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Capítulo Diecinueve


  19.


En la vida, a veces hay cosas que simplemente no necesitan ser explicadas.  Y otras, que el tiempo prefiere dejar sin explicación.

Quizás no estaba lo suficientemente perturbado ya, o no quería sentirse más culpable pero... sentía que colapsaría en cualquier momento. Seokjin caminaba molesto por los pasillos de la escuela después de terminar el entrenamiento. Estaba frustrado y adolorido; sabía que no debía ser egoísta pero no podía evitar sentir envidia de su hermano.

El chico se había marchado solo de la ciudad hacía un par de días para conocer su nueva universidad. Y Seokjin realmente quería estar feliz por él pero le quemaba demasiado saber que él nunca sería suficiente como Taehyung.

Regresaría a casa por la tarde; últimamente, parecía que peleaba con su hermano todo el tiempo, Taehyung incluso le había gritado que se jodiera antes de salir hacia el aeropuerto. Y sabía que quizá debería disculparse con él, decirle lo que sabía todo pero no estaba mentalmente preparado para eso.  

La madrugada del primero de agosto de 1986, después de que la lluvia cesara, Kim Seokjin se había sentado en su balcón para fumar porque de todas formas no podía dormir bien; pero no esperaba ver a Agustus Min salir de la ventana de la habitación de su hermano, y colgarse de la rama del árbol frente a esta para luego salir de la casa, usando la ropa de Taehyung y con las manos vendadas.

El pelinegro volteó a verlo cuando le notó afuera y simplemente lo vio con desdén. Seokjin hubiese querido correr hacia su hermano para decirle que se alejara de gente como él pero no podía hacerlo sin quedar como un imbécil.

Decirle, "Hey, si sigues por ese camino van a joderte la vida como yo se la jodí a él", definitivamente no era una opción. 

Los últimos meses había hecho cosas de las que no estaba orgulloso. Lo había amenazado un par de veces y había detonado algo muy malo en el interior de Min porque quizá la había jodido más de lo que pensaba.

Incluso le repitió hasta el cansancio que si intentaba ponerle un solo dedo encima a su hermano iba a matarlo,  lo siguió por días en el camino de regreso a casa, y lo recargó contra la pared cuando la tensión física entre ellos aumentó antes de encerrarlo en el baño de un restaurante para gritarle que estaba enfermo. 

Y es que, Seokjin siempre fue alguien intuitivo cuya corazonada le hacía sentir que algo no estaba bien.  A finales de noviembre, la desesperación y el egoísmo continuaban siendo las cruces que siempre llevaba.

Suspiró, y caminó hacia su casillero. Entonces lo abrió, al hacerlo, un sobre se cayó de él, llenándole de intriga. Ladeó la cabeza y se agachó a recogerlo. 

Se le revolvió el estómago cuando alcanzó a leer las palabras del frente; porque conocía esa letra, y aún con su defectuosa visión entendió lo que significaba.

Desesperado, abrió el sobre para sacar su contenido y cuando lo tuvo en sus manos sintió desmayarse. Ahora sí estaba seguro de que vomitaría. 

Pegó su espalda al casillero y se deslizó lentamente mientras la rabia se apoderaba de él, haciéndole llorar de la mera impotencia mientras negaba con la cabeza. Esto era su culpa.

La primera era una fotografía de Taehyung durmiendo; la segunda, una de un poco más lejos donde se podía observar del torso hacia arriba al muchacho, con el pecho desnudo y una marca roja en el cuello. 

Y la tercera... Seokjin ni siquiera tenía corazón para seguir viendo. 

Volvió su vista al sobre y leyó con asco el enunciado:

"Adivina quién se atrevió a tocar a tu hermano."

Se le subió la sangre a la cabeza cuando comenzó a respirar agitado. Aunque su hermano quisiera esconder lo que estaba sucediendo, Seokjin no era tan estúpido, y si lo había dejado vagar con el más joven de la familian Min fue porque en el fondo, Kim sabía que no había nada malo con él. O bueno, eso quiso creer.

Quizá como en los cómics de ciencia ficción, Seokjin era el origen del corazón roto del villano.

—Yo lo mato —dijo molesto poniéndose de pie y azotando la puerta de su casillero. 

Entonces, corrió hacia el estacionamiento hasta su auto. Ni siquiera dejó que el motor calentara bien, arrancó apretando sus manos en el volante tanto que sus nudillos se veían blancos.

Había comenzado a nevar, aunque los neumáticos viejos de su auto no eran muy confiables, no le interesaba. Porque él podía estar celoso del castaño, y él mismo podía ser una mierda de persona, pero Taehyung seguía siendo su hermanito. 

En medio de su miseria mental, frenó de golpe cuando un camión atravesó de forma inesperada la avenida. Respiró agitado y agradeció al señor en secreto de que los frenos defectuosos no lo hubieran traicionado esta vez como solían hacerlo.

Llegó a su calle y se estacionó frente a su casa. Tomó el sobre y su bate del asiento del copiloto para bajarse del vehículo y dirigirse a la casa de Min.

Pero no esperaba encontrarlo cómodamente sentado en el pórtico de su propia casa, y a su hermano, quien recién regresaba con sus maletas feliz de verlo.

Su sangre estaba hirviendo, así que se movió con pasos firmes hasta el pelinegro, ignorando a su propio hermano en el acto. 

—Tú —dijo y empujó a Agustus—, hijo de perra. —Pensó en usar su bate para golpearlo, pero en el fondo, quería utilizar las manos para sentir su dolor. Así que soltó las cosas en la grama al tomarlo del cuello de la camisa con la mano y golpearle  el rostro con la otra.

—¡Seokjin, no! —gritó Taehyung intentando intervenir. —¿¡Qué pasa contigo!? ¡Suéltalo!

El Kim mayor volteó a verlo. —¡Tú no te metas! —le respondió golpeando a Min de nuevo.

A Yoongi le estaba sangrando la nariz pero aún así había comenzado a reír escandalosamente, haciendo a ambos hermanos dudar. Él sabía lo que había hecho. 

Taehyung quiso acercarse pero al hacerlo, su pie aplastó el sobre que ya estaba arrugado.

Se inclinó a recogerlo y sacó su contenido dejando de ponerle atención a los otros dos cuando un escalofrío le recorrió la espalda.

—Ambos sabemos que golpearme no servirá de nada. ¿O sí? Mátame, házlo. ¿Qué ganas con eso, Jinnie?. 

—Recuperar mi estabilidad mental.

—Y la mía... ¿Cómo recupero mi estabilidad?

—Si lo que querías era verme sufrir está bien, lo lograste. Yo sé que me merezco esta mierda pero él no. 

—Qué ternura. El gran Kim Seokjin se ha puesto sentimental. 

—¡Aléjate de él!

—¡Oh, el héroe! —se burló—. ¿Por qué no le cuentas a tu hermano lo que hiciste? Dile la verdad, que es tu culpa que nadie en la escuela quiere ser su amigo, que es por ti que su madre lo trata diferente. Dile que me dejaste desangrarme en la calle, dile que nosotros...

—¡Cállate! —le gritó sujetándolo con fuerza. —Esto es entre tú y yo, ¿Como no quise saber nada de ti, elegiste tirarte a mi hermano? Estás tan enfermo que te atreviste a jugar con la única persona que me importa. ¿Es eso? ¿¡Es eso!? —lo agitó—¡Contesta! ¿¡Qué es lo quieres de mí!?

—Quiero que te quedes solo —murmuró, y le lanzó un beso que le hizo salpicar un poco de sangre de su labio. 

—Jin... —le llamó Taehyung con gélida voz—. ¿Qué... qué es esto?

—Es lo que pasa cuando te mezclas con fenómenos como él. Sabía que algo extraño pasaba con ustedes y debí detenerlo antes. 

El mayor volteó a verlo. Las manos del castaño estaban temblando, al igual que su espalda. Negó desesperado y confundido cuando vio las fotos y las notas que él mismo había escrito una por una. Ni siquiera estaba seguro de haber estado consciente en el momento de las últimas imágenes. Inhaló con fuerza y contuvo sus ganas de llorar tanto como pudo. 

—Deja que se vaya —le ordenó a su hermano—. Ya tuvo suficiente.

—¿Qué? 

—Suéltalo, no quiero verlo aquí. 

—¿Es que no lo entiendes?  Él estaba usándote para joderme la existencia a mí, y lo tiene que pagar. 

El nudo de su garganta apenas le dejó de hablar. 

—Te juro que llamaré a la policía si no lo dejas ir. Jin, estoy hablando en serio—le dijo dolido. Seokjin respiró exaltado y empujó hacia atrás al otro cuando lo soltó. —Y tú —le lanzó el sobre a Yoongi—, lárgate de aquí antes de que sea yo quien te golpeé. 

Min se levantó del pórtico, apenas tomó sus cosas viendo a Taehyung desde abajo cuando buscó alejarse de allí. Seokjin estaba destrozado pero... eso no lo había hecho sentirse mejor. Y eso solo lo confirmó cuando volteó a ver a Taehyung por un breve instante en el que la venda del odio se le cayó de los ojos. 

El correr del frío aire parecía ser más fuerte que el sonido de la respiración de los hermanos Kim. Seokjin caminó un par de pasos hasta el castaño para ponerle la mano en el hombro.

Él realmente no sabía cómo hacer esto. Y quería consolarlo, quería decirle que todo estaría bien, pero era terco, y demasiado impulsivo.

—Tae...—intentó hablar pero el chico se removió incómodo.

—Déjame solo.

—Oh, no. Me debes una explicación. ¿Qué pasa contigo? —dijo Seokjin cuando su hermanito le vio con molestia buscando alejarse de él, y caminando hacia el interior de la casa.

—¿Qué pasa conmigo? —le dijo indignado—. Acabo de descubrir que no hay ni una sola maldita persona en el mundo que me tome en serio. Ah, sí, y soy más crédulo de lo que pensé.

—Eso no es cierto. 

—¿Ah, no? ¿Entonces por qué todos piensan que pueden hacer lo que quieran conmigo como si esa mierda no me afectara? Todos, incluso tú. 

—Si me dejaras explicarte...

—¡No! ¿¡Crees que soy imbécil!? Maldición, sé que todos en la escuela piensan que soy una cosa rara por tu culpa, es por ti que yoongi tiene marcas de fracturas en el pecho, sé que algo pasó entre ustedes antes de que yo me fuera de viaje. Y sé que...—se quedó callado—yo solo le intereso porque... luzco como tú. 

—No fui yo quién te obligó a meterte con él.

—¡Es tu culpa!

—¡No es mi culpa que seas un homosexual de mierda! —le gritó sin importarle la presencia de los padres del chico en la sala. 

Se armó un gran silencio en la casa cuando la madre de ambos se puso de pie consternada.

—Taehyung —le llamó—. ¿Qué está sucediendo?

Kim Taehyung se quitó sus anteojos para poder limpiarse las lágrimas con el antebrazo. Su primera ilusión se hacía añicos a cada palabra y no podía dejar de sentir que se lo merecía por ser ingenuo. 

—Está bien —dijo apenas—. Es mi culpa. 

—Si me hubieras escuchado nada de esto habría pasado. 

—Yo... lo siento. Pensé que había algo especial.

No pudo seguir hablando, soltó sus maletas en la sala y corrió hacia las escaleras para buscar refugiarse en su habitación.

—¡Espera! No quise... —dijo Seokijn en un intento de seguirlo pero al subir al segundo piso la puerta de la habitación del chico se cerró en su cara. 

Taehyung se dejó caer en su cama mientras aún temblaba. Ir a Boston fue increíble, el lugar era hermoso  pero pensó  que a lo mejor le hacía falta algo, y él ya no quería estar solo. Pensó que comenzar de nuevo allí no sería tan malo.

Había una pequeña casa cerca de la universidad que podía comprar usando el fondo que ya no necesitaba ahorrar. Tenía el número del dueño guardado dentro de su billetera y la certeza de que si Seokjin quería alejarse de ese pueblo con él podría hacerlo. Pensó que su hermano merecía conocer la gran ciudad. 

Afuera de su habitación se escuchaban los gritos de Seokjin y su madre tocando la puerta para que saliera. Pero no valía la pena hacerlo.

En su lugar, se abrazó a sí mismo. Quizá fue su corazón roto o su ego lastimado, jamás estuvo tan seguro de algo hasta que conoció el sentimiento de que nunca debió haber regresado. Y que al final, estaba tan solo como siempre lo había estado.

Pero tal vez, esto no tenía que suceder. 


...




38 días antes de. 





La madrugada era fría, pero no tanto como la nota de despedida que Jungkook y Taehyung habían dejado en la mesa del comedor antes de irse. 

Apenas comenzaba a amanecer, se encontraban en el aeropuerto, su equipaje ya había sido revisado y esperaban para abordar el avión. 

Les había costado trabajo llegar al aeropuerto pues este estaba muy lejos de su pequeño pueblo, y tuvieron que salir muy temprano de casa para salir de la ciudad.

Pero allí estaban, mientras intentaban parecer lo más normales posible, como quiénes no intentaban pasar un indocumentado con pasaporte falso por la barrera de seguridad. 

—¿Desde cuándo me llamo Jacob Kim? —le reprochó viendo su pasaporte falso cuando se acercaron a la fila. 

Era terrorífico de lo real que se veía. Además, le había colocado un sello de inmigración, y le asustaba preguntar de dónde lo había sacado. 

—También tienes veintidós, no olvides eso.

—Me hiciste más viejo, no es justo. 

—No te hice viejo, te hice mi acompañante designado. Tenía que tener un familiar a cargo, así que ahora eres parte de mi familia. 

—Oh, vamos. Ahora además de ser tu sobrino, tu mascota y tu novio, ¿Soy tu primo también?

Taehyung se pegó la mano a la frente.

—Por dios, Jungkook. Deja de pensar tonterías que me dejen en mal—dijo inquieto.

—¡Perdón! Es que estoy nervioso. 

—Ya lo sé, hablas demasiado cuando eso pasa así que cierra el pico.

—Uy...

—¿Uy qué, animal?

—Tú también estás nervioso.

Taehyung negó con la cabeza. 

—Claro que no.

—¡Estás asustado! —dijo acusador—. Siempre te pones a la defensiva y me tratas feo cuando tienes miedo.

—Eso no es cierto... Me duelen tus acusaciones.

El castaño se ofendió mientras avanzaba en la fila. Es decir, ellos habían llegado a Estados Unidos en barco y él era tan pequeño que ni siquiera lo recordaba. Ahora, la idea de subirse en un pájaro gigante metálico y estar encerrado respirando el mismo aire que los demás por horas no lo asustaba ni un poco. Por supuesto que no.

—¡Siguiente! —gritó el guardia mientras le indicaba a Taehyung que debía avanzar.

El castaño caminó hacia él jalando el tirante de su equipaje de mano, al acercarse, colocó esta en la banda de rayos antes de entregar su pasaporte, licencia de conducir y boleto. 

El oficial corroboró sus datos, y le observó por tan solo unos segundos antes de devolverle sus identificaciones dándole vía libre para seguir. 

Taehyung se adelantó y tomó su mochila que había salido ya del otro lado de la banda. Y volteó a ver con nerviosismo el momento en que el oficial hizo señas a Jungkook para que se acercara.

Jeon tragó saliva pesadamente. 

Entregó su boleto y su pasaporte, sus manos temblaban un poco y no pudo evitar sonreírle enormemente al oficial quién se sintió extraño por su quieta expresión. 

—¿Qué clase de permiso tienes, muchacho?

—Estudiantil —dijo un poco nervioso.

El otro lo vio con curiosidad.

—¿Tienes otra identificación?

«Sí, señor. Déjeme volver a 2019 para traer la tarjeta verde de residente que me dieron por mi padrastro cuando me mudé aquí, ya vuelvo. »

—No creo que sea necesario.

—Si no tiene una, tendré que llamar a migración. 

Taehyung abrió los ojos con pánico deteniéndose y volteando a ver al pelinegro.

—¿Qué? Pero mis papeles están en orden. —«Obvio no los hicimos anoche.»

—Los controles con las personas de fuera del continente son más estrictas. 

—Eso es muy racista. ¿¡Me estás llamando ilegal!? Quiero hablar con tu superior —dijo llamando la atención de los demás. 

—Viniendo de su país...

Jungkook rodó los ojos en su mente. E hizo uso de uno de los trucos que mejor funcionaba en ese país de mierda cuando quería evadir algo.

Así que comenzó a hablar en su idioma natal.

—Estúpido, ¿Quién te crees que eres?  —dijo alzando la voz sabiendo que nadie le entendería.

—Joven, no comprendo.

 —Arroz, cerdo, pantufla, tres tristes tigres tragan trigo en un trigal —dijo en coreano—. Las ruedas del camión girando van, girando van.  

—Esto es solo una formalidad —le respondió confundido.

Taehyung un metro más lejos se mordió la lengua cuando entendió a medias lo que decía. 

Jungkook hablaba demasiado rápido sin tomar aire y alzando las manos, al oficial parecían salirle signos de interrogación a su alrededor.

—¡El señor es mi pastor y nada me faltará, en pastos delicados me hará descansar. Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma y me llevará por sendas de justicia! —dijo completamente ofuscado y ofendido. 

El hombre se dio por vencido, no le pagaban lo suficiente para esto. Cerró el pasaporte de Jungkook y se lo devolvió. 

—Que tenga buen viaje —le dijo rindiéndose y dándole vía libre a pasar.

—Thank you —le respondió con una gran sonrisa antes de seguir caminando. 

Victorioso, con gran disimulo de sus piernas temblantes ante la posibilidad de que aparecieran diez guardias para llevarlo a la oficina y salir en "Alerta Aeropuerto" como la vez que casi lo encarcelan por un vape y dos chicles. 

Una vez al lado de Taehyung de camino a la pista, ambos comenzaron a reír escandalosamente cuando estuvieron lejos. 

No había muchas personas en su vuelo. 

Así que no les tomó mucho tiempo en la fila para subir al avión cuando llegaron a este. 

Taehyung suspiró pensando que todo esto era nuevo para él, y Jungkook pensó que la última vez que había estado en uno había sido para dejar el país y mudarse a su nueva vida.

Guardaron el equipaje de mano en los compartimientos de arriba de sus asientos y se acomodaron en estos cuando las azafatas se los pidieron. 

Pasó algún tiempo cuando las puertas se cerraron.

"Estimados pasajeros, les habla su capitán, estaremos despegando en breve. "

Taehyung comenzó a respirar agitado y a inquietarse, aún había chance de arrepentirse pensaba, el otro lo notó y le colocó la mano en el muslo ya que nadie los veía. 

—Oye —le dijo con voz suave—, respira conmigo. Uno... —inhaló profundamente para después soltarlo—. Dos... —exhaló.

—Jungkook, no.

—Uno... —dijo al inhalar de nuevo sin dejar de verlo haciendo que se rindiera. Taehyung lo imitó con los ojos cerrados—. Dos...

Cuando el avión comenzó a elevarse, y estuvieron así de cerca de las nubes, Taehyung supo que todo estaría bien. 





...




Había malas ideas, pero esta sin duda era la peor de todas. 

Seokjin y Yoongi se encontraban en las afueras del bosque dentro de la bodega del aserradero de la familia de los Min mientras nerviosos pensaban qué hacer. 

Es decir, eran más de las doce del mediodía, técnicamente habían tenido secuestrado a un hombre todo un día. Justo ahora lo tenían atado a una silla en el centro de la bodega. 

—Deberíamos cortarle un dedo o algo —dijo Yoongi.

El otro volteó a verlo perturbado. 

—¿Qué pasa contigo? No vamos a hacer eso. 

—¿Entonces para qué lo secuestramos? 

—¡Para sacarle información! —le dijo. Min asintió con la cabeza y le soltó un golpe en la cara al rubio que le hizo gemir de dolor—. ¿¡Por qué hiciste eso!? —le reprochó Seokjin.

—¡Dijiste que querías información!

—¡Pero no así!

—¡Entonces cómo!

—¡No me presiones es mi primer secuestro! 

Jimin negó con la cabeza mientras les veía discutir.

—Mocosos, puedo escucharlos. 

—Tú te callas —dijo Seokjin dándole otro golpe haciéndole sangrar la nariz al rubio. 

—¡No sé vale! ¿Por qué tú puedes golpearlo y yo no? 

—¡Porque a mí sí me secuestró!

—Buen punto. 

Ambos se quedaron pensando. Yoongi se removió inquieto, sabía que en su casa se preocuparían mucho si no aparecía. Porque siempre que eso pasaba, terminaba colgado de un árbol o en la carceleta de la comisaría. 

Tomó a Seokjin del brazo para alejarse del rehén.

—Oye, ¿Qué haces? —le dijo. 

—Tengo que ir a casa o será sospechoso. 

—¿Qué? 

—Sí, escucha. Esto es lo que haremos, te dejaré encerrado aquí con él mientras yo voy a casa, le diré a mi abuela que estaré con tu hermano para que no se preocupe, devolveré la camioneta, y traeré comida. 

—¿Tu padre regresa hoy, cierto? —Uh, había dado justo en el clavo. El padre del chico nunca estaba en casa  pero cuando lo hacía Min prefería evitar problemas.

—Sí, por eso debo estar allí cuando regrese. 

Seokjin suspiró. —Está bien, apresúrate. Ve por mi auto, las llaves están puestas, ya sabes que la puerta del garaje no funciona —le dijo. —Y si te cruzas a mamá dile que estoy en tu casa y que saldremos por allí, no sé, inventa algo. 

—¿Tu madre no sospechará?

—No de mí —le dijo con total honestidad. 

—Alto, ¿No se supone que tu auto no funciona? 

—Logré repararlo hace unos días Pero ten cuidado, los frenos son algo sensibles. 

—Está bien, no me tardo.

Así como le había dicho, April Min, le dejó solo el rehén. 

—Oye, ahora que ya se fue —escuchó decir al rubio a sus espaldas—. ¿Podemos hablar?

—¿Qué? 

—Los he estado siguiendo, y él... digo los otros dos, no pareces uno de ellos.

Seokjin alzó una ceja mientras volvía a acercarse.

—¿Qué sabes tú de eso?

—Solo lo justo, como el hecho de que estás cometiendo un delito federal justo ahora, además de lo obvio.

—¿Delito? —No le respondió. No tenía tiempo para sus juegos, así que Kim le dio un golpe en el estómago. —¿Por qué te interesamos tanto?

Maldijo mentalmente, compungido. —No nos interesan ustedes. Solo el chico que se la pasa pegado a tu hermano. 

La forma en la que habló en plural hizo que se le revolviera el estómago.

—¿Por qué están aquí?

—Operación K.S.T. 100, bajo el seudónimo de mariposa, estamos estudiando el flujo del tiempo para el gobierno. Pero el resto es información clasificada.

—Estás mintiendo —dijo serio. 

—Todo lo que digo podría tener sentido para ti si me dejas ir, podrías salir ileso de esto. 

Jin se burló.—¿Qué te hace pensar que te dejaré salir?

—Yo te dejé salir la otra noche.

—Fue real... —murmuró para sí mismo.

—Claro que fue real, así que, me debes una.

Seokjin bajó la cabeza, él quería saber la verdad pero tal vez estaba cansado de ser un traidor.  Así que tomó la mordaza y se la colocó de nuevo para evitar que le siguiera hablando. 

—Lo que tú digas, lunático —le dijo antes de sentarse unos cuantos metros lejos de él y recargar su espalda contra la pared. 

Suspiró. Ya no sabía ni qué mierda pensar. 

Al igual que Min, quien conducía paranoico por las afueras de la bodega. 

Ya no era secreto para nadie que estaba mareado, al igual que Seokjin, y él sabía que las cosas cambiaban constantemente y no podía hacer nada para evitarlo. 

Mientras se dirigía a casa, pasó frente al supermercado y no pudo evitar detenerse a comprar cosas. Quizá otra soga y algo para que el idiota de Seokjin no se muriera del hambre. 

Entró rápidamente, comenzó a moverse ansioso por los pasillos tomando cosas como pan, jamón y agua embotellada. Esto de la paranoia y el pánico no eran para él. 

Estaba tan alterado que no notó la presencia de otra persona y chocó con ella. 

—¡Lo siento! —dijo apenado hasta que la reconoció—. Oye... —le habló saludandola.

Sunhee le sonrió en respuesta. 

—¿Estás siguiéndome? —preguntó con gracia. 

—No... hoy no. —Estaba usando la ropa del día anterior, y lucía desaliñado, pero debía actuar natural—. ¿De compras? —dijo curioso cuando vio su canasta llena de dulces.

—Sí... algo así. —Ella se abrazó a sí misma por el frío

—Es demasiado azúcar para una sola persona. 

—El doctor dijo que no debería pero no puedo evitarlo, lo necesito. 

—¿Los dulces?

—El chocolate. 

Min bajó la cabeza para verle el abdomen. 

No quería ser indiscreto pero ya no lo soportaba. Él necesitaba desesperadamente saber si sus conjeturas eran ciertas y no desmayarse en el intento si resultaba que Seokjin tendría un hijo. 

—¿Desde hace cuánto lo sabes? —dijo esperando que ella lo entendiera. 

—Dos meses, creo. Debí darme cuenta mucho antes pero... —negó con la cabeza— no sé qué pasó. 

Sintió el rostro caliente y su pecho pesado. 

Es decir, él no era malo, solamente le dolió un poco saberlo. En su alma no existía tal malicia, él era incapaz de decir algo cruel, porque la maldad en su interior jamás se había detonado. Aún con todos sus traumas, quizá la aparición de Jungkook sí tenía un buen efecto colateral.

Le sonrió.

 —Debes estar terminando el primer trimestre, entonces —entrecerró los ojos.

—¿Por qué lo dices? 

—Los antojos son normales —le dijo animado. 

—Es mi quinta barra de chocolate en todo el día. Y lo curioso es que no solía gustarme, ahora no puedo dejar de comerlo, tengo que parar. 

—Creo que debes satisfacer tus antojos o tu hijo sufrirá las consecuencias. 

—No creo que eso sea algo real. 

—Ni yo, pero mi abuela dice que una vez evitó que mi madre comiera un dumpling hervido, y por eso yo parezco uno ahora. 

Ella no pudo evitar reírse. 

—No puede ser así de cruel contigo. 

—Ohh, mi abuela es un caso serio. El otro día me castigó por quitar su foto de Kennedy del refrigerador. Mamá nunca me habría hecho eso, pero en fin, es lo que pasa cuando vives solo con ancianos.

—¿Extrañas a tu madre? 

Se quedó callado. —No —dijo sincero—, pienso que no puedes extrañar a alguien a quien apenas recuerdas. Es decir, he pasado catorce años de mi vida sin ella.

—Eso es un poco frío hasta para ti. 

Yoongi sonrió por lo bajo. —Yo la quiero, pero no anhelo que regrese.

—Se nota que fue una gran madre... —dijo algo desanimada.

—Oye... sé que quizás yo no sea la mejor persona para preguntarlo. Pero, ¿Estás bien con esto? Tengo muchos problemas justo ahora pero si quieres hablar con alguien o ayuda para buscar otra solución, yo estoy aquí.

—Eso es muy tierno de tu parte, gracias...

—Lo digo en serio.

—Tengo miedo —confesó ella apretando sus manos—. No sé qué pasará cuándo vuelva a casa. 

—¿Tus padres ya lo saben?

—Sí —respondió a secas—. Voy a casarme antes de lo esperado.

—¿A qué te refieres con eso?

—Mis padres arreglaron mi compromiso para dentro de cinco años. Pero... van a "salvar"—alzó las cejas— su honor adelantando la fecha a este diciembre. 

—¿Cuándo se lo dirás a Seokjin?

—No lo haré. 

Yoongi suspiró, tenía razón. Y no solo porque no sabía cómo reaccionaría el castaño, sino porque así estaba escrita la historia ya. 

—Solo haz lo que creas correcto, ¿Está bien? 

Ella asintió. —Y tú... —dijo temerosa— ¿Se lo dirás?

Él negó. —No es mi problema. ¿Por qué debería?

—Por él... Él es tu amigo. 

—Sí, pero yo nunca me meto a joderle la vida a los demás. No es a mí a quién le corresponde decirle.

—Eso significa que...

—Guardaré tu secreto —le dijo—, solo intenta mantenerte lejos si lo que quieres es no levantar más sospechas. ¿Está bien? Ahora, tengo que irme, te veré después.

Pasó a su lado para alejarse pero ella le llamó. 

—Sé que estás enamorado de él. 

Se detuvo en medio del corredor y su mandíbula se tensó.

—Deberías tener cuidado con lo que dices. 

—Él dijo que solían ser buenos amigos, y tú... Él es el Romeo de tu libreto, ¿Cierto? Cuando lo leí creí que lo estaba imaginando pero...

La interrumpió. —Quiero que entiendas algo, yo no me meto con nadie—volteó a verla serio—pero tampoco dejo que se metan conmigo.

—Lo sé, y está bien —dijo sin llegar a ser maliciosa—. En realidad me tranquiliza.

—¿Por qué lo haría? 

—Porque sé que vas a cuidarlo por mí, al menos como su amigo si es lo que quieres. 

Yoongi negó con la cabeza.

—Las cosas no son tan fáciles como piensas. Además... ¿Qué pasa contigo, no deberías estar molesta o algo? 

—¿Por qué lo estaría? 

—¡Porque es tu novio!

Ella volvió a reír. —¿Y qué esperas que haga? ¿Una escena de celos o que cantemos una canción sobre ser rivales? 

Yoongi no entendía porqué no se inmutaba. Él no estaba confirmando nada pero si lo hiciera, ella debería repudiarlo y gritarle que se iría al infierno, decirle que estaba enfermo. Pero no, y eso le llenó de asombro. Tal vez cuando Jungkook decía parecerse a su padre estaba equivocado, y se parecía a ella más de lo que pensaba. 

—Si íbamos a hacer lo segundo debiste avisarme, porque así podríamos haber combinado nuestro vestuario. 

—Puedes elegir la canción. Pero yo no voy a usar tacones —le dijo tranquila devolviendo la broma.

—¿Cómo puedes estar tan bien con esto?

—Estoy intentando hacerme a la idea de que tendrá una vida lejos de nosotros, así que... 

Yoongi se removió triste. Él hubiera querido decirle que no se preocupara por eso, que al final de la historia ella terminaría con una gran casa, y el amor de su vida en la sala de esta. 

Pero no podía fracturar la línea intencionalmente, no debía, no quería dañar a Jungkook. Aunque ahora quería saber sobre su hermano, porque si sus cálculos eran correctos, no se trataba de su amigo y nunca se le había ocurrido preguntar eso.

—¿Podré visitarte? —le dijo con sinceridad.

—¡Claro! Me alegra saber que hice un buen amigo aquí. 

Quizá de todos los habitantes de la ciudad, la única amistad desinteresada y completamente aleatoria que había resultado de la ruptura de la historia había sido la suya. Al parecer, la señorita perfección y el fenómeno desastre resultaban encajar muy bien juntos. 

Se despidió de ella, y se apresuró a llegar a casa. Justo a tiempo para dejar la camioneta en su lugar antes de que su padre regresara del viaje.  

Tomó un par de minutos para ducharse y cambiarse de ropa, porque aún tenía puesto su uniforme de gimnasia. Cuando su padre entró él le recibió con total naturalidad. Después, llenó su mochila con comida, y tomó su bolsa de dormir para poder ir a la casa de los Kim por el auto de Seokjin. 

Pero en tanto se acercó a la puerta su padre le llamó molesto.

—April —le dijo con dura voz—, ¿A dónde vas? 

Apretó los ojos deteniéndose frente a la puerta. —Yo... —se dio la vuelta—  olvidé decírtelo, tengo un compromiso, saldré de excursión con unos amigos. 

—¿No pueden juntarse por la mañana? 

—No.

—Es hora de comer, así que verás a tus amigos mañana. Ahora siéntate. 

—No tengo ham...

—No me importa —no fue un grito, era su voz llena de superioridad que le hizo temer—. No comiences con tus tonterías de no comer, la cena está servida.  

—Pero...

—¡Te he dicho que te sientes! —le vociferó golpeando la mesa. Su abuela no dijo nada, se quedó tan ajena como siempre lo había sido.

—Sí, padre —dijo el muchacho acercándose a la mesa. 

En pocos minutos le extendieron un plato completamente lleno de comida, que tuvo que comerse sin chistar para no reñir con el mayor. 

Se sintió terrible por dejar solo a Seokjin pero... tenía miedo de salir de su casa cuando estaba él. Por eso no aceptaba salir con los muchachos, pero sus detalles nunca eran importantes. 

Antes de subir a su habitación no pudo evitar vomitar y luego, cuando llegó a la cama no pudo cerrar los ojos. A la espera de que el sol saliera para todos otra vez. 

...

Jungkook avanzó contemplando su alrededor, habían llegado por la tarde a su destino. 

Las luces de los edificios lucían magníficas en contraste con los árboles de ramas oscuras y congeladas. 

Las aceras tenían nieve por doquier y la leve escarcha blanca caía por sobre todos aquellos que caminaban presurosos por las calles de Boston. 

En una de las últimas tarde atareadas de noviembre, y en donde la blancura pulcra se mezclaba con lo reluciente de la ciudad. Y es que hacía frío pero... la calidez que le envolvía venía de su interior.

—¡Está nevando! —le dijo feliz a Taehyung sin poder contener su felicidad. 

—Estamos oficialmente en invierno —le contestó jalando de su brazo para hacerlo avanzar. 

Taehyung suspiró un poco abrumado, había muchos edificios. Sí, definitivamente ya no estaban en el condado. 

Se movieron entre las personas hasta la orilla de la calle. Taehyung alzó la mano para detener un taxi, Jungkook nunca creyó ver uno tan viejo, bueno, al menos para él, y en su cabeza, parecía la escena de una película antigua. 

El castaño le abrió la puerta, dejándole subir primero mientras él acomodaba las maletas en el portaequipaje del auto. Para luego sentarse en la parte de atrás con él. 

Cuando Taehyung cerró la puerta y el motor volvió a encenderse, ambos se removieron ansiosos. Kim le dio un par de indicaciones al taxista mientras avanzaban y Jungkook ni siquiera les prestó atención al hablar mientras veía por la ventana.

De alguna forma, se sentía demasiado ligero. Y no entendía la razón, pero los pequeños copos que golpeaban el vidrio le causaban gracia. Como si tuviera en él... una plenitud que no había conocido antes. 

Es decir, siempre había sido fanático de la playa pero esto también tenía su encanto. Negó con la cabeza. Quizá, si Seokjin lo hubiese dejado ir a la playa con Dominic Heart nada de esto hubiera sucedido.

Cuando llegaron al hotel que les habían designado, entraron animados. Pero Jungkook no quería quedarse ni por un minuto dentro de la habitación.

El itinerario era el siguiente: Hoy tendrían tiempo de descansar, mañana Taehyung tenía una reunión con las personas de la universidad y el día al que sigue de ese, debían alistar sus cosas para regresar. 

Era sencillo, y de no ser porque literalmente estaban a más de ocho horas de distancia, les habría gustado quedarse más días. Por esto, Jungkook sabía que no había tiempo que perder. 

—¡Vamos a caminar por la ciudad! —dijo en cuanto Taehyung se dispuso a querer dormirse en la cómoda cama.

—Jungkook acabamos de llegar.

—¡Lo sé! ¡Ya desperdiciamos mucho tiempo!

—Estás demasiado eufórico, déjame dormir un poco.

—¡Tenemos que ver la ciudad! Taehyung, ¡Está nevando!

El castaño ladeó la cabeza confundido. La última vez que Jungkook mencionó la nieve no había sido un recuerdo muy amable.  

—¿Desde cuándo tanto entusiasmo por la nieve?

—Mamá nunca me dejó salir cuando nevaba así que me daré  el lujo de desobedecer —le dijo. 

Kim se levantó de la cama de un salto. El recuerdo, ese mal sueño ya no estaba. 

—Está bien, saldremos —le confirmó tomando su abrigo y su paraguas veloz, maldición que él tenía que comprobarlo.

—¡Sí, vamos de compras! 

Atravesaron el vestíbulo antes de salir del hotel antes de incorporarse en las calles abarrotadas. El castaño salió extendiendo ante ambos un paraguas para evitar que la nevisca cayera sobre ellos. 

Era difícil intentar encontrar una solución pero a Taehyung le pareció increíble la forma en la que los ojos de Jungkook brillaron cuando los copos de nieve le tocaron la nariz. 

Jeon tenía razón, la petición a su madre había hecho que algo cambiara. 

Después de entrar a todas las tiendas que pudieron y de no comprar nada más allá de unas cortinas nuevas que le gustaron a Taehyung y algo para cenar, ambos creyeron que esta no era una mala vida. 

Había anochecido completamente y ambos continuaban vagando por las calles de Boston con total libertad. 

A Jungkook le parecía encantadora la forma en la que Taehyung dominaba la calle con su gran abrigo y su mirada seria. Demasiado encantador, de hecho. 

Habían cenando en un pequeño restaurante del sector. Y aunque su ensalada había sido muy buena, una parte del cuerpo de Jungkook había temblando por el filete de carne que comió el otro. 

Sus recuerdos eran menos densos, pero aún así no podía evitar recordarse comiendo pavo en acción de gracias y... almorzando atún en la secundaria por alguna razón.

En fin, sus memorias se estaban mezclando de tal forma que aunque le dejaban un vacío ese mismo le hacía sentir más ligero. 

—¿No crees que deberíamos regresar al hotel? 

—No, ya fuimos a cenar y de compras, ahora iremos a divertirnos. 

—Wow, wow, wow. Detente justo allí. ¿Qué clase de viaje crees que es este?

—Uno sin supervisión de cualquier tipo. 

—Jungkook, son casi las nueve. 

—Lo sé, por eso es hora de buscar algo más fuerte. 

Taehyung negó, y quiso retroceder pero al hacerlo, chocó con dos personas que iban pasando por la calle.

—Lo siento, señoritas —dijo, pero parpadeó confundido cuando la ropa que usaban parecía lucir diferente a su rostro y complexión física. 

No le contestaron, y pasaron de largo como ignorándolo.

Jungkook se rió un poco de su expresión. Es decir, Taehyung era conservador en su interior, y nunca había visto un tipo de metro setenta en vestido.

—¿Por qué pones esa cara? —le dijo con gracia.

—¿Ellas son... prostitutas? —murmuró.

Jungkook no pudo evitar reírse más fuerte ante su desconcierto.

—No —le dijo con gracia—, son drags, creo. Y con un gran estilo, de hecho —dijo viéndoles los zapatos.

—¿Eso es normal para ti?

—Escucha, Kim. Es un personaje para ellos, además es sólo ropa, y toda la ropa es "unisex" cuando te importa una mierda. 

Jungkook les vio llegar a la otra esquina y el momento exacto en el que les sellaron la mano antes de entrar. Era un club. 

—¿No te parece algo extraño?

—Por favor, si algo logra perturbar suficiente la moral convencional, significa que va por buen camino.

—Lo siento, es un poco nuevo para mí —confesó y Jungkook tuvo una idea. 

—Venga, hay que seguirlos. 

—¿Qué? 

—Ven —le dijo tomándole del brazo—, acerquémonos.

Taehyung no entendía porqué seguía cediendo, pero de todas formas terminaron de pie frente al lugar. De hecho, era una tienda de ropa que parecía tener una fiesta dentro.    

El hombre de la puerta no les impidió la entrada, simplemente, les vio con curiosidad por lo jóvenes que se veían. 

Confundido— ¿Qué clase de lugar es este? ¿Una discoteca clandestina o algo así?

El pelinegro sonrió feliz de haber acertado en sus suposiciones. 

—Oh, no, mi querido Kim intelectual. No es una discoteca cualquiera, esta es una "maricoteca". 

—¿Qué?

—Lo que oíste, así que ahora puedes conocer un poco de tu cultura —le dijo burlándose de él. 

—Pero...

—Taehyung, no soy quién para decirlo pero tu clóset de vidrio se quebró hace mucho. 

—¿Clóset de vidrio?

—Todos ven que estás dentro de él, pero nadie dice nada. Así que si lo que quieres es alejarte de los pedazos, este es un buen lugar.

El castaño tragó saliva con fuerza; ¿Era peligroso estar en un lugar así en una ciudad desconocida? Sí. ¿Habían hecho suficientes cosas estúpidas ya? No. 

Taehyung no quería preguntarse más a sí mismo sobre las cosas que sentía. Estaba cansado de buscar una identidad, y de negar lo que era. 

Él ya sabía cuál era la respuesta. 

Así que cuando Jungkook le tomó la mano para atravesar la segunda entrada, la sujetó con fuerza. Había comenzado a entender que el mundo, y la vida, iban más allá de los prejuicios, y mucho más allá de los papeles que a cada uno se le asignan al nacer. 

Había telas de colores que tapaban las ventanas, y confeti por todos lados. También muchas personas, hombres adultos a los que no les importaba lo que opinaran de ellos. Nadie les veía, y sus manos entrelazadas ni siquiera levantaron mirada alguna. 

La música era fuerte, al igual que las luces. Jungkook no quería entrar en el estereotipo, pero conocía la canción que estaba sonando. Una canción conocida del grupo ABBA y no pudo evitar reírse por ver a Taehyung tararear. 

Kim abrió los ojos sorprendido. Realmente no sabía cómo reaccionar todos estaban bebiendo, en realidad, nadie parecía tener intención de golpearlo por haberse colado a su fiesta, y eso era nuevo para él.  Además, de que el sujeto al lado de él estaba bailando muy bien a pesar de sus tacones de diez centímetros y eso le intimidaba un poco.

El pelinegro le soltó para ponerle ambos brazos sobre los hombros, y abrazarlo por detrás mientras le hacía caminar hacia la barra. 

Jungkook había leído un poco sobre historia. Al conocer la época, y lo que pasaría después, él estaba convencido de que las personas en ese almacén eran muy valientes.  

—¿Algo para beber, chicos? —les dijo la persona llena de pintura neón.

—Algo ligero —pidió Jungkook. 

—Okey, salen dos tequilas —le respondió este. 

Taehyung frunció el ceño cuando Jungkook se separó para tomar su bebida. Arrugó un poco la nariz, cuando le dio un sorbo al licor. Bueno, debía ambientarse un poco, ¿O no?

—¡Vaya! ¡Alguien tiene sed! —dijo quién estaba a cargo de la bebida ofreciéndole más.

—No, no. Así estoy... —ni siquiera pudo terminar, su vaso estaba lleno de nuevo. 

El ambiente era animado y cálido, cuando por un momento, un reflector se encendió hacia el pseudo escenario.

Y ellos esperaban a cualquier persona, pero no al taxista que les había llevado con un gran vestido. Aunque bueno, sin duda se veía mejor con su peluca roja que con la gorra sucia que tenía en la mañana. 

—¡Atención, atención! —dijo tomando la palabra con el micrófono cuando todos le vieron—. Debido a los recientes acontecimientos, hace unos días, la novia de Sally murió a manos de la policía en una protesta, y mis amigos Rick y Dan... fueron atacados, al igual que muchos de los nuestros en las calles de esta ciudad, no pudieron lograrlo. Así que, tengamos un minuto de silencio para honrar a los compañeros que perdimos.

La música se detuvo por un momento.

Taehyung volteó a ver a su alrededor, la forma en la que todos bajaron la cabeza en señal de respeto le llenó de miedo, aún más cuando Jungkook a su lado hizo lo mismo. 

Su madre contaba historias; durante los últimos años personas como ellos habían estado saliendo a manifestar a la calles de las ciudades grandes. Kim siempre se mantuvo callado en la cena cuando su familia opinaba que no era correcto, y nunca supo el motivo hasta el momento en el que comenzó a cuestionarse porqué las sensaciones que en él habitaban eran diferentes a lo que los demás decían sentir. 

Tenía miedo de estar allí, y de saber que quienes salían en los titulares como "desaparecidos" eran las personas inocentes de aquellos lugares, quienes no habían hecho nada más que exigir un trato digno, de saber que la sociedad les rechazaba y creía tener el derecho de juzgarlos. 

Y peor aún, saber que Taehyung era uno de ellos.  Saber que él también pertenecía allí.

Valentía para enfrentar la realidad es lo que le hace falta al mundo. Y los mártires de cada lucha, debían ser recordados no por su dolor, sino como lo que eran: héroes. 

La música había comenzado de nuevo, y Taehyung estaba tan perdido entre sus pensamientos cuando decidió tomarse el contenido de su vaso de golpe. 

—Siguiendo la velada para las reinas de la noche, la primera canción es nada menos que "Dancing Queen"—el bullicio se extendió por el lugar —¿Algún voluntario para el karaoke de esta velada?

Jungkook abrió los ojos, esta era la oportunidad que necesitaba.

Entonces no dudó en levantar la mano.

—¡Aquí! ¡Aquí hay un voluntario! —dijo señalando a Taehyung—. ¡Él quiere cantar!

Taehyung le vio incómodo.

—Oye, ¿Qué pasa contigo? —murmurando—. Yo no voy a hacer eso. 

—¡Pero adoras esa canción!

Volteó a ver a Jungkook cuando el reflector los enfocó y todos les vieron fijamente.

 —Yo... no, no, ni siquiera conozco la canción.

—Te he escuchado cantar en la ducha por meses. Sé que te encanta.

—Pero... —estaba asustado, su corazón latía muy rápido.

—Kim, sé qué es lo que te preocupa pero—le dijo con una sonrisa inocente—. Adelante, hazlo. 

Las luces de colores se encendieron y una de las chicas que bailaba con su novia se atrevió a colocarle a Taehyung una bufanda de plumas en el cuello. 

—¡Vamos! ¡Canta! —le dijo otra de las mujeres allí animándole a subir al escenario.

Taehyung suspiró ante todas las miradas y tomó el micrófono, ganándose varios aplausos de las personas a su alrededor. No pudo evitarlo y se tomó su tercer trago de la noche pues comenzaba a sentir ya caliente el rostro. 

Cuando el sonido del piano comenzó y las letras inundaron las bocinas, todas las miradas se clavaron en Taehyung, quien subió apenas al escenario sujetando el micrófono con ambas manos. 

—Vamos... tú puedes —murmuró Jungkook tomándose un trago de alcohol que había tomado de una de las mesas. 

Taehyung se mentalizó que debía cantar, las palabras salieron de su boca lentamente y fueron subiendo de tono cuando las personas comenzaron a aplaudir y a silbar para él. Se sonrojó un poco mientras se animaba a cantar con fuerza. 

Mientras sonreía al cantar, se acercó a la orilla del escenario para extender su mano hacia Jungkook invitándolo a que subiera.

El pelinegro la aceptó gustoso, subiendo por los escalones hasta llegar sobre el escenario. En donde le sintió emerger a su lado cuando llegó el coro de la canción. 

Debajo de todos esos prejuicios sociales, de tantas aspiraciones y normas a seguir, Kim Taehyung solo tenía diecisiete años. Y era, sin duda alguna, la persona que más brillaba en todo el lugar. 

—"You are the dancing queen. Young and sweet, only seventeen..." —cantó Jungkook señalándole mientras le hacía dar una vuelta—"dancing queen. Feel the beat from the tambourine, oh yeah..."

El resto de los fenómenos comenzó a aplaudir y cantar mientras dos muchachos como ellos se movían sin represalia alguna. Taehyung le vio y comenzó a reír. Alguien le había dado a Jungkook unos collares de perlas que se movían cada vez que el chico lo hacía.

—¡Tenemos al primer rey karaoke de esta noche! —dijo el presentador acercándose con una corona de plástico en las manos.

Jungkook no dudó en recibirla para colocarla en la cabeza del otro entre sus hebras castañas. Y sin dudarlo, cantaron al mismo tiempo, como si la barrera entre sus épocas no existiera. Como si ambos supieran que estaban completamente hechos el uno para el otro.

Kim Taehyung, quién alguna vez fue la persona más reservada del pueblo entero, se quitó la bufanda de plumas del cuello y la alzó para pasarla alrededor de los hombros de Jungkook, y tirar de ambos extremos para atraerlo hacia él.

La música era fuerte, y los colores estaban por doquier. Todo estaba bien y este era el reflejo del universo siendo benevolente con un alma tan pura como la de Taehyung. 

El pelinegro se acercó a él, preso entre las plumas con una enorme sonrisa.

—¿¡Qué esperas, niño!? —gritó alguien del público—. ¡Bésalo!

Taehyung se sonrojó completamente, cuando la sala se llenó de alaridos.

Jeon Jungkook, quién nunca se consideró valiente, le tomó de la cintura para pegar su cuerpo al del chico, hasta hacer que sus rostros se encontraran, acariciando con dulzura sus labios frente a todos aquellos marginados que el destino eligió como testigos de un amor tan  inocente como el de una juventud que apenas comenzaba. 

Y así el tiempo, tergiversado y malévolo, mostró piedad cuando encontró algo más grande que el mismo. Porque incluso treinta y cuatro años después, Jungkook nunca sería capaz de amar a alguien de esta forma y Taehyung, treinta y cuatro años antes, nunca descubrió esa parte de él, que estaba llena de brillo y un deseo impresionante por aferrarse a esa espalda. 

Quizás era cuestión de suerte pero ambos se desearon aún sin conocer la existencia del otro. 

Jungkook había conseguido una lata de cerveza, porque personalmente le gustaba más, pero cuando quiso darle un trago; su ebrio e impulsivo Taehyung, le tiró del brazo para hacer que le diera la lata tomándose el contenido con velocidad. 

Entonces, la música se detuvo abruptamente cuando el sonido de las sirenas de patrullas comenzaron a escucharse a la distancia. 

Los sujetos de la entrada llegaron rápidamente y todos parecieron alarmarse. 

—¡Viene la policía! ¡Todos fuera de aquí! —gritó uno de ellos y los dos menores voltearon a verse preocupados. No irían a la cárcel otra vez. 

Jungkook se bajó rápidamente del escenario, Taehyung tambaleó porque la bebida le golpeaba con mayor fuerza y honestamente ya estaba mareado.

Era momento de correr, se empujaron entre la multitud intentando salir del lugar. 

Lograron salir a la calle cuando las patrullas se estacionaron y bajaron con intención de someterlos a todos. Pero si había algo que sabían hacer juntos, era escapar de los problemas. Oh... eso se les daba muy bien. 

Taehyung sentía el rostro caliente y su visión parecía  borrosa; pero no sabía si era la adrenalina, el alcohol o si necesitaba otros anteojos. Se atravesaron la avenida sin detenerse a mirar, causando que los pocos autos que aún transitaban frenaran. 

La nieve bajo de sus zapatos lucía graciosa cuando al patearla se levantaba.  Y aunque a lo lejos escuchaban pasos persiguiéndolos, no les importaba.  

Quizá, ser cómplices era su forma de decirse lo mucho que sentían por el otro. Quizá, prometer cosas que no podían cumplir era su forma de decir que se amaban. 

Ninguno de los dos conocía las calles del lugar y aún así lograron llegar hasta un callejón en donde pudieron esconderse del bullicio de las personas. 

Taehyung lo vio, los ojos de Jungkook estaban llenos de asombro. Y pensó, en aquella vez en la que la policía les atrapó por correr como lunáticos pintando la ciudad, e hizo lo que hubiera querido hacer en ese momento. 

El castaño le tomó con ambas manos del rostro para besarle de la forma más genuina, y pura que conocía. Ese leve toque decía cuán agradecido estaba por haberse cruzado en su camino. Tal vez estaba ebrio, o solo enamorado pero... Jeon Jungkook era el inicio de una historia que nunca creyó que viviría.

Y así, lento, abrió los ojos cuando se separó de él. Para encontrarse con unos ojos oscuros y una sonrisa que era tan suya que le quemó saber que Jungkook se la había entregado. 

Esperaron unos minutos a que el ruido de la lejanía se detuviera, para entonces, salir del callejón donde se encontraban. Taehyung agradeció que Jeon no le dijera nada que pudiera avergonzarlo y le tomara del brazo para entrelazarlo con el suyo mientras caminaban de regreso a su habitación. 

Estaba bastante mareado, pero su estómago parecía tener mayor resistencia al alcohol, pues no sentía náuseas, aunque estaba claro que la pesadez del resto de su cuerpo iba a ganarle en cualquier momento.

Entraron con mucho sigilo al hotel intentando no reír al chocar con los muebles del vestíbulo, como si a alguien le importara su presencia allí. Pero al menos en su mundo, nadie debía verlos ni preguntar los motivos por los que dos muchachos tan jóvenes como ellos lucían así de ebrios. 

Subieron por el elevador, Jungkook estaba conteniendo el peso de ambos para que ninguno se tropezara.

—Creo que debiste controlar mejor tus tragos, mañana tienes la reunión en la Universidad...

—Oh, vamos. No sería la primera persona capaz de ser productiva con resaca.

—Oficialmente, eres un alcohólico de mierda.

Taehyung se ahogó con su propia risa. —Cállate, tonto.

—Mientras no te hundas en el mundo de las drogas, todo bien.

—Lo dice quien parece que inhaló dos líneas de cocaína.

—¿Por qué siempre piensas que estoy drogado?

—Tienes cara de adicto. 

—Eso no es mi culpa, es por la electricidad de mi cuerpo. Es más, un día podría causar un incendio de tanta sobrecarga.

—Voy a encerrarte en la estación de bomberos, creo que aún tengo la llave.

—¿Y tú por qué tienes la llave?

—Soy bombero en mis ratos libres.

—No es cierto.

—Por eso te saqué del bosque, salvar personas es mi vocación secreta. 

—¿Lo dices en serio?

—Sí, solo piénsalo. ¿Qué clase de idiota rescata y cura desconocidos de la calle?

—No te creo, las cosas siempre se queman cuando estás cerca.

—¡Lo sé! Por eso fui a la estación a pedir ayuda, a ellos les pareció gracioso un niño de unos quince años que creía ser pirómano, y mamá creyó que era buena idea considerando que una vez incendié las sábanas del tendedero.

Taehyung se dejó caer de espaldas en la cama, sacándose sus zapatos. 

—¿Sabes primeros auxilios entonces? —le preguntó Jungkook. 

—Sí, también salí en el calendario de la estación hace dos años.

—Uy, un bombero sexy.

—No, yo aún estaba enano. Y de hecho, era la mascota, me pusieron orejas y un gorrito. 

Jungkook mostró su labio inferior por la ternura que su sinceridad etílica le provocaba.

—Necesito conseguir una copia de ese calendario.

—Ni lo sueñes.

—¿¡Qué tiene de malo!?

—No quiero que veas a mis compañeros. El único bombero guapo que tienes permitido ver soy yo. —Extendió sus brazos—. Así que deja de decir tonterías y ven acá, es hora de dormir. 

—Me encanta lo cariñoso que eres ebrio —le dijo acercándose—. Solo no intentes manosearme, no estamos en condiciones de hacer nada aquí.

—No lo haré—hipó—, terminaría follando contigo y dejaríamos a medio estado sin electricidad. 

Jungkook se dejó caer a su lado en la cama soltando una gran carcajada.

—Mañana en los titulares de los periódicos. "¡Boston colapsa!" —dijo alzando los brazos haciendo reír al otro—. En otras noticias, "Taehyung y su latente homosexualidad."  

—Eres un imbécil. —Le dio un pequeño golpe en el abdomen—. De todas formas, eso del sexo es algo riesgoso. Y no nos hemos cuidado mucho.

—¿Por qué lo dices?

—Un descuido y ¡Puf! ...De repente tendríamos que pagar una hipoteca y un montón de porquerías de "Los picapiedra''.

Jungkook comenzó a reír. —Oh, Jesús. No creo que eso aplique con nosotros.

—¿Por qué? Es una pérdida de tiempo, pero podríamos tener un hijo. 

—¿Qué? No, ¿desde cuándo quieres ser papá?

—Desde siempre pero me da vergüenza admitirlo. Así que, cuando estés embarazado, estaré listo. Pero espero que no sea pronto.

—¿Y por qué tengo que ser yo el embarazado? 

—Me conoces, sería un atentado dejarme a mí con un niño adentro. 

—Bueno, tienes razón. Pero si nos organizamos podríamos...—Jungkook agitó la cabeza— espera, espera. Somos hombres, no podemos estar embarazados. 

—Ah, cierto.

—Y estás muy ebrio.

—Eso también —dijo decepcionado.

—Te ofrezco un perro y ya es mucho. 

—Bueno, está bien,  lo tomó. Pero entonces abrázame para compensar —dijo con los ojos cerrados cuando el efecto del alcohol le comenzó a provocar demasiada pesadez, haciéndole sentir deseos de dormir—. Tengo frío.

Jungkook asintió y le envolvió entre sus brazos para que no temblara más. 

—Ven acá...

—Ahora acaríciame el cabello —le demandó—. Y tienes que besarme mucho o lloraré.

—¿Pastelito quiere que lo mime? —se burló, y Taehyung asintió casi dormido. 

Jungkook extendió su brazo para acariciarle la parte de atrás de la cabeza, tocando con delicadeza las hebras de su cabello. 

—Estoy colapsando —le dijo—me merezco ser feliz, ¿No crees? 

—Taehyung... —murmuró cuando comenzó a dudar del valor de sí mismo— te mereces toda la felicidad.

Jungkook se quedó callado. «Toda la felicidad que no sé cómo darte» pensó.

—Ya no pienses más —le respondió como si pudiera leer sus pensamientos siendo incapaz de moverse, escondiéndose en su pecho—. Recuerdas... ¿Recuerdas lo que te pregunté el día de tu cumpleaños?

Pareció divagar. —¿Qué cosa?

—Quiero saber si logré hacerte feliz... —no le dejó hablar—. Porque si lo hice, significa que todo valió la pena. Y eso... me hace muy feliz a mí.

—Taehyung...

Jungkook nunca creyó en nada más allá de su entendimiento y aún así rogó al cielo fuerzas para no quebrarse porque su madurez le decía que debía rendirse y soltar ese amor pero... no quería, ya estaba perdido. 

Y el futuro ya no prometía esperanza para él.

—¿Logré hacerte feliz? —le preguntó con la voz casi apagada. 

—Mucho.





37 días antes de.




—Taehyung, despierta —el castaño se removió molesto e intentó cubrirse con sus sábanas. 

Su voz ronca resonó por la habitación. —No quiero... —dijo adormitado.

Jeon volvió a empujarlo. —¡Levántate, tonto! La universidad, tienes que estar allí a las ocho. Faltan quince minutos, es tarde.

Taehyung abrió los ojos con sorpresa cuando su cabeza volvió a funcionar, dando un gran brinco para levantarse de la cama

—Maldición—dijo quitándose la camisa alterado, en un intento de desvestirse para correr al baño a tomar una ducha.

Jungkook le vio correr y sonrió complacido. Eran las seis treinta pero no podía decirle la verdad o no querría levantarse. 

Él ya se había bañado y vestido, su resaca nunca había sido tan grande. Y con su plan siendo todo un éxito, decidió salir a comprar algo para desayunar. Así que tomó la billetera de Taehyung, su gorro para el frió y se dispuso a salir, no sin antes dejarle una nota al chico para que no se alarmara si no le veía en la habitación.

Caminó por el pasillo tranquilamente mientras silbaba y se sentía como protagonista de una película por su abrigo y el clima. Es decir, su madre nunca le había dejado salir mientras nevaba y estar allí caminando entre la blanca escarcha le parecía un sueño.

Salió del edificio y vio hacia ambos lados antes de cruzar la calle. No conocía el lugar, pero encontrar una cafetería no debía ser muy difícil. Avanzó por la avenida viendo algunas casas del sector, el vecindario era pintoresco, una atmósfera que mezclaba la urbanización con áreas verdes y hermosas casas de estilo compacto. 

En la esquina de esa calle, alcanzó a ver un dibujo de un bizcocho. Bueno, ese debía ser el lugar, así que siguió caminando, pero al avanzar una persona le llamó.

—Oye, muchacho. Sí, tú —escuchó—, el del gorro azul —dijo la otra persona y él volteó a ver. Al hacerlo, se encontró con un anciano quien le estaba llamando desde la entrada de una casa. —Ven acá.

Jungkook se acercó tranquilamente. —Buenos días, ¿Está todo bien? —le dijo cuando estuvo cerca. 

El anciano se acomodó su chaleco. —Hola, hola. Disculpa por molestarte, pero he estado quince minutos esperando a que alguien pueda ayudarme y parece que nadie escucha a un viejo. Oh bueno, ¿Tú si me escuchas, cierto, muchacho?

—Sí, lo escucho —dijo sonriendo amistoso.

—Gracias a Dios, es que estoy tan viejo que a veces pienso que soy parte de la casa —dijo con gracia y Jungkook rió con su broma.

—No se preocupe, ¿En qué puedo ayudarle?

El hombre se movió despacio para mostrarle un cartel de plástico que estaba recargado en la pared.

—Estoy intentando colocarle el anuncio de "en venta" a la casa en la ventana, pero no alcanzo el balcón —se quedó pensando— bueno, tampoco alcanzo mis pies pero eso es un problema diferente.

—Claro. Yo puedo ayudarlo con eso —se ofreció.

—¡Oh, excelente! —se alejó de la entrada—. Ven, ven. Pasa adelante, sígueme.

Jungkook dio un par de pasos dentro de la casa; era pequeña, de no más de unos cuantos metros cuadrados y un segundo piso. Las paredes eran de madera y sus cortinas le hacían ver más acogedor de lo que era. 

—Permiso —dijo respetuosamente. El chico tomó el cartel y le siguió con paciencia hacia las escaleras de la casa mientras el mayor subía lentamente.

—¿Cómo te llamas?

Jungkook lo meditó, ya la había jodido suficiente diciendo su nombre real.

—Jacob... —aclaró la garganta—. Jacob Kim.

—Demetrio, mucho gusto —dijo presentándose—. Vaya, mi horóscopo del periódico decía que conocería a un Kim hoy, pero creí que sería una Kimberly. 

—Lamento la decepción —dijo sumándose a la risa del señor.

—Da igual, no eres de por aquí, ¿Cierto, muchacho?

—¿Lo dice porque me veo perdido y desubicado? —bromeó haciendo al hombre reír.

—Además de eso, lo digo por tu acento —Jungkook negó, su inglés había mejorado mucho. Ya casi no hablaba en coreano con nadie, ni siquiera con Taehyung, aún así, mantenía un tono de voz característico de su dialecto natal.

—Soy de Busan, en Corea del Sur. Pero hace medio año que vivo en California. 

—Diablos, California —silbó—, eso está del otro lado del país. Pero Corea... uf, del otro lado del charco.  ¿Qué haces perdido por aquí? De seguro eres uno de esos chicos que vienen a la universidad de la ciudad.

—Algo así... mi pareja estudiará aquí, vinimos de visita, yo solo soy el guardaespaldas molesto del viaje.

—Ahh, sabía que eras un buen muchacho. —El anciano respiró con fuerza cuando llegaron al último escalón y señaló hacia la ventana—. Ese es el lugar —le indicó.

Jungkook le sonrió cargando el cartel. Abrió la ventana haciendo que el hielo congelado cayera en la acera cuando empujó la persiana. Él chico se arrodilló en el marco para poder colocar el anuncio.

—¿Está bien así? —preguntó.

—No sé, ya no veo bien. ¿Tú crees que se alcanza a leer desde allí? 

—Espero que sí —dijo riendo ligeramente, si hubiese podido elegir a su abuelo habría escogido a ese señor, quince minutos y le caía mejor que toda su familia.  

—Déjalo así. Ojalá alguien lo vea y se venda de una vez por todas. O no, no sé, la verdad no me importa. 

Jungkook cerró la ventana y preguntó con curiosidad.

—¿Por qué quiere venderla? Es muy linda. 

—Mi hija menor tiene un nuevo trabajo importante y me llevará a vivir con ella.

—¡Eso es genial!

—Sí... no quería irme pero sin mi esposa aquí... no vale la pena soportar todo este frío. La casa no tiene calefacción y ya no puedo encender solo la chimenea. 

El hombre se movió de regreso a las escaleras y comenzó a bajarlas con la misma lentitud del inicio. Era un poco llenito para su altura, a Jungkook le pareció gracioso con su bigote blanco.

Le siguió. —Al menos estará cerca de su hija.

—Sí, no me quejo. Será interesante conocer otra ciudad y veré a mi nieto, cuando se venda la casa... no me quedará nada más aquí, así que espero que sea pronto. 

Jungkook se fijó la linda alfombra. —Eso depende de cuánto pida por ella.

El mayor caminó unos metros hacia la mesa de café de la sala, y tomó una hoja que estaba en ella. —No sé qué número dice allí  —le dijo a Jungkook extendiéndole la hoja— mi hija fijó ese precio.

El chico la vio casi incrédulo, de donde él venía, hasta las casas más pequeñas representaban vender un riñón y la mitad del otro. 

—¿Está seguro de que este es el precio?

—Sí, es una ganga. Lo sé. El agente de bienes raíces me dijo que estaba loco, y yo lo mandé al demonio. 

—¿Podría quedarme con este anuncio?

Volteó a verlo. —¿Te interesa la casa? —Jungkook asintió—. ¡Excelente! Llévatelo, el teléfono está anotado allí, si te decides llámame.

—Lo haré —le dijo pensando en muchas cosas.

—Oye, ¿Quieres una galleta? Hice unas ayer.

—Disculpe, ¿Qué? —dijo volviendo a ponerle atención.

—No intento sobornarte, es para pagarte tu ayuda.

Negó con una sonrisa. —No, no. No se preocupe —volteó a ver el reloj de la pared— de hecho tengo que irme, se supone que solo saldría a comprar el desayuno.

—Te pondré un poco de café y galletas para llevar entonces. No me tardo.

El pelinegro asintió y el hombre se movió hacia la cocina. 

Jungkook sonrió sin saber lo curioso que era el destino y dobló la hoja con el número antes de sacar la billetera de Taehyung y guardarla en ella.

Después de despedirse del amable extraño y tomar la comida que le ofrecía, corrió de regreso al hotel esperando que Taehyung no se hubiera marchado sin él.

Cuando entró a la habitación se encontró con un muy apuesto Kim Taehyung, con el cabello ordenado, recién afeitado y vestido de forma casual pero encantadora, listo para marchase a su gran día como universitario.

—¿Llego tarde? —dijo respirando agitado.

—Justo a tiempo —le respondió colocándose sus anteojos.

Caminando, la universidad estaba a unos quince minutos del hotel.

El ambiente estaba lleno de frescura pese al frío, y un espíritu de compañerismo que con frecuencia es asociado a la juventud.

Cuando llegaron a la entrada del campus, ambos suspiraron al ver los banderines colgados en algunos árboles que parecían moverse en cámara lenta, y los vitrales de colores, que aunque congelados, lucieron hermosos.

Varios estudiantes caminaban hacia distintos edificios, y ellos no se sentían ajenos. En especial Taehyung, quien sentía que pertenecía a ese lugar.

Se perdieron un par de veces entre el gran campus antes de encontrar el edificio administrativo, después de preguntarle a varias personas en el camino y de tener que detenerse porque al castaño se le empañaron los anteojos, finalmente entraron.

Eran exactamente las ocho treinta. El castaño se acercó al escritorio de información.

—Buenos días, tenemos una reunión con la encargada de admisiones.

Ni siquiera tuvo que seguir hablando cuando la puerta de una de las oficinas se abrió y de ella salió la misma mujer que le había entrevistado semanas antes.

—¿Taehyung Kim? —preguntó, el chico se puso de pie feliz. 

—Señorita Salas, es un gusto verla. 

—¡Me alegra que hayas decidido venir! ¿Estás listo para comenzar con tu recorrido? —le preguntó amenamente, ella vio a Jungkook y le sonrió. 

El pelinegro le devolvió la sonrisa y volteó a ver a Taehyung para animarlo. 

—Sí, estoy listo —le dijo. 

Ese día pasó velozmente, Jungkook los siguió en silencio por la universidad mientras Taehyung veía su próxima habitación, los laboratorios e incluso la piscina. 

Amarlo también significaba respetar su espacio y esa emoción que sabía era algo que Taehyung quería atesorar solo para él. Así que todo encajaba justo como debía hacerlo.



...



36 días antes de...

Cuando el sonido de la puerta resonó con eco en toda la galera vacía, Seokjin se despertó aturdido.

Agustus Min entró al lugar cargando varias bolsas, apenado por haberlo dejado solo tanto tiempo. 

Estaba oscuro, era la madrugada del tercer día y el castaño estaba demasiado cansado, el rehén permanecía atado a unos metros de él. 

—Jin... —dijo con algo de pena. 

—¿Por qué tardaste tanto? —le reprochó—. Dijiste un par de horas, y pasó más de un día. 

—Lo sé. Papá...

—Mejor no me expliques —repuso—, no estoy en condiciones de enojarme más en este momento. 

—Tuve que esperar a que saliera. Yo sé que no te agrada papá, déjalo así, no es cosa tuya. 

—Es un odio mutuo, descuida. 

Yoongi negó caminando hacia la oficina del aserradero, esa que era su escondite secreto.

—Ya, ya. Olvida eso, y ven a comer algo —le dijo. 

Kim le siguió, entrando lentamente. El lugar tenía otra cama, disfraces y varias telas por el lugar. 

—¿Vas a decirme que vives aquí? —le dijo con gracia. 

—Es mi segunda habitación. —Min comenzó a sacar la comida de su mochila para colocarla sobre el escritorio. Abrió la gaveta de este, y sacó un par de platos que guardaba allí. —Papá cree que vengo aquí con chicas, y que me la pasa cortando madera.

—¿Escondiste tu máquina de coser aquí, cierto? 

—Sí, allá atrás tengo unos maniquíes. 

Seokjin negó con una sonrisa. Conocía tan bien a ese idiota. Vio a su alrededor, le llamó la atención las fotografías de animales y plantas que tenía pegadas cerca de la ventana. 

—¿Aún sigues haciendo tu álbum de la naturaleza? —le dijo con gracia. Una navidad pasada Yoongi le había pedido a su abuelo una cámara para hacer un álbum.

—Ya no. Comencé a tomar fotos de la gente, y luego perdí el interés, bueno, también perdí mi cámara. 

—¿En serio? ¿Tú siendo descuidado?

—Corrección, le presté mi cámara a tu hermano, y la perdió. 

—Eso es más creíble... —Seokjin notó que había una caja al lado de la ventana. —¿Puedo ver? —le preguntó notando que había más fotografías allí. 

—Claro.

La tomó, mientras comenzaba a buscar entre las imágenes. Había algunas muy antiguas y otras que parecían recientes, ladeó la cabeza cuando se vio a sí mismo en una de ellas. Era él, con su uniforme de béisbol de los últimos partidos. 

—¿Por qué tienes una foto mía aquí? —el otro levantó la cabeza de golpe.

—Dame eso —le ordenó.

Seokjin comenzó a reír cuando le vio acercarse para quitársela, entonces alzó ambos brazos para que no pudiera alcanzarla. 

—¡Es una buena foto! Voy a quedarme con ella —bromeó.

—Tarado... —murmuró. 

Kim solo sonrió, luego tomó la foto que estaba atrás de esa y la observó frunciendo el ceño. 

—Creí que era especial pero también hay una de Jeon aquí. 

El pelinegro había olvidado que tenía esa fotografía allí. Enfocó su vista en ella, a diferencia de la Seokjin, esta parecía borrosa casi opaca como una mancha.

—Maldición, debió mojarse —dijo restándole importancia para tomar los platos del escritorio y moverse a la vieja cama para sentarse en ella.

Había muchas formas de decir lo que pasaba en su cabeza, pero Kim nunca supo elegir la mejor. Y lo confirmó cuando en el fondo de tantas fotos volvió a encontrarse a sí mismo.

Se sentó a su lado, dejando la caja y su flamante fotografía de beisbolista tomando otra foto en lugar de esa. 

—¿Qué tan vieja es esta cosa? —le dijo llamando su atención. Eran ellos dos, Seokjin tenía sus anteojos enormes y Yoongi se veía tan bajito a su lado. 

—Unos tres años, estábamos terminando la secundaria.

—Ya lo recuerdo, fuimos a la playa y le pedimos a un extraño que la tomara... 

—Sí —dijo dándole su comida para que el otro dejara de preguntar cosas que le avergonzaran—. Ahora, deja de ver eso y come. 

Seokjin suspiró tomando su plato, y el refresco que le dio. Pero en lugar de dejar la fotografía con las demás, la tomó y la guardó en el bolsillo de su pantalón sin que el otro se diera cuenta. 

Quizá el menor había significado más para él de lo que Jin quería admitir. 

Comenzó a comer.

—¿Vas a decirme por qué jodidos tenemos a un tipo a media bodega? —cuestionó Min. 

Seokjin tomó fuerza para hablar.

—Él... estaba viendo a mi hermano y tuve que hacerlo.

Yoongi abrió los ojos preocupado. ¿Seokjin sabía que su hermano no era amigo de los del gobierno?

—¿Iba a llevárselo? 

—No... de hecho, estaba de fisgón —rió nerviosamente— igual que yo de hecho. Y ahora tengo un trauma de por vida.

—¿Fisgón? 

—Es que yo...

—¿Tú?

No sabía cómo explicarle esto. —¿Has escuchado esa historia de que cuando una abeja y una flor se aman mucho ellos...?

—Sé cómo funciona —le detuvo—, ¿Eso qué tiene que ver con el rehén?

—Es que yo... —volteó a ver a otro lado— vi a mi hermano follándose a Jeon.

Agustus frunció el ceño y comenzó a ahogarse cuando se le reinició el sistema mental. 

 —Alto —negó repetidamente con la cabeza—. ¿Que tú viste qué?

—Eso, a mi hermano en pleno acto con el imbécil que vive en mi casa.

—Espera un momento, ¿Cómo que tirándoselo? ¿Taehyung va arriba? —le respondió con incredulidad.

—¿¡Eso es lo que te preocupa!?

—¡Lo siento! Estoy confundido, no era la versión que tenía. 

Seokjin aclaró la garganta, su hermano podía ser muy gay, pero antes de eso era un Kim, y los Kim nunca iban abajo.

—Sí —dijo con decisión.

Bueno, después de todo... técnicamente él estaba arriba. Seokjin verdaderamente quería golpearse en el rostro, y la risa de Yoongi le hizo frustrarse aún más. 

—¿Por qué te ríes?

—¿Por qué? El karma es una perra, y no creo que tú le agrades mucho. 

—No me jodas. Cuando salga de esta te prometo voy a darle la arrastrada de su vida al imbécil de Jeon.

—Oye... es tu hermano, no tu novio. ¿O no me digas que estás celoso? Eso no sería muy normal de tu parte. 

—Taehyung es un niño.

—A Taehyung le sale más barba que a ti, cállate, déjalo en paz. 

—Está bien, es un hombre ¿Cómo puede gustarle? No lo entiendo.

—No creo que sea alguien que se deje llevar por algo físico, pero bien, tú deberías conocer a tu hermano mejor que yo.

—¿Qué significa eso?

—Imagina que estás solo todo el tiempo; y de pronto, aparece una persona que no solo es igual de extraña que tú, sino a la que también le importa lo que piensas, lo que haces o lo que sientes. Creo que... eso doblega a cualquiera.

—No creo que sea el caso. 

—Él cuida mucho de Taehyung.

—Eso no significa que sienta algo por él.

Yoongi suspiró; y negando con la cabeza acompañado de una sonrisa no pudo evitar decir:

—Me parece que... amar y cuidar, son la misma cosa.

Seokjin se pasó la lengua por los labios inconsciente cuando volteó a ver a Min, y la piel lechosa de su rostro sonrojada. 

Y el otro le vio darle un trago a su jugo, sonrió al notar lo hambriento que estaba cuando se lo acabó de un par de sorbos. 

—No sé qué pensar de todo esto. Mi hermanito tiene novio, es algo enfermo. 

—No —se burló—. Es tu parte de hermano celoso sobreprotector lo que te hace sentirte así. 

—¿Por qué lo dices?

—No lo sé, creo que ya lo sabías, y eso de que sea "hombre" no te perturba tanto como saber que quedaste como crédulo. 

—Déjame. El otro día podría jurar que los vi besarse en la cocina, subí a la habitación de Taehyung y estuve a punto de decírselo pero elegí decirle que me diera su papel en la obra. 

—¿Por qué? 

—Fue lo primero que se me ocurrió.

—No me refiero a eso, sino a por qué no dijiste nada. 

—Jungkook estaba sonriendo como estúpido mientras le hacía la cena a mi hermano y no pude...

—Ya, grandote —le dijo Min palmeando su pierna—. Sé que fue difícil para ti, pero hiciste lo correcto.  

—Esto es ridículo, pero Taehyung me obligó a acompañarlo a comprar un perfume y pensé: "Oh, qué alivio. Tae es normal, quiere gustarle a alguien" pero ahora entiendo que lo usa para gustarle a Jungkook. 

—No le digas que sabes eso—. Yoongi rió. —No seas malo con el niño. ¿Nunca has hecho algo estúpido por alguien más? 

—Muchas cosas pero ese no es el caso.

—¿Cómo qué?

Seokjin sonrió de lado. —Yo... Confieso que salía a regar las rosas de tu jardín a escondidas para asegurarme de que tuvieran suficiente agua. 

—Lo sé —le dijo con total tranquilidad.

Seokjin negó incrédulo.

—¿Cómo que lo sabes?

—Tú eres el único que sabe cómo abrir la llave de agua del jardín —explicó viendo hacia otro lado—. Ni siquiera mi padre sabe. 

—Todo este tiempo...  ¿Por qué no me dijiste nada?

—No lo sé. También te escuché cantarle a mis flores. 

—Maldición... —dijo empujando su cabeza hacia atrás—. Es solo que, las plantas son felices cuando las personas hablan con ellas, y yo no quería que tus rosas pensaran que... —negó con la cabeza— Olvídalo, es una tontería que solía creer.

—Nunca entendí porque hacías eso.

—Ni siquiera yo lo entiendo. Ni entonces, ni ahora. 

—Oh, qué ternura. El gran Kim Seokjin se ha puesto sentimental. 

Le empujó. —Últimamente me siento muy sentimental. 

—¿Y eso por qué?

—Supongo que son la nostalgia, el clima... tú. —Se pasó la mano por el cuello—. No lo sé. 

—Seokjin... —hizo una pequeña pausa—. Las flores ¿Por qué hacías eso? —le preguntó directamente. 

—Yo... supongo que quería sentirme cerca de ti. 

Agustus Min se sentía mareado. Dentro de él había una bomba que por mucho tiempo amenazó con explotar dañando a todos a su alrededor pero... justo allí, y en esa línea de tiempo, parecía que la cuenta regresiva de su destrucción se había detenido. 

Desde hacía mucho tiempo, quizá desde el momento en el que prestó su cámara y esta nunca regresó su capacidad de hacerle daño a Taehyung quedó destruida. Ese era el objetivo que perdió, pero ahora ya no estaba ni tenía motivos. 

 Al igual que la pelota de Kim Seokjin, ambos objetos se encontraban perdidos en algún lugar del Condado Mariposa, y las historias que estos detonaron jamás fueron escritas. 

Quizá porque él siempre tuvo una personalidad demasiado fuerte y un aire inestable, que mezclados con la pureza de alguien como Kim Taehyung, solo habían logrado consumir al castaño.

Taehyung era como las hojas secas del otoño, él necesitaba a alguien que le tomara como si tuviera miedo de romperlo, alguien como Jungkook cuya alma fría solo podía sentirse acogida solo cuando el ocre del castaño estuviera a su alrededor. 

Y Agustus como las flores de primavera. Delicadas a simple vista, pero llenas de espinas en el fondo. Con la capacidad de lastimar a quien se atreviera a tocarlas. 

Por eso, su ser se había ensañado con aquel que nunca tuvo miedo de tocarle sin guantes. 

Porque al final, las flores no necesitan ser tocadas. Sino que viven para esperar la llegada del verano, un verano en el que Seokjin vivía y que lo abandonó cuando más lo necesitaba pero que aún así anhelaba. 

Quizá, solo quizá, el otoño estaba hecho para dejarse envolver por el invierno. 

Y la primavera, para anhelar la llegada de la brisa del verano. 

—¿Sabes? Todo esto de la historia y las cosas que se supone debimos ser... hacen que piense demasiado. 

Seokjin soltó una risa dándole un trago a su refresco y dejando su plato en el suelo. 

—Dímelo a mí —dijo burlándose—. Siento que tengo agua en el cerebro. 

El otro volteó a verlo, y en medio del amanecer, el reflejo en sus ojos hizo brillar estos. Seokjin no pudo evitar acercar su rostro a él, por poco y temblando confundido. 

—¿Por qué lo dices? —le dijo el menor completamente benigno. 

El mayor de los hermanos Kim, ese que siempre tenía miedo, sonrió cuando el pequeño que alguna vez fue suspiró a raíz de los sentimientos encontrados que tenía. 

—Porque... —negó con la cabeza— me siento como si hubiese vuelto a tener diecisiete.  —Tal vez romper con la tensión que tenían no sería tan malo, quizá así dejaría de pensar tonterías. 

—Seokjin, tengo algo que decirte —Yoongi tragó saliva pesadamente. 

Quizá estaba mal, y a él no le correspondía; más ese momento de sinceridad quiso con todas sus fuerzas decirle lo que había descubierto. 

Decirle que probablemente a su hijo le gusten las cosas dulces porque a su madre le tranquilizaba comer chocolate, como a Seokjin cuando era un niño y April le obsequiaba caramelos para hacerlo sentir mejor. 

Decirle que ella quería alejarse porque no quería ser un estorbo para él. 

La parte egoísta del chico quería hacer que Seokjin se quedara a su lado, pero el problema era que el verano se había enamorado del sol, y juntos, vería la llegada del atardecer en la playa.  

Así que su verano ya no tenía aquel sentimiento por las flores. 

—Sunhee está... —se quedó en silencio. 

Fueron segundos en los que un estruendo resonó desde la ventana de la bodega haciendo que ambos se sobresaltaran. 

Seokjin se puso de pie velozmente.

—Maldición —dijo—, está huyendo. —La ventana estaba rota, y Jimin se había lanzado con todo y silla a través de esta para romper el vidrio y la silla a su paso. 

Se encontraba afuera del aserradero, retorciéndose del dolor. 

—Síguelo por el bosque, yo iré por el auto —le ordenó Min con las llaves en la mano.

Fue el tiempo exacto para que Jimin se antepusiera a su dolor y se levantará para huir entre los árboles del bosque. 

Seokjin  salió por la entrada y le siguió cuando alcanzó a verle correr  a la distancia. Estaba nevando y todo estaba mojado, los músculos de Kim se contrajeron por el frío al igual que su mandíbula cuando la tensó por el enojo. 

Park Jimin solo debía encontrar la cerca del lago para esconderse allí, de regreso en su base de experimentos. O toparse con alguno de los militares que rondaban por el bosque para poder quebrarle el cuello al atleta que parecía mover el suelo con sus pies mientras corría. 

No sabía qué tan lejos estaba pero sin duda alguna, no llegaría lejos a este paso. Así que como siempre, cerebro mata fuerza, tomó un tronco del suelo, y corrió hacia la carretera. 

El otro lo siguió, estaban a la orilla, el rubio volteó a ver hacia todos lados. Era el kilómetro veinticinco, no estaba lejos del lago, así que espero a que Seokjin se acercara para voltearse y darle un golpe con la madera que había recogido. 

Seokjin no lo vio venir y se retorció cuando el impacto le golpeó en el pecho. 

—Hijo de... —masculló adolorido quitándole el tronco, y devolviéndole el golpe con el puño cerrado. 

Fue mucho para él cuando trastabilló y cayó al suelo. 

Jimin corrió hacia el bosque y en cuestión de minutos tuvo la ventaja de desaparecer entre los troncos de los árboles. 

Seokjin apretó los ojos derrotado. Ahora sí estaban muchísimo más jodidos que antes.

Su auto se detuvo cerca de él después de haber intentado alcanzar al rubio.

—¡Jin! —De este bajó Agustus quien corrió hacia él para levantarlo de entre la nieve. 

—Alcánzalo —gimió— se fue por allá. 

Min alzó la cabeza. —Ya no está. Levántate, no puedes quedarte aquí. 

Resignado, Seokjin hizo un esfuerzo por levantarse. El otro lo dejó recargarse en su hombro para ayudarlo a llegar al auto. 

¿Qué más daba? De todas formas estaban en peligro, no podían quedarse y ser un blanco fácil. 

El castaño se acomodó en el asiento del copiloto, y suspiró. Yoongi rodeó el auto antes de entrar en este y resoplar contra el volante. 

—¿Y ahora? —dijo Kim sin tener una puta idea de qué hacer ahora. 

—Voy a curarte, iremos a mi casa. 

Seokjin se removió. —Ellos saben quiénes somos, saben todo de nosotros. 

—Lo sé, pero quedarnos aquí y ser un blanco fácil no es una opción. Ya veremos qué hacer mañana. ¿Está bien? —le dijo con fuerza y el mayor se quedó en silencio. 

De una gran impotencia, a una caída en picada. 

...

En California había comenzado a nevar, pero aún así, no se comparaba con el hielo que cubría toda la ciudad de Boston. 

Cuando regresaron a la ciudad, Jungkook pensó que era malo que hubiese helado tan pronto, estaban a una semana de la final y todo este clima parecía que iba a afectarles. 

Taehyung estaba despeinado y sus anteojos empañados cuando salieron del aeropuerto. 

No le sorprendió que no hubiese nadie esperándolos cuando regresaron, pero no le importaba. Tenía lo único que necesitaba, unos billetes, un buen abrigo y a Jungkook intentando hacer que un taxi se detuviera. 

Le vio sacar un bizcocho de chocolate de su bolsillo y le vio con extrañeza.

—¿Jungkook? ¿Por qué estás comiendo eso? 

—¿A qué te refieres?

—El pastel tiene huevos y leche.

—¿Eso qué? —dijo Jungkook restándole importancia y Taehyung abrió la boca sorprendido. 

«¿Es posible que haya cambiado algo?» pensó. 

—Nada... me pareció curioso.  —Sonrió como quien halla una respuesta. Y luego negó con la cabeza—. Oye, nunca me contaste cómo era tu traje de la boda.

Jungkook rió—. Era negro, con corbata y pañuelo rojos. Pero me puse una azul para hacer enojar a Seokjin, y también me aparecí con un piercing en la nariz. Fue inmaduro de mi parte, pero admito que fue gracioso. 

Taehyung se quedó de pie en medio de la acera. ¿Habían cambiado más de una cosa?

—Lo logramos —le dijo feliz. 

—¿Qué cosa? 

Quiso explicárselo, pero... no quería hacer que recordara cosas malas. Así que dejó su posible descubrimiento sin explicar. 

—Ignórame, son tonterías mías. 

Un taxi paró frente a ellos y Jeon solo negó con la cabeza pensando que a Taehyung se le había zafado un tornillo, había olvidado el motivo de su experimento en el vestidor. Para él, simplemente habían sido ellos impulsados por la adrenalina.

Llevó las maletas al baúl antes de que ambos subieran al vehículo. 

No tenía náuseas, y ahora, se sentía realmente libre. Sin un par de cadenas que le habían perturbado por algún tiempo. Lo sabía, Jungkook comprendía que había cambiado algo, solo que ahora no le importaba buscar qué era. 

El camino de regreso a casa fue más corto de lo que esperaban. 

Cuando el taxi se detuvo en su casa. Jungkook suspiró de lo acogedor que sentía poder decir que era esa su casa aunque no le correspondía. 

Estaban frente a la entrada cuando el pelinegro detuvo a Taehyung de entrar tras abrir la puerta. 

—Alto —le dijo, tomándole del hombro. 

—¿Qué pasa?

—¿Puedo cargarte? 

—¿Qué?

—Sí, regresar a casa como en las películas.

—No tuvimos una luna de miel, Jungkook. 

—Pues en mi cabeza es así como se vio. 

Taehyung le dio un pequeño empujón y sonrió por lo estúpido que sonaba. Así que tomó la manija de su maleta y la lanzó hacia el interior de la casa, al igual que la de Jungkook. 

—Está bien, tú ganas. 

Jungkook pensó que Taehyung era más fácil de convencer cada vez, y luego, se acercó a él para alzarlo en brazos. Por la hora, sabían que no abría nadie en esa casa. 

Así que entraron tranquilamente cuando Kim se sujetó del cuello del chico, como en su película favorita, su pecho se estremeció cuando Jungkook le dio un suave empujón con el pie a la puerta para cerrarla, y luego dar una pequeña vuelta con él en brazos antes de dejar a ambos caer en el sofá.

—Ahora eres un Kim —le dijo Taehyung. 

—Gracias por el apellido...

—¿Ya estás feliz? —le dijo Taehyung. 

—No me culpes, soy muy romántico en el fondo. 

—Lo sé —murmuró. 

—¿Qué piensas hacer ahora?

—Voy a dormir aquí. Luego cuando despierte a desempacar y, actualizar mi libreta. 

—Oh, ¿Y qué colocarás en ella, tu viaje al otro lado del país, o que me seduciste en propiedad pública?

—No me molestes —Taehyung divagó. El motivo, Jungkook no lo recordaba. 

—Es que eso no fue muy pastelito de tu parte. 

—¡Jungkook! 

—Ya, ya. Lo siento, me callo, te dejaré dormir. 

Taehyung rodó los ojos sin malicia, antes de acomodarse entre los cojines. Ojalá estuviera mintiendo con eso de dormir, pero realmente estaba cansado y sí, tenía que ordenar sus ideas pero no justo ahora.

No muy lejos de allí, Seokjin se estacionó en la parte de atrás de la casa para guardar el auto. Estaba cansado, asustado y muy estresado.

Tomó su bate de béisbol del asiento del copiloto, y se bajó del vehículo mientras intentaba encontrar una explicación coherente para esto. 

Entró por la puerta trasera pensando estar solo, pero no esperaba encontrar a los muchachos en la sala.

Gruñó molesto, después de todo lo jodido que estaba, ¿Cómo se atrevía Jungkook a pasearse por su casa después de haberse metido con su hermano? Y peor, ahora sabía que todo esto quizá no era culpa de Taehyung, sino de él. Y los lunáticos secuestradores le querían a él. 

Ninguno de los dos le escuchó llegar, las maletas estaban regadas por la estancia y Taehyung parecía estar completamente cansado. 

Apretó su bate con fuerza, y se acercó con la intención de confrontarlos; sin embargo, como todos los demás y con la historia rota, se detuvo cuando Jungkook sonrió quitándole los anteojos a su hermano para dejarlos sobre la mesa del centro. 

Taehyung tenía los ojos cerrados y roncaba ligeramente. Siempre fue un mal viajero, Seokjin lo sabía.

Estaba dormido en el sofá, Jungkook permanecía sentado a su lado y lo veía con tanta fascinación, que hizo el pecho de Seokjin retorcerse. 

Le vio extender esa pequeña manta que siempre permanecía en el sofá para cobijarlo. Le pasó una mano por el cabello para descubrir su rostro y sonrió antes de inclinarse sobre él para dejarle un pequeño beso en la frente.

Seokjin sabía que su hermano era la persona más especial en el universo y ahora, parecía ser ese algo de alguien más. El chico que siempre fue tan independiente necesitaba delicadeza para conocer la paz. 

—Idiota... siempre tienes frío —escuchó decir al héroe, quedito, mientras veía a su ángel temblar.

El mayor de los Kim tragó saliva cuando las palabras de su amigo le resonaron dentro de la cabeza.

«Me parece que... amar y cuidar, son la misma cosa.»

Jeon Jungkook se puso de pie para levantar las maletas haciéndole a Seokjin dar un par de pasos hacia atrás sin hacer ruido. El menor ni siquiera prestaba atención a su alrededor, tenía deseos de encender la chimenea.

Se arrodilló frente a esta, aún dándole la espalda al entrometido, mientras intentaba encontrar la forma de acomodar las escasas ramas que permanecían allí. Suspiró, le hacían falta leños. Pensó que era buen momento para ir a buscar unos al garaje.

Justo cuando se dispuso a voltearse, Seokjin atravesó la puerta de la cocina para ocultarse en ella. Y Jungkook, volteó a ver a todos lados por la sensación extraña que tuvo de ser observado antes de restarle importancia y pasar de largo de la sala hasta el garaje.

La línea de la historia se había difuminado por el libre albedrío del mayor al elegir no ser un mal hermano. Seokjin soltó su bate y apretó los ojos mareado cuando fue incapaz de arruinar el momento. 

Entonces, con el corazón en su mano se armó de valor y salió de la cocina, con pasos pesados hasta el garaje donde se encontró a Jungkook levantando los leños en la esquina. 

Y pese a que quería preguntar por qué había acompañado él a su hermano, aunque quería saber qué sucedía más allá del lago, aunque estaba sucio y herido se paró en el marco de la puerta, diciendo:

—Oye, Jungkook. ¿Qué tal el viaje?

El pelinegro lo notó, y le saludó con la cabeza. 

—Increíble, Boston es realmente hermoso —le respondió feliz. 

—¿Qué buscas aquí?

—Oh, hace frío. Quería encender la chimenea...

Ladeó la cabeza; cuando eran tan solo unos niños, él solía ser quien encendía la chimenea para que Taehyung no temblara. Porque era cierto, su hermano nunca fue fanático del hielo. Y ahora... su papel de guardián del chico estaba en peligro cuando alguien lo llenaba mejor que él.

—¿Necesitas ayuda con eso? —dijo refiriéndose a los troncos, Jeon asintió y él se acercó.

Seokjin tenía cien problemas, pero por un momento, saber que Jungkook era totalmente sincero, le restaba pesadez a su cuerpo.

Sí, noventa y nueve problemas eran mejores que cien. 

...



Jimin golpeó la puerta de la entrada al laboratorio con desesperación. Cuando esta se abrió y él corrió directamente hacia la oficina de Namjoon todos le vieron asustados. 

—¿¡Qué demonios te pasó!? —le dijo el profesor al verlo. Su nariz estaba sangrando y tenía tierra en el cuerpo además de estar temblando. 

—Lo tengo, señor. Sé quién es él —se rió como desquiciado—sé dónde está el sujeto. Sé qué es lo que están intentando hacer. 

—Jimin tienes que sentarte —le dijo tenía el rostro hinchado y la forma en la que esa marca violeta parecía extenderse más allá de su cuellos hizo preocuparse—. ¡Primeros auxilios, ya! —ordenó y el personal de enfermería que los acompañaba salió en defensa.

—¡Estoy bien! —gritó agresivo—. Señor tiene que escucharme, es el chico Kim, está replicando sus torres, ¡Hizo otro generador! Está controlando la energía del experimento. 

Lo he visto, he visto al chico. 

—¿Chico? —murmuró, Jimin se resistió ante la persona que quiso limpiarle la sangre de la cara. 

Namjoon se quedó totalmente consternado. Otro generador, ¿Cómo habían logrado hacerlo? 

Quizá no le intrigó tanto eso como la persona detrás del mismo. Kim Taehyung era una amenaza más grande de lo que pensaba. O bien, una herramienta muy poderosa.

—¡Estoy bien! ¡Lo estoy, no me toquen! —se removió agresivo—. ¡Señor, tenemos que ir por ellos, tengo la ubicación!

—Esto que tienes se llama estado de shock, así que vamos a esperar a que mejores. 

—¡Pero señor! 

—Duérmanlo —ordenó ayudando a sujetarlo mientras el enfermero del lugar le colocaba un suero en el cuello para hacer que su cuerpo perdiera fuerza, Park se resistió pero sus ojos se cerraron.

—Profesor Kim...—dijo uno de sus asistentes— su pulso es demasiado inestable, la hipotermia va a matarlo si no entra en calor. 

—Yo me encargaré de eso —dijo refiriéndose a su ropa—. Lo quiero con suero y en observación las próximas  cuarenta y ocho horas, estuvo tres días desaparecido, debe estar deshidratado, necesito una radiografía de su tórax y que alguien le contenga la hemorragia de la nariz. 

Dentro del edificio compacto había una pequeña enfermería, Park Jimin terminó en una camilla de esta mientras  permanecía dormido. 

Kim Namjoon regresó hasta su propia oficina para buscar un poco de la ropa que Jimin guardaba allí. No quería exponer que de alguna forma había  cruzado la línea profesional con el chico, no era algo de lo que estaba orgulloso, sin embargo, era precisamente eso lo que le daba la autoridad para hacer lo que debía. 

Regresó a la enfermería para cerrar la puerta sin dejar entrar a nadie más y tomando una toalla limpia, comenzó a secarle el cuerpo, retirándole primero la camisa, después los zapatos y el resto de su ropa para colocarle una nueva. 

Le vio desde arriba con el pecho descubierto, tenía golpes pero no parecía haber contusión. Su cabeza no necesitaba sutura, por lo que creyó que a lo mejor no estaba delirando, pero no podía arriesgarse. 

Le quitó el cabello de la frente, y colocó otra toalla seca debajo de su cabeza para que su cabello mojado no le hiciera enfermarse. 

Terminó de vestirlo y sólo entonces dejó entrar al encargado de la enfermería para que le colocara el suero y le curara el rostro. 

El profesor Kim Namjoon se sentó al lado de la camilla pensando que esto se le estaba saliendo de las manos. 

Quizá encontrar a su hermana no valía todo este sacrificio. 





Acercándose al final de noviembre.

35 días antes de. 











Canción mencionada:

"Dancing Queen"- ABBA. 





Perdón por los errores.

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Manténgase con vida. J.S. 

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