Capítulo Quince
15.
La última vez o quizá la primera; el final de algo es el inicio de otra cosa quizá muy distinta a la anterior.
La luz del día hace parecer que la vida avanza rápido; por eso, las noches son eternas cuando no se le teme a la oscuridad.
—¿Cara o cruz?
Cada brecha del destino crea una historia por accidente. A veces un hermoso momento, otras una tragedia; pero siempre, una anécdota nueva para contar.
Jungkook volteó a ver al chico a su lado, quien sostenía una moneda frente a él.
Estaba oscuro, y la luz de la calle era lo único que le ayudaba a asimilar los objetos a su alrededor.
—Creí que estabas durmiendo —le dijo acomodándose para verlo mejor.
El chico negó viendo hacia el techo, y sentándose entre las sábanas de la cama.
—Elige, cara o cruz.
—¿Qué sentido tiene?
—Solo hazlo.
Jungkook frunció el ceño.
—Cruz —eligió sin saber realmente a qué se debía su pregunta.
—Entonces supongo que debo irme —le dijo.
El pelinegro se recompuso sobre la cama, sentándose al verlo comenzar a levantarse.
—Alto, alto, espera. Eso no es justo, no sabía las reglas de tu juego
—Elegiste cruz, así que sí.
—Eres un tramposo.
El chico rio negando con la cabeza mientras tomaba su ropa del suelo para volver a vestirse
—De todas formas, si hubieses elegido cara también te habría dicho lo mismo.
—Dominic... —le llamó con suave voz sin dejar de verlo—. No tienes que irte.
El otro se puso de pie, abotonado su pantalón y batallando por ponerse sus zapatos sin tambalear mientras se sujetaba de la repisa de Jungkook.
—Odio ese nombre —le interrumpió—. Además, sí, tengo que, te recuerdo que tu padrastro está a dos habitaciones de esta.
—¿Le temes a Kim?
—No, pero seguir follando con su hijo no sería un gran agradecimiento de mi parte por sacarme de prisión.
Jungkook se rascó el cuello apenado. El chico ya estaba vestido, y Jeon le vio caminar hacia la ventana.
—Como sea, es tarde, las calles no son seguras a esta hora.
Este solo rio, y quitó el pestillo para abrir la ventana y empezar a pasar una pierna por el marco.
—¿Acaso no recuerdas de dónde vengo? —le dijo casi burlándose de él—. Chico, las calles de Nueva York podrían darle una paliza a las calles de San Francisco.
—Dejando tu altanería de lado, yo hablo en serio, podría sucederte algo. Es peligroso.
El pelirrojo negó con la cabeza, antes de pasar la otra pierna por el marco y sujetarse el balcón.
—Tranquilo, sé cuidarme solo —respondió—. Descansa, Jungkook. Te veré en la mañana, no llegues tarde —dijo, antes de soltarse finalmente para trepar por los balcones, y aterrizar entre las hojas que estaban cerca de la acera de la casa de Jeon.
Jungkook suspiró y se dejó caer de espaldas sobre su cama de nuevo. No tenía idea de la hora, pero el sonido de su reloj sobre la mesa de noche era lo único en lo que podía concentrarse.
Se sentía culpable, probablemente debió decirle a Dominic que no iría con él a la playa al día siguiente; pero no lo hizo.
Quizá porque no quería fallarle a su único amigo, o porque no era bueno diciendo la verdad. Quizás ambas.
Bueno, después de todo, decir la verdad nunca le había traído nada favorable.
60 días antes de.
Los árboles de la carretera parecían gritarle que se apresurara, mientras avanzaba velozmente, a zancadas, como si intentara mover el suelo con los pies.
Su pecho temblaba al jadear, respirando por la boca. Sin detenerse y corriendo en la oscuridad del pueblo.
Taehyung estaba desesperado por escapar de sus pensamientos y sus ideas.
Apenas podía ver el camino debido a las lágrimas en sus ojos.
No pretendía ser dramático. Pero se sentía como si toda la parte racional de su cerebro se hubiese apagado.
Toda esta inteligencia no le servía para nada mientras buscaba una solución.
Estaba corriendo de regreso al pueblo, la zona residencial estaba cerca. Lo sabía por las luces y las voces que se escuchaban no muy lejos.
Cuando llegó al centro, se quedó quieto viendo a las personas a su alrededor con sus disfraces y riendo alegres.
Es cierto, aún era Halloween.
Los niños corrían por las avenidas con gran alegría y las calles estaban iluminadas por velas en las ventanas de unos cuantos comercios que aún se encontraban abiertos.
El color de las calabazas que adoraban, combinaba con las hojas ocres que estaban por toda la acera, y a su vez, estas en contraste con las tétricas ramas desnudas de los árboles.
Se limpió el rostro y comenzó a caminar por el lugar con calma. Habían pasado años desde la última vez que estuvo un Halloween en el centro. Y estaba tan jodido, que hasta la melodía de una canción que cantaban los pequeños disfrazados le pareció deprimente.
Un par de metros adelante. Se paró frente a la única licorería abierta para comprar algún licor de trago amargo.
Entró sin problema alguno y se acercó a uno de los aparadores tomando una botella de líquido transparente. Luego se acercó al mostrador para pagar, sin decir mucho.
¿Beber le parecía estúpido? Sí. ¿Estaba desesperado? También.
Sabía que no tenía sentido; pero sus pensamientos comenzaban a hartarlo. Tanta inteligencia, y lo único que quería era desconectar su cerebro por un momento.
—¿Seguro de que quieres llevar eso? —le dijo a la dependiente.
—En este momento llevaría lo que sea —confesó con cansada expresión.
—Voy a necesitar tu identificación, jovencito.
Sonrió tranquilamente y tomó su billetera para sacar de ella su identificación falsa para deslizarla sobre el mostrador hasta la cajera, quien no estaba muy convencida de la edad que decía tener.
—¿Veintiún años, eh? —le dijo con una ceja alzada. Sabiendo que él iba a la misma escuela que su sobrino.
—Recién cumplidos —declaró antes de tomar varios billetes y ponerlos frente a ella—. Puede quedarse con el cambio.
La mujer dudó en tomar el dinero; pero el sonido de la caja registradora abriéndose le confirmó que había salido todo bien.
Tomó su botella y se dio la vuelta camino a la salida.
Estando afuera, la destapó, dando un vistazo rápido a su alrededor y al constatar que no había nadie cerca, la acercó a su boca para darle un gran trago que le quemó la garganta cuando bajó a través de esta.
Agitó la cabeza con el ceño fruncido. Esto del alcohol estaba sobrevalorado. Como sea, no había mejor forma de hacer a los miserables, aún más miserables, que estar ebrio.
Se había quitado sus anteojos, y tenía las mangas de su camisa dobladas a la altura de sus codos avanzando a la mitad de la calle.
La hora pasaba un poco más de las ocho p.m. y ya no había muchos lugares para ir.
Caminó hacia la alcaldía; y subió lentamente las escaleras. Cuando llegó a la última, se sentó para contemplar mejor el pueblo.
Las calles resplandecían; debía admitir que esto de las fiestas siempre le había dado cierto brillo especial a las personas.
Abrazó sus piernas y colocó su mentón sobre sus rodillas con triste expresión.
Le habría gustado tener su libreta para desahogarse en ese momento; quizá se había convertido más en un diario por todas las cosas personales que había escrito en ella.
«¿Qué es la muerte?» Se preguntó a sí mismo, como si estuviese escribiendo en su libreta. «Nada más que el inicio del final.» Se contestó.
¿Cuántas variables existían en su historia? Porque algo iba a matarlo, pero, ¿Qué?
Le dio un trago pequeño a la botella.
Era muy joven para pensar en morir y aún así se burló, después de todo, ¿no es ese el final que todos obtendremos?
Alzó la vista, observando la luna en cuarto menguante y dejando el olor de fresco lugar calar en sus pulmones.
A su lado izquierdo, una mancha en la pared de la alcaldía llamó su atención. Se concentró en ella, y encontró sus propios en trazos de pintura.
Sonrió vagamente. Aún no habían limpiado el mural que él y Jungkook dejaron la otra noche allí.
—Ningún futuro es real, eh, Taehyung —se dijo a sí mismo con zozobra. Se sentía demasiado estúpido pensando en su positivismo de mierda.
Pero al bajar la vista, esta vez, logró ver por completo la frase que Jungkook había escrito debajo de la suya. Y no pudo evitar sentir deseos de llorar otra vez.
No sabía qué le dolía más; si la repentina revelación de su final, o su primera ilusión rompiéndose abruptamente.
Quizá Jungkook le había ocultado cosas; pero incluso con eso, en el fondo estaba seguro de que sus actos eran genuinos.
Porque aun sin conocer sus intenciones, por primera vez, al menos por unos segundos, Taehyung sintió que alguien en el universo lo había elegido a él.
Negó con la cabeza; eso no cambiaba el hecho de que no quería verlo. Regresó su vista a la botella, un par de tragos y había perdido el deseo de seguir bebiendo.
El hecho de que no supiera cómo exteriorizar sus emociones no significaba que estas no estuvieran allí.
Se sentía un poco mareado; aparentemente el alcohol sí funcionaba. Pero no era exactamente lo que estaba buscando.
Así que se levantó, y dando una vista rápida al mural en la alcaldía, tomó su botella para luego dirigirse al camino de regreso a casa.
En medio de los suburbios, las casas decoradas con heno y calabazas le hicieron sentir como un niño. Sus pasos eran lentos, y aunque no quería, seguía sobreanalizando todo.
Había estado hablando de lo que quería hacer antes de morir por meses; y ahora, no se le ocurría nada realmente bueno para hacer valer el tiempo que tenía.
Estaba despeinado y su ropa desordenada. Su imagen desaliñada sin los anteojos y su expresión dura le hacían lucir intimidante mientras avanzaba ganándose algunas miradas de otras personas que vagaban por la calle.
Hasta el momento había sido metódico y racional en todo; pero aquello que le caracterizaba no era todo lo que podía ser.
Cuando llegó a la calle de su casa se apresuró a moverse sin ser visto por algún vecino, corriendo hacia el garaje para poder entrar por la parte de atrás de la casa.
Entró lentamente, la casa estaba en total silencio. Sus padres pasaban mucho tiempo en las actividades de la iglesia, así que en una noche como esa no le sorprendió que no estuvieran en casa.
Avanzó por su morada hasta las escaleras para subir a su habitación. Cuando entró, lo primero que vio fue el uniforme de béisbol de Jungkook que estaba en una sercha, y se reprochó a sí mismo.
Sabía que alguien de su familia podía entrar en cualquier momento a la casa y verle a media crisis; y eso era algo último que necesitaba para culminar un día fantástico.
Así que tomó las sábanas de su cama, y su almohada sin soltar la botella. Y se dirigió al único lugar donde sabían que no iban a encontrarlo.
Regresó al pasillo, y tiró del cordón del techo para abrir la puerta del ático desplegando las escaleras. Para después subir con desgano y cerrar la puerta desde arriba.
Era la analogía del teléfono público. La llamada duraría hasta que esos veinticinco centavos terminaran, y desgraciadamente, él le había colocado la moneda hace tiempo.
Dejó su botella sobre un pequeño mueble que llevaba años allí y luego se sentó sobre una caja con sus sábanas encima, mientras veía sus libros pensando que, si alguien podía encontrar una solución, debía ser él mismo.
Debía ser alguien con su intelecto.
Y no el chico con la mente turbulenta, que de todas formas, era un caso sin esperanza.
...
El encargado de la estación de servicio de la gasolinera marcó su salida del lugar a las ocho y dos minutos de la noche.
Se puso aquel sombrero que utilizaba para ocultar la calvicie y subió a su auto para marcharse a casa.
Minutos después; los dos adolescentes que trabajan en el lugar asomaron la cabeza para constatar que su tirano jefe ya se hubiese marchado. Cuando estuvieron seguros de estar solos, se movieron rápidamente a cerrar las persianas del lugar para poder irse más temprano.
Mientras el chico comenzó a tallar el piso, su compañera juntó toda la basura del turno para poder sacarla de la tienda.
Arrastró las dos pesadas bolsas y caminó por la parte trasera, hacia el contenedor de basura.
Le quitó el seguro a la tapa y la levantó, para después alzar la primera bolsa hacia su interior; pero no esperaba que la bolsa gimiera de dolor cuando cayó dentro del contenedor.
O bueno, en realidad no se trataba de la bolsa. Sino de un pelinegro que se levantó sobresaltado cuando la basura le cayó encima.
Agustus Min abrió los ojos de golpe y se puso de pie casi por instinto.
La chica se asustó y comenzó a gritar cuando le vio emerger del interior del basurero.
—¡Oye, oye! ¡Calma! —pidió agitando las manos y rogándole al cielo que la chica se callara.
Su compañero salió corriendo desde dentro de la tienda con una escoba en la mano y dispuesto a apalear a Yoongi.
—¿¡Qué demonios sucede aquí!? —gritó amenazando a Min con su escoba.
El pelinegro negó con las manos y la cabeza. —Estábamos buscando botellas y la puerta del contenedor se cerró, llevamos encerrados horas, lo juro —dijo intentando tranquilizar a los otros.
—¿Estábamos? —cuestionó el chico.
—Oye, levántate, animal. Tenemos que irnos.
Min movió la pierna para patear a Seokjin y hacer que reaccionara. El castaño se quejó, pero cuando abrió los ojos y vio el cielo no dudó en levantarse para poder salir de allí.
—¿Seokjin? —dijo ella viéndole desconectada.
Ellos eran de primer año, y no entendían ¿Qué hacía alguien tan popular como él en la basura de su trabajo?
Kim no le contestó, en realidad ni siquiera sabía quién era ella; simplemente tomó impulso para saltar fuera del contenedor. Para después extender sus brazos hacia Yoongi para ayudarlo a salir.
—Esto nunca pasó, ¿Está bien? —les dijo dándoles una rápida mirada. Ambos asintieron.
Yoongi comenzó a caminar por la carretera. Estaba sucio, le dolía el cuello y casi fue secuestrado por unos lunáticos. Definitivamente su Halloween había ido mal desde que comenzó.
—Estúpido lago y estúpido pueblo —masculló molesto mientras avanzaba—. Estúpido gobierno, estúpidos lunáticos de los dardos...
Kim volteó a ver al notar que el menor se estaba alejando.
—Oye, espera —dijo comenzando a caminar detrás de él.
Yoongi suspiró cansado y apretó los ojos.
—...Y estúpido Seokjin —resopló cuando el otro llegó a su lado.
—¿A dónde vas?
—Me voy a casa, ¿No es obvio?
—¿Crees que volverán por nosotros?
Meditó un par de segundos mientras caminaban. Hacía demasiado frío y ambos parecían sentir los estragos del viento.
Bueno, después de todo, habían pasado horas en el resguardo del contenedor.
—Probablemente aunque... —pateó una piedra que encontró en el camino— no sé porqué nos quieren a nosotros. Es decir, yo solo soy un artista fracasado, ¿Qué clase de peligro represento para sus planes?
—No lo sé, tal vez podrías hacerlos deprimirse hasta la muerte.
Yoongi levantó su mano para golpear en el estómago a Seokjin.
—Gracioso... —rodó los ojos mientras el castaño contenía su risa por encima del dolor.
—Sabes que solo bromeo. Como sea, puede que nos estén confundiendo, además, ya estoy acostumbrado, es más, casi me dan ganas de saludar al lunático de los secuestros.
—¿El rubio que intentó dormirme con un dardo?
—Sí, él... —Seokjin frunció las cejas. Él lo había visto mucho antes, pero no podía recordar dónde. —Tenemos que ocultarnos.
—No creo que sea necesario.
—¿Qué pasará cuando abran la escuela? Ellos tienen nuestros rostros, nos encontrarán.
—No se atreverán a entrar a la escuela.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Está llena de menores, por eso. De hecho, creo que entre más concurrido esté el lugar más seguro será para nosotros.
Seokjin se rascó el cuello.
—No entiendo en qué demonios estamos metidos. Es como si estuvieran controlando mis movimientos.
Yoongi no le respondió de inmediato. No creía que les hubiesen identificado realmente, o los habrían atrapado hace tiempo; en realidad, lucía como si estuvieran siguiendo una especie de retrato hablado o de cronograma.
Porque de ser así, la imagen de un castaño alto y un pelinegro con perforaciones encajaba no solo con Taehyung y Jungkook, sino también con ellos dos.
No quería sacar conclusiones erradas; pero era lo único que se le ocurría.
—No exageres. De todas formas, la próxima vez que se acerquen a nosotros estaremos preparados.
—¿Cómo?
—Yo los deprimo y tú los golpeas, ¿Vale?
Kim no pudo evitarlo, y soltó una gran carcajada. De esas que evitaba para que su extraña risa no quedara al descubierto, Yoongi sonrió con la vista al frente.
—No puedes usar mis propias bromas contra mí. Agustus, estamos en peligro, yo hablo en serio.
—Yo también. La próxima vez que se acerquen, espero que tengas tu bate listo, porque vamos a pelear.
—Uuuhh... ¿Desde cuándo eres tan rudo, rarito?
—Desde la vez que ocho tipos me golpearon hasta que me desmayé.
Seokjin se removió incómodo y carraspeó con la garganta.
—No era el momento para que dijeras eso.
El otro sonrió cínicamente.—Lo sé, simplemente me encanta atormentarte.
Había mentiras bonitas, e historias incompletas; pero más allá de eso, las anécdotas de ambos eran un compendio de ambas. En las que por mucho que quisieran fingir demencia, ninguno podía.
—Eres cruel, la culpa no me dejó dormir por meses.
—Uy, sí. Como no. Eres un adicto a los relajantes musculares, Kim. Tus drogas te hacen caer como costal de papas.
—Ya no las tomo —confesó.
—¿Ah, no?
—No, he mejorado mucho. La última vez que lo hice o bueno —ladeó la cabeza—, que creí hacerlo, fue hace meses. Estoy limpio.
—Eso es bueno.
—¿Y tú? —le preguntó con ambigua voz. No quería delatarse a sí mismo y decirle que le había escuchado hablar solo en el cementerio. Agustus Min siempre había tenido problemas para su alimentación, y quizá, se sentía culpable de saberlo. Porque siempre lo supo, pero lo había olvidado.
—¿Yo que?
—¿Has estado comiendo?
—Sí —dijo cortamente, pero su voz no sonaba triste—. Taehyung y yo estamos aprendiendo nuevas recetas, aunque creo estoy comiendo demasiado ahora —se burló de sí mismo.
—Me alegra que estés mejor... —Su hermano era todo un cocinero ahora, ¿Eh?
—Subí dos tallas, ¿Sabes? —se animó a contarle—, pura proteína y ejercicio.
—¿Haces ejercicio? —Ladeó la cabeza sin llegar a ser ofensivo.
—Jungkook ha estado ayudándome con eso, y creo que vamos por buen camino.
—Vaya, parece que tienes a tu propio entrenador personal...
—Ellos se preocupan por mí, y no lo entiendo.
Seokjin volteó a verlo; estaba celoso, pero no sabía de quién de los tres. Si de su hermano por ser tan cercano a Min, de Yoongi por tener tanta atención o de Jungkook por ocupar su lugar con ambos.
—Deberíamos buscarlos —dijo restándole importancia a sus pensamientos, rompiendo con el momento en el que divagaron en los vestigios de su confianza.
—¿Qué?
—Si nos están buscando, es probable que a ellos también. Lo mejor será que nos mantengamos juntos.
—Quizá tengas razón.
—Es tarde, espero que hayan vuelto a casa.
Yoongi chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
—No creo que ellos estén allí —dijo mientras se acercaban al centro— salieron a pedir dulces, y después... —No sabía si era prudente mencionarlo.
—¿Después qué?
—Se supone que irían a la fiesta del equipo.
Seokjin arrugó la nariz. La fiesta de Halloween era usualmente oficiada por el capitán del equipo de béisbol cada año; este era su año; pero había estado tan distraído que cuando Daniel se ofreció a hacerla él... no le puso ningún "pero".
Últimamente, los chicos del equipo comenzaban a parecerle molestos; bueno, quizás en especial él.
—Hará que lo maten; la última vez que se acercó a una reunión de esas casi tuve que golpear a la mitad de mis jugadores por perseguirlo. ¿Por qué querría ir Taehyung a esa fiesta?
—Por la misma razón que no lo atraparon la última vez. —Seokjin alzó una ceja—. Porque Jungkook irá.
—Cierto, él es parte del equipo. —Suspiró—. Tendremos que ir por ellos.
—¿No deberíamos darnos un baño primero?
—Ya tendremos tiempo para eso después. Venga, date prisa, Agosto.
Entraron por la zona residencial, sin necesidad de pasar por el centro. Caminando por la acera mientras se acercaban a la casa de Daniel.
El jardín estaba lleno de personas, al igual que la entrada de pintura azul que parecía habían intentando cepillar, pero solo habían logrado ensuciar más el pórtico.
Seokjin sonrió con gracia viendo la casa de su compañero así de sucia; con huevo en las paredes y papel higiénico enredado en todo el barandal.
Avanzó hacia la puerta, pero sintió un pequeño jalón en su camisa. Volteó a ver a Yoongi.
—Te esperaré aquí, apresúrate —le dijo.
—Estás idiota si piensas que te dejaré quedarte aquí solo. —Kim negó repetidamente con el ceño fruncido.
—No necesito que me cuides.
—Lo sé; pero aún no han hecho la broma de la noche, y estoy seguro de que si te ven vagando solo por allí terminarás en el asta de la bandera. Tú mismo lo dijiste, bro, ocho contra uno.
Yoongi resopló, el miope tenía razón.
—Bien, entremos —aceptó moviéndose hacia el interior de la casa a través de la puerta abierta.
Había muchas personas en el lugar, estaban bebiendo y el gran estruendo de risas resonaba por toda la casa.
Yoongi pensó que la fiesta tenía mucho estilo; Seokjin pensó que él pudo haberlo hecho mejor.
Varias de las chicas comenzaron a murmurar entre ellas al ver entrar a Seokjin, y su atuendo de mecánico sucio.
Porque sí, había pasado encerrado horas con la misma ropa que usaba para arreglar el auto, en el que su camisa sin mangas dejaba al descubierto sus brazos.
Comenzó a caminar entre las personas buscando a su hermano.
Min en realidad no se sentía incómodo; amaba la música, en cualquiera de sus formas. Se distrajo un momento con la canción que sonaba, y cuando volvió a reaccionar notó que Seokjin no estaba a su lado.
—Maldición, "Sí, claro, no voy a dejarte solo" —masculló negando con la cabeza—, estúpido, Seokjin —suspiró—. Estúpido Yo.
Volteó a ver a todos lados; pero no había rastros del castaño. Entonces se movió un par de pasos, y al toparse con la mesa de bocadillos, decidió quedarse allí.
Después de todo, era comida gratis, y él tenía mucha hambre.
Tomó un tazón de nachos, un emparedado, un trozo de jamón y medio melón; después volteó a ver el pastel que estaba allí, lo observó con los ojos entrecerrados y decidió que lo atendería luego.
Quizá debería estar más preocupado por los chicos; pero joder, ni ellos mismo se preocupaba. De hecho, le preocupaba más la madre de Jungkook que el mismo Jungkook.
"Ella es un poco misteriosa", pensó, "Igual a su hijo, atractiva y traumatizada". Y luego agitó la cabeza.
¿De cuándo acá le importaba eso? No lo entendía, la empatía que fluyó hacia ella le hizo ver que la mirada triste de Jungkook era un reflejo de la de ella.
Tomó una servilleta y se limpió la boca, para luego buscar una bebida. Sabía que el ponche estaba alcoholizado, así que optó por tomar una lata de refresco en su lugar.
La destapó y estuvo a punto de comenzar a beberla cuando una mano le tocó el hombro.
—Min —le dijo el chico—, justo a tiempo para la diversión.
—Yo ya me iba. Solo estaba buscando a un amigo.
Apretó los ojos, y volteó para encontrarse con Daniel. Al hacerlo, su temor se desvaneció, y su risa se hizo presente al ver al mayor con manchas de pintura azul en el cabello y rostro.
—¿De qué te ríes, fenómeno?
—¿Cómo que de qué? —Sabía que iban a joderlo, pero no pudo evitar seguir hablando—. No puedes disfrazarte de mierda de pitufo y esperar que la gente no se burle.
Un bullicio en conjunto se escuchó cuando eso sonó como una declaratoria de guerra. Yoongi se paró firme, esto iba a dolerle.
Seokjin había recorrido toda la casa sin ver a los chicos. Incluso había preguntado a los presentes, pero nadie había visto a Jungkook o a su hermano. Cuando la atención de todos se posicionó en el centro de la sala, al igual que todos, volteó desde el desayunador de la cocina para conocer el origen del revuelo.
—Adoras visitar la sala de urgencias, ¿Cierto, idiota? —le dijo a Min a para intimidarlo.
—Soy cliente frecuente —le respondió con la sonrisa más burlesca del mundo.
Vio el momento en el que Daniel tomó del cuello de la camisa a Yoongi frente a todos, como si de un espectáculo se tratara. Y se abofeteó mentalmente al recordar que no venía solo, moviéndose veloz hacia ellos.
Entonces, se avanzó rápido para meterse en medio de ambos.
—Suéltalo —le ordenó.
—¿Pero qué mier-, Seokjin? —dijo incrédulo—. Creí que no vendrías.
—Tuve que hacer algo de camino —se acercó imponente, los demás miembros del equipo retrocedieron. —¿Qué esperas? Te dije que lo soltaras.
—¿Por qué?
—Él viene conmigo, ¿Algún problema con eso? —El silencio de sus compañeros se vio interrumpido por un unánime "uuuh".
—¿De cuándo acá te convertiste en salvador de los fenómenos, eh, Kim?
—Oye, oye, deberías bajarle a tu tono —Seokjin avanzó sin miedo.
—¿Qué te sucede, Jin? Fallas tiros, te juntas con inadaptados y te ciegas por un par de piernas bonitas.
—¿Y eso qué? ¿Estás así de obsesionado conmigo?
—¿Quién eres? Siento que no te conozco.
—Yo... no lo sé. Quizá nunca me has conocido en realidad.
—Estás jodido, amigo. Ni siquiera estoy seguro de que seas importante para el equipo aún.
—Alto, ¿Entonces de eso se trata? ¿Crees que puedes ser mejor que yo?
—Claro, ¿Qué clase de líder eres cuando no te importa el equipo?
Seokjin negó con la cabeza, ni siquiera él mismo entendía qué era lo que había cambiado.
—La clase que no necesita rebajarse a patear tu trasero, hacer fiestas ridículas o decir estupideces para sentirse superior.
La música había bajado su volumen, y las miradas de todos parecían estar centradas en la riña entre ambos jóvenes.
El ambiente se volvió increíblemente tenso cuando el resto de las personas aumentaron el bullicio.
—Hijo de p...—Quiso avanzar, pero Seokjin lo evitó empujándolo de los hombros.
La espalda de Daniel chocó contra un chico detrás de él, quién estaba junto a Yoongi. Al hacerlo, su refresco se derramó casi por completo sobre su camisa roja.
—¿Quieres ser el líder? Demuéstralo en el campo —le dijo dándole un ultimátum—. No te metas conmigo
Entonces, dio una corta mirada a Yoongi para que le siguiera, el otro estaba demasiado ocupado intentando limpiarse, así que simplemente, pasó al lado de Daniel restándole importancia al chico, y se acercó a Min para tomarle del brazo, y hacerle caminar junto a él.
Se abrieron paso entre la gente para salir de esa casa y una vez en el jardín, Yoongi se atrevió a mirarle para hablar.
—¿Qué fue todo eso allá adentro? —preguntó casi incrédulo.
—¿A qué te refieres?
No sabía cómo decirlo pero lo hizo.
—Unas treinta personas allá adentro te vieron conmigo...
—¿Eso qué? —dijo caminando en el jardín y viendo el árbol de enfrente lleno de papel higiénico.
La existencia de un sentimiento puro hacía que los cambios de la historia marcharan por rumbos positivos para todos.
—¿Estás loco o eres hipócrita? ¿Qué es lo que esperas de mí?
—¿Quieres que sea honesto contigo?
—Sí.
—Amo el béisbol, pero me importan una mierda los imbéciles del equipo. No sé qué sucede conmigo, ni porqué de pronto me siento tan culpable. Necesito llenar el vacío de mi cabeza. ¿Está bien? Quiero que dejen de verme como un imbécil, quiero saber porqué mi hermano me miente, y porqué alguien que dijo que me ama decide actuar como si fuera una desconocida para mí.
—¿Y como a ellos no les interesas piensas que soy un comodín o algo así?
—No. Sobre eso en realidad... solo quería a mi mejor amigo de regreso.
—No es así de simple.
—¿Por qué no?
—Porque tú eres un idiota y yo... —tragó saliva— yo no quiero estar cerca de ti.
—Entonces, velo como un trato. Tú me ayudas a entenderlo todo y yo te dejo en paz.
—Ya hice suficiente —dijo, consciente de que no debía ayudarlo más. Entonces comenzó a caminar por la acera para alejarse de él.
Ambos habían olvidado por completo su misión de buscar a los chicos.
Seokjin le siguió e intentó detenerle, comenzó a avanzar a su lado mientras ambos se movían a la mitad de la calle.
—Pero yo no. ¿Sabes? Últimamente siento como si tuviera un nuevo sistema. Quiero... cambiar.
—¿Y a ti qué mosco te picó?
El último cambio en su futuro le había golpeado de lealtad y energía.
—Lo que haya sido, me hizo reconocer que soy un idiota. ¿Está bien?
—¿Y eso cómo me afecta a mí?
—Llegué a la conclusión de que la única forma de entender qué sucede en este jodido pueblo es ser uno de ustedes. Así que eso es lo que seré.
Yoongi alzó una ceja interesado. Un lugar nuevo, y una ruleta de papeles que en el libreto de su historia se había movido de lugar otra vez, sin rumbo y sin patrón alguno.
Historias chocando y mezclándose unas contra otras de todas las formas posibles.
Habían llegado a la zona boscosa, y aunque sabían que no era buena idea caminar por allí, era la única forma de regresar a casa.
—Quiero verte intentarlo —le dijo—. La vida en este lugar es como sentir dos historias a la vez, y créeme no quieres entenderlo.
Seokjin caminó un poco más rápido para pararse frente a él y detenerlo. Min chocó contra su pecho, y se sintió tan pequeño cuando tuvo que levantar la cabeza para verlo al rostro.
—Puedo cambiar la historia, y lo voy a lograr porque vas a ayudarme.
—Ponlo en palabras que entienda. ¿Qué podría hacer yo? —sarcástico.
—Conviérteme en tu musa. Dime qué hacer y lo haré, pero por favor, necesito saberlo todo. Quiero saber lo que hay dentro de ese lago.
Yoongi tragó; Seokjin le colocó una mano en el hombro.
—¿Desde cuándo sabes el significado de la palabra "musa"?
Seokjin parpadeó confundido y agitó la cabeza.
—Desde... siempre, creo.
El pelinegro retrocedió sin entender su comportamiento. Seokjin le veía tan fijamente como había dejado de hacerlo desde hacía años, y él era incapaz de ignorar sus labios que brillaban.
—No —dijo seco—. Estás delirando, tienes que seguir tu historia original, y yo no debería estar hablando contigo.
—¿Qué significa eso? —Confundido. —¿Y cuál se supone que es mi "historia"? ¿Cuál es mi maldito papel en todo esto?
—Eres la estrella, el chico por el que todos mueren, el galán de la novela. No tienes nada que ver con nosotros.
—Yo... creo que dejé de serlo —confesó sin pensarlo mucho.
Yoongi tragó; él tenía razón. Estaban acorralados, y sus destinos condicionados a chocar y cambiar unos contra otros las veces que sus acciones les empujaran.
Quizá nunca sería tan inteligente como Taehyung; pero sabía que entre más personas se incluyeran a la línea alterna, más variables podrían existir.
Estaba lejos de entender que, de seguir así, dentro de poco cada jodido habitante del Condado mariposa sería una variable de la ecuación.
—¿Qué hay de ti? —volvió a hablar Seokjin desde su limitado conocimiento—. Si existieran dos historias en este pueblo, ¿Quién serías tú?
—No lo sé. Creo que... en esta soy un hada madrina.
—¿Y en la otra?
—Un villano.
—¿Cómo lo sabes?
—No lo sé. Pero... algo se siente diferente. Tú también lo sientes, ¿Cierto? —le dijo, y el otro asintió.
Mientras los cambios de Seokjin eran positivos, empujándolo a sacar su verdadero yo; la segunda línea de la historia de Yoongi separándose le hacía sentir una impotencia enorme.
Es decir, él no había hecho nada malo, nunca haría algo dañino, su único propósito había sido ayudarlos a todos. Pero aún así, sentía un dolor enorme cada vez que su futuro cambiaba, como si... se reprochara algo a sí mismo.
No podía explicárselo a Seokjin; y en realidad no sabía cómo.
—¿Tienes miedo de hacer algo malo, cierto?
—Yo... creo que ya lo hice.
Seokjin le veía con recelo; más allá de su ignorancia, con infinita curiosidad.
Mientras caminaba, su pie pateó algo que estaba en medio de la carretera.
—¿Mi bicicleta? —dijo Seokjin confundido cuando llevó su vista al suelo.
En el momento en el que todo hizo click en sus cabezas; ambos voltearon a verse para decir al unísono:
—Taehyung...
Seokjin tragó saliva pesadamente, asustado de que algo malo le sucediera a su hermano. El tiempo corría, y ahora más que nunca necesitaban encontrar al castaño.
...
Jungkook había vagado el pueblo completo y los senderos de árboles buscando a Taehyung.
Pensó en los lugares en los que podría estar y caminó por ellos con la esperanza de poder redimirse un poco.
Los niños que pasaban por la calle le saludaban, lo cual le hizo fijarse en un pequeño de cabello oscuro estaba llorando mientras otros niños más grandes le molestaban e intentaban quitarle su bolsa de dulces.
Jungkook caminó tranquilo hasta ellos y se colocó detrás del más alto.
—Chicos, chicos, consigan sus propios dulces —les dijo con dura voz. Los tres voltearon a verlo y palidecieron al ver a un chico tan grande. Así que retrocedieron dejando solo al pequeño.
—¡Gracias, señor! —comentó el pequeño. Su disfraz de superhéroe parecía menos elaborado que el de los otros niños, como si él mismo lo hubiera hecho.
—De nada. —Jungkook se sentó en la acera para quedar a su altura—. Pero no me digas señor, no soy tan viejo —comentó con gracia.
—¿Cuántos años tiene?
—Tengo dieciocho.
El niño frunció el ceño. —Sí es viejo.
—No es justo. ¿Cuántos tienes tú?
—Siete —dijo mostrándole ocho dedos al pelinegro, que no pudo evitar reír.
—Está bien, sí lo soy, lo admito. —Volteó a ver a ambos lados— ¿Dónde está tu mamá?
El chico señaló la licorería de enfrente.
—Ella está trabajando, por eso solo puedo pedir dulces en esta calle —mencionó un poco decepcionado.
Alzó la vista para ver a la mujer desde el cristal mientras sudaba para atender a los clientes.
—Entiendo el sentimiento, pero deberías ir con ella, es tarde—le dijo cuando se recordó de sí mismo—. Oye, me gusta tu disfraz.
—¿¡En serio!? —emocionado—. Yo lo hice, con una funda de almohada y papel.
Jungkook asintió. —Te ves muy genial, como todo un héroe.
Los ojos del niño brillaron. —Gracias, a ninguno de mis amigos les gustó.
—No te preocupes por ellos, mejor busca otros amigos —dijo con gracia—, los que tienes son un poco amargados.
El niño se tapó la boca con sus pequeñas manos para reírse. Estuvo a punto de decir algo más cuando su madre salió de la tienda para llamarlo.
"Jack, ven acá ahora mismo" —le gritó preocupada.
—Me tengo que ir —dijo volteando a verla—. Adiós, usted es un buen viejo —le dijo con una sonrisa y dejándole un caramelo aplastado en la mano antes de correr hacia el interior de la licorería.
Jungkook sonrió y se jactó un poco. Existía algo en todo esto que le hacía pensar diferente, había dejado de sentirse ajeno a la ciudad, a los árboles y a ese cielo nocturno.
El ambiente estaba lleno de sensaciones que combinadas con su propia miseria mental le hicieron cuestionarse si realmente valía la pena regresar a su tiempo.
Taehyung le regañaba por todo, y le hacían ver como un idiota la mitad del tiempo; también peleaba con él por el estéreo y le dejaba dormir en su pecho cuando Jungkook tenía miedo.
Hubiese querido regresar mucho más tiempo atrás. Tener dieciséis para buscar a Taehyung cuando comenzó la preparatoria y que fuese primavera para ver las flores cubrir los campos alrededor del pueblo.
Habían pasado un par de horas y le preocupaba lo que podía hacer el castaño. Necesitaba saber dónde estaba, y asegurarse de que entendiera que nunca tuvo intención de engañarlo.
Revisó en la biblioteca, el ayuntamiento, un par de bares, e incluso una vieja cafetería en busca del castaño.
No le quedó más remedio que caminar de regreso a su vecindario con la esperanza de que Taehyung estuviera escondiéndose en la casa de Min.
Caminó por la acera desganado; pero se detuvo antes de llegar a la puerta, viendo a la distancia las luces de la casa de los Kim encendidas. Regresó sobre sus pasos para correr hacia la puerta principal e intentar abrirla, sin éxito.
Así que rodeó la casa, la chapa de la puerta trasera no servía, y siempre estaba abierta. Cuando entró al garaje, comenzó a caminar agitado por toda la casa.
Sala, nada.
Cocina, nada.
Subió al segundo piso, y revisó la habitación de Seokjin, estaba vacía también. El armario de limpieza, los baños, incluso se atrevió a entrar a la habitación de los señores Kim; pero no encontró a nadie.
Se movió hacia la habitación que compartía con Taehyung; entró deliberadamente para buscarlo. Revisó debajo de la cama, en la ducha, movió las cortinas y se sentó en la cama frustrado.
¿Sería acaso que Taehyung se había perdido en el bosque?
Entonces, recordó las palabras del castaño y la afición que tenía por el acantilado del mirador. Negó con la cabeza, levantándose. Era tarde, debía encontrarlo antes de este hiciera una tontería.
Salió de la habitación dispuesto a correr hacia el bosque incluso si eso le haría daño. Pero se detuvo, cuando por un pequeño instante, en el que se quedó de pie en el pasillo y alzó la vista, notó que hacía falta algo en el techo.
La puerta del ático no tenía la pequeña cuerda que normalmente colgaba de allí.
«Está cerrada por dentro», pensó.
—¿Taehyung? —llamó viendo hacia el techo del pasillo. La puerta estaba ligeramente desencajada, este era el lugar.
Kim estaba encerrado allí dentro mientras buscaba entre sus cosas algo que le ayudara a salir de su colapso, retrocedió sobresaltado cuando escuchó a Jungkook llamándole desde abajo y se chocó con una caja de su madre haciendo que sus cosas de peluquería cayeran al piso.
—Oh, mierda... —murmuró por lo bajo.
Sus pasos se escuchaban. Jungkook dedujo que no había otra forma de entrar a menos que se subiera al techo. Así que intentó hablar con él.
—Sé que estás allí arriba, y sé que estás enojado; pero juro que nunca quise hacerte daño. Y si me lo permites, podríamos empezar de nuevo, prometo decirte siempre la verdad.
Taehyung se acercó hacia la pequeña compuerta del ático, y se sentó a un lado para verle a través de un pequeño espacio entre las tablas de madera en el suelo.
Le veía caminar por el pasillo mientras divagaba hablando. Lo había encontrado; se retractó de haberle enseñado ese lugar al pelinegro.
—Me alegra saber que estás aquí, estaba muy preocupado buscándote. Pensé que podrías lastimarte a ti mismo.
Taehyung alzó una ceja.
«Creíste que haría algo estúpido, ¿O no, Jeon?» pensó.
—Soy un tonto, y sé que piensas que hago cosas para manipularte pero no es así. Yo... —se jactó con una sonrisa dolida— creo que nunca he sido real con nadie más y... maldición.
—¡Lárgate! ¡No quiero hablar contigo! —le contestó Taehyung confirmando su presencia.
Jungkook se sentó en el pasillo, mientras abrazaba sus piernas. Su inocencia recuperada, y la culpa de no saber si hizo lo correcto le quemaban. Y es que, Jungkook no sabía cómo actuar cuando algo era realmente importante para él.
—Está bien, entonces solo escuchame.
Era evidente que Taehyung no iba a abrirle.
Entonces continuó—: Las disculpas nunca han sido lo mío, ¿Sí? Siempre termino haciendo el ridículo, pienso que es algo inútil que las personas hacen cuando no pueden vivir con sus errores. Es como cuando llamas a la radio para dedicar una canción, y que luego te terminen. Te sientes estúpido y quieres borrar lo que sucedió.—Jungkook se burló de sí mismo—. Estoy divagando mucho...
El castaño negó con la cabeza y se dejó caer de espaldas en la madera. No había más que eso, solo una fría resignación y vanos sentimientos para él.
—Y sé que tengo razón, porque es lo que estoy sintiendo justo ahora. —Tenía secretos y muchas preguntas, pero estaba dispuesto a contarle cada una de ellas—. ¿Sabes? La última canción que escuché antes de llegar a este pueblo ha estado sonando en mi cabeza por meses y justo ahora no me está ayudando mucho...
Jungkook suspiró; más allá de sus palabras llenas de orgullo, entendía que había algo de amor y bondad en arrepentirse.
—... Y es curioso porque es popular. Y creo que la han dedicado millones de veces. Pero... —Jungkook exhaló y luego murmuró por lo bajo— esta podría ser hoy
la primera.
Ambos se quedaron en silencio. Taehyung veía hacia la pequeña ventana que estaba en el ático, aún con la luz encendida, se sentía tan sumido en la oscuridad.
Es decir, quería ser racional. Quería actuar con esa inteligencia que le caracterizaba pero... ¿Cómo? Si después de tanto, en un par de meses no valdría la pena.
Se sentía como un enfermo terminal; alguien cuyo final ya había sido anunciado.
Incluso si Jungkook decía la verdad, cómo contestarle a esa parte vulnerable de sí mismo que todas sus esperanzas por ser alguien, siempre fueron inútiles.
Lo que le llevó a cuestionarse en: si lo hubiese sabido antes, ¿Habría disfrutado estos meses de la misma forma?
Porque aun sin conocer la historia original, su cabeza se había llenado de recuerdos, y su libreta tenía cientos de historias donde era el protagonista.
En medio de su confusión, la voz del pelinegro volvió a interrumpirlo. Con poca fuerza, como si estuviera conteniendo sus ganas de llorar.
—"Come up to meet you, tell you I'm sorry. You don't know how lovely you are..." —Taehyung frunció el ceño. Él estaba... ¿Estaba cantando? —"I had to find you, tell you I need you. Tell you I set you apart..."
Después de todos sus secretos y las palabras que compartían, Taehyung creyó que a lo mejor no era el destino lo que le calaba, sino su corazón rompiéndose por primera vez.
Ese dolor solo le hacía recordar dos cosas: estaba vivo, y segundo, había desarrollado sentimientos por su experimento.
—"...Tell me your secrets and ask me your questions. Oh, let's go back to the start...."
—su voz se quebró un poco cuando un nudo se formó en su garganta—..."Nobody said it was easy
No one ever said it would be this hard.."
Taehyung sabía que era inútil; pero su rostro se sintió caliente cuando una lágrima se atrevió a bajar por su mejilla.
Aún tenía tantas preguntas sobre el universo, sobre la vida y sobre el verano que necesitaba contestar.
Pero su voluntad se había quebrado desde mucho antes; y no pudo seguir fingiendo cuando alcanzó a escuchar los pequeños sollozos del pelinegro.
—Taehyung... —musitó—. Necesito que entiendas que ningún futuro es real —dijo con fuerza cuando los deseos de llorar le causaron estragos.
Kim se encogió de dolor mientras luchaba por dejar de llorar; pero entonces entendió que esa frase estaba incompleta. Siempre lo estuvo.
—no si elijo quedarme en el presente... —murmuró Taehyung para sí mismo mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla
Pensó en las noches estrelladas corriendo por las calles de la ciudad y en las palabras escritas en las paredes de esta.
Pensó en pasteles quemados, y hojas secas. En la forma en la que su alma se sentía cálida cuando se reía con sus amigos, y en lo feliz que lo hacía bailar las canciones de moda.
Taehyung amaba una vida que nunca le correspondió. Así que el destino podía joderse, porque no pensaba dejarla ir tan fácilmente.
Se levantó y abrió la puerta del techo. Jungkook tenía los ojos cerrados, ni siquiera se percató de que había conseguido persuadirlo.
Cuando alzó la vista, exclamó con alivio, y se puso de pie rápidamente para tirar de las escaleras plegables para poder subir.
Se apresuró a llegar al ático.
Una vez arriba, se acercó al castaño que le veía molesto, intentó abrazarlo, pero su intento se vio frustrado por una repentina bofetada.
—Eres un idiota, Jungkook. —Jeon soltó un quejido de dolor, desconcertado—. Eso es por mentirme.
—Lo merezco —dijo frotándose el rostro.
Intentó acercarse de nuevo; pero Taehyung levantó la otra mano y le dio una bofetada más en el lado contrario del rostro.
—Y eso por joderle el verano a tu madre.
Abrió la boca para poder mover la quijada. Kim tenía bastante fuerza.
Frunció las cejas ligeramente molesto, como quien acaba de ser golpeado, pero no esperaba que Taehyung se acercara a él ahora para dejar caer su frente sobre su hombro.
Lo vio confundido cuando el chico lo abrazó. —¿Y esto por qué es? —le dijo con suave voz.
—Porque me duele el alma —respondió sincero.
Jungkook sonrió débilmente y le rodeó con sus brazos percibiendo el ligero olor del alcohol en su aliento.
—¿Estuviste bebiendo?
—Solo un poco, pero no sirvió de nada.
—¿El magnífico Kim intelectual está ebrio? —cuestionó con una ceja alzada. Taehyung negó.
—Si no me crees ve la botella. —Jeon volteó hacia su izquierda, y la encontró casi intacta. Él decía la verdad.
—¿Debo asumir que el alcohol no te gusta?
—Aparentemente no sirve en mí.
—¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo aquí arriba?
—Hice mi testamento —confesó— te dejé mis discos para que puedas venderlos en el futuro como coleccionables. Y un ensayo de economía a Seokjin para que pueda entrar a una buena universidad cuando... no pueda jugar más.
—Taehyung...
—Y la fotografía que me tomaste hoy para mamá...
—Oh, vamos. Mírame, Kim —le dijo separándose de él—. No vas a morir, al menos no aún, ¿Está bien?
—Lo sé pero... tengo que tachar cuantas cosas pueda de mi lista, solo en caso de que salga mal.
—Pero nada. Esto funcionará de alguna forma.
—¿Recuerdas eso de... las cosas que queríamos hacer antes de morir?
—Por favor, no pienses más en eso.
Taehyung dudó un poco, mientras salía de su zona de confort. Él era una persona que no hacía nada a no ser que supiera que resultaría, sin embargo, había estado dudando mucho sobre esto. Y ya no quería. Taehyung clavó su mirada en la suya. No sabía cómo pedirle esto, pero de todas formas sacó valor de sus entrañas para hacerlo.
—No, es solo que recordé la razón por la que me quedé callado tanto tiempo cuando preguntaste.
—No es necesario, está bien.
—No. No está bien, yo... —respiró un poco agitado—, siento cosas y... No sé—respiró con apnea—, no sé cómo definirlas.
Jeon sonrió de lado, y le vio con tranquilidad.
—Creo que hay cosas que no necesitan definición, ¿sabes?
—Eres tan tonto que quiero golpearte tanto hasta sentirme mejor. Y gritarte toda la noche aunque sé que es estúpido.
—¿Qué te detiene? Ya me diste dos golpes, podría aguantar un poco más —se burló con leve voz mientras lo veía temer.
—Que yo también lo soy—murmuró—. Porque quiero... besarte. Y quiero que me toques. Jungkook, no sé qué somos, no necesito saberlo.
—¿Taehyung?
—He estado buscando una excusa para decirte esto, pero creo que ya no necesito una. Y sé que vas a burlarte pero... Yo...
La seriedad de su rostro le asustó un poco. Taehyung era usualmente directo, y ahora, estaba perdiendo la compostura además. Jungkook parpadeó algo incrédulo.
—Jamás me burlaría de la sinceridad de alguien.
—Yo... —tomó aire— no quiero morir virgen.
—Sabes que no creo en esas cosas, ¿cierto? —Se ahogó un poco con su saliva—. Es más una cuestión de... ¿es lo que quieres en realidad?
—No sé qué quiero, Jungkook. Me gustaría no preocuparme por lo que pasará después, quisiera que no hubieras arruinado todo.
—No te presiones a hacer algo de lo que no estás seguro. Sé qué estás confundido y asustado pero...
—No —lo interrumpió—. No estoy confundido. Arruinaste mi noche, realmente pensé que terminaría diferente cuando... —se quedó callado, intentando asimilarlo.
—¿Cuándo qué?
—Cuando estás cerca de mí, y te ríes de tus defectos, Jungkook... Creo que me vuelves estúpido. Las cosas extrañas que pienso sobre ti... —divagó un segundo—las cosas que hacemos, la forma en la que cuando creí estaríamos solos hoy pensé en... —se burló—. Dios, soy tan imbécil.
—Taehyung... —Jungkook sonrió de lado, y le observó asombrado de su confianza.
—No es así. Anda, ríete de mí. Sé un idiota inmaduro como siempre, no me interesa. He tenido miedo durante demasiado tiempo y ya no quiero saber qué hay más allá de esto. Yo necesito saberlo.
—No quiero que hagas algo de lo que te arrepentirás mañana.
—Mañana, mañana. Me he convencido a mí mismo de que esperar es lo mejor pero Jungkook, me he despertado a tu lado las últimas semanas pensando en si tú también...—se quedó callado, no pretendía manipularlo o forzarlo a nada. —Lo siento, no debí...
—Escúchame, Taehyung—le pasó las manos por el cabello—, por supuesto que quiero hacerlo; pero estás delirando. ¿Si entiendes lo que dices?
—Sí, lo entiendo... —murmuró—. Y me asusta —terminó por confesar.
—Felicidades —dijo Jungkook soltó una pequeña risa, acariciándole con miedo la mejilla.
—¿Qué?
—Ya eres una persona "normal", Kim.
El castaño lo tomó de los hombros para acercarse a él, conteniendo las lágrimas en sus ojos.
—Ya no tengo tiempo para esta mierda.
A lo mejor no era sobre su muerte; sino sobre la vida que estuvo negándose a sí mismo por tanto tiempo.
—Tuviste razón antes. Nosotros solo hemos logrado destruir la historia, tenemos que parar. Esto no es correcto...
—Yo no quiero hacer lo correcto.
—Taehyung...
—Tócame.
Aclarar sus sentimientos... ¿Por qué sería necesario? Probablemente deberían ser maduros, hablar de lo sucedido pero... Ellos eran el perfecto ejemplo de adolecer; incluso si parecía impulsivo. O volátil.
Tan necesitados por calor. Sedientos de conocimiento. Completamente humanos.
El silencio que se formó fue tan grande que Jungkook se sintió como si fuese capaz de escuchar su propio corazón.
Sus piernas temblaban al igual que su pecho, y es que, la pureza en los ojos del castaño le hizo flaquear cuando la inocencia que pareció haber recuperado le hizo dudar en avanzar.
Parecía que había hecho esto antes pero no había manera que se sintiera igual.
Estaba consciente; y asustado de lo que quería.
Se acercó lentamente a Taehyung para quitarle los anteojos del cuello de la camisa y dejarlos sobre una caja mientras tragaba saliva pesadamente.
Levantó una de sus manos para deslizarla por sobre la mejilla del chico, acariciándole con dulzura el pómulo en un intento de hacerle saber que estaría con él lo que el universo le permitiese estar, y con un sonrisa casi amarga, que le regaló cuando sus ojos avellana se encontraron con los suyos.
Entonces, decidió arriesgarse cuando atrajo su rostro hacia él para rozar sus labios y ser bienvenido por los del castaño, quien cerró los ojos cuando le correspondió sin miedo.
Taehyung, cuyo pecho se pegó al de Jeon, suspiró en medio de su leve toque cuando las manos del otro vagaron de su cuello hacia su espalda para luego terminar en su cintura, sujetándolo mientras le daba pequeños besos en la comisura de la boca.
Sea lo que fuese a pasar; allí y justo en ese momento, Taehyung necesitaba entender por completo qué era eso que había estado subestimando de sí mismo por tanto tiempo.
No le temía a lo desconocido después de la muerte; le temía a nunca poder conocerse a sí mismo en vida.
Y aunque estaba aterrado, en el fondo, estaba seguro de que la única persona con la que sería capaz de sentirse así de correspondido, así de amado, era el chico cuyos labios temblaban por la incertidumbre.
Dio un par de pasos hacia atrás, haciendo que ambos se movieran trastabillando hacia su fuerte de almohadas, lleno de tonterías e ilusión.
Jungkook se separó de él por un momento, dándole un pequeño empujón para que se sentara sobre el colchón que estaba debajo de las sábanas que colgaron como un techo y que ahora tenía las cobijas de la cama del castaño; este se quedó en el centro del colchón, y colocó ambas manos hacia atrás para sostenerse mientras le veía desde abajo.
Jeon se quitó la camiseta ante la mirada atenta de Kim, quién solo le sonrió mientras negaba cuando le vio dejarla caer al piso.
—Tenías que hacer eso. ¿Cierto? —le dijo con gracia.
Jungkook rio, y le respondió—: Es parte del show.
Extendió su brazo hacia la pared para apagar el interruptor del pequeño foco que luchaba por iluminar todo el ático.
Al hacerlo, las luces de navidad, que habían colgado alrededor de su fuerte en la mañana y que aún estaban conectadas, resaltaron particularmente dejando una lumbrera tenue por encima de ellos, en donde los pequeños destellos y la luz de la calle que se colaba por la ventana eran lo único que les iluminaba.
Entonces, el pelinegro se armó de valor, y se movió hacia Taehyung, arrodillándose sobre el colchón para poder llegar a él. Colocando una pierna de cada lado, para dejar las del chico en medio.
Taehyung agachó la cabeza al sentirle tan cerca; aún más cuando la mano de Jungkook llegó al borde de su camisa para comenzar a retirar esta; botón por botón hasta dejar su pecho expuesto.
Ninguno de los dos entendía de dónde venía tanta delicadeza y docilidad. Pero fue eso mismo lo que le hizo saber que ninguno se había sentido así antes, un sentimiento que quizá de no haberse chocado, no habrían encontrado en ningún otro lugar del espacio.
Jungkook no se sentía obligado por el momento, en realidad, le emocionaba saber que Taehyung también pensaba en cosas tan vanas como él mismo. Amaba saber que tenía su aprobación para tenerlo cerca, para verlo de esa forma y sentirlo... Sin embargo, era joven, estaba muy nervioso. Sí, más que sentir presión, tenía miedo. Miedo de equivocarse, miedo de que lo odiara al amanecer como él odió a la persona con la que despertó la primera vez.
El pelinegro llevó ambas manos a los hombros del otro, colocándolas sobre su piel por debajo de su camisa para luego deslizarlas por sus brazos haciendo que la prenda terminara por caerse.
Se aproximó a besarle rápidamente en los labios antes de comenzar a moverse por su mentón. A medida que Jungkook avanzaba los brazos de Taehyung, que le sostenían, iban cediendo hasta dejarle recostarse por completo entre las almohadas y los osos de felpa.
El temblar de su respiración, y la forma en la que esas manos parecían tocarle con tal sutileza demostraban que esa chispa de luz se había apoderado de él.
Dándole un segundo, en el que la media noche duraba por siempre.
Jungkook nunca había tenido tanta iniciativa para estos momentos; y tenía miedo de lastimarlo. Él realmente deseaba hacer feliz a Taehyung con lo poco que estaba en sus manos y eso era, un momento que valiera la pena atesorar.
Y aunque no lo dijera, aunque fuese consciente de que había alterado el destino de mil formas, y de que besarlo en el cuello mientras sentía su piel como lo hacía en ese momento rompía con todas las leyes de la física y la existencia misma, Jungkook sabía que nada podría reemplazar la sensación de tenerlo solo para él.
Incluso si era por treinta años más; incluso si era solo por una noche. Dentro de él, no le importaba, porque sabía que jamás sería capaz de encontrar algo o alguien que le llenara de tanta pasión con el castaño.
Sí. En el fondo, Jungkook sabía que había perdido la batalla entre su razón y sus anhelos.
—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —le preguntó Jeon viéndole a los ojos.
Las luces que le iluminaban desde arriba, hacían parecer como si Jungkook brillara. Taehyung podía verlas resplandecer por encima de las sábanas, como pequeñas lumbreras sobre su cabeza.
Sentía que en cualquier momento comenzaría a llorar, y que su cabeza explotaría; saber que moriría le había hecho pensar que el presente era lo único que tenía. Y ese futuro que por años creyó tener asegurado ahora era incierto como el de todos los demás.
Después de todo, el Taehyung que nunca se equivocaba, esta vez, se permitiría aceptar que finalmente cometió un error.
Así que asintió; seguro de lo que quería, y también de que no volvería a tener un momento como este.
—Sí, estoy seguro.
Jungkook tragó en seco.
—¿Quieres... hacerlo tú? —preguntó cuando las ideas que creyó Taehyung tenía sobre su masculinidad le inquietaron—. ¿Quieres estar arriba?
—¿En serio crees que sé cómo follar con otro hombre? —le digo con gracia intentando no reírse—. Tienes que ser tú.
El pelinegro se rascó el cuello apenado. Estaba tan nervioso que preguntaba tonterías.
La primera vez que se experimenta el mundo es así; impaciente, graciosa... Cómplice.
—Creí que lo sabías todo.
—Pronto lo sabré —respondió acomodándose sobre el colchón.
Jungkook llevó sus manos a la cadera del muchacho acariciando por un momento su abdomen para luego tomar el borde de su pantalón y desabrocharle el cinturón para llegar hasta su cremallera.
La abrió; pero cuando se dispuso a retirarle el pantalón, Taehyung se removió inquieto, tomándole de la muñeca.
—¿Qué sucede? —dijo Jungkook, preocupado.
Agitado. —N-nada... pero —tragó saliva aferrándose a su propio pantalón—, quítatelo tú primero.
Jungkook le sonrió. —¿Por qué no lo haces tú? —le retó alzando las cejas. Parecía ingenuo, pero sabía exactamente lo que buscaba.
—¿Puedo? —preguntó con timidez viendo a Jeon, y sentándose un poco para poder alcanzar su cintura.
Jungkook se mordió el labio ante su curiosidad. —Adelante —le dijo, dándole vía libre a seguir.
Bueno, era hora y no podía sucumbir ante su miedo en este momento. Él quería saber qué era eso que volvía locos a muchos, más que eso, necesitaba experimentarlo por sí mismo.
Tomó valentía y desabotonó el pantalón de Jungkook para deslizarlo por sus muslos dispuesto a quitárselo.
El pecho expuesto del castaño y su delicadeza para actuar hacían a Jungkook pensar en tantas cosas que no podía decir en voz alta sin quedar como un tonto, podía verle debatirse entre sí tocarlo o no.
Pero su curiosidad más allá de motivarlo, le provocaba demasiada ternura.
—¿Qué supone que debo hacer? —preguntó viéndole.
—Puedes comenzar tocándome así —dijo tomándolo del brazo, y llevando la mano de Taehyung para colocarla sobre su abdomen—, y luego bajar poco a poco....
El castaño sonrió entendiendo a qué se refería; así que levantó la vista para concentrarse en su rostro. Y después deslizó su mano hacia abajo, rozando con su miembro por encima de la ropa.
Jungkook contuvo la respiración por un momento en el que no creyó que el otro realmente avanzaría. Cerró los ojos, cuando Taehyung se atrevió a acercarse y darle un pequeño beso en el vientre.
Se removió un poco cuando sabía que su erección comenzaba a aparecer entre las manos de Kim. La lentitud y la abstinencia iban a matarlo, eso era seguro.
—¿No crees que vamos un poco lento? —cuestionó Taehyung.
—¿Por qué lo dices? Admiro tu entusiasmo... —le dijo con gracia por sus palabras tan serias—. Pero estoy nervioso, así que no me molestes o me vas a desconcentrar.
—¡Lo siento, soy nuevo en esto!
—¿Quieres ir más rápido?—Jungkook alzó una ceja, y el otro asintió —. Bien, es momento de agilizar las cosas entonces. Solo dime que me detenga cuando quieras que lo haga.
—¿Qué significa eso?
—Solo espera —dijo estrechando los ojos y empujándolo ligeramente para hacerlo caer de espaldas de nuevo.
Jungkook estaba arrodillado con las piernas abiertas sobre él; terminó de quitarse el pantalón de los tobillos para tener más libertad y se precipitó a pasar sus manos por la cadera de Taehyung para retirarle los suyos, tocando sus muslos con descaro con la excusa de retirar la tela hasta finalmente dejarlo sin la prenda.
Después se acercó a él, para poder besarle el pecho como tanto había imaginado. Le dejó un beso fugaz en el mentón para luego pasar una de sus manos por encima de su abdomen.
Sus labios en los pezones del chico, y el deseo de besarlos no tenían ningún impedimento esta vez. Aún más cuando podía sentir su pecho temblar cada vez que su lengua tocaba aquella piel virginal.
Y mientras lo hacía, se aseguraba de bajar la cadera, para rozar el miembro de Taehyung con el toque del suyo. Era preciso comenzar a prepararlo, mientras bajaba, al besar su vientre, podía respirar aquella fragancia masculina en la piel trigueña del chico.
Taehyung sabía mucha teoría sobre la vida; pero quizás era momento de que empezara a poner las cosas en práctica.
Jeon le observó por un momento hasta él para buscar su aprobación cuando sus manos se colaron en el elástico de su ropa interior. Taehyung soltó un pequeño jadeó y abrió los ojos a la expectativa, pero aún así seguro de querer que el otro continuara.
Jungkook levantó la mirada para buscar visualmente en la habitación. Cerca de allí, la caja de cosas para el cabello de la señora Kim estaban regadas por el suelo.
Cuando lo encontró, el pelinegro se alejó un poco de él para extender su brazos y tomar lo que estaba buscando.
Se debatió mentalmente un par de segundos, ¿debería buscar otra opción? Bueno, era todo lo que tenía.
Dejó el frasco de vaselina a su lado por un momento, y aún arrodillado, tiró de la última prenda que resguardaba al castaño.
Kim volteó la cabeza, sonrojado, no podía asimilar con claridad el hecho de que estaba desnudo frente a alguien más.
Era una situación en la que nunca se imaginó que estaría.
Jungkook sonrió orgulloso. Kim Taehyung era la persona más hermosa del mundo y lo tenía temblando frente a él.
Con esos brazos fuertes, y cintura en perfecto contraste con su cadera, con el pecho naturalmente esbelto, cuyos músculos se marcaban sin intención de hacerlo.
Maldición, que Newton había descubierto la gravedad; pero Jungkook había descubierto estas piernas.
Él ganaba, y por mucho.
—Ojalá pudiera tomar una fotografía de lo que estoy viendo —dijo acariciando con una mano la parte interior de uno de los muslos del otro.
Taehyung volteó a verlo, le vio tomar el frasco de vaselina del piso para destaparlo.
—¿Para qué es eso? —dijo confundido.
«Tan inexperto...», pensó. —Uhm... estoy seguro de que entiendes para qué.
—¿Es completamente necesario?
—Dolerá mucho si no lo hago —dijo serio.
El castaño tragó saliva, bueno, esto estaba causándole más conflictos de los que esperaba. Aún así, él necesitaba experimentar esa euforia por sí mismo.
Asintió, y Jungkook sabía que era la señal para continuar.
Tomó un poco de vaselina en su mano izquierda, antes de separar las piernas de Kim; cuando tuvo el espacio suficiente, se inclinó ligeramente sobre él, para verle con la mirada fija y colocó su otra mano junto a la cabeza del otro para sostenerse.
El momento en el que su mano se atrevió a convertirse en un intruso entre sus glúteos; y la forma en la que Taehyung abrió los ojos en sorpresa cuando comenzó a introducir un dedo él le hizo tener sentimientos encontrados.
No podía quitar sus ojos de él. Más allá de su excitación, los pequeños jadeos que emitía al mover su mano le hicieron pensar en lo mucho que le habría gustado estar viviendo este momento como él lo hacía.
Y en que la primera vez que se encontró en esa situación, en realidad no le había importado a la otra persona lo que sentía o necesitaba. Se recordó de una mísera habitación sucia, llena de vasos rojos y un tipo diciéndole que esto estaba bien, y que el sexo no era más que eso.
Pasó la lengua por sus labios cuando, lento, se animó a introducir un segundo dedo en el muchacho. Intentando con los movimientos de sus manos hacer que su cuerpo se acostumbrase a la presión.
Taehyung ahogó un pequeño gruñido, arrugando la nariz y apretando los ojos, mientras abría la boca. Dolía, no iba a negarlo.
Jungkook lo notó, así que se recompuso para poder llegar más cerca de su pene, tomándolo con su otra mano para estimularlo en medio de su doler. El chico lo notó, y apretó la mandíbula mientras las frías manos de Jeon le tocaban con descaro.
Comenzó a sudar, había muchas sensaciones nuevas en su cuerpo; su erección estaba creciendo en tanto el otro le acariciaba con paciencia. Podía ver al mismo Jungkook inquietarse cuando la tela de su propia ropa interior pareció estorbarle demasiado.
Su respiración se agitó cuando el pelinegro se atrevió a agregar un tercer dedo. En medio de sus movimientos, tocó por poco el punto exacto en su interior que hizo salir de su boca un gemido fuerte y arquear ligeramente la espalda.
—Eso es, justo aquí —dijo con gracia mientras le veía removerse bajo su cuerpo, al buscar encontrar el equilibrio entre el dolor y repentinamente pero fugaz placer que había experimentado.
Cuando la erección del chico llegó al punto máximo, Jungkook no pudo resistirse más. Así que alejó ambas manos del cuerpo del castaño para deslizar por sus piernas su propia ropa interior, dejando en libertad su miembro después de mucho tiempo pidiendo atención.
Taehyung no podía ocultar su rostro avergonzado; apenas podía verle a los ojos, ni mucho menos verlo sin sentirse cohibido mientras Jungkook acariciaba su propio pene con vaselina.
De todos los escenarios posibles; este era el único en donde la primera vez de Kim Taehyung estaba llena de inocencia, y deseos de descubrir el mundo.
Incluso el mismo Jungkook estaba consiente de eso; y creyó, que imaginar que esta también era su primera vez no era tan mala idea. Porque hacía frío, y estaban rodeados de un montón de cajas viejas, pero la persona frente a él, representaba más que cualquier otra antes.
Y se convenció a sí mismo, de que quizás, este era un pago del destino, por haberle jugado tan sucio al hacerle viajar tanto hacia atrás, como un premio del universo.
Polo positivo y negativo; en una unión por defecto.
Intensidad es igual a tensión por resistencia. Un voltaje producto de las cargas eléctricas y de la estática que provocaba el cabello despeinado del castaño, pegado a su frente.
Adrenalina en su piel, y dulzura en sus ojos.
Suspiró y le entregó la más cálida de sus sonrisas antes de acomodarse bien entre sus piernas, separando estas y acercando su pelvis para llevar su pene a la entrada del chico.
—¡Ahh...! —exclamó Taehyung cuando lo sintió introducirse en su cuerpo—. Jungkook...
No tenía palabras. Intentaba respirar por la boca buscando no gruñir cuando todo su ser se llenaba de sensaciones; sus músculos se tensaron y su pecho tembló cuando lentamente Jungkook volvió a tocar aquel punto especial en su interior.
Jeon permaneció atento a no moverse con fuerza hasta que escuchó su respiración volver a normalizarse.
Entonces, se inclinó hacia el frente para darle un beso en la mejilla que luego se extendió desde la comisura de sus labios, hasta llegar a los mismos. Lo recibió con la boca abierta, esa que le provocaba un cosquilleo acompañado de una sensación tan dulce, la saliva del castaño mezclada con la suya y sus alaridos.
Intentaba mantener un ritmo constante al mover la cadera, para penetrarle con delicadeza. Todo en él era tan preciado para Jungkook, que dudó en si ese momento era real.
Cerró los ojos por un momento. Sabía que estaba jodido, porque aunque no quisiera decirlo, había empezado a sentir amor.
Y se sentía tan real, tan puro, que cada que su piel rozaba con la suya no podía escuchar nada más que la voz de aquel chico, que clamaba su nombre.
Los gemidos roncos de Taehyung comenzaron a resonar por todo el ático; celestialmente dolorosos, pero de eso se trataba la vida. Un breve instante en el que a través de todo el dolor se podía tocar el paraíso.
—Sostente de aquí —le dijo Jungkook. Haciéndole llevar sus manos detrás de su cuello para tomarse de sus omóplatos. Taehyung pasó sus brazos por encima de los hombros del otro para sujetarse mejor.
Cuando lo hizo, Jungkook deslizó sus manos de tales muslos trigueños hacia su cadera, entonces le tomó de ella y lento, buscó llegar más profundo en él, moviéndose ahora un poco más rápido.
Se mantenía atento a la forma en la que su voz cambiaba para asegurarse de no lastimarlo, y la forma en la que comenzó a gemir mientras buscaba tomar aire por la boca parecieron indicarle que estaba haciéndolo bien.
Cuando sus movimientos se hicieron más rápidos, y sus piernas temblaron, logró tocar aquel punto en el que se encontraba en placer el castaño.
—Oh... ¡Maldición! —Sus ojos se abrieron sorprendidos y no pudo evitar gruñir, clavando casi por instinto sus uñas en la piel de la espalda de Jungkook.
Este sonrió; a sabiendas de lo mucho que le gustaba ser rasguñado y lo melodioso que era escucharlo maldecir mientras deliraba.
Entonces, repitió su acción con más velocidad. Permitiéndose gemir para luego besar el espacio entre el cuello y la clavícula Taehyung, atreviéndose a morderle debajo del mentón solo porque le gustaba ver las marcas en su cuerpo.
Sí, definitivamente cerraría los ojos e imaginaría que esta era su primera vez.
Y aunque él nunca creyó en el amor como posesión, al escuchar los gemidos de Taehyung contra su oído, y sentir sus uñas clavándose en su espalda mientras le penetraba se sintió delirar.
—¿Podrías ser mío? —le preguntó en voz baja, esbozando sus palabras contra la piel de su cuello.
—¿P-por hoy...? —musitó el castaño ahogando un alarido con los ojos cerrados.
—Por siempre.
Kim se sujetó del cuello de Jungkook con una sola mano, y dejó caer la otra sobre el colchón. A lo que Jeon no pudo evitar prestar atención, así que la tomó, entrelazando sus dedos mientras apretaba la mandíbula.
Él era todo lo que siempre deseó, así que le dio un beso por cada palabra que quiso decir y nunca diría.
Taehyung abrió los ojos solo para ver las luces sobre ellos parpadeando. Con su defectuosa visión, el brillar de estas lucía como pequeñas estrellas a su alrededor. titilando sin detenerse mientras la adrenalina crecía en Jungkook.
Si de esto se trataba la juventud, Taehyung no se arrepentía de nada.
Se aferró con tantas fuerzas a su espalda cuando comenzó a llorar. No por la extraña mezcla de dolor y placer que estaba experimentando; sino porque nunca había necesitado a alguien tanto en su vida. Y por primera vez, sentía que alguien lo necesitaba también.
La misma persona que era capaz de hacerlo reír con sus bromas malas, y de cuidarlo; era la misma que le tocaba con tanto esmero.
Era la misma que sostenía su cintura mientras él arqueaba la espalda; cuyo pecho pegando al suyo, rozaba sus pezones en cada movimiento.
Se burló mentalmente de sí mismo, cuando rescató a un desconocido del lago no esperaba que terminara así. Pero no podía estar más agradecido.
Jungkook sintió su vientre tensarse. Era como sentirse a punto de tener una sobrecarga, sin serlo realmente. Todos sus sentidos parecían estar exponenciados, en especial su tacto y su olfato, cuando el perfume de Taehyung y su suave piel le hicieron delirar.
Sabía que estaba alcanzando el punto cúspide de su próximo orgasmo, así que luchó por recuperar el aliento para poder hablar.
—Taehyung... —jadeó, sin saber si era prudente alejarse—, voy a-a llegar.
El castaño soltó su mano para volver a poner ambas detrás del cuello de Jeon.
—No te perdonaré si te detienes —le dijo con tono necesitado y los ojos cerrados.
Sabía que iba a terminar pronto; pudo sentir el pene húmedo de Kim en su abdomen cuando aquel líquido transparente apreció. Así que aumentó la velocidad, haciendo ruido mientras sus cuerpos sudando chocaban.
Las luces sobre ellos y en el exterior comenzaron a parpadear; eran ajenos al saber que las lámparas de toda la casa, y del vecindario parecieron enloquecer.
Varios vecinos salieron a la calle, e incluso Yoongi y Seokjin quienes caminaban por la cuesta de regreso a su casa fueron capaces de ver la energía de un pueblo completo dispararse.
Haciendo cálculos, si velocidad multiplicada por tiempo era igual a aceleración, y con Jungkook moviéndose de esa forma, eso significaba que a este paso Taehyung no podría mantener la compostura por mucho tiempo.
Mucho menos cuando Jungkook perdió la batalla antes que él; y comenzó a eyacular en su interior haciendo que todo su cuerpo se estremeciera, causando que a su vez que las luces del exterior de la casa colapsaran y el vecindario se sumiera en total oscuridad.
Aquella sensación caliente hizo que sus piernas temblaran de tal forma, que separó sus labios para soltar un gemido exhausto y abrir los ojos en medio de sus éxtasis.
La oxitocina a la que era adicto se apoderó de él cuando el blanco vital emergió de su miembro. Manchando su propio abdomen y el de Jungkook.
Ambos se quedaron quietos un par de segundos; cuando el pelinegro abrió los ojos, lo primero que captó fueron los orbes avellana Kim Taehyung brillando exclusivamente para él como e mejor espectáculo del universo.
Le sonrió y le dio un pequeño beso en la frente mientras le veía respirar cansado.
Con suavidad, retrocedió un poco para salir de él y se dejó caer a su lado; tomando una vieja funda de almohada para limpiarse un poco y también al chico.
Taehyung, quien respiraba eufórico, volteó a verlo con una sonrisa cómplice; y ninguno de los dos pudo evitar reírse del otro.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Jungkook preocupado, cuando notó sus pestañas mojadas, él había llorado—. ¿Te lastimé?
Negó con la cabeza. —Solo estaba pensando en tonterías. No te preocupes, todo está bien... —Quizá no tenía que apresurarse. «Todo estará bien» se dijo a sí mismo.
—Eso me tranquiliza.
Jungkook flexionó su brazo, y colocó una mano detrás de su nuca viendo hacia arriba.
Él era el tipo de personas que estaba acostumbrado a vestirse y salir de la habitación después de acostarse con alguien; pero estaba claro que Taehyung era su gran excepción.
—Oye, Jungkook. Estuve pensando—le dijo—, ¿Crees que existan más realidades? —estaba apenas cubierto con la sábana que se había enredado en su cuerpo.
—Por supuesto. Miles y miles de realidades, tú mismo lo dijiste. Aunque me gusta pensar más en ellas como... otras vidas.
—¿Eso significa que existe alguna en donde nada malo suceda, cierto?
—Claro. Es más —dijo Jungkook—, en una de todas, aún es otoño, y estamos jugando en el jardín mientras esperamos que sea hora de la cena.
—Me gusta eso... ¿Podemos tener un perro?
—Claro, deja que lo anote en mi lista de cosas para hacer en otra vida.
Taehyung no pudo evitar reír aunque sabía que se estaba burlando de él.
—Eres un tonto.
—Es broma. En otra vida, viviremos el uno junto al otro, y te molestaré desde mi ventana. Y tú podrás hacer que mis padres se enojen cuando te vean salir de mi habitación en la madrugada.
—Voy a —bostezó —ir de campamento contigo—. Taehyung se removió, acercándose a él para acurrucarse contra su espalda—. Y a tener un San Valentín decente por primera vez en mi vida.
—¿Me invitarás a cenar...?
Asintió, Jungkook pudo sentirlo al ser abrazado.
—Sí, te llevaré a la playa. También te compraré flores...
Sus palabras se volvían más y más ambiguas mientras el cansancio le ganaba.
Jungkook se separó de él, y se dio la vuelta para verle cuando dejó de hablar; al hacerlo, notó que se había quedado dormido.
Sonrió enternecido, y se dispuso a vestirse a tientas, colocándose su ropa interior. Al igual que al chico, a quien intentó colocarle correctamente la camisa de nuevo para que el frío no le calara con fuerza.
Luego los cubrió con una frazada. Y sólo entonces, cuando le vio seguro, volvió a acomodarse junto a él para poder dormir en paz consigo mismo, y sus deseos.
—Taehyung... —murmuró pero no tuvo respuesta —te quiero más de lo que debería.
La respiración del castaño le confirmó que estaba dormido. Entonces suspiró, y clavó su vista en el techo mientras pensaba, en que si existiera otra realidad, haría lo que sea para encontrar al castaño en esa también, en las millones de líneas que probablemente había.
Se obligó a tragar con fuerza, asustado pensando en "¿Cómo arreglas el tiempo?" No podía recuperarlo, ni detenerlo, solo le quedaba dedicarse a odiarlo por ser tan cruel.
Cerró los ojos por un momento, sin saber que se quedaría dormido dejando llegar a la madrugada de un nuevo mes.
Ninguno de los dos eran consientes de la conmoción que había en el pueblo debido al gran apagón de la noche anterior, en donde los fusibles de muchas casas habían colapsado.
Tampoco les importaba mucho. Cuando la mañana llegó, la luzcálida y tenue que les anunció la llegada de un nuevo día, estuvo llena de paz, y de un sentimiento tan inexplicable que le hizo preguntarse a Jungkook si realmente se merecía experimentar ese momento.
Y por una vez, en la que se permitió ser humano, se contestó que sí, pues después de todo, el universo nunca negaría que tenía derecho de estar enamorado.
No estaba acostumbrado a despertar al lado de personas con las que se acostaba. Taehyung estaba durmiendo a su lado, a medio cubrir con las viejas sábanas; extendió una mano para tocar con dulzura su cabello, al hacerlo, el castaño se removió ligeramente, y abrió los ojos.
Taehyung alzó la vista y esbozó una pequeña sonrisa acompañada de una somnolienta y ronca voz.
—Buenos días...
—Buenos días —le respondió con suavidad sin dejar de verle, acariciando su mejilla—. ¿Cómo te sientes?
—Adolorido —confesó—. Siento que me pasó un tráiler encima.
—Espera a que intentes caminar —dijo con gracia, ganándose un ceño fruncido y un puchero de inconformidad. Pero no podía molestarse, estaba demasiado hipnotizado por él.
—¿Podrías dejar de verme tanto?
—Lo siento —se burló—, no puedo dejar de apreciar lo bonito que te ves así de despeinado.
El castaño se avergonzó, e intentó cubrirse con la sábana.
—Oh, cállate. Jungkook.
—¿¡Qué tiene de malo!? Solo digo la verdad. Además, parece que tú mismo eres la única persona que tiene problemas para aceptar tu belleza.
—¿Ah sí? ¿Y qué teorías respaldan esa brillante conclusión?
Jungkook negó con la cabeza, viéndole mantenerse oculto entre la sábana.
—Pienso que... las personas han pasado tanto tiempo hablando de tu cerebro, que a veces olvidas ver lo hermoso que en realidad eres.
El castaño bajó un poco la sábana para verle, al hacerlo, se encontró con la más genuina de sus sonrisas. Esa que Jungkook había confesado que no le gustaba de sí mismo y de la que inconscientemente, se había declarado dueño.
—Supongo que... tengo que recordarlo más seguido entonces.
—No —dijo Jungkook, y Kim ladeó la cabeza—, para eso me tienes a mí.
Taehyung no pudo evitar reír dándole un pequeño empujón. Luego carraspeó con la garganta.
—Deberíamos levantarnos antes de que alguien suba —sugirió al pelinegro.
—No quiero... —lloriqueó. Jungkook se acomodó completamente a su lado, pasando un brazo por debajo de su cuello para atraerlo hacia él, abrazándole— quiero quedarme aquí.
—Te convertiste en un gran bebé.
—No es cierto, esta es mi verdadera forma de ser —dudó frunciendo el ceño—, bueno, eso creo.
—Está bien, está bien. ¿Qué hora crees que sea? —cuestionó acurrucándose contra su pecho.
—¿Las siete? No lo sé, lo único de lo que estoy seguro es que fue él Hallowen más épico de mi vida.
—El tiempo pasa muy rápido.
—Ya lo creo; juraría que ayer era agosto y estaba desempacando mis cosas en mi habitación.
—Es curioso, ¿Sabes? —dijo suspirando —eso de tu pasado y el ayer.
—¿Por qué lo dices?
—Tu ayer es mi futuro, Jungkook. Y en realidad... no sé qué esperar de él.
—De eso se trata.
—Aun así... duele —confesó. Había llorado demasiado, tanto que sentía que no podía derramar una lágrima más; para su mala suerte, el dolor en su pecho se mantenía ahí, donde había encontrado una nueva estancia.
Jungkook suspiró y estrechó aún más sus brazos, sintiendo su respiración en su cuello. Cerró los ojos, hundiendo su nariz entre el cabello de Taehyung, para luego dejarle un pequeño beso sobre la cabeza.
—Lo único que quiero hacer es abrazarte hasta que el futuro no duela.
—No creo que alguna vez deje de doler.
—Entonces no voy a soltarte.
Taehyung cerró los ojos; y se aferró con tantas fuerzas, con tanto deseo a la esperanza de encontrar un camino diferente.
Un escéptico, que nunca creyó en nada más allá de su entendimiento, le rogó a aquello a lo que llamamos destino, universo, o quizá Dios, dejarle quedarse en ese momento para siempre.
Y es que, incluso si no estaba escrito en su historia, él agradecía haber caído en ese abismo.
Ahora esperaba con temor el día de su cumpleaños; a sabiendas de que lo sabía todo y a la vez nada, un crudo bucle de impotencia en el que quedó atrapado.
—Supongo que solo me queda esperar —dijo en voz baja.
—Es una pérdida de tiempo pensar eso. Todo avanza muy rápido.
—¿Eso crees? —preguntó con miedo.
—Amaneció mientras hablábamos; no sólo lo creo, lo sé.
—¿Eso significa que perderemos este día también, cierto?
Jungkook sonrió; había miles de razones, pero él necesitaba solo una para sentirse afortunado.
—Sí. Así que bendito sea noviembre, Kim.
Taehyung apretó los ojos con fuerza. No sabía cómo terminaba, pero mientras tanto, solo le restaba disfrutar el viaje.
1 de noviembre de 1986.
59 días antes de.
Kim Taehyung y su latente homosexualidad:
Estoy enamorado de un "él."
Canción mencionada:
"The Scientist" - Coldplay.
Sé que querían algo más picante. Pero me puse romántico, ¿me perdonan?
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Manténgase con vida. J.S.
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