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Capítulo 9.

¡Hola mis bonitos lectores! Mi favoritismo por este fic pega fuerte en estos capítulos porque me gustan mucho, no sé si es por el mundo interno y desastroso de los personajes o por las relaciones, pero el masoquismo llama acá. Muchas gracias a quienes se tomaron el cariño para leer. El capítulo de hoy lo narra Ash.

¡Espero que les guste!

Amarlo era un dulce océano de remembranza en el que pescaba sueños iridiscentes. Temía que la caña se me cortase en este barco de papel.

El atardecer se coló por las viejas cortinas de nuestro cuarto en un tenue bamboleo de seda, la atmósfera chispeó con una adicción efervescente, su respiración me cosquilleó el cuello, su cuerpo encajó entre mis brazos a la perfección, sus piernas se enredaron a las mías, sonreí. Él estaba dormitando encima de mi pecho. Había una línea entre nosotros dos, si me atrevía a cruzarla y la rompía él se iría sin dedicarme un último adiós, sino la borraba tendría que resignarme a tener pedazos por corazón. ¿No era irónico? El destino me presentó al primer amor y aunque fuese correspondido nos hallábamos ahogados en las mentiras. Quizás si lo sostenía lo suficiente podría acunarlo hasta mi siguiente vida, estaba atrapado en esta densa niebla de incertidumbre en altamar. Me deslicé por sus mejillas, eran regordetas y esponjosas, las adoraba, todo acerca de él en realidad. Pero amarlo era cruel, me había dejado vacío.

Onii-chan. —Lo removí con suavidad—. Vas a llegar tarde a clases sino te despiertas. —Él se estremeció cuando le susurré en la oreja. Que se restregase contra mi camisa fue un estrago para mi alma, me pregunté si él era consciente de los delirios que provocaba. Tan tentador, como un conejito esperando ser devorado.

—Solo un poco más. —Me tembló la respiración en estos toques de terciopelo. Le acaricié la cabeza, memorizando la suavidad que esa rebelde matita abenuz me confería, ¿no era injusto? Él iba encendiendo ilusiones como si fuesen cigarrillos—. Me gusta descansar a tu lado. —Cenizas eran sus promesas y nicotina sus besos. Esta relación sería letal.

—Tienes que terminar la tesis. —Él chasqueó la lengua, apretando los párpados con aún más fuerza. Suspiré, perdiéndome en tan deliciosa esencia. El aroma de Eiji Okumura era más seductor que el tabaco, pero no se lo diría—. Sino te despiertas te comeré a besitos. —Él se tensó al percatarse de la situación en la que nos encontrábamos.

—¿Q-Qué? —Él despertó de golpe, el hálito se le escapó entre los labios, sus mejillas se mancharon de escarlata. Lindo.

—No puedes pedirme que me controle si despiertas así de bonito. —Apreté sus mofletes para repartir pequeños besos alrededor, desde su nariz de botón hasta su mentón, su carcajada fue adorable, este jugueteo una calada de felicidad.

—¡Ash! ¡No seas infantil! —Pero no me detuve—. ¿Qué fue lo que pasó? —La tensión fue insoportable.

—¿No lo recuerdas? —Apoyé los codos contra la cama, mi mundo pereció dentro de esas obsidianas—. Nos besamos tanto que te desmayaste. —La vergüenza se manifestó en cada una de sus facciones como un bello carmesí—. Creo que deberíamos practicar más para reforzar amistad. —Él me arrojó un cojín, humillado. Él era tan divertido de molestar.

—¿No tienes clases a las que asistir? —Regresamos a la colcha intoxicados por un magnetismo inexplicable—. Eres un estudiante todavía. —Quería sentirlo mío, aunque fuese una mentira.

—Vaya, ahora sí suenas como un anciano. —Aunque solo estuviésemos jugando, lo miré a los ojos y lo engañé con descaro—. Las tengo. —Las mentiras más bonitas se decían cuando se estaba enamorado—. Pero como poseo inteligencia superior no las necesito, me es suficiente con leer los textos. —Él resopló, fastidiado.

—¿No te da pena alardear así? —El día era tranquilo y el computador seguía en blanco.

—No, me hicieron una prueba de inteligencia cuando era joven. —Sus zapatillas tiritaron contra la alfombra—. Soy un genio certificado. —Él rodó los ojos y yo carcajeé, porque esto se profesaba extrañamente natural.

—Había olvidado que estaba hablando contigo. —Él se hundió en el colchón—. Aun con tus 200 puntos de IQ no deberías descuidar la universidad, ¿sabes? —Me aferré a su cintura, me fascinaba que él fuese masculino pero delicado, él era un enigma en lo más inquebrantable de la palabra. Pude escuchar sus latidos retumbar en la punta de mis dedos, acariciarlo fue quemarse con el sol.

—¿Qué hay de ti? —Él no me apartó, solo se dejó mimar—. ¿No tienes que ir a estudiar para batallar contra el Alzheimer, onii-chan? —Esto no era real, esto no era para mí.

—Yo terminé mis clases el semestre pasado, solo me queda la tesis y el examen de grado. —Me aferré con fuerza a su vientre, tratando de resistir esta decadente opresión. Había un eclipse en mi corazón y una pértiga rota a mis pies.

—Eiji... —Él estaba acá, entre mis brazos, en un cuarto compartido, con una mirada repleta de amor incondicional—. ¿Tú...? —Y por este instante él era mío. Presioné los párpados con lentitud, la gentileza en sus caricias me quebró. Me mordí la boca, sabiendo que él regresaría con Sing Soo-Ling. Porque él no era mío ni pertenecía a este lugar. De repente quise llorar.

—¿Sí? —Mientras yo no lo dijese estaría bien—. ¿Qué pasa Ash?

—Tengo hambre. —Nunca le diría lo mucho que adoraba su sonrisa o lo embobado que quedaba cuando nuestros ojos se conocían en la oscuridad—. ¿Podemos ir a comer algo? —No le confesaría lo completa que se profesaba mi alma a su lado. No, no lo diría.

—¿El natto que te guardé no es suficientemente bueno para ti? —Él jamás sabría lo mucho que él me gustaba.

—No lo es. —Él infló las mejillas y tensó el ceño, él ni siquiera se lo podía imaginar ¿verdad?—. Pero yo puedo pagar si me acompañas. —Le acomodé el flequillo en una eternidad demasiado fugaz, me rompí en cada tacto.

—En ese caso te podría acompañar. —Éramos amigos—. ¿Es algo así como una cita?

—Claro que lo es. —¿Qué tan alto podría subir?—. Te llevaré a mi restaurante favorito.

—¿Acaso me estás coqueteando, Callenreese? —¿Qué tan lejos podría llegar?

—Me alegra que por fin lo notaras. —No viviríamos lo suficiente como para averiguarlo. Era una atracción letal.

Si Eiji Okumura se estaba yendo merecía que él me decepcionase despacio.

Los caminos de la facultad eran una disonancia violenta entre el estrés juvenil y la ingenuidad estudiantil, las torres de libros se profesaban opacadas por los sueños navegando en las ojeras. Lo abracé por la cintura para acercarlo hacia mi cadera, pude sentir su ansioso palpitar arremeter contra mi cordura. Él no dijo nada, yo tampoco lo hice. Aunque la brisa estaba helada mi rostro se hallaba en llamas. Cuando me apreté el corazón para arrancármelo del pecho comprendí que no había nada, él ya se lo había llevado. Él engullía amor como si fuesen cigarrillos, él daba caladas hasta dejarlos inútiles y vacíos, no quedaban ni siquiera las cenizas en esas colillas marchitas. Me froté el ceño, las calles estaban demasiado concurridas. Ingresamos al Chang Dai, sin soltarlo lo guíe hacia la butaca del final.

—Un menú para dos. —La mesera tomó nota floja antes de desaparecer. Los pisos eran de madera, las paredes se hallaban adornadas con manuscritos chinos, el ambiente era acogedor y tranquilo, el bambolear de las lámparas de papel lo hizo lucir aún más bonito. Dios, ten piedad.

—Pareces conocer bien el restaurante. —Las butacas eran pequeñas y mullidas—. Es lindo, hace mucho no salía a comer. —Eran tan pequeñas que nuestras rodillas ya estaban jugueteando bajo la mesa, él acomodó su mentón encima de su palma. Fue tan cautivante.

—Con la pandilla comemos seguido aquí. —Nuestros dedos se entrelazaron a los costados de las servilletas, fue eléctrico. Agridulce—. Shorter solía estar detrás de la mesera, su hermana dirige el local. —Él se rio entre dientes. El alma me cosquilleó, él era hermoso cuando no se veía abrumado por el estrés. La culpa la tenía Sing Soo-Ling.

—Mejor mantengamos eso en secreto de Yue. —Ese sujeto tenía a la persona más maravillosa del universo atada con un maldito anillo pero ni siquiera se molestaba en escucharlo—. Es bastante celoso. —Cada noche mi adoración recolectaba sus pedazos con las manos heridas mientras el alma le sangraba. Si yo fuese su novio en lugar de presionarlo hasta romperlo, le daría mis pedazos. Le entregaría cada una de mis piezas con tal de verlo sonreír.

—Shorter también, aunque no lo parezca. —Lo acaricié con suavidad. Lo único que necesitaba era que él me mirase. El tiempo se me paralizó ante lo cegadores e infinitos que se profesaron esos ojos. Me froté el entrecejo, esto ya no parecía ser solo gustar, no.

—Ash... —Mi nombre jamás se escuchó tan real como con esa ridícula «u» extra—. Esto... —Él miró el agarre entre nuestras manos, la música del local era relajante, las conversaciones de los demás comensales ajenas—. ¿Esto está bien? —¿Qué tan mal lo tuvieron que haber amado para que él ni siquiera comprendiese esto? Él era ingenuo, lo que me gustaba lo suficiente para ser un fastidio.

—Nosotros no estamos haciendo nada malo. —Él había depositado su confianza en las palmas de un asesino—. Somos amigos. —No sentí vergüenza tras cometer traición, solo lo continué acariciando, me costó respirar, mi estómago se convirtió en un nudo. Esto me estaba matando, que por favor también me amase.

—Aunque solo seamos amigos. —Pero él se apartó de la mesa, dejándome desamparado en este océano de incertidumbre—. Necesito contarle esto a Sing. —Reí, la chica colocó un gran plato de arroz y verduras entre nosotros dos.

—¿Contarle qué? —Sino lo decía no era real—. Solo somos amigos. —Sino lo confesaba podía seguir pretendiendo. Hizo frío en aquel local. Eiji Okumura había acunado mi corazón para dejarlo caer con una desalmada crueldad. No pude respirar, contuve un sollozo, mis fragmentos estaban regados por el piso del restaurante, eran pequeños pero filosos, estaban sangrando, me herí al tocarlos. Eran venenosos, insignificantes y sucios. Así que los dejé.

—Aun así... —Él bajó el mentón, estático, sus piernas trepidaron debajo de la mesa. Lo estaba perdiendo—. Si Sing me estuviese haciendo lo mismo me gustaría saberlo. —Alto, él nunca fue mío como lamentar la soledad. Apreté con tanta fuerza el tenedor que quedó una marca incrustada en mi puño. Las voces de los comensales eran molestas.

—Creo que estás exagerando. —Despecho fue lo único que pude catar bajo el dulzor del arroz—. ¿Por qué decirle cosas innecesarias si solo lo lastimarás? —No quería que ese sujeto se interpusiese entre mi juego y yo. Éramos amigos, sí, los mejores. Suspiré, al menos quería tener esto por favor.

—Porque lo lastimaré más al no hacerlo, Ash. —No anhelaba pensar en lo mucho que él me gustaba, ni deseaba llamar amor a algo tan destructivo, me dolía.

—Es muy tarde para arrepentirte por lastimarlo. —Contuve una arcada ante tan descompuesto mohín—. Debiste considerarlo antes de besarme. —No quería pensar que esos labios le pertenecían a alguien más, me llevé bocados compulsivos para llenar el vacío. Que ese cuerpo amaba a otro hombre durante las noches y esas palabras de amor no eran más que una jodida farsa, ¡no! No lo pensaría. Me toqué la cara, estaba llorando, la limpié con fuerza.

—Ash... —No le diría que él no solo me gustaba—. ¿Qué fue lo que pasó? —No le confesaría que yo estaba enamorado.

—No es nada. —Porque nada cambiaría esa relación—. Esto tiene demasiado picante, me quemé la lengua.

Sin importar que tan enamorado yo estuviese su corazón ya era de alguien más.

—Pero miren a quienes tenemos aquí. —Arthur interrumpió nuestra conversación al estrellar sus nudillos encima de la mesa, una venda los cubría—. Al lince de Nueva York y su novio. —Un escalofrío inundó mis entrañas ante tan lánguida sonrisa, él se dejó caer al lado del moreno en esa butaca para abrazarlo por los hombros—. ¿Les molesta si me uno?

—Estamos ocupados. —Eiji parecía angustiado ante semejante cercanía, él era tan pequeño que podría morir aplastado en un chasquido—. Estamos teniendo una conversación importante.

—Pero tu novio parece cómodo conmigo. —Tensé los puños hasta dejarme una profunda marca morada, ira—. Oh, es verdad. —La sangre me burbujeó hasta evaporarse en una pestilente capa de cólera—. Ustedes no son pareja, pero que desperdicio. —Esas bonitas obsidianas me evitaron con fatiga, gotas de sudor le escurrieron desde el cuello hacia la clavícula.

—¿Qué es lo que quieres? Nos estás molestando. —Arthur bufó, colocando un bolso negro encima la mesa, abrí los ojos de golpe.

—Traje la mercancía que me pediste. —¡Psicópata de mierda! No pude contemplar al japonés al recibir aquella mochila—. Todo el banana fish que te pudimos conseguir está ahí. —La rabia se convirtió en vergüenza.

—¿Estás tratando de que nos descubran? —Esto era todo Ash Lynx ¿no?

—Tú dijiste que debía apurarme con mi trabajo. —Por eso él no me elegiría sobre Sing. Ex prostituto, líder de una pandilla, asesino, y todavía temblaba. Me ahogué en aquellos pensamientos, arrastrando aquel bolso hacia mi lado de la butaca. Esto era mortal. Lo encontraba y lo perdía, pero que maldita ironía era cuestionarse la razón.

—Es cierto. —Bajé mis hombros, humillado—. Yo te lo pedí.

—Por cierto, muchos de nuestros clientes han preguntado por tus servicios en el bar. —Tuve el irrefrenable impulso de volverle a romper los nudillos, sin embargo—. Están dispuestos a pagar bastante por el hijo de Dino Golzine. —La mirada de Eiji Okumura fue tan triste que no me pude mover. Yo...Me cubrí el rostro, una amarga carcajada brotó de lo más profundo de mi garganta, ¿en qué estaba pensando? Al menos su novio era normal.

—Sino tienes nada más que decir, vete. —Mi corazón no merecía ser recogido, estaba tan estropeado y podrido como yo—. Estamos almorzando.

—Pero quiero saber de qué estaban hablando. —Ya no quedaba nada—. Parecía ser una conversación bastante interesante. —Porque yo no era nada.

—¿Qué no lo escuchaste? —Con un empujón Eiji sacó a Arthur de la butaca—. Él te dijo que te largaras. —Parpadeé, atónito—. ¿Necesitas que te dibujé un mapa o algo? —Nunca lo vi tan enojado como ahora, su ceño estaba completamente tieso, sus ojos centellearon con un brillo iracundo, un puño fue contenido sobre la mesa mientras la mandíbula le crujía.

—El conejito tiene garras. —Una filosa sonrisa se oscureció bajo las luces—. Interesante. —Él extendió sus palmas, dando por finalizada la batalla—. Tengo otras cosas que hacer. —Fue lo que musitó antes de retroceder para esfumarse con la campanada de la puerta. No pude confrontar al japonés, sentí asco de hacerlo.

—No me mires así. —Carcajeé con amargura—. Esto es todo lo que soy. —Mis palmas cayeron inertes encima de mis rodillas, estaba tiritando—. Lamento decepcionarte pero no hay más. —Él se acomodó a mi lado en la butaca, él me rodeó entre un par de gentiles pero protectores brazos, mi cabeza reposó contra su pecho, su aliento removió el dorado. Me aferré a su espalda, desesperado.

—Deja de tratarte de esa manera. —Su calidez se deslizó por las grietas de mi alma para quemar mis cicatrices—. Eres mucho más que eso. —Él alzó mi mentón con suavidad—. Eres un terco que se niega a apreciar la belleza del natto. —Reí, relajado. Él limpió una pena que no sabía que tenía, él siempre era así. Él conocía todas las palabras correctas para llegar a mi corazón—. Eres una persona hermosa, Aslan Jade Callenreese. —Fue tanta la sinceridad que retumbó en su voz que no tuve otra opción además de creerle.

—G-Gracias. —Al vislumbrarme en la transparencia de sus pupilas, al ver la clase de expresión que yo esbozaba.

—No es nada. —Lo comprendí—. Pero sigues siendo un americano delicado.

—Y tú un descuidado japonés.

Yo estaba perdidamente enamorado de Eiji Okumura.

—Supongo que lo soy. —Y quería que esta persona también me amase—. ¿Ves? Esa expresión es mucho más bonita, deberías sonreír más seguido.

—¿Crees que soy bonito? —Él no tenía idea de lo mucho que él significaba para mí—. ¿Acaso me estás coqueteando, onii-chan? —Aunque era destructivo amarlo.

—Tal vez. —Era más devastador no hacerlo—. ¿Está funcionando? —Y entonces me reí de verdad, embelesado.

—Eres realmente extraño. —Yo estaba perdido en él.

—Me lo recuerdas bastante seguido. —Antes de que pudiese responder la incertidumbre coloreó sus mejillas, él enfocó su atención detrás mío—. ¿Ese no es Yue? —Volteé, conteniendo una arcada.

—Oh no.

La imagen era repugnante, Yut-Lung Lee se encontraba alimentando a mi mejor amigo encima de su regazo, Shorter estaba manoseando a esa víbora desde la cintura hasta las caderas, su sonrojo era patético, el sudor escurría de esos mechones morados como lluvia. Chasqueé la lengua y presioné los párpados. Ambos compartieron un suspiro absolutamente empalagoso luego de frotarse las narices. Intercambié una mirada perturbada con el japonés antes de que estallásemos en carcajadas, él se apretó el estómago con fuerza, intentando mantener la calma, aprovechando el ambiente me apoyé encima de sus hombros para poderme sostener. El amor cambiaba a las personas, les quitaba la dignidad. Nos acercamos a esa grotesca imagen sin vergüenza alguna.

—Dijiste que estabas enfermo. —La risa de Shorter fue maniática—. Y que por eso habías faltado a la reunión de la pandilla. —Yut-Lung Lee deslizó sus brazos alrededor del moreno, posesivo.

—Ahora me siento mejor. —El tartamudeo en sus mentiras las hizo poco convincentes, Eiji rodó los ojos con una pequeña sonrisa, habían varias personas dentro del local—. Pensé que te había avisado, Ash. —La tensión se esfumó, las mesas estaban ocupadas, la canción era agradable.

—¿Por qué no estás en el torneo de deportes? Es hoy, ¿verdad? —Leer preocupación genuina en tan fatídica belleza me dejó varado, hasta una serpiente de sangre fría tenía compasión—. Vas todos los años, Eiji. —El nombrado bajó el mentón, tratando de sostener una terrible actuación, se escucharon los abucheos, se cayó el telón.

—No tenía ánimos para ir. —Él se mordió la boca, sus pupilas se cristalizaron por culpa de la desolación. No lo diría—. Estoy tratando de no pensar en eso. —El alma se me llenó de espinas, me lloró la razón—. Sing no me quiso acompañar este año y es demasiado duro enfrentar eso solo. —Ahí estaba de nuevo, él y sus pedazos. Él y ese corazón roto entre las palmas. Me agaché a su lado, extendiéndole mis trozos aunque no fuesen suficientes para completarlo.

—Aún alcanzamos a ver el final. —Deseaba que lo fueran—. Esto es importante para ti, ¿no? —Yo lo sostuve con fuerza. Mi mano entre la suya. Mi vida por esos ojos.

—Gracias. —Amar a Eiji Okumura era tan doloroso que no pude hacer otra cosa más que entregarle todo lo que era Ash Lynx.

—Para eso están los amigos. —Pero no, no lo debía olvidar.

—Sí... —La pareja de idiotas se mantuvo incómoda en aquella empalagosa posición, Yut-Lung Lee todavía se hallaba sosteniendo un dumpling en el aire, él chasqueó la lengua.

—No sabía que los amigos andaban de la mano. —El más joven se cruzó los brazos sobre el pecho, lento y sobreactuado—. ¿Por qué no solo admites lo evidente? Te mueres de ganas por mi bombón. —Eiji enrojeció hasta las orejas—. No te puedo culpar, mi chico es irresistible.

—No sabía que Shorter y tú eran novios. —Los dos se ruborizaron tras escuchar aquella declaración, ambos acabaron encima del suelo con comida en la cabeza al tratar de separarse prisioneros del pánico.

—¡No lo somos! —Reí, acomodando uno de mis brazos sobre este implacable conejito.

—Lo que digan. —Saliendo con satisfacción.

Eiji Okumura era carne y huesos, complejos y sueños, dudas y dolor. Alguien lo convenció de que lo correcto era entregarse a la monotonía para renunciar a la pasión, alguien le dijo que era malo caer en la tentación. Y lo era, no obstante, ¿importaba? Él era mi declaración pura e inquebrantable por la libertad. Sabía que ni siquiera se lo imaginaba, sin embargo, verlo volar me ayudó a darme cuenta de lo mucho que anhelaba cambiar. Sumergido en la nostalgia le di la mano, corrimos alrededor del campus como si fuésemos adolescentes enamorados, su respiración se acribilló en mi nuca, el cielo se tiñó de azafrán, las calles estaban vacías y mis mejillas se profesaban calientes. Sí, había una línea entre nosotros dos, si la cruzaba lo presionaba, sino la cruzaba se lo llevaba alguien más. Era un juego donde perdía o perdía. Vendía mis recuerdos para comprar olvido mientras trataba de lidiar con este amor. Cuando llegamos a las canchas el torneo ya había finalizado, no quedaban más que garrochas sueltas y conos tintineando en el pasto, las cajas de chatarra bambolearon debajo de las gradas, lo miré con amargura, buscando las palabras correctas para disculparme por llegar tarde. Perdí la respiración.

Él solo...

Mi corazón se eclipsó.

—¿Te quieres ir a sentar? —Asentí, dejando que él me llevase hacia el último escalón de madera. Él presionó los párpados y alzó el mentón, permitiendo que el viento revolviese las emociones que craquelaban su corazón, una risilla fue arrastrada en un susurro. Él le robó la belleza a la noche.

—Pero no llegamos a tiempo.

—No me importa. —Una estrella nació cuando nuestras manos se volvieron a encontrar sobre el gélido de la grada—. ¿Sabes? Aunque solo tengo veintitrés años siento que he estado corriendo durante toda mi vida. —Una luciérnaga le alborotó el flequillo antes de que me mirase. Necesitaba de sus ojos para ver y sus labios para sentir—. Sin importar que tanto corra detrás del tiempo nunca lo alcanzo. —Necesitaba su alma para vivir y su esencia para volar—. Pero contigo, Ash... —Lo necesitaba para amar—. Siento que puedo respirar.

—Y-Yo...

—No he podido dejar de pensar en lo que me dijiste el otro día. —Éramos las únicas dos personas frente a la cancha, el murmullo de los árboles fue relajante—. He olvidado tanto tiempo quien soy que me he convertido en esto. —Él me empezó a delinear las mejillas, fue eléctrico y chispeante. Mi corazón dio un giro completo antes de volver a caer—. Es lindo poder recordar quien soy contigo. —La boca me tembló, la mirada me ardió.

—Eiji... —¿No era injusto?—. Tú siempre has sido así. —Amar tanto a alguien solo para perderlo.

—Esto es un poco vergonzoso. —Él se acarició el cuello, sin cambiar de posición, pude escuchar a mis latidos enlazados a su respiración. Seductora y adictiva—. Tú siempre dices que yo te salvé cuando nos conocimos. —Reí, recordando aquella noche de melancolía—. Estoy seguro de que fue al revés. —¿No era desalmado?

—¿No escuchaste a Arthur en la mañana? —Que él me hiciese sentir tan feliz y miserable durante el mismo instante—. El otro día te conté lo que era. —Él frunció la boca, desviando su atención hacia los implementos deportivos. Lindo.

—No conozco tu flor favorita. —Parpadeé, retrocediendo entre sus líneas y robando tiempo—. Ni entiendo tu obsesión por las ensaladas de camarones con aguacate, ni sé mucho sobre tu hermano mayor o tu adoración por los libros. —Él apretó mi palma con fuerza—. Aún quedan muchas cosas que descubrir de ti. —Él encogió sus hombros, despacio. ¿Por qué él siempre parecía encontrar la manera de consolarme?

—Eres estúpido. —Subí una de mis piernas hacia el escalón—. No eres más que un entrometido. —No lo diría, ni siquiera lo pensaría.

—¿Eso es lo que crees? —Porque si lo llegaba siquiera a imaginar caería más enamorado. No podía. Dolería—. Pues este entrometido forma parte oficial de tu pandilla. —Eiji sacó de su bolsillo una tarjeta dibujada a mano—. ¿Ves? Bones me la entregó. —Se la quité, completamente colorado. Mis subordinados daban vergüenza ajena. Una propia.

—¡Esto no te hace parte de nada! —La hice pedazos, una expresión jodidamente descarada fue su respuesta al sacar una segunda tarjeta.

—Bones me dio muchas, rompe las que quieras. —Me froté el entrecejo con compulsión—. Así que ya no te puedes deshacer de mí. —Mi mente era una niebla de perplejidad cuyos únicos faroles eran más oscuros que la noche pero más brillantes que el sol. Maldición, lo quería a mi lado. Y quizás si lo sostenía lo suficiente—. Sopórtame. —Podríamos estar juntos.

—Eiji... —No tenía que ser para siempre—. ¿Puedo preguntarte algo? —Aunque solo fuese por ahora.

—Adelante. —Eso sería suficiente.

—¿Te sientes insatisfecho con nuestra relación? —Un suspiro agridulce retumbó bajo las estrellas—. ¿Por qué le tienes que contar a Sing lo que pasó entre nosotros dos? —Las entrañas se me retorcieron tras pronunciar aquel nombre. El viento era encantador, el frío no era más que cuatro letras a su lado.

—Porque si él hubiese encontrado a alguien especial, a mí me gustaría saberlo. —Temblé, aterrado. No lo merecía, no podía ser tan egoísta para arrastrarlo a mi lado. Necesitaba negarlo porque su novio era normal, él era mucho mejor que yo.

—Somos amigos. —Cada vez que él me trataba de herir—. ¿Cierto? —Yo lo lastimaba peor.

—Lo somos. —Nuestro agarre colgó sobre las gradas, estaba tan cerca de él que había empezado a delirar. Esos ojos, esa clase de mirada. Suspiré.

—Tú sabes que no me gustas. —Por un instante me pareció ver oculta una ínfima chispa de amor—. ¿No es así? —La fiebre del engaño me hizo alucinar.

—Lo sé, Ash. —Él se acomodó un mechón detrás de la oreja, inclinándose cerca, su calidez fue adictiva—. Tú sabes que me gustas. —Parpadeé, anonadado—. ¿No es así? —El alma se me congeló, mi mundo se destruyó dentro de esos grandes ojos cafés.

—Pero... —Balbuceé estupideces que ya no puedo recordar—. Somos amigos. —Quise reír ante lo tontas que se escucharon mis palabras. Yo le había dicho a este hombre que era un cobarde, no obstante.

—Debo hablar con Sing. —¿Quién era el verdadero cobarde entre nosotros dos? Había una línea que nunca debíamos cruzar.

—Aunque lo hables nada cambiará. —Sin embargo, esa línea hace mucho se había esfumado.

—Ash... —Memoricé sus mejillas, estaban calientes y eran suaves—. Realmente me gustas, no puedo seguir pretendiendo. —Su respiración se fundió con la mía.

—¿P-Puedo besarte? —Él sonrió con amargura, entregándome esa clase de mirada. Las estrellas colorearon sus pupilas, mis ilusiones fueron arrastradas en un revoloteo de pestañas.

—¿No escuchaste a Yue? —Él me robó el corazón cuando me encontró hundido en la soledad—. Los amigos no andan haciendo estas cosas. —Él acarició mi boca, cerca. El ambiente era sofocante y la noche profunda. Maldición, realmente lo amaba.

—No necesitamos una etiqueta ahora. —Antes de poder besarlo, una estruendosa melodía se interpuso entre nosotros dos. Él resopló, sacando su celular del bolsillo.

—¿Hola? —No tuve que escuchar su voz para saber quién era—. ¿Ahora? —La angustia que opacó su belleza me lo dijo todo—. En las canchas de deportes. —Él gruñó, resignado—. Entiendo. —¿No podía ser yo? Lo haría mucho más feliz.

—¿Es Sing? —Yo lo amaría mucho mejor.

—Sí. —Él se abrazó a sí mismo, vulnerable. Él se convirtió en un ovillo deshecho encima de las gradas—. Dijo que necesita verme ahora. —Me levanté del escalón.

—Lo entiendo. —Y lo hacía—. Estaré en los dormitorios. —Entendía que nunca había tenido una oportunidad.

Mis pasos fueron anclas en este barco de papel, no pude mirar hacia atrás mientras dejaba las canchas, no lo diría, ni siquiera lo pensaría. Me sostuve de una pared, me rasgué el pecho, tratando de arrancarme los pétalos que su amor plantó para volver a respirar, sin embargo, cada lágrima fue una espina incrustada al alma. Las rodillas me temblaron, las manos me convulsionaron. Estaba agonizando, porque si yo lo perdía...Las pupilas me ardieron. Él se iría con alguien más. Pero éramos amigos. Caí hacia el suelo, impotente, esto era lo correcto ¿verdad? Me aborrecían en la facultad y era el hijo de un pederasta, no lo podía involucrar. Mis sentimientos me rompieron. Quedé ciego, necesitaba de sus ojos para ver, quedé mudo, sin sus labios no podía sentir. Mi espíritu se esfumó en la reminiscencia de su sonrisa. Yo, el llanto me quemó. Lo necesitaba para amar.

—Eiji.

¿Qué diablos estaba haciendo? Me levanté, corrí de regreso hacia las gradas.

Amarlo era un dulce océano de esperanza en el que pescaba imposibles. Temía que la caña se me cortase en este buque de papel.

—¡Él me gusta! —Me paralicé frente a la escena. Eiji estaba con la cabeza gacha ahogándose en lágrimas mientras se aferraba a la chaqueta de Sing en el primer escalón, él estaba temblando, tan quebrado—. Lo lamento pero él me gusta mucho. —La mirada de su novio se hallaba hinchada y enrojecida, el llanto se le escapaba en ráfagas destruidas.

—Amor... —Los gimoteos del japonés se convirtieron en un hilo de arrepentimiento—. Lo entiendo. —La intensidad en su respiración fue tan desmesurada que temí verlo fallecer en aquel lugar. El aliento ya no le pasaba, la atmósfera era gélida y tensa.

—¡No lo haces! —Él ni siquiera tenía la fuerza como para levantar el mentón—. Ash y yo nos besamos. —Gruesas lágrimas empañaron esos ojos de ilusión. Dolió.

—¿Quién de los dos lo inició? —Aunque Sing se trató de mantener fuerte sus mentiras eran trémulas, el moreno apretó con tanto temor esa chaqueta deportiva que la rompió.

—Eso no cambia lo que hice. —La voz se le cortó—. Lo siento. —Sing limpió esa pena descolorida con una indiferencia impresionante.

—Lo que pase entre ustedes dos no es de mi incumbencia. —Perdimos la respiración.

—¿Qué? —Mis entrañas se pudrieron en un presentimiento de mierda.

—Hemos estado mucho tiempo separados, es normal que te hayas dejado tentar. —La expresión de Eiji Okumura fue tan descorazonada que hizo llorar a las estrellas. Me llevé la mano hacia el pecho, vacío.

—Él me gusta. —El chino le cubrió la boca.

—No quiero saberlo. —Él tembló con impotencia—. Cuando tú pasaste por una depresión en primer año yo te ayudé. —Su mano estaba presionando con tanta fuerza la boca del japonés que se había empezado a atragantar con su propia saliva—. Cuando te desmoronaste porque dejaste la pértiga yo recogí tus pedazos. —La amargura fue implacable—. Eres mi novio.

—Pero... —Él y Eiji.

—Nosotros nos vamos a casar. —Eiji y yo, estábamos muriendo los tres. No lo diría—. No volveremos a hablar del tema. —Porque dolería.

—Sing... —El moreno no era más que un deshecho de persona, él se escondió en la chaqueta de su novio, dejando que el llanto humedeciera la crueldad, el chino lo rodeó con suavidad. Él me miró, desafiante e iracundo.

Entonces lo vi.

No era más que una caña de pescar sin un anzuelo en este barco de realidad.

¿Explicaciones innecesarias? Muy necesarias. Sing sabe que pasa algo, él sabe que los sentimientos de Eiji cambiaron, pero tambien esta consciente de que Eiji no es la clase de persona que le negaria algo, menos en esta circunstancia, y él lo "ama", entonces en este punto no le importa si pasa algo con Ash mientras se quede con él. Esta es una muy mala relación, pero se llega a tal punto de la desesperación que se obliga a la otra persona a mantenerse con ella. Es egoista y ya ni siquiera se escuchan. Nunca tengan una relación así mis niños, ya estuve ahí y son malas. En todo caso creo que se nota que los sentimientos de Eiji por Ash son fuertes, es cuestion de tiempo a este punto. ¡Muchas gracias a las personas que se tomaron el cariño para leer!

¡Cuidense! 

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