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Capítulo Tres


03. 

148 días antes de.

Las manecillas del reloj suben y bajan, moviéndose en constante ritmo con el tiempo. Sin detenerse, sin vacilar sobre la vida que se escapa a cada segundo. 

—Profesor, necesito que me escuche. —El joven aprendiz tragó con fuerza antes de adentrarse en aquella oficina. Temeroso del aspecto desquiciado de su mentor. 

Su ojo izquierdo se cerraba constantemente, como si hubiese desarrollado un tic nervioso. Cientos de papeles arrugados decoraban el piso, acompañados por colillas de cigarrillos pese a que se supone que no deberían de fumar en un espacio tan cerrado y pequeño. 

El ron estaba frente a él, media botella parecía no ser suficiente para aliviar sus penas, para callar las voces en su cabeza que le reprochaban.

¿Qué había salido mal? La ecuación era correcta, la cantidad de energía era perfecta, la profundidad era ideal. Entonces, ¿Por qué habían sufrido una sobrecarga?, ¿Cómo es que el pararrayos no funcionó? La tormenta debería haberlo ayudado a crear el vórtice; pero nada había sucedido. 

—Necesito tiempo para encontrar el error, déjame solo, Park —dijo el moreno tomando un profundo trago directamente de la boquilla y arrugando el gesto ante el sabor del licor. 

—Por favor, usted está muy ebrio. Necesita descansar. Además...

—Basta, vete de aquí. 

—Profesor, si me dejara explicarle...

—¡Dije que necesito encontrar el error, maldición! ¿¡Dónde está, Jimin!? ¿¡Dónde!? Es el trabajo de mi vida, y no tengo ni la menor idea de dónde me equivoqué. 

Golpeó el escritorio con rudeza, desquitando toda su frustración. Namjoon había tenido muchos fracasos en su carrera, pero ninguno comparado con este, sus años de investigación se habían ido al carajo. O al menos eso pensó, eso debió pasar. 

—Profesor —tragó temeroso—, la cuestión aquí es que... no hay ningún error. 

El moreno volteó a verlo sin entender lo que pasaba. 

—¿Qué intentas decir?

—El radar del lago comenzó a funcionar. Significa que el vórtice está allí, profesor. Lo logró...

—Tengo que verlo por mí mismo. 

—¡Eso no es todo! Espere...

Se levantó rápidamente, en un impulso por confirmar las palabras del muchacho, sin siquiera detenerse a analizar su mirada de preocupación, o en realidad, de miedo. Sin darle tiempo de explicarle lo que había pasado. 

Ambos corrieron por los pasillos del pequeño edificio, apresurados hasta llegar a la sala de control del laboratorio. Entraron abruptamente; el corazón de Kim Namjoon casi dejó de latir cuando el sonido del radar que indicaba una concentración de electricidad en el centro del lago apareció. 

Era real, había logrado crear una brecha hacia otro punto del espacio. Pero no, él estaba equivocado, y su esperado vórtice no funcionaba, o al menos no lo hacía del todo. 

—¡Maldición! ¡Este es, el avance más significativo de la física en la década! —Su emoción era evidente, comenzó a levantar los brazos en señal de victoria. Pero era el único que parecía estar feliz—. ¿Qué pasa con esas caras largas, muchachos? ¡Lo logramos!

Todos se veían entre sí, como intentando encontrar la forma de dar malas noticias. Jimin, su pupilo, se acercó a él y tratando de mantener la calma comenzó a explicar.

—Profesor Kim, tenemos un problema. Uno grande. 

—¿Qué clase de problema? —Su corazón sonaba con fuerza, el retumbar de su pecho creció hasta enmudecer el lugar. 

—La noche de la tormenta, algo salió del vórtice. 

—¿¡Qué!? ¿A qué te refieres con "algo"?

—Dije algo porque... —su mirada estaba llena de desesperación —no sabemos qué fue lo que atravesó la grieta. 

—No hay porqué alarmarse, probablemente fue una roca del fondo del lago o basura proveniente del otro lado del agujero. 

—Pues esa basura emitía ondas de calor, el sensor captó la presencia de un cuerpo en el lago y otro más en la orilla. Ambos se movían eran...

—Seres vivos —declaró comenzando a sudar. 

—Quien estaba afuera del lago se llevó consigo lo que salió de allí. O peor... quizá fue atacado por eso. 

Namjoon se quitó los anteojos y masajeó el puente de su nariz entre sus dedos pulgar e índice. 

—Necesito que lo encuentren. Usen el sensor, nos guiará hasta donde esté.

—¿Cómo hacemos eso? —dijo otro de los aprendices. 

—Si atravesó el agujero significa que una gran cantidad de electricidad se adhirió a su cuerpo, creando una coraza para protegerlo.

—Profesor... —Intentó decir Park. 

—No debe de estar muy lejos, si está dentro de los próximos cinco kilómetros podremos detectarlo sin problemas. Sigan su rastro y tráiganlo al laboratorio.

Jimin levantó la vista por primera vez en horas. 

—No tenemos ni idea de lo que está allí adentro, profesor o a dónde lleva ese vórtice. Es muy peligroso acercarnos tan a la ligera. 

El moreno sabía que el joven tenía razón; pero no tenían tiempo. Estaban corriendo a ciegas.

—Lo sé, pero no podemos dejar que esté suelto por la ciudad. Porque lo que sea que haya salido de allí, probablemente no sea humano. 

Todos en el laboratorio estaban aterrorizados sin saber que lo que había emergido de la brecha no era más que un adolescente con complejo de superioridad. 

El destino de Namjoon había cambiado porque se supone él debía enloquecer cuando su experimento fracasara; pero ahora la realidad era diferente. Él formaba parte de una nueva línea temporal. 

Su mirada se tiñó de incertidumbre. Había fantaseado tantas veces con ser pionero en la ciencia; pero ahora no estaba seguro de lo que había hecho. Su experimento buscaba transportar materia entre distintos puntos en la tierra, pero esto iba más allá. 

No, Namjoon no sabía lo que había creado. Después de tanto tiempo tentando al universo, este le respondió diciendo que se jodiera. 

Así que mierda, necesitaría una o dos botellas de ron más para encontrar una solución. 

...

—Oye, Taehyung. ¿Por qué tus cejas son tan extrañas? 

—¿Siquiera estás prestando atención a lo que digo? 

—¡Lo siento! Pero demonios, reprobé matemáticas dos veces seguidas, ¿Y tú quieres que estudie álgebra avanzada? Estás demente. 

—Si no cooperas van a sacarte de mi salón, no podré analizarte bien y no podré hacer absolutamente nada para regresarte a tu año. 

Jungkook soltó aire pesadamente, el cerebrito tenía razón. Ambos estaban sentados en el llano de la escuela antes de que empezara la jornada escolar. 

Había llegado hacía algunos días a ese lugar y aún no tenían avances. Lo único que habían logrado era hacer estallar otras cinco lámparas con la electricidad de su cuerpo e incomodar a Seokjin en la cena. 

Porque sí, Taehyung y él habían montado un número de actuación en la casa del castaño en donde Jeon les hablaba sobre su intercambio estudiantil y lo mucho que adoraba este país. Pura basura, pero bien, ahora tenía un lugar cómodo donde dormir, deliciosas comidas y a su futuro padrastro con la bilis a rebosar por tener que pasarle la salsa a Jungkook, el nuevo miembro de la familia Kim. 

—¿Por qué tienes que tomar clases estúpidas con los extranjeros? No entiendo nada sobre esta escuela, sabes. Deberías estar con los demás chicos de último año, ¿No?   

—La escuela recibe decenas de estudiantes de intercambio cada año, todos prodigios. Ellos toman cursos especiales dependiendo del programa universitario al que aplican. Esas son las clases que están a mi nivel. Los preparan para ir a buenas universidades.

Rodó los ojos, el chico también era un egocéntrico. —¿Y los demás? ¿Los chicos normales? 

—Pues, ellos tienen la experiencia normal de la preparatoria con materias regulares, sexo y mucho alcohol. 

—Esa mierda nunca pasa, no mientas. 

—Bien, eso es lo que mi hermano dice. Así que debe ser un cincuenta por ciento cierto. 

—¡Entonces suena perfecto para mí!

—Para tu mala suerte, yo necesito enfocarme en mis cursos. Y ya que eres mi experimento personal, tienes que quedarte conmigo.

—Oye, ahora que lo pienso. ¿Qué hiciste para hacerme entrar a tus clases? ¿No se supone que los maestros debían llevar el control o algo?

Se encogió de hombros. —Falsifiqué tu expediente  y le envié tu transferencia por fax a Doris. Nada fuera de lo común.

—¿Eso significa que falsificas cosas con frecuencia? Espera, ¿Ya existe el fax? —Ladeó la cabeza—. Y-y ¿Quién demonios es Doris? 

—En primer lugar, esas son demasiadas preguntas. Segundo, es 1986, no 1956. Y tercero, Doris es la secretaria del director, ella te agregó a la lista de intercambio. 

—¿Por qué hablas con ella? —Frunció las cejas confundido.

—Almuerzo con ella. Además, me debía un favor.

—No puede ser que digas eso. ¿No tienes ningún amigo además de Doris? 

—Solía ser muy cercano a la enfermera; pero aparentemente tiene una especie de amor platónico conmigo, y yo no quiero problemas. 

Jungkook intentó no reírse, pero terminó haciéndolo. En realidad no le sorprendía que el castaño tuviera un séquito de mujeres mayores. 

—¿Hablas con alguna otra chica? Es decir, ¿Chicas de tu edad? —dijo con gracia. Recargando su peso en ambos brazos. 

—No hace falta, es...

Antes de que el castaño terminase de justificar su poca interacción social, otra persona se acercó para hablarles. 

—Kim, Jeon, ¿Qué hacen aquí tan temprano? —SunHee apareció sujetando el tirante de su bolso. Ella sabía perfectamente que Jungkook era huésped en la casa Kim, por eso no le sorprendía encontrarlos juntos. Lo curioso era ver que estaban a tiempo en la escuela. 

Después de que Taehyung lo reprendió por usar su nombre real intentaba mantenerse alejado de ella; pero en el fondo él era, aunque lo negara, un gran "niño de mamá". Y no podía evitar sentirse feliz cuando la veía. 

—La secadora de cabello de Seokjin no nos dejaba estudiar tranquilos —dijo Jungkook ganándose una sonrisa de ella.

—Hablas como si no te agradara. ¿Por qué eres tan malo con él? —dijo, aún riendo.

(Porque es un narcisista de mierda que se come mi cereal, te besa frente a mí y además usa el aromatizante de lavanda que detesto) pensó. 

Le mostró una sonrisa forzada.

—Yo no le agrado y él a mí tampoco. Es un odio mutuo.

—Lo conoces de apenas unos días, dale tiempo. Ya verás. —El primer timbre sonó, dando la indicación de que era hora de entrar a clases. 

—Créeme, lo conozco bastante bien —masculló arrugando la nariz. 

SunHee hablaba sin desvanecer su sonrisa, algo que la versión que Jungkook conocía de ella había dejado de hacer. 

—Como sea —dijo—, me tengo que ir. Los veré más tarde en clase, chicos. —Se volteó específicamente hacia Taehyung quien había permanecido callado los últimos cinco minutos y tocó suave su nariz—. Cierra la boca, Kim. Hay moscas. 

Taehyung reaccionó moviéndose hacia atrás y riendo nervioso, como avergonzado. 

—Sí, yo, te veo después —alcanzó a decir antes de que ella comenzara a caminar.

Una vez lejos, Jungkook le dio un golpe en el estómago al castaño. 

—¿Qué fue todo eso? —preguntó viéndolo con desaprobación. 

Cuando finalmente recuperó el aliento comenzó a reprocharle. —¿¡Por qué me golpeas!?

—Estabas babeando por SunHee, imbécil. Hasta ella lo notó. 

—¿Disculpa?

—¡Tenías un cartel con la descripción "Te amo" en la frente! ¿Qué te sucede?

—¿Cuál es el problema?

—¡Ella es mi madre! ¿Recuerdas?

Taehyung se rascó el cuello, poniéndose de pie. 

—Deja de actuar como niño celoso de preescolar, ¿Quieres?

Le imitó. —¿Te gusta ella? ¿Te gusta mi hermosamente joven y perfecta madre? 

—Es perturbador que digas cosas como esas. —Inhaló con fuerza—.  Sí, ella es bonita. ¿Y qué? Te recuerdo que tu padrastro es Seokjin, no yo. Lo que significa que quien le gusta es él, así que yo no soy una amenaza para tu complejo de hombre de la casa. 

—No puede ser que te guste, me ofendes. 

—Déjame en paz, no es como si yo tuviera una oportunidad con una chica como ella. 

Jungkook se cruzó de brazos y ambos comenzaron a caminar.

—Está bien, pero para sentirme más tranquilo necesito que me veas —demandó, parándose frente al castaño—, mírame fijamente. 

—¿A dónde quieres llegar con esto? —Lo hizo acercarse a él tomándolo de los hombros. Taehyung tragó con fuerza cuando el pelinegro deslizó su lengua momentáneamente. 

—¿Ves esta sonrisa? —dijo sonriendo exclusivamente para él, con su calor cercano y latente—. Es idéntica a la suya, ¿O no? Mis ojos, mis labios y cada parte de mi rostro lucen como los suyos. Yo soy ella.

—Eres un imbécil, Jungkook. —Lo empujó lejos agitando la cabeza para seguir caminando. 

Las pequeñas descargas que el pelinegro provocaba al contacto con su piel le hacían retroceder cuando estaban demasiado cerca. Como si la energía dentro de Jeon quisiera adherirse a él erizado cada centímetro de su piel, y cada poro al tocarlo, en una sensación inexplicable que recorría toda la espina dorsal de Taehyung. 

Soltó una carcajada. —Cada vez que pienses de forma inapropiada sobre ella estarás pensando en mí también. 

—Esa es una imagen mental que no quiero, cállate de una buena vez. 

—Aléjate de ella. O asumiré que yo también te gusto. 

—No importa lo parecidos que luzcan. SunHee es  linda y tú eres una versión muy lenta e irritante de ella. 

Presionó su pecho fingiendo dolor.

—Soy su versión mejorada. Alto, encantador y guapo. 

—Oh, haces que me derrita, Jungkook —se burló de él restándole importancia a sus actitudes. Era como estar con su hermano todo el tiempo. 

—Te lo advierto, no te acerques demasiado a ella o tendré que besarte para que borres esas ideas de tu cabeza.

Apretó los ojos. —Gracias por arruinar la linda imagen que tenía de mi única amiga. 

—Fue un placer —dijo sonriéndole con descaro. 

Se acercaron tranquilos a su salón, entraron siendo de los primeros en aquel lugar, y se movieron en busca de un espacio para sentarse. 

Taehyung estuvo a punto de acomodarse al lado de SunHee hasta que una voz llamó detrás de ellos.

—Oye, Jeon. Necesito que vengas acá —demandó su maestro.  Los dos chicos se vieron confundidos entre sí, regresando sobre sus pasos—. Dije Jeon, Taehyung, ve a tu lugar.  

El castaño bufó inconforme, y tomó lugar en el primer asiento. 

—¿Hay algún problema? 

El hombre volteó a verlo mientras ordenaba varios papeles sobre su escritorio, inerte. 

—¿Qué tal tu primera semana aquí? 

—Pues...ha sido todo muy interesante. —(La misma mierda escolar de siempre pero sin internet.)

—Seré directo. Verás, sé que vienes de una importante escuela en Seúl. Pero... no parece que nuestro programa académico sea lo tuyo.

—¿Qué intenta decir con eso? —Su mirada se llenó de confusión. ¿Podía estar más jodido de lo que ya estaba?

El castaño metiche detrás de ellos que hacía un gran esfuerzo por escuchar cerró los ojos. Esto era malo. 

—Tranquilo, estuvimos leyendo tu expediente y el resto de los maestros y yo concordamos en que quizás estarías mejor tomando clases regulares. Además de que nuestro programa deportivo sería ideal para ti. 

Jungkook asintió sin entender, ¿Qué tantas mentiras había escrito Taehyung sobre él?, O qué tanto sabía.  Sin duda alguna tenía que leer ese expediente. 

—He estado un poco distraído. Sé que doy la talla para estar aquí.

—Jungkook, lo siento. El cambio está hecho —dijo entregándole una hoja—, éste es tu nuevo horario. Pero tranquilo, seguirás compartiendo clases como historia y español con el resto de tus compañeros de intercambio durante tu estadía. 

Taehyung le veía resignado, pero a menos que quisieran levantar alguna sospecha no le quedaba más que hacer lo que le pedían. Jeon suspiró tomando el papel, y se dio la vuelta para salir del salón, no sin antes maldecir mentalmente. 

Realmente esperaba que el castaño encontrara pronto la forma de hacerle regresar al futuro. Extrañaba ir a la escuela dos veces por semana fingiendo enfermedad y su iPod.  Esto era realmente agotador. 

Caminó buscando el salón 103 por un par de minutos, y cuando finalmente lo halló abrió la puerta con lentitud para adentrarse cautivando las miradas curiosas de todos.

—¿La clase del señor Blake? —cuestionó cuando tuvo la atención del catedrático. 

—¡Oh! Tú debes ser mi nuevo lienzo en blanco, me dijeron que vendrías. ¡Pasa adelante, pequeño! Bienvenido a clase de economía. 

Jungkook fingió una sonrisa. Ese tipo lucía más como un vendedor ambulante que como un maestro por su aspecto desaliñado, era la contraparte del dictador que decía ser maestro de Taehyung. 

Bueno, al menos estaba con la gente promedio, otra vez. 

Avanzó entre los escritorios; tropezó ligeramente cuando sus pies se enredaron con una mochila en el suelo. Chasqueó la lengua molesto y volteó para encarar a su dueño, quien había intentado hacerle caer, pero su mirada chocó con la Seokjin que le devolvió una sonrisa malévola. 

Genial. Lo último que le faltaba era tener que compartir su aire con ese tipo. Apretó la mandíbula mientras los demás reían por lo bajo. Siguió caminando hasta el fondo del salón al visibilizar un escritorio libre.

Se sentó; sacando uno de los cuadernillos que Taehyung le había entregado para anotar en clase y un lápiz, comenzó a trazar líneas sin siquiera prestar atención.

Cada vez que cerraba los ojos podía ver luces y líneas, podía volver a sentir el dolor en su vientre como si fuese un remolino que le succionaba. Necesitaba expresar lo que había visto, desde el vacío que le atravesó hasta los rayos y la lluvia. 

—Oye, nuevo. ¿Qué haces aquí? ¿No eras uno de los niños listos de intercambio? —Otra persona le observaba atento a sus malos trazos. 

Levantó la cabeza; el chico tenía una camiseta negra a rayas verdes y estaba peinado hacia atrás. No lucia como el resto de los chicos del lugar, tampoco como Jungkook con su ropa robada. Parecía más liberal para la época en la que estaban.

—Literalmente me echaron por no ser lo suficientemente listo. Me siento ofendido. 

 —Bienvenido al club. —El chico rio, extendiéndole su puño a Jungkook. Este captó a que se refería y chocó el suyo para formar un saludo—. Llámame Yoongi. 

—Jungkook —se presentó—. ¿También vienes de intercambio? No pareces...

Su nombre real era Agustus Min, bueno, y de hecho, Agustus era su segundo nombre; pero odiaba el primero, ni siquiera lo diría. Así que prefería que lo llamaran por el apodo que usaba desde niño. 

Negó con la cabeza entendiendo a dónde se dirigía con esa frase. No quería decir que eran racistas... pero lo eran. Y Min, con los ojos grandes, aunque algo rasgados, y la piel demasiado blanca en relación a su cabello oscuro, definitivamente se veía extraño.

Sus rasgos físicos siempre lo habían hecho encajar más con los estudiantes de intercambio, que con los idiotas con los que había estudiado desde jardín de niños en esa comunidad.

—No, me encantaría decir que sí pero yo nací aquí. Mi abuelo vino de Corea hace años. Tengo el rostro pero no la cultura lastimosamente si sabes a lo que le refiero. 

—¿Entiendes coreano? —Jungkook rogó al cielo porqué la respuesta fuese un sí. Porque estaba cansado de idioma local, fuera de Taehyung, el idiota de Seokjin y su madre nadie más le entendía. 

—Ni una maldita palabra. De todas formas, no es como si eso les importara mucho aquí.

—Detesto este lugar, y detesto a la gente engreída —dijo Jungkook, suspirando con fuerza. En el futuro era más fácil todo, estar en esta época era como tener que encajar constantemente en una u otra cosa.

En el futuro no tenía que encasillarse en ser algo. Podía ser un vegetariano-ateo-gay-rapero-bailarín alternativo-punk y aun así encontraría personas como él. Personas que lo aceptaran tan y como quisiera ser. 

Y él, que conocía otro universo, se sentía desubicado.

Era eso y que extrañaba jugar Minecraft. 

—Los chicos de clases avanzadas se sienten la gran cosa por tener buenas calificaciones, así como los deportistas por sudar como locos, son la misma basura.

El chico hablaba duramente viendo a Seokjin y el resto del equipo a un par de metros de ellos. 

—Supongo que no eres ninguna de esas dos cosas —dijo observando el cuaderno pautado del otro. Además de unas pocas notas musicales, había un dibujo bastante bueno de un rostro en el. 

—Soy un genio, es diferente. —Negó—. Si necesitas una mano para integrarte a las nuevas clases no dudes en venir conmigo, y el resto de los artistas fracasados. ¿Está bien?

—Lo haré.  

Le sonrió un segundo al pelinegro antes de sentarse correctamente en su escritorio y prestar finalmente atención a lo que sea que el maestro estuviese escribiendo en la pizarra. 

Jungkook pasó las siguientes horas de su vida aprendiendo sobre impuestos, y jugando con la bombilla del salón. 

Cada vez que lograba agitar su respiración la luz parpadeaba, le resultaba cómico, sabía que Taehyung estaría muy feliz cuando le contara lo que había descubierto, o quizá lo golpearía por ser así de tonto y jugar con cosas que no entendía.

El timbre sonó. Las personas comenzaron a levantarse, incluyendo a Jungkook que había pasado en blanco las últimas dos horas. 

—¿Qué esperas, Jungkook? —dijo su nuevo compañero, invitándole a ir con él —. Si llegas tarde al gimnasio te obligarán a subir por la cuerda. 

—¿La clase de deportes es obligatoria? 

—A menos de que estés en algún equipo o tengas asma, lo es. Incluso los cerebritos deben tomarla. 

Quiso bromear sobre eso, pero Seokjin pasó su lado chocando con él accidentalmente, al hacerlo, Jungkook vio por un par de segundos a su versión mayor. Esa que cojeaba y a la que le era difícil pararse correctamente. 

—Fíjate por donde vas, tarado —le dijo intentando seguir su camino. Su cuerpo juvenil era perfecto, no se parecía en nada a lo que estaba destinado a ser. 

Se alejó de él inmediatamente, cerró los ojos una y otra vez, intentando alejar las ideas estúpidas de su cabeza; pero no pudo.

Volteó a ver a su padrastro, notó que estaba por salir de la escuela alejándose junto al resto de sus amigos. Ninguno de ellos se dirigía al gimnasio como él. 

—¿A dónde van ellos? —musitó para sí mismo sin ser consciente de que era escuchado por el otro chico. 

Este le contestó. —Te lo dije, el equipo de béisbol usa ese periodo para entrenar porque así pueden utilizar la hora de almuerzo también. 

Él nunca había visto al Seokjin de su época correr o moverse sin cojear, tampoco contener la respiración por mucho tiempo. Él necesitaba verlo con sus propios ojos. 

—Me tengo que ir —dijo Jungkook sin quitarle de encima la vista al castaño. 

Comenzó a correr hacia la salida lateral, atravesó la puerta de vaivén. El campo de béisbol podía verse no muy lejos de allí por lo grande que era y él no dudó en ir tras el grupo de adolescentes anticuados que se creían geniales, al menos para Jungkook. 

Bajó rápidamente las escaleras, aún corriendo para intentar alcanzarlos. 

Se acercó a la malla e irrumpiendo en la barrera por la pequeña entrada llegó hasta donde los muchachos comenzaban a colocarse su equipo de protección. Ni siquiera se habían molestado en pasar a los vestidores, o es que quizá no tenían unos.

—No sean holgazanes, pierden demasiado tiempo. Es hora de iniciar el calentamiento. Necesito que sean más rápidos. Diez vueltas al campo antes de comenzar, ¡Ya!

—Sí, entrenador —dijeron al unísono acatando con la orden. 

Jungkook desde el borde de quedó admirado de la destreza atlética del otro. Era impresionante, una imagen que nunca creyó tener de él. Se removió ligeramente celoso pues ahora entendía el interés de su madre en llevarlo a la jaula de bateo cuando era niño. 

Genial, madre. Me llevaste a entrenar por años exactamente el mismo deporte que tu amor frustrado ama. Eso lleva el fanatismo a un nuevo nivel, pensó.  

Aquel hombre pasado de peso con un silbato en el cuello notó la presencia de Jeon que parecía querer inmiscuirse en el campo. 

—¿Se te perdió algo, niño? —llamó irreverente. Alzando una ceja porque evidentemente él no pertenecía a ese lugar, aunque no tenía idea de cuánto. 

Estaba atrapado en ese año por algún tiempo. No sabía lo que estaba haciendo, pero si Jungkook no podía cuidar a su madre, al menos haría que Seokjin se alejara de ella por su propia voluntad.

—Quiero entrar al equipo —dijo directo. Después de todo, no era como si su futura vida fuese a arruinarse por un par de carreras. ¿O sí?

El hombre soltó una carcajada sonora llamando la atención del resto del equipo, que curiosos, se acercaron a la escena siguiendo a su líder de hombros anchos. 

—¿Tú? —Negó con la cabeza—. Por favor muchacho, ni siquiera sé quién eres. Además, la selección de jugadores fue hace más de un mes.

—Soy un excelente bateador, uno tan bueno que usted se lamentará si no me tiene en su equipo. 

Alzó una ceja, y dio un paso al frente.

—La confianza no es buena si te vuelve arrogante. 

—Déjeme demostrarlo, le prometo que no se arrepentirá. 

El entrenador sonrió burlonamente. ¿Qué sucedía con ese niño? Sólo estaba buscando avergonzarse a sí mismo. Lo meditó un par de segundos, uno de sus chicos estaba en el hospital, si en realidad él era tan bueno como decía, no les vendría mal un nuevo jugador. Y si era terrible, al menos podrían burlarse al verlo fallar. 

—Calienta un poco, luego ve por un casco y un bate. Intenta no lastimarte demasiado las manos, niño —cedió finalmente, indicándole en dirección del equipo de seguridad. 

—Lo haré —dijo victorioso. 

El resto de los muchachos se veían entre sí y se preguntaban qué demonios pensaba el entrenador. 

El mayor de los hermanos Kim se removió molesto, a él le había tomado meses de trabajo duro conseguir un lugar en ese equipo, ¿Y a este tipo Jungkook le daban una oportunidad así de fácil? Debía ser una broma.

—Seokjin —llamó—. Serás el pitcher. —Una sonrisa malévola fluyó entre ambos, quizá esto podía ser entretenido—. El resto de ustedes vayan a sus puestos. 

Quizá ya había sucedido una vez, Jeon no descartaba la posibilidad de que la historia se estuviera rompiendo, y que cada una de sus acciones dañarán algo, no era tan estúpido como para ignorarlo; pero, al final, él no era más que un incrédulo.

Jungkook era temperamental, como cualquiera de su edad, y más que eso, no le molestaría joderse con tal de hacerle sentir aunque sea una pizca de la impotencia que él a Seokjin. Los adultos siempre lo trataron como alguien incapaz de pensar por sí mismo, al menos aquí, estaban al mismo nivel, y eso de sentir que eran iguales, le divertía mucho. 

Jugaron un par de carreras sin él. Jungkook se acercó a la línea inicial después unos minutos. Se acomodó su casco y pese a que la falta de guantes hacía que se le deslizara el bate lo sujetó con fuerza. 

Todos le veían con curiosidad. Jungkook respiró profundamente cuando se situó entre el receptor quien era un chico rubio y el lanzador, ese que le veía como carnada, su flamante padrastro adolescente. 

Era momento del primer tiro. Seokjin proyectó la trayectoria de su lanzamiento, sintiéndose superior de alguna forma, pues su récord de enviar jugadores a la banca estaba intacto desde hacía casi dos años ya. Así que Jungkook no duraría mucho en su campo. No tenían corredores, eran solo ellos dos. 

Levantó ligero una pierna y con un movimiento de su brazo envío el primer lanzamiento. Jungkook intentó llegar a la pelota, sin éxito, estaba demasiado oxidado y el castaño era muy rápido. 

—Strike uno —gritó el receptor enviando la pelota de regreso. Seokjin sonrió viendo fijamente a Jeon, esto era bastante satisfactorio. 

Repitió la bola rápida, su mejor tiro, y una vez más la pelota terminó en la zona diamante, en manos del receptor que intentaba contener la risa al escuchar refunfuñar a Jungkook. 

—Strike dos. Uno más y el bateador está fuera. 

Era muy difícil cachar un lanzamiento de Seokjin, todos en el equipo lo sabían, esa era la razón que les hacía venerarlo. Así que no les quedaba más que callar y disfrutar del espectáculo.

Jungkook cerró los ojos por un momento. Si creían que Kim iba a ganarle estaban muy equivocados. Sujetó con fuerza la madera en sus manos y se mentalizó. 

La trayectoria de la pelota sería la misma. Seokjin lanzaba con un patrón rápido pero predecible, sólo tenía que batear justo cuando el otro moviera sus brazos de regreso. 

Y eso hizo. 

El sonido del golpe que provocó la pelota colisionando contra la madera fue casi tan fuerte como el de los alaridos de asombro que soltó el resto del equipo, y el entrenador. 

—¡Corre, niño, corre! —gritaron varios de los atletas. Jungkook soltó el bate sorprendido de la fuerza de su impulso, comenzando a correr alrededor del campo.   

—¡Atrapa la pelota, Seokjin! ¡Sácalo de allí! —dijo ahora el entrenador quitándose la gorra al ver la esfera volando muy alto en el cielo. El castaño se movió a zancadas mientras el sol le encandilaba. 

Jungkook llenó sus zapatillas robadas de tierra, y corrió con tanta fuerza, como si quisiera mover el suelo con los pies. Pasando de primera a segunda base en poco tiempo mientras la pelota seguía en el aire.

—Lo va a lograr... —masculló uno de los muchachos mientras el bullicio exterior se hacía más fuerte. 

El timbre que marcaba el almuerzo había sonado; jóvenes que preferían pasearse por los alrededores de la escuela antes que comer comenzaron a salir de las salidas laterales solo para ver un espectáculo digno de ser recordado.

Taehyung tenía su libreta en la mano. Entre ser el único en resolver las doscientas incógnitas en álgebra y de entregar un justificante médico falso al profesor de gimnasia para evitar la clase, había tenido suficiente tiempo para poder desarrollar su primera hipótesis experimental minuciosamente. 

Necesitaba látex, una bombilla, un imán y un Jungkook. 

Tenía todos los materiales, pero ¿Dónde jodidos estaba el pelinegro? Creyó que lo encontraría en el gimnasio y podría burlarse un poco de él mientras medía su respiración; pero no. Le había perdido la pista entre periodos y ahora vagaba por toda la escuela buscándolo. 

Estúpido Jeon Jungkook, pensó. Después de todo, él era su conejito de laboratorio, debía quedarse a su lado. ¿Quién se creía para dejarlo solo?

Las personas hablando y la plena algarabía le llevaron a centrar su vista a través de la malla que rodeaba al rudimentario campo. 

—Oh, mierda —dijo antes de parpadear como un lunático y brincar mientras buscaba llegar hasta la multitud tropezando en el intento. 

—¿Quién es él? —escuchó preguntar a un grupo de chicas riendo con complicidad mientras veían curiosas a Jeon. 

—No lo sé, pero se nota que tiene piernas fuertes —respondió otra de ellas con tono sugerente. 

Era una carrera completa, Jungkook avanzaba con gran agilidad cautivando a su repentina audiencia. 

Estaba muy cerca de la última base, Seokjin alcanzó entonces la pelota en el aire y se dispuso a devolvérsela. 

La lanzó al pelinegro en un breve instante en el que creyó haberlo sacado del juego; pero este ya se había deslizado los últimos metros. Barriéndose en el suelo con sus brazos y piernas hasta llegar al diamante. 

Su pie alcanzó a tocar el plato antes de ser atrapada la pelota. 

Jungkook tenía los ojos cerrados; perdiéndose el glorioso momento en el que Seokjin frunció el ceño molesto.

—¿Lo logró? —gruñó quitándose la gorra y acercándose a la pérgola. 

—¿Lo logré? —se dijo Jungkook a sí mismo. Aún en el suelo y lleno de tierra. El lugar era bastante  simple comparado con los campos sintéticos que él conocía. 

—Lo logró —declaró Taehyung contra la malla,  perdido en aquella sucia espalda y su oculta habilidad. 

"Maldita sea" Pensó Taehyung al darse cuenta de la gran cantidad de personas que veía a Jeon. "Estamos jodidos". 

No dudó en sacar un lápiz de su bolsillo y abrir su libreta para anotar cada detalle de su desempeño. 

Las personas afuera comenzaron a aplaudir, como si no fueran metiches que se habían acercado a ver.  Jungkook se levantó sonriendo victorioso, levantó las manos con grandeza antes las muestras de admiración y volteó para sonreírle a las chicas que gritaban por saber quién era. 

Pero se encontró con unos ojos avellana que le veían molestos, y cuyo dueño tenía los brazos cruzados mientras negaba. Su expresión era diferente, destacando más de lo que se imaginaba a la luz del sol. 

—Parece que tienes buena suerte. —El entrenador le extendió su mano como símbolo de respeto. 

Jungkook quiso quedarse a restregarle su triunfo a todos; pero no tenía mucho tiempo. No cuando sabía que Taehyung iba a sermonearlo. 

—No es buena suerte entrenador, es talento —dijo mientras reía.

Sin darle tiempo de responder corrió hacia afuera del triste campo mal conservado. Varias chicas se escandalizaron a medias al verlo correr hacia ellas; pero cuando Jungkook se precipitó a arrastrar a Taehyung de la cintura y taparle la boca no fueron las únicas en verlos confundidas. 

Seokjin entrecerró los ojos mientras veía a su hermano y al idiota ese alejarse de allí, su ego ardía demasiado, tanto que lanzó su gorra al suelo y colocó ambas manos en su cintura. 

¿Qué rayos era Jeon Jungkook? 

Una vez lejos de todo el alboroto, el pelinegro soltó a Taehyung, este se arregló los anteojos y le dio un golpe con la libreta. 

—¿¡Qué parte de "no llames la atención" no entendiste!?

—¡Lo siento! ¡No pude evitarlo! Intenté contenerme pero no pude, Taehyung. 

—¿No pudiste evitar no ser el centro de atención? Sé coherente, imbécil. Además, ¿Desde cuándo eres tan bueno para el béisbol?

—No lo sé, entreno desde niño. Soy muy bueno con cualquier cosa que no involucre números cada dos segundos. Deportes, canto, tejer, lo que sea. 

—¿Qué eres, un robot o alguna cosa así?

—Si fuera un robot no sería tan sensible a los olores, ni me habría raspado el brazo, obviamente. Deja de hacer locas teorías. 

Taehyung abrió la boca sorprendido.

—¿Estás seguro de que no eres hijo de mi hermano? Es decir, puedes hacer todo lo que Seokjin hace, y tu actitud es similar a la suya. 

—¡Retráctate! —Agitó la cabeza, ¿Su madre no podría haberse acostado con Seokjin, cierto? ¿¡Cierto!? —Si conocieras a mi padre descartarías esa idea, además, yo debería tener unos treinta años entonces, ¿no te parece?

Taehyung asintió, no tenía sentido. Pero hubiese sido muy entretenido de ver. 

—Como sea, exponerte así ante los demás no es bueno. No hagas nada que cree más destinos, o podrías lastimar a alguien. 

Jungkook se sentó en la banca de una mesa metálica adherida al suelo. 

—¿Cuál es el problema? Estoy atrapado aquí de todas formas. 

Taehyung suspiró pasando una mano por su cabello. El sol lo golpeaba por la espalda, y su silueta era visible a través de la sombra de la tela, Jungkook se fijó en ello, más de allá de sus regaños y reproches. Algo le hacía fijarse demasiado en él. 

Quizás era obra de la corriente eléctrica que le transmitió, como si lo hubiese unido a él, el imán en su bolsillo, O quizás la simple y peculiar esencia que provenía de él, era magnetismo puro. 

Taehyung se acercó a él tomándolo del brazo, y aunque le dolió por el reciente raspón en este, no hizo más que fijarse en el brillo de los cristales que protegían sus ojos. 

—La historia es una línea recta. Cuando tú regresaste creaste una segunda línea para cambiar la trayectoria, y si sigues exhibiéndote por todas partes crearás más y más realidades alternas en la memoria de todos ellos. 

—¿Alguna vez te han dicho lo bien que te ves siendo así de paranoico? —dijo sin dejar de mirarlo. 

—No estoy siendo paranoico —Suspiró sentándose frente a él. Cuando sus manos entraron en contacto con el metal cerró el circuito entre ambos. 

—Solo muy adorable entonces.

—¿Qué pasa contigo, amigo? No puedes decirle cosas como esas a tus mayores, respétame, quieres.

—¿De cuándo acá eres mayor que yo, Taehyung?

—Soy treinta y cuatro años más viejo que tú, así que cállate. Siempre he sido mayor que tú. 

—Tendré dieciocho en septiembre y al menos en esta realidad seré el mayor. Así que llora todo lo que quieras, pequeño.

Le encantaba molestarlo, y la indignación en su rostro. 

Taehyung era por poco más alto, y parecía que un día iba a darle un puñetazo para que se callara por su serio rostro. Tenía una imagen completamente recatada, masculina, que Jungkook podría llamar anticuada pero sería más apropiado decirle ¿Elegante? Además, de que su cuerpo lucía en prometedor desarrollo sin siquiera ejercitarse. Así que sí, le hacía mucha gracia sentirse mayor que alguien que aparentemente podría ser mucho más grande que él. 

Jungkook sonrió genuinamente; su pecho dolió  al recordar que Taehyung en realidad no llegaría más allá de su cumpleaños.

Había perdido una semana de la vida de Taehyung y aún no sabía qué era lo que desencadenaba su partida. Necesitaba saber la razón, pero no tenía ni idea de cómo lograrlo, su sonrisa se volvió lastimera. La idea de pensar que alguien con tanto futuro como Taehyung desapareciera era devastador.  

—¿También notas que esta conversación no tiene sentido, cierto? 

—No puedo pensar mucho cuando me miras así. 

—Tú nunca piensas, Jungkook. 

Con sus cuerpos y la electricidad pura fluyendo entre ambos. Una luz parecía parpadear a su alrededor. 

Una fuerza que apareció del interior de Jungkook, y que en ese momento alimentó su energía creando un vínculo. Sin saber que aquello no provenía de la electricidad emanando de su cuerpo, sino de la empatía y la amistad que sin querer apareció. 

—Últimamente me haces pensar demasiado, más de lo que me gustaría.  

El pelinegro se quedó estático cuando los vellos de su cuerpo se erizaron con levedad. Taehyung lo observó captando cada detalle de él. 

—Deja de esforzarte tanto, Jeon. Vas a dañar tu cerebro, claro, si es que no está dañado ya. —Comenzó a reír sin malicia. 

Taehyung quitó las manos de la mesa rompiendo con el vínculo. 

Abrió su libreta para notar algo, agitó la cabeza y luego lo tachó. Jungkook intentó leer lo que había escrito debajo, eso que quería borrar.

—¿Qué dice? —Quiso tomar aquel cuaderno marrón. 

—No te importa. 

—A veces puedes ser muy grosero, Taehyung. 

—Lo sé —dijo colocando sobre la mesa la bolsa de papel que había sido ignorada durante todo este tiempo—. Ten, aliméntate un poco en lugar de seguir haciendo estupideces. 

 No dudó en tomar una manzana de la bolsa. 

—Ah, ¿Entonces sí soy tu mascota? —Su voz sonó pesada al hablar con la boca llena. Enarcó una ceja ofendido pero no sorprendido. 

—No, eres mi monstruo de laboratorio —dijo y rieron por lo ameno de su compañía y su terrible broma. 

Ambos eran extraños para sus épocas. Y por un segundo, sentir que no era necesario entrar en el estándar normal, fue sublimemente dulce. Como una compresión que de no haberse cruzado, nunca habrían encontrado en algún otro lugar. 



Jeon Jungkook:
Evaluación física. 

Su habilidad psicomotora no parece haberse visto afectada por el cambio de espacio. 

Espalda, cadera y piernas fuertes, en buen estado, ágiles. 

La coordinación y control sobre sus extremidades, está arriba del promedio. 

Masa muscular en evidente desarrollo. 

Piel del antebrazo expuesta con una herida de poco riesgo. Monitorear proceso de cicatrización. 

Su rostro...

Su expresión cambia cuando habla sobre mí.

La parte inferior de la hoja estaba sucia. Debajo del tachón aún era visible la prolija escritura. 

 A veces pienso que está coqueteando conmigo. 








Manténgase con vida. J.S. 

Pido una disculpa por los errores, el texto es un poco extenso, y me está tomando tiempo corregirlo; pero estoy trabajando en el libro para arreglar las irregularidades. 

Reitero mis disculpas. 

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