Capítulo Siete
07.
Septiembre, 2018.
Las primeras horas del primero de septiembre significaban para Jungkook estar un paso más lejos de su primer aliento. Un paso más adelante hacia el último de sus días.
Abrió los ojos esa mañana en medio de un gran silencio y del frío de su habitación.
La ventana y la puerta estaban abiertas, las luces encendidas. Suspiró a sabiendas de lo que eso significaba: estaba solo en casa, otra vez.
Se había vuelto rutinario, y Jungkook, quién nunca se sintió a gusto en soledad, optó por mantener la iluminación de la casa encendida durante la noche, para no sentir temor al dormir. Encontrar todo intacto al despertar era más tétrico de lo que debería.
Se levantó; apagó el radio de su habitación y caminó hacia el baño para tomar una ducha. Una larga y helada que sintió durar horas hasta que finalmente salió de ella, vistiéndose con su uniforme escolar lentamente, sin presión alguna por avanzar.
El dinero de su almuerzo estaba en el desayunador de la cocina como era costumbre. Al bajar lo tomó, y guardándolo en el bolsillo de su chaqueta salió de casa en dirección a la escuela, con su mochila en el hombro, y la música que fluyó de sus audífonos minutos después.
Desde el trayecto en autobús, y por los pasillos de la escuela el ambiente era lúgubre, quizás producto del frío, o quizá de los esqueléticos pensamientos que esa mañana le atormentaban.
Se sentía irrelevante. Y de hecho, lo era.
Apagó su celular antes de entrar a clases; después de hacerlo e ingresar a su salón el día avanzó con pereza. Jungkook mantuvo su vista clavada en la fecha anotada en la pizarra durante mucho tiempo en un estado de frustración perenne.
1 de septiembre. Su cumpleaños, y hasta el momento, no parecía ser más que un día cualquiera.
Para cuando el timbre del almuerzo sonó y todos sus compañeros comenzaron a retirarse Jungkook se quedó en su pupitre con la cabeza gacha y la vista en la madera.
Volvió a encender su teléfono; no había en el ni una llamada, ni un solo mensaje, y pese a que intentó con todas sus fuerzas contener sus deseos de pedir atención a gritos, no pudo.
Abrió el marcador de su celular y marcó el primer número que apareció en él esperando que la línea se abriera, cuando lo hizo y escuchó esa voz, se arrepintió al instante.
—¿Hola? ¿Quién habla? —Estaba borracho, lo sabía al reconocer la respiración pausada.
—¿No sabes quién soy? —dijo desganado.
—No conozco este número, ¿Quién eres?
Quiso colgar pero no pudo, la esperanza lo motivaba pero más que eso, lo mantenía agonizante.
—Papá, soy yo, Jungkook...
—¡Oh, hijo! Debí saberlo —su voz se volvió ambigua, el pelinegro no sabía cómo sentirse respecto a eso—, dime, a qué debo el honor de que recuerdes a este viejo.
—Yo... quería saber si irás a casa, por mi...—tomó aire— por mi cumpleaños.
—¿Cuándo es?
—Mañana —mintió. Tener que recordarle su nacimiento a su propio padre era bastante patético.
—Oh, demonios, no. Como lo siento, Jungkook, estoy fuera de la ciudad en un viaje de negocios y siendo realmente sincero no sé cuándo volveré.
No tenía sentido. Sin importar la fecha que dijera, él no estaría allí, ya debería saberlo.
—No te preocupes, lo entiendo. En realidad no importa —dijo sin ánimos de confrontarlo.
—Te traeré un recuerdo de la ciudad en donde estoy. ¿Qué tal un llavero?
Fingió una risa mientras apretaba entre sus manos las llaves en su bolsillo. —Eso sería increíble, gracias. —Sí, tenía otros tres llaveros ya.
—Está bien, te veré la próxima semana entonces, Jungkook. No puedo creer que ya eres todo un hombre de...
—Diecisiete...
—Todo un hombre de diecisiete años, maldición, ¿Cuándo creciste tanto?
Jungkook no volvió a reír. Tragó saliva pesadamente y se limitó a terminar la conversación.
—Adiós, papá —dijo desganado y cortó la llamada. No debía seguir escuchándolo, no quería hacerlo.
El salón y los pasillos estaban vacíos. Tomó sus cosas; le importaron una mierda los cursos que debía tomar después del almuerzo. Él quería salir de allí, necesitaba hacerlo.
Salió la escuela un par de horas antes. Entonces corrió, corrió sin detenerse, sin dirección, sin querer pensar.
Cada paso que daba le recordaba la irrelevancia de su existencia. Su inteligencia se sentía aplastada por un ego retorcido y la necesidad de ser escuchado.
Un problema moderno, la soledad constante. Y la idea de un descanso eterno cuya juventud abrazaba de la forma más desesperada posible.
Trataba de no ser sentimental, nunca lo fue particularmente; pero en ese punto, lo único que quería era ser notado por alguien, era lo único que pedía y anhelaba. Aunque aparentemente el afecto parecía ser más inalcanzable de lo que él creyó.
Solo e invisible, Jungkook era invisible ante las personas que amaba. Y quizá, sin saberlo, se volvía insignificante para sí mismo también, porque cada vez, le importaba un poco menos la idea de despertar al día siguiente.
La tarde de su cumpleaños número diecisiete regresó a casa con la esperanza de encontrar a su madre con un cálido recibimiento, una sonrisa y un te quiero; pero en su lugar, encontró la calefacción apagada y un silencio abrumador.
Caminó hacia la cocina; buscó un tazón para poder servir un poco de cereal en el, solo para darse cuenta de que ni siquiera había leche en casa y que la nevera estaba desconectada.
Diez cumpleaños seguidos olvidados eran todo lo que tenía; justo allí, a punto de llorar en soledad, Jungkook cerró los ojos y deseó con tantas fuerzas que su cumpleaños dieciocho fuese diferente, él mismo lo haría ser diferente.
Tragó seco cuando comenzó a llorar; en su teléfono había un mensaje de texto de su madre, uno que decía que ella llegaría tarde de nuevo a casa esa noche.
—El próximo año será diferente, Jungkook —se dijo a sí mismo para alentarse y detener sus malos pensamientos—. El próximo año.
Como un árbol que cae en medio del bosque hace ruido aunque no sea escuchado. La esperanza de la juventud se apaga aun cuando no hay nadie para verla perecer.
Después de todo, la existencia es insignificante y la ilusión vana.
1 de septiembre de 1986.
121 días antes de.
Jungkook abrió la cortina de la habitación de Taehyung cuando los primeros rayos de sol brillaron a través de la ventana. Y encendió el estéreo con el volumen a máxima potencia, estaba cantando.
Hoy sería un gran día, Jungkook estaba seguro de eso. La música a través de las bocinas que inundaron el ambiente de sonido, y su sonrisa hacían evidente su extraña felicidad.
Se había duchado y vestido desde muy temprano con la ropa nueva que Taehyung había comprado para él y que había estado reservando.
Porque sí, después de que Seokjin se diese cuenta (un mes después) de que Jungkook utilizaba sus pertenencias, no tuvieron más opción que ir de compras y gastar toda la mesada de Taehyung en un montón de ropa que ni siquiera era para él.
—Maldición, ¿Podrías callarte? —dijo Taehyung desde la cama, intentando cubrirse el rostro con su sábana.
Jungkook sonrió al encontrarlo despierto y se dejó caer sobre él para molestarlo.
—Buenos días, dulzura. Ya es hora de levantarse.
—¡Aléjate de mí, idiota! Me estás aplastando.
—¿Por qué tan agresivo? ¡Vamos, levántate! ¡Hoy es un día especial!
Taehyung apretó los ojos. Se sentía cansado, su sistema inmunológico parecía jugarle en contra, la nariz roja y las lagañas de los ojos solo podían significar que la temporada de alergias había comenzado y que él era sería, como siempre, su principal afectado.
El otoño estaba demasiado cerca; el inicio de septiembre marcaría el próximo cambio de estación, y de color, cuando los árboles de California comenzaran a tornarse ocres.
—Sí, lo es, es la primera vez en semanas que puedes despertar temprano y por ti mismo.
—Estás siendo demasiado grosero, pero está bien, lo dejaré pasar por esta vez.
—No tienes respeto por mis pocas horas de sueño, ni mi espacio personal; creí que ya tenías claro que no soy muy amable al despertar.
—Despierto todos los días a tu lado, créeme, la percepción que tengo de ti durmiendo es muy diferente a lo que piensas.
—Por comentarios como esos las personas malinterpretan nuestras conversaciones.
—Oh, cállate. Soy gay, todo lo que haga será malinterpretado.
—Pero yo no, y tú me arrastras contigo.
Jungkook alzó una ceja para él, burlándose.
—Oh, pequeño Taehyung. Estoy seguro de que estás más de este lado que yo mismo y no lo digo sólo por mí, sino porque tengo un sexto sentido que me dice cuando alguien es de los míos. Así que deberías callarte y anotar en tu libreta algo como "Kim Taehyung, y su latente homosexualidad".
Estuvo a punto de insultarlo; pero notó un detalle importante. —Alto, ¿Estuviste leyendo mi libreta? —preguntó alterado—. ¿Cuándo? ¿Cu-cuánto leíste?
—Hace un par de días, leí pocas páginas, en realidad. Me aburrí tras leer la primera evaluación sobre mí que tenías en ella; pero —hizo una pausa dándole énfasis a la última palabra dicha— actualicé la hoja de mis datos personales.
—Sabes que tienes prohibido tocar mi libreta.
—Lo hice por una buena causa.
—Eres un...
—Soy un grindr humano.
—¿Un qué?
El pelinegro rio por lo bajo, le divertía mucho jugar con su inteligencia. —No lo entenderías; de todas formas, eso no importa, en realidad, estoy esperando a que me felicites.
—¿Felicitarte? ¿Por qué?
—¿En serio no sabes qué día es hoy? ¡Lo anoté en tu calendario!
Taehyung ladeó la cabeza confundido cuando preguntó y su expresión se volvió seria.
—¿Lunes?
Jungkook chasqueó con la lengua. Haber usurpado ese cuaderno no había servido de nada, aun así no iba a ser notado.
Sonrió desganado levantándose de la cama.
—No —aclaró la garganta—, pero es una tontería de todas formas.
—Jungkook...
—Deberías bajar; tus padres quieren despedirse de ti. Nos llevarán a la escuela de camino al aeropuerto —dijo antes de abandonar veloz la habitación.
Taehyung apretó los ojos. Había estado distraído toda la semana, tanto como para olvidar los detalles a lápiz de su calendario, no notar la ausencia de su libreta robada o recordar que sus padres viajarían ese día por la mañana.
Llevaba un par de días intentando avanzar con su investigación; pero no podía. Siempre había algo que le hacía perder el rumbo, desde Jungkook dibujando sobre sus planos, hasta el mismo pelinegro obligándole a salir de casa para saltar la cuerda en el jardín.
Parecía estúpido de pensar, pero en realidad Jungkook había dejado de lucir preocupado por su realidad, como si inconscientemente no quisiera irse . Y quizás, una parte de Taehyung estaba disfrutando mucho de su compañía.
Pero sabía que no debía centrarse demasiado en el chico y que, tarde o temprano, todo volvería a tomar su curso.
Agitó la cabeza y se sentó frente a su escritorio.
Paradojas; contradicciones. Hablar de una segunda o incluso una tercera realidad era ampliar la posibilidad de una solución relativamente correcta.
Eso lo llevaba a pensar en la física cuántica y concluir en ellas mientras mordía el borrador de su lápiz.
Emitir energía y absorber radiación. ¿Cómo demonios plantear siquiera una jodida hipótesis? No tenía ni idea de cómo iniciar con la ecuación, su cabeza iba a estallar, y casi podía ver al póster de su poderosísimo Einstein pegado en su habitación burlarse de él.
Dado el resultado del primer experimento, necesitaba un lugar el doble de grande que la bañera para contener la energía de Jungkook, algo como el lago, pero a menor escala; pero eso era algo que debía pensar después.
Abrió su libreta para revisar sus cálculos anteriores; al hacerlo, una página doblada llamó su atención, dado que él difícilmente marcaba de esa forma las cosas.
La hoja de información general de su sujeto de prueba ya no lucía tan pulcra como él la había redactado. Había pequeños dibujos de zanahorias a lápiz adornando el nombre del pelinegro y anotaciones que él no había hecho.
Sonrió sin pensarlo. Y releyó aquella información que creyó no era lo suficientemente relevante.
Jeon Jungkook; peso: 66 kg; altura: 178 cm.
Cabello negro, lacio, ligeramente largo.
Extremidades superiores e inferiores no presentan alteraciones o dificultad de movimiento.
Habilidades físicas y cognitivas en buen estado.
Actualización(:
Lugar de nacimiento: Busan, Corea del Sur.
Fecha de nacimiento: 1 de septiembre de 2001.
Signo del zodiaco: Virgo.
Colores favoritos: Negro, violeta, negro, blanco, negro y negro.
Comida favorita: Patatas al vapor, arroz y zanahoria rayada. Vegetariano, odia la soya. (?
Libro favorito: El retrato de Dorian Grey.
Deportes: Béisbol, natación, gimnasia y atletismo.
Hobbies: Cantar, leer manga, tejer y dibujar.
Debilidades: Tu mirada.
Volvió a sonreír, ¿Por qué demonios Jungkook anotó todo eso? Nada de eso era importante, pero sí bastante específico y la lista seguía por un par líneas más que incluían programas de televisión que no conocía, y nombres de artistas que no entendía. Porque Taehyung no tenía ni idea de qué era un "Brittney Spears" o un "Teen wolf".
Taehyung siguió leyendo hasta que un detalle que pasó por alto llamó de nuevo su atención.
Regresó la vista a las primeras anotaciones y luego levantó la cabeza para constatar en el calendario el primer recuadro del mes de septiembre encerrado en un círculo.
Era hoy. Era su cumpleaños. Su cumpleaños dieciocho.
Bueno, técnicamente estaba a quince años de nacer y luego a otros dieciocho de llegar a su cumpleaños, pero esos solo eran detalles. ¿Cierto?
Taehyung se abofeteó mentalmente por pensar en cálculos estúpidos en ese momento, y se acomodó sus anteojos recapacitando.
Jungkook realmente no hablaba demasiado sobre sí mismo a menos que se lo pidiera; el hecho de querer ser notado esta vez hacía bastante evidentes sus verdaderos deseos.
Así que, hipotéticamente hablando, si Jungkook estaba igual de emocionado que él por su cumpleaños, lo más probable era que extrañase su hogar y la probable celebración que recibiría de parte de su familia.
Se conmovió porque no sabía la verdad y divagó un par de segundos pensando en el brillante futuro de Jungkook. Entonces, pensó en que era su deber como anfitrión y adulto encargado hacer algo especial por él.
Ah, y sí, se distrajo de su investigación otra vez.
Le tomó un par de minutos y una hoja de su libreta reorganizar su día por completo. Una idea se había apoderado de su mente, y teniendo el nombre del pelinegro en ella, nada podría sacarla de allí.
Quizá solo quería distraerse de su misión real, o quizá Jungkook le importaba demasiado. Probablemente ambas, pero eso era algo que no le interesaba descubrir.
Tomó una toalla y la frotó sobre su cabeza, despeinando aún más su cabello. Después corrió hacia el baño para mojarse ligeramente el rostro. Solo entonces, y estrechando sus ojos, decidió salir de su habitación fingiendo temblar de frío mientras se aferraba a una manta.
Bajó al primer piso y analizó fríamente la situación.
Seokjin parecía ayudar a su padre a llevar las maletas al auto, mientras Jungkook intentaba convencer a su madre de que el tocino no era indispensable en el desayuno mientras charlaban.
Entonces, puso en acción su plan.
Pastel de zanahoria; fase uno: Limpiar la madriguera.
Entró a la cocina con una manta sobre su espalda, temblando. Su madre se removió preocupada al verlo, y se acercó a él rápidamente. Notó la confusión de Jungkook en su mirada mientras su madre tocaba su frente examinándole.
—Oh, por todos los cielos, Taehyung. ¿Te encuentras bien?
Carraspeó con la garganta. —Sí, mamá. Son solo las aledgias. Ya sabes, otoño.
—Tu sudor está helado —dijo ella, comenzando a angustiarse—. Creo que quizá deberíamos llevarte al doctor antes de marcharnos.
—Oh, no. Es su anivedsadio —no pronunciaba la "r", porque en su mente eso hacía lucir más real su constipada nariz, y de hecho, funcionaba—. No quiedo que se peocuoen pod mí.
—¿Estás seguro?
—¡Sí! Solo me quedadé aquí, y descansadé un poco.
—Me quedaré contigo —intervino Jungkook. Cayendo ante su, según él, excepcional actuación.
—¡No! —carraspeó luego de gritar— digo, no, está bien, ve a la escuela.
—¿Faltar no afecta tu récord de asistencia o alguna de tus clases? —preguntó su madre no muy convencida.
—En lo absoluto.
Su padre apareció detrás de él con las manos en los bolsillos de sus bermudas, y sus sandalias con calcetines.
—¿Qué sucede aquí y por qué no están todos en el auto? —Tomó su sombrero de playa del perchero—. En realidad no me importa, pero quién no salga en cinco minutos se va corriendo detrás del auto.
—Tu hijo está enfermo, viejo ridículo, ten un poco más de consideración —le reprendió su esposa.
—Pues que sea un chico normal y vuelva a la cama. Déjalo descansar, el mundo no terminará si falta a la escuela un día.
Seokjin escuchaba la conversación desde la puerta principal sin prestar demasiada atención en realidad, preocupado por sus propios problemas. Taehyung siempre había tenido un sistema inmunológico débil, verlo enfermo era habitual, ¿Por qué tanto alboroto?
—¿Estás seguro de que puedes quedarte en casa solo? —preguntó su madre por última vez a lo que Taehyung asintió, ella besó su frente—. Está bien, te veré el sábado —dijo, antes de alejarse de él.
Jungkook dudó en acercarse cuando Taehyung evitó su mirada alejándose de él y luego finalmente solo decidió seguir a los señores Kim hacia el auto, el castaño parecía querer estar lejos de él, y en realidad, Jeon también necesitaba estar solo.
Seokjin se levantó del sillón para seguirlos; pero antes de que pudiera avanzar, su hermano le tomó del brazo, llamando su atención forzadamente.
—Esto es lo que va a pasar —ordenó Taehyung con gélida voz.
Pastel de zanahoria, fase dos: Planear la distracción.
—Oye, ¿Qué demonios? —dijo al ver al castaño de pronto tan fortalecido.
—Vigilarás a Jungkook en la escuela; evitarás que se regrese a casa antes de tiempo, porque conociéndolo, lo hará, y luego volverás con él aquí por la tarde. ¿Entendido?
—¿Qué? Estás actuando muy extraño, ¿De qué hablas? ¿No se supone que estabas enfermo?
—Es parte de mi plan. Ahora, como te decía antes de que me interrumpieras, necesito que me ayudes a distraer a Jungkook por un par de horas.
—¿Por qué? ¿Ya te cansaste de ser su niñera? Taehyung, es tu mascota, no la mía.
—Eres un imbécil; pero quisiera algo de ayuda tuya para variar. Es cumpleaños de Jungkook, está lejos de casa, en un lugar lleno de desconocidos, y... me gustaría hacer algo lindo por él.
—Oh, vamos. Tendrá muchos cumpleaños más, podrá vivir con eso.
—Entiendo porqué te odia. Serás un padrastro terrible en el futuro si piensas eso... —masculló Taehyung.
—¿Qué?
—Nada. —Aclaró su garganta. —Es decir, lo dice el chico que tiene una gran fiesta para el solo cada maldito año. ¡Vamos, te lo suplico!
—¿Y qué gano yo con todo esto?
—Mi infinito amor.
—Eso no me sirve, no quiero afecto, quiero... efectivo. No lo sé, ¿Cincuenta dólares por cuidar a tu hijo? Me suena bien.
Taehyung entrecerró los ojos teniendo que recurrir al plan de emergencia: Chantaje.
—Yo te ofrezco mi silencio, y un paquete de preservativos.
—¿Qué?
—Bueno, en realidad no creo que los necesites, tienes como veinte en tu habitación. Y de hecho, encontré uno en el auto la semana pasada, lo cual me parece sospechoso. ¿Debería preguntarle a Sunhee?
—No ha pasado nada entre nosotros y lo sabes. Deja de mentir, no había nada en el auto.
—Pero ella no lo sabe. Entonces, ¿Si no fue ella, quién? Eso la desilusionaría mucho.
—Hijo de —se detuvo antes de maldecir a su propia madre—. ¡Es mentira! Ella jamás te creerá.
—¿Quieres apostar? —le retó.
—No puedes amenazarme con algo como eso.
—Puedo y lo haré. Entiéndelo, estás acorralado, ¿Sabes por qué? Porque eres el maldito Seokjin, con su fama de don Juan y actitud de cazador, y si se me da la gana, puedo ir y decirle a todo el mundo que te acostaste con tres chicas dentro del auto, ¿Y adivina qué? Todos lo creerán.
—Yo no soy más esa persona. Escúchame bien, Taehyung...
—No, tú escúchame a mí. Vas a ayudarme, irás a la escuela, mantendrás ocupado a Jungkook, y luego regresarán juntos a casa para que él tenga un muy feliz cumpleaños. No vas a ser grosero, y no vas a arruinar mis planes, ¿Entendido?
—¿Desde cuándo te volviste tan manipulador?
—Desde que tú comenzaste a ser un idiota.
—No voy a caer en tu juego, haz lo que se te dé la gana. Pero yo no voy a perder todo mi día vigilando a tu amigo raro.
Taehyung sonrió. —Entonces le diré a papá que fuiste tú quien rompió la ventana del auto. Les diré que nos obligaste a mentir por ti.
Seokjin abrió la boca sorprendido. El renacuajo sabía jugar bien sus cartas.
Cuando el padre de los Kim preguntó el motivo del agujero en el cristal trasero del auto, Jungkook y Taehyung se vieron en la obligación moral de salvar a Seokjin, así que inventaron que un ladrón intentó robarlo, dijeron que en medio del forcejeó ellos habían roto aquel vidrio. Y ante los ojos de sus padres, los pequeños e indefensos cerebritos eran incapaces de mentir.
A Seokjin no le importaba lo que la gente pensara sobre él, siempre lograba salirse con la suya, podía incluso conseguir un perdón; pero algo que no podía perder era su preciado y hermoso auto.
—Eres diabólico —le dijo a Taehyung mientras le veía molesto.
—Lo sé.
Jungkook apreció detrás del Kim mayor regresando al interior de la casa.
—Seokjin —le llamó— tu padre dice que te apresures.
—Sí, Jin. Apesúrate, antes de idte dime, ¿Estamos de acuedo?
Jungkook ladeó la cabeza sin entender lo que pasaba y solo se desconcertó aún más cuando el mayor colocó un brazo sobre sus hombros.
—Púdrete, Taehyung. —Terminó, el castaño sonrió victorioso cuando los vio caminar juntos a la salida.
Fase dos: completa; ahora, solo tenía que averiguar cómo jodidos encender el horno.
Después de todo, no podía ser tan difícil, ¿Cierto?
...
El nivel de incomodidad en el auto era palpable, bueno, al menos para Jungkook y Seokjin. Los padres del mayor parecían absortos en su propia burbuja de felicidad sin prestarles suficiente atención.
Cuando llegaron a la escuela, ambos bajaron y caminaron en silencio. Kim le seguía el paso con lentitud, y ambos eran incapaces de cruzar una sola palabra.
Su eslabón común se encontraba ausente y estaban enfrascados en sus respectivas miserias mentales.
Entraron a la primera clase, luego a la segunda y a la que sigue de esa. Seokjin intentaba mantenerse al margen con su trabajo de guardaespaldas.
Perdió a Jungkook un par de veces en el corredor y dentro del baño, para encontrarlo finalmente en el salón de clase de su cuarta hora. El chico era tan bueno para pasar desapercibido como para llamar la atención, aparentemente.
Cuando el periodo terminó, Jungkook volvió a desvanecerse. Seokjin intentaba seguirle el paso, pero era difícil, ¿Qué demonios le hizo a Taehyung para merecer esto? Se quedó parado en medio del corredor cuando la espalda del chico desapareció de su campo de visión.
—¿Podrías decirme por qué luces tan preocupado? ¿Acaso estás huyendo de mí?
Sacudió la cabeza cuando una cálida y grande sonrisa apareció frente a él, proveniente de un ángel de baja estatura, dientes grandes y cabellos negros.
—Sunhee... no, he estado un poco distraído. —Se fijó en el bolso de la chica, sus libros y su liviana actitud—. ¿Qué haces aquí? Digo, adoro verte pero, ¿No sé supone que tenías práctica de laboratorio hoy?
Él realmente le prestaba atención cuando hablaba.
—Tenía, iré a casa.
—¿Qué? ¿Por qué? —¿La bella genio se marchaba temprano de la escuela? Este día no podía ser más inusual para él.
—Encontraron vodka en el café de nuestro maestro y cocaína en el frasco para bicarbonato. Así que para resguardar nuestra "sensibilidad" nos enviaron a casa.
—Eso es increíble.
—Lo sé, y pensar que llevaba tanto tiempo sobrio. Taehyung estará muy preocupado.
—¿Qué tiene que ver él con esto?
—Taehyung da terapia gratis los jueves —comentó con naturalidad—. A propósito, ¿Dónde está tu hermano?
Seokjin no sabía qué era más extraño, si un maestro adicto o su hermano pro alcohólicos anónimos.
—Sobre eso, se quedó en casa. Es cumpleaños de Jeon y dijo que quería prepararle una sorpresa, estoy seguro de que intentará hacerle un pastel, es algo tonto en realidad —dijo con tono de burla. Pero su expresión desapareció cuando Sunhee tiró de su oreja para reprenderlo—. ¡Oye! ¿Qué te sucede?
—Kim Seokjin, dime por favor que no dejaste solo a tu hermano en la cocina.
—¿¡Cuál es el problema!?
—¿¡Cómo que cuál es el problema!? —Lo soltó—. Hace dos meses casi nos asesina a todos intentando encender una licuadora, y luego dejó a la ciudad entera sin electricidad enchufando la tostadora. ¡Imagina los que hará estando solo con la estufa! Tienes que ir a casa.
—Exageras. Eso no es posib...¡Maldición! —dijeron al unísono—. Pero él dijo que debía vigilar a Jungkook.
—Entonces iré yo. Intentaré ayudarlo en lo que sea que esté pensando hacer.
Seokjin alzó una ceja, bastante complacido con esa idea. —¿Quieres ayudarlo o buscas un pretexto para entrar a mi casa?
—No me presiones, Kim.
Sonrió; estuvo a punto de contradecirla, pero reconoció a Jungkook a la distancia, y no podía darse el lujo de volver a perderlo.
—No lo haré. —Se atrevió a bajar rápidamente para darle un beso en la mejilla irreverentemente antes de salir corriendo—. ¡Eres la mejor! —gritó al alejarse, dejando a la chica tan confundida como encantada.
Alcanzó al menor al entrar a clase de economía; Jungkook se sentó en el último asiento, aquel que había comenzado a utilizar con frecuencia y Seokjin, siguiéndole, tomó el lugar que Agustus Min solía utilizar al lado del muchacho.
Porque Yoongi, como el abuelo del muchacho solía nombrar, podía tenerle un fuerte apego a sus raíces; pero eso no cambiaba que fuese un americano con un nombre que detestaba. Así que efectivamente, Seokjin necesitaba fastidiarlo con eso.
Como sea, al mayor de los Kim le molestaban los suspiros constantes de Jungkook, y la insistente forma en la que sus uñas golpeaban el escritorio con inquietud. Parecía perdido, lo suficiente como para no cuestionarle su cercanía.
El profesor entró y seguido de él Yoongi cuya expresión cambió al ver al mayor al lado de Jungkook, pero el menor había estado evitándolo todo el día, no entendía la razón de su adversa actitud, así se limitó a ocupar un lugar en el frente del salón, intrigado.
Seokjin veía hacia el frente sin prestarle atención realmente. ¿Qué había de malo en él?
Había pasado los últimos diecinueve años de su vida buscando una forma de destacar. Pero debajo de todo aquel ego, y vanidad, no había más que un ser común.
Agitó la cabeza; la clase de economía siempre había conseguido desanimarlo. Aunque quizás, era la presión del futuro la que comenzaba a hacer estragos en su pequeña mente.
El problema estaba en la pizarra y él no lograba comprenderlo.
"Taehyung lo entendería, él no es estúpido". Se dijo a sí mismo.
Estaba colapsando lentamente. No se lo había dicho a nadie, no tenía sentido, a nadie le había importado una mierda su distancia o su seria expresión. Ni su hermano ni nadie parecía preocuparse por él.
Después de días de espera y de aplicar a decenas de universidades, las cartas habían comenzado a llegar. Seokjin había esperado con ansias ese lunes para obtener una respuesta, todos los sobres estaban marcados con el apellido Kim, pero ninguna tenía su nombre.
Taehyung, su pequeño Taehyung, era excepcional. Ni siquiera notó el momento en el que lo superó en cada aspecto de su vida. Así que allí estaba, comparándose con la persona que siempre subestimó.
Y es que Seokjin, al igual que Jungkook, se sentía completamente desesperado sin saber la razón exacta.
Un día más; un dólar menos. Seokjin necesitaba conseguir apoyo económico para la universidad, la vida de su hermano estaba resuelta pero ¿Y la suya? Los minutos avanzaban y cada vez su esperanza se reducía más a que el reclutador de la liga deportiva universitaria lo viera jugar.
Era su única oportunidad; nunca sería inteligente como Taehyung, y su rostro no sería eterno.
Pero luego estaba este chico, Jungkook. Talentoso e inoportuno, había algo mal en él, y necesitaba saber qué era. Necesitaba asegurarse de no ser opacado por él.
El maestro presentó frente al resto de la clase a un nuevo estudiante. A Jeon y Kim, ni siquiera les importó su presencia, ni tampoco esa mirada que se clavó rápidamente en Seokjin al fondo de la clase.
El joven Park entró al salón con inconformidad visible en su rostro, se sentó un par de asientos adelante volteando constantemente hacia el par de chicos, intentando escuchar su conversación.
El tiempo avanzaba veloz como las agujas del reloj que pronto marcarían la hora de almuerzo, arrastrando en ellas los fuertes deseos de Seokjin por salir de ese aula.
—Sabes que en realidad no me interesa, pero tu mirada de lunático en mi cuello comienza a molestarme —dijo Jungkook al mayor sacándolo de su trance.
—No pienses estupideces.
Entonces, fueron liberados. El timbre sonó y Jungkook se puso de pie, el otro le imitó.
—Deja de seguirme, has sido un dolor de pelotas todo el día.
—No es culpa mía que tengamos el mismo horario.
—Es la primera vez en semanas que eliges sentarte junto a mí. ¿Qué no tienes algo mejor que acosarme? Ve a practicar con el equipo, a cepillarte el cabello o algo.
—Cierto, el equipo. A veces olvido que soy un verdadero beisbolista, a diferencia de ti.
El mayor dio un paso al frente, intentando parecer superior. Y Jungkook, quién era incapaz de doblegarse ante él, se acercó aún más.
Min les veía a la distancia; decidió intervenir cuando la cercanía de ambos muchachos resultó peligrosa.
Polos iguales; se repelen.
—Chicos, ¿Qué sucede aquí? —dijo Yoongi, ganándose una mirada desaprobatoria de ambos.
—No es asunto tuyo. —Seokjin habló con fuerza al tercero.
—No tengo ánimo para esto. —Jungkook se dio la vuelta sin intención de confrontar a nadie más. Estaba cansado de él mismo y de todos.
—Eso es, Jeon. Huye, y acepta que lo tuyo fue cuestión de suerte.
—¿De qué hablas?
—El home run con el que entraste al equipo. Fue suerte de principiante.
Se detuvo y sin verlo dijo—: No lo intentes, no pongas tu reputación en juego, podría caer más bajo.
—¿Estás seguro? ¿O tienes miedo?
Jungkook giró su cuello, y fijándose en su cínica actitud entrecerró los ojos. —¿Estás pidiéndome la revancha?
Seokjin sacó la vieja pelota que siempre llevaba con él y la alzó hacia arriba atrapándola de nuevo en el acto frente a los ojos de los muchachos.
—O quizás eso te... asusta.
—Muévete, Kim. Voy a patear tu atlético trasero —declaró Jungkook y comenzó a caminar.
Seokjin sonrió victorioso. Se dispuso a seguirlo; pero Yoongi lo tomó del hombro, arriesgándose.
—Suéltame, Min. —Su relación nunca pudo ser peor, sin embargo, el menor sentía la necesidad de ayudar a su nuevo amigo.
—¿Qué pretendes? Deja en paz a Jungkook
—No es lo que piensas.
—¿Entonces qué? ¿Tu ego no es lo suficientemente grande ya?
—No lo es.
—¿Ah no? ¿Entonces qué buscas del chico?
Seokjin ladeó la cabeza meditando. Agustus no le agradaba en lo más mínimo pero parecía tener cierto apego a Jungkook. Así que invitarlo a la celebración debía ser lo correcto, ¿Cierto?
—Lo sabrás en la tarde. —Yoongi parpadeó , soltando al chico de su agarre—. Ve a mi casa después de clases.
Terminó de hablar; y se alejó dejando al chico confundido en el medio del corredor al caminar en dirección a la salida en donde Jungkook lo esperaba.
Volvió a centrar su atención en Jeon.
Genial, ahora podría vengarse de él, practicar y mantenerlo vigilado al mismo tiempo. Ambos caminaron hacia el campo, atravesando la malla y dejando sus respectivas mochilas en el suelo.
Seokjin le entregó la pelota a Jungkook y se apresuró a voltear la visera de su gorra hacia su nuca. El menor se colocó justo en el montículo viéndole fijamente.
Entonces, y en un vago intento de lanzamiento, Jungkook dejó ir la pelota con desdén, sin llegar si quiera cerca del muchacho.
—Vamos, Jungkook. Parece que no lanzas tan bien como bateas —dijo Seokjin mofándose de él intentando entretenerlo.
—Eso es porque bateo con la izquierda —retándole sabiendo que podía incómodarlo con su doble sentido—. Es más fácil llegar a segunda base así.
—Cállate y atrapa la maldita pelota.
—Suenas demasiado confiado. Cambiemos lugares, lanza para mí y verás cómo es que desaparece tu altanería.
—Ni lo sueñes.
—Entonces el que tiene miedo eres tú —le desafió Jungkook. La frustración de Seokjin le hacía hervir la sangre, y apretar la mandíbula. —Te vencí antes, puedo hacerlo otra vez.
¿Cómo era posible? Jungkook había salido de la nada, y había acaparado cada aspecto importante de su vida. Como un intruso, robándole la atención de sus amigos, sus padres, la chica que le gustaba y por sobre todo su hermano.
Parecía ser casi intencional; Seokjin no entendía que esa era la forma en la que Jungkook se sentía. Y que su futuro yo, irrumpiría de tal forma en la vida el muchacho.
¿De dónde venía tanto conocimiento y tantas habilidades? No lo sabía, y no le interesaba saberlo. Lo único que quería era avergonzarlo y hacerle mendigar redención. Se había esforzado cada maldito segundo de su vida, no era posible que alguien como él alardeara de ser el mejor con la excusa de poseer algo tan vano como "talento" nato.
—¿Miedo de ti? Por favor.
—Entonces se trata de celos, acéptalo. No eres lo suficientemente bueno, Kim. Nunca serás como yo.
—Harás que te golpee, imbécil.
—Inténtalo.
Seokjin dejó caer el bate en el piso; y se colocó la gorra al derecho, cayendo en su juego.
—Está bien, batea —dijo caminando hacia él.
Jungkook nunca fue tan bueno lanzando como bateando, el mayor tenía razón; pero como había aprendido de Taehyung, la inteligencia era más valiosa que la fuerza bruta.
Le entregó la pelota a Kim en la mano al intercambiar posiciones.
—Dame tu mejor tiro.
Seokjin apretó los labios mientras le veía. Palpó el cuero de la pelota en sus manos y relajó los músculos antes de hacer su lanzamiento. La bola rápida era su mejor movimiento, y siempre lo utilizaba para sacar del juego a su oponente; pero Jungkook, él sabía exactamente cómo funcionaba y por alguna razón era preciso para atajarle.
Era como si hubiese jugado con él antes. Como si, Jungkook ya lo conociera.
Hizo su primer tiro y la pelota rebotó en la malla que rodeaba el pequeño campo. Una brecha de esperanza se abrió ante él cuando Jungkook chasqueó la lengua inconforme.
Ambos estaban molestos; frustrados; compartían la misma esencia agresiva que les mantenía con vida. Y ahora el rencor, era mutuo.
—Te quedaste callado, ¿Jungkook? Tu gran boca no compensa su poca destreza —se burló.
—¡Cállate y lanza de nuevo!
Seokjin debió actuar con madurez, debió tomar sus cosas y salir victorioso de allí; pero no lo hizo, porque su yo de diecinueve años era la versión más soberbia de sí mismo que alguna vez tendría.
Porque quería más, así que tomó su pelota de entre la tierra dejando su alma envanecer.
Aclaró su garganta; y con una mirada de superioridad levantó su brazo para hacer un segundo movimiento, solo que esta vez, el sonido de la pelota al golpear con la madera resonó fuertemente cuando el lanzamiento fue magníficamente bateado por Jungkook.
La pelota se perdió en su campo de visión, y fue imposible para él seguirle el rastro con la mirada debido al sol.
Jungkook le vio confundido cuando comenzó a correr en dirección opuesta, hacia donde se supone que la pelota debía haber terminado.
—¡Oye, detente! —llamó el menor, "¿Qué demonios pasa con este loco?" Se dijo a sí mismo antes de seguirle al verlo tan alarmado. El mayor se había alejado y salido del campo, estaba de rodillas en la maleza mientras parecía buscar algo. —¿Seokjin, qué haces?
—La pelota, ayúdame a encontrarla —serio.
—¿Qué?
—Cállate y ayúdame, necesito encontrarla.
—No me jodas, hice un movimiento perfecto y tú te enfocas en una vieja y sucia...
Seokjin se levantó del suelo; agresivamente, se levantó y empujó a Jungkook.
—Está bien, ganaste ¡Genial! Ahora cierra la maldita boca y ayúdame a encontrar mi jodida pelota.
—¿O qué?
—No es momento para tus estupideces.
—Tienes decenas de pelotas iguales, ¿Y te has puesto sentimental? Qué ternura.
—No tienes idea de lo que dices. Yo no...
—¿Tienes sentimientos entonces? Pensé que eso no era algo propio del gran Kim Seokjin.
Jungkook transpiraba insolencia y deseos de guerra, simplemente porque no sabía cómo lidiar con todo el odio y el dolor que cada año crecían más y más en su interior, especialmente ese día, en su estúpido cumpleaños.
Necesitaba un detonante; y a veces, las palabras al alzar son las correctas.
—Eso no me ofende viniendo de alguien como tú.
—¿Alguien como yo? —cuestionó Jungkook.
—Un maricón.
Su cabeza se llenó de hormonas; el hipotálamo le llevó con adrenalina, y ella, a darle un gancho izquierdo a Seokjin que le aturdió de inmediato.
La sangre que brotó de su nariz se deslizó por encima de su labio superior. El rostro de Seokjin se llenó de dolor casi instantáneamente, pero la humillación que sintió fue aún mayor, tanta, como para impulsarlo a devolverle el golpe.
La fuerza de su empujé lanzó a Jungkook al suelo, su cabeza chocó con una piedra, abriendo ligeramente su piel. Seokjin se abalanzó sobre él para seguir golpeándolo, acertando varias veces en su quijada, el pelinegro levantó la rodilla para impactar en el abdomen de Kim, consiguiendo darle en la ingle para quitárselo de encima.
Ambos eran estúpidos. Y quizá, lo único en lo que podían estar de acuerdo era en siempre llevarse la contraria el uno al otro.
Jungkook se levantó culpable al notar como la nariz de Seokjin parecía no dejar de sangrar, y la piel de alrededor comenzaba a tornarse violeta.
Se preocupó inconscientemente, lo último que le faltaba era tener que llevar a su padrastro al hospital.
Maldición.
...
Pastel de zanahoria; tercera fase:
Hornear el maldito pastel.
Taehyung había pasado horas estructurando una fórmula perfecta; había medido, seleccionado y evaluado de forma procedimental cada uno de sus ingredientes.
Tenía toda la teoría. Sin embargo, eso que nunca tendría, era la habilidad para hacer algo comestible decente.
—¡Por amor a Newton, necesito que cooperes! —dijo exaltado. No, el horno no estaba siendo muy amable con él—. ¡Sí, por fin! —dijo cuando la luz interior se encendió.
Sonrió victorioso con ambas manos en su cintura. Finalmente había logrado encenderlo, y ahora solo debía dejarlo precalentar; pero ahora se enfrentaba a un nuevo problema: hornear.
Se acomodó los anteojos, amarró con fuerza su delantal y abrió el recetario de su madre. Todo debía salir bien, tenía harina, huevos, azúcar, levadura y leche.
Según el libro no necesitaba más, y un libro nunca le había mentido, así que creerían en este.
El primer paso era hacer la mezcla; pero algo lo inquietaba. ¿Cómo hacerlo si Jungkook huía de la leche? Bueno, no literalmente, pero tenía cierta renuencia a consumirla.
Le había prestado suficiente atención al espécimen extraño que era el pelinegro como para saber que no consumía ningún tipo de carne, y que además, estaba intentando alejarse de todo derivado de estos, lo suyo iba más a allá de sólo ser vegetariano. No sabía cómo se le llamaba exactamente a ese tipo de personas, pero estaba seguro de que tenía un nombre.
Lo que hacía pensar a Taehyung dos cosas: en lo loco que estaba y lo mucho que los animales daban sabor a la vida del humano. ¿Cómo demonios vivía ese chico? Estaba seguro de que vivir a base de patatas y arroz no era tan fácil como parecía.
Ideas como esas aún estaban muy lejos del entendimiento de Taehyung; pero sin duda alguna, cuestionarse era un gran comienzo.
En fin, su madre tenía varias bolsas etiquetadas como "harina" en la alacena, tomó la que él consideró la más blanca y la colocó en el recipiente acompañada de agua y un poco de aceite vegetal.
Estaba siguiendo la receta; pero después de eliminar las partes no aptas para Jungkook no le quedaba más que una masa de color y consistencia dudosa.
No entendía ni siquiera por qué demonios estaba haciendo un jodido pastel; no era propio de sí mismo. Simplemente sentía la necesidad de alegrar la existencia de su amigo. Se sentía ligeramente desesperado por no tenerlo a su lado, aunque en realidad no sabía si eso tenía algún significado.
Chasqueó con la lengua y abrió el refrigerador en busca de algo que pudiera servir para mejorar su creación.
Su padre había conseguido leche de coco proveniente de las dietas para bajar de peso de una de sus vecinas. Así que eso debía servir, ¿Cierto? Entonces vertió la mitad del contenido del frasco en su mezcla, también agregó canela y pequeños trozos de zanahoria que se dedicó a rallar por media hora.
"No luce tan mal ahora", pensó, contemplando con satisfacción la mezcla. Entonces tomó el molde redondo que se encontraba en lo más alto de la repisa de la cocina y la colocó en su interior.
Abrió el horno, y delicadamente introdujo su intento de postre en este, luego volvió a cerrarlo lleno de auto satisfacción.
Suspiró con fuerza; ahora solo tenía que decorar, e invitar personas. En realidad no sabía mucho sobre fiestas, y la multitud le incomodaba, así que con ellos tres bastaba. Y con respecto a la decoración, se dirigió a la sala para buscar en el cajón de baratijas de su padre, encontrando un inflador y varios paquetes de globos de colores que pensó podía utilizar.
Perdió la cuenta cuando llegó cincuenta. La sala de la casa estaba llena de globos de colores, y aún así siguió preguntándose si eran suficientes, entonces abrió la puerta que conducía hacia el jardín y siguió inflando.
Le faltaba estética y él, como el maniático perfeccionista que era, los ordenó por color en las cuerdas para ropa sobre el jardín. Corrió por la casa buscando las luces de navidad para colgarlas por todo el lugar, en las afueras y en las escaleras.
Subió hasta su habitación y observó desde el balcón el jardín de su casa.
No, Taehyung tampoco sabía mucho sobre cosas como decoración; pero cuando encendió la iluminación y con aquel cielo que poco a poco se volvía opaco, admitió lo cálido que se veía en realidad.
Un par de golpes en la puerta llamaron su atención, haciéndole correr de regreso al primer nivel.
Creyó que se trataba de su hermano, pero contrario a ello, nunca se imaginó ver a Sunhee en la puerta.
Aunque no sabía si le sorprendía más su presencia o el hecho de que ella conociera la ubicación de su casa. Vaya, eso era... interesante.
—¿Qué haces tú aquí?
—¿Por qué eres siempre tan directo?
El castaño soltó un fuerte suspiro. —Hola, Sunhee. —Ella le sonrió y luego, él volvió a ser Taehyung. —¿Qué haces aquí?
Rodó los ojos. —Visitar a un amigo enfermo, ¿No es obvio?
—Perdón, creo que formulé mal mi pregunta. —Aclaró la garganta—. ¿Quién te invitó a mi casa?
—Tu hermano lo hizo. Estaba muy preocupado por ti. —Entró. Taehyung cerró la puerta detrás de ella aún viéndola con desconcierto.
—¿Seokjin? —incrédulo y burlón— ¿Preocupado por mí? ¿Mi hermano? Ni siquiera tú misma puedes creer eso.
—¡Es cierto!
—Sunhee...
—¡Está bien! Me contó sobre Jungkook y quise venir a ayudar. ¿Sí?
—Eso es más creíble —Taehyung caminó hasta la cocina, ella le siguió—. Gracias, pero no necesito ayuda, en realidad.
—Oh, vamos no seas aguafie.... ¿¡Qué demonios pasó aquí!?
La mesa, los azulejos y el refrigerador estaban manchados de mezcla. Varios recipientes en el lavabo, y canela en el suelo.
—¿Qué sucede? —dijo sin entender su reacción.
Alzó una ceja. —La cocina está hecha un asco.
—Son detalles. No es nada que no pueda limpiar. No seas dramática, un poco de desorden no es el fin del mundo.
—Lo dice el chico que se molestó conmigo porque no ordené mis reactivos químicos por color, densidad, cantidad y nivel de toxicidad. ¿Quién eres y qué hiciste con Kim Taehyung?
—Me lastima que me veas como un completo lunático. —Se presionó el pecho fingiendo dolor.
—Taehyung...
Ofendido.—¿Qué quieres?
—Quiero que limpies esto, ahora.
—¿Quién es la maniática del orden ahora?
Ella se cruzó de brazos; su expresión se volvió dura, lo suficiente como para asustar al castaño, que tragó seco cuando la vio así de seria.
—Tú ganas, limpiaré todo —dijo tomando un pequeño paño para comenzar a limpiar—. Pero lo haré por dos razones: uno, yo quiero hacerlo y dos, tú eres una mandona.
—Lo sé.
—Suenas como mi madre. Me compadezco de tus pobres hijos —bromeó sin ser adrede. Olvidando por un segundo que conocía parte del futuro de la chica.
Ella se sujetó el cabello en una coleta. Y se acercó al lavado para ayudarle con los recipientes sucios.
—Creo que no soy la clase de chica que tendría algo como hijos.
—Si me lo preguntas a mí, yo los veo como una deuda a largo plazo. Así que no gracias para mí.
Desde niña se le había impuesto una idea de lo que debía ser, y hacer, pensar en eso... la hacía desviar; estaba asustada de no poder entrar en el esquema.
—Yo... creo que quizá no estoy hecha para esa vida, es decir, ¿Qué clase de madre sería?
—Una mandona que obliga a su hijo a hacer el aseo con sus ojos de asesina.
—Estaba hablando en serio —sentenció con una dura mirada.
—Yo no; pero la solución a tu problema es simple—Taehyung se acomodó los anteojos y dijo —:No pienses en eso, y deja que fluya. Puede que muchas de esas cosas parezcan importantes para el futuro, pero no lo son, no ahora.
Sunhee le sonrió. —No sé cómo o por qué, pero últimamente siento que es más fácil hablar contigo.
—¿En qué sentido?
—Relajado, pareces relajado.
—Estoy aprendiendo a malgastar el tiempo.
—¿Y eso te hace feliz?
El castaño se meditó en silencio. Un momento que se sintió demasiado largo para que la respuesta fuese un simple—: Sí. —Acompañada de una sonrisa que no supo de dónde brotó.
—Me alegra oír eso.
Taehyung podía ser más liberal. Pero eso no significaba que su curiosidad cambiaría.
—Entonces... —aprovechándose de la atmósfera de confianza que se había creado —¿Vas a contarme la razón de que conozcas mi casa? Porque hasta donde yo recuerdo, nunca te hablé de ella.
—No, prefiero fingir demencia.
La chica estaba de espaldas, era incapaz de ver el horno mientras reía y lavaba los platos; pero el olor a quemado que un Taehyung despreocupado ignoró la hizo sobresaltarse.
—¿Soy yo o está comenzando a oler a...
—¡Quemado! ¡El pastel, Taehyung, el pastel! ¡Sácalo del horno ya!
—¿¡Por qué me gritas!?
—¡Porque estás al lado del horno y no pudiste notar que el tiempo terminó!
—¿Debía tomarle tiempo?
—¡Sí!
—Oh...
Sunhee se movió veloz, colocándose los guantes para hornear y abrió la puerta del horno. Al hacerlo, un humo oscuro brotó de su interior, y ella rescató del calor un intento de pan, tostado y de color marrón.
Taehyung se abofeteó mentalmente, ¿Cómo pudo olvidar tomarle tiempo? Vaya, la práctica de repostería era más difícil de lo que pensó.
El teléfono comenzó a sonar. Y él, se movió rápidamente hacia este, debían ser sus padres. No podía no contestarles.
—¿¡A dónde vas!? —escuchó llamar a su amiga—. ¡Abre las ventanas, Kim!
—¡Silencio! Podrían ser mis padres.
Contestó el teléfono, mientras Sunhee abría las ventanas para dejar salir el humo.
—¿Hola, quién habla? —dijo, intentando sonar con naturalidad, como quién no estuvo a punto de quemar su casa, otra vez.
—¡Taehyung! Soy Seokjin, necesito que tomes cincuenta dólares de mi clóset, tu identificación falsa y vengas por nosotros al hospital.
—¿Seokjin? —al menos no eran sus padres—. ¿Qué demonios les pasó?
—Es... una larga historia, te lo explicaré luego. Necesitamos que un adulto nos recoja, y yo no tengo mi permiso de conducir para ser nuestro propio adulto.
Eso sonaba más a prisión que al hospital. —Pero...
—No preguntes y ven por nosotros, ¡ahora!
Iba a matarlo, bueno, iba a ir por ellos y luego a matar a su hermano—. Está bien, voy para allá —dijo aún sin entender un carajo de la situación.
Después de cortar comenzó a buscar su chaqueta para salir. Este día no podía ser peor.
—¿Qué sucede? —preguntó Sunhee al verlo.
—Debo ir por mis idiotas al hospital. Quédate aquí e intenta que la cocina pierda el olor a quemado, volveré pronto —le dijo.
—¿Está todo bien?
—No lo sé. Pero si se trata de una tontería, los golpearé a ambos.
—No seas tan duro con ellos. Es tu culpa por dejarlos solos —se burló ella.
Taehyung suspiró cansado y a la vez agradecido, de que al menos no habían terminado en la comisaría.
A quince minutos de allí; Seokjin había usado la última moneda que le quedaba para llamar a su casa desde un teléfono público.
La situación era la siguiente: su rostro estaba vendado a la altura de su nariz para contener la sangre y ayudar a sanar su tabique desviado. Y Jungkook, él tenía cinco puntos de sutura, dos en la frente y tres en el mentón además de un gran moretón en el pómulo derecho y el labio hinchado.
Cuando la llamada terminó, ambos caminaron de regreso a sentarse en la sala de espera. Era estúpido, burocráticamente estúpido que dos personas de su edad necesitaran alguien para firmar su salida del hospital; pero así era.
—¿Taehyung realmente tiene una identificación falsa? —preguntó Jungkook intrigado.
—Sí, es bastante realista de hecho.
— Ni siquiera le gustan los bares o el alcohol. ¿Para qué necesitaría una de esas?
—Para votar por su senador local.
Jungkook cerró los ojos y negó con la cabeza.
—Debí suponer que era para algo como eso.
—Taehyung no es idiota como tú o yo —agregó, soltando un ligero quejido de dolor.
—Lo sé, es por eso que esto salió terriblemente mal —dijo Jungkook, quejándose de su rostro con gasa.
—Dímelo a mí; desperdicié mi día contigo y además perdí mi pelota de la suerte. Vaya día de mierda.
Jungkook se quedó callado en medio de su intriga cuando finalmente se animó a preguntar.
—¿Qué tenía de especial? —cuestionó con genuino interés. Sin intención alguna de burlarse o infravalórarlo.
Seokjin lo meditó; aquellos segundos de silencio le hicieron pensar a Jungkook que a lo mejor, él no era digno de su confianza, y de hecho, lo entendía. Ellos no eran y nunca serían los mejor amigos del jodido mundo.
Sin embargo; y contrario a todo lo que creía el mayor de los Kim, ese que jamás sería su amigo, decidió hablar.
—Esa pelota... perteneció a mi abuelo —comenzó a contar Seokjin—. Me la obsequió cuando era niño. Era lo último que me quedaba de él, y de mi país.
—Nunca entendí cómo llegaron ustedes aquí.
Suspiró, ni siquiera él mismo lo entendía. —La guerra deja secuelas, Jungkook.
—¿De cuánto tiempo hablas?
—Quince años, quizá un par menos. Corea intentó por mucho tiempo olvidar el pasado y resurgir, pero... eso es algo imposible cuando se ha sufrido tanto.
—Ustedes... ¿Huyeron?
—Algo así. Yo era un niño, apenas lo recuerdo, y Taehyung era tan pequeño que ni siquiera entendió las razones. Nuestros abuelos hicieron vivir a nuestros padres cosas que no quisieron para nosotros, por eso se marcharon.
—Se trata de una década atrás, la paz era casi un hecho.
—Hablas como si nunca hubieses vivido allí. —Tenía razón. No, Jungkook nunca conoció esa realidad—. Con una amenaza de conflicto tan grande, y un servicio militar obligatorio, la posibilidad de terminar muerto es muy alta. Nuestros padres prefirieron ser inmigrantes y dormir en el sótano de unos conocidos por meses a que Taehyung y yo tuviéramos que enlistarnos a la fuerza. Quisieron darnos más oportunidades, supongo.
—Suena algo extremista...
—El miedo es una motivación abismal. Y si me lo preguntas a mí, después de todo, tampoco dejaría a mi hijo allí. Lo traería aquí, a California, lo llevaría de pesca, y trataría de alejarlo de todas esas reglas absurdas.
Jungkook parpadeó repetidamente, impresionado cuando la culpabilidad se apoderó de sus recuerdos, de uno en específico que incluía a su padrastro y a él pescando en aquel lago en el que desapareció.
Quizás, el Seokjin adolescente no era tan idiota, ni el adulto tan autoritario como creyó.
—Acabas de contarme todo eso... ¿Por una pelota?
—No era una pelota cualquiera. Nuestro amor por el béisbol comenzó con ella, era especial.
—¿Nuestro?
—Taehyung es un segunda base increíble. ¿No te lo dijo? —Jungkook negó—. Lo supuse, dejó de jugar conmigo hace un par de años.
—¿Por qué?
—No lo sé, solo se alejó de mí y del juego. La pelota también era suya, te golpeará más fuerte que yo si se entera que la perdiste
Jungkook se rascó el cuello, vaya que la había jodido ese día. —No creí que fuese tan importante. Yo... lo siento.
Soltó una leve risa. —Oh, vamos. ¿Te disculpas por perder mi pelota o por romperme la nariz?
—Ambas... —se rascó ahora la frente apenado— aunque en mi defensa, tú también me hiciste bastante daño. Aún no siento la mitad de mi rostro por la anestesia.
—Tú no me agradas, no iba a desaprovechar la oportunidad de golpearte.
—Lo sé, yo tampoco pude evitarlo.
—Como sea, supongo que debo disculparme.
—¿Por qué deberías? —dijo Jungkook confundido— fue mi culpa.
—Por hacerte pasar tu cumpleaños en urgencias. —Suspiró pesadamente—. Feliz cumpleaños después de todo, Jeon.
Jungkook se ahogó al contener repentinamente la respiración.
—Tú... ¿Cómo... cómo sabes que mi cumpleaños es hoy? —cuestionó incrédulo.
—Taehyung me lo dijo. —El pecho del chico se removió inquieto al recordar al castaño en el que había estado intentando no pensar en todo el día.
—Lo sabía y aún así me ignoró.
—¿Alguna vez te han dicho que eres bastante pesimista, Jeon? —El chico negó con la cabeza—. Pues te lo digo yo ahora. Necesito que entiendas una cosa: Taehyung sería incapaz de ignorarte.
—¿Entonces por qué...? —(¿Por qué quiso alejarse de mí?)
Lo interrumpió. —¿No te parece extraño que hoy, específicamente hoy, yo te haya acosado todo el día y haya decidido arrastrarte al entrenamiento, incluso cuando me irritas y ver tu rostro me pone de mal humor? Lo hice porque él me lo pidió.
—¿Qué?
—Dijo que estabas muy lejos de casa; que extrañabas a tu familia y que quería hacer algo especial por ti hoy. Me pidió que te distrajera el tiempo suficiente para que pudiera ya, sabes, "organizar" una fiesta, y que volviéramos a casa por la tarde.
—No lo entiendo. ¿Hizo una fiesta sorpresa y tú lo ayudaste?
—No solo yo. Sunhee y Agustus, también. Estamos hablando sobre Taehyung, y mi hermano... no tiene muchas habilidades sociales, creí que necesitaría ayuda así que los invité a esa "gran" fiesta que se tardó todo un día en organizar. —Hizo comillas en el aire.
—Podrías darle un poco de reconocimiento al menos.
—No lo sé; en realidad, no podemos esperar más que agua del grifo, un pastel medio quemado y papel crepé en la sala, podría apostarlo. Como sea compraré pizza de todas formas.
—En realidad... —Jungkook sonrió tímido, como un niño intentando contener su felicidad— eso no suena tan mal.
—Lo único que realmente me preocupa es que Taehyung haya quemado la cocina, otra vez. Confío en que Sunhee y Min no lo hayan dejado acercarse al horno.
—Te preocupas mucho por él.
—Tengo que hacerlo, siempre ha sido mi trabajo cuidarlo.
—No, en realidad no tienes que hacer nada —volteó a verlo—, pero quieres... ¿Cierto?
—Taehyung es, definitivamente, la persona más buena de este mundo. Pero eso... solo lo hace ser un blanco fácil, él es... un imán de problemas.
—Oh, vamos, estás subestimándolo.
"Me supera en cada aspecto de mi vida y yo sigo subestimándolo" pensó Seokjin.
—No es así.
—A veces hablas como si estuvieras celoso de él.
"¿Lo estoy?" —No podría, se trata de mi hermano. Eso es...
—No tienes que explicarme nada. Después de todo, la vanidad es sólo una gran coraza para la inseguridad.
—Piensas en mí como un egocéntrico de mierda.
—Todos lo somos en cierto punto. Tú, yo, Taehyung y hasta Einstein. Pero... eso solo significa que eres humano.
—Significa que soy incapaz de alegrarme por mi hermano.
—Intentas protegerlo, y está bien.
La anestesia parecía llevarlos a un estado de ligereza lleno de sinceridad y palabras que eran imposibles de decirse viéndose frente a frente.
Seokjin perdería la movilidad parcial de una pierna después de la muerte de Taehyung. Al igual que sus ansias por continuar en el mundo, y lo único que Jungkook era capaz de asegurar era que la desolada vida que le esperaba no podía ser más injusta.
—Cuidar de Taehyung es lo único para lo que he sido verdaderamente bueno en mi vida. Y si ya no me necesita, no lo sé...
—Quizá sea hora de dejar de pensar en cuidar de Taehyung y comenzar a cuidar de Seokjin —le dijo.
—Es solo que, el talento que tiene para conseguir meterse en problemas es sorprendente, he tenido que protegerlo desde... —reflexionó— siempre.
—Lo he visto defenderse, créeme, no es tan débil como piensas, no todo se trata de agresividad.
—Ese es el punto. Taehyung es mucha mente y poca fuerza.
—El cerebro es como un músculo, Seokjin, úsalo o piérdelo. La definición de fuerza nunca ha implicado ser únicamente física, lo sabes, y él... es un chico listo, estará bien.
—Pero yo...
—Tú también estarás bien —dijo, de la forma más sincera y pura existente en su interior.
Ambos se quedaron en silencio; uno cálido y de complicidad, que solo se rompió con una leve mirada y la preocupada voz de un castaño que apreció de pronto.
—¡Jungkook! —Taehyung se acercó corriendo a ellos cuando finalmente pudo ubicarlos. —Oh, diablos, ¿Cómo te sientes? ¿Qué te sucedió?
El castaño pasó su mano ligeramente por sobre la pequeña venda que cubría la sutura de su frente.
—Estoy bien, supongo; adolorido pero en una pieza.
—Soy tu hermano y también estoy bien, gracias por preguntar —intervino Seokjin, visiblemente más lastimado, y con las marcas violáceas creciendo alrededor de sus pómulos.
Entrecerró los ojos. —¡Tenías un solo trabajo, Seokjin! ¡Uno solo! Y lo arruinaste.
—Casi fuimos arrollados por un auto, Kim. Pudimos morir, sabes, deberías alegrarte aunque sea un poco —dijo Jungkook.
Taehyung alzó una ceja. —¿Es en serio? ¿Un auto?
—¡Sí! —respondieron al unísono.
—No sé qué los hace más idiotas, si pensar que pueden engañarme o tener una excusa tan terrible para sus peleas.
—¿Cómo sabías que...? —intentó decir Seokjin.
—No lo sabía, solo lo supuse y acabas de confirmarlo. Porque sus golpes están en el lado opuesto, lo que significa que se atacaron mutuamente, además de que Jungkook tiene un buen gancho izquierdo, estoy seguro de que te hizo eso —señaló su nariz— de un golpe.
—Tu mente a veces me asusta —confesó el mayor.
—Aún no has visto nada —masculló Jungkook a su lado.
—Entonces, ¿tonto uno y tonto dos me van a explicar qué sucedió?
—Jungkook perdió la pelota del abuelo. —Se excusó el mayor ganándose un pequeño golpe de parte del susodicho.
—¿¡Qué él hizo qué!? —volteó a ver al pelinegro molesto.
—¡Seokjin me dijo lo de la fiesta!
—¿¡Qué hiciste qué!? —ahora volviendo su rostro hacia su hermano. —Bien, no voy a estresarme por ustedes dos. —Taehyung frotó el puente de su nariz entre sus dedos pulgar e índice—. Ya firmé el acta de salida, así que levanten sus traseros de allí y volvamos a casa antes de que anochezca.
Tanto el Kim mayor como Jeon le siguieron el paso hasta la salida, en silencio y tratando de contener la ganas de romper en carcajadas.
A las afueras del hospital tomaron un taxi; Jungkook entró y se acomodó en el asiento del copiloto, mientras Taehyung ayudaba a Seokjin a entrar en la parte posterior del vehículo.
El taxista preguntó algo a Jungkook, intentando sacarle conversación durante el viaje; entonces, Seokjin aprovechó para recostar su cabeza en el hombro de su hermano y susurró—: ¿Lograste terminar con tus preparativos?
—Sobre eso... necesito que me prestes dinero.
—¿Quemaste el pastel, cierto?
—Y la cortina de la cocina también. Pero en mi defensa, fue culpa de Sunhee.
—¿Ella estuvo contigo? —cuestionó.
—Sí, de hecho, se quedó en casa, intentando quitar el color ahumado de los azulejos.
—Bueno, al menos todos estamos bien.
El trayecto era corto. El tráfico y el clima de la tarde hicieron que se alargase de tal forma que doblaron el tiempo de regreso a casa.
Se habían quedado en silencio; pero la curiosidad de Taehyung y las palabras de la chica aún en su mente le perturbaron lo suficiente le hicieron hablar.
—Seokjin —llamó por lo bajo— ¿Por qué Sunhee conoce nuestra casa?
—No sé a qué te refieres.
—Ella conocía perfectamente el camino; y por la forma en la que se movió por la cocina... parecía que ella hubiese estado antes allí.
—Debe ser coincidencia.
—No mientas, sabes a qué me refiero. Ella...
Seokjin suspiró. —No puedo responder eso sin quedar como un idiota.
Taehyung apretó los ojos; sacando más de una conjetura. Pero, ¿Debía reprocharle? ¿Tenía derecho alguno? No, en realidad no. Así que se limitó a ver hacia el frente, se concentró en Jungkook al ver su espalda pensando en si su estúpido plan tendría sentido alguna vez, y no pudo más que contestarse que nunca sería así.
Mientras más se acercaban a casa, la cantidad de autos y de ruido crecían. Cuando llegaron frente a su propiedad, notaron que todas esas personas estaban reunidas en el interior de ella.
—Pero qué demonios... —masculló Seokjin viendo por la ventana del taxi, impresionado por la fuerte música y luces que provenían del interior. —Taehyung, ¿Qué hiciste?
—No tengo ni idea.
Los tres bajaron rápidamente del vehículo; Taehyung se adentró en la casa buscando a Sunhee entre la multitud. Un Seokjin, adolorido, y un Jungkook sonriente le siguieron hasta llegar a la sala encontrando a Yoongi a cargo de la música, mientras el resto de los adolescentes bebían.
—¡Jungkook! —le llamó Min a la distancia—. ¡Ven aquí, malnacido!
—¿Esta fiesta es para mí? —preguntó Jungkook con los ojos abiertos y llenos de emoción, sin esperar una respuesta pero recibiendo una de Seokjin.
—No lo sé, pero necesito dormir. Así que tomaré un par de estas —tomó una lata de cerveza de la mesa de café — e iré a mi habitación —dijo el mayor palmeando su hombro.
—Oye, no... quédate —pidió el pelinegro— Estoy seguro de que tu nariz no puede estar peor.
—No es mi fiesta. —Seokjin sonrió negando—. Así que hazme un favor y disfruta tu maldito cumpleaños. —Kim se dispuso a subir las escaleras; pero antes de avanzar le dijo—: Ah, y Jungkook, dale un trago a mi hermano. Realmente necesito verlo ebrio.
—Lo haré —prometió, Seokjin asintió y finalmente se alejó de la multitud.
Había frituras, golosinas y alcohol en el desayunador, y gente fumando en el jardín.
Taehyung encontró a Sunhee mientras ella intentaba que sus compañeros de clase no rompieran la vajilla de la señora Kim en la cocina.
—¿Qué rayos está pasando aquí? —le dijo al verla.
—¡No lo sé! Ese chico Min irrumpió aquí diciendo que Seokjin lo había enviado. Le pedí que comprara otro pastel, él se fue y regresó con dos bocinas gigantes varias cajas de cerveza, y lo siguiente que supe fue que había cincuenta personas la sala.
—¿Quién se cree que es? —Taehyung negó ofendido. ¿Cómo se atrevía a hacer una fiesta real en su presencia? Oh, no. Yoongi iba a oírlo.
El castaño se dio la vuelta molesto y regresó a la sala; pero no esperaba ver a Jungkook entre la multitud ya con una lata en la mano mientras saltaba y bebía feliz.
—¡Es hora de brindar por el cumpleañero! —gritó Yoongi sobre la mesa de café, invitando a Jungkook a subir con él. —¡El chico que le dará la victoria al equipo de la escuela este año! ¡Salud! —dijo dando un gran trago a su bebida. El pelinegro sonrió feliz mientras era aclamado por la multitud, tomando una botella.
—¡Oh, eres un maldito amo del caos, Yoongi! Gracias por esto.
—Soy el alma de la fiesta, lo sé. ¡Feliz cumpleaños!
Después de saber que era su cumpleaños, Yoongi corrió de regreso al campo de béisbol donde se supone habría práctica esa tarde, y al no encontrar a Jungkook ni a Seokjin, le dijo al resto del equipo de la gran fiesta en honor al muchacho justificando la ausencia de ambos.
Ellos, como la élite, se lo contaron a sus respectivas parejas, y ellas, a sus amigas, y los amigos de los amigos de sus amigos. Para que al caer la noche, toda la escuela estuviera allí.
Yoongi puso la música y las primeras cerveza; nunca supo de dónde llegaron todos esos cartones de alcohol y las frituras. Después de todo, en las fiestas, todas esas cosas siempre aparecen solas.
Así que ahí estaba, cuando la popularidad de Jungkook se había elevado por su último juego, su rostro surrealista y su físico excepcional con la música a todo volumen. Incluso si no podía beber tanto como le gustaría por la anestesia.
El gran alarido se escuchaba al unísono cuando el pelinegro se integró al grupo. —¡Fondo, fondo, fondo! —Jeon se terminó una botella completa en cuestión de segundos y gritó eufórico al terminarla.
Taehyung se quedó detrás de toda la multitud. Al ver a Jungkook tan animado mientras bebía y bailaba desvergonzadamente, estaba feliz, genuinamente feliz por él, pero eso no evitó que se sintiera así de desplazado.
Subió las escaleras lentamente; incómodo de su alrededor. Y pensó, por unos segundos, en lo fácil que era Jungkook encajar en ese lugar, y en que él jamás podría.
Jungkook, aún preso de la emoción del momento y de la algarabía de los jóvenes, buscó con la vista al castaño intentando que se acercara a él; pero no pudo ubicarlo por ningún lado.
Su expresión se volvió seria y se abofeteó mentalmente al pensar que estaba actuando como la clase de chico idiota que odiaba. El desesperado por atención que realmente era.
Entonces, saludó a las personas que se acercaron a felicitarlo y agradeciendo su presencia, bajó de la mesa, empujando a varios en el intento.
Caminó hasta la cocina con intenciones de conseguir más cerveza; pero al abrir el refrigerador, encontró lo que supuso era un vago intento de Taehyung por hacer un postre para él, lo tomó con una leve sonrisa.
La alegría de la fiesta y la fuerte música parecieron no detenerse, y la alegre celebración continuó aún cuando él tomó una de las cajas de cerveza, y subió al segundo nivel de la casa.
Buscó a Taehyung en el pasillo y luego en la habitación, sin encontrarlo; se adentró en ella, pero estaba vacía. Sin embargo, aquella cortina que se movió víctima del aire le hizo acercarse más y más a ella.
Al hacerlo, por fin logró ver a Taehyung, de pie y con sus codos recargados en la pared que rodeaba la azotea.
Dio tres golpes al vidrio de la ventana llamando su atención. El castaño se sorprendió al verlo.
—¿Puedo pasar? —preguntó con una cálida sonrisa, Kim asintió repetidamente, como incrédulo.
—Abajo hay una fiesta en tu honor. ¿Qué haces aquí arriba, Jungkook? —dijo cansado.
—Estaba buscándote. ¿Qué haces tú aquí arriba?
—Toda esa gente... es demasiada interacción social para mí.
—Lo sé; será mejor quedarnos aquí.
Taehyung negó. —¿Eres idiota acaso? Todos ellos están aquí por ti. Vamos, ve a divertirte.
—No conozco a la mitad de esas personas. Y estoy seguro de que están aquí solo por el alcohol gratis. No tengo nada que hacer allí. —Dejó las latas a un lado—. ¿Una cerveza? —ofreció al muchacho que sin dudarlo la tomó.
—No lo entiendo —dijo Taehyung dando un gran trago a su bebida. —Hicimos todo esto por ti.
—¿Hicimos? —cuestionó con una ceja enarcada—. Una pseudo discoteca clandestina no suena a algo que tú harías. Es decir, es bastante genial, pero no es nuestro estilo, ¿Cierto?
—Yo... agh, no es importante quién o qué. Lo importante es que disfrutes tu celebración.
Jungkook se acercó a él, revelando la charola en sus manos. En donde el postre oscuro y de dudoso aspecto reposaba.
—La verdadera celebración está aquí, contigo y este pastel quemado.
Taehyung se tapó el rostro avergonzado. Debió tirar ese estúpido pastel.
—Ni siquiera termino de comprender qué haces aquí. Tú perteneces a todo ese mundo de gente especial y eliges pasar tu cumpleaños ¿Conmigo?
—Mírame, Taehyung. No pertenezco ni allá, ni aquí; nadie pertenece a ningún lugar, todos somos aleatorios, todos podemos elegir a dónde pertenecer. Podemos intentar encajar o estar con las personas que queremos.
—¿Estás seguro de eso?
—¿Por qué estás tan empeñado en hacer que me vaya?
—Estando aquí... no conseguirás nada. Quiero que seas feliz, al menos por hoy. No me importan tus palabras rebuscadas, sé que... no eres feliz, sé que no puedes serlo. Pero necesito que lo seas, aunque sea por unos minutos.
Jungkook bajó la cabeza, la bruma oscura en su interior que parecía crecer cada día le hizo dudar.
—Esto acaba de volverse muy tétrico para mí.
—Es tu día especial, ¿Por qué no puedes simplemente disfrutarlo?
—Ese es el problema, Taehyung, nada es especial en realidad. Nadie lo es, no existe tal cosa como ser especial. Para el universo, todos somos igual de irrelevantes. Y yo... soy igual que todos, y este día, tampoco significa nada más allá de un sentimiento estúpido que yo puse en el.
—Hablas del universo con mucha ignorancia.
—¿Perdón?
—El universo está compuesto de pequeñas partículas. Colisionado unas contra otras para generar vida. Piensa que tú eres una de ellas, es más, tú y yo, somos partículas entrelazadas.
—¿Intentas decir que soy importante para el universo? Por favor, no me hagas reír.
—Digo que eres importante para mí.
—Eso lo hace aún peor. Pensar que tuve que viajar tan lejos para encontrar una pizca de afecto me hace sentir patético.
—¡Oye! —le dio un ligero golpe—, yo tuve que esperar treinta y tres años, siete meses y un día en el futuro y de vuelta para tener un amigo, así que no te quejes.
—Realmente quisiera quedarme en este lugar.
—¿En este año? —interrogó con desconcierto.
—No, aquí en la azotea, contigo.
El castaño bajó la mirada, no era capaz de verlo fijamente. Sus ojos oscuros se iluminaban incandescentes cuando decía la verdad, y Kim, sencillamente no podía ignorarlos.
Tomó una de las latas a su lado y se la entregó.
—¿Otra cerveza? —dijo, y cuando Jungkook asintió, extendió su brazo para entregársela.
El pelinegro la tomó; sonrió enternecido, mareado por el alcohol y con el rostro caliente por su repentina evasión.
Jungkook no podía evitar confirmar a cada segundo que la inocencia cautiva dentro del ser que Taehyung era gritaba por salir a su exterior. Porque todo de él, siempre buscaba dar todo de sí.
Abrió la lata y dio un gran sorbo a su bebida.
—¿Acaso solo me verás beber?
—He bebido suficiente por hoy, empieza a dolerme la cabeza.
—Taehyung... —sonrió en señal de burla— llevas apenas un par de cervezas, no creo que tengas tan poca resistencia al alcohol.
—Yo...
—Basta, es mi deseo de cumpleaños. Hazlo por mí.
—¿Debería?
—Por supuesto que sí. Sabes que odio compartir mi alcohol con la gente, pero tú... eres la excepción, mi amigo. Así que venga, abre otra maldita lata y vamos a emborracharnos hasta vomitar.
Taehyung lo meditó en silencio por un par de segundos, viendo la caja de cervezas aún a su lado. Tragó saliva con fuerza, y luego, cuando terminó de convencerse por completo, sacó otra más del paquete.
—Está bien —dijo al abrirla y arrugar la nariz ante la sensación burbujeante en su paladar. —Pero si vomito en nuestra habitación, tú vas a limpiarlo.
—Lo haré, lo haré. Mañana —le respondió alzando su lata—, pero ahora, brindemos, celebremos nuestros malditos dieciocho años.
—Aún me faltan un par de meses para eso.
Intentó seguir adelante, intentó evadirlo; pero no pudo, la culpa lo consumía por segundo, y de seguir así, probablemente enloquecería.
—Taehyung... —le llamó serio— hay algo que quiero decirte, algo importante.
—¿Sobre qué?
—El día que fui al lago... Seokjin dijo algo sobre ti, algo que he estado ocultándote. Y sé que debí decírtelo antes pero yo tenía miedo, tengo miedo...
—¿Qué tan malo es? —cuestionó sin dejar de verlo.
—Es malo, mucho.
—Entonces no quiero saberlo.
—Hace unos días me preguntaste sobre tu futuro—Taehyung se había terminado su bebida y abierto una nueva—, te diré lo que sé, necesito hacerlo, no quiero que sufras.
—¿Conoces la paradoja del gato de Schrödinger?
Jungkook parpadeó confundido. No tenía sentido evadirlo de una forma tan despiadada.
—Por favor, Kim. Estoy hablando en serio.
—También yo, es por eso que necesito que entiendas esto. —El tono de su voz se elevó causando estragos en la poca valentía del pelinegro—. Entonces dime, ¿Sabes de lo que te hablo?
—No.
—La paradoja del gato de Schrödinger, es... uno de los principios de la mecánica cuántica. He estado distraído intentando entenderla.
—¿De qué se trata?
—Es un experimento, en el que se plantea a un gato encerrado en una caja completamente opaca con un veneno dentro de un recipiente de cristal que luego se rompe. Eso significa que el gato está vivo y muerto al mismo tiempo.
—¿Qué? ¿Cómo podría? Dijiste que había veneno, el animal está muerto.
—Lo estará sólo hasta que abras la caja. De eso se trata la paradoja, de que la realidad es manipulable y variable de tal forma, que cambia dependiendo de la intervención que tenga.
—Eso significa que si abro la caja... mataré al gato. —Jungkook tragó con fuerza, angustiado.
—Significa, que harás real su muerte, porque en nuestra línea temporal solo podemos tener acceso a un desenlace. Entonces, de todos los finales posibles, yo sólo podré tener uno en esta realidad, uno quizá mejor o peor al que tuve en la línea principal.
—Antes parecías muy angustiado por el futuro.
—Lo estoy; necesito saber qué es lo que hay más allá de esto. Pero no ahora.
—¿Y qué quieres hacer ahora?
—Quiero... —El castaño dudó, nunca había sentido tanta libertad. Era como si él mismo se liberara de toda la presión de hacer lo correcto siempre cuando Jungkook le veía únicamente a él, mientras la primeras hojas secas de los árboles caían— quiero cerveza, y sobras de pastel quemado.
—¿Solo eso? —preguntó tocando con lentitud su mejilla.
Taehyung tembló, alzando la mirada y expuesto a tal sensación que supo no era común. No se sentía de esa forma.
—Quiero... quiero saber si logré hacerte feliz.
Jungkook sonrió; quizá era demasiado para lidiar con ello, pero Kim Taehyung había logrado hacerle sonrojar profundamente.
—Fue... el mejor y más extraño cumpleaños que he tenido en mi vida.
—Me alegra escuchar eso.
—Pero... falta algo para hacerlo totalmente increíble.
—¿Ah, sí? ¿Qué cosa? —inocente a sus acciones. De pie, con sus codos recargados en la ligera pared que circulaba la azotea, escuchando las ramas de los árboles al moverse por el viento.
—Aún no me has felicitado correctamente.
—Tienes razón. —Taehyung sonrió únicamente para él, regalándole un cálido gesto—. Feliz cumpleaños, Jungkook, y bienvenido al mundo adulto.
El pelinegro asintió con una ceja alzada, deslizando lentamente su mano por la espalda del chico para acercarle a él, jugueteando ligeramente con la orilla de su camiseta cuando el alcohol y el viento se le subieron a la cabeza.
—Sigue incompleto.
—¿Qué se supone que falta?
—Pues...—soltó una pequeña risa— el beso de felicitaciones para el cumpleañero.
Taehyung volteó su cuerpo, quedando frente a él. La mano de Jungkook recayó sobre el pecho del chico, dominando sus movimientos por completo; pero contrario a lo que creyó, Taehyung se quedó allí dispuesto a avanzar cuando se acercó a su rostro para tentarlo.
—Parece que has adquirido una extraña fascinación por intentar besarme.
—No parece molestarte, ¿O sí?
—No lo suficiente —dijo antes de ser él quien tomase a Jungkook por el cuello de su camisa llegando repentinamente para recibir sus labios sin miedo.
No era el alcohol en su sistema lo que lo mareaba, sino su subconsciente enloqueciendo por la necesidad de estar cerca de Jungkook. Era el circuito eléctrico conectándose mientras la espalda de Taehyung entraba en contacto con el metal del balcón.
Taehyung sentía el pecho caliente y la cabeza pesada, estaba consciente de que al moverse bruscamente vomitaría sin descanso mientras tambaleaba; por eso se quedó allí, dispuesto a lo que sabía quería y entendía no era tan inaccesible.
La experiencia del pelinegro era notable; y al ser correspondida con curiosidad, no logró más que ser estimulada para sujetar al muchacho, que con los ojos cerrados, y demasiado mareado intentaba respirar contra su mejilla.
Jungkook se inclinó frente a él para poder ahora sentir su cintura, Taehyung le dio la espalda a la noche y la ciudad cuando su cuello fue besado sin recelo.
Elevando su respiración y su pulso, las luces del alumbrado público parpadeaban, también los pequeños focos que adornaban el jardín y el balcón, pero a ninguno de los dos les importaba, no cuando la humedad de sus bocas se mezclaba intensamente.
Y el calor, que de ambos comenzaba a extenderse por todo su cuerpo, amenazó con tomar control de sus mentes jóvenes aceleradas. Peor aún cuando la desesperación, y la falta de autocontrol de Jungkook llegaron hasta su ingle.
Deslizó insolente una mano en la parte inferior de la camisa de Taehyung, este se separó de inmediato, exaltado, ante el toque inquieto del otro sobre la piel de su abdomen y el escalofrío que el lento movimiento le llevó a sentir al rozar descuidadamente con uno de sus pezones.
—Lo siento —dijo Jeon al ser observado fijamente, cuando la culpabilidad le azotó por encima de sus hormonas—. No quise... ¿Taehyung?
Ladeó la cabeza; el castaño lo había esquivado, en un intento desesperado por regresar a la habitación y corriendo para alejarse.
Jungkook lo siguió, entrando por la ventana; pensando en lo estúpido que había sido.
"¿En serio acabas de manosear al niño, Jeon?", pensó. Joder, realmente era estúpido. Ahora estaba caliente y había ahuyentado a Taehyung.
Lo buscó de regreso al interior de la casa. Encontrándolo en el baño de su habitación vomitando dentro de la bañera sin control.
Jungkook evitó reír; también estaba mareado, pero aparentemente, el cuerpo de Taehyung no había logrado soportar terminarse el paquete de cervezas tanto como el suyo.
—¡Odio esto! Haz que pare —pidió el castaño, antes de que una arcada le anunciara que volvería a vomitar.
—Será peor en la mañana, lo juro.
—¿Qué clase de apoyo es ese?
—Vomitarte a ti mismo forma carácter. Así que, esto significa que vas por buen camino.
—¿Y no piensas ayudarme?
—No hay nada que pueda ser; pero le contaré a Seokjin mañana y él estará muy orgulloso de ti. Ahora tengo que lidiar con otro problema gracias a ti —dijo, refiriéndose a su ajustado pantalón— así que, prefiero ir a dormir. No olvides cepillarte los dientes antes de ir a la cama.
—¡Jungkook!
—Adiós, pastelito.
—Idiota, ¡Te —arcada—odio!
—Lo sé.
—Lárgate.
—Oh, Taehyung, olvidé decirte. —Jungkook se alejó del marco de la puerta, no sin antes terminar—. Gracias.
En medio de su adolorida cabeza y su visión borrosa, Taehyung alzó una ceja confundido.
—¿Por qué? —preguntó
—Por todo. Por ayer, por hoy, y probablemente por mañana.
Las últimas horas del primero de septiembre significaron para Jungkook más que sus últimos dieciocho cumpleaños; Incluso más que el día entero.
Cuando se lanzó en la cama de Taehyung, torpe ante su presencia, pues se dejó abrazar por el suave y masculino olor del chico impregnado en las sábanas hasta quedarse dormido, sonriendo como un idiota ilusionado, cuando la oxitocina se apoderó de su sistema y esa sonrisa de su mente.
La madrugada del segundo día de septiembre; con su pulso tembloroso, la visión nublada y la garganta cansada de tanto vomitar, Taehyung abrió su libreta y seleccionó una de las últimas hojas en blanco para plantear en ella una nueva hipótesis:
"Kim Taehyung y su latente homosexualidad:"
Me siento atraído a un "Él".
La cerró; cuestionando todo lo que sabía sobre sí mismo al ver a Jungkook en la cama, tan cerca de su cuerpo. Su piel y su corazón temieron ante aquella acción física que generó una reacción emocional.
Porque incluso Taehyung, quien se jactaba de su inteligencia, era incapaz de entender que corría hacia un acantilado y que el único lugar en el que podía terminar era, en el fondo.
Hola. Tuve problemas con mi ansiedad, fue bastante malo y me tomó algo de tiempo recuperarme.
¡Pero he resucitado y tengo muuuucho escrito!
Espero puedan apoyar a su romántico autor nerd compartiendo y comentando esta historia. Me gusta pensar que puede llegar a más personas.
Nota 2022: vi mucha polémica. No importa si me dicen él o ella jajaja. No me molesta, uso todos los pronombres porque este es mi alterego. Esto aplica específicamente en mí, no sé cómo aplique en otras personas género fluido, no binario, o trans, pero siempre recuerden respetar los pronombres de los demás, porfa.
Manténgase con vida. Les amo, J.S.
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