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Capítulo 8.

¡Hola mis bonitos lectores! Actualización a una hora medianamente humana solo puede significar que me faltan horas para terminar la crueldad estudiantil, pero gracias a las magias del drive me tienen acá. Muchas gracias a las personas que se tomaron el cariño para leer. Seguimos con Eiji.

¡Espero que les guste!

Me estaba perdiendo, si era real no quería saberlo. No necesitaba recordar la clase de mirada que Ash Lynx me entregó antes de besarme, brillante e ilusionada, tan expectante. No quería delirar alrededor de la adicción que sus labios significaron, ni la indiferencia que me mostró cuando la magia se esfumó. No lo diría, sabía lo que él estaba pensando, no necesitaba de sus explicaciones. Dolerían. Una punzante opresión me desgarró el pecho, sin importar que tanto la apretase me fue imposible respirar. Me froté el entrecejo, la reminiscencia de la cafeína no fue tan memorable como el tabaco en su lengua. La mañana estaba helada y yo me hallaba sentado en algún lugar. Mi novio estaba hablando, sin embargo, me era absurdo descifrarlo, ya no lo escuchaba. Los pensamientos se me destiñeron bajo la desesperanza. Me mordí la boca para catar el arrepentimiento mientras sostenía ese pequeño vaso. Ni siquiera tuve tiempo para procesar aquella caricia, ni siquiera lo hablamos. Él no lo dijo porque dolería, por eso se esfumó.

Nos dejó ir antes de empezar.

¿Comenzar qué?

—Eiji... —Su palma contra mi frente captó mi atención, estaba fría—. Luces mareado, ¿te sientes bien? —Nos hallábamos varados en la cafetería de la universidad, el día era tranquilo y el viento un susurro despiadado. Mis zapatillas tiritaron encima de los adoquines, la cordura se me esfumó hacia el país de las maravillas.

—Debe ser por la tesis. —¡Ja! Pero que mal chiste, ahora que poseía material era incapaz de trabajar al estar preocupado por el lince de Nueva York. Las pupilas me ardieron, me caí a pedazos—. Lo siento por estar distraído. —Su sonrisa fue un poema de compresión, los anillos chirriaron cuando entrelazamos las manos. Sentí náuseas al tocarlo. Sentí repulsión hacia mí mismo. ¡Cielos Eiji! ¿A quién estabas engañando?

—Entiendo que estés cansado. —Este hombre era maravilloso, él me amaba—. ¿Te he estado quitando demasiado tiempo? —Él me estaba mirando repleto de devoción, él me estaba acariciando con una gentileza que no merecía. Nuestro hilo se hallaba conectado a un latido quebrajado, nuestra historia era una trama carente de final.

—Me gusta pasar tiempo contigo. —Él me obsequió su corazón en una sortija delicada. Cuánta suerte tenía. Este increíble hombre me amaba—. Sing... —Y yo le correspondía, sin embargo, si era tan afortunado.

—¿Sí? —¿Por qué estaba a punto de romper en llanto?

—Gracias por venir a verme. —Me cuestioné una infinidad de veces si debía contarle acerca del beso, no obstante, antes de poder tomar una decisión la otra mitad de mi alma ya se había esfumado—. Te necesitaba. —Casi parecía que él se había rendido, si aquello era verdad.

—Me hace feliz escuchar eso. —No quería saberlo. Presioné los párpados, la garganta se me cerró con espinas podridas, el estómago me dio un vuelco entre las bebidas energizantes y la reminiscencia del tabaco. Sus labios sabían cigarrillos y azúcar. Me profesé miserable, tan perdido. Miré hacia atrás, me estaba ahogando en un mar de final incoloro—. Te ves mejor que la última vez. —Sonreí, aferrándome con fuerza a esta autodestrucción. Al borde de la desolación.

—He estado durmiendo dos horas más. —Mentira, mis ojeras eran profundas y mis bolsas descorazonadas.

—Así lo veo. —Él me delineó las mejillas, traté de respirar, no obstante, sus caricias me sofocaron—. Eiji... —En medio de este torbellino de desesperación—. Si tienes algún problema yo te ayudaré. —Él me encontró. Las manecillas de mi reloj se congelaron, sus ojos se hallaban repletos de una dulzura desmesurada. Él me acercó con suavidad, cuánta suerte tenía yo.

—Creo que hice algo muy malo. —El pánico que chispeó fue arrebatador, el vapor me cosquilleó bajo la nariz—. Quiero aclararlo para evitar malentendidos, pero la otra persona se fue y me dejó aún más confundido. —Mi novio llevó mis nudillos hacia sus labios. Un beso. Con esa clase de cara.

—No creo que tú hayas hecho algo malo. —Esa clase de cara enamorada que él siempre me dedicaba.

—Sing... —Pronunciar su nombre me mató, yo estaba sosteniendo aquel frágil corazón entre mis manos—. También te hice algo malo a ti. —Dejarlo caer significaría soltar la cuerda entre nosotros dos. Él se frotó el entrecejo, con seriedad.

—¿Tiene que ver con el lince de Nueva York? —No fue necesario confrontarlo para confirmarlo, su suspiro fue desfallecido. Me abracé a mí mismo, la soledad se deslizó por los agujeros de mi suéter—. Quiero que lo resuelvas con él primero. —Él no me miró cuando musitó aquello. Lastimado.

—Pero... —Él me cubrió los labios.

—No lo digas. —Su anillo contra mi boca fue un roce mortífero, retumbó la marcha nupcial—. No quiero saberlo. —Nos pude escuchar agonizar tras el crujir de una grieta—. Hablemos de otra cosa. —¿Lo estábamos haciendo?

—¿Cómo qué? —Lo tenía al frente mío, sus manos estaban acunando las mías, sus piernas estaban jugueteando con mis rodillas debajo de la mesa, cada fibra de su atención se profesaba agasajando mis mejillas, pero aun así.

—Eiji... —Sentí que lo estaba perdiendo—. Creo que es hora de anunciarles a nuestras familias el compromiso. —La mandíbula se me cayó, un espasmo me paralizó, el movimiento fue tan intenso que boté ambos vasos de café, solo escurrieron hasta perderse. Me atoré con mis propios pétalos podridos, tosí, conteniendo una arcada.

—¿Qué? —Mi alma se apagó—. ¿C-Compromiso? —Por favor ayuda, no podía despertar, me estaba muriendo vivo.

—Sí, creo que ha llegado el momento. —Ni siquiera me sentía lo suficientemente cuerdo como para ser un humano—. Hemos estado en esta relación por bastante tiempo. —Era yo quien estaba agonizando. Rasgué mi corazón para frenar el sangrado, sin embargo, no se detenía, me caí a pedazos. ¿A alguien le importaba si me destruía? No mientras fuese funcional, fue triste saber que nadie veía a Eiji Okumura.

—Ni siquiera me lo has pedido. —¿A quién? El nombre me sonaba lejano—. Nosotros discutimos esa posibilidad pero nunca lo hablamos en serio. —Su sonrisa me acorraló. Aunque nuestros recuerdos eran una tentación meliflua—. El matrimonio es una gran decisión. —La historia en conjunto era aterradora.

—¿Me amas? —No lo diría.

—Sí. —Porque dolería.

—Entonces no hay nada más que discutir. —Y aunque yo lo amaba, temí haberme condenado con esas palabras. Quise sentarme a llorar.

—Supongo que no. —Vi una parte de mí perecer junto con aquel café derramado.

—Eiji... —Él elevó su palma para regresarla hacia su pecho—. Pensé que estábamos en la misma página.

—Yo también lo pensé. —Pude escuchar a su espíritu agrietarse a través del mío—. Sing... —Éramos miserables. Sus ojos se llenaron de lágrimas acumuladas, era mi culpa, yo estaba provocando esto porque era una mierda incapaz de ceder—. ¿Tienes que adelantar tanto esto? —Él estaba tiritando. Él estaba tan desesperado y desorientado como yo.

—¿Por qué te empeñas tanto en retrasarlo? —La voz se le quebró—. ¿Tus sentimientos han cambiado?

—No es eso.

Y no lo era, no obstante, yo me sentía realmente mal. Era un caos, me profesaba confundido, me concebía enfermo, apenas tenía energía suficiente para levantarme, era infernal tener que agacharse para recoger mis pedazos y forzarme a ser funcional. Estaba tan solo que lloraba. ¡Sí! A pesar de refugiarme entre sus brazos me sentía completamente abandonado, era como estar bajo una tormenta eterna sin un paraguas, era como escuchar mi nombre pero no poderlo reconocer. Cada mañana me veía más pálido, delgado y cansado. Menos Eiji Okumura. ¿Quién diablos era él?

—Es injusto que haga todos los sacrificios en esta relación, ¿sabes? —Me profesaba tan abrumado que había dejado de observarme en los espejos al no soportar la mirada de ese desconocido. Estaba destrozado. Aquí estaba yo, extendiéndole mis pedazos, suplicándole por tiempo. El tiempo que nunca alcanzaba. Tic tac, Alicia. ¡Estás desperdiciando tu maldita vida!

—Lo siento. —Pero él no lo veía. Qué por favor me detuviese, no me podía poner un freno, me estaba destruyendo pero la tesis era más importante que mi integridad—. Tienes razón. —Él nunca me veía. ¿Alguien lo hacía? ¿Al menos existía? Contuve una arcada. Podría estar agonizando y él no lo entendería.

—Entonces... —Él me acarició en este barco de papel quemado—. ¿Estás bien con esto? —Era mi turno para acunar esta inseguridad. Era lo correcto. Debía despertar, necesitaba recomponerme rápido para funcionar.

—Sí.

—Bien. —La atmósfera fue rígida—. Le diré a Lao que venga de visita en un par de semanas. —No quise vislumbrar mi reflejo dentro de esos desbordantes ojos cafés. No pude. La bebida ya se había secado, los vasos fueron arrastrados por la brisa invernal.

—¿Él ha estado bien? —Respiré, debía mantener la compostura por nosotros dos, aunque mi mundo se estuviese quemando—. Hace mucho no sé de él. —Aunque mi mente estuviese quebrada y yo me hallase vacío.

—Él ha estado bien. —Los murmullos de los demás estudiantes fueron lejanos—. Amor... —Levanté el mentón, agotado. Tal vez podría descansar con una sobredosis de clonazepam—. Gracias.

—Lo siento si reaccioné tan sorprendido. —Quizás en otra vida me tocaría volar—. Este no ha sido mi mejor momento. —Pero estaba bien, el amor todo lo podía, ¿verdad? Mientras él me mirase de esta manera.

—Lo sé. —Todo estaría bien—. Tampoco ha sido mi mejor momento. —Él se acarició el cuello, incómodo.

—Pero seguimos juntos. —Sonreí, descompuesto—. Nuestra relación es fuerte. —Todo lo que anhelaba era ser un buen novio para esta persona.

—Este fin de semana también deberías quedarte a dormir en mi casa. —Alguna vez fui un hombre de dignidad—. Hace mucho no tenemos intimidad. —Hoy no era más que retazos—. Me haces falta. —¿Sexo? ¿Era en serio? Ni siquiera me podía mirar del asco que me daba, las costillas se me marcaban porque no comía, pero él no lo entendería si se lo explicaba.

—Pero... —Era mi culpa ser un fracaso—. Supongo que estará bien, puedo avanzar con la tesis en tu casa. —No podía ser tan inflexible con él. No tenía que ser tan yo. Bajé el mentón, dibujé siluetas al azar sobre la mesa, tenía suerte de que él estuviese a mi lado.

—Te puedo hasta desocupar mi escritorio. —No la podía tentar.

—¡Eiji! —El grito de Shorter me sacó hacia la orilla, no pude evitar reír al verlo de la mano con Yue—. Te he estado buscando por todas partes. —El primer amor era dulce e inocente—. Tengo algo que pedirte. —Pero mi pareja no lo dejó continuar bajo el manto de la hostilidad.

—Estábamos teniendo una conversación importante, ¿sabes? Es grosero interrumpir.

—¡Sing! —Yut-Lung Lee pareció leer el ambiente—. Tengo algo que mostrarte. —Él obligó a mi novio a alzarse—. Pero está del otro lado del campus, así que deberíamos irnos. —Antes de que él pudiese reclamar, la corriente lo arrastró lejos.

El moreno dejó escapar un ilusorio suspiro, sus pupilas centellearon tras vislumbrar aquella delicada silueta perecer entre los árboles y los adoquines de la universidad, el sudor le escurrió desde la frente hacia el cuello, sus lentes se deslizaron para revelar una mirada de enamorado. Sonreí, apoyando mi mentón encima de mi palma, deseaba que esta historia tuviese un buen final para ellos. Cuando aquella fatídica belleza sucumbió él regresó a mí. Debía ser lindo proclamar semejante libertad para el amor, una que no viniese en anillos de compromisos o incondicionalidad disfrazada de presión. Pero no lo sabría, pronto me casaría y mi vida se acabaría.

—Entonces... —Fui yo quien rompió la extraña tensión—. Dijiste que me tenías que contar algo. —Él parpadeó, regresando a sí mismo, colocándose de vuelta los lentes de sol.

—Sí. —Él sacó un sobre del bolsillo de su chaqueta—. Necesito que... —Las palabras cesaron, su entrecejo se tensó. Tiempo—. ¿Estás bien? Pareces demacrado. —Tic tac. Ladeé la cabeza, aquella pregunta me tomó por sorpresa.

Nadie me veía.

—Sí. —No tuve las manecillas suficientes para fabricar una excusa decente—. ¿Por qué lo mencionas? —Él se rascó la nuca, ansioso.

—Parecías muy incómodo con tu novio. —Bajé la mirada hacia la poza de café—. ¿Estaban en una discusión? —Mis dedos rodearon aquel anillo con lentitud.

—No. —Me lo traté de quitar, sin embargo, la joya se me incrustó al alma—. No te preocupes, estoy bien. —La aflicción se mantuvo omnipotente contra los rayos de la mañana.

—Si tú lo dices... —Él se acarició el entrecejo antes de suspirar, sus piernas se estiraron debajo de la mesa, sus zapatillas se embarraron de cafeína y hojas secas—. Tengo que pedirte un favor, Eiji. —Un escalofrío recorrió hasta la última fibra de mi cordura frente a esa expresión.

—¿Un favor? —Él asintió, extendiéndome un sobre blanco entre las manos.

—Necesito que le entregues esta carta a Ash. —Delineé los bordes del papel, nervioso—. Es una tarea de vida o muerte que solo puedes hacer tú. —Aunque quise reír ante lo exagerada que se escuchó aquella petición—. Y tienes que asegurarte de que la lea. —La seriedad enlazada a su voz me lo impidió.

—Pero... —Inhalé esperanza para exhalar decepción—. No sé dónde está. —No quise mirarlo cuando musité aquello, no pude—. Creo que me equivoqué, estoy asustado, no quiero que me odie. —Apreté el sobre hasta arrugarlo—. Pero ni siquiera le puedo preguntar. —Shorter acunó mis manos en un agradable consuelo. Cómplice.

—Ese idiota debe sentirse igual de confundido que tú. —La melancolía se deslizó junto al bamboleo de los árboles, la multitud fue una sinestesia amarga—. Escuché que está dirigiendo una reunión en Fish Bone. —La realidad fue lejana, la música del local relajante, la mañana se profesó fría. Contuve la respiración.

—¿Por qué no se la pasas tú entonces? —Una afilada sonrisa fue su respuesta—. No lo culparía sino me quiere ver, creo que le incomodará enfrentarme. —Me concebí pequeño frente a él. Estaba temblando mientras perdía mis pedazos, necesitaba parar.

—Es una carta que necesito que leas con él o no le prestará atención. —Me mordí la boca, un violento palpitar había empezado a consumir mi corazón—. ¿Puedes hacer eso? —Tiempo. Lo clamaba en poemarios y lo escribía en monedas, sin embargo, se esfumaba entre las grietas de un indiferente abrazo. Nunca lo tenía.

—Puedo hacerlo. —No obstante, por Ash Lynx usaría el tiempo que le restaba a mi vida para salvaguardarlo. Me levanté de la mesa—. Shorter... —Me aferré a los bordes de mi suéter, tratando de recolectar coraje para recomponerme—. Sí estábamos discutiendo cuando llegaron. —No supe por qué le confesé aquello—. Gracias por sacarme de eso. —Pero me sentí mejor al hacerlo.

—Para eso estamos los amigos. —Esos ojos: verdes, melancólicos y despechados.

—Supongo. —Éramos amigos, ¡si claro! Los mejores.

—Eiji... —Él me agarró de la muñeca antes de que pudiese empezar a correr—. Ash puede portarse como un idiota, pero se preocupa por ti. —Sabía lo que él iba a decir—. Eres la persona más importante para él, debe estar aterrado. —No quería escucharlo.

—Lo sé. —Dolería.

—Por favor cuida de su corazón —¿Cómo cuidarlo si no estaba entre mis manos? Él dijo que éramos amigos, ahora no hacíamos más que evitarnos y pretender. Me limité a asentir para correr.

Los pasos me retumbaron contra la mandíbula, me aferré a aquella carta como si mi vida dependiese de este momento, no obstante, así se sentía. Me abrí paso entre los estudiantes en esta carrera contra el estrés, me punzó el pecho y de repente quise llorar, porque él no dijo nada luego de besarme y mi actuación no era magistral. ¿Para qué seguirlo negando? Me dolió lo mucho que él me gustó, lo extrañaba, su falta me estaba destrozando. Pero esto no se asemejaba a la dependencia enfermiza que me sostenía con mi novio, no, quería permanecer a su lado en este desastre porque me prometí no dejarlo sucumbir a la soledad. Eso era todo, fuese amigo o un mero espectador, anhelaba estar para él. Era una tempestad desolada, ver su cama vacía me hacía contener el llanto, escuchar esos venenosos rumores y ser testigo del odio despertaba una furia inconcebible. Ni siquiera lo conocían, ¿con qué derecho lo menospreciaban? Ingresé a Fish Bone por un tirón de alma, el aroma a cerveza entremezclada con frituras me mareó, los gritos me taladraron los tímpanos. El corazón se me rompió tras vislumbrar a Ash encima de la mesa de billar golpeando a Arthur, sus nudillos se hallaban embarrados con sangre, el resto de la pandilla estaba vitoreando.

—¡Sé que tú fuiste quien nos traicionó! —Sus ropas se hallaban desarregladas, su mirada escurrió odio, cuando él extendió su puño Arthur le incrustó la rodilla en el estómago para arrojarlo hacia el otro extremo del local. Él golpeó el suelo y tosió sangre.

—Si fueras un buen jefe no estaríamos metidos en esta mierda. —Antes de que se pudiese levantar el más alto ya lo estaba pateando—. ¿Qué se siente ser humillado frente a tus subordinados? —La multitud se mantuvo estática alrededor de la pelea. Me abrí paso con desesperación.

—¡Púdrete!

—¡Detente! —No entendí de dónde robé el valor para interponerme entre ellos dos, aprovechando la distracción Ash le quebró los nudillos, la otra pata de la mesa se rompió. El público vitoreó cuando Arthur cayó y se estrelló la cabeza contra las baldosas, una palma fue alzada en señal de triunfo, la sangre le escurrió hacia la muñeca.

—¡Ash! ¡Ash! ¡Ash! —El nombrado presionó los párpados frente a las porras—. ¡Lo ha logrado!

—¡Vuelve a los dormitorios! —Un sollozo descorazonado retumbó entre las jarras de cerveza y la música rayada—. Yo... —Él se hizo pequeño en esa mesa—. ¡No quiero que me veas así! —Tanto moretones como arañazos se encontraban repartidos en su piel. ¿Dónde se había metido?

—¿Te peleaste con tu novio?

—Él no es mi novio. —Él escupió sangre sobre mi orgullo—. Nosotros solo somos amigos, ¿verdad? —Lo obligué a levantarse. No terminaba de comprender aquella violenta disonancia, el lince que sacaba las garras o el niño suplicante. ¿Cuál de los dos era?

—Te puedes comportar como un idiota en casa. —Lo acomodé encima de mis hombros, él parecía tan herido, ni siquiera me miró. La multitud se mantuvo muda, la crueldad fue una rosa lejana.

—No necesito tu ayuda. —Dijo eso pero sostuvo mi cintura mientras temblaba.

No quería que lo dijese.

Porque dolería.

La tensión fue insoportable durante el trayecto al cuarto, no me atreví a preguntar por las cicatrices en su espalda o los chupones maltrechos. Él se sentó encima de la cama con rigidez, suspiré, sacando el botiquín de primeros auxilios para limpiarle las heridas, me acomodé a su lado, él parecía encontrarse a kilómetros en aquel diminuto colchón, él se quejó con cada roce de piel como si le quemase mi presencia, sus puños se tensaron con fuerza alrededor de las sábanas. Su perfume cosquilleó debajo de mi nariz, estamos tan cerca que podía contar sus pestañas, la luz dorada lo hizo lucir aún más hermoso de lo que era. Pero eso no era lo que me embelesaba, porque la belleza de Ash Lynx radicaba en lo más profundo de su alma, a menudo las personas lo miraban sin verlo, lo que era un desperdicio considerando lo indescriptible que me resultaba este sujeto. Él hacía cosas que me provocaban dolor en el pecho o que el corazón no me dejase de latir, me preguntaba si era consciente o no. Cualquier que fuese la respuesta aborrecía esta nueva distancia entre nosotros dos.

—Te dije que no necesitaba tu ayuda. —Él me arrebató las gasas para arrojarlas hacia el suelo—. Nadie te la pidió. —Aunque quería arreglar las cosas con desesperación la ira ya estaba hirviendo en mi sangre.

—Es tu culpa por portarte como un idiota. —Su aliento fue amargo, la realidad delirante—. Yo soy quien debería estar enojado, ¿sabes? —Él carcajeó, sarcástico.

—¿Tú? —Como si fuese un depredador furioso él se levantó de la cama—. ¿Estás hablando en serio?

—¡Claro que lo hago! —Yo hice lo mismo, las uñas se me incrustaron dentro de los puños, mi voluntad arremetió con una violencia mortífera—. ¡Te fuiste luego de besarme! —La cólera me hizo enrojecer, pensé que explotaría—. ¡Ni siquiera trataste de hablar! Solo me comenzaste a evitar. —Pero quise llorar, porque su indiferencia me lastimaba. Para mí fue importante esa caricia, que él actuase como si no fuese nada...

—Tú tampoco lo mencionaste. —Él tensó los brazos para forjar una barrera—. ¿Qué sacaba con decirte algo? Ibas a regresar con Sing de todas maneras. —Aquel anillo fue una tortuosa condena. La tráquea se me cerró, no entendía lo que estaba ocurriendo. No comprendía para nada al lince de Nueva York. El alma me sollozó.

—Ni siquiera sé en lo que estás pensando. —Eso no evitó que doliera—. Sino me lo dices directamente no te entenderé. —Él chasqueó la lengua, paseándose como un animal enjaulado por el cuarto. Su respiración fue compulsiva, sus pasos brutos.

—Pienso que eres un mentiroso, Eiji Okumura. —El despecho fue crudo—. Creo que ya no amas a tu novio pero te faltan las bolas para terminarlo. —El corazón me escurrió escarlata—. Lo mismo con la tesis. —Me mordí la boca, tenía la cabeza caliente y el estómago burbujeando, su mirada fue cínica—. No tienes el coraje para tomar una decisión y te pones cientos de excusas. —Él se retiró el cabello con ferocidad—. Eres patético. —Y era verdad, pero que él lo dijese fue especialmente cruel. No lloraría frente a él.

—¿Qué hay de ti? —Aunque me estaba desmoronando mis mentiras eran fuertes—. Te estoy dando todo el tiempo del mundo para que me cuentes sobre ti, pero te acobardas apenas me acerco. —Estábamos en una maldita guerra fría. No lo diría—. Tú eres el cobarde Ash Lynx. —Porque dolería. Él me entregó una sonrisa torcida, su carcajada me heló el alma.

—Si eso piensas de mí... —Presioné los párpados, resignado—. ¿Por qué diablos me fuiste a buscar al bar? —No podía creer que este fuese nuestro final. Me acerqué en esta marcha nupcial, estábamos terminando sin haber empezado nada. Le estrellé el sobre contra el pecho. Gélido.

—Shorter me pidió leerte esto. —Él lo arrugó al tomarlo—. Dijo que era de vida o muerte. —El ambiente se impregnó con cigarrillos baratos.

—¡Entonces léelo para que me pueda ir! —Rasgué el sobre, la voluntad se me escurrió entre los dedos. Los pedazos de mi corazón crujieron bajo mis zapatillas, los había roto. No necesitaba de sus razones, tampoco las quería. Tomé la carta entre mis manos para hablar, pero hablar dolía.

—Ya díganse que se gustan y dejen de actuar como estúpidos, se traen ganas.

Parpadeé, aturdido, releyendo el contenido de aquel papel una infinidad de veces, las mejillas me calcinaron con violencia. Intercambiamos una perpleja mirada antes de estallar en carcajadas, me apreté el vientre y me dejé llevar, se profesó bien, tan natural. El sonrojo que coloreó al lince de Nueva York fue absolutamente adorable, el aire se le escapó, sus pupilas tiritaron con un brillo infantil, no pude evitar relajarme ante lo ridícula que fue aquella situación. ¿Qué clase de historia torcida era esta? Ash convirtió la carta en basura. Me agaché para recoger los pedazos de mi corazón. Éramos amigos, ¿no?

—¿Qué carajos sabe Shorter Wong acerca del amor? —Su puchero me robó la respiración—. El otro día lo vi cargando diez bolsas de compras mientras babeaba por tu amigo. —Reí ante aquella imagen mental. ¿Había algo más lindo que Ash Lynx haciendo berrinches? Definitivamente no.

—Yue no es mejor. —Rodé los ojos al recordar aquella conversación—. El otro día lo encontré comprando ropa de pareja. —Sonreí—. ¿Te imaginas a Shorter usando esos suéteres con fotografías empalagosas? —Las mejillas se le inflaron en una carcajada contenida—. Porque él encargó diez. —Pronto, ambos estábamos riendo encima de la cama.

—Qué imagen mental más asquerosa, creo que tendré pesadillas. —Él trató de ocultar la sonrisa más bonita del mundo debajo de su antebrazo—. Ese tipo puede ser bastante cursi cuando se enamora, es escalofriante. —Levanté una ceja, una de mis piernas se había subido hacia el plumón.

—¿Solo cuando está enamorado? —Él volvió a reír—. Yo no lo conocí de otra manera. —Y diablos, fue el sonido más maravilloso que alguna vez escuché, él me encantaba.

Esto era todo a fin de cuentas, ¿no?

Quería hacerlo feliz y ya.

—Es verdad. —La melancolía que tiñó aquel verde tormentoso cuando me miró fue delirante. Había poca luz dentro de la habitación, un delicado hilo de tensión pendió alrededor de nuestros meñiques—. Eiji...

—¿Sí? —Su calidez me acunó a través de ese viejo suéter. De repente era yo mismo, de repente vivir se sintió bien.

—Lamento haber dicho todo eso.

—¿Por qué? Fue verdad. —El aire tuvo sabor a malas decisiones, hizo frío en este amor—. Me gusta pensar que lo podemos superar todo con Sing mientras nos mantengamos juntos. —La realidad sucumbió en un hálito descolorido—. Pero ya no nos escuchamos más. —Abracé mis rodillas contra mi pecho, desamparado—. Todos los días se siente un poco más mal. —Podía sentir a mi corazón agonizar al pensar en aquel hombre.

¿Cuándo el amor dejó de ser un sueño para convertirse en una batalla?

—Eiji... —Él me acarició la espalda, me deshice en la dulzura de ese consuelo.

—Él no tiene por qué entender lo que estoy pasando, lo sé. —Mis emociones se derramaron en un dormitorio repleto de memorias—. Pero si él dice amarme tanto. —Mis uñas se clavaron a mis rodillas—. ¿No debería ver el desastre que soy? —Recuerdos, suspiré, eso era todo lo que nos quedaba—. Yo estoy tratando de apoyarlo, de verdad lo hago, pero ya no sé. —Él me empujó con suavidad hacia la cama, caí a su lado. Su respiración me acarició el cuello.

—Lo que tú dijiste acerca de mí también es verdad. —Él bajó la mirada, lento—. Me asusta cuando te veo tan cerca, por eso te empujo. —Él presionó un puño contra su pecho, en ese momento lo entendí—. Por eso hui cuando te besé. —Él era ambos: depredador desalmado y gatito abandonado.

—Ash...

—Me asusté de que no te gustara. —Hubo una inocente capa de vergüenza entre nosotros dos.

—Yo también estaba asustado. —Nuestras manos se entrelazaron encima de las sábanas—. Mucho.

—Todos esos rumores que corren por la universidad son verdad. —Fue tan desolada la expresión que él esbozó cuando musitó aquello—. Estoy obligado a distribuir banana fish. —Que me logró romper el corazón sin siquiera tocarlo—. No tengo familia ni más historia, esto es todo. —Él se abrazó a sí mismo, pequeño—. Soy una mala persona. —Acaricié su mejilla, cerca. La única luz presente en aquella escena era la que sus ojos escondían. Él era hermoso pero no en el sentido habitual, sino por sus espinas.

—Si eso fuese verdad no estarías a punto de llorar. —Él contuvo un jadeo antes de llevarse mi mano hacia el pecho, su latido fue atronador—. Eres mucho más que eso, Aslan Jade Callenreese. —El roce entre nuestras almas fue eléctrico y mortal. La atmósfera era aterciopelada.

—Tienes razón. —Aquel susurro tuvo un ligero sabor a tabaco, lo extrañaba—. También soy guapo, ¿sabes? —Rodé los ojos, relajándome sobre la cama. Estábamos uno frente al otro en esta pequeña colcha, flotando en un océano de problemas mientras la realidad hundía nuestros sueños como barcos.

—Todos en la universidad dicen que eres guapo. —Nuestras narices se tocaron, fue íntimo y tierno, tan natural.

—¿Tú también lo piensas? —Pude escuchar los resortes del colchón a través de un intenso palpitar—. ¿Acaso me estás coqueteando onii-chan? —Mi respiración fue vertiginosa e intensa.

—¿Acaso lo he negado? —Él empezó a juguetear con mis cabellos para disimular la vergüenza, fue lindo. La tensión era tan delicada que con una sola palabra se quebraría—. Ash... —Nuestras piernas se enredaron bajo las sábanas—. ¿Qué es esto? —Él me acarició los mofletes, el calor fue sofocante contra tan sublime mirada.

—¿Necesitamos un nombre para esto? —Pude catar su aliento entre las grietas de mi razón, suave y adictivo.

—Siento que le estoy haciendo algo malo a Sing si no ponemos un límite. —Pude deleitarme con sus latidos entre el toque de sus yemas y mis labios—. Necesito estar seguro con un nombre. —Él me encerró contra su pecho, la vida se me atoró en un nudo de tráquea, mi estómago cosquilleó, la sangre me hirvió. Tiempo. Todo el tiempo del mundo en este instante. Y fue terrible.

Porque en ese momento me di cuenta de lo mucho que quería besarlo.

—Si le pongo una etiqueta nada cambiará. —Mi vida, mi corazón, mi alma—. Así que no lo diré. —Lloraron por culpa de él. Me aborrecí, porque tenía muchas ganas de besar a Ash Lynx bajo esas luces doradas que hicieron de sus ojos más líquidos y de sus mejillas más rosadas.

—Yo tengo un novio. —Fue lo me recordé, sus manos se deslizaron entre las orillas de mi suéter para tocar mi espalda desnuda. Temblé ante lo caliente que fue aquel tacto, lo miré, habiendo perdido la respiración. Estaba tiritando—. No puedo, no es correcto. —Pero sería tan fácil, podría simplemente inclinarme un poco más y acabar con esta tortura.

—No me importa que lo tengas. —La atracción era peligrosa y terminaría fatal, nunca había anhelado a nadie con tanta desesperación como en este momento—. No estamos haciendo nada malo. —Sus párpados cayeron con lentitud, él estaba cerca—. Nuestra relación no necesita una etiqueta, Eiji. —Me derretí en sus toques. Yo estaba a su merced.

—Pero... —Me mordí la culpa, el caos me manchó la cordura—. Lo del otro día no puede volver a suceder. —No necesitaba de palabras, ya sabía lo que él estaba pensando. Más cerca, mucho más.

—No volverá a ocurrir. —No lo diría—. Somos amigos. —Porque dolería.

—Sí... —Mis dedos se deslizaron por su cuello, nuestras respiraciones se fundieron en una embriagadora seducción—. Amigos. —Lo único que pude vislumbrar dentro de aquella oscuridad fue la luz atrapada en esos celestiales ojos. Verdes, intensos y misteriosos.

—Significas lo mismo que el resto de la pandilla para mí, no eres especial. —Él se enredó a mis cabellos antes de inclinarse, estaba temblando debajo de él.

—Lo sé. —Podía vernos morir, ¿lo estábamos?—. No tienes que preocuparte por eso. —Sus palmas se acomodaron encima de mi cintura con una delirante suavidad. Tragué, ansioso, tenía la mente repleta de Ash Lynx.

Más cerca.

—Me alegra que estemos en el mismo lugar, onii-chan. —Él sonrió antes de presionar los párpados, sus pestañas aletearon contra mi nariz, su aroma se impregnó en esta locura sin nombre—. Ahora que estamos en la misma página... —Memoricé aquellas masculinas facciones a fuego lento en mi alma, hubo electricidad—. No digas más porque dolerá. —Falleció la distancia entre nuestros labios.

Aquel beso fue dulce, apasionado e intoxicante. Saborearlo fue sucumbir a la tentación, sus latidos arremetieron contra mi pecho, sus manos se aferraron con fuerza a mis cabellos para profundizar el contacto, las mías lo sostuvieron con nervio por la espalda. El aire se perdió, el calor fue insoportable en la habitación. Besarlo se sintió tan bien, como si hubiese nacido para ahogarme en su esencia. Las chispas fueron viciosas. La tenue remembranza del tabaco se impregnó en mi lengua, me emborraché en él. Fue tan placentero que no pude pensar en nada más que él, solo cerré los ojos y me dejé caer. Al separarnos, él me miró. Él se mordió la boca, con las pupilas dilatadas y brillosas. Tenía la cara caliente y el corazón pesado.

—No estamos haciendo nada malo. —Fue lo que me repitió—. Somos amigos. —Antes de volverme a besar.

Y aunque sabía que esto no era más que una muerte anunciada para nosotros tres.

No lo diría.

Dolería.

En mi viejo fandom escribía tramas con mucha tensión pero jamás a este nivel, me superaron estos dos lejos. Pero creo que esto me gusta de este fic, a reforzar amistad se dijo. Muchas gracias por haberse tomado el cariño para leer.

¡Cuidense!


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