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Capítulo 3.

¡Hola mis bonitos lectores! Ha sido un fin de semana terriblemente intenso, todavía, sigo en medio de una reunión importante pero necesitaba respirar dos minutos o me iba a revalsar, so dejo esto y me voy. Muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer. Narra nuestro Eiji.

¡Espero que les guste!

¡Qué extraño es todo hoy! Y ayer sucedía todo como siempre.

Me paralicé frente al ordenador, como si mis dedos padeciesen de rigor mortis estos se encogieron para volverse a tensar, el documento se hallaba en blanco, la fastidiosa barra del Word parpadeó para mofarse, escuché su risa, la sentí deslizarse entre mis dientes, golpeé mi cabeza contra el teclado, podía concebir las letras en mis mejillas y mis pensamientos siendo derramados. Nada. La noche estaba helada, mi espalda convertida en un nudo, mi mente era un caos y yo un inútil. Últimamente no me sentía como yo mismo, era difícil explicarlo, no obstante, a estas alturas era difícil vivir. Cada mañana dejaba un fragmento de mi alma entre las sábanas, cada tarde mi piel era un poco más gris, temía un día mirarme y no ser más que cenizas. Tenía una dolorosa opresión dentro del corazón, me arañé la tráquea, intentando respirar, sin embargo, me estaba ahogando entre las teclas, pero no me decían nada, ¡nada! No era capaz de escribir una maldita palabra. Que extraño.

¿Habré cambiado durante la noche?

—Que molesto. —Mi voz hizo eco dentro de aquella solitaria habitación, pude escuchar a mis huesos tronar cuando me moví del escritorio. Llevaba una semana tratando de entregarle algún avance a Ibe-san, sin embargo—. Esto es un desastre. —La vida me fue drenada antes de que pudiese tocar las letras del computador—. Vamos, Eiji. —Me levanté, acariciando los arañazos que le había hecho a mi espalda por la ansiedad—. Puedes hacerlo. —Me sobresalté al escuchar una risa dentro de la habitación.

—¿Te das ánimos a ti mismo? —Cuando mis ojos se encontraron con la mueca altiva del lince de Nueva York—. Eso es lindo. —Toda la cara me ardió. ¿No era extraño? Cuando yo era él mismo.

—¿No se supone que estabas en la bienvenida? —Cada uno de sus pasos retumbó dentro de mi pecho—. Te van a echar de menos si te vas. —Con una sonrisa afilada él se sentó en su cama, una de sus piernas se deslizó sobre la otra. La atmósfera estaba caliente, la noche era perfecta para equivocarse.

—Vine por una chaqueta. —Aunque lo quise evitar al regresar hacia el ordenador, pude sentir su mirada sobre mi teatro—. Hace bastante frío en el gimnasio. —Estaba goteando. Yo era su presa.

—Pues deberías irte ahora y dejarme trabajar. —Él tiró de mi silla para apartarme del escritorio, estábamos cerca.

—No veo que hayas avanzado mucho. —A pesar de ese tono burlón no pude enfadarme con ese puchero. Tenía las palabras atoradas en la garganta y un nudo en el estómago—. Deberías venir conmigo, onii-chan. —Él se deslizó sobre mi regazo para poderme atrapar, las piernas me fallaron.

—Ash, tengo que trabajar. —¡Sí! Tenía miles de cosas que hacer, que eran prioridad—. Puedes invitar a otra persona, eres bastante popular. —Sin embargo, era débil ante esos ojos verdes: brillantes, misteriosos y seductores. Animal.

—Pero yo no quiero a alguien más. —Ante esa voz—. Yo quiero ir contigo. —Galante, grave y varonil—. Por favor Eiji, no te hagas el difícil. —Era tan débil ante Ash Lynx. Ni siquiera sabía la razón—. No me hagas suplicar. —No debería, no era mi novio, ¿novio? Pero no estaba haciendo nada malo.

—Está bien. —Nada malo—. Solo por un rato. —Y mi inocencia era real—. Necesito entregarle algo a Ibe-san mañana.

—Te haré pasar un buen rato, lo prometo, valdrá la pena —Al mirar a esos ojos.

—Yo... —Al sentir mi corazón arremeter con violencia entre mis pasos—. Dos horas y ya. —Tuve el presentimiento de que sí lo hacía.

—No te vas a arrepentir. —Saberlo de antemano no me impidió una caída brutal—. Vamos. —Él evitó mi huida hacia el país de las maravillas.

Qué extraño es todo hoy.

Era la semana de los novatos. El característico silencio de la universidad fue reemplazado por música electrónica entremezclada con luces de neón, la noche estaba fría, el brillo de las estrellas fue opacado por intensos reflectores, nuestros nervios fueron cubiertos por risas, había aroma a fritura y alcohol suspendido en el aire. Entramos al gimnasio de la facultad de deportes, magia explotó apenas atravesamos la cortina de plástico: diferentes estudiantes se encontraban bailando y conversando de manera amena por todo el lugar, habían múltiples mesas con comida en las esquinas, juegos en las alfombras, licor a elección y una banda en vivo. Sonreí, jamás había tenido tiempo para asistir a una fiesta real, su mueca de satisfacción se ensanchó al percatarse de mi asombro, suspiré. Él solo quería atención. Nada más. Nos deslizamos entre desconocidos y suaves acordes de guitarra. Esto era surreal.

—¿Esto no es mucho más divertido que golpear el computador? —Ash me ofreció un pequeño vaso de papel. Petulante. Rodé los ojos, tomándolo entre mis manos.

—Un poco. —El líquido era amargo y estaba caliente, me quemó la garganta al bajar. Un escalofrío acarició mi columna vertebral al sentir un peso extra encima de mis hombros.

—El amante del lince. —Una tonta sonrisa fue mi respuesta al encanto Wong—. No esperaba verte en este lugar. —Dejé el vaso sobre la mesa, él me agradaba.

—Ash me terminó arrastrando a la bienvenida. —El nombrado chasqueó la lengua cuando su mejor amigo me acercó hacia él. Su polera se encontraba húmeda y fría. Él era fornido, la canción de fondo era eléctrica.

—Pensé que no querías acompañantes esta noche.

—No los quería. —Su ceño estaba fruncido, sus mejillas sonrosadas y sus labios estirados. Dios, estaba haciendo un puchero, ¡que lindo!—. Pero él me dio lástima. —La risilla de Shorter me golpeó la nuca.

—¿Es así? —Hubo algo en el tono del moreno que mantuvo alerta al lince de Nueva York—. Eiji te debe gustar mucho para haberlo traído. —Sus mejillas se encendieron con ferocidad, esa implacable galantería se redujo a un niño apenado.

—Shorter...

—Te gusta tanto que te acabaste mudando a los dormitorios teniendo tu propio apartamento, ya solo confiésalo hombre, ¡le traes ganas! —Él lo golpeó, a la defensiva. Tenía la respiración agitada.

—Di una palabra más y te relevaré al cargo de Bones. —Shorter se limitó a reír, Ash le quitó su brazo de encima mío—. Y no lo toques, le puedes contagiar tu estupidez. —Una carcajada fue atrapada entre mis labios, no la pude contener. Él era lindo.

—A veces te comportas como un niño. —Sin que me diese cuenta de su encanto natural, él ya había abrazado mi cintura. Las piernas me temblaron ante la cercanía, su aroma caló hacia mis pulmones. Su aliento sobre mi nariz. Él era extraño.

—Lo dice quien no puede tomarse un vaso entero de cerveza. —Chasqueé la lengua, humillado—. Eres adorable. —El moreno parecía estar disfrutando del espectáculo desde la esquina—. Tu poca resistencia al alcohol, me refiero. —Bajo el estruendo de la multitud las únicas palabras que me llegaron fueron las del americano. Tonto. Tan tonto Eiji.

—Por cierto... —La voz del chino encarnó tensión—. ¿Cómo te fue con tu novio? —En un segundo el ambiente se quebró. Lo vi caerse, lo escuché romperse, lloré por él.

—B-Bien. —Al rascarme la mejilla me percaté de mi anillo, ni siquiera lo había recordado—. Sing siempre es comprensivo conmigo. —Al mirar mi reflejo en aquel brillante metal perdí un poco más de mí, se fue en cenizas, se lo llevó la letra de la canción, se perdió en la multitud. Y ayer sucedía todo como siempre.

—Pues no te ves muy convencido. —Ash pareció enfadado al pronunciar aquello—. No creo que haya sido tan importante si ni siquiera me lo mencionaste. —Él lo estaba.

—Estaba más preocupado de tus heridas que de mi novio. —Me cubrí la boca con las manos como si hubiese pecado, ¡oh! Pero lo había hecho—. Digo... —Sing era mi pareja y Ash un desconocido—. De contarte sobre mi discusión con él. —¡Maldición!—. Esas cosas no te incumben. —Mis prioridades estaban tan mal como mi tesis. Una mierda.

—Me siento halagado, onii-chan. —Al menos él parecía feliz—. Sabía que caerías ante mis encantos.

—Tus coqueteos son patéticos. —Una carcajada interrumpió el ambiente—. Si crees que mi chico caerá con esas líneas de albañil estás muy equivocado. —La definición de la belleza se hizo presente para aferrarse a mis caderas, dejé que el aire se me escapase del alivio. Había sido salvado de mi propia estupidez.

—Yue. —El nombrado compartió una larga mirada con Shorter—. No pensé que te encontraría aquí. —El gimnasio se había empezado a llenar, la música era suave y el ambiente relajado.

—Esa debería ser mi línea. —Él elevó una de sus cejas al percatarse de que Ash aún sostenía mi cintura, con un manotazo lo apartó—. Este bombón tiene pareja. —Fue lo que proclamó antes de mostrarles mi anillo—. Y yo lo tomaré prestado. —Humillado y ofendido. Ofendido e impotente. Impotente y aliviado. Dejé que él me arrastrase hacia otro lugar en aquella fiesta.

El dulzor de su perfume se mezcló con el sudor de la juventud en la pista de baile, la voz del cantante se derritió en mi mente mientras él me llevaba hacia uno de los rincones del gimnasio para poder charlar. Él me regaló esa expresión: de pupilas afiladas, boca rígida, cejas arqueadas y nariz arrugada, esa mueca similar a una víbora hambrienta, bajo las luces de esos profundos y oscuros ojos me sentí como toda una presa. Retrocedí para chocar contra una de las mesas, estudiantes conversaban a nuestro alrededor de manera entusiasta, él me acorraló sin que yo lo pudiese evitar. Nunca podía evitar nada. Ay, Eiji. Me había convertido en un fracaso hasta para protagonizar mi propia vida. Hablaría con el escritor y le pediría otro papel, tal vez un árbol me sentaría bien.

No soy él mismo.

—¿No tienes una tesis que terminar? —La realidad fue una cadena al cuello, me traté de liberar, no obstante, había un brillante y bonito grillete sobre mi dedo. Sing Soo-Ling era el nombre escrito al reverso.

—No estoy avanzando mucho. —Su mueca se suavizó—. Necesitaba salir a despejarme, me estaba ahogando ahí dentro. —Él se encogió de hombros antes de acomodar un mechón detrás de su oreja.

—No te estoy regañando, no me mires así. —El color de las luces en el gimnasio cambiaba a cada minuto, eran azules—. De hecho estoy feliz de que por fin hayas decidido asistir a una fiesta. —Eran rosadas, eran grises—. Pero me preocupa con quién viniste. —Eran rojas. Un profundo y sediento escarlata sobre la pared.

—¿Te preocupan los rumores? —Una risa amarga rebotó entre nosotros dos, él presionó sus párpados, dejando ver unas largas y curvas pestañas—. Ash es una buena persona, me agrada.

—Lo llamas con mucha confianza. —Aquel suéter de cachemira dejó ver los bordes de su clavícula cuando él los encogió—. Eres demasiado dulce Eiji, no te dejes engatusar con tanta facilidad. —Negué, la verdad se deslizó por las grietas de mis pensamientos hasta llegar a mi corazón—. Su reputación es realmente mala. —No significaron nada.

—Todas esas cosas que dicen de él son falsas. —Y yo era un fracaso hipócrita que defendía a quien no conocía pero era incapaz de terminar una maldita cosa—. No te preocupes por mí, estaré bien. —Tenía un computador en blanco y una mente en borrador. Tonto. Alguien debía borrarlo de los archivos del ordenador.

—Si tú lo dices. —Cuando la canción cambió—. Te creeré. —Su expresión regresó a la misma con la que me acostumbraba a contemplar—. En todo caso, el lince de Nueva York es bastante guapo. —Sentí una inexplicable vergüenza al escuchar esas palabras, había un desenfrenado traqueteo atrapado dentro de mi pecho—. Entiendo porque tantos rumores lo rodean con esa cara. —Hacía un insoportable calor.

—No lo había notado. —Mentira—. ¿Él te gusta? —Una tan evidente y barata que hasta yo me reí.

—Él es atractivo pero no es mi tipo de hombre. —Él dejó descansar su mentón encima de su palma, su atención fue usurpada por el techo del gimnasio—. Me gustan más los que tienen cara de tonto. —Una sonrisa peligrosa se hizo presente en esos rosados labios—. Alguien como su amigo de cabello ridículo.

—¿Shorter? —Un escalofrío me poseyó ante tan hambrienta mirada.

—Ese mismo. —Tuve un muy mal presentimiento aquella noche. Me serví un trago, era un cóctel de errores fundidos con mentiras—. Iré a conseguir su número. —Me lo tragué para hacerme adicto a aquel sabor. Pero si no soy yo mismo...

—Suerte. —¿Quién soy? Miré el anillo sobre mi dedo.

¿Quién era en realidad?

Suspiré, debía ser la única persona en aquella fiesta en profesarse tan miserable. Saqué mi teléfono del bolsillo de mis jeans, la pantalla se encontraba repleta de sus mensajes, su fotografía era mi fondo de pantalla, su número el primero. Aquella densa cadena me tiró del cuello, dejé de respirar, permití que las migajas de quien era cayesen a mis pies, solo se deshicieron antes de hacer una llamada. Mi corazón se apagó con los chiflidos del otro lado, que por favor no contestase, no había razón. La noche tenía sabor a culpa. Tenía cientos de cosas que hacer y lugares en donde morir, no obstante, no eran más que excusas.

Excusas para él.

—¿Eiji? —Citas que nunca llegaban y miradas que ya no se compartían.

—H-Hola. —Pero yo lo amaba, sí, realmente lo hacía—. Me dijiste que te llamara apenas tuviera algo de tiempo libre. —Solo alimentaba la lluvia con dichosos pretextos, danzaba por su amor.

—Me alegra que lo hayas hecho. —Él clamaba por el mío—. Te he extrañado mucho estos días. —Mi corazón arremetió de manera violenta dentro de mi pecho, tenía las manos torpes y nerviosas. Una tonta sonrisa se acomodó entre mis labios. Una confirmación.

—Yo también te he extrañado. —Sí. Yo lo amaba—. Es raro despertar y no encontrarte del otro lado de la cama, ¿sabes? —No obstante, yo ya no era yo mismo y temía destruirnos. Estaba aterrado. Apreté el celular con fuerza, deseando poder aferrarme a sus brazos. Esta noche Eiji Okumura no existía.

—Me lo debes compensar cuando vengas a dormir. —¿Cuándo me había perdido?—. Quiero llenarte de mimos el fin de semana. —Había sido tanto tiempo que ya no lo recordaba. Aquellas palabras removieron cosquillas en mi interior. Él era lindo. Él era bueno. Él era mi pareja y me hacía feliz. Él me amaba.

—Si me terminas mimando mucho puede que no me quiera ir. —Aquel anillo se dejó de sentir pesado, me acomodé en la pared que tenía a mis espaldas, las personas bailaban, la música era baja, las luces sofocantes. No había llegado el fin del mundo con esta llamada, estaba bien.

—Esa es la idea. —Una risa juguetona acarició mi oído, fue una sensación agradable—. No quiero que te vayas jamás. —Un intenso calor azotó mis mejillas, aunque el viento estaba helado, tenía los músculos ardiendo—. Nunca dejes mi lado, Eiji. —A veces Sing Soo-Ling era esta clase de hombre. Uno de palabras bonitas y acciones impulsivas.

—No lo digas de esa manera. —Uno de brazos protectores y anillos de compromiso—. No me he ido a ningún lugar. —Hubo un incómodo silencio del otro lado de la línea, mi respiración chocó con la bocina para regresar a mí. Mal sabor. La noche era perfecta para equivocarse.

—Eiji, amor... —Desconocí mi nombre, ¿a quién le estaba hablando?—. Sé que lo hemos conversado, pero quiero que lo reconsideres. —Bastó un segundo para que la culpa me aprisionase otra vez.

—Sing... —Él estaba sediento por amor. Lo entendía, yo era su pareja y era mi responsabilidad dárselo, no obstante, me miré en el reflejo de la pantalla del celular, estaba perdiendo fragmentos, se estaban esfumando como si fuesen polvo en el viento, entre las profundidades de mis ojeras y unos párpados hinchados—. Pensé que ya lo habíamos aclarado. —No se sentía bien. Nada lo hacía ni era suficiente. Yo no lo era. No era yo.

¿Eiji Okumura quién?

—Sé que somos jóvenes para pensar en matrimonio y esas cosas, pero... —Su voz se quebró, se me comprimió el alma tras escucharlo sollozar, era mi culpa. Inútil, idiota, lo estaba haciendo sufrir, ¡alto!—. Necesito que hagas esto por mí.

—Yo no... —Él me estaba pidiendo una cosa, una maldita cosa a cambio de las miles que él había hecho por mí.

—Por favor, Eiji. —Y yo lo amaba, ¡sí! Claro que lo hacía. Esta era una relación de mutua incondicionalidad.

—Necesito tiempo para pensarlo. —Entonces—. Yo... —¿Por qué él no podía ver lo mal que me sentía? Dejé que mi espalda se deslizase por las paredes del gimnasio, mi cadera chocó contra el suelo, la escuché crepitar—. Ahora necesito seguir trabajando. —Cerré los ojos, tenía un doloroso palpitar en la cabeza, el ambiente se deslizó entre mis dedos. Me perdí en esa fiesta. Me estaba ahogando, por favor ayuda.

—Suerte. —Respirar fue asfixiante—. Te amo.

Mentira.

Me acaricié el entrecejo sin soltar el celular, sentí la cuerda sobre mi cuello, sin su amor no sería más que un carnaval de soledad, no obstante, estos días la vida lucía gris y necesitaba tiempo. Tiempo. Siempre parecía anhelarlo, escuchaba el segundero entre mis sueños, sentía el crujir de las manecillas en mis pasos. Y me había vuelto negligente, tan descuidado conmigo mismo, pero la tesis era más importante, mucho más relevante que mis sueños. Esto era tan destructivo. Era una matanza. Pero sin él. ¿Quién era sin él? Estaba sediento. A nadie le importaba si me moría mientras siguiese en mi fachada. Mientras fuese funcional esta eterna tortura era irrelevante. Debía recomponerme para ser una persona otra vez.

¿Qué diablos era hoy?

—¿Estás bien? —Alcé el mentón para encontrarme con un patético chico reflejado en unos gruesos lentes de sol. Oh, era yo—. Te ves incómodo. —Él me ofreció su palma para que me pudiese levantar. La tomé, era grande y cálida.

—Problemas de pareja. —Me encogí de hombros, tratando de restarle importancia a mi propia realidad, sin embargo, fracasé. Fallar era un arte y yo un experto.

—No lo digo porque Ash sea mi mejor amigo y ponga cara de menso cuando se trata de ti, pero.... —Él se acercó con cautela—. Ustedes dos harían una bonita pareja. —Contuve una risa contra el dorso de mi palma, Shorter pareció molesto con mi reacción—. ¡Lo digo en serio! ¡Ustedes dos son intensos con sus coqueteos!

—No creo que él esté interesado en mí. —Su sonrisa fue un mal presagio.

—No lo sé. —Su tono me heló la cordura—. Ash no es la clase de persona que le presta atención a los demás. —Su brazo se volvió a acomodar encima de mis hombros, estaba frío y apestaba a cerveza—. Pero él ha pasado toda la noche buscándote como un gatito perdido y no he dejado de presumirte. —Mis mejillas se convirtieron en verano con esas palabras. La música fue sofocante.

—Es porque lo ayudé la primera vez que nos conocimos. —Me abracé a mí mismo, mi atención se enfocó en los vasos de papel en el suelo—. No fue la gran cosa.

—¿Por qué lo ayudaste?

—No lo sé. —El viento los arrastró hacia una poza de mugre—. Él parecía tan solo, aun estando herido él no quería mi ayuda, luego en el dormitorio, ahí estaba otra vez...Solitario, con una soledad indescriptible y sublime. —El corazón me sangró—. Supongo que quería estar para él, ya sabes, para que no estuviese tan solo. —Su mirada se suavizó. Todo lo olvidé.

—Las personas que se acercan a él no lo hacen de manera desinteresada, él no está acostumbrado a recibir esa clase de gentileza. —El tiempo lo perdí. Quise preguntar por más, sin embargo, la amargura en su sonrisa me lo impidió—. Amante o amigo, deberías considerar unirte a nosotros. —Mis muñecas se profesaron ligeras al igual que mi alma—. Fuiste aprobado por la pandilla.

—No creo estar hecho para algo así. —Él se levantó los lentes, dejando ver unos profundos ojos rasgados.

—Creo que te subestimas demasiado. —Tuve una inexplicable vergüenza al recibir aquellas palabras—. Y si necesitas consejos amorosos yo soy un experto, puedo apostar por la química entre ustedes dos.

—¡Eiji! —Como si estuviésemos destinados, Ash Lynx me encontró—. El psicópata de tu amigo no me quiso decir dónde estabas. —Su mueca molesta me hizo reír, él era adorable—. Él es desagradable. —Y fue tan tonto permitir que mi tiempo fuese usurpado por aquel chico. Cuando no tenía.

—Él era algo lindo. —No obstante, yo era tonto al lado de él.

—Tienes un gusto terrible, Shorter. —Él me extendió una mano, con coquetería—. Ahora quiero pasar el resto de la noche contigo. —Y aunque con Sing vacilaba y todo era difícil—. Vamos a bailar, onii-chan. —Con Ash era sencillo. Era simplemente natural.

—Bien. —Y aunque sabía que caería no hice nada para evitarlo—. Hagamos de esta noche algo inolvidable.

Ash me llevó hacia el centro del gimnasio, los chiflidos de la multitud hirvieron en mi sangre, los reflectores estaban calientes, el ambiente era mágico. Él me dio la mano, las luces de colores se reflejaron desde la punta de sus pestañas hasta lo más profundo de esos hipnóticos ojos verdes. Sofocantes y hermosos. El ritmo de la canción era alegre, él tomó mi cintura como si le perteneciese antes de guiar lo que sería mi primer baile. Le acaricié el cuello, el toque fue suave y peligroso, el rubor me quemó ante tan pecaminosa cercanía, mis latidos se perdieron bajo el ritmo de la batería, sus caderas estaban cerca de las mías, la fricción fue un derroche de sensualidad, él me delineó sin pudor, mi palpitar fue tan rápido como las cuerdas de la guitarra. Él me sonrió con una coquetería arrebatadora antes de acercarme, nuestras piernas se habían enredado, su aliento estaba sobre mis labios. Tan intoxicante.

—Te ves tenso. —Su respiración me acarició la oreja, me la cubrí—. Deberías relajarte un poco más. —Él me quemó la piel. Mi frente estaba repleta de sudor, habían cientos de personas a nuestro alrededor.

—No estoy acostumbrado a esta clase de ambientes. —Como si hubiese estado esperando esa respuesta, él me sonrió con satisfacción.

—Entonces solo deja que yo te guíe. —Él me dio vueltas, sus palmas se aferraron a mi cadera, un estruendoso palpitar arremetió contra mi espalda, lo miré, su mentón estaba encima de mi hombro, estábamos demasiado cerca. Saboreé su aliento y me embriagué con su aroma. Ash Lynx siempre olía tan bien. Hubieron chispas en cada una de mis venas.

—Te seguiré a donde sea. —La tentación me había envenenado.

Sus palmas se deslizaron como terciopelo encima de mi vientre, sus caderas se pegaron a las mías, nos fundimos al ritmo del bajo, él me dio vueltas otra vez, le acaricié los hombros antes de enredarme a sus cabellos, eran dorados y lacios, me fascinaban. Los demás desaparecieron para que perdiese el aliento por él. Su nariz acarició la punta de la mía, su respiración tenía sabor a cerveza, malas decisiones y peligro. Cerré los ojos, dejándome llevar. Las luces fueron incandescentes esa noche, bailamos hasta que mis pies no resistieron más, sus roces fueron electricidad líquida para mi cordura, fueron chispas, fueron rayos, fueron tanto. Tenía el corazón corriendo con tanta fuerza que temí perderlo. Y estaba bien, porque era un amigo. Sí, Ash era un amigo y él tenía esta clase de personalidad. No era especial. Cuando sentí sus labios sobre mi cuello temí que tal vez lo fuese. Él solo quería atención y esta noche yo estaba a su merced.

—Pareces cansado. —Hubo burla mezclada en tan seductora voz, pude sentir su respiración contra mi oreja, me aferré a él, nuestro bamboleo no se detuvo. Sus palmas sobre mis caderas—. ¿La edad te está venciendo, onii-chan?

—No es mi culpa que tú estés demasiado acostumbrado. —Una sonrisa de victoria fue mi respuesta al ver su ceño arrugado. Sus labios sobre mi cuello.

—¿Tu novio nunca te trajo a una fiesta? —Que él hablase de Sing me resultó incómodo, bajé mi mentón, tratando de ahogarme en la multitud, no obstante, él acunó mis mejillas—. Necesito saberlo, ahora me siento responsable por haberte quitado tu primer baile, es casi como robarme tu virginidad. —Reí. Ash Lynx era esta clase de persona.

—¿Por qué me trajiste contigo? —Sus ojos fueron enmarcados por la incertidumbre, mis manos se negaron a dejar su cuello, me acerqué a él en la punta de mis pies—. Shorter me dijo que era extraño que fueses tan amable con alguien. —Ahora era él quien no quería mirarme—. Pensé que eras una persona extrovertida nada más.

—No es así. —Su voz se encontró opacada por un hilo de timidez—. Eres diferente. —Dicha timidez se perdió en un par de profundos e hipnóticos ojos—. Todo es diferente cuando se trata de ti, Eiji. —Felinos y salvajes—. No lo termino de comprender.

—Creo que necesito ir a tomar aire. —Y aunque quería saber el significado detrás de esas palabras temí que al hacerlo no pudiese retroceder.

—Te acompaño. —¿Retroceder qué? Éramos amigos, así que estaba bien. Menos que amigos, compañeros—. No te vayas a perder, dame la mano. —Yo tenía novio y lo amaba. Negué, ignorando aquella asfixiante sensación dentro de mi pecho. Un sofocante anillo de compromiso y la mano de alguien más.

El frío nos envolvió apenas salimos del gimnasio, me abracé a mí mismo, aquella estruendosa música de la que tanto habíamos disfrutado se apagó con la distancia, las luces se convirtieron en tenues faroles de reminiscencia, me acomodé en las gradas, frente a la explanada de deportes, él se sentó a mi lado. La madera crujió, las canchas estaban vacías, un par de colchonetas aún se encontraban repartidas sobre la pista, sonreí, el aroma de la goma espuma y la suavidad al caer era una sensación reconfortante, la extrañaba. Tenía la piel erizada y un profundo sentimiento de melancolía. Desolación.

—No te vayas a resfriar. —Un peso extra fue depositado sobre mis hombros, él se había quitado la chaqueta. Mi aliento fue robado por aquel gesto galante. La noche era oscura, era perfecta para equivocarse.

—No tienes que dármela. —La prenda era de cuerina, me aferré con vergüenza—. En un par de horas saldrá el sol. —Aquella chaqueta olía a él.

—Sino hubieses salido tan desabrigado no tendría que dártela. —Rodé los ojos, él se rascó la nuca, nervioso—. Sería problemático que te enfermaras antes de entregar tu tesis, por eso consérvala. —Él era extraño. Nuestros hombros se estaban rozando en aquella gigantesca grada.

—Si fuera una chica definitivamente me enamoraría de ti. —Aquel pensamiento escapó de mi mente para ser pronunciado en una afonía fúnebre—. Dices que nunca has tenido novia, pero estas cosas se te dan bien, ¿sabes? —Mis palabras cesaron tras apreciar su expresión, su mandíbula se hallaba tensa, sus cejas fruncidas, sus ojos reflejaban una tristeza descorazonada. Me mordí la boca. Me había equivocado.

—¿Quién te dijo que estaba interesado en las chicas? —Mi jugueteo de manos cesó alrededor de la cremallera—. Tú más que nadie no debería asumirlo. —La atmósfera era eléctrica y el aire era pesado.

—Lo siento. —No supe la razón por la que me disculpe, no obstante, lo hice—. No lo pensé bien. —Él suspiró antes de cerrar los ojos, su cabeza se acomodó encima de mi hombro. Se me trabó el corazón.

—Tal vez me gustan los japoneses bonitos que se estresan por sus tesis y tienen un carácter insoportable. —Enrojecí hasta las orejas—. ¡Cielos! Eres mi tipo, deberías hacerte responsable por andarme seduciendo, onii-chan.

—¡Ash! ¡No seas malo! —Pero él carcajeó, su risa fue tan bonita. Nuestras palmas se entrelazaron por accidente en un torpe bamboleo, no lo solté—. Ya me disculpe. —Su cabello cosquilleó debajo de mi nariz, sus manos eran ásperas, parecían heridas.

—¿Tú solías ser de esta facultad? —Me parecieron perfectas—. Siempre que pasas por las canchas de deportes tienes una expresión de miseria. —Ni siquiera valía la pena el tratar. Solo me desbordé. Sentí que podía confiar en él. O tal vez estaba desesperado por empatía humana.

—Solía saltar pértiga para el equipo de deportes. —Me hice un ovillo contra las gradas, dejando que los fragmentos de quien era se rompiesen—. Yo realmente amaba hacer eso. —Los sentí desprenderse para perecer—. Pero al llegar a la vida adulta descubres que debes priorizar. —Los vi esfumarse como polvo para que no quedase nada—. Y las cosas que amas dejan de importar. —Qué extraño es todo hoy.

—Ese día que me ayudaste... —Sus palmas se deslizaron desde sus rodillas hasta mi regazo—. Te vi saltar. —Una sonrisa se dibujó entre esos delicados labios, una bonita. Yue tenía razón, él era ridículamente atractivo, pero no era solo eso, me intrigaba su alma por muy patético que sonara.

—¿Lo hiciste? —Él se apartó para poderme mirar. Sus ojos le robaron la atención a las estrellas. Me usurparon la vida en lo hermosos que eran.

—Lo hice. —Los árboles se mecieron a nuestro alrededor—. Cuando te vi pensé que eras realmente hermoso. —Mis mejillas cosquillearon escarlata—. Libre y radiante. —Él extendió su mano hacia el cielo—. Parecías pertenecer a ese lugar, tu expresión fue maravillosa. —Para convertirse en un puño bajo la sombra de la luna. Solo le pude devolver una desamparada mueca.

—Libre. —Aquella palabra rebotó por el vacío de mi garganta. Me abracé las rodillas—. Así se sentía cuando saltaba. —Me vendí a la nostalgia—. Era lindo. —Sus dedos se entrelazaron a los míos, él caló hacia las profundidades de mi voluntad.

—Si es lo que te hace feliz deberías retomarlo. —Yo había trazado un muro entre todos y mi miseria. Yo había creado una gigantesca pared entre Sing y yo, no obstante—. Creo que puedes hacerlo, Eiji. —Aquí estaba, contándole a un completo desconocido mis problemas. Debería renunciar. Quien escribía mi historia era un sádico maligno.

—No es tan simple. —Jamás lo era—. Hay veces en donde te quedas sin elección. —Algo en mis palabras provocó que su sonrisa se esfumara, él me acunó con gentileza.

—Lo entiendo. —Él no me dejó preguntar antes de volver a su característico semblante—. ¿También es así en el amor? —A una máscara—. ¿Es necesario llegar a esos extremos? —Podría haberle dedicado palabras bonitas y mentiras ingenuas, sin embargo.

—Lo es. —Estaba cansado—. Lo entenderás cuando te enamores. —Dejé que mi espalda se apoyase en el peldaño de atrás, el concreto estaba frío y rasposo. La culpa me revolvió las entrañas. Eran cenizas. No lo diría.

—¿Estás enamorado de tu novio?

—¿Por qué quieres saberlo? —La brisa removió sus cabellos para que sus ojos fuesen lo único que pudiese contemplar. Aquel verde era venenoso y adictivo.

—Porque somos amigos. —Hubo cinismo al pronunciar aquellas palabras y despecho al recibirlas—. ¿No se supone que los amigos hablan de estas cosas? —Ash era una persona que no lograba comprender. Había algo. Algo que no debía ser dicho en voz alta. Dolería.

—Podrías preguntarle a Shorter. —Aunque él pareció fastidiado con mi respuesta, pronto se relajó.

—No tienes que decirme si no quieres. —No era que no quisiese decirlo—. No estoy tan interesado. —Pero no lo sabía en realidad. ¿Lo amaba? Sí, yo amaba a Sing Soo-Ling. Él era mi pareja. Era quien me hacía feliz. Me llevé la mano hacia el pecho, en el cielo se habían empezado a pintar los primeros rayos del amanecer.

—¿Y tú? —Qué extraño es todo hoy—. Dijiste que nunca habías estado en una relación, pero eso no significa que no hayas estado enamorado. —Y ayer sucedía todo como siempre.

—Tú no me quisiste decir. —¿Habré cambiado durante la noche?—. Yo tampoco te diré. —Pero si no soy él mismo.

—Bien, es lo justo. —El asunto es el siguiente.

—No te lo diré pero... —¿Quién soy?—. Debes saber que soy un hombre bastante persistente cuando quiero algo. —Ay, ese es el gran misterio—. Y tengo el presentimiento de que tendré que persistir mucho con este romance.

—Debe ser una persona afortunada.

—Lo es.

Y dentro de esa incertidumbre, entre el manto de la oscuridad y la complicidad de las estrellas, con las manos tomadas en la galería, temí que él me ayudase a resolverlo.

Cuando ayer sucedía todo como siempre.

Suplico para que no llegue mi apocalipsis y mañana nos vemos en otra historia, sino recuerdenme como la escritora media chafa que fui, pero ya en serio, muchas gracias a quien leyo.

¡Cuidense!

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