía gente habladora?
Detrás de él había un sillón viejo, así que se dejó caer en este abatido.
De todas formas, no era tan malo quedarse. Había anochecido, y él estaba muy lejos de la bodega.
—¿Vives aquí solo? —preguntó curioso. Ya sabía mucho sobre él por lo que Jungkook le había contado, pero estar cerca era diferente a verlo actuar. Se lo imaginó más enojado, y definitivamente menos hablador.
Frunció el ceño y recordando pensó: "Sí, Jungkook, gracias por mencionar a tu ex en nuestra cita, animal".
—No —le respondió—, de hecho, vivo con la familia del piso de abajo. —Dominic se acercó para darle un pequeño pan y un vaso con refresco. No era mucho; pero era todo lo que tenía.
—¿Y entonces este apartamento...? —Taehyung los tomó y no dudó en comenzar a ingerirlos.
—Me lo adueñé, no es gran cosa.
—¿Cómo que te "adueñaste un apartamento"?
—Cuando me trasladaron aquí, lo descubrí vacío y me tomé la libertad de convencer a todos de que estaba maldito. Ahora nadie quiere alquilarlo.
El castaño se ahogó por la risa que le provocó. No se había reído en días.
—¡No es cierto!
—¡Lo juro! Por eso atranqué la puerta de la entrada; me escuchan caminar aquí arriba y piensan que son los fantasmas. ¡Uuuuh, qué miedo! —dijo temblando en burla, y dejándose caer a su lado en el sillón.
El castaño se removió un poco incómodo. No quería admitir que estaba celoso, pero... el chico sí era bonito, y muy agradable además.
El sándwich sabía bien pero ahora quería volver y golpear a Jungkook por ser un infiel espacio-temporal de mierda. Agitó la cabeza, eso ni siquiera tenía sentido.
—Te daré créditos por tu ingenio —le dijo cruzado de brazos.
—¿Créditos? —Rodó los ojos—. Por favor, supera eso.
—Ya no me permiten acercarme a Madonna —dijo serio.
—¿Qué? ¿Cómo por...?
—Su terapeuta dice que no soy bueno para ella. —El chico lo vio desconcertado—. Pero solo fue un accidente.
—Okey, dejaré de hacer preguntas. —Se quedó callado un par de segundos, pero no lo soportó—. Oye, ¿y qué pasó con tu novio?
—Se mudó —le respondió a secas.
—Espera, te hizo venir hasta aquí... ¿Y el imbécil se mudó? No, es el colmo —negó con la cabeza, demasiado indignado. Todo él era muy dramático—. No lo puedo creer.
—Sí... es una larga historia. Solo quiero regresar a casa —dijo por lo bajo con gran bostezo de por medio.
El chico lo vio con un poco de pena. Él había estado en muchos lugares ya, y realmente le hubiese gustado regresar a Nueva York con su mamá.
—¿Por qué no descansas un poco y luego vemos qué hacer?
Taehyung alzó una ceja. —¿Tú quieres ayudarme?
—Obviamente, sino no te hubiera salvado, genio —respondió con total tranquilidad.
Kim soltó aire pesadamente. Bueno, al menos no estaba solo en la calle.
—No entiendo cómo apareciste... —murmuró. Se acomodó en el sillón, recargándose en el respaldo por algunos de segundos, cerrando sus ojos tan sólo un poco cuando sintió que el cansancio le abatía.
—Soy una gran casualidad, creo —le dijo. Y Taehyung no pudo evitar entrecerrar los ojos.
«Sí, lo eres...» pensó.
El apartamento estaba oscuro al igual que el exterior; pero parpadeó, o eso pensó y de un momento a otro todo se había llenado de luz de sol otra vez.
Volteó a ver a los lados cuando abrió los ojos de golpe al sentarse correctamente en el sofá.
El sol.
Era otro jodido día en quién-sabe-qué línea de tiempo.
—¿¡Ya amaneció!? —preguntó exaltado y tocándose el pecho para asegurarse de estar bien, enredándose con la cobija que Dominic le había colocado.
Dominic, estaba sentado en el marco de la ventana, tenía otra ropa ahora y se levantó al verlo despierto.
—Sí, hace mucho. Tienes el sueño pesado, tuve que subir a ver si estabas respirando dos veces en la noche. De nada, por cierto. —Lo vio con gracia—. Estabas todo babeado.
Taehyung frunció el ceño. Quizás después de todo nunca consiguió ser extremadamente sociable.
—No te hubieras molestado, en serio —le dijo estirando los brazos.
—Creí que te habías desmayado, no podía dejarte.
—Gracias... —dijo apenas porque no sabía cómo reaccionar—. ¿Qué hora es?
—Casi las siete. Si quieres puedes quedarte aquí un rato, yo volveré pronto. Cuando regrese podemos ir conseguir un boleto de autobús a casa para ti.
Taehyung se restregó los ojos; oficialmente había pasado un día entero en el futuro. Y comenzaba a angustiarse.
—No puedo quedarme más... y ya te molesté suficiente —dijo por lo bajo cuando se levantó—-. Gracias por todo, pero en serio tengo que irme.
—Oye, oye. No te preocupes por mí. Relájate, ya tocaste fondo, no lo arruines más. —Kim ladeó la cabeza, sonaba como algo que él mismo diría, y le resultó escalofriante—. Pensemos, ¿qué podemos hacer para ir de regreso a...?
—Mariposa, en las afueras de California.
—Pienso... pienso... ¡Ya sé! Compramos un boleto de autobús, y vuelves a tu casa.
—¿Todavía hay autobuses de esos?
—Sí, será más largo el camino, pero llegarás directo.
Sonrió de lado. —Bien, siguiente problema. No tengo dinero.
—Yo tampoco tengo tanto... Pero algo se nos ocurrirá —lo meditó. No había mucho que este otro Tyler pudiera hacer, volteó a ver hacia la ventana y recordó por qué tenía tanta prisa—. Maldición, te veo en un rato.
—¿A dónde vas?
—Uhm... un compromiso. —Taehyung lo vio con esa mirada suplicante que siempre tenía cuando quería algo—. Ay, está bien. Toma tus cosas y sígueme.
Taehyung asintió feliz. No quería quedarse solo.
Se acomodó un poco la ropa y tomando sus cosas le imitó al caminar hacia la ventana.
De alguna forma, todo esto se sentía como una clase de monólogo para Taehyung, incluso cuando hablaba con él. Comenzaron a caminar por las calles mientras seguía al chico, era casi de su altura, pero evidentemente más joven.
—Y... —se animó a decir mientras bajaba las escaleras—. ¿A dónde se supone que vamos?
—Primero al centro. Allí está la estación de autobuses, veré si me alcanza para comprar el boleto. Y si no, podemos sacar monedas de la fuente.
—¿Has hecho eso antes?
—La idea no me enloquece, pero no puedo pedirle más dinero a mi falsa familia. Pensarán que lo uso para drogas, y van a enviarme de regreso con los demás.
Taehyung tenía mucha inquietud, es decir, él sabía tantas cosas sobre su vida, y hacerlo le provocaba una sensación extraña. Sabía que "con los demás" se refería a los chicos del orfanato, pero... aun así, le resultó raro saber el contexto de su existencia.
—¿Y... sí te drogas? —dijo para aligerar el ambiente.
—No...
—Dominic... —le llamó severo, pero no obtuvo respuesta—. Dominic Heart, ¿En serio te estás drogando?
—Ya, ya. No me regañes. Solo fue una vez... —Se quedó callado—. Oye... ¿Cómo sabes mi apellido? —le dijo reaccionando.
Taehyung abrió los ojos al darse cuenta de su error.
—Tú me lo dijiste —intentó disimular—. Como sea, no está bien que hagas eso. Te hace daño, y eres muy joven para eso.
El chico lo vio extrañado, pero le restó importancia al no recordar la veracidad de eso.
—Lo dice el ladrón de computadoras.
—¡Es un caso extremo! Además, tienes como quince años.
—¿Cuántos tienes tú? ¿Cincuenta?
Taehyung se quedó callado, técnicamente en ese año sí tendría cincuenta, o casi. Pero de nuevo, eran detalles.
—No seas grosero, estoy tratando de aconsejarte como tu mayor.
—No te ofendas, pero al menos no soy yo el que se enloqueció por un chico. Y luego se perdió en la gran ciudad.
—Uh... Golpe bajo.
—Lo siento, lo siento. Me pasé.
—Como quieras, dejaré de opinar sobre tu vida, eres un niño tonto —dijo Kim.
—Tú eres más tonto.
—Entonces tú eres un idiota.
—Sí, pero tú eres más idiota.
—¡Dominic!
—Ya, está bien. Me callo.
Taehyung frunció el ceño, esto de no ser el único sabelotodo respondón no era tan divertido para él.
Las calles estaban concurridas como era de esperarse. El centro de esa ciudad era muchísimo más grande que el de su pequeño Condado. Se movieron por el parque, mientras la paranoia de Kim crecía.
Iban directo a la estación, se acercaron a la pequeña caseta de información. Dominic tenía sólo veinticinco dólares y si no bastaba con eso, iban a tener un ajetreado día.
Taehyung se quedó detrás de él mientras hacían fila; sin embargo, un sonido muy particular le golpeó de pronto.
Llevó su vista en dirección a este, para encontrarse con un auto, detenido en el semáforo, y en su interior, a su hermano, o al menos la versión vieja de él riendo fuertemente desde el asiento del piloto.
Comenzó a respirar con dificultad cuando las pequeñas cargas eléctricas parecieron pellizcarle la espalda. La ventana de atrás estaba a la mitad y él pudo ver el conjunto de cabellos oscuros recargados sobre esta.
Jungkook.
Era Jungkook. ¡Era Jungkook!
Exhaló emocionado y habría saltado de la felicidad de no ser porque el semáforo se cambió de color y el auto avanzó cruzando la calle.
No.
No podía perderlo.
Dominic avanzó en la fila, era su turno de comprar; pero al voltear, observó la espalda del chico alejándose.
—¡Tyler! ¡Espera! —le gritó para intentar alcanzarlo.
El castaño lo escuchó, pero no se detuvo, buscaba a la distancia la camioneta; no debía perderla de vista. Parecía que ya no tenía más fuerzas, pero era incapaz de detenerse.
Sí, había perdido la razón. No había más justificación para lo que hacía. El latir en su pecho le hacía apresurarse para perseguir sus sueños.
Se cruzó la calle esquivando un par de autos que le bocinaron por imprudente y corrió por la acera buscando alcanzarlo.
Los edificios disminuyeron allí donde la camioneta se detuvo. Había árboles alrededor; pero casi todo era plano.
Sus hombros se sintieron ligeros cuando exhaló del otro lado de la calle, hasta que finalmente tuvo las agallas de cruzar, con pasos lentos y casi temerosos cuando los vio descender.
Le costó acercarse; cuando lo hizo, se conmovió por la escena de su hermano y una Sunhee cuyo cabello no creyó alguna vez ver así de corto besándose tan felices al lado del auto.
Los vio entrelazar sus manos para luego comenzar a caminar.
Y después... Tragó saliva, para contemplar con ternura a un pelinegro que bajó del vehículo, luciendo tan emocionado.
Apenas podía ver bien, avanzó un poco más. Jungkook se metió en medio de ellos, pero ninguno de los tres pareció molestarse.
En su lugar, se abrazaron mientras caminaban, dejando al menor en medio.
—¿Son una familia feliz? —dijo para sí mismo sin alcanzar a comprenderlo.
Al moverse un par de metros más detrás de ellos, se dio cuenta de que se dirigían al campo de béisbol.
Al inicio, nunca escuchó a Jungkook hablar sobre él. Quizá porque en la primera línea al conocerlo Seokjin intentó borrarlo del mapa a toda costa o simplemente no lo había mencionado, no estaba seguro.
Había varias personas entrando a la tribuna, y nadie le puso más atención que la que un muchacho desaliñado debería recibir.
Volteó a ver; Sunhee se veía increíble y resaltaba mucho entre la multitud. Tenía ropa cara, y formal, como toda una ejecutiva importante. Pero eso no pareció impedirle colocarse la gorra del equipo que desentonaba con ella y gritar feliz para apoyarlos.
También la vio guardar su teléfono en su bolso para poner total atención a los chicos en el juego. Suspiró, se sintió feliz por Jungkook, al menos aquí, su madre se amaba tanto que era capaz de amarlo correctamente a él también.
Se acercó a la reja, no sabía cómo actuar. Había estado pensando por días en este momento y ahora parecía ser incapaz de reaccionar cuando entrelazó sus dedos con el alambre que los dividía.
Vio a su hermano, tan fuerte y fornido como siempre, ahora todo un hombre adulto; pero aun así reía estruendosamente y se veía tan animado chocando los cinco con su equipo de jóvenes reclutas.
Y Jungkook... él estaba lejos del equipo, parecía nervioso. Lo observó detenidamente, este chico era un poco más delgado que el Jungkook que estaba en casa, también tenía el cabello corto. Era exactamente igual a cuando lo encontró.
Apretó las manos en la malla, quería saludarlo, quería acercarse.
Quería... oír su voz.
Y así como estaba destinado, soltó en la grava la bolsa que había estado cargando para llevarse la mano al bolsillo del pantalón sacando el teléfono de Jeon.
Incluso si tenía un teléfono nuevo, no sabía cómo utilizarlo del todo. Su pecho estremeció al desbloquear la pantalla con sus manos temblorosas.
Kim Taehyung había pasado meses intentando cargarlo después de haberlo reparado. Y lo logró, increíblemente.
Pero no podía seguir utilizándolo en ese estado, el dibujo que simulaba ser una batería estaba en rojo y tenía un número tres al lado. Pronto se apagaría.
Jungkook se tenía guardado a sí mismo porque siempre olvidaba su número. Si decidiera hacerlo... ¿Funcionaría?
Tal vez... Solo tal vez podría decirle "hola".
Observó por última vez el fondo de pantalla del chico antes de presionar el ícono de llamar.
No lo dudó más, ya no lo soportaba. Esa llamada nunca debió conectarse, era ilógico, pero lo hizo.
Así como esos ojos no debieron verlo. Esas manos no debieron conocerse. Y su piel... nunca debió sentir la necesidad de ser tocada por ellas.
Su corazón le traicionó cuando aceleró sus latidos en el instante en el que la línea pareció abrirse.
—¿Hola? —le escuchó decir desconcertado.
Taehyung quería llorar iba a hacerlo, Jungkook se veía tan lindo. Con su uniforme limpio y sus mejillas sonrojadas por el sol. La línea se quedó en silencio por unos segundos antes de abrirse entrecortada.
Sonrió al contra el teléfono. Pero de un instante a otro se aturdió.
—¿¡Eres tú!? —dijo porque fue lo único que se le ocurrió. Apenas podía hablar, y el dolor en su cabeza se hizo presente.
—Disculpe, ¿qué? ¿Con quién desea hablar?
—¿¡Jungkook!? —Taehyung sintió tanta náusea que desvarió por un instante.
—¿Quién habla? —No obtuvo respuesta—. ¿Hola? ¿Hay alguien allí?
El canto de las aves, y ese viento rebelde que osaba despeinarlo le hicieron enmudecer. Era ilógico hablarle como si lo conociera, era ilógico asumir que él voltearía a verlo, más que eso, era iluso de su parte. Quizá debió comenzar diciendo algo como:
«Hola, soy yo. Taehyung, Kim Taehyung. Hice todo esto para estar cerca de ti. No sé cómo, o por qué me encontré contigo; pero no quiero soltarte».
—¿Eres tú? —masculló con voz casi pérdida más para sí mismo que para el otro cuando se decidió a no llorar, porque sabía que no tenía sentido, y la sensatez de la que alardeó por muchos años le hizo reflexionar.
Entendió, que ese de allí, no era su Jungkook. Y quizá algún día lo sería, pero justo en ese momento, no lo era, no lo conocía...
Vio a Jungkook alzar la cabeza, mientras buscaba con la vista; pero incluso si estaba frente no se fijaba en él. No lo veía.
No sabía que lo amaba.
—Uhm... número equivocado —respondió Jungkook cortando la llamada de inmediato.
Y cuando la línea se quedó muerta, el pulso de Taehyung se aceleró, su rostro se tornó rojo antes de que al apretar sus ojos sus pestañas se mojaran. "Gran plan, ¿Cierto, Kim?" se burló de sí mismo. ¿Cuál era el propósito de todo esto? Sencillamente no alcanzaba a verlo.
Había aguantado tanto tiempo, pero ya no tenía fuerza, y solamente le quedaba una teoría:
Quizás... el universo odia a los amantes soñadores.
Retrocedió apenas, y por poco se dejó desfallecer en las gradas de la tribuna alrededor del campo. Se sentó, como intentando que las personas no le vieran llorar, fingiendo que el pecho no le dolía al respirar.
Kim Taehyung sintió sus lágrimas deslizarse hasta caer al suelo.
Dominic finalmente lo alcanzó, y se acercó veloz pasando por la entrada de la tribuna.
Al acercarse, se preocupó al verlo así de descompuesto, sollozando mientras buscaba esconder su rostro entre sus brazos.
—Oye... —le llamó—. ¿Estás bien?
Taehyung se removió cuando el silbato del entrenador resonó por todo el lugar dando por iniciado el partido.
—No es... —carraspeó—no es nada.
Quizá fue el sol que le hizo sentir sus mejillas mojadas calientes, o la forma en la que el chico le puso la mano en la espalda cuando se sentó a su lado, lo que hizo que Taehyung levantara el rostro, observando con atención a los jugadores.
—Sé que soy un tipo raro y desconocido, pero... no te preocupes. Lo que haya sido... pasará. —El castaño asintió—. Me diste un gran susto, ¿por qué huiste?
—Es solo... —sorbió su nariz—que creí ver a alguien.
A ese Jungkook un poco más delgado, de cabello corto, sin perforaciones, pero de impresionantes destrezas, y al viejo detrás de él, que gritaba dando saltos de euforia mientras les veía a todos correr.
Seokjin... Aún no entendía cómo era que Jungkook y Seokjin volvían a encontrarse. Ni sabía qué fue lo que hizo a Jungkook caer la primera vez, pero... en su bucle, todos estaban felices. Pensar eso lo hizo sonreír.
—Bueno, al menos llegamos a tiempo... —le dijo Heart con una vaga sonrisa.
—¿A tiempo para qué?
—El partido —explicó con algo de gracia—. Casi me lo pierdo por tu culpa.
—¿Siempre vienes aquí? —Taehyung aclaró la garganta al marearse de nuevo.
—Uhm... a veces. Solo cuando juega el equipo de la escuela.
—Tienen buenas jugadas —se atrevió a decir Kim, sin apartar la vista, para romper con el ambiente incómodo que sus lágrimas causaron.
—Llevan la delantera de la temporada, supongo que son un buen equipo —le respondió Dominic con ligereza, alzando los hombros.
—¿Supones?
—Sí, porque yo no sé nada de béisbol.
—¿Entonces qué haces aquí? —dijo el castaño sin llegar a ser malicioso.
—Me gusta... aunque no entiendo lo que pasa la mitad del tiempo. —Volteó a verlo—. Oye, no me veas con tu cara juzgona.
—No te estoy juzgando; solo me hiciste recordar algo. — Taehyung no pudo evitar reír. —Sabes... solía ser muy bueno jugando béisbol, mi hermano me entrenaba.
—Debes saber mucho entonces.
Taehyung asintió con una sonrisa de lado.
—¿Ves al pelinegro? —le dijo—. Básicamente, su objetivo es golpear la pelota muy muy lejos, y correr por todas las bases antes de que alguien atrape la pelota.
—Sí... entiendo esa parte, creo. De hecho, es a lo único que le he prestado atención, Jungkook es un gran bateador, el mejor, será el capitán del equipo el próximo año.
Taehyung volteó a verlo cuando sus palabras se volvieron más personales, y el otro pareció apenarse al hablar de más por primera vez.
La superestrella era capaz de atraer miradas en cualquier línea... ¿Eh?
—Jungkook... —le dijo Taehyung al notar su voz divagar—. ¿Lo conoces?
Ambos inclinaron la cabeza hacia la izquierda, y ese cabello despeinado que poseían revoloteó en la misma dirección mientras juntos veían hacia el campo, como si de un reflejo se tratara.
—Sí —contestó el menor, evasivo de pronto. Creyendo haber cometido un error al hablar de más—, bueno, algo así...
—¿Algo así? —Taehyung se burló, se había secado sus lágrimas con disimulo.
—Está en mi salón. Se sienta frente a mí, algunos asientos más adelante, dos creo... bueno quizá cuatro.
—No hablas mucho con tus compañeros... ¿O sí?
—No... Tomo cursos con ellos; pero no encajo del todo por mi edad —se limitó a decir, y Taehyung pensó que en otro tiempo, ellos dos habrían sido grandes amigos. O terminarían peleando con el otro por alguna tontería, lo cual le pareció encantador.
—¿Cuántos años tienes? —se atrevió a cuestionar, pero no sabía que sus burlas habían acertado.
—Mi cumpleaños será pronto, así que supongamos que ya tengo dieciséis. —Vaciló antes de continuar—. ¿Qué hay de ti? No tuvimos oportunidad de conversar mucho anoche.
Aunque el tiempo parecía fluir de diferente forma, le asustó preguntar en qué mes estaba. Pues la racionalidad de Taehyung le hizo pensar que habían pasado exactamente dos días de su diciembre en el 86".
—Siguiendo con tu lógica... Entonces tengo dieciocho —dijo con su voz profunda—. Mi cumpleaños es mañana.
—¿Mañana?
—Eso parece.
Taehyung pensó que era muy curioso que Jungkook comenzó a mencionar a ese chico después de que cambiaron algo. Por mucho tiempo creyó que había incluido a una persona aleatoria de su entorno; pero ahora, tuvo más sentido para él que tal vez él pareció específicamente por su culpa, así que dedujo que él nunca estuvo en la línea original.
Y tenía razón, Dominic solo existía en las líneas donde todos eran benevolentes.
Kim Taehyung nunca lo sabría; pero su afamado rival era el hijo que su mejor amigo nunca pudo conocer. Y pensó que él era el error que tanto había estado buscando.
—Ahora entiendo por qué quieres regresar a casa...— dijo Dominic. Pero su voz divagó cuando la jugada de Jungkook fue tan buena que le robó la atención.
Taehyung se mofó mentalmente de él cuando dejó de ponerle atención por ver a su esposo, que no era su esposo, pero... él mismo se entendía. "Ah... Taehyung, ¿aún fantaseas con eso?" se dijo.
—¿Te gusta, cierto? —se atrevió a decirle, de brazos cruzados.
—¿Quién? —dijo volviendo su vista a Kim.
Negó con una sonrisa. —El bateador. Estás ignorándome por su culpa.
El chico no le contestó. Su silencio le confirmó a Taehyung que la lástima que le tenía era realmente válida cuando entendió su función allí. Taehyung no sabía qué o quién detonaba la existencia de este chico. Aun así, se sintió ligeramente culpable de que estuviera atrapado como ellos.
Jungkook se lo había dicho, él no podía amarlo. Quizá porque Dominic era uno de los fallos o simplemente... porque Taehyung había aparecido antes de que eso sucediera.
—No, solo... me agrada. Parece ser una gran persona —dijo divagando un poco.
El castaño sonrió de lado viendo a Jungkook jugar con esa destreza, con esa chispa que solo él tenía. Y esa sonrisa, capaz de hacer que el tiempo entero se paralice.
Suspiró, para luego asentir con la cabeza.
—Lo es... —murmuró apenas—. Es un hombre espectacular —afirmó con total seguridad.
Dominic no pudo evitar reírse ante sus escasas palabras, ganándose una ceja alzada de Taehyung.
—Oye... Yo lo vi primero —le dijo el menor dándole un pequeño empujón y una sonrisa que hizo a Taehyung imitarlo.
Una parte muy pequeña de Kim hubiese querido burlarse de él sin ser malicioso, simplemente alardear de que tenía corazón de Jeon para él solo; sin embargo, llegó a la conclusión de que ese no era su Jungkook, al menos no aún.
Aquel chico encantador llegó a ser suyo por el camino que recorrió, y los errores que cometió.
Entonces, pensó que el orden de las cosas no era igual para todos; en especial, para ellos. Porque Taehyung tuvo que esperar tantos años y de regreso para conocer a Jungkook; pero Heart lo encontró primero para luego tener que esperarlo para siempre.
Sí, suspiró y en lugar de burlarse le sonrió profundamente sereno.
—¿Y por qué no le hablas? —dijo llevando su vista al menor.
Dominic bajó la cabeza y negó un poco viendo al suelo.
—¡Ja! ¿Y arriesgarme a que me rechace? Ni loco, solo míralo.
—En realidad no puedo ver mucho—frunció el ceño—, de hecho, necesito mis anteojos.
Ese escepticismo del muchacho se rompió cuando le fue imposible no soltar una gran carcajada en medio de la tribuna.
—¿Qué carajos, Tyler? —dijo divertido con su comentario.
Taehyung también riendo alzó los hombros.
—Los miopes vemos bien de cerca, no de lejos —se excusó—. Pero ese no es el punto...
El muchacho suspiró, no tenía muchos amigos. Ninguno en realidad, y el ladrón de electrónicos había conseguido agradarle, es más, se sentía demasiado familiar.
Quizá porque ambos tenían la misma ilusión, el mismo espíritu e irónicamente el mismo nombre.
Después de todo, al hablar de espíritu no era necesario referirse al alma; sino a la capacidad de amar y pensar. Ambos tenían un gran corazón.
—Definitivamente no está en mi liga —dijo al fin, resignado.
—Ah, ¿no? —El chico negó—. Nunca has hablado con él. ¿Cómo estás tan seguro?
—Es alguien muy inteligente, y por lo que sé... reservado.
—Eso no significa que no puedan tener muchas cosas en común.
—¿Qué podría tener yo en común con alguien como él? —Suspiró.
Sí, Taehyung pensó que... aunque quería tener el corazón de Jungkook en una caja de cristal, este necesitaba vivir, necesitaba enloquecer de juventud antes de entregarse a él.
Incluso si no lo hiciera, incluso si renunciara a él... Taehyung sabía que todo debía seguir su ciclo.
—Le gustan los superhéroes. ¿Sabes? También teñirse el cabello de muchos colores, las perforaciones, aunque creo que aún no se ha animado a hacerse una, y podría decirse que es un poco metiche —le dijo con gracia.
—¿Qué? —La forma en la que al castaño le tembló la voz hizo dudar a Dominic—. ¿Cómo sabes que...?
Taehyung no le hizo caso a sus cuestionamientos y siguió—: Le gusta el arte... Y la música... adora la música en todas sus formas. —Sonrió apenas—. Tocarla, cantarla, bailarla... ¡Descubrirla! Ama descubrir canciones nuevas, las atesora y las viejas, maldición, para él no son clásicos, son leyendas.
Taehyung volteó en dirección a Jungkook quién por un segundo alzó la vista hacia el cielo para ver volar la pelota en esa jugada.
—Él y tú... se conocen. ¿Cierto? —se atrevió a preguntar Heart.
—Hoy no —declaró—. Probablemente tampoco mañana. Pero quizás... Ayer lo fuimos todo.
El chico dudó pasando su vista de él a Jungkook un par de veces sin poder entender, sacando una conclusión apresurada.
—Él es... Eso significa que acabo de quedar como un tonto frente a ti —intentó hablar pero Kim lo interrumpió.
—No. Significa —le dijo severo—, que si no lo haces feliz tendrás muchos problemas conmigo, jovencito.
—¿Por qué me dices esto? —Dominic estaba confundido, y tan mareado que sintió que vomitaría.
—Sé su amigo, huyan de casa, y cómprale muchas flores. ¿Podrías?
—No lo entiendo... ¿Por qué yo? —Heart parpadeó, pero no obtuvo respuesta.
—¿Podrías? —repitió sin dejar de verlo.
—Yo... ni siquiera me atrevo a acercarme. Lo siento, no puedo.
—¿Por qué?
—No soy alguien particularmente sociable. Él tiene una gran vida, y yo no tengo mucho que ofrecer —respondió—, nada, de hecho.
Taehyung se quedó callado un par de segundos en los que sintió que ellos no eran tan diferentes.
—No eres sociable, pero... has estado caminando por la ciudad con un desconocido todo el día. Muy irónico ¿No crees?
—No... no es lo mismo.
—Sí, lo es. Así que cuando se acabe el juego. Acércate a él... Tampoco tiene muchos amigos, estoy seguro de que estará feliz de verte.
—¿Y si me rechaza? —Estaba increíblemente consternado. La presión en su cabeza le confundió, sin embargo, Tyler no le provocaba temor, más que eso, le transmitía mucha paz.
El castaño sonrió y llevó su vista a Jungkook por un segundo; en un momento tan exacto que fue capaz de apreciar al pelinegro mirando en su dirección.
El nudo en su garganta se hizo muy grande, Jeon Jungkook como tantas veces, veía más allá de la malla desde el campo; pero esta vez, no lo estaba viendo a él.
Dominic le sonrió, causando que Jungkook lo hiciera, y cuando se encontró correspondido, se animó a levantar su mano para saludarlo.
—El temor te mantiene a salvo. Pero eso no le sirve a seres insignificantes como nosotros cuando el universo es tan grande y curioso que... nunca sabes qué encontrarás. Y si no te arriesgas... nunca podrás sentir que estás vivo.
Finalmente se mofó de él. —Pues hasta el momento... no he encontrado nada que valga la pena.
—Dominic —le llamó—. Sé que es difícil de creer pero la vida... —le mostró benignidad con un suspiro— no es tan mala como parece.
Heart abrió los ojos sorprendido. Él creía en lo divino, y por un diminuto instante, sintió que alguien arriba lo había escuchado. Kim se quedó callado un par de segundos en los que —por sus ojos tristes—le hubiera gustado abrazarlo.
Quizá la vida era eso. Solo un instante, ni más, ni menos.
Resultaba curioso pensar que ninguno existía en la línea del otro. Aun así, era tan fácil hablar entre ellos porque, aunque el universo se opusiera... ambos compartían un lazo inefable.
Uno forjado por la pureza de sus inocencias al amar, de sus deseos de descubrir el mundo y esa valentía que vivía en ellos.
—Tengo miedo de sufrir —confesó finalmente.
Le observó con resignación, y una sonrisa llena de melancolía cuando le dijo:
—El miedo al dolor nos limita el conocer cosas que podrían ser maravillosas.
Heart creyó en lo profundo de su corazón que el cielo quería mostrarle la gracia. Taehyung suspiró. El viento que erizó la piel de su cuello le hizo pensar que faltaba mucho por entender. Pero al final, si Taehyung era un ángel para todos... no le molestaría serlo para él también.
—¿Quién eres tú? —le preguntó directo.
—Soy tú... —se burló Kim y guiñó un ojo—pero más inteligente.
El partido terminó a favor de los locales, todos se pusieron de pie felices entre aplausos y alaridos.
Taehyung vio a Jungkook tomar su bolsa del entrenamiento, notó la forma en la que volteaba a ver hacia el chico y luego fingió una sonrisa.
—Tyler... —le llamó Dominic—. Algún día... ¿volverás?
—No lo sé... tal vez. Si vuelvo a huir del pueblo vendré a buscarte —respondió con algo de gracia.
—Ten —extendió hacia él el pasaje de autobús—. Te llevará a casa.
Lo tomó; sus manos temblaron un poco cuando notó que el Dominic no mintió, y realmente lo había conseguido.
—Gracias... —murmuró al notar a Jungkook acercarse—. Ahora prepárate, viene hacia acá.
—¿Qué?
—Adiós, niño —dijo finalmente, con pesar cuando se alejó un par de pasos.
Y aunque él lo había provocado, hubiese deseado no estar lo suficientemente cerca para escuchar ese—: Oye... yo te conozco, creo —que dijo Jungkook cuando estuvo cerca—. Estás en mi clase de inglés, ¿O no?
El chico bufó. —Soy Dominic, por cierto, me siento junto a ti desde el semestre pasado.
Taehyung se dijo a sí mismo que siguiera avanzando, que ya no le correspondía, que debería regresar a su pueblo y encontrar la forma de volver a casa. O en su defecto, comenzar de nuevo allí, en ese futuro tan cruel y frío en el que no tenía nada.
Pero no pudo, su corazón era demasiado sensible, y se detuvo por un par de segundos a admirar con nostalgia a ese Jungkook beisbolista, con sus calcetines altos, la gorra y esa sonrisa que le mostró al chico.
Le dolió. Le dolió más de lo que esperaba porque admitiría ser egoísta al pensar que esa sonrisa era suya, él ya se la había entregado. Le pertenecía, así que no quería que la tuviera nadie más; y le quemó, saber que los demás también la contemplaban con admiración.
Apretó la bolsa en sus manos, estático. A su lado, pasó ese viejo de espalda ancha y expresión seria cuya presencia le quemó un poco.
Taehyung, asustado, retrocedió por la cercanía del mayor, aunque el verlo reprender a Jungkook le resultó gracioso.
Se permitió observar por unos segundos, y sonreír al verle caminar con normalidad. Él amaba tanto a su hermano, nunca lo negaría.
—No discutiré contigo, vámonos —escuchó decir a Seokjin y él se escandalizó al verlo darse la vuelta.
Estaba feliz de ver su rostro; y se jactó al notar que la vejez no era capaz de acechar a Seokjin por lo joven que se veía al no aparentar su edad.
Sin embargo, Seokjin no debía verlo. Así que intentó huir veloz, pero terminó chocando con él. Escuchó su voz de cerca, cuando se disculpó, aunque Taehyung no pudo detenerse, no era correcto.
Sabía que Seokjin le buscó con la mirada, pero de todas formas siguió avanzando hasta ser capaz de alejarse del campo.
Y gritar.
Gritar tan fuerte y desesperadamente porque jamás lograría sacar ese dolor del pecho. Gritar por su alma desconsolada.
Esa tarde, subió al moderno autobús que le llevó de regreso a su ciudad en medio del caer de las hojas de otoño que volaron por toda la carretera que le conducía a casa.
Esas horas que pasó viendo por la ventana le hicieron recordar el largo camino que había recorrido. La carretera era tediosa y aunque ya no le molestaba el transporte público, se sintió muy solo en el último asiento desde el que observó por la ventana hasta que la ciudad se convirtió en una arboleda.
Ya casi no veía el sol, el final estaba tan cerca, que en el fondo agradeció al universo haberlo llevado de regreso a casa. Su corazón estaba destrozado.
Se bajó en su estación, arrastrando su computadora con él; Taehyung creyó que todo había terminado; pero no había entendido lo suficiente para reconocer que el final de una historia era el inicio de otra.
Quizá por eso los humanos viven mejor en ignorancia; porque estar consciente de todo solo conduce a experimentar una impotencia tan grande... tan llena de desolación y a su vez, tan real, que sería capaz de enloquecer a cualquiera que tuviese una pizca de entendimiento.
Kim Taehyung, al igual que Kim Yoonji y Kim Namjoon cometieron el mismo error: anhelar. Ya sea un futuro, un amor, o la verdad.
Los hermanos abrieron el vórtice la primera vez, en el momento exacto en el que Jeon Jungkook cayó, el punto cero era su culpa.
Pero el bucle, era completamente culpa de Kim Taehyung. No lo sabía, no aún.
Lo supo hasta que entró a la bodega de los Min, de donde había salido, y se encontró con la estructura de metal desde donde podía generar el vórtice y todas sus máquinas apagadas.
Su mente le gritó que siempre estuvieron allí; pero él sabía que no era cierto.
Como ese primer agujero que hizo en la malla que rodeaba el bosque, las realidades tenían muchas aberturas que le daban la pauta a transgredirlas.
¿Dimensiones o líneas de tiempo? Muy complejo de explicar. Así que simplemente se diría... una realidad que respeta el tiempo. O bueno, Taehyung ya no respetaba el tiempo.
—¿¡Por qué?! —gritó agitado y con desesperación se pasó las manos por el cabello—. ¡Lo estoy dejando ser feliz! ¿¡Qué pasó!? ¡Lo hice bien!
Negó con la cabeza incrédulo. ¿Qué cambió? ¿Qué fue lo que movió para hacer que el maldito efecto mariposa volviera a encerrarlo?
Pensó en Jimin diciendo: "Una variable creada en la segunda línea hace que se repita o hará que se repita". Negó con la cabeza ante la necesidad de tener su libreta.
Y sí, pensó en que la brecha de la segunda solo se hizo notoria hasta que pisaron San Francisco.
«Si él niño apareció en la segunda... eso lo convertiría en la variable; entonces, de todas, esta es la tercera línea» dedujo.
"Si todo está destinado a ser, algo en la segunda hace que en la tercera se empuje la variable hacia el detonante", recordó. Entonces, la verdad lo golpeó cuando su corazón comenzó a latir más rápido y su exhale se detuvo.
Jungkook no cayó al lago la segunda vez hasta que se encontró con el chico, ni la tercera, o la cuarta, o la quinta vez. Pero ¿Qué hizo que el chico lo buscara en primer lugar? ¿Por qué le quemó durante todo el otoño pensar en él?
No eran celos. Era resentimiento; porque no importaba la línea, él ya lo conocía.
Por eso estaban encerrados; porque él lo había logrado cruzar. Y al intentar despedirse de Jungkook...lo había enviado de regreso.
Las mil veces que cayó... él lo hizo caer en todas.
En conclusión. Si en el niño era la variante, el detonante...
—...Soy yo —murmuró Taehyung—. Es mi culpa.
Negó desesperado. No se trataba de regresar, el bucle lo protegía; peor aún, lo invitaba a hacerlo.
Y ese reloj que parecía haber estado detenido en su existencia comenzó a correr de nuevo con ese sonido de las manecillas tan profundo rompiéndole los oídos.
Abrió desesperado la caja con la computadora que tenía y se deleitó tanto cuando logró encenderla porque el olor a nuevo y el conocimiento eran cosas que le llenaban.
Taehyung era el tipo de persona obsesiva cuya determinación terminaba por empujarlo a hacer cosas impensables; pero ya no podía parar.
Estaba hecho, el bucle estaba allí y nada iba a detenerlo. Es más, él no quería detenerlo, quería encontrar la forma de quedarse en alguna de las líneas sin romper las demás.
Le quitó el polvo a los rústicos monitores en la bodega y volvió a encenderlos. Entonces, cuando todo volvió a su sitio; la bodega se llenó de luz; pero colapsó casi instantáneamente.
Segundo intento: electricidad.
Recalculó la energía y aunque pareció que funcionaría volvió a repetirse.
Se quitó el cabello de la frente. Conectó la computadora; porque sí tenía razón, el teléfono podía recibir señal de la computadora y viceversa. Aún no entendía mucho esa parte, oh, pero lo haría. Maldita sea, Taehyung se juró que lo haría.
Los teléfonos tenían ahora calendarios, y él tomó el nuevo para intentar fechas al azar luego de que logró unirlo con la máquina.
Y ese dolor en el pecho que siempre tenía cuando las luces de la ciudad parpadeaban, ya no le asustaba. Él amaba esa parte del experimento en la que sabía que toda la energía del Condado estaba siendo absorbida por él.
Ese viejo monitor marcó la intensidad ideal. Ahora sí, la energía estaba contenida justo como debía hacerlo.
Su traje seguía allí; y él lo entendió todo cuando volvió a ponérselo.
Volvió a atravesar el umbral, y el dolor fue exactamente el mismo. La energía funcionó de la misma forma y Kim Taehyung lo único que podía hacer era elogiarse mentalmente para que sus deseos de llorar no lo sofocaran.
Quizá estaba mal, quizá ya estaba demasiado corrompido; pero no había llegado tan lejos para irse con las manos vacías.
Tercer intento: dualidad.
Un día cualquiera.
Probablemente en cualquier lugar. Quién sabe cuántos días después de.
Cuando volvió a caer en la bodega vacía, lo primero que hizo fue sacar el teléfono de Jungkook y revisarlo para constatar que estaba casi inservible.
Apretó los ojos, antes de ponerse de pie.
Ahora sí, estaba dispuesto a ver qué les deparaba el futuro.
Tenía que encontrar una realidad que pudiera manipular para quedarse en ella.
Vio muchas cosas en su afán de intentarlo, desde estaciones, hasta otras versiones de la gente que amaba en muchas otras líneas que nunca creyó que vería.
Entonces corrió, tan velozmente como sus piernas se lo permitieron. Porque él iba a causar esa caída de una u otra forma. Las líneas sí bien estaban fracturadas, se habían abierto muchas brechas de entre ellas, que Taehyung, definitivamente usaría para atravesar.
Lo que más le sorprendió del tercer intento fue la forma en la que todo se dio casi exactamente de la misma forma. Él volvió a correr, volvieron a darle un aventón, esta vez no lloró en la calle y fue directamente al centro comercial.
Casi idéntico, de no ser porque, aunque volvió a toparse con Dominic, no era un él sino un ella.
Y se asustó, vaya que lo hizo. Porque su aspecto había variado lo suficiente como para resultar familiar.
No, definitivamente no podía quedarse allí. No podía seguir en el futuro, sí quería regresar a su línea tenía que saltar entre el pasado de estas.
Así que otra vez, regresó a la bodega. Él estaba intentando probar la teoría de que podía ir a cualquier parte del tiempo y espacio.
Cuarto intento: asombro.
Ningún día.
En ningún lugar. Quién sabe cuántos días después de.
Quizá fue el que menos tiempo le tomó para decidir abandonar.
Su pecho golpeó de nuevo contra el metal del suelo, pero no importó porque sus quejidos no fueron lo suficientemente fuertes como para eclipsar lo que encontró.
Había gemidos, muchos gemidos que resonaban por toda la bodega. Con fuerza; pero no eran dolorosos, sino más bien desenfrenados.
Él conocía esas voces, y no sé acercaría a la puerta de la oficina; porque sabía lo que iba a encontrarse.
Él sabía que era Agustus y... aunque se mareó, su mente apenas pudo procesar el nombre que estaba gritando. Porque llamaba a su hermano con tal fuerza, como si al alejarse de él fuera a morir.
Sabía que era Seokjin el que jadeaba, y aunque no pudo escuchar bien lo que le decía, confirmó que era peligroso estar allí cuando le faltaba el aire.
Ellos dos, juntos, eran uno de los errores más grandes de todo el plano. Y eso los mataría a todos. Probablemente por eso el destino decidió que era necesario que a Min se le deslizase una hoja de su cuaderno, esa donde estaba el poema que causó su separación.
Apenas logró regresar a esa que había bautizado como la tercera línea. Y le quemó tanto, como si confirmara que ellos alguna vez o en alguna línea le hicieron daño.
Cada realidad era más extraña que la anterior.
Quinto intento: fallido.
Se sentía muy débil, casi se había quedado atrapado en una de las líneas cancerígenas y tuvo que respirar para volver a intentarlo.
Se pasó las manos en el rostro; porque, aunque quería moverse en el pasado de cada historia no podía, no si corría el riesgo de encontrarse con más variantes de las piezas o consigo mismo incluso.
De no ser porque su cuerpo cada vez sentía más dolor, lo habría intentado miles de veces más. Pero en ese momento, tembloroso, tomó su teléfono e intentó cambiar la fecha de a dónde debía dirigirse.
Era como dejarse caer en el acantilado con la certeza de que caería de nuevo en la cima.
Cada vez más perdido que la anterior. Con las campanas del final resonando a cada paso que daba.
Sexto intento: desesperación.
Un día cualquiera.
En cualquier lugar. Quién sabe cuántos días después de.
Le dolía ya el pecho de tantos choques contra el suelo, y sus labios se habían agrietado.
Se acercó de nuevo a la puerta de la bodega por centésima vez en ese "día" y ladeó la cabeza cuando se dio cuenta de que la nieve se estaba desvaneciendo. Sí, el invierno se estaba acabando.
Y a diferencia del pavimento con el que se encontró en el futuro... la extensión de árboles estaba de nuevo allí; sin embargo, algo se sintió diferente.
Respiró un poco más lento cuando su pecho se sintió pesado. Estaba lastimado; mas no fue eso lo que le aturdió; sino los recuerdos que tuvo de pronto al estar allí.
Volteó con miedo hacia la oficina, estaba solo; pero sintió tanto frío en la espalda, como aquel a quien su camisa le fue arrebatada.
No había cuenta, o separación; Taehyung se arriesgó con esa fecha. Pero comenzó a cuestionarse... en qué línea estaba, pues sintió tanta desesperación que tuvo que tomar aire por la boca.
Así como al resto de las piezas; las memorias de Taehyung también se habían movido con intenciones de mezclarse; y esta vez, mientras caminaba hacia en el exterior, al arrastrar sus pies por el sendero en el bosque pensó en que... él no tenía la culpa.
El tiempo no se movía igual en todas las líneas; parecía ir más lento en algunas. Y en la primera, Taehyung sintió como si él fuese más veloz que todo a su alrededor.
Si bien, las memorias "originales" no pudieron confundirlo como a los demás; al estar allí, se sintieron tan reales que sus rodillas temblaron.
Sí, la nieve había cesado y en las ramas de los árboles comenzaban a nacer nuevas hojas de un hermoso verde que prometía esperanza.
«Debió ser muy malo... ¿Cierto?» se dijo a sí mismo. «Demasiado como para que haya elegido perderme esto».
Más allá de todas las cosas absurdas que había hecho; quizá la más peligrosa de todas fue seguir avanzando en esa, que era la realidad de la que tanto huía. La afamada primera línea.
Y allí, escuchando el canto de las aves que parecían ir de paso por la migración debido al clima, observó todo exactamente como él lo recordaba. O al menos así fue hasta que el sabor amargo de la sangre en su boca le quemó. Y él quiso abrazarse.
Hizo algo diferente porque sintió la necesidad, y caminó en sentido contrario. Mientras más avanzaba por la vereda que le llevaba de regreso a casa, más claros eran los recuerdos de él vagando ebrio por esos mismos y de... él escondido detrás del piano en el auditorio.
Comenzó a recordar que, aunque se consideraba alguien erudito y para nada fanático de seguir tendencias, consiguió cientos de revistas de moda para entender de lo que... ¿Agustus? Sí, para entender lo que él decía.
Recordó que intentó escribir una canción y solo consiguió muchas burlas porque su voz jamás sería lo suficientemente buena. También la vergüenza que experimentó cuando él le dijo que era terrible bailando.
Kim Taehyung... esa versión de Kim Taehyung hizo tanto para curarlo. Pero no, ese chico no estaba herido, estaba podrido por dentro.
El castaño lo siguió e hizo todo lo que estuvo en sus manos para conseguir aprobación. De sus padres, de los maestros, de su hermano, del único amor que tuvo... de todos. Y aun así no fue suficiente.
Quizá por eso se le permitía ser el protagonista de todas las otras líneas; porque no pudo serlo en la primera.
Toda esa historia graciosa, llena de situaciones hilarantes que al inicio parecía salida de esas películas que le gustaban, de clichés románticos sin fin, no eran más que un reflejo de lo que su alma anhelaba sentir.
Esos bailes, esas risas, todo ese amor eran cosas que no tuvo.
Recordó las veces que Jungkook lloró en su cama, a su lado, mientras él trataba de convencerlo de que esos recuerdos no eran reales; pero ahora entendía lo que era sentir el dolor al que estabas destinado. Y le dolía, verdaderamente lo hacía.
Más que eso, le quemaba el alma profundamente.
Había tantas cosas que de pronto entendió que se abrazaba a sí mismo con pesar al caminar.
Llegó a su calle, y sintió los ojos muy pesados. Tenía recuerdos, sí, y el motivo de que no lo confundieran era evidente para él, pero no quería pensarlo.
Avanzó por la acera viendo los jardines con nostalgia, como lo habría hecho cualquier otra tarde de regreso a casa. Y deseó con tanta fuerza no ser él.
Deseó tener salud, valentía y amor.
Encontrarse con otra versión de sí mismo habría sido un gran problema, y Taehyung no se habría atrevido a avanzar tanto de no ser porque sabía que... él ya no estaba allí.
Vio por unos segundos la casa de los Min y se burló un poco.
Si Seokjin se hubiera acercado y sido honesto con él desde el principio, Taehyung lo habría escuchado atentamente. Y se habría apartado.
Taehyung siempre creyó que había algo extraño entre ellos, y no lo supo por Min, el pelinegro nunca mencionó a Seokjin en ningún momento.
Él lo supo por su hermano; porque no era tan ajeno como todos pensaban. Él lo oyó llorar mucho y aunque quiso preguntarle, nunca tuvo el valor para hacerlo.
Ahora que estaba allí, pero con un poco más de madurez, y de conocimientos sobre la vida, pensó que estuvo mal ser indiferente a ese dolor.
También se sintió muy tonto porque ahora sabía que el amor no se trataba de llenar expectativas, que el amor no te aleja de tus seres queridos, el amor no te golpea, no te fuerza a nada, no se burla de ti.
El amor no te aprisiona.
El amor... te cuida. Y te hace crecer.
Eso que lo cegó la primera vez no fue amor, sino la desesperación de encontrar algo que le hiciera sentirse amado. Porque lo deseaba tanto, que cuando un similar apareció se aferró a eso y deseó con intensidad que lo fuera.
Aunque en el fondo sabía que no lo era. Aunque lo hería, aunque era falso.
Taehyung no comprendió del todo por qué si Agustus era su amigo en la segunda línea, si tenía esa capacidad de escucharlo sin causarle algún temor, ¿por qué demonios se atrevió a usarlo tanto en la primera?
Si él estaba tan lastimado como decía, cómo se atrevió a joderlo, a gritarle que lo dejara en paz por lo irritante que era, a decirle que si no lo acompañaba a beber esa noche en la bodega dejaría de hablarle.
A besar a su hermano, a escabullirse de su habitación para hablar con él en el pasillo cuando creía que Taehyung no se daba cuenta. De tomarle fotografías que luego colgó en la entrada de la escuela para que todos las vieran.
Taehyung se ganó su lugar como protagonista en todas las otras líneas y April pagó sus pecados al no poder estar con Seokjin en ninguna, incluso si en alguna se amaban.
Si Agustus Min se hubiese dejado sanar a sí mismo; Taehyung lo habría cuidado tanto y tan delicadamente mientras florecía que habría vuelto a llenar de flores los campos en primavera; pero no lo hizo.
Sabía que Seokjin cometió errores que nunca podría reparar, que era cobarde; pero Taehyung... ¿Qué le hizo?
Su yo inocente era el verdadero «¿Qué hice para merecer esto?»
Y por eso el destino, o quizá Dios se compadeció enviando a Jungkook hasta él; porque desde el segundo en el que pisó el Condado, Jeon Jungkook había sido su cambio, su invierno, uno a cuyo frío viento había dejado de temerle.
Así como era, imprudente y despistado. Tan insolente que era cómico, con sus ideas extrañas sobre la vida y el universo.
Jungkook era el invierno que esperó pacientemente todo su otoño para ser digno de amarlo.
No quería seguir avanzando hasta su casa, entre más cerca estaba de ella, más fuertes eran los recuerdos lúgubres.
¿Su corazón roto derramó la gota del vaso?
No.
¿Su familia?
Tampoco.
La sangre de su nariz que no se detuvo sí.
Esa visita al hospital en donde se presentó solo a urgencias fue lo que lo hizo, y lo mucho que lloró cuando tuvo que quedarse allí por días y sus padres no atendieron el teléfono, ni siquiera lo buscaron.
Sin importar lo que dijeran corrió a casa. Se tropezó en la entrada, y le habló a su padre cuando entró, lo recordaba bien, también haber tomado eso que escondió en su habitación en sus manos.
Fue como si le hubiesen puesto un reloj de arena en la espalda. Y él simplemente hubiera roto el vidrio.
Avanzó finalmente las casas que le restaban; temblando; se acercó a la suya, y entendió por qué le tenía tanto miedo a los francotiradores, y porqué se removía incómodo con algunas de las malas bromas de Jungkook.
Negó incrédulo cuando el dolor fue tanto al estar de pie frente a su hogar. Pero no esperaba ver a su hermano sentado en el balcón con las piernas colgando en donde la herida en una de ellas resaltaba enormemente.
Taehyung recordó haberse despedido, pero no que Seokjin le respondiera.
Él jamás culparía a Seokjin por lo que le sucedió. No lo juzgaría. Su hermano era bueno, pero tenía miedo, siempre lo tuvo. Eso era todo, y se merecía al menos una pizca de perdón de su parte.
Lo vio allí, vestido con ese traje caro que había comprado para la graduación y viendo hacia el cielo como perdido.
Se veía tan vulnerable que Taehyung se detuvo y lo observó con tristeza porque conocía tan bien al mayor que sabía que en ese momento se estaba reprochando a sí mismo.
Quería abrazarlo mientras recordaba lo enorme de su sonrisa al verlo con su familia y pensó: "Nunca supe cuánto te quería, hasta que te vi ser feliz hoy".
Para que llorara en su hombro y él pudiera decirle que no era su culpa. Pero hacerlo significaba ponerlos en peligro a todos y no podía arriesgarse a eso.
El sol de la tarde comenzó a ocultarse, Taehyung tenía que irse si quería terminar de arreglar su vórtice para poder regresar a su línea.
Porque sí, el Taehyung herido e inocente estaba muerto. Y él había dejado de ser ese Taehyung hacía ya mucho tiempo.
Se tragó su dolor cuando buscó marcharse, dándole la espalda; pero antes de hacerlo, aprovechó el fuerte viento para silbar. Sí, con ese típico silbido que era un código entre su hermano y él.
Ya sea para abrirle la puerta o para buscar su ayuda. Ese que siempre significó "estoy aquí".
—Perdóname por lo que te hice, Jin —dijo para después murmurar—: tuve miedo de sufrir.
Kim Seokjin, se recargó contra la pared de la casa llorando cuando Kim Taehyung le dejó sólo.
Era un camino largo y sin embargo no le preocupó que la noche pareciera atraparlo.
Cuando regresó a la bodega, tomó todas sus cosas y encendió de nuevo el vórtice recalculando su trayectoria.
Había contenido la suficiente energía para seguir haciendo pruebas; pero no era seguro, no sabía cuánto tiempo más aguantaría el experimento en las otras líneas.
Así que se dispuso a regresar, con su computadora bajo el brazo y su celular apagados en el bolsillo. El celular de Jungkook se había apagado hacía muchas horas.
Iba a intentarlo, porque al ver el vacío que había dejado en la primera línea comenzó a pensar que era el espacio que tanto estaban necesitando.
Ni siquiera se detuvo a temer cuando hizo parpadear las luces del Condado Mariposa en todas las líneas existentes a la vez.
No había nada que le asustara ahora.
Había visto el futuro y el pasado tan de cerca, que le parecieron tan vanos cuando lo experimentó en carne propia.
Respiró profundamente antes de pararse de nuevo frente al portal apenas poniéndose la careta y el traje un poco quemados, cosa que le preocupó ligeramente, pero no vaciló.
Está bien, haría esto de nuevo.
Por séptimo intento.
28 de diciembre,1986
Condado Mariposa, California.
Su pecho golpeó contra el suelo de la bodega metálica. Él soltó la computadora por el dolor y respiró agitado sin abrir los ojos mientras las pequeñas corrientes eléctricas le erizaron la piel.
Estaba demasiado cansado y su cuerpo parecía soportar menos las descargas cada vez. Sentía que su cabeza estaba caliente, y se ahogó con su propia saliva cuando el aire comenzó a faltarle.
Estaba aturdido, sí, pero eso no le impidió arrastrarse para darse la vuelta y dejar caer su espalda en el piso viendo desde allí al científico que le miraba con miedo desde arriba intentando ayudarlo.
Se quitó la careta y el otro casi exclama al verle esas grandes manchas violáceas por el cuello y debajo de los ojos.
—¿Dónde estoy? —preguntó con un quejido.
—California, 1986 —le respondió el rubio que se acercó a él alarmado.
—¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Veinte minutos.
Taehyung sonrió ampliamente ante la respuesta y comenzó a reír escandalosamente. Lo había logrado. Era su línea.
Intentó ponerse de pie para terminar sentándose.
—Estuve allá dos días, Park. ¡Dos días! ¡Lo logramos! —dijo eufórico
—Taehyung... —intentó decir el chico en voz baja—. Escúchame, tenemos que irnos.
Pero él no lo entendió. —Toma esa cosa, Park. Conéctala —dijo señalando la computadora lastimada en el suelo— nos ayudará.
—Eso es una...
—Una computadora del futuro —le dijo feliz. Apenas pudo levantarse.
—Te atreviste a... —negó porque estaba asustado y no sabía cómo pedir ayuda.
—Incluso si esto no funciona, vamos a ser millonarios —dijo Taehyung con una sonrisa.
Se movió hasta los controles del vórtice ante la mirada desconcertada de Jimin.
—¿Qué pretendes?
—El problema no es el bucle, es el punto cero.
—Taehyung, por favor. Deja de hablar. No puedes.
—¿Estás dudando de mí? —Taehyung se burló con una ceja alzada—. Una vez más, una vez más. Es todo lo que necesito
—Taehyung, detente —le dijo Jimin, alarmado.
Jimin frunció el ceño con desconcierto. A este chico Taehyung... se le había zafado el último tornillo de la cabeza.
—El bucle es mi culpa; yo lo empujé. Ahora lo entiendo, la primera vez fue un error, pero pasó una segunda, una tercera, habrá una cuarta y así infinitamente.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Porque ya viví esto —dijo aunque en su voz no había seguridad.
—Taehyung, escúchame. Es demasiada radiación. —Negó con la cabeza—. No tenemos tiempo para esto, tenemos que irnos.
—No me iré de aquí. Yo voy a morir, eso es un hecho; pero la tendencia con la que sucede no es la misma. No me interesa la radiación, me enfermé sin estar cerca de ella, ¿qué más da si me acerco voluntariamente?
Así como todos estaban en contacto con las demás versiones de sí mismos... Kim Taehyung no era la excepción.
Y quizá ahora conocía su verdad, su adiós original; pero eso no cambiaba el hecho de que en cada línea, ese desenlace era factible.
Era como un violín, en donde tocar la primera cuerda al aire sonaría igual que tener el meñique en cuarta posición en la segunda cuerda. Más fácil, menos elegante.
Ya no le interesaba, ni la muerte, ni la vida, ni el sol o las estrellas; Taehyung quería arreglar todo lo que él destruyó por su propio egoísmo.
Y entendió, que alguien debió abrir el vórtice del lago en primer lugar. Se preguntaba cuándo, dónde, por qué.
El tiempo ya no importa, tenía suficiente energía para transportarse a sí mismo a dónde quisiera. Si él estaba destinado a ser el bucle... iba a hacerlo bien.
El rubio tembló un poco cuando no pudo ni siquiera volver a encender las dos palancas de nuevo. Y Taehyung volvió a pararse frente al vórtice arreglándose el traje.
En su casa todos estaban peleando, las personas seguían resguardadas en sus casas. Él debía hacerlo. Ahora lo entendía. Ese era su propósito.
Este sería el último intento.
No tenía tiempo que perder, conectó él mismo la electricidad de su máquina, pero incluso al encenderlo no obtuvo respuesta.
—Taehyung... —murmuró Jimin— ayuda.
Su voz se escapó trémula. Tanto, que el sonido hizo estremecer al castaño, aún más cuando escuchó un revólver ser cargado detrás de él.
—¿Qué...? —murmuró desconcertado.
El castaño guardó los teléfonos lentamente en el bolsillo de su pantalón, y luego se dio la vuelta, con expresión dura.
Park Jimin, ese que le había ayudado a tocar el punto cúspide de su experimento, era el mismo que tragaba saliva pesadamente, con dificultad, por el brazo que rodeaba su cuello y la boca del arma en su sien.
Kim Taehyung frunció el ceño cuando Kim Namjoon le sonrió.
—Vamos... pequeño Kim —le dijo burlesco—. Hazlo, atraviesa tu hermoso vórtice. Enséñame cómo fue que te atreviste a robar mi trabajo, el maldito experimento en el que puse décadas.
—¿Cómo es que...? —murmuró incrédulo con la presencia del moreno allí.
—Te lo dije, Kim. Están sentenciados, en el momento en el que dejes el pueblo, todos en tu casa se mueren. Y por tu culpa, ahora Jimin también, bueno, él podría ser el primero.
—Todo lo que hizo, estuvo mal. No intente culparme por sus errores. Yo fui quién lo hizo posible.
Una sola persona era suficiente para hacer que... todo se fuera al carajo. Y de quince agentes de las fuerzas especiales, con uno muerto bastó para que Namjoon saliera del lugar confiando en donde pasó varios días.
Los agentes desde Washington estarían allí muy pronto, y cuándo llegasen no buscarían al indefenso, y pobre joven que creía poder jugar con la realidad; no, ellos irían tras los líderes del experimento. Irían detrás de Namjoon. A los agentes definitivamente les convenía mantener su lealtad a Namjoon.
Taehyung no tuvo tiempo de reaccionar, aún estaba aturdido ya que el resto de los ayudantes del laboratorio se encontraban amordazados dentro de la oficina de la bodega, mientras los militares renegados les apuntaban y él estaba —personalmente— bastante jodido.
—Enciéndelo —le dijo el profesor con mirada dura—. ¡Qué esperas! ¡Hazlo, ya!
—¡Es peligroso, no funciona así!
—¿Ah, no? ¿Entonces me mentiste, Park? —le dijo una risa desquiciada, y un alma completamente pérdida—. Recuerdo que hace un par de minutos me dijiste exactamente cómo funcionaba. Dijiste que Taehyung había logrado almacenar la energía, dijiste que... podría moverse a dónde quisiera.
Taehyung negó con la cabeza y murmurando —Jimin... —hacia el rubio sintiéndose traicionado—. Tú...
—Lastimaron a mi equipo... No tuve elección. —Park apenas pudo contestar—. Y tu casa... Tienen rodeada tu casa.
Fácilmente podría haber corrido de regreso al portal, huir y perderse en las líneas; pero el tiempo no se detiene. Ni para él, ni para nadie.
Así que marcharse significaba dejar a Jimin y al experimento a la deriva; significaba condenar a toda su familia, cosa que no podía permitirse.
—Incluso si lo enciendo... —dijo acercando su brazo hacia los controles, y bajando la palanca para activarlo—. ¿De qué servirá?
Taehyung tragó saliva, alzó sus brazos en señal de rendición, lentamente cuando la electricidad comenzó a fallar.
—Mi hermana dio su vida por ese experimento —escupió Namjoon—, como para que alguien como tú, crea que puede tomarse atribuciones que no le corresponden.
El arma estaba cargada y Jimin tembló porque sabía que Namjoon era capaz de jalar el gatillo.
Taehyung dudó por un segundo, y una gota de sudor se deslizó por su frente. Intentó observar el plano completo, pero su visión era limitada, aun así, se esforzó por encontrar una salida.
—Si no me corresponden... ¿Por qué fui yo el que hizo funcionar el experimento? —Dio un pequeño paso al frente—. ¿Por qué me obligó a enseñarle lo que había descubierto? ¿Por qué justo ahora está desesperado? El vórtice está encendido, adelante, es todo suyo.
—¡Alto! —ordenó tirando del cuerpo del rubio—. Quédate quieto o Park se muere.
—Tantos años de trabajo juntos... ¿Realmente piensa en matarlo? Es como un hijo para usted.
—Es un traidor, ambos lo son. Él es peso muerto y tú... solo un idiota insignificante que no sabe a lo que se enfrenta.
Taehyung dio otro pequeño paso al frente.
—Si soy tan insignificante... ¿Por qué me tiene tanto miedo? —dijo sin flaquear.
—No te tengo miedo —respondió con una mirada vaga—. Te tengo lástima
—Es algo mutuo. ¿No le parece, profesor? ¿Qué podría dar más asco que un desesperado como usted?
—Un iluso, y tú nunca serás más que eso.
—¿Y por qué? —dijo, altanero, cuando sus palabras le hicieron fruncir el ceño.
—Porque... tú no sabes cuándo detenerte.
Quizá fueron segundos, pero en la mente del castaño aparecieron decenas de recuerdos... Porque era cierto.
Él era ese que casi mata a un hombre por no flaquear en sus turbios experimentos, aquel que sacrificó hasta la última gota de su sudor para encontrar una salida.
El hombre que aún sin comer o dormir correctamente seguía teniendo fuerzas para correr hacia lo desconocido. Ese que no se detenía hasta entender cómo funcionaba hasta lo más sencillo de su existencia. Era ese... que ahora sabía, en cualquier línea de tiempo, se dejaría tocar por un poco de conocimiento.
Kim Taehyung era tan culpable como todos, y pese a su presunta benignidad, estaba tan corrompido como el resto desde el inicio.
Era ese que robó el arma de su padre a finales de noviembre para estar preparado en caso de tener que defenderse, esa que en alguna línea tuvo el valor de ponérsela en la frente. Y ahora sabía que sólo se detendría hasta que eso pasara.
Sí, Taehyung era el mismo imbécil que no se esforzó por leer el letrero de aquella malla alrededor del bosque y causó muchísimos problemas.
Si él no hubiese rescatado a Jeon Jungkook cuando este atravesó la barrera, lo más probable es que no sobreviviera a la hipotermia, o las aguas del lago hubiesen hecho colapsar sus pulmones hasta matarlo.
Y sin él, no habría entrometidos, ni amores, ni bucles sin fin. Pero como siempre, Kim Taehyung, no se detuvo allí.
—Tiene razón —contestó con una pizca de resignación—. No sé cuándo detenerme...
Kim Taehyung gritó la última parte, se movió veloz, abalanzándose sobre él para empujar su codo en un intento de desarmarlo.
El sonido del disparo fue casi instantáneo al castaño empujándolo y al grito de dolor de Park cuando sintió el cuerpo caliente.
Jimin intentó zafarse, causando que el moreno soltase el revólver pero cayendo él también al suelo, en donde la sangre comenzó a escurrir por la manga de su brazo.
No tenían tiempo; el Kim menor no lo pensó, y tomó un tubo de metal del suelo de entre las piezas sobrantes para poder golpear a Namjoon que pareció intentar buscar con la mirada el arma entre la sangre.
Como si de un partido de béisbol se tratara, en donde el arma era la pelota, y Taehyung el equipo local.
Los rumores eran ciertos, Taehyung era un increíble segunda base, lo cual significaba que tenía un buen brazo para batear.
Alzó sus brazos veloz para darle un golpe en el abdomen que lo desestabilizó cuando lo duro del metal pareció fracturar una de sus costillas.
Namjoon trastabilló chocando su cuerpo contra los controles, quiso gritar por el intenso dolor; pero no lo haría, fue entonces cuando notó que el voltímetro estaba en verde. Era seguro atravesar el vórtice.
Al bajar la cabeza vio su arma, y cuando Taehyung intentó darle otro golpe se lanzó al piso para tomarla, esquivándolo.
El pundonor de ambos Kim había sido roto por el otro. Y ya no les interesaba tener que matarse entre ellos.
Taehyung buscó darle en la cabeza justo cuando esté volvió a disparar en un intento de ponerse de pie.
—¡Vienes aquí con un arma para defenderte de un niño! —se burló Taehyung. Namjoon jaló el gatillo, pero el sonido del cartucho vacío le sorprendió—. Y ni aún así puedes lograrlo.
—Pero puedo hacer que este día se repita —dijo finalmente.
El moreno soltó el arma y retrocedió en un intento de correr hacia el vórtice, como si fuera una carrera completa.
Taehyung lo imitó sabiendo exactamente qué era lo que quería hacer y con los brazos alzados le dio un golpe en la espalda haciéndolo chocar con el marco del experimento.
—¡Estás hundiéndote, Kim! —gritó Taehyung, cuando él, el dulce y recatado joven, se acercó violentamente con intenciones de estallarle a golpes la cabeza.
—Me hundo...—dijo Namjoon, y aunque el chico lo golpeó, aprovechó para tomarlo de la cintura cuando perdió el equilibrio—pero tú vienes conmigo.
Sus pies cedieron y ambos, finalmente cayeron hacia el interior del frágil portal que habían construido a ciegas.
La espalda de Namjoon fue la primera en atravesarlo, rompiendo la barrera de energía cuando sintió su piel entera arder; y Taehyung... él cerró los ojos, sollozó sin intención de hacerlo y se dejó guiar por eso que los intelectuales decidieron llamar espaciotiempo.
Cuando este colapsó, el estruendo fue tan grande que el ruido ensordeció a Park cuya visión se quedó borrosa por el polvo que se levantó.
Más masa era igual a más peso y por lo tanto... Maldición, Taehyung lo había dicho hasta el cansancio. Y era obvio, ellos no tenían suficiente energía para hacer que dos cuerpos así de pesados atravesaran el portal al mismo tiempo
Park estaba mareado; sus pies parecían ser incapaces de pisar con firmeza cuando luchó por levantarse en medio del humo y los escombros.
Sabía que estaba gritando, pero no podía escuchar sus propios gritos; en su cabeza, el estallido se quedó tan perenne hasta convertirse en un pitido como el de un micrófono al caer.
Apestaba a quemado, y él sabía que no podrían contener un incendio eléctrico por mucho tiempo, si se esparcía al bosque estaban jodidos, el agua no lo apagaría. Necesitaban extintores o mucha tela.
Le dolía el brazo, estaba sangrando por la bala que había herido este; pero aun así hizo un gran esfuerzo por abrir la oficina para liberar de su encierro a sus asistentes y varios militares para que lo ayudasen a contrarrestar el próximo fuego.
Todos parecían asustados, más que eso, tosían por el humo y se preguntaban qué había sucedido con el profesor al ver los escombros
Ellos sabían qué hacer, comenzaron a moverse veloces; pero a Jimin no le interesaba. Quería llorar, quería morir, quería no haber visto al profesor y Taehyung atravesar el vórtice al mismo tiempo.
Avanzó solo un poco, el portal se había consumido a sí mismo; y la necesidad de salir huyendo de allí le invadió.
Sin embargo, contrario a lo que creyó, alcanzó a ver entre el humo un cuerpo, cubierto de pedazos de caucho que parecía convulsionar del dolor en el suelo.
«El niño...» pensó y casi se arrastró a sí mismo para llegar a él.
El profesor había desaparecido, había cruzado la barrera, pero... ¿Y el chico?
—¡Taehyung! —dijo. Estaba demasiado consternado y estar cerca de él dolía—. ¡Taehyung, abre los ojos! —rogó.
Quizá se trataba de un principio básico... pero el caucho lo había hecho literalmente rebotar en sentido contrario, o al menos esa fue la deducción de Jimin.
Se apresuró a intentar quitarle lo que quedaba del traje; había partes que parecían derretidas, e Incluso, a un costado del cuello de Taehyung parecía haber una gran quemadura. Las heridas de su piel dejaban un rojo expuesto, vivo y supurante con orillas más oscuras.
Le manchó el pecho por la sangre escurriendo de su hombro cuando batalló en quitarle las botas, y el resto del pantalón especial para poder dejarlo en su ropa particular; la tela estaba pegada en una de sus piernas. Estaba herido, mucho.
Aun así, estiraba el brazo para alcanzar su libreta, que apenas había logrado ver unos metros en el suelo.
—Park... —le oyó balbucear—. Mi libreta. Hospital... elec... electri...—se ahogó con su saliva, o quizás era su sangre—. Diles que toqué... que yo... cables. Yo, cables. A-ayuda. Jimin, ayuda.
El rubio se apresuró a tomar el pequeño cuaderno para luego guardarlo entre su ropa.
No podían esperar a que alguien se apareciera milagrosamente a ayudarlos. Aunque ya había amanecido, las calles permanecían cerradas, y muchos apenas comenzarían a quitar la nieve de sus entradas.
Taehyung comenzó a toser; Jimin sabía que no podía vacilar. Así que tomó la decisión más insensata de todas mientras los demás corrían a su alrededor en medio del caos.
Con la camisa llena de sangre, y el brazo adormecido, se esforzó por intentar levantar al castaño aun si podía sentir pequeñas descargas en su espalda quemarle.
Kim se quejó, parecía que quería vomitar. Park pasó con sumo cuidado uno de los brazos de Taehyung por sus hombros e intentó caminar con el cuerpo del chico hasta la salida.
Él sabía que no dentro de mucho habría más militares, policías, noticieros e incluso pobladores rodando por la bodega y todo el bosque para enterarse de lo acontecido.
Él no expondría a Taehyung. Park nunca fue leal; más que eso, él era devoto a lo que consideraba era la verdad. Y no tenía mayor verdad que la que conocía ahora.
La vida es un depredador, y los humanos, presas.
Parece algo obvio; pero todos los días, un individuo más se despoja de su capacidad de mostrar piedad. Se siente superior, como si olvidara que ser humano no solo se trata de racionalidad, sino también de personificar la bondad, y ser suficientemente valientes para ver a través de otros.
Buscan controlar el mundo con ira y egoísmo, pero al final... la incapacidad de mostrar amor y compasión son las cosas que nos destruyen.
Park Jimin jamás sabría que él tenía la culpa en ese futuro original en donde su corrompido yo abrió junto a aquellos dos lunáticos el vórtice del lago. El primero de agosto de dos mil diecinueve, sin importarles el daño que podrían causar.
Tampoco sabría que las cargas eléctricas enloquecieron a cualquiera que estuviera en contacto con ellas, como a Jungkook en el lago, que les llenarían de una ira casi irracional.
Pudo haber sido cualquier otra persona.
Debió ser específicamente Jimin el que atravesara el agujero en el lago para buscar a la joven Yoonji y lo habrían logrado de no ser porque no tomaron en cuenta al pelinegro que se puso de pie en el bote por un enojo multiplicado por el campo electromagnético que volvió locos a todos.
Como si el destino les hubiese mandado a decir que se jodieran, que nunca lo lograrían.
Y así fue, así era, así sería. Sin importar cuánto lo intentaran, no lo lograrían.
Jamás.
Pero en esa segunda línea que parecía ser más resistente que las demás debido al bucle, Jimin sintió la necesidad de ayudar al castaño. Así que aprovechó el revuelo para salir e intentar cargar a Taehyung hacia el exterior de la bodega.
Puso todo su empeño en salir a la carretera, para poder alejarse del caos, cuyas paredes metálicas y ese humo, podrían hacer colapsar a Kim.
Lo intentó... realmente lo intentó; pero la nieve era sobremanera densa. Tanto como para que sus piernas temblaran al buscar avanzar.
Sus labios fríos, al igual que sus pestañas congeladas y su espalda adolorida, debían dar su máximo esfuerzo mientras Taehyung buscaba ayudar con la carga dando pequeños pasos.
No sabía qué tan lejos estaban... y aunque Taehyung no podía abrir del todo los ojos por el dolor, el sonido del vehículo de los paramédicos a la distancia pareció como campanas celestiales obras del destino.
Destino... seguir creyendo en el destino era algo muy iluso de su parte después de todo.
Park Jimin finalmente cedió cuando el dolor en su brazo herido fue tan intenso que terminó por hacerlos desfallecer a ambos sobre la nieve.
Allí, en el frío que sintió penetrar hasta el interior de sus huesos, Kim Taehyung se sintió como un niño.
Un inocente pequeño, y cerró los ojos por un momento imaginando que dormiría una merecida siesta, con el murmullo del viento, que en medio de sus delirios sonó como una hermosa caja musical.
Deliró tanto que comenzó a pensar que a él le habría gustado ser esa bailarina de porcelana en el interior de la caja, de esas que giran al compás de la música espléndidamente; pero no lo era, lastimosamente estaba hecho de carne y hueso.
Cuando los bomberos alcanzaron a verlos se estacionaron abruptamente, él apenas abrió los ojos solo para que un vago rayo de sol le lograra enceguecer.
Dejó de pensar cuando finalmente se desmayó. Taehyung estaba cansado de tenerle fe al amanecer.
Él jamás sería la hermosa bailarina con rostro de porcelana bailando sin preocupación; él era el conejo dentro de la bola de cristal.
Deslumbrado por la nieve, cegado por el sol. Perdido y sobre todo, atrapado en el mismo lugar.
2 días antes de.
Canción mencionada y en multimedia:
"Na Na Na" -My Chemical Romance.
Twitter/ @incompletelyrcs.
Manténgase con vida. J.S.
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