Epílogo.
¡Hola mis bonitos lectores! Me pasa algo curioso con los epílogos, en el caso del amante del lince por ejemplo lo escribí a la semana de acabar el fic, acá pasó lo contrario, me demoré meses porque en el fondo no quería decirle adiós a esta historia. Y ni qué decir con la edición, Dios, me atrase terrrible, de hecho llevaría como dos años en emisión este fic si contamos ambas subidas.
Fue el fic más estresante que he escrito en la vida, agradezco un montón a quien esta leyendo esto y llego tan lejos, pero me siento muy orgullosa de esta historia. Me tomó casi un año finalizarla y aunque ahora estoy llena de nuevos proyectos para el fandom, esta sigue siendo de mis favoritas. Gracias por haber hecho de este fic algo especial, gracias por darme tanto mientras leían. No puedo pagar ni agradecer todo el apoyo y el cariño.
Solo gracias. Nuestro capítulo final lo tiene Eiji.
Espero que les guste.
¡Mil gracias por haber llegado hasta acá!
«Para quedarte dónde estás tienes que correr lo más rápido que puedas...Y si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido»
—Y ahora, en el último salto, ¡Eiji Okumura del equipo local!
La mente se me electrificó cuando me acomodé en la línea de partida, el calor retumbó en cada latido para expandir las ondas de mi pulso en un mar de ensueño, mis manos recorrieron la pértiga como si fuese la misma extensión de mi alma, la respiración me pesó bajo los gritos del entrenador, presioné mis párpados antes de tomar aire una última vez. Podía hacerlo. ¡Realmente podía!
Ocurrió en cámara lenta.
Primero: el impulso. Con el rebote de las zapatillas retumbando entre mis orejas y mi mandíbula, con los gritos del público y la efervescencia del momento, se paralizó el tiempo como una oda hacia la belleza de lo efímero.
Segundo: el despegue. El chirriar de la vara contra el soporte de la pista me heló la sangre antes de que la pértiga temblara y me comenzase a alzar entre las nubes.
Tercero: el vuelo. Electricidad recorrió desde el talón de mi pie hasta la punta de mi nariz, una incontrolable felicidad me abrumó cuando pasé sobre el soporte, los colores fueron embriagadores en el cielo, la pasión chispeó en lo delicado de una sonrisa. ¿Cuántos segundos estuve allá arriba?, ¿dos?, ¿tal vez tres? Daba igual, aquel momento fue arrancar un pedazo de sueño para enmarcarlo en la eternidad. Cruzar la línea que dividía la realidad del país de las maravillas fue una sensación que acunaría por siempre.
La caída fue estridente contra el colchón.
No pude disimular mi sonrisa tras ver el marcador ni ocultar el cosquilleo que tiñó mi espíritu. Éxtasis y juventud, sacrificios y lamentos, tan agotador. La presión de los entrenamientos casi me había hecho colapsar, mis entrañas se estaban devorando a sí mismas, el insomnio entremezclado al cansancio se había convertido en mi dulce agonía, la terapia era pesada de cargar, sin embargo, lo había hecho, finalmente había vuelto a surcar los cielos. Amar esta parte de mí era tan destructivo como maravilloso. Me sacudí el uniforme antes de encaminarme a las bancas. ¿Qué importaba ser el primer lugar? ¿Qué importaba si otro de esos sujetos llegaba más arriba? Esta era mi declaración inquebrantable hacia la libertad. Era mágico, potente y sofocante. Esta era mi pasión y sin importar la violencia con la que se me derrumbara el mundo encima, yo no lo dejaría.
Porque no fui una pieza que calzó en el molde que con tanto esmero me impusieron, hice mi propio rompecabezas.
Ahora lo sabía.
—Ese fue todo un salto. —Una botella me fue entregada junto una sonrisa galante—. Si no ganas el primer lugar es porque está arreglado. —Rodé los ojos antes de hacerle espacio sobre la banca, Ash Lynx era un problema enfundado en jeans rotos, camisetas musculosas y frases coquetas.
—No me importa ganar, solo quería clasificar para el torneo de Manhattan. —Dejarme caer sobre su hombro fue una profunda calada de serenidad, los gritos del público volvieron a retumbar tras el chirriar del silbato—. Y lo hice, pude clasificar.
—¿Eiji? —Me limité a asentir mientras el candor se enfocaba en otro pertiguista—. ¿En qué piensas cuando estás en el aire? —La ternura con la que comenzó a juguetear con mi cabello me hizo reír, él era lindo, igual que un gato mimoso.
—Nada en particular.
—¿En serio? —El muro de mis mentiras se derrumbó ante el fulgor del jade—. Para alguien que dice eso te ves muy feliz allá arriba ¿no? —La suavidad con la que alzó mi mentón fue tan mortífera como adictiva—. Haces una cara realmente maravillosa en esos momentos. —Las mejillas me calcinaron bajo semejante magnetismo—. Esa es una de las cosas que me atrapó de ti.
—Ash...
—Verte saltar pértiga no solo me llena de orgullo, sino también de inspiración. —La suavidad con la que él depositó un beso sobre mi nariz electrizó mi cordura—. No es justo estar tan enamorado de ti, onii-chan. —Nuestras manos se entrelazaron sobre el estruendo del verano.
—Esa debería ser mi línea. Gracias por acompañarme hoy, sé que has estado ocupado con tu nueva compañía. —El último año ha sido todo un desafío para nosotros dos—. Lo aprecio mucho.
—No me lo hubiese perdido por nada del mundo. —Su palma se dejó caer sobre una de mis rodillas, el tacto fue chispeante y atrevido contra mi piel desnuda—. Además... —Su voz me erizó el cuello al borde de la tentación—. Realmente me sabes provocar cuando usas ese uniforme, te ves sexy.
—Lo sé, me lo dices cada vez que me lo pongo.
—Solo quería asegurarme de que supieras. —Que delirante era estar enamorado de él.
La tragedia ocurrió bajo la alfombra de la injusticia, la pandilla fue expulsada de la facultad por la orden de Dino, los rumores continuaron como si fuesen una manifestación de la verdad, la violencia fue pagada a medias y el poder nos hizo darnos cuenta de lo insignificantes que éramos. Qué mundo más hosco para la sinceridad. Aunque al principio fue un caos quedar varados en el océano de la desolación, Ash decidió aprovechar sus viejos contactos para instalar una improvisada compañía, la versatilidad de sus servicios no solo le permitió ahorrar dinero, sino que llamó a universidades importantes a interesarse en ellos. Qué injusto, yo pasé más de dos años estudiando para mi prueba de ingreso académico cuando nombres poderosos como Harvard o Stanford golpearon por mera curiosidad su puerta, supongo que es verdad, la única comparación digna a la inteligencia de mi amante es la ferocidad de su belleza.
—¿Puedo invitarle un almuerzo al ganador de hoy? —Las gotas de verano descendieron desde mi cuello hacia mis hombros, el magnetismo atrapado en su voz congeló el estruendo del paisaje, lindo.
—¿Le vas a invitar un almuerzo a mi contrincante? Vaya, no sabía que eras esa clase de persona, eres de lo peor.
—¡Eiji! —Él infló las mejillas en un puchero absolutamente adorable—. Quedar en segundo lugar no es malo, eres un ganador. —Me encogí de hombros, la banca se volvió pequeña para nosotros dos—. Además, te ganaste mi corazón con ese salto, ¿no fue suficiente?
—Prefiero el primer lugar. —No pude evitar carcajear ante tan ridícula mueca de decepción.
—No eres para nada lindo.
—Sabes que es broma. —Me acerqué para presionar un delicado beso en sus mejillas, el mero roce lo hizo ruborizar—. Cariño, no te enfades conmigo.
—No podría aunque quisiera. —Debajo de la agresiva fachada del lince de Nueva York no se ocultaba más que un niño berrinchudo—. ¿Llamarás a tu familia para contarles lo de hoy? Es importante.
—Aún no están listos para que hablemos sobre esto. —No los podía culpar, ellos no habían educado a su hijo para que abandonase la universidad y se fuese a saltar pértiga. La felicidad no garantizaba un futuro seguro, aun así, si estas eran mis deudas y mi tiempo de legado...
—Eiji. —¿Por qué debía gastarlo en las expectativas de alguien más?
—No tiene importancia. —Estaba bien. Que se sintiesen decepcionados, que me reprochasen por mi idiotez, que me desterrasen de su hogar si eso los ayudaba a sentirse mejor—. Pero sí deberías prepararte para conocerlos algún día, mi madre tiene un espantoso carácter. —Porque yo estaba orgulloso de mis decisiones.
—¿Terrible carácter? —Mis errores eran mi pértiga para el destino, que idiotez haberme tratado de privar de ellos—. Se debe parecer a ti. —Inflé las mejillas ante tan descarada risa.
—Pensándolo bien, no les gustarás. —Tras un suspiro risueño él dejó caer uno de sus brazos sobre mi hombro.
—Estás subestimando el legendario encanto del lince de Nueva York. —Rodé los ojos antes de dejarme acunar por su calidez—. ¿No quieres ir por tu diploma hoy? Sería el cierre perfecto para el año.
—Ibe-san me dijo que tenía todo el mes para irlo a buscar. —En una realidad donde los sueños eran camas deshechas hundidas en el mar de la pena—. No tengo prisa. —Él me encontró.
—Eres terco. —Él me salvó—. ¿Me vas a dejar invitarte el almuerzo? —Él me complementó.
—Déjame cambiarme antes de ir. —Él me enamoró. La suavidad con la que Aslan me sujetó de la muñeca fue surrealista. Que toque más delirante. Que galantería más de ensueño.
—¿Quieres que te acompañe al vestidor? —Los colores me quemaron entre las mejillas frente a tan descarado mohín—. Ya sabes, todos están festejando aquí, nosotros podríamos...
—¡Ash! —No fue necesario que terminara, ese guiño coqueto me lo dijo todo.
—Solo decía que sería fácil hacerlo con esos pantalones cortos. —Él extendió sus palmas en el aire—. Te esperaré en el estacionamiento con la motocicleta, dulzura.
Fue un martirio tener que trabajar, independizarme, terapiarme y terminar la tesis. La impotencia me golpeó tan fuerte como la realidad, el terror a volver a caer en esa persecución contra el tiempo me paralizó más veces de las que puedo recordar, no obstante, Ash siempre se mantuvo a mi lado. Cuando me desmoroné él me abrazó para susurrarme los versos más melifluos que jamás se habían escrito, cuando me bloqueé para perder las cajas de mi identidad, él me llevó hacia el país de las maravillas a conocer a Alicia, él me animó cuando me quise rendir, él creyó en mí y me sostuvo para que no renunciara. Es mi pilar, yo trato de ser el suyo. Y lo entiendo, no existe una relación perfecta, tuvimos muchos roces luego de mudarnos al apartamento, pero supimos convertir esas discusiones en caricias y películas, porque lo amaba estaba seguro de que podía desafiar hasta al mismo destino con tal de permanecer a su lado. Que abrumador era tener a alguien así.
—¿Listo? —Él sabía robarme el aliento con semejante galantería.
—Listo. —Porque Aslan Jade Callenreese era esa clase de persona, fue inevitable enamorarse de él.
Me senté detrás de Ash para comenzar nuestro viaje, que rápido se iba la vida cuando la disfrutaba. Irónico, aunque llevábamos más de un año juntos cada vez que me subía a su motocicleta se sentía como la primera vez. Ojos verdes, felinos y filosos, entremezclados al aroma de la gasolina. Él me dijo que yo lo salvé aquella noche, sin embargo, él fue quien me inspiró para que pudiese extender mis alas, gracias a él dejé de correr y empecé a volar, pero no se lo diría.
Que vergonzoso sería si él supiera lo enamorado que estaba.
—¿Aún no decides aceptar la beca? —Qué agradable era sentarse a las afueras de la universidad mientras devorábamos hot dogs baratos. Ash frunció la boca antes de encoger sus piernas sobre el pasto, llevándolas hacia su vientre.
—No. —Me abaniqué la lengua por culpa de la mostaza—. Nos está yendo bien con el negocio, no me veo en la urgencia de meterme a estudiar. —Con un último bocado terminé el almuerzo—. Al final el viejo perdió toda su credibilidad con lo que pasó.
—Y la inteligencia del lince de Nueva York fue más fuerte que cualquier rumor. —Sonreí cuando sus mejillas se tiñeron de escarlata, adorable—. ¿No hay nada que te gustaría hacer, Ash? No es que menosprecie tu negocio, pero siento que me estás ocultando algo. —Él dejó de lado el hot dog antes de acomodar su cabeza encima de mis muslos, la cercanía fue intoxicante.
—Lo he estado considerando... —Que atronadora fue la naturalidad con la que le empecé a acariciar el cabello bajo la sombra del árbol, paseando por sus mechones una y otra vez, suave, muy suave—. Creo que me gustaría ser maestro de literatura.
—¿Maestro? —Haciéndose un ovillo sobre mis piernas, él asintió.
—¿Te conté que tuve una vida de mierda? —Hablar de su pasado aún le costaba.
—Sí. —Pero porque él era una rosa yo lo amaría con todas sus espinas—. Lo mencionaste.
—Asistí a una escuela realmente pobre cuando era niño, los maestros no eran más que unos viejos borrachos, pero nada de eso desalentó a Griff para enseñarme en casa, a mi papá le parecía ridículo que él gastara su tiempo así, sin embargo, jamás se rindió. —Sus yemas juguetearon entre las hojas secas para trazar figuras al azar.
—Ash...
—Creo que él hubiese sido un buen profesor, le gustaban los niños. —El suspiro que arrojó fue falta en el temor de la reminiscencia—. Por supuesto, yo trabajaría en una universidad y aprovecharía para quitarle su preciosa facultad a Dino Golzine, pero... —Me incliné para interrumpirlo con un beso.
—No necesitas darme excusas. —El silencio de su sonrisa rompió la barrera de la realidad—. Te apoyo.
—Eiji. —Nuestras manos se entrelazaron sobre la hierba.
—En lo que sea que escojas hacer, en quien sea que te quieras convertir, te apoyo. —La intensidad con la que Aslan me miró esa tarde me recordó al chico arisco que encontré peleando entre los contenedores de deportes—. ¿No te ha quedado claro todavía? No me pienso ir de tu lado. —Aun así, esos ojos lucieron diferentes.
—Eres todo un caso. —Más brillantes, más verdes, más vivos—. Eres un terco, terco sin remedio.
—Así te gusto. —Quizás él parecía más hermoso porque yo estaba enamorado.
—Así me traes loco. —Tal vez porque yo estaba enamorado él se esforzaba en hacerse más sublime, como si eso fuese posible, como si ya no estuviese lo suficientemente perdido por él—. Mi dulce Eiji. —La ternura con la que delineó mi mentón me incitó a cerrar los ojos.
—Mi americano idiota. —La mueca que deformó su galantería me hizo reír, él me tomó de la cintura para poder empujarme debajo. El pasto y las hojas secas se entrelazaron a mis cabellos, la humedad del rocío atravesó mi camisa, la calidez de su cuerpo me paralizó.
—¿Aún no decides si harás el postgrado? —El desagrado con el que se deformaron mis facciones lo hizo carcajear—. Supongo que no quieres hacerlo.
—Estoy pensándolo todavía, acabo de terminar la tesis, necesito vacaciones antes si me voy a meter otra vez a ese infierno.
—Siempre podemos pedirle a Max un mes libre. —Por más que quise apartarlo estuve a su merced.
—No abuses del jefe. —Para poder pagar el departamento Ibe nos recomendó con un conocido suyo en un periódico local, gracias a mi carrera en literatura fui capaz de redactar artículos decentes—. Aún puede despedirte, le pasas faltando el respeto llamándolo viejo. —Gracias al intelecto superior de mi amante nuestras noticias se convirtieron en controversia.
—El anciano perdería a su mejor equipo si eso pasa. —Dino Golzine fue expuesto en uno de nuestros trabajos al igual que el drama que se escondía debajo de su universidad.
—¿Su mejor equipo? —Negué—. Te perdería a ti, a mí me dijo que me quería como jefe de redacción en el futuro. —Era tan divertido hacerlo enfadar.
—¿Traicionarías a tu amante por dinero?
—Definitivamente. —Lo estruendoso de mi carcajada le tensó las cejas—. Sabes que es mentira, no seas infantil. —Claro que él no reaccionó—. Te prometí estar a tu lado para siempre, no tomes mis palabras a la ligera. —Como si amor fuese más que cuatro letras, a él se le encendieron las mejillas—. Ash... —Sonreí al recordarlo.
—¿Sí? —Amor era más que cuatro letras porque él le dio sentido.
—Te amo. —Fue indescriptible el resplandor con el que se pintaron esos jades.
—Nunca tengo oportunidad cuando se trata de ti, ¿no es así? —La suavidad con la que delineó mis labios fue efervescente—. Eres un tramposo, onii-chan.
—Esa debería ser mi línea. —Él negó antes de ponerse de pie.
—Acompáñame al bar, tengo que pasar a buscar algo.
Pedírmelo fue mera cortesía, Ash sabía que yo lo seguiría hasta el fin de esta vida, la siguiente y aún más allá. Tomados de las manos, entre bromas, rubores y caricias llegamos a la cantina donde se solía reunir la pandilla antes de arrendar una oficina.
—¡Felicidades! —El grito de la multitud convirtió a mis piernas en nudos y a mis latidos en acertijos. Confeti me fue arrojado al rostro antes de que pudiese reaccionar.
—¿Qué? —La estridencia de la música no fue tan armónica como las sonrisas de la pandilla.
—Felicidades por haber aprobado y terminado tu tesis. —Como si fuese su reino el culpable del caos se abrió paso con un elegante contorneo de caderas y un diploma entre las manos.
—Yue. —La dulzura impregnada en su sonrisa me hizo negar—. Tenía todo el mes para retirar ese certificado. —Él me extendió el marco con una conmoción mal disimulada, la efervescencia de los aplausos retumbó en cada rincón de mi alma.
—Sí, pero le pedí a Ibe que me lo entregara a mí. —Yue acomodó su brazo sobre mis hombros para poder arrastrarme lejos de mi novio—. Sobre mi cadáver iba a permitir que el lince de Nueva York nos robase nuestro momento. —Rodé los ojos antes de apoyarnos al frente de una mesa.
—¿Nuestro momento?
—Te soporto desde el primer verano en que trabajaste en esto, Okumura. —Era verdad. Sus manos se deslizaron hasta rozar mis yemas, aquellas pupilas fueron una crónica para la desesperación—. Me siento orgulloso de ti. —El mohicano de Shorter se hizo presente junto al dorado y al jade—. Aunque me tuve que perder tu competencia para organizar esta fiesta, estos chicos no pueden hacer nada por su cuenta, son una bola de inútiles, bueno, no puedo esperar algo más con Ash de jefe.
—Quizás eres malo organizando, víbora. —La voz de Arthur retumbó tras dejar caer un regalo sobre la mesa—. Sino fueras tan mandón habríamos terminado antes.
—Habría quedado mal.
—De parte de todos nosotros. —Arthur arrastró el empaque a mi lado de la cantina—. Felicitaciones al amante del lince. —Tras concederme una sarcástica sonrisa, él se retiró.
—Me gusta como suena y a la vez lo odio. —El desagrado que mi mejor amigo le tenía a mi novio era evidente. Que rivalidad más fría, ser la beldad de los medios de comunicación debía ser un martirio—. Por cierto... —La melancolía con la que sus pupilas se posaron sobre el paquete me hizo vacilar—. Sing nos dio la idea.
—¿Sing? —Pronunciar su nombre fue un estrago para mi corazón, mis yemas temblaron alrededor del papel antes de rasgarlo.
—Dijo que te gusta la fotografía. —Su ausencia fue una efímera calada de añoranza, la atmósfera se perdió cuando tomé una cámara fotográfica entre mis manos.
—Es verdad, pero lo dejé junto al salto de pértiga. —Renuncié a tantas cosas por una etiqueta sin valor, que estúpido fue perder el control de mi propia identidad para satisfacer a un teatro vacío.
—Tal vez ha llegado la hora de retomarlo. —Con un gesto, Yue me pidió que me acercase a su lado—. Exijo ser tu primera imagen, Ash va a querer acaparar el resto de la memoria y no lo permitiré. —Reí. Por culpa de mi trabajo, las competencias y la tesis no había podido pasar tanto tiempo con él.
—Bien. —Pese a la calamidad él seguía a mi lado, gracias—. Sonríe. —Con un flash el drama del momento fue capturado.
—Siento que le he ganado. —La satisfacción con la que Yut-Lung contempló la imagen no tuvo precio—. Eiji...
—¿Sí?
—¿No has sabido nada de él? —Porque era un tema que había estado metiendo bajo la alfombra demasiado tiempo era momento de hablarlo—. Él parece estar preocupado por ti.
Sing.
¿Cómo describir lo desgarrador que fue ese primer amor?
Aunque el rencor y el veneno nos terminaron destruyendo estoy seguro de que lo amé en su momento. Han habido noches donde su ausencia me ha atormentado en una sombra y su voz ha calado hacia lo más profundo de mis espinas para recordarme las grietas que aún trato de zurcir, quizás esa era la naturaleza humana, aferrarse a lo bueno en lugar de lamentarse por lo malo. Hubieron mañanas donde desperté odiándolo por el daño que me dejó, heridas e inseguridades que no pude cicatrizar porque eran tan profundas que había construido mí mismo nombre sobre ellas, pero con el tiempo (y terapia) entendí que nosotros fuimos ambos. Así como lo aborrecí, el amor que le tuve fue real. Que desperdicio sería manchar esos bellos recuerdos por la saña, solo los dejaría ahí para ya no mirar hacia atrás. A veces era complicado, otras doloroso, algunas me mentía cuando la verdad era que me aterraba volverlo a encontrar en la cafetería o camino a casa. Jamás le pude agradecer por salvar a Ash, ni él tuvo el coraje para despedirse.
Solo nos dejamos caer como esa rosa en las gradas.
—Creo que estoy listo para charlar si él quiere. —Porque no quería seguir estancado necesitaba dejarlo ir con esos sentimientos. Aunque Sing se esforzó en ser el conejo blanco que me guiase hacia el país de las maravillas.
—¿De verdad? —Yo necesitaba un sombrerero para mi Alicia.
—Sí. —Y ambos merecíamos el cierre de esa novela para podernos sonreír y aceptarnos—. Escuché que le está yendo bien como la cabeza de su familia. —Lo bueno y lo malo.
—Ahora que Lao ha mantenido un perfil más bajo, parece estarle yendo de maravilla. —Los anillos de compromisos y las risas—. Él se pondrá contento si aceptas salir un rato. —El chico del que me enamoré pero era medio metro más bajo y cinco tallas más pequeño—. ¿Te paso su nuevo número? —Y al hombre a quien le rompí el corazón cuando se hizo más grande que yo.
—Sí. —Le extendí mi celular sobre la mesa. La rapidez con la que Yue guardó su contacto desató un caos en mi interior.
—No te sientas presionado a llamarlo, te conozco. —Que extraño fue volver a vislumbrar su nombre en mi pantalla.
—No lo haré. —Pero estaba bien. Había alcanzado el máximo estado de plenitud y felicidad a causa de Ash—. Gracias por soportarme en todo esto, Yue. —Era momento de que él también avanzara.
—Ni lo menciones. —Él dejó caer su rostro sobre su palma—. Tú eres quien ha estado escuchando mis quejas sobre Shorter y sus ronquidos, si hubiera sabido que era tan ruidoso en las noches habría considerado el compromiso de mi familia. —Rodé los ojos.
—No es verdad, se te nota que estás enamorado. —Como si fuese el secreto más interesante del universo él apoyó su dedo contra sus labios.
—Pero no se lo digas, me gusta tener el control de la relación, soy quien manda.
—Amor, acá estás. —Aquel apodo meloso solo consiguió que la mandíbula de Yue crujiera—. Vamos a bailar un rato. —La coquetería con la que me extendió su mano me envenenó—. Víbora, Shorter tiene cara de perro pateado en medio de la pista, deberías ir a hacerle algo de compañía.
—Bien, pero si estos zapatos me hacen heridas él tendrá que cargarme a casa. —Ignorando el rubor en las mejillas de mi mejor amigo sucumbí ante el lince de Nueva York.
Aslan me llevó hacia el centro del bar, los movimientos de la pandilla fueron agraciados, los gritos ensordecedores, Alex puso luces de colores mientras en la barra festejaban con un brindis. Él tomó mi cintura entre sus manos con una mirada galante antes de guiar mis movimientos, mis palmas se deslizaron sobre su cuello, suave, cálido y largo, su aroma me hizo delirar en el candor del momento, que esencia más mortificante, sus caricias se derritieron como caramelo en mis labios. Mis latidos se perdieron tras el ritmo de la batería, sus caderas se restregaron con descaro contra las mías, él me sonrió, con esa clase de expresión que sabía que me encantaba antes de acercarse, tan Ash Lynx.
—Esto me trae memorias. —Sus toques descendieron y subieron por mi espalda como si esa curva le perteneciera, posándose en mi trasero para apretarlo, nuestras piernas se enredaron, los demás chicos nos chiflaron—. ¿Recuerdas la primera vez que bailamos? ¿En la fiesta de bienvenida? —Mi frente se llenó de sudor, su voz escapó deliberadamente baja y sensual, casi aterciopelada. Aunque habían decenas de personas a nuestro alrededor solo me pude enfocar en él.
—Lo recuerdo. —Como si esa hubiese sido la respuesta que él estaba esperando, sonrió.
—Me traías loco desde ese entonces. —Me dio vueltas, sus palmas se deslizaron con deseo sobre mi vientre, el estruendo de un palpitar retumbó contra mi espalda—. A veces te miro y pienso que estoy en un sueño. Que nunca me atreví a confesarme, que tú nunca terminaste con él. A veces estoy tan asustado de que desaparezcas. —Hubieron chispas en cada una de mis venas cuando perecí bajo esos jades.
—Ash.
—Aún me da terror que estés tan cerca. No quiero echar a perder esto ni forzarte a que vayas más lejos conmigo sino quieres, pero... —Con un tímido y delicado beso lo silencié.
—Nunca hiciste eso. —Revolviendo entre mis memorias me corregí—. Ignoremos ese tiempo donde parecías obsesionado con juntarme con Sing, fuera de eso, siempre me apoyaste y me escuchaste. —La vergüenza del lince de Nueva York fue tan grande como su frustración.
—Lamento haberte hecho pasar tan malos ratos. —Sus caderas se apegaron a las mías en un lento bamboleo—. Pero no me sentí suficiente para ti teniendo a Sing como competencia.
—Yo... —Él me silenció.
—Sé que nunca lo viste de esa manera, pero fue imposible no compararme con él cuando la brecha era tan grande. —Él me dio vueltas otra vez—. Así que quiero que pienses lo que te voy a preguntar. —Mis brazos se enredaron alrededor de su cuello—. Y me respondas con sinceridad.
—¿Por qué suenas tan serio? —Sus dedos se deslizaron desde la punta de mis cabellos hacia mis hombros.
—Tendrás que averiguarlo al final de la velada. —Que imposible fue resistirse a la tentación que era el lince de Nueva York.
Las luces fueron incandescentes esa noche, bailamos hasta que los pies no me resistieron más, sus manos fueron chispas, sus besos fueron electricidad, sus risas le robaron la belleza al amanecer, esa fiesta fue tanto. El corazón se me detuvo en lo abrupto del romance para perecer en lo efímero de la pasión. Cuando la última jarra de cerveza quedó vacía y las canciones se comenzaron a repetir, regresamos a nuestro hogar.
El apartamento que habíamos arrendado era la mitad de lo que solía tener mi amante bajo el poder de Dino Golzine, teníamos varios libros, nuestro colchón era pequeño, la televisión era vieja y la mayoría de los muebles eran de segunda mano, sin embargo, era un lugar que ambos habíamos construido a base de desvelo y perseverancia. Ash no me soltó cuando llegamos, lo único más desbordante que la suavidad con la que se aferró a mi mano fue el nerviosismo. En silencio, me guio hacia la cama, la lentitud con la que separó su boca consiguió que los latidos se me congelasen para correr al revés. Él presionó sus párpados, tomó aire, trató de darse valor, su confesión parecía ser difícil, necesitaba dar el primer paso.
—¿Hay algo que me quieras decir? —Él asintió antes de sincerarse.
—También te tengo un regalo, pero es vergonzoso. —La irrealidad con la que sus mejillas se pintaron no tuvo precio bajo el suspiro de la noche, sus manos se deslizaron entre las mías—. Estoy un poco ansioso.
—¿Tú? —Sus orejas fueron escarlata—. ¿Nervioso? —Él le dio una profunda calada a la tensión.
—Sé que pasaste por cosas difíciles mientras estabas con Sing, no quiero que lo aceptes solo porque te sientes presionado a hacerlo.
—Ash...
—Jamás sé qué decir cuando estoy frente a ti, me frustra no tener las palabras correctas para regalarte, pero si algo puedo entregarte es mi alma. —La vulnerabilidad con la que él apoyó mi mano entre la suya fue atronadora—. Estoy perdidamente enamorado de ti, Eiji. Eres incomparable, fuiste capaz de encontrar belleza en alguien tan quebrado como yo, me salvaste con ese salto hacia la libertad sin siquiera conocerme, nunca podré encontrar palabras correctas porque no me alcanzan para expresarme. Tú lo eres todo. —La violencia con la que me ardió el rostro me hizo pensar que moriría—. Eres mi todo.
—¿Por qué me estás diciendo esto ahora?
—Porque te quiero dar un anillo, pero quiero que tú le des el significado para el que te sientas listo. —Sus palmas temblaron antes de sacar de su chaqueta una caja de terciopelo—. Quiero que tú escojas aceptarme así como yo lo hice contigo.
—Son preciosos. —Una llamativa franja jade irrumpió el dorado de las sortijas—. ¿Entonces pueden ser anillos de amistad? —No pude contener mi carcajada ante semejante mueca.
—¡Eiji! —Él me arrojó una almohada contra la cara—. ¡Hablo en serio!
—Lo siento, era mi única oportunidad para vengarme, estamos a mano. —La irritación con la que infló sus mejillas y frunció su ceño fue digna de un niño de cinco años—. Lo lamento. —Su expresión se suavizó apenas tomé su mentón—. ¿Puedo hacer algo para que me perdones?
—Puedes compensarlo con algunos besos. —Que fácil era satisfacer los caprichos del lince de Nueva York—. Y aceptando quedarte conmigo un poco más. —Saqué el anillo de la caja para deslizarlo por su dedo.
—¿Qué tal para siempre? —Los colores se hicieron más brillantes luego de que preguntase eso—. No significa que esté aceptando un compromiso o algo así, aún es muy pronto, somos demasiado jóvenes y ni siquiera he pagado mi crédito universitario. —Cuando nuestros ojos se entrelazaron no me pude seguir engañando—. Pero quiero tener esta promesa contigo. —Él acomodó el anillo en mi anular—. Quiero un futuro contigo, Aslan Jade Callenreese. —Y aunque había tenido una sortija ahí durante meses esta sensación fue diferente a todo lo que conocí.
—Me gusta eso.
—¿Debería empezar a pagar mi deuda de besos ahora? —La galantería con la que me sonrió fue la puerta hacia el éxtasis.
—Te encanta provocarme.
—Y te encanta seguirme el juego.
La oscuridad con la que se pintó el cuarto intensificó el placer en el que nuestros labios se fundieron, el descaro con el que Aslan me tomó de las caderas para sentarme sobre su regazo me hizo jadear, mis piernas se acomodaron alrededor de su vientre, mis dedos se deslizaron sobre su cuello mientras él profundizaba el tacto con un tirón de cabello. La lujuria con la que sus palmas se colaron debajo de mi camisa fue electricidad por cada poro, fue delicioso, adictivo y abrumador. El éxtasis fue insoportable, el pecho me retumbó en un espectáculo de pirotecnia en sus toques, me aferré a sus brazos desnudos, hundiendo mis yemas en sus músculos.
Qué tentación más grande.
Con un tirón él me arrebató la camisa para dejarme a su merced, la sensualidad con la que se relamió antes de acercarse a mis pezones consiguió que cada uno de mis músculos quemasen para suplicar por él. La humedad y el candor con el que sus besos me marcaron me hizo temblar, él devoró, tiró y saboreó mi piel, me aferré a sus hombros, acomodé la nariz contra su cuello para que me ahogase en tan varonil esencia. La violencia con la que latió mi corazón cuando me miró mientras mordía mi areola fue un derroche de pasión. Quise pedirle que se detuviera, sin embargo, enloquecer de placer era un riesgo al que me anhelaba someter por él. Tan venenoso.
—Se supone que yo te debía compensar. —La altanería con la que el lince de Nueva York me sonrió me erizó los nervios.
—¿Quieres tocarme, Eiji? —Las mejillas me calcinaron ante tan socarrona mirada—. ¿Me deseas?
—Te deseo, Aslan.
Ash desprendió un erotismo irreal cuando se desvistió, quedando completamente desnudo a mi merced, comencé a recorrer su pecho con caricias curiosas mientras mi boca presionaba su cuello, un ronco jadeo encendió una chispa peligrosa de deseo, era excitante escuchar mi nombre siendo pronunciado por tan áspera y masculina voz. Nuestros penes quedaron expuestos, palpitantes y necesitados ante el otro, no dudé en tomar su erección mientras él se hacía cargo de la mía, estaba caliente y grande, con cada toque se hacía más grande y maldición.
Líquido preseminal humedeció mis dedos mientras bajaba de su glande hacia el prepucio, él tiritó cuando el vaivén se intensificó hasta sus testículos, mis piernas se contrajeron por culpa del candor con que Ash me comenzó a masturbar, la habitación se llenó de sonidos húmedos, la tensión creció en el éxtasis de una mirada. Con movimientos rápidos y ansiosos ambos juntamos nuestros penes en el fervor de la noche, caliente, muy caliente, la obscenidad me hizo sentir tan avergonzado como ansioso. Él estaba ardiendo contra mí, la ferocidad de sus latidos se había llevado mi cordura. Qué abrumador fue cuando él empezó a repartir mordidas desde mi cuello hasta mi clavícula, su aroma me embriagó, el sudor adornó aquellas masculinas y atractivas facciones para dejar un desastre.
—A-Ash... —La noche fue una lasciva sinfonía entre nosotros dos—. Ya no puedo más.
—Yo tampoco, joder. —Ambos terminamos corriéndonos en tan intensa masturbación—. Eiji...
—A-Aslan. —Podía sentir hasta mis orejas calientes en ese jadeo—. Te quiero dentro. —La lujuria con la que fulguraron sus jades fue una chispa de peligro perdida en la oscuridad.
—De verdad te gusta provocarme. —La sensualidad con la que me empujó contra la cama me arrastró al placer—. Te tengo que preparar antes. —Aún ido, dejé que él hiciera lo que quisiera conmigo.
Lo deseaba.
La lentitud con la que Ash me empezó a contemplar fue vergonzosa, aunque traté de cubrirme no me dejó, la ternura con la que besó mis labios me hizo sentir tan pequeño como vulnerable. Le había entregado mi cuerpo y mi alma a este hombre, se lo había dado todo pero aun así anhelaba darle más. Qué letal podía ser el amor.
—Ni siquiera te puedes imaginar lo hermoso que luces en estos momentos. —No pude respirar bajo la suavidad de esa confesión, ni la bruma del éxtasis ni lo sofocante de la noche pudieron opacar la belleza de esos ojos—. Eres hermoso, Eiji Okumura.
—¿Tienes que decir esa clase de cosas ahora? —La lentitud con la que tomó una de mis piernas para apoyarla sobre su hombro me hizo tiritar. Lubricante fue derramado sobre sus dedos.
—Es lindo verte avergonzado por esto. —Descarados besos fueron repartidos sobre mis muslos y mis caderas—. Hacer esto contigo es especial. —Me cubrí la frente con el antebrazo, la mezcla entre dulzura y lujuria atrapada en su voz me mareó.
—Eres tan injusto, Aslan. —Él entrelazó nuestras palmas para evitar mi huida.
—El único injusto eres tú cuando pones esa expresión tan candente pero adorable.
Fue indescriptible la excitación con la que mi cordura pereció cuando Ash hundió un dedo en mi interior, cada fibra me hirvió mientras esos brillantes jades parecían memorizar mis expresiones. Un segundo dígito surcó para juguetear con el goce y tentar a la pasión, una ensordecedora oleada de placer fue la que paralizó mis músculos cuando él golpeó mi próstata, no pude contenerme, esto se sentía demasiado bien. Aslan me sonrió juguetón, intensificando la estimulación en mi punto dulce, aunque era tan vergonzoso que pensé que moriría, quería que él me mirase mucho más. La lentitud de sus estocadas fue lo suficiente para ponerme duro otra vez.
Luego de sacar sus dedos, él separó aún más mis nalgas para abrirse paso hacia mi entrada. Presioné con fuerza mis párpados, él se metió con cuidado, no pude respirar, fue caliente, palpitante y grueso, me llenó, estaba repleto de Aslan. Sus manos se deslizaron sobre mi cadera con lentitud, sus labios mordieron los míos con deseo, el colchón rechinó cuando me embistió. Su lengua se volvió a enredar a la mía mientras sus estocadas tomaban todo de mí, la sinfonía fue tan deliciosa como obscena, mi piel fue fuego bajo la estridencia de su pecho, mi sangre ardió en un carnaval de besos, el dulzor en su saliva fue intoxicante. Me aferré al subir de intensidad.
—¡As-Aslan! ¡Ah...! —La sincronía entre nuestros corazones fue desenfrenada, nuestras palmas se entrelazaron sobre el colchón, las erecciones fueron insoportables.
—¡E-Eiji!
Sucumbimos.
Una abrumadora y eléctrica sensación hizo que las piernas me tiritaran, mis pies se encogieron sobre las sábanas, el jadeo de Ash retumbó sobre mis labios, fue como si mis músculos se hubiesen convertido en electricidad y el goce me hubiese desconectado la mente. Qué placer más mortífero. Me corrí entre nuestros vientres mientras mi amante en una última estocada eyaculó en mi interior. Él salió de mí antes de acomodar su rostro sobre mi pecho, se acurrucó, haciéndose pequeño, la ternura con la que esos ojos me miraron me hizo saber que no había vuelta atrás.
—Mañana no tenemos el día libre, lo sabes ¿no? —Que risa más bonita fue la que dejó escapar, él acomodó sus brazos sobre mi pecho para poder acercarse a mi rostro.
—Lo sé, yo le puedo explicar a Max si caminas chistoso. —Rodé los ojos, mis dedos se enredaron en aquellos dorados y lacios mechones de irrealidad—. Sé que es algo infantil, pero me hace feliz que hayas aceptado el anillo. —La ternura con la que se entrelazaron nuestras palmas le robó el brillo a las estrellas.
—¿Tenías miedo de que los rechazara? —Él asintió.
—Y no quería presionarte para que los aceptaras. —Que curiosa era la dualidad que escondía este hombre. Aunque el lince de Nueva York era mucho más grande, inteligente y fuerte que yo, sentía que debía protegerlo.
—Aslan Jade Callenreese. —La suavidad con la que dejé un beso sobre sus nudillos lo avergonzó—. Hemos llegado hasta acá juntos. ¿Aún no te queda claro lo enamorado que estoy de ti?
—Me ha quedado claro. —La tensión retumbó en la noche—. Pero me gusta escucharlo de ti. —La brisa removió las últimas páginas para dejarme escribir mi punto final.
—Altanero.
—Eiji... —La delicadeza con la que revolvió mi flequillo me hizo sonreír apenado—. Mañana quiero acompañarte otra vez a tu entrenamiento. —Irónico, había pasado toda mi vida corriendo para alcanzar el tiempo. Lo perdía pero lo encontraba.
—¿No te cansas de verme saltar? —Se esfumaba pero regresaba.
—Eso es algo que nunca quiero dejar de ver. —Sin embargo, con Ash Lynx parecía tener el tiempo suficiente para más de una vida.
—Bien. —Curioso—. Entonces es una cita. —Aunque el para siempre de muchos era un segundo.
—Es una cita.
Mi para siempre inició con unos ojos verdes entremezclados con el aroma de la gasolina y un salto inquebrantable hacia mi propia libertad.
Y así Alicia hizo su país de las maravillas con su propio tic tac.
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