La tentación donde siempre quise caer.
Había accedido a verle, después de tres largas semanas en un tira y afloja que tenía mi mente completamente perturbada. Era en lo único que podía pensar. Solo deseaba que cumpliera cada una de sus palabras, pero, ¿Para qué negarlo?,había mil dudas en mí, esas, que no me dejaban llegar al siguiente nivel.
Todo empezó de la forma más absurda posible: un inocente mensaje de texto. Jamás hubiera imaginado, que aquel mensaje, perturbara tanto su mente, como para que me escribiera. Pero así fue y hoy, hace tres semanas de aquello, me sorprende en lo que se ha convertido.
Soy una chica de 20 años, bien parecida, o así me considero desde hace algún tiempo cuando las inseguridades se fueron, y mi autoestima se elevó por los cielos. Siempre fui muy tímida, hasta que la curiosidad de la adolescencia trajo consigo el despertar de mi cuerpo. Siempre deseé encontrar a un chico que me hiciera sentir la intensidad que describían mis libros eróticos. Aquello solo quedó en mis pensamientos, mis dos únicas parejas no lograron que yo sintiera, ni la mitad de aquellas emociones que mi cuerpo deseaba experimentar. Mi mente volaba y mis fantasías solo se quedaban allí, generando gran frustración.
Hasta que llegó él.
Aquella aura oscura me fascino desde el momento en que leí sus mensajes. Jamás había tenido la oportunidad de encontrarme una persona así. Alguien que, con solo unas palabras, lograra que mis mejillas se tiñeran de rojo y que me viera en la necesidad de apretar mis piernas para disimular. Aquello me resultaba inverosímil; imposible de creer, y me di cuenta, aquella noche, cuando me cito el bar y lo tuve frente a frente.
Para el encuentro; había elegido un vestido azul eléctrico, era ajustado y acentuaba mis curvas, unos tacones negros y mi cabello castaño largo, completamente suelto por mi espalda. No tenía idea del porqué me había esmerado tanto en mi vestimenta, en lo más recóndito de mi ser, deseaba todo lo que aquel hombre tuviera en mente, pero por un lado, mí yo razonable, no me lo permitía.
—Ese cabello de seda no hace justicia a tus fotos. —Una voz sensual tras de mi, logró erizarme de pies a cabeza, haciendo que tragará en seco. Allí estaba él. Ya no había vuelta atrás, conocería al fin, al dueño y señor de todas mis fantasías y mis últimos orgasmos.
Di vuelta en aquel taburete para observarlo. En persona luce mejor que en fotos. Un hombre de 24 años que lucía como todo un actor de Hollywood. Alto, delgado y con una mirada oscura, esa mirada que tanto me cautivó aquella noche... Usaba unos pantalones de vestir y camisa negra pegada a su cuerpo. Su pelo caía desordenado sobre su frente. Absolutamente comestible.
—¿Te ha comido la lengua el gato, florecita? —Me pregunta en tono burlón, tomó asiento en el taburete a mi lado, mientras me mira fijamente. Ya me conoce y sabe que cuando estoy nerviosa prefiero quedarme callada. No sé qué decir, no sé cómo actuar con él. Vía mensajes, me intimida, ahora mucho más.
—No, solo observo con detenimiento el hombre con quien llevo hablando por semanas. — Es todo lo que se me ocurre decir. Bastante patético, pero bueno…
—Y yo solo puedo pensar, en ponerte las manos encima como he deseado desde que escribiste aquel maldito mensaje. — Susurró con voz ronca en mi oído. — Melodie, no tienes idea cuanto te deseo. Me nublas el sentido, solo quiero brincarte como un león brinca sobre su presa y devorarte. — León, ese fue el apodo que le puse cuando me comenzó a llamar florecita. Y sólo Dios era testigo de lo que ese apodo dicho por él, causa en mí.
Ante mi silencio, siento como sus manos se dirigen a mi pierna desnuda, al sentarme. El vestido se ve muchísimo más corto. El tacto de sus dedos es tal y como me lo imaginaba; suave, seductor, perverso... Sus manos de un momento a otro rozan mi muslo interno, muy cerca de mi vagina que ya se encuentra contraída, ante su inocente toque. Mi tentación convertida en hombre, lleva su nombre... y mis fantasías también.
Mi garganta se cierra ante la expectación que siento. Miro a mi alrededor y veo, que las personas no se dan cuenta donde se encuentra la mano de Dominic y yo la verdad, no sé si pedirle que se detenga, o que continúe y me consuma entre sus llamas. ¿Cómo es posible que este hombre con solo rozarme me haga desear que continúe su camino? No hallo respuesta a mi pregunta.
—No lo pienses tanto Melodie, sé que tienes una lucha interna en tu cabeza sobre lo descabellado que resulta lo que tenemos. Mientras más descabellado te parezca, mas ardiente y excitante es. A mi lado, puedes conocer el mundo de placer que tanto deseas. No temas, lo que menos deseo es hacerte daño.
Sus palabras no hacen más, que imaginarme, todo aquello que puedo vivir a su lado. La lucha, como bien dice él, aún está ahí, solo que un poco menos que antes, por el hecho, de que el deseo, le está ganando a la razón. ¿Qué tan malo podría ser dejarme llevar por la lujuria y perversión que Dominic me provoca? Solo puedo pensar en que me hará vivir la mejor experiencia de mi vida.
—No te haces una idea el morbo que me produce sentir como deseas apretar más tus piernas ante el calor que predomina en tu sexo — susurra en mi oído, logrando que un gemido involuntario salga de entre mis labios—puedo sentirlo mi florecita, el calor sobre mi mano que aún no se ha perdido entre esa flor maravillosa que ocultas de mí. —Sus palabras lo único que logran es desear lanzarme sobre él. Aprieto la copa que se encuentra en mi mano al no saber qué hacer. Estamos en un maldito bar.
Su mano sigue subiendo para mi absoluto asombro, aunque la verdad, no sé porque lo hago, su perversión no tiene límites. Las cosas más intensas, son las que esa mente imagina y no quiero ni pensar, cuántas de ellas, llevan mi nombre.
—¿Sabes que desde que te dije que nos veríamos he planeado todo lo que quiero hacerte? —Supongo que sí, a pesar de lo poco que lo conozco, sé que esta noche quiere cumplir muchas de sus promesas.
—Sí, —creo que desde que ha llegado, ha sido lo único que he podido responder a pesar de todas sus afirmaciones, las cuales, no pude dar respuesta a ninguna, mostrando el nerviosismo que habita en mí. — ¿Cuáles serían?
Al momento que aquella pregunta sale de mis labios, siento sus dedos llegar a mi sexo, a través de la ropa interior, que cada vez, se moja más de mis fluidos. ¡Maldición! No me ha tocado y estoy lista para más.
—Tienes tanto deseo reprimido, que estas tan mojada y aún no te toco de verdad. —Dice pegando su boca a mi oído, mordiéndome el lóbulo de la oreja. El gemido que sale de mi boca, lo hace sonreír en mi cuello.
Cuando sus dedos traspasan mi ropa interior, siento que me falta el aire. En un primer momento, solo me roza sutilmente, logrando mojarme aún más. Siento como mi carne se abre queriendo que se sumerja entre mis profundidades. Sus dedos agarran mi clítoris, que se encuentra hinchado. Debo morderme el labio, ante el grito, que mi garganta deseaba dejar ir. Mueve su dedo de una manera tan tortuosa, que siento como mi cuerpo se enciende cada vez más. No logro sentir el puto aire acondicionado de este lugar.
—Por favor, —murmuro para mi desconcierto, lo más cerca que puedo de su oído.
—Eso es florecita, ríndete a mis caricias y déjame arrastrarte al mundo del placer. —En cuanto lo dice, sus dedos empiezan a moverse con mayor rapidez sobre mi clítoris, provocando que ponga una mano en mi boca ante el grito de placer que se me quiere escapar frente a toda esta gente. Ahora mismo no me importa nada, solo él, y lo que me está haciendo.
La intromisión de uno de sus dedos en mi interior me agarra desprevenida, no puedo respirar, mis mejillas se encuentran de un color carmín, que pasa desapercibido gracias a la oscuridad del bar. Sus dos dedos; uno en mi clítoris y el otro dentro de mí, me torturan de una manera que jamás creí posible. Mis ojos se cierran con fuerza debido a la presión que comienza a formarse en mi vientre, avisándome que estoy a punto de tener el orgasmo más impresionante de mi vida.
Por su parte, al sentir como mis paredes lo aprietan cada vez más, aumenta el ritmo de sus dedos, mi respiración se encuentra cada vez más descontrolada, siento el orgasmo crecer y crecer a niveles desproporcionados, hasta que presiona con su dedo sobre mi clítoris y me vengo.
Dominic para evitar que llame la atención, me besa. Un beso tan apasionado y necesitado que le correspondo con todas las ganas, su lengua se abre paso en mi boca y me devora como un auténtico león que quiere consumir todo de mí. Cuando se detiene, me deja deseosa de más.
—Florecita, ha sido exquisito sentir tu orgasmo entre mis dedos. —Confiesa después de que me deja con ganas de ese sabor delicioso de su boca. —Pero aún así, no tengo suficiente. —Suelta un gemido de frustración tras decir aquello. —Te deseo en mi cama Melodie, justo ahora te necesito desnuda en mi cama para poder escucharte gritar de placer.
—Sí, — si me detenía a pensarlo demasiado, no lo haría, después de aquel orgasmo tan demoledor, me moría por probar mucho más. Deseaba sentir su cuerpo sobre el mío, follándome duro, como tantas veces me dijo que deseaba y aunque nunca lo dije, yo también. —me voy contigo. —Parece satisfecho con mi respuesta, la sonrisa traviesa que muestra, me lo dice.
—Esa timidez de ángel que muestras, me encanta, pero sobre todo saber que aun así, logras sacar a flote tu lado diabla, me enloquece. Ese, es el lado que quiero tener hoy en mi cama. Deseo que cumplas todo lo que no has podido hacer…—Me aclara. Esta noche, no será como ninguna otra que haya tenido. —Vamos, —dice tomando mi mano para levantarnos, después de poner un billete sobre la barra.
Mientras salimos del bar, toma su celular y parece escribir un mensaje de texto con rapidez, al momento que su teléfono se ilumina notificando la respuesta, su rostro adquiere un brillo inexplicable. El camino en su auto fue tenso, mis nervios comenzaban hacerse presente y no deseaba que lo notara. No quería que me viera como una adolescente, quería estar aquí pero no podía evitar sentirme así...
Su auto se estacionó frente a un lujoso hotel, como todo un caballero, me ayuda a bajar y tomando mi mano con determinación, nos dirigimos a la entrada de aquel lugar al que nunca había entrado. Solo con verlo desde fuera, se podía apreciar el lujo y lo caro que debía de ser, pasar una noche aquí, debía ser la gloria.
Dominic no se detiene a mirar absolutamente a nadie, nos dirige directo al ascensor. Allí marca unos números y enseguida siento como el aparato comienza a moverse. A pesar de que deseo estarme quieta, me resulta imposible.
—Un día mandaré apagar las malditas cámaras de este elevador, —afirma, dejándome boquiabierta, pero al mismo tiempo resultaría excitante sentir como me pega con dureza a la pared, con el elevador en movimiento mientras me da duro. Joder, este hombre me ha transformando. De solo pensarlo, tengo ganas de brincarle encima ahora mismo.
—Lo estaré esperando, mi león perverso, —digo y parece complacido por mi respuesta, a la par de sorprendido porque me haya atrevido a responderle, teniendo en cuenta que anteriormente en el bar, no lo hice.
—Sé que sí florecita, pude notar como imaginaste la escena. — Es sorprendente, el modo en que puede saber, hacia dónde se desvían mis pensamientos con solo mirarme.
El ascensor por fin se detiene, mostrándome lo que debe ser la suite presidencial, cabe destacar, que la sala, que es lo único que alcanzo a ver, es más grande que el recibidor de mi edificio. Es simplemente majestuoso el lujo que me rodea.
—Te haría un tour florecita, pero no está noche. —Explica, —El único lugar que quiero que conozcas ahora, es mi habitación. —Sabe él, cuantas ganas tengo, de que me lleve a esa maldita habitación.
—Llévame —digo con valentía. Ya estoy aquí, dejaré salir a flote todo lo que quiero y deseo. Quiero sentir y no pensar, aunque después, el final sea el esperado…
Sin esperármelo, Dominic me toma en brazos como si fuera una noche de bodas; cuando el novio lleva a la novia a la habitación nupcial, es un gesto tan romántico que solo de esta manera llegaré a vivirlo. En cuanto abre la puerta, me recibe un cuarto inmenso, con luz tenue de color morado, una música sensual se escucha de fondo, veo una mesa cerca de la gran cama imperial. Dominic me baja, quedándose tras de mí, solo espero su próximo movimiento.
Con delicadeza, toma mi cabello suelto y lo mueve a un lado para tener acceso a mi cuello, el simple roce de sus dedos me hacen jadear, ¡Mierda! No es normal lo que me provoca. Reparte besos húmedos por todo el lugar, hasta que muerde el lóbulo de mi oreja, tal y como en el bar, cabe mencionar que es un punto débil muy fuerte para mí.
Sus manos van al costado de mi cuerpo para bajar el cierre de mi vestido. Cae al suelo al instante, dejándome en un conjunto negro de encaje y tacones, camina posicionándose frente a mí. Sin pedirle permiso, desabrocho su camisa con rapidez. Lo toco, tomándome mi tiempo para explorar su pecho. Cuando deseo seguir mi camino, me detiene.
—Ahora no florecita, primero, debo degustarte en cada rincón, después, seré todo tuyo. —Aquella promesa solo me encendió más. Asentí.
Me cargo rápidamente, dio unos pasos y caímos sobre la cama mientras nos besábamos, ¿Cuándo había sentido tanto deseo con un beso? Nunca, simplemente un beso jamás fue capaz de excitarme. Dominic abandona mi boca, ante mi reclamo, sonríe, pero continua su camino mientras se deshace de mi sostén. Mis pezones se encuentran completamente erguidos. Toma uno entre sus dientes logrando que mi espalda se despegue del colchón, y luego le da al otro, la misma atención.
Su boca besa toda la piel que encuentra a su paso, haciéndome delirar con cada caricia y en proceso,voy descubriendo las terminaciones nerviosas de mi cuerpo, en lugares nunca antes explorados...salvo por él,justo ahora.
—¿Sabes? Tengo mucha hambre, —dice levantándose de la cama dejándome desconcertada. Va a la mesa y destapa una cuenca que tiene un plato con frutas, toma una fresa entre sus manos y come un trozo con una sensualidad que me deja impresionada, a paso lento se acerca y pasa la fruta por todo mi abdomen bajo mi atenta mirada. —Eres tan deliciosa como ésta fresa, —sentencia al tiempo que lame con su lengua para limpiar todo el jugo que la fruta ha dejado en mí. Echo la cabeza hacia atrás extasiada con sus palabras y su lengua.
Estoy perdida en él, es todo lo que sé, no me ha tocado como en el bar y yo siento que mis bragas se pueden exprimir mi excitación. Cuando sus besos comienzan a bajar, hasta llegar a mi pelvis, mi respiración se vuelve más irregular.
—Te prometo florecita, que esta noche no me detendré, hasta que tus piernas tiemblen una y otra vez y tus gritos se escuchen en todo el maldito hotel. — En cuanto la frase sale de su boca, rompe mis bragas con fuerza. ¡Dios si! Cuanto deseaba sentir su boca entre mis piernas.
—Dominic, por favor—le suplico cuando noto como besa mis piernas y no me da, lo que sabe, que deseo.
—Eso es florecita, suplícame para que acabe con tu tortura. —Afirma y lo próximo que se escucha en esa habitación, es a mí, gritando su nombre ante el lengüetazo que le ha dado a mi feminidad.
—Puta mierda, no te detengas por favor, —le pido casi lloriqueando. Gracias al cielo me obedece y sigue matándome lentamente con lamidas tortuosas, pero deliciosas.
Su lengua continúa su asalto logrando qué, lo apriete cada vez más contra mi sexo de forma involuntaria, joder, es tan bueno, que tiene que haber tomado clases. El orgasmo comienza a formarse cada minuto más y cuando siento que voy a explotar, se detiene. Automáticamente vuelve al asalto, esta vez, introduciendo dos dedos en mi interior, los mueve en círculos mientras su lengua tortura mi botón del placer y es, entonces, cuando sus dedos dan con mi punto G y veo estrellas, galaxias y lo que le sigue, provocando que me corra tan fuerte, como nunca en maldita existencia.
No me deja recuperarme, cuando sube por mi cuerpo y de una estocada se hunde en mí. Cierro mis piernas alrededor de su cintura para que no se mueva, deseo sentirlo mío por un momento, en ese intervalo de tiempo, me besa. Que morbo me da, probar mi sabor en sus labios. Sus movimientos al principio son suaves, pero certeros, cuando lo que quiero, es que me folle con rudeza, rápido, como un animal.
—Más…—Es todo lo que pido al ver que no tiene intenciones de incrementar el ritmo. Me está torturando deliciosamente, pero yo, no puedo más. Sigue con el mismo ritmo y es entonces, cuando tomándolo desprevenido, logro quedar encima de él. Su mirada de asombro me fascina, que hiciera aquello no se lo esperaba, le demostraría, que no era sumisa, que no sería él, quien siempre dominara todo.
Coloqué mis manos sobre su pecho y comencé a moverme despacio, torturándolo, tal y como él lo hizo conmigo hace minutos. Sus gemidos me empoderan aún más, me siento una puta reina teniéndolo debajo de mí. Cuando menos se lo espera, lo saco completamente de mi interior, para enseguida dejarme caer. El ritmo en que me muevo es tan rápido, como nunca imagine poder hacerlo. El deseo me tiene cegada de pasión. Me muevo sobre él como si no hubiera mañana, y la excitación aumenta en ambos cada vez más, nuestros gemidos entremezclados, me lo dicen.
—Eres una diosa florecita, no tienes idea lo magnifica que te ves moviéndote sobre mí. —Dice agarrándome de la cintura, haciendo un rápido movimiento, logrando ponerme en cuatro. —Te ves espléndida en esta posición. Soñé muchas veces en tenerte así. —Le creo, estoy segura que me imaginó en todas las posiciones del Kama Sutra.
En el instante en que voy a responder, siento como su pene se abre paso entre mi carne húmeda, se siente divino. Al saber lo que deseo, sus movimientos son rápidos, letales, que amenazan con hacerme caer. Toma mi larga cabellera que cae sobre mi cara, y arremete con fuerza en mi interior, ocasionando que mis gritos, vayan en aumento.
—Mierda Dom, voy a…—Intento decir, pero las palabras me fallan, al sentir, como uno de sus dedos, da la estocada final a mi orgasmo con un suave movimiento en mi botón. Exploto en mil pedazos sintiéndome en las nubes. Mi orgasmo desencadena el suyo, logrando que salga rápidamente de mi interior y se derrame sobre mi culo.
Caigo así mismo de espalda, sobre la cama, con la respiración agitada, imposible de controlar, hasta que no pasen unos minutos. Dominic tiernamente limpia sus restos de mi cuerpo con una toalla, que no sé, en qué momento, buscó. Se deshace de la toalla y se acuesta atrayéndome a su lado. Caigo rendida. En mis 20 años, había tenido una noche de sexo como aquella. Estaba muerta de cansancio y el sueño me venció al instante.
—Eres todo lo que quiero en mi vida florecita, —es lo último que escuchó antes de perderme en la oscuridad—haré hasta lo imposible, porque seas mía. —Dijo Dominic al ver que la mujer a su lado, se quedaba dormida, sin escucharlo…
Desperté aquella mañana sintiéndome relajada como nunca, gracias a la magnífica noche que había tenido. Pero ya había terminado, era momento de regresar a la realidad…Lo miraba una y otra vez, tratando de que su rostro se quedara grabado en mi mente. Deseo tocarlo, besarlo, pero si lo hago, se despertará y la despedida será más difícil para mí.
Durante el tiempo que me tardé en vestirme y en salir de las instalaciones del hotel, estuve con el corazón en la boca, la incertidumbre de no saber, que podría pasar si él hubiese despertado, por lo qué, cuando cruce la puerta de mi departamento, el aire volvió a mis pulmones logrando que respirara con facilidad.
Aquel día, por más que intenté concentrarme en mi trabajo, fue imposible. Solo podía recapitular todo lo vivido la noche anterior. Siempre lo supe, desde que me citó para vernos, supe que este sería el resultado, todo terminaría, no sería algo más que un revolcón para un hombre como él, que puede tener las mujeres más experimentadas en su cama.
Revisaba el celular una y otra vez, para ver si recibía un mensaje suyo, lo cual no sucedió, ratificando lo que ya sabía, fui su romance pasional de una noche. Lo disfruté, y no me arrepiento de haberme ido con él. Me hizo sentir la mujer más feliz y deseada sobre la faz de la tierra, pero había acabado, y yo, solamente podía, quedarme con el recuerdo de lo bueno que fue.
Ya había caído la noche, avisándome que era momento de regresar a casa, a la soledad de mi apartamento, que cada vez se hace más difícil, pero era preferible a que todos quisieran controlar mis movimientos como si fuese una niña.
Me detuve en seco al voltear, luego de haber agarrado unos papeles que se habían caído al suelo. Ante mí, se encontraba el dueño de mis pensamientos durante todo el día, pero esta vez, su mirada denotaba furia.
—¿Cómo se te ocurre marcharte así de mi lado? —Es lo primero que dice al ver, que yo no pronuncio palabra.
—Hice lo que tenía que hacer antes que fueras tú quien me dijera que me marchara. — Le respondí con sinceridad. ¿Para qué ocultarlo? Comenzó a jalarse el cabello con desesperación.
—¡Maldita sea Melodie! — Grita furioso moviéndose de un lado para otro. —¡No sé qué mierda pasó por tu cabeza para que pensarás que lo de anoche fue un puto calentón!, ¡Porque no lo fue! — Continúa diciendo, ahora un poco más calmado.
—¡No sé! ¡No supe que pensar! Me aterro la idea de que me echarás cuando despertarás y preferí irme antes para evitarme ese dolor. — Ahora la que grita soy yo. ¿Será que me equivoqué con él?
—Florecita, —susurra acercándose a mí, tomando mi rostro entre sus manos para darme un corto, pero cálido beso. Sin poder aguantar, tomo su boca y lo devoro. Dios, me hace sentir en el puto paraíso. —eres mía Melodie, —dice con posesividad, dejándome alucionada. —hablemos en un lugar más cómodo, por favor. —Dice y asiento. Tomo mi bolso y agarro la mano que me extiende.
Salimos del edificio y ante mi veo una limusina, el chófer nos abre la puerta y Dominic me mira para que entre de primera, sonrío, piensa que quiero escapar. Una vez estamos los dos allí dentro, el chófer comienza a manejar. De momento, veo como una separación entre la parte delantera donde está el chófer se levanta para darnos privacidad, nos miramos y como si sus ojos me hablaran, me lanzo sobre él, que me recibe gustoso.
Devoro su boca con frenesí, la cual se mueve al compás de la mía, me aprieta contra su cuerpo como si necesitara recordar qué, si estoy allí sobre él, con él. Muevo mis caderas sobre su hombría buscando fricción, buscando sentirlo, y lo que siento, me encanta. Está completamente duro por mí.
—Te necesito ahora Dominic. —Gimo contra su cuello.
—Yo también Melodie, móntame cariño. Muéstrame cuanto me extrañaste hoy. Luego hablaremos, pero ahora, deja que nuestros cuerpos, hablen por nosotros. —Me pide y decido hacerle caso.
Sin necesidad de juegos previos entre nosotros, me levanto un poco con ayuda de Dominic, que me sostiene por la cintura, y levanto mi falda, cuanto agradezco haber usado falda hoy. Seguidamente, desabrocho los pantalones de Dominic liberando su miembro erecto que agradece dejar los apretados pantalones. Corro mis bragas a un lado y me dejo caer sobre su pene.
Cuando nos hacemos uno, Dominic tira su cabeza hacia atrás apretando mi cadera ante las sensaciones tan magníficas, mientras yo, necesito apoyar mi cabeza en su pecho. Me agarro de sus hombros, seguidamente, y comienzo a cabalgarlo, esta vez, no puedo ir suave, aunque quiera, quiero follarlo hasta que me duelan las piernas y convulsiones juntos de placer.
Dominic agarra mi cabello y besa mi cuello mientras yo sigo moviéndome sobre él. El auto se mueve descontroladamente compensando mis movimientos, no me importa que el chófer sepa lo que está pasando.
En aquel minúsculo lugar, cambio de posición dándole la espalda a Dominic, cerrando mis piernas sobre su pene, logro sentirlo a mayor profundidad, cuando me lo meto hasta lo más profundo de mi cuerpo. Mi león no deja de gemir mi apodo, y aquello solo me pone más loca de lo que él, ya me tiene. Coloco mi cabeza entre su cuello cuando siento que el orgasmo pesa sobre mi vientre, mandando oleadas de placer desde la cabeza hasta los pies. Y tal, y como sabe, un suave toque en mi sexo, me hizo explotar llevándomelo conmigo al infierno, al paraíso; ya no sé a dónde.
—Perdóname florecita, he terminado dentro de ti. —Dice tras haber recuperado el habla.
—No te preocupes, tomo anticonceptivos para regular mi período y me protege de embarazos. —Le cuento y él asiente.
—Cásate conmigo, —suelta en ese instante, haciendo que empiece a toser. Mierda, pero, ¿Qué ha dicho este hombre? Definitivamente le falta un tornillo.
—¿Matrimonio? ¿Me estás pidiendo matrimonio? —Digo incrédula.
—Sí, — cuando quiero abrir mi boca, me detiene, —te quiero a ti Melodie, no a ninguna otra —vaya que sabe y me conoce, —la única mujer que me ha tenido pendiente del puto móvil has sido tú y solo tú, no ninguna otra. Comparte tu vida conmigo y prometo hacerte muy feliz. —Dice con una mirada suplicante.
—Sí quiero. —Digo para mi absoluto asombro. Será una locura, pero es la locura que más feliz me ha hecho. Dominic sonríe feliz y va a su bolsillo, sacando una cajita que cuando la abre, un bello anillo reluce, logrando que mis ojos, se empañen ante la felicidad que siento. Es tan lindo los sentimientos que se acumulan en mi pecho, que me siento la mujer más dichosa de la vida.
—No te arrepentirás de aceptarme florecita. —Dice y nos damos un gran beso, donde me demuestra, nuevamente, todos sus sentimientos por mí.
La vida es muy incierta, nunca sabemos cuándo la felicidad tocará nuestra puerta, lo que sí sé, es que a la mía, ya ha tocado, y no puedo estar más feliz. Nuestra relación comenzó de una forma poco convencional, y sé, que tendremos un largo camino por recorrer para demostrar que somos el uno para el otro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro