Capítulo 4.
¡Hola mis bonitos lectores! Se nota que este fic me da algo de ansiedad porque lo actualizo muy seguido, perdón. Muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer, este capítulo lo trae Eiji.
¡Espero que les guste!
Un autor no entiende necesariamente el significado de su propia historia mejor que los demás.
Piernas acalambradas sobre una vieja silla, manos en un teclado roto, ojos en un documento blanco. Parecía una maldita broma estar así de atascado. Me estaba ahogando dentro de la habitación, mi ineptitud se había acumulado hasta desbordarse hacia las teclas del ordenador, el aire se convirtió en una cortina de impotencia, no me dejó ver, me froté los párpados en una súplica silenciosa de concentración, no obstante, estos se hallaban manchados con una espesa capa de brea. Tiempo. El maldito tiempo para vivir nunca lo tenía. Lo escuchaba deslizarse en un esquizofrénico tic tac, lo sentía retumbar entre mis pies y ese charco de desesperanza en el cual estaba varado. Decían que el tiempo lo sanaba todo, no obstante, yo parecía estar condenado. Tiempo. Señor tiempo. ¿Por qué nunca me respondía?
—Vas a agujerear la pantalla si la sigues mirando tanto. —Suspiré, el respaldo crujió cuando me apoyé contra aquella vieja silla—. Ibe te dio más plazo. ¿Cuál es la prisa? —Yut-Lung Lee se encontraba recostado sobre mi cama con un volumen de Vanity Fair entre las manos. Lo dejó caer.
—Él solo me dio un par de días extras para presentarle algo. —Sus cabellos se hallaban desordenados entre los bordes de mi almohada y el apogeo de la belleza—. Ni siquiera puedo escribirle un título. ¿Qué le voy a enseñar? —Yo era un protagonista de mierda para mi propia historia. Deberían cambiar al escritor, ¡edición!, ¡alguien despida al guionista!
—La tesis no es tan importante. —Aunque me arrastró a su lado, me profesé ido, las ruedas rechinaron contra el piso—. Si sigues así lo único que entregaras será anemia, estrés e insomnio. —Reí. Ese sería un perfecto titular.
—Debería renunciar a la carrera y ya. —Mi nuca se encontraba colgando, mi atención enfocada en el techo del dormitorio, la lámpara estaba suelta—. Quizás tengas razón y Sing me deba mantener el resto de mi vida. —Su carcajada fue fastidiosa bajo esa desesperación.
—De verdad te hace falta distraerte. —Él se dio vueltas encima de mi colchón, su vientre quedó contra las frazadas, su espalda fue un lienzo expuesto—. ¿Por qué no le pides ayuda al lince de Nueva York para relajarte? —Un intenso calor me coloreó ante tan aterciopelada mirada. Eléctrico. Chispeante.
—No he sabido nada de él desde anoche. —Su cama se encontraba deshecha y desordenada—. Nunca me dice a dónde va. —Una fastidiosa opresión nació entre mi garganta y mi consciencia. Era esa mirada. Tic tac. Esos ojos verdes.
—Te ves como una esposa preocupada. —Fruncí el ceño—. Si tanto lo extrañas deberías decírselo. —Acomodé mis tobillos sobre las botas de Yue, el cuero chirrió apenas nos movimos.
—¿Tú no fuiste quien le sacó en cara mi relación con Sing? —Extendí el anillo: bonito, brillante y delicado—. Decide de qué bando estás. —Tortura y esclavitud.
—Si quieres conquistar a alguien debes ser inteligente con tus cartas, Eiji. —Él enredó una brillante hebra de cabello entre un par de finos y largos dedos—. Ash debe saber que no eres fácil de conseguir. —Cada vez que aquel nombre era pronunciado unas inexplicables ansias arremetían contra mi corazón. Me llevé la mano hacia el pecho. Caliente y agitado.
—No creo que él tenga esa clase de interés en mí. —Él chasqueó la lengua.
—Tienes razón, no es como si la mandíbula se le cayese cada vez que te mira. —La atmósfera estuvo repleta de tensión—. No puede ser más obvio con las ganas que te trae.
—¡Yue! ¡Hablo en serio!
—No eres para nada divertido. —Su puchero fue hilarante, la mañana estaba fría—. Me siento estafado, dijiste que querías pasar el día conmigo cuando solo has estado trabajando. —Tiempo. El maldito tiempo nunca lo tenía. Trataba para fracasar. Vivía para correr del tic tac. Tic tac Eiji. El tiempo se te acababa. Pero el tiempo curaba todas las heridas, ¿no era verdad?
—Lo sé. —No obstante, los segundos no eran suficientes para tragarse aquella disculpa barata—. Lo lamento. —Su mueca se suavizó, antes de que él pudiese decir algo una estruendosa melodía se hizo presente en aquella silenciosa habitación, saqué el teléfono de mi pantalón—. Es Sing. —Aquel nombre fue dolorosamente amargo. El alma me trepidó mientras el vapor de mis sentimientos me sofocaba.
—Hablando del diablo. —Temblé al sostener aquel aparato—. Respóndele. —Inhalé melancolía para exhalar mentiras.
—¿Amor? —Pude sentir una pequeña sonrisa dibujarse del otro lado de la línea tras escuchar aquel apodo.
—Eiji... —Mi nombre fue extraño, ¿a quién estaba buscando?—. No pensé que me responderías. —No lo culpaba, yo era negligente y solo escribía tragedias. ¿Qué diablos sabía una basura como yo?—. Me alegra que lo hicieras. —Él merecía a alguien mejor, no obstante, se mantenía aferrado a este remedo de relación.
—También me alegra escucharte. —Yue rodó los ojos antes de hundirse en mi almohada—. ¿Pasó algo?
—Quería saber si estabas libre más tarde. —Los nervios enlazados a sus palabras hicieron eco sobre mi piel. El peso del mundo se profesó más ligero con él—. Quería pasarte a buscar antes de ir juntos a mi casa. —Él era lindo. Él me amaba.
—No estoy seguro de a qué hora terminaré, no estoy avanzando mucho. —Quizás tiempo no sería lo que curaría mis heridas—. ¿No prefieres que yo llegue mañana a tu departamento? —Tal vez debería ser él. Mi mejor amigo me devolvió una sonrisa juguetona, el carmesí fue violento.
—Quiero irte a buscar. —Podía escuchar la implacable respiración de mi novio a través de la bocina—. ¿Puedo? —Y era solo una cosa. Una maldita cosa la que él me estaba pidiendo. Y yo era insuficiente, moriría en un par de tic tacs.
—Puedes. —No tenía corazón para negarle aquella petición. Él se había entregado. Miré el anillo, él me había transmitido todo su amor—. Te estaré esperando. —Era doloroso, nostálgico y estaba gastado. Sin embargo, éramos nosotros dos.
—Gracias. —Me hundí en la silla, asfixiado—. Te amo. —Sino cedía lo perdía, sin embargo, cada vez que cedía parecía perderme a mí mismo.
—Y yo a ti.
—Nos vemos. —Fui consciente del final al quedarme varado en el silencio.
¿Quién era Eiji Okumura en esta historia?
Ni siquiera él lo entendía.
—Así que te vas a quedar a dormir en casa de tu novio. —Era una sumisión ciega, pero nunca podía hablar. Fui recibido por una bonita marcha nupcial, aquel anillo fue la sentencia—. ¿Eiji? —La muerte vestía de blanco y el velo estaba manchado de escarlata.
—¿Sí?
—No pareces muy feliz con esa idea. —¿Feliz? Ni siquiera lo recordaba. Reí, me tiré el flequillo de manera maniática. Había una explosiva presión destrozando mi pecho. La espuma de mis emociones me consumió para convertirse en fuego. Me estaba ahogando, por favor ayuda, ya no podía más, estaba cansado. Tal vez si moría podría descansar.
—Lo estoy. —Por lo delicada que resultó tan descorazonada mentira—. Estoy realmente contento. —Ni siquiera yo me la pude tragar, estaba agotado, basta, solo quería que el mundo se detuviese—. Solo estoy estresado por el tiempo.
—Esto no parece sano para ti. —Mi alma yacía inerte encima de una vieja e incómoda silla. Tic tac—. Eiji... —Él solo me acercó—. Tu corazón no parece estar en el lugar correcto. —Aquella seriedad fue paralizante—. Tal vez por eso no puedes avanzar en la tesis. —Quise negarlo, no obstante, tenía razón.
—Me siento un poco fuera de lugar. —Yo ya no era él mismo—. Pensé que era solo cansancio. —Indignación fue todo lo que coloreó esa fatídica belleza. El insoportable calor de la mañana se mezcló con una agridulce tensión.
—No te has tomado ningún solo día de descanso, estás siendo demasiado exigente contigo mismo. —Él se sentó en la cama, cruzando una de sus largas piernas sobre la otra—. Creo que es buena idea ir con Sing si eso te ayuda a distraerte. —Sus brazos forjaron un nudo contra su vientre—. Quizás eso pueda poner tu corazón en un buen lugar. —Pero Alicia se había perdido y ya no sabía cómo regresar. Tic tac.
—Tal vez lo haga. —Antes de que él pudiese refutar la música de mi celular quebró la tensión—. ¿Olvidaste algo, amor? —Una risa del otro lado de la línea acarició mi oreja. Maldición.
—¿Amor? ¿Hemos llegado a ese nivel de confianza, onii-chan? —Perdí el aliento tras escuchar tan melodiosa tonada, su voz me encantaba—. No me desagrada que seas tan directo con tus coqueteos.
—Ash... —Como si hubiesen estado esperando para pronunciar su nombre, mis labios cosquillearon—. Pensé que eras alguien más. —El calor en mis mejillas fue implacable.
—Lo supuse. —La amargura danzó con la verdad—. Anoche olvidé traer una libreta a mi reunión con los chicos, ¿puedes llevarla al centro comercial cerca de la universidad? —Pero tiempo. Tiempo era lo que nunca tenía—. La dejé al lado de mi cama. —Tiempo Eiji. Tic tac.
—Puedo hacerlo. —El lince de Nueva York me hechizó para que no pudiese pensar—. Estaré ahí en un par de minutos. —Me profesaba embelesado con esos ojos verdes, cuando ni siquiera estaban. La afilada sonrisa de Yue me puso a la defensiva—. ¿Qué? Tú dijiste que era buena idea distraerme. —Excusas, baratas las vendía.
—Yo no te estoy reprochando nada, es emocionante verte con esa expresión tan asquerosa. —Él extendió sus palmas en señal de defensa—. Pero quiero ir contigo, me debes una. —Rodé los ojos, buscando con la mirada aquella libreta. La tomé.
—Yo no pongo una expresión asquerosa cuando se trata de él. —Mi tesis y mi historia quedaron a medias dentro de esa habitación.
—Si tú lo dices. —Solo las cerré—. Tal vez aún no te das cuenta de lo mucho que te atrae.
Hacía un insoportable calor afuera de los dormitorios, el día era cegador, la facultad fue una oda para la serenidad, algunos estudiantes caminaban apresurados a la salida de la universidad, otros se detenían para recolectar los instantes. El segundero se deslizó por las grietas de mi voluntad para calar hacia mi alma. Tic tac. La tesis. No estaba avanzando nada. Inútil, mentiroso, mediocre. Yue me apretó la mano al encontrarme ahogado en la desesperanza, no podía salir. Solo un esfuerzo más y se acabaría. Predecible y pequeño. Estúpido e irresponsable. Él las acunó.
—Estarás bien, relájate. —Fue un consuelo vacío, no obstante, en la desilusión me lo tragué. Me dejé arrastrar hacia las fauces del lince.
Me dejé caer.
El aire acondicionado del centro comercial era potente pero agradable, el fulgor en esas amatistas fue arrebatador ante la estridencia del consumo. El aroma a lavanda y la reminiscencia de las bolsas embriagaron mis sentidos. Siguiendo las coordenadas que nos mandaron llegamos a un restaurante familiar, Ash y Shorter se encontraban acomodados en una butaca de cuerina escarlata, una encantadora sonrisa fue la respuesta del rubio tras reconocerme. Todo lo demás desapareció en la profundidad de su mirada. Él era una adicción peligrosa. Pero no. No estaba haciendo nada malo al ir con él. Éramos amigos. Los amigos se ayudaban. Sing Soo-Ling. Yue ni siquiera disimuló su entusiasmo al arrastrarme por las baldosas del local. La serpiente había encontrado a su siguiente víctima, eso le encantaba.
—Sí viniste, amor. —Una mueca de pura satisfacción fue lo que me entregó. Vergüenza fue la única respuesta que le di, esa apodo se deslizó como terciopelo por su lengua. ¿Por qué todo sonaba tan bien cuando lo decía Ash Lynx?
—Acá tienes. —Una pequeña libreta fue extendida sobre la mesa junto a una humeante caja de pizza—. Ahora debo irme para terminar de estudiar. —No obstante, Yut-Lung Lee ya se había acomodado al lado de Shorter. Esos ojos morados eran la encarnación del deseo, aquella atención no pareció molestar al moreno.
—Deberían quedarse a comer. —Con la misma intensidad, Wong le devolvió los coqueteos—. Compramos demasiada pizza para nosotros dos y nos hace falta buena compañía. —Ni siquiera pude reclamar al ser arrastrado hacia la butaca por el americano, sus brazos eran grandes y cálidos. Yo encajaba a la perfección.
—No podrás pensar si tienes el estómago vacío, no seas terco onii-chan. —Él tomó una rebanada de la caja para acercarla hacia mi boca—. Ahora abre. —Las cejas se me tensaron—. No te hagas el difícil, amor. —Tenía una fastidiosa opresión dentro del corazón. Fue mortificante.
—Te gusta molestarme. —Recibí aquel trozo entre los labios—. Estás dejando que derrame el queso, eres terrible en esto. —Caliente, humeante y picante.
—Deberías sentirte honrado, no todo el mundo recibe esta clase de cuidados. —Ash terminó de devorar aquel pedazo, fue casi como un beso indirecto. Había una agradable electricidad en el aire.
—Ustedes dos... —Las palabras de Shorter escaparon torpes y tartamudas entre salvajes bocados—. ¿Cómo se conocieron? —Yue sostuvo su mentón contra sus nudillos, un suspiro fue lo que escapó, sus palmas se deslizaron encima sus muslos de manera coqueta.
—Conocí a Eiji en el primer año de mi carrera. —Él fue quien tomó la palabra—. Luego de su entrenamiento de pértiga él fue a limpiar la bodega de deportes y me encontró ahí llorando por mi ex-novio. —Una resplandeciente curiosidad chispeó entre las pupilas de un depredador—. Aunque yo le pedí que me dejase solo, él no se fue hasta que me sentí mejor.
—Lo recuerdo bien. —Compartimos una tímida sonrisa—. Nos quedamos charlando hasta que nos echaron los guardias de seguridad.
—Con el tiempo nos hicimos inseparables. —Tiempo, nunca lo tenía y él era quien siempre lo entendía. Él era un buen amigo. El mejor.
—Tienes el mal hábito de ayudar a los demás. —Ash me intoxicó bajo tan galante sonrisa, su aliento calcinó mi cuello, me lo acaricié—. Me gusta eso de ti. —Fui atrapado por él para jamás volver a mi realidad. Condenado—. Realmente me gustas. —Sí, temía no poder regresar, no obstante, lo último que deseaba era separarme de tan hermoso martirio. Su mano sobre la mía, la mía en su muslo. Tensión, la saboreé.
—Si dejaras de meterte en problemas, yo no tendría que ayudarte. —Su aroma se impregnó en mi cordura.
—Entonces... —Su sonrisa fue un espasmo para mi razón, me derritió—. Me tendrás que ayudar por mucho tiempo más. —Sus dedos se deslizaron entre los míos, el mundo se esfumó para que solo existiésemos nosotros dos. Su perfume me cosquilleó debajo de la nariz, tan embriagador.
—¿No planeas darme un descanso? —Pude saborear su aliento contra mis labios, él estaba cerca, su brazo se acomodó en mi espalda, la butaca rechinó. Él podía sentir cada violento palpitar en la punta de nuestro agarre.
—No planeo dejarte ir. —Él me acarició las mejillas antes de acomodarme un mechón detrás de la oreja—. No a alguien como tú. —La sinceridad en sus palabras fue dulcemente cruel—. Eres especial, Eiji Okumura. —La mentira también.
—Vaya, me siento como la tercera rueda en esto. —La incómoda carcajada de Shorter quebrajó la magia entre nosotros dos, me aparté—. Ustedes son intensos con sus coqueteos. —La risilla de mi mejor amigo lo apoyó—. Tienen mucha química. —Una de sus cejas se elevó de manera insinuativa. Mal sabor.
—¿Y ustedes? —La pregunta de la fatalidad retumbó sobre la música del local. La multitud era lejana y las luces fuertes—. ¿Cómo se conocieron? —Mechones de beldad se enredaron entre sus dedos. Sus ojos sobre Shorter Wong.
—Hace dos años fui designado como el líder de Chinatown, en ese entonces reinaba el caos entre las diferentes pandillas, por eso tuvimos que elegir a un jefe por votación. —Pude sentir al americano tensarse cuando los reflectores lo reclamaron—. Todos estuvimos de acuerdo con que fuese Ash. —Su risa fue amarga.
—Yo era bastante popular cuando joven. —Me quebró el corazón—. Era toda una superestrella.
—¿Entonces, es verdad lo que dicen de ti? —Mi mejor amigo no tardó en indagar, por mucho que el rubio lo tratase de ocultar su máscara se estaba quebrando—. ¿Has usado un arma? ¿Has acabado con toda una pandilla tú solo? —Su frente estaba rígida—. ¿Eres tan peligroso como todos dicen? —Lo pateé por debajo de la mesa, un chillido agudo fue lo que escapó. Estúpido.
—Aunque todo eso sea verdad... —No existió vacilación en esta incondicionalidad, le tomé la mano, suave—. No tiene importancia para mí. —Él no me miró.
—Es tu compañero de cuarto, deberías estar más preocupado. —Él no miró a nadie.
—Ash no ha hecho nada para que desconfíe de él. —Mi caricia fue una disonancia delicada para tan imponente declaración—. No deberías juzgar a las personas sin siquiera conocerlas. —Él la apretó—. El pasado no lo es todo Yue, mejor que nadie lo sabes. —Un par de gotas de vergüenza iluminaron aquellos jades. Eran hermosos.
—Eres idiota. —Fue lo que musitó—. Realmente lo eres. —Con una sonrisa tan bonita que me agitó el corazón.
El ambiente se relajó, una caja de pizza se convirtió en una infinidad, las risas fueron la tonada tradicional, perdí la cuenta de las canciones que pasaron por la radio, las demás mesas quedaron vacías y los meseros cansados. La llamativa personalidad de Shorter se encargó de mantener las carcajadas omnipotentes mientras intercambiaba coqueteos furtivos con Yut-Lung Lee. Ash en ningún instante trató de soltar mi mano, yo tampoco lo aparté. Pero éramos amigos, así que estaba bien. Vistazos torpes, latidos delatores, mejillas ardiendo, suspiros ingenuos y tiempo perdido. Tiempo. Sí, nunca parecía tenerlo, sin embargo, esta tarde tuve todo el tiempo del mundo al lado de él. ¿Qué importaba? Ya estaba entre las fauces de la tragedia mientras mi corazón vagaba para encontrar su lugar.
Regresamos a la universidad solo cuando cerraron el local. El moreno abrazó a mi mejor amigo durante toda la velada, ambos nos regalaron excusas vagas para poderse escapar. Quedé a solas con el lince de Nueva York. La brisa estaba caliente, el cielo se tiñó de naranja, el bamboleo de los árboles fue una canción de cuna bajo el retumbar de los estudiantes, sus dedos se entrelazaron a los míos, no nos miramos ni dijimos nada. Temimos hacerlo, pero no, éramos amigos y esto estaba bien, los amigos se trataban con afecto, no obstante, tenía un latido delator y una mente reducida a caos.
Ay, señor tiempo.
¿Por qué nunca me respondía?
—Parece que a Shorter le gusta mucho tu mejor amigo. —Él estaba cerca, su atención se había posado sobre los adoquines de la facultad, su respiración fue un golpeteo ansioso.
—A Yue también le gusta. —Dibujé una sonrisa tras musitar aquello—. Le gusta mucho, me alegra por él. —Pude sentir su mirada sobre mi rostro. No la quise sostener.
—Serán pareja pronto. —El candor de su aliento me rozó la oreja—. Estoy seguro. —Me cosquilleó.
—¿No es muy precipitado? —Me encogí de hombros, tratando de sonar relajado, no obstante, nada pudo esconder lo temblorosas que se profesaron mis piernas a su lado—. Necesitas tiempo para conocer a la otra persona. —¿Cómo conocerlas si nunca lo tenía? Fracasado.
—No creo que siempre sea así. —El agarre entre nuestras manos se tornó firme—. ¿Nunca has sentido una conexión instantánea? —Olvidé cómo respirar entre el fuego de mi alma y el vapor de mis sentimientos—. ¿Nunca te has preguntado cómo pudiste vivir sin esa otra persona tanto tiempo a pesar de no conocerla? Tal vez es cuestión de almas gemelas. —Mi anillo se convirtió en una cadena. Me desgarró la razón.
—No. —Mentí—. Nunca me he sentido de esa manera. —Aunque no supe para quién fue.
—Yo sí. —Él detuvo sus pasos—. Yo sí me he sentido de esa manera, Eiji. —Algo se profesó muy mal entre nosotros dos. Yo tenía novio y lo amaba, yo tenía un futuro con él, estaba enamorado de Sing Soo-Ling, ¡Sí! Solo de él. Subí la mirada, encontrándome con esos manipuladores ojos verdes, yo tenía pareja y Ash era un desconocido, lo sabía, sin embargo...
—Tengo miedo de preguntar quién es. —Fui devorado por el lince de Nueva York. Él acomodó sus palmas detrás de mi cintura, aunque el viento estaba helado, la sangre me hirvió, pude sentir cada estrepitoso palpitar en la lentitud de su sonrisa.
—Tienes miedo de preguntar porque ya conoces la respuesta. —Las rodillas me fallaron, me apoyé contra su pecho, no obstante, ya no me pude volver a parar—. ¿Te sientes bien? —Él se aferró con fuerza a mi cadera, me sostuvo mientras me desmoronaba.
—Debe ser por el cansancio. —Hoy las mentiras se vendían en paquetes de a dos. Estaban en oferta y yo era hábil comprador.
—Vamos a sentarnos. —Pretendería que nada había sucedido. Éramos amigos, amigos nada más. Estaba bien de esa manera.
Pero no.
¿Quién diablos era Ash Lynx?
¿Por qué sentía que lo llevaba esperando toda una vida?
¿Cuestión de almas gemelas?
Ja.
Él me guío hacia una banca cercana, la madera crujió apenas nos acomodamos encima, me encogí dentro de mi suéter, me apreté las rodillas, la fatiga se convirtió en una bruma de agonía para mi consciencia. No, ni siquiera lo pensaría. Ash Lynx era de esta manera. Solo estaba jugando y sería estúpido dejarse llevar para perder a quien amaba. Sing era mi persona especial, miré la joya en mi dedo, era su nombre el cual se hallaba grabado. Él me amaba, él me cuidaba, él me estaba teniendo paciencia y yo no podía hacer esto, ¿esto?, ¿hacer qué? Él solo me estaba molestando. Éramos amigos, ¿amigos? No, no éramos nada.
—¿No hay algo que me quieras preguntar? —Su voz se apagó por la melancolía, él me miró con esa clase de cara.
—¿De dónde viene esto?
—Dijiste que se necesitaba de tiempo para conocer a una persona. —Sus dedos se crisparon encima de sus rodillas, la vacilación lo hizo trizas—. Te lo estoy dando. —Él estaba jugando y nosotros éramos amigos. Lo sabía, no obstante—. Adelante, puedes preguntarme sobre todos los rumores que quieras. —Si éramos amigos—. Ya los conozco. —¿Por qué esa expresión me dolía tanto?
—¿Qué me quieres contar tú? —Él frunció el entrecejo, sin comprender mi respuesta—. No me gustaría forzarte a nada.
—En serio eres idiota. —Los bordes de la banca chirriaron con el golpeteo de las zapatillas—. Todo lo que tu amigo dijo acerca de mí es verdad. —Las rosas se me atoraron en la garganta, las hojas secas crujieron bajo mis suelas—. He pasado por mucha mierda gracias a Dino Golzine. —Una opresión me desgarró el alma.
—Ash...
—No me enorgullece, pero no lo puedo cambiar. —Aunque su sonrisa fue firme, él se concibió desdichado. Tan solitario—. Ya no te quieres juntar conmigo, ¿verdad?
—No te tortures por lo que has pasado. —Me aferré a su mano, sintiendo que debía protegerlo, me pregunto de qué—. No entiendo del todo la situación, está bien sino me la quieres contar. —Creo que del destino, el destino que intentaba alejarlo, llevándoselo a la deriva—. Pero no te trates de esa manera. —Cada vez más lejos. Me decidí a creer en él, sin importar qué. Pasase lo que pasase. Al menos yo podría...
—¿Qué no me trate de esa manera? —Los primeros rayos de oscuridad cubrieron el horizonte de la facultad—. ¿Aunque haya hecho cosas terribles? —Sus manos estaban temblando detrás de mi espalda. Él no me tocó, no se atrevió a hacerlo.
—Si las hiciste debiste tener tus razones. —El llanto contenido se agolpó en sus pupilas—. No eres una mala persona, Ash.
—¿No te asustaría saber todo lo que hecho? —Su voz fue una cruda amalgama de abandono—. ¿No le tendrías miedo a una persona como yo?
—No. —Él se dejó caer entre mis brazos, olvidé respirar en semejante cercanía—. Te lo dije antes, no has hecho nada para que cuestione la confianza que he depositado en ti. —Una carcajada chocó contra mi pecho, me sobresalté cuando sus palmas se aferraron con fuerza a mi espalda. Aquel agarre fue tan intenso que lo sentí entre mis costillas.
—Deberías desconfiar. — Gracioso ¿verdad? Él era mucho más inteligente, grande y fuerte que yo—. Solo soy un problemático.
—Deberías dejar de ser tan duro contigo mismo, sin importar lo que me digas no me iré de tu lado. —Él levantó su rostro, conmocionado, sus dedos rozaron los bordes de mis mejillas. Eléctrico y chispeante—. Para eso son los amigos. —No lo pude mirar al decir aquellas palabras.
—Amigos. —Sus pupilas se empañaron por el desagrado—. ¿En serio me ves de esa forma? —Presioné los párpados, repasando aquel anillo—. ¿Eiji? —Él solo estaba jugando y una respuesta era la que no estaba equivocada.
—Es lo que somos, ¿no?
—Es cierto. —Su sonrisa fue un mal augurio dentro de mis entrañas—. Somos muy buenos amigos. —Él me acarició el muslo, temblé ante lo caliente e íntimo que fue el tacto—. Entonces, está bien hacernos aún más cercanos. —Me profesé completamente expuesto ante el brillo de esos ojos, tragué duro.
—Supongo que sí. —Él se levantó de la banca, la noche se había hecho omnipotente dentro de la facultad, el calor se mantuvo insoportable.
—Deberíamos regresar a nuestro dormitorio. —Él me extendió una mano, vacilé, sin poderla tomar. Éramos amigos. Amigos nada más—. Tengo muy mala circulación y hace frío. —Se la entregué.
—Solo por ahora. —Tenía la sensación de que estaba haciendo algo horrible—. No te acostumbres a que te de la mano. —No obstante, él dijo que estaba bien.
—Con esto será suficiente, onii-chan. —Y yo le creí—. Los amigos pueden andar de la mano. —Le creí cada maldita mentira.
No pronunciamos otra palabra hasta llegar a los dormitorios, el eco de nuestros pasos entremezclado con el roce de nuestros hombros fue el único retumbo entre nosotros dos. Un estruendoso palpitar detuvo mi marcha nupcial. A pesar de los rumores me gustaba pensar que sabía un poco del lince de Nueva York, que tenerlo entre mis brazos sollozando como un niño fue real, no obstante, la diferencia no se haría por eso. Yo había escogido naufragar en esa condena. Tenía una tesis que terminar y un futuro matrimonio que consumar. Era Sing, no era Ash. Cuando llegamos a nuestra pieza, con el crujir de la puerta y el prender de las luces, mi vida se paralizó para que el tiempo me alcanzara.
Tiempo.
Fui tan descuidado.
—Eiji... —Mi nombre fue un escalofrío en mi columna vertebral. Mi novio se encontraba sentado en mi cama, sus puños chirriaron encima de las sábanas. Maldición. Solté la mano de Ash, su mueca fue tosca, él se acercó—. Llegas tarde. —Siempre lo hacía.
—Lo siento, me distraje con los chicos. —Sing ni siquiera trató de esconder su desagrado hacia el americano, solo chasqueó la lengua y aguantó una arcada.
—Dijiste que ya no te juntarías con él, pero sigues sin escucharme. —Él me tomó del antebrazo, sus pupilas escurrieron despecho. Fue destructivo y despiadado—. Y ahora le andas dando la mano, ¿te parece normal? —Eran pocas las veces que él se exaltaba, no obstante, aquí estaba. Él jaló mi muñeca de manera bruta y me levantó la voz. Estaba furioso.
—Lo siento. —La culpa me pesó más que la vida, el cansancio me golpeó al igual que el gris—. No volverá a pasar. —Tenía un agujero dentro del pecho, me aferré mis pedazos, sin embargo, los sentimientos escurrieron para que un charco se formase bajo mis pies.
—No tienes por qué actuar como un idiota con tu pareja. —Aunque las palabras de Ash se mantuvieron serenas, su expresión no lo fue—. Él solo se estaba divirtiendo, ¿acaso Eiji tiene prohibido sentirse feliz? —La mandíbula del chino rechinó, él suspiró, fuera de sí. Ninguno de nosotros se hallaba en sus cinco sentidos.
—No quiero armar una escena. —Él se frotó las arrugas del entrecejo en una compulsión—. Eiji, quiero que hagas tu bolso para irnos de aquí. —Fue imposible respirar al ver la expresión de mi novio. Indiferencia. Aquel anillo era una cadena y aquella petición una orden.
—Pero... —Sus ojos se oscurecieron entre sus finas cejas.
—No te lo estoy preguntando. —Sino cedía lo perdía, si lo perdía. ¿Quién era? Bajé los hombros. Sing me amaba. Él me tenía paciencia. Él me estaba exigiendo una cosa. Una sola cosa.
—Bien. —La cuerda se cortaría sino lo dejaba—. Iré por mis cosas. —Ash se aferró a mi muñeca, desamparado. Me ahogué en la tristeza al vislumbrar tan vulnerable expresión.
—¿No se supone que somos amigos? —Su voz se quebró en la impotencia—. Dijiste que nunca me abandonarías. —Sing deshizo el agarre entre nosotros dos.
—Eiji, he sido muy paciente con tus exigencias y tu estudio. —Aslan pronunció cientos de palabras que no pude comprender, él se aferró a los bordes de mi suéter como un niño perdido, sus ojos fueron nostalgia—. Soy tu novio y merezco el mismo trato de tu parte. —Quise romperme bajo esa situación, no obstante, ya no había nada más que quebrar entre nosotros dos.
—Por favor no vayas con él.
—Lo entiendo. —Me di vueltas para echar un par de prendas en un bolso al azar—. Vamos. —Me di vueltas para no tener que afrontar una desgarradora realidad. Pero yo lo amaba, sí, claro que lo hacía. Ash era mi amigo y Sing era mi pareja. Estaba feliz con esto.
—Eiji... —Tan feliz que estaba llorando.
Una persona no entiende necesariamente el significado de su propia vida mejor que los demás.
¿Momento innecesario de psicoeducación? Siempre. Esta obviamente es una "mala relación". Pero quiero aclarar algo, las personas que se encuentran dentro de estas dinamicas no son tan conscientes como les gustaría de ello, así funcionan los círculos de violencia, se hallan un tanto automatizados en ese sentido, ya sea en la pareja, con los amigos o con la familia, uno cae en cierto impasse del que no se puede salir solo porque si, por eso por ejemplo las personas en una relación abusiva no se "van" no porque no quieran, sino porque tal vez ni siquiera ven la posibilidad de irse. Sing y Eiji funcionan de esta manera, tienen su propio círculo de costumbres y estan convencidos de que es amor, las cosas se van a agrabar dentro de esta clase de dinamicas, pero nosotros podemos verlo porque estamos fuera de ella, ellos no. ¿Se pueden romper? Obviamente, mi punto es, no es cuestión de un "amiga date cuenta" son ciertas dinamicas psiquicas un poco más serias, mucho más considerando toda la sintomatología depresiva de Eiji en estos momentos. En el fic esto se arregla, relax, pero es solo para que sepan así para la vida. Por muy banal que parezca muchas veces los integrantes de esa relación sienten que carecen del control para cambiarlo o cambiarse. Muchas gracias a quienes se tomaron el cariño para leer.
¡Cuidense!
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