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Capítulo 20.

¡Hola mis bonitos lectores! Les dije, nos vamos con todo esta semana porque se acaba el fic. El capítulo de hoy es muy lindo, lo narra Eiji, así que espero que les guste.

¿Cómo podía escapar de donde no recordaba haber entrado?

Con su indiferencia él convirtió mi cuerpo en una estatua, con sus manos él desgarró alas de sueños e infinidad, con su boca él llenó de silencio mi existencia, con sus ojos él me dejó vacío en la obsesión de la tormenta. Cada vez que me levantaba él se encargaba de enterrarme un poco más, si sepultaba mi espíritu lo suficiente entre aquellas letras plateadas no me atrevería a volar. Si él me amaba no debió hacerme miserable. Si yo me amaba no me debí ignorar. Fue como si yo mismo me hubiese colocado una mordaza mientras él colgaba mi esperanza en una cuerda. Lo triste de esa relación fue alguna vez haberla considerado romántica en lugar de violenta.

¿Qué tanto me debí haber odiado para aferrarme a él?

No había nada más muerto que aquello que estaba vivo pero se negaba a perecer.

¡Vuelve, por favor, y termina tu historia Alicia!

Y acá estaba otra vez.

Ventanas negras y pisos altos, placas grises con nombres ilustres, puerta de roble y pomo dorado, los mismos diplomas en la pared contra aquel viejo y mullido sofá al medio de la oficina. El rostro inexpresivo y fatigado de siempre frente a los últimos trabajos de literatura, Shunichi Ibe se había mantenido igual desde aquella fatídica tarde donde me pidió cambiar la tesis, sin embargo, el Eiji Okumura que tenía enfrente era diferente, casi un desconocido. Me gustaba más, los últimos días me había dado el tiempo para conocerlo, era gracioso saber lo mucho que ignoraba de ese chico luego de tantos años juntos. Debí escucharlo más, debí darle más abrazos en lugar de ser tan duro con él, debí ser paciente en lugar de autodestructivo, debí amarlo. Sí, porque si yo no me quería nadie lo iba a hacer. Maldición era difícil, pero no imposible, la terapia estaba ayudando. Además, ¿quién pensaba en lo imposible luego de tocar el borde?

—Ei-chan. —Mis manos se enroscaron sobre mis muslos, mi atención regresó hacia los ojos de mi tutor, sus cejas fueron un rígido arco de furia y su boca un Word en blanco—. Entiendo que te hayas visto sobrepasado con la tesis, quizás pusimos demasiadas expectativas y te sentiste acorralado. —Sus yemas hicieron presión contra las arrugas de su entrecejo, su respiración fue pesada, el ambiente un responso.

—Ya no tiene importancia. —Los rayos del sol se colaron con pereza por las persianas de aluminio, la impotencia se hizo presente como estridencia de corazón.

—Mira, fue bastante difícil hacer que el comité tuviera paciencia contigo. —Las venas le palpitaron bajo el flequillo y el cuello del chaleco, la culpa me abrazó hasta despedazarme los huesos—. Pero esto es ridículo. —Él arrojó el diario hacia el piso—. ¿Tienes idea de la gravedad de la situación?

—Claro que la tengo. —Decenas de fotografías de la fiesta de Dino Golzine adornaban la portada junto a las declaraciones de Lao.

—No, me parece que no la tienes. —La ira coloreó su rostro, el destino me tiró de su cadena—. Conoces el reglamento de la universidad. —El peso del mundo me hizo pequeño, no pude tragar, no pude moverme—. ¿Cierto?

—Las conozco bien. —Él negó, acercándose a su estante para poder tomar un libro forrado de cuero negro.

—¿Seguro? —Él abrió el texto hasta la mitad—. Artículo 10: Realizar actos que menoscaben de cualquier modo los principios o la imagen de la universidad serán motivo de sanción disciplinaria. —Su voz desgarró mi pecho desde adentro.

—Lo sé, recuerdo haberlo firmado. —Traté de contener la brea que escurría como sangre, no obstante, la habitación ya estaba empapada de gris y arrepentimiento.

—Y como si fuese poco está el artículo 11. —La fricción en sus dientes fue escalofriante—. Ingresar, consumir, poseer, transportar, distribuir o proporcionar estupefacientes o sustancias psicotrópicas definidas como tales por la legislación vigente en recintos universitarios, serán motivo de expulsión. —La apatía con la que él cerró el libro me heló el alma.

—Lo sé.

—Te faltaba un solo semestre. —La decepción en su voz fue corrosiva—. ¡Fueron cinco años los que tiraste a la basura por no querer entregar la tesis! —Mis uñas se incrustaron dentro de mis cicatrices para abrirlas e infectarlas—. ¿Estás feliz ahora? —Los ojos me ardieron, los errores fueron arcadas, mi corazón un reloj roto. Tic tac, Alicia. El tiempo se acabó.

—Yo... —Él no me dejó hablar.

—¿Cómo vas a pagar el crédito sino te pones a trabajar? ¿Cómo vas a entrar a otra carrera con estos antecedentes? No la vas a poder terminar jamás. —La garganta se me hinchó para que no pudiese respirar, mi estómago fue un revoltijo, los colores escurrieron de mis manos para que el mundo fuese negro, el negro se me metió a la nariz para ahogarme—. ¿De qué vas a vivir? —Ni siquiera tuve la fuerza suficiente para alzar la cabeza.

—Yue me dijo que mientras no se compruebe nada la universidad tampoco puede tomar una decisión. —Mis palabras lo frustraron, mis pulmones se llenaron de pétalos marchitos. Moriría por culpa de la peste.

—Pero los rumores ya se encuentran esparcidos alrededor del campus. —Él apuntó hacia el diario, la decepción fue la oz y la desolación la parca—. Y todo porque no pudiste terminar la tesis. —Reí, adolorido. El mundo otra vez parecía imposible, vivir porque se respira, respirar porque hay oxígeno, amar porque se obliga.

No.

No más.

Nunca más.

—¿Sabes? Toda mi vida me hicieron pensar que lo único para lo que servía era estudiar. —Alcé el mentón, cansado—. Sino tienes un título universitario no sirves, pasé tantos años creyendo eso. —La incertidumbre era pesada y la oficina una pesadilla—. Y quizás eso sea verdad, pero está mal. —El rojo inyectado a mis ojos escurrió como océano.

—Así es el mundo adulto. —Tal vez, pero a la mierda que lo fuera—. Eres muy inteligente para perderte, Ei-chan.

—No soy inteligente, solo estudio mucho. —Si, había estudiado tanto que no había hecho más que tragar libros y aborrecerme a las 3 de la mañana por no poder memorizar basura los últimos cinco años—. Pero soy bueno en muchas otras cosas. —Me levanté del sillón, el ardor en mi sangre fue destructivo—. Cosas que ni siquiera me dieron la oportunidad de ver porque era más importante ganar a ser feliz. —Me encogí de hombros, azul y gris.

—Ei-chan...

—Estoy cansado de ganar. —El sarcasmo fue evidente en mi voz—. Es mi vida y es mi problema.

—¿No podías esperar un semestre más?, ¿tienes que ser dramático? —¿Dramático? ¿De verdad? Carcajeé, ido. No era un vaso de agua, era tocar fondo. Un semestre más y habría acabado loco.

—¿Sabes qué es dramático Ibe-san? —Me arrebaté la pena del rostro con violencia—. Dejar la única cosa que me hacía feliz porque era más importante la tesis, dejarme pisar por Sing porque ni siquiera tuve la capacidad para valorarme, elegir rendirme antes que amar a alguien más. —Exploté—. Eso es dramático. —El préstamo estudiantil, la decepción de mi familia, los problemas con el comité, los rumores, Lao, el dinero—. ¿Y sabes que es aún más dramático?

—¿Qué? —¿De qué me servía pensar en todo eso si prefería estar muerto mientras lo hacía? No.

—Qué tú me hayas visto destruirme y no hicieras nada.

—¿Todo esto por ese niño? —No lo valía—. ¿Conocías la reputación del lince de Nueva York? —Tenía toda una maldita vida para descifrar cómo arreglar esto, era mía, nadie tenía el derecho a decirme cómo fallar y cuanto me podía demorar en hacerlo.

—La conocía. —Levanté el diario del piso para estamparlo contra su pecho—. Y ningún regaño que me des ahora cambiará la situación. —No volvería a vacilar, mucho menos cuando se tratase de Ash, mientras no se probara nada estábamos a salvo.

—Estás siendo imprudente. —Mejor imprudente a ser hipócrita conmigo mismo.

—Ibe-san, más que un asesor eras mi amigo. —Alcé la mirada, enredándome a esos ojos—. Tú sabías que yo era miserable pero te fue más fácil presionarme como el resto. —Él retrocedió, constipado.

—El estrés es normal en los estudiantes, yo lo viví y estoy bien. —Me borré—. Estás exagerando. —Dejando ir aquellos nauseabundos y decadentes sentimientos.

—La gente debería trabajar para vivir, no vivir para trabajar. —Me di vueltas, decidido—. Si las cosas salen bien nos veremos el siguiente año. —En esta despedida no había sangre ni arrepentimiento, solo sinceridad, así que dejé que la piedad viniese y me limpiase.

—Ei-chan. —Yo no le había dado el consentimiento a nadie para escribir sobre mi destino—. Esto es tan impropio de ti. —Inoportuno porque así él me había elegido ver. Pero no era yo, no el real, el único que se había tomado la molestia de mirarme fue Ash Lynx.

—Sino te vuelvo a ver, fue un gusto. —Si estaba jodido sería mi decisión—. Gracias por todo. —Si iba a caer sería con ganas.

—¿Realmente lo valió? —Conseguiría un trabajo, pediría otro crédito, me cambiaría de universidad, ¿importaba?—. Arruinar la tesis por el salto de pértiga y ese chico. —La vida no era tan sencilla como la apreciaba.

—Sí. —Tampoco era tan complicada—. Valió cada segundo. —Ojalá alguien me hubiese enseñado antes la importancia de ser feliz.

Abajo, abajo, abajo. ¿No acabaría nunca de caer?

Pero después de una caída como esta, rodar por las escaleras me parecerá algo sin importancia.

Yut-Lung Lee me estaba esperando afuera de la oficina, sus palmas oscilaron como péndulos entre sus rodillas, la curva de su espalda marcó sus vértebras y sus costillas, su cabello cubrió la mitad de la pena, su maquillaje escondió lo amargo de la decepción, me bastó una sonrisa muerta para saber que estábamos en el mismo buque de desolación, la belleza de la precariedad estudiantil ¿no? Pero estaba bien, por primera vez me sentía feliz de equivocarme y ansioso por arreglarlo, esta era mi elección, no la de Sing ni la de mi familia. Qué reconfortante era tener en quien apoyarse para superar esto. Me mantendría fuerte, sería un pilar para mi amante como él lo fue al salvarme de la desesperanza y la reminiscencia. Podía ser su sombrerero, su Alicia, su conejo y su tiempo. Después de todo, los errores eran mucho más divertidos si se cometían de a dos.

—Bueno, espero que la camioneta de Shorter sea un lugar agradable para vivir. —La preocupación opacó la beldad de su risilla—. Me iré antes de que mis hermanos se enteren. —Los pasillos del complejo de profesores se encontraban desiertos y fríos. Indiferentes e irreales.

—¿También te amenazaron con la expulsión? —Él suspiró, la clavícula se le marcó como grieta debajo del suéter.

—Supongo que la peor parte se la llevará tu novio, nosotros solo somos daño colateral. —No había sabido nada de él desde anoche, el decano lo mandó a llamar—. Pero mis hermanos son capaces de enviarme al extranjero y adelantar mi compromiso si se enteran de esto. —Nunca lo vi tan ansioso como en aquel momento. El parpadear de las luces fue enfermizo.

—Tú dijiste que no podían hacer nada mientras solo fuesen especulaciones. —Su marcha frenó a mitad de pasillo, su boca se frunció para encarnar al despecho, sus ojos fueron pena. Mal sabor.

—Tú y yo sabemos que no son solo rumores. —Ningún hueso fue capaz de proteger mi corazón como lo hizo mi cabeza—. Tampoco entiendo todo en lo que están metidos, sé que es peligroso.

—Eso no debería ser tan importante para la facultad. —Ningún monstruo fue tan aterrador como la realidad.

—También se sabe que atenta contra las normas de la universidad.

—¿Puedes sacarnos de esta? —Y desde el primer momento en que me encontré con esos jades supe que sería un problema, no obstante, la soledad que desprendieron fue mi perdición—. Sé que es mucho pedir, pero eres quien más entiende de estas cosas, Yue.

—Depende de qué tan rápido mis hermanos se enteren de esto, supongo que sí. —El mundo podía desvanecerse a mi alrededor y no temería mientras lo tuviese a él—. Al menos puedo hacer algo por ti y por mí, con esos otros dos idiotas es más difícil. —Curioso, Sing me enseñó a temerle a mis propias alas cuando eran perfectas.

—¿Por qué están involucrados directamente? —Aunque ahora estaban rotas Ash me había ayudado a extenderlas, ¿de qué me servía tener alas si temía volar?

—Lao se encargó de eso, Shorter tampoco recuerda haberlo conocido, esto tiene algo raro, pero culpan a Ash. —Yo creería en él.

—Escuché que la situación entre las pandillas se ha vuelto peligrosa, que Lao ha formado a su propio grupo de hombres. —Sin importar qué—. No me gusta el rumbo que tomó esto, me da miedo que tenga un desenlace violento. —Pasara lo que pasara.

—Son pandillas, tendrá un desenlace violento, así funciona esa clase de mundo, pero creo que Lao está mintiendo. —Aun si todos en la universidad dudaban de él—. No me agrada tu novio pero él no es la clase de persona que anda rompiendo piernas y luego lo olvida. —Aun si él mismo llegaba a vacilar, no soltaría su mano.

—Pienso lo mismo. —Mis dedos rozaron la herida alrededor de mi dedo—. Yue... —Él se dio vueltas, con suavidad.

—Están en el bar, no te preocupes. —Negué, jugueteando con el destino como si fuese una cadena.

—No es eso. —Antes de poder usar mi pértiga para surcar el amanecer... —. Me voy a reunir con Sing esta tarde. —Debía arreglarla. El rostro de Yut-Lung fue un poema, el hálito se le escapó como calina, sus pupilas se vieron ahogadas por la perplejidad, la confusión fue disartria.

—¿Por qué?

—Porque necesito cerrar bien el ciclo entre nosotros dos. —El anillo en mi bolsillo pesó más que mis pecados—. No puedo seguir haciendo las cosas a medias, merezco algo mejor.

—Nunca me había sentido tan orgulloso como ahora. —Su brazo se acomodó sobre mis hombros, el aire fue desasosiego y ansiedad—. Ni siquiera cuando ganaste ese estúpido premio de literatura. —Rodé los ojos, dejándome acunar mientras nos dirigíamos hacia la salida.

—Tú también has cambiado. —Elevé una ceja, divertido—. Jamás me habría imaginado al fabuloso Yut-Lung Lee saliendo con alguien que no usara trajes de diseñador. —Sus mejillas fueron verano, sus piernas nudos, él volteó el rostro, humillado. Tan arisco como hermoso.

—Su cara de tonto tiene su encanto.

Así pues, Alicia empezó a contar sus aventuras a partir del momento en que vio por primera vez al conejo blanco.

El bar era un desastre. Arthur y Alex se encontraban peleando sobre la barra, fragmentos de jarras y residuos de cebada escurrían desde los tableros al piso, la televisión se encontraba atravesada por una varilla de billar, gritos ininteligibles reinaban con mordacidad sobre el lugar, el aroma a tabaco y cerveza me heló la sangre, Shorter se hallaba envuelto en una disputa con algunos miembros de la pandilla y aquel titular de por medio, Yut-Lung Lee arrojó un pesado suspiro antes de interceder en la discusión. La melancolía de las luces entremezclada con la estática de la radio pintó de lúgubre la tarde. Mis hombros fueron plomo tras encontrarlo. Él estaba sentado allí, en silencio. Sereno, alejado del mundo de la violencia y la lucha. Pero solitario. Con una soledad indescriptible y sublime. Yo lo protegería del destino, el destino que intentaba alejarlo, llevándoselo a la deriva, cada vez más lejos de mí.

—Oye... —Sus manos se encontraban clavadas al diario, él no me miró cuando me acomodé a su lado, sus pupilas se limitaron a repasar con compulsión aquella noticia—. Me quedé preocupado anoche porque no regresaste. —Su expresión me enredó las emociones, él me lo gritó todo sin decirme nada.

—Lo siento. —El arrepentimiento contenido entre sus pestañas fue un fúnebre alba—. No quería que acabaras involucrado en esto.

—Ash. —Cuando lo toqué él se apartó, un moretón se hallaba grabado sobre su mejilla, sudor le había pegado los cabellos en insomnio y angustia. Se veía mal.

—Perdón. —Ibe tenía razón, mi vida pendía sobre hielo fino porque lo seguí a él—. Tal vez si te alejas de mí la gente te desligará de los rumores, la situación entre las pandillas se ha puesto tensa. —Mi tesis, mi futuro asegurado, la dulce monotonía de una relación, todo lo dejé caer al enamorarme de él—. He estado hablando con Shorter, creemos que lo mejor es que se mantengan al margen. —Lo perdí antes de empezarlo.

—Ash... —Lo terminé sin siquiera intentarlo.

—Nosotros ya estamos jodidos en esto, ustedes no. —Sus puños se encogieron sobre el diario, como si aquellas letras fuesen una condena él dejó que el color se perdiese con la tinta—. Eiji, si hablo con el comité y le explico la situación, tú y esa víbora pueden salir impunes con la universidad, y si se mantienen lejos no peligrarán con las otras pandillas, esto ya no es un juego.

—Aslan. —Acomodé mis manos sobre sus mejillas, el frágil trepidar de sus pupilas se relajó cuando me encontró—. Estamos en esto juntos hasta el final.

—Pero...

—Déjame adivinar lo que estás pensando. —La suavidad fue mágica entre sus mechones y mis yemas, el magnetismo fue atronador e íntimo bajo la estática de la radio—. Si amas a alguien déjalo ir, ¿no es así, americano idiota? —Los latidos de nuestras almas nos arrastraron hacia la irrealidad, el decadente parpadear de las luces fue hermoso en su dorado, él me acarició.

—Eso debería ser lo correcto si lo piensas con la cabeza fría. —Sonreí, negando. Ya no lo era.

—No me gusta eso. —Mis labios rozaron sus nudillos, con lentitud, las chispas suspendidas en el aire fueron secretos y sueños—. Dejé muchas veces ir las cosas que amaba y eso no me hizo más feliz. —El diario fue dejado de lado sobre la mesa, los temores fueron cristales de cenizas—. Es cierto, la universidad es importante, trabajé años para sacar la carrera, me frustra que esto ocurra ahora, aún tengo un préstamo gigantesco que pagar y las expectativas de mi familia de por medio.

—Te lo dije. —Él se deslizó por mis grietas para embriagarme con su presencia.

—Pero si me hacen elegir entre la felicidad y el deber, mi elección serías tú, incluso con los peligros que esto pueda conllevar, aunque digas que somos de mundos diferentes, eres tú, siempre has sido tú, Aslan Jade Callenreese. —Un sutil sonrojo adornó aquellas masculinas facciones, el peso del incierto dejó de aplastar mis alas tras pronunciar aquello. Lindo.

—Terco. —Sus hombros se relajaron—. Eres jodidamente terco, onii-chan. —Y como si con esa frase el mundo dejase de ser tan terrible él bajó sus barreras y cortó sus espinas para dejarme pasar.

—¿Te molesta?

—Te amo. —Sus mariposas aletearon sobre mi cordura, su flequillo se enredó entre mis pestañas, al estar tan cerca acabamos confundiendo nuestras piezas y construyendo personas diferentes—. Si esto pasa a peor siempre nos puede mantener la víbora esa. —Más tontas, más imprudentes, más irracionales, pero también más valientes, ¿de qué nos servía tener alas si temíamos volar?

—No cuentes con eso, se irá pronto de su casa. —Yut-Lung Lee se encontraba intimidando a los demás miembros de la pandilla con una varilla de pool para mantenerlos alejados de su novio—. Ojalá la camioneta de Shorter sea grande para que quepamos todos. —La risa de Ash me robó el corazón.

—Desde que esto salió en el diario no han dejado de parlotear sobre nosotros en la universidad. —La fatiga le cerró los ojos, su frente terminó de recargarse sobre la mía, la calidez de su aliento me puso nervioso y expectante—. Que nos hayan mandado a llamar para hablar de una posible expulsión solo empeoró los rumores. —Me había percatado, la clase de miradas que las personas me habían comenzado a arrojar eran maliciosas, ¿esto era lo que Ash debía soportar cada día? No me conocían, no obstante, ya tenía sentencia y se había acabado el juicio.

—¿Qué fue lo que te dijeron a ti?

—No sé cómo Lao averiguó tanto detalle pero las acusaciones son verdaderas. —Si él tenía que cargar todo el tiempo con estos sentimientos como si fuesen una daga—. Lo más seguro es que acabemos expulsados en la calle. —¿Cómo lo había hecho para no morir desangrado?

—Mientras no hayan pruebas concretas, estaremos bien. —Esto era caer en la superficie cuando estaba en el fondo, era respirar pétalos marchitos y latir espinas podridas, era atracarse en brea y lagrimear impotencia. Era una decisión estúpida de la que me arrepentiría—. Estamos juntos en esto. —Era mía y estaba con él, así que sería valiente.

—Odio haberte arrastrado a esto. —El chico que conocí dentro de esos ojos verdes fue extraño. Se parecía a mí pero no era yo, copiaba mis movimientos, sin embargo, se encontraba adelantado, en lugar de gris, él era una gema. Sonreí, mirándolo mucho más—. ¿No te arrepientes de haberme ayudado esa tarde? —Me agradaba.

—Ni una sola vez, ya deja de atormentarte con eso.

—Vaya circo. —Yut-Lung Lee se dejó caer en el asiento de al frente, la atmósfera entre nosotros dos se quebró—. Todos parecen haber enloquecido con ese estúpido artículo de diario. —El rostro de Shorter se encontraba hinchado y magullado, las cicatrices de una guerra.

—Es normal, ninguno de nosotros puede pagarse una carrera completa. —El alarido de Shorter fue deprimente—. Golzine nos ofreció entrar a la universidad a cambio de nuestra lealtad, pero ahora todo se está yendo al carajo por ese estúpido artículo. —Ash se frotó el entrecejo, afligido. Éramos demasiado jóvenes para un mundo cuyo destino ya estaba escrito antes de nacer.

—Aún no he hablado con el viejo. —Sus manos fueron una nerviosa compulsión sobre su regazo, por culpa de la conmoción en la fiesta no me di el tiempo para vislumbrar esas heridas—. Él no va a estar feliz. —¿Él se las había hecho? Impotencia.

—También escuché que Lao está armando algo con sus hombres, quieren nuestras cabezas. —Como si se tratase de arrancar el cansancio, mi amante se tiró las ojeras—. No sé si lo hizo a propósito, pero Lao inició algo contra Ash. —La fuerza con la que él apretó mi mano fue la de un niño asustado.

—Contra toda la pandilla en realidad. —La fatiga noqueó a Shorter para que acabase rendido sobre la mesa—. En el fondo, siempre seremos vistos como escorias. —Al no saber qué decir lo único que pudo hacer Yut-Lung Lee fue acariciarle la cabeza—. Una universidad de élite no es para gente como nosotros, es obvio que estamos fuera de lugar. —Era injusto, algunos mataban por una oportunidad y otros las derrochaban como si fuesen cigarrillos, algunos debíamos venderle nuestra alma a la infelicidad mientras otros reían con un futuro asegurado.

—Aún tenemos un par de días hasta que la investigación acabe. —Si el mundo ya estaba delineado de esa manera, ¿para qué sufrir tanto?—. Eiji... —La voz de Yue me regresó a la realidad—. Ya está anocheciendo. —La electricidad entre mis neuronas formó un pensamiento—. ¿No tienes algo que hacer? —Sing.

—Cierto. —Aslan no me dejó ponerme de pie, la desesperanza trazada en aquellas facciones fue paralizante y dolorosa.

—¿A dónde vas? Él se mordió el labio, frustrado—. Si quieres te acompaño. —Lo sabía, Ash estaba preocupado porque para la universidad de estudiante de honor había caído a ser el amante del lince.

—No me demoraré mucho. —Irónicamente cuando dejé de correr me dejaron de importar esas miradas—. Nos vemos en el dormitorio. —Con un tímido beso tomé valor para iniciar el final.

¡Despierta ya, Alicia!

¡Cuánto rato has dormido!

La facultad de deportes se tiñó de agridulce, la noche tuvo sabor a estrellas, cada uno de mis pasos se sintió como una espina entre los adoquines y mi voluntad, metí mis manos dentro de los bolsillos de mi pantalón para juguetear con aquel anillo, la franja dorada de al medio me cortó para llenar con oro mis venas y grabar con dos letras mis latidos. Esto era extraño. Pensar en Sing no dejaría de ser doloroso jamás, amé genuinamente a ese hombre, di lo mejor que pude en esa relación, no obstante, no era una persona cuando estaba con él, fui incapaz de hablar las cosas e imponerme, me dejé pisotear y lo odié por eso.

De la amistad al amor.

Del amor al odio.

Del odio a la nada.

Y no, él no salió de mi vida para que metiese a Ash en ese espacio, él salió porque ya no cabía. Corté los tendones que me ataban a él, dejé de buscar los puentes donde tratamos de surcar el amanecer, detuve el bucle de mentiras al cual nos aferramos. Y acá estábamos ahora. Dos extraños que alguna vez significaron todo para el otro. Dos extraños que alguna vez se dieron cuerpo y alma, pero que no fue suficiente, a veces parchar las cosas con amor no las arreglaba, y a veces ese amor estaba lleno de heridas y se deterioraba. Y no es que yo haya sido perfecto tampoco, ambos hicimos tantas cosas mal que acabamos dañándonos, él merece ser feliz con alguien más.

—Eiji... —Como si nada hubiese cambiado entre nosotros, él me estaba esperando en las gradas como lo solía hacer, un metro más alto y cinco tallas más grandes que el chico al que amé—. Llegué un poco antes. —Una pequeña rosa se encontraba danzando entre sus dedos, la ansiedad fue agria.

—Gracias por venir. —Arrastré mis pies hacia él para dejarme caer a su lado, el silencio fue agónico.

—Fue infantil bloquearte. —Una de las espinas lo pinchó, el carmín goteó para hondear en el cielo—. ¿Recuerdas cuándo te pedí ser mi novio en este mismo lugar? —Sonreí, dejando que mi espalda se apoyase contra el escalón superior mientras quemábamos las fotografías de la reminiscencia.

—Recuerdo que el resto del equipo se sorprendió. —Elevé una ceja, divertido y adolorido—. Ellos pensaban que eras mi hermano menor. —Su risa careció de gracia y él se quedó seco de magia.

—No sabes lo satisfactorio que fue crecer más que Yut-Lung Lee y dejarlo a él como enano. —El roce entre nuestros hombros fue natural, tan incómodo—. Solo ahí me dejó de molestar. —El viento removió los problemas, pero los problemas eran más grandes que las mismas estrellas.

—Lo recuerdo bien.

—Esto es para ti. —La rosa me fue extendida, me pinché cuando la traté de tomar.

—No creo que sea correcto aceptarla. —Esa fue la primera vez que nos tomamos el tiempo para mirarnos. Los ojos de Sing eran una espléndida infinidad y yo nunca me di cuenta.

—Por favor. —Sin importarle mi respuesta él la dejó sobre mi regazo—. Tómala. —Sí, estos silencios entre nosotros dos eran pequeños y dulces, sin embargo, en el transcurso de la sanación se hizo obvia la violencia. No era romántico no escucharme, era agresivo, y de nada me servían esas pupilas repletas de ilusiones y devoción sino sabían contemplar.

—Pareces estarlo haciendo bien. —Al no tomar la rosa esta cayó por la apertura de las gradas—. Lo siento. —Con la oscuridad ni siquiera la pudimos vislumbrar sobre el pasto desde nuestro peldaño.

—No tiene importancia, solo era una rosa barata. —Pero era más que eso y nosotros lo sabíamos. Él me llevó a ciegas toda la relación, y en lugar de ayudarlo yo preferí ser una carga.

—Sing... —Saqué el anillo del bolsillo de mi pantalón, él aún estaba usando el suyo. Los ojos se le llenaron de pena, él negó, retrocediendo en la grada horrorizado como si eso le permitiese huir de la verdad—. Esto era lo que te quería entregar. —Él no lo recibió. Sus párpados se apretaron con fuerza, sus latidos me rompieron el corazón. Fue imposible respirar, fue cadenas moverse, fue pesado existir. Cruel.

—¿Realmente estamos terminando la relación? —Bajé la cabeza, vislumbrando las cicatrices de su cariño hechas marcas—. ¿Luego de todo lo que pasamos juntos solo vas a tirar la toalla? —Como si aquello fuese más que un trozo de metal él se aferró a su anillo. No lo era.

—Creo que terminamos hace mucho. —Evitar a la otra persona no era sano—. Pero ninguno tuvo el valor suficiente para admitirlo. —Casarse a la fuerza era repulsivo. Y aunque sabía que las personas iban y volvían todo el tiempo y que mi dolor no era especial, se sintió como si lo fuera. Lloré sin entender la razón, lo vi lagrimear sin poder hacer nada—. Perdón. —Ambos sostuvimos nuestro amor para dejarlo caer como esa rosa.

—No quiero. —Sus manos temblaron en el aire, con la voluntad hecha pedazos él me abrazó, su fuerza me quitó el aliento—. No termines conmigo, por favor. —Sus brazos se deslizaron alrededor de mis costillas como si fuesen grilletes—. Prometo cambiar, Eiji.

—Sing. —Sus lágrimas fueron sal sobre mis heridas.

—Prometo escucharte como se debe. —Sus besos fueron veneno para la redención—. Prometo aprender y hacerlo mejor, si quieres cancelar el matrimonio está bien, pero... —Su rostro se escondió adentro de mi hombro, el alma me goteó—. No me dejes, tengo miedo de que me dejes, te amo, te amo, te amo tanto.

—Tú no me amas. —No lo consolé—. Tú le tienes miedo a la idea de estar solo. —No lo podía abrazar o caeríamos en lo mismo. Aunque sus caricias fueron un silencioso alarido de desesperación... —. Hace mucho que el amor no existe entre nosotros dos. —Ya no las escucharía.

—Es mentira. —Él se apartó, cuando nuestras manos se volvieron a entrelazar ya no encajaron.

—Es verdad. —Acomodé mis dedos sobre sus pómulos, retirando la tristeza—. Porque si me amabas no debiste encerrarme en una jaula, debiste dejarme volar. Y yo debí ser más flexible contigo en lugar de obsesionarme con la tesis, fue algo que no supimos manejar, nos hacemos mal.

—Sí, debiste dedicarme más tiempo, así me habría sentido menos inseguro. —Asentí, repasando por última vez esas masculinas y galantes facciones—. Debiste responder mis mensajes más seguido para que no me sintiese tan ansioso o aceptar cenar con mi familia de vez en cuando, debiste decirme que te estaba presionando demasiado desde el inicio. —Que bien le habían sentado los años a Sing.

—Sí. —Mis dedos se enrollaron entre sus cabellos—. Debí, pero no lo hice. —La suavidad del toque nos envenenó con lentitud—. Fui un muy mal novio todo este año, lo siento. —Esta era una muerte tan gentil. Él apretó su palma contra la mía, su mandíbula tiritó con emociones que no pude descifrar en el idioma del adiós—. Mereces a alguien que te ame y valore por todo lo que eres. —Él estaba tan cerca que apenas lo pude ver entre los diferentes vagones del destino.

—Pero yo quiero que ese alguien seas tú. —En el fondo él no había cambiado, me aparté, sabiendo que aún estaba dentro de él la persona que amé—. No imagino a nadie más.

—Pero no puedo ser yo, ya lo verás, cuando encuentres a alguien que realmente te ame y ames lo entenderás mejor. —Necesité odiarlo para poderme encontrar—. Gracias por darme tanto. —Ahora que me rescaté podía deshacerme de esos sentimientos y ver a Sing no siendo un monstruo—. Nunca lo olvidaré. —Sino como una pieza que pertenecía a otro rompecabezas y que al tratarla de hacer encajar con la mía, ambos terminamos con las orillas chuecas.

—¿Podemos ser amigos al menos? —Él pronunció esa pregunta con tanto temor, con suavidad acuné sus manos entre las mías.

—No podemos. —Sería irreal e incómodo pretenderlo—. Al menos no por ahora. —Necesitaba mi tiempo y por primera vez me lo estaba dando, ya no me presionaría ni me sentiría mal o culpable por ser yo.

—Esto no me gusta. —A mí tampoco, sin embargo, acá estábamos.

—Sing... —Dejé mi anillo sobre su palma—. Perdóname, pero ya no te amo. —Con el corazón hecho lluvia me levanté de la grada—. Y te perdono por "amarme" demasiado. —Y escribí el punto final.

¡Qué extraño es todo hoy! Y ayer sucedía todo como siempre.

Así pues, Alicia se levantó y se alejó corriendo de allí, y mientras corría no dejó de pensar en el maravilloso sueño que había tenido.

Dejo las notitas que tenía inicialmente porque me siguen representando, así que sé que esta historia tuvo muchos momentos que estresaron a varias personas, me incluyó, así que aprecio de sobremanera que alguien haya llegado hasta este punto.

Datos inútiles: El código universitario escrito ahí es real, de hecho se sanciona muy gravemente si a un estudiante lo atrapan en esas cosas, así que aunque la situación pasó medio desapercibida todo el fic es algo grave ante las autoridades de la universidad, más en esa sedes medias elitista y de contactos. Nos vemos en el último capítulo en dos días más.

¡Se me cuidan!

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