Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17.

¡Hola mis bonitos lectores! Vuelvo con mi constante spam para la desgracia de ustedes, pero siempre con amor. El capítulo de hoy lo narra Ash, me sorprende lo mucho que me ha demorado esta edición, aaaah.

¡Espero que les guste!

Éramos el cortejo entre el sol y la luna.

Aun sabiendo que era imposible, terminamos enamorados.

El tenue bamboleo de las cortinas contra la brisa del amanecer, el intoxicante aroma que desprendía su piel, sus cabellos bajo mi mentón, haciéndome cosquillas en una barba fantasma, sus piernas enredadas a las mías, su cabeza acomodada contra mi pecho, robando latidos para esclarecer mi tiempo. Me deslice por su espalda con lentitud, la curva entre su cintura y su cadera era un delirio de obscenidad. Tragué con dificultad, observando la reminiscencia del insomnio y saboreando el arrepentimiento. La presentación de la tesis fue un caos. Cuando llegué al auditorio decenas de desconocidos se hallaban utilizando el lugar. Sing se sentó en un sitio que estaba destinado para mí, la mirada que Yut-Lung Lee me entregó estuvo repleta de fatiga, Shorter ni siquiera encontró las palabras correctas para protestar. Que él no llegase fue devastador para la familia de aquel petulante. Una pelea. Una discusión. Gritos. Histeria. Golpes interrumpidos. Lo único que supe, fue que mi adoración regresó a la habitación a la madrugada siguiente, con la ropa repleta de sudor entremezclado con pasto, siendo alguien completamente diferente pero igual. De piezas a un todo. De un todo a la mitad. Y esto era un lío. Lo extrañaba aun cuando lo pensaba. Lo anhelaba cuando se hallaba entre mis brazos. Lo amaba y por eso le podía entregar hasta mí misma vida. Él se restregó sobre mi camisa, tan imprudente.

Yo nunca podría ser Sing.

Temía que eso no fuese suficiente.

—¿Qué harás el otro semestre, onii-chan? —Mi voz fue un aleteo bajo el silencio de la habitación. Los rayos del amanecer acariciaron sus pestañas, tan descarado—. Ya sabes, ahora que no presentarás la tesis. —Él presionó sus párpados con sutileza. Su suspiro fue un beso directo a mi cordura. Tenerlo encima mío fue una sensación majestuosa e irreal.

—Supongo que deberé dejar el dormitorio. —Sus dedos comenzaron a trazar círculos sobre mi espalda, el tacto fue chispeante—. La universidad no me lo prestará a menos que esté matriculado, pero no tengo el dinero suficiente como para continuar enseguida. —Mirar a Eiji Okumura a los ojos era una sensación curiosa. Me sumergía dentro de estos, pero jamás les encontraba final. Me dejaba hipnotizar por aquellas iris de eternidad solo para que mi mente se llenase de él. Era peligroso, vicioso y encantador.

—Siempre puedes pedirle un adelanto a tu jefe. —Su risa hizo chispas contra mi cuello, sus codos se acomodaron encima de mi pecho, su rostro quedó frente al mío. Tan tentador.

—¿Tengo un jefe? —Aún con bolsas bajo la mirada y el cabello hecho una maraña, él era hermoso. Él alzó una ceja, intrigado.

—Claro que sí, es bastante guapo, también he escuchado que es un genio certificado. —Él arrojó un silbido de pura sorpresa—. Es el hombre más genial sobre la faz de la tierra.

—¿Puedo saber quién es? —La cama crujió cuando me acerqué. Todos los colores de mi mundo se posaron dentro de esas pupilas, más oscuras que la noche, más transparentes que el día—. Se escucha como todo un personaje.

—Yo, por supuesto. —Su risa me erizó la sensatez—. Bones te dio una tarjeta y todo, pensé que estaba implícito.

—¿Entonces soy un miembro oficial de tu pandilla? —Esta persona me lo arrebató todo sin siquiera tratar, ahora no era más que un adicto—. ¿El gran lince de Nueva York me está haciendo el honor? —Nuestras manos se entrelazaron en el aire. Suspiré. Amar era un sentimiento extraño.

—Lo hago. —Me hallaba tan aterrado que apenas conseguía respirar—. Eiji... —Me profesaba tan embobado que ya no me podía detener—. ¿Realmente estás bien con esto de la tesis? —Él frunció la boca con amargura. Aunque sus dedos se enroscaron contra mi flequillo, él no me prestó atención. Se había ido.

—Sé que Ibe-san y mi familia quedaron decepcionados, fue tonto. —Sus caricias fueron lentas y delicadas, los latidos de su corazón arremetieron contra mi pecho—. Pero está bien. —El tiempo se congeló para regalarme este soplo—. Este es el primer error que estoy cometiendo porque quiero, así que está bien. —Reí, memorizando cada facción en un roce, ¿no era increíble?

—Has cambiado. —Su sonrisa me volvió a robar el corazón—. ¿Qué pasó con el chico que se estresaba hasta por respirar? —Él rodó los ojos, dejándose caer a mi lado sobre esa diminuta cama. La juventud era un instante tan efímero como cruel.

—Nunca me gustó ser él. —Su atención se posó en el techo del dormitorio, algunas grietas se hallaban escritas en el mármol. Sus palmas reposaron encima de su vientre, sus piernas se retorcieron entre las sábanas—. Lo mismo con Sing, sé que era solo un anillo... —Él extendió su mano en el aire para contemplarla—. Pero en algún momento comenzó a sentirse como una prisión.

—Lamento que hayas pasado por eso. —La marca de aquella joya era escarlata en su dedo anular. Esta persona no era el Eiji Okumura del que me enamoré una noche de gasolina, cocaína y motocicletas. No. No lo era—. ¿No encontraste el anillo cuando lo fuiste a buscar? —Y aun así, acá estaba, amándolo aún más.

—Lo tiré en las canchas de deportes en medio de la noche. —Él se dio vueltas, sus cabellos quedaron atrapados entre la almohada y el sudor, él me sedujo con esa clase de expresión, era injusto—. Debí suponer que no lo volvería a encontrar. —Reí. Él domesticó al gran lince de Nueva York.

—Me asusté cuando regresé al cuarto y vi que todas tus cosas estaban en cajas. —Me hice pequeño entre sus brazos—. Pensé que me estabas dejando sin avisarme.

—Supongo que Sing pensó que era buena idea empacar mis cosas sin mi permiso para luego mudarme contra mi voluntad a su lado. —Me di vueltas, pegándome a él. Así que los ángeles también ardían en llamas—. No estoy resentido, pero necesito tiempo antes de verlo. —El amor tenía fecha de caducidad y la paciencia era una línea en un frasco.

—Lo entiendo. —Sing Soo-Ling subestimó ambas—. Es una buena idea hacerlo, no quiero que acabes herido en esto. —La tensión en el ambiente cambió. Delicada.

—Ash... —La repentina timidez con la que estornudó mi nombre me llenó el estómago de ansiedad, él frunció los labios una infinidad de veces, tratando de recolectar valor. Lo logró—. ¿Puedo saber más de ti?

¿Él? ¿Saber más de mí?

Me aterrorizó.

A veces, me ahogaba con una impresionante facilidad. Así como su tesis, mis traumas eran un bucle de estrés que no parecía tener final, me hundía y me hundía, me hundía un poco más. Algunas veces, consideraba gritar a la espera de un salvavidas, sin embargo, en el fondo me odiaba, este era un mugriento círculo de autodestrucción. ¿Cómo entregarle los pedazos de mi alma sino tenía? No era la clase de persona que debería estar con él. A lo largo de mi historia me etiquetaron una infinidad de veces, dijeron que era malo e impulsivo, que era un asesino con cara de prostituta, lo triste de esas etiquetas era que las había internalizado. Y sí, de repente ya eran parte de mí, pero él era mi Alicia y yo su sombrerero. No quería perder más tiempo.

—Puedes preguntarme. —Así que le di mi consentimiento para indagar—. Quiero que lo sepas todo de mí. —Y me permití hoy ser un poco más.

—¿Por qué se rumorean tantas cosas de ti en la universidad? No tiene sentido. —Aquí estaba otra vez, una carcasa congelada en mi autoimpuesto Kilimanjaro.

—Porque son verdad. —No quise verlo a los ojos, ni pude hacerlo—. Dino Golzine utiliza su cargo en la universidad para vender mierda por debajo. —Pronunciar la realidad fue repulsivo, escalofriante, monstruoso, ¡alto!—. Mi pandilla es la encargada de distribuirlo. —La bilis me quemó la tráquea—. Con el financiamiento económico de Yut-Lung Lee hemos podido dejarlo de hacer, pero...

—Ash.

—Esa no es una solución permanente. —Joder—. Por eso las otras pandillas nos están atacando, ¿qué otra cosa podía esperar? Nos vendemos por algunos dólares, es patético, tan patético que casi me da risa, somos los matones personales de un pedófilo, somos la misma clase de escoria que todos ellos. —Nunca sentí tanta vergüenza por quien era como en ese momento.

—Aslan. —Él se deslizó entre mis mejillas, fue una sensación dolorosamente real—. ¿Sabes la clase de cara que estás poniendo en estos momentos? —Él me mostró lo que era ser el último de pie. Él era mi línea entre el bien y el mal.

—¿Qué clase de cara? —Y yo le quería demostrar el hombre que era—. No la puedo ver. —Quién podía llegar a ser. Pero no.

—Pareces a punto de llorar. —La garganta se me llenó de vidrio roto, el corazón se me cayó en un limbo marchito. Esta persona, me aferré con fuerza a él—. ¿Eso es lo que te daba tanta pena contarme? —Él no lo entendía, tuve una historia de mierda. Exprostituta, líder de pandilla, asesino y todavía temblaba. Y él...¿Cómo podía seguirme mirando de esa manera?

—¿Sabes todo lo que he tenido que hacer para mantener la fachada de Dino? ¿Tienes idea de la cantidad de personas que he lastimado? ¿Las vidas que he...? —Él no me dejó continuar, solo me presionó contra su pecho, con fuerza.

—Lo estás haciendo otra vez. —El dulzor de su risa aligeró su regaño, mis palmas temblaron sobre su espalda, vacilantes—. Estás tratando de alejarme porque estamos muy cerca. —Quería valer la pena para él. Apreté su cintura con nervio. Era tan aterrador haberle abierto la última puerta. Le di poder absoluto, con una palabra él me podía destrozar.

—Es un mal hábito que tengo. —Y con una sola mirada, él me podía sanar—. Las viejas costumbres son difíciles de olvidar.

—Lamento lo que dije ese día. —Él alzó el mentón, esa rebelde matita abenuz me cosquilleó contra la nariz—. Estaba demasiado ahogado en mi propio estrés y terminé siendo injusto contigo. —Me separé, despacio—. Sé que la situación con Dino Golzine es difícil para ti. —Reí, ¿no era increíble?

—Eiji. —Él se perdió para poder encontrarme—. Lo estás haciendo otra vez. —Le presioné el entrecejo, divertido, genuino, más yo—. Estás analizando todo demasiado. —Él chasqueó la lengua. La atmósfera fue agradable, fue magnética.

—Encontraremos una solución juntos, no dejaré tu lado.

—¿Te enfrentarás a esas personas tú solo?

—Obviamente, no soy un miembro oficial de tu pandilla por nada. —Diablos, lo adoraba más de lo que debería ser posible, quería un futuro a su lado, una vida entera si lo podía anhelar—. Además, aún tenemos una conversación pendiente. —Las mejillas me calcinaron, la sangre me burbujeó. No tuve que preguntarle para saber a lo que se refería, la estridencia de nuestros latidos fue suficiente para aclararlo.

Esta era la torpeza del primer amor.

—Ya deberíamos irnos, onii-chan. —Me levanté de la cama, ofreciéndole mi mano—. Llegaremos tarde a las pruebas. —Él la recibió. Él fue electricidad entre mis venas y momento de locura.

—Aunque solo sean pruebas por diversión, estoy emocionado por hacerlo. —Él se sacó la chaqueta, dejando al descubierto aquella fina silueta en una entallada polera deportiva—. Vamos.

Y él nunca lució tan hermoso como lo hizo hoy.

Las canchas de deportes se encontraban repletas de novatos, camarógrafos y profesores. Con un beso, él se despidió para comenzar con el proceso de inscripción. Suspiré. Tenía el pecho repleto de fuegos artificiales y las venas con chispas. La llamativa figura de Yut-Lung Lee fue lo que captó mi atención en el anfiteatro, rodé los ojos, su expresión de fatiga fue todo un encanto, subí para acomodarme a su lado. El calor fue sofocante bajo la brisa de los árboles, el aroma a bebidas energéticas entremezclado con palomitas fue salado y desagradable. Irónico ¿no? Hace un par de meses habría hecho todo lo posible para evitar esta clase de situaciones. Aunque solía creer que eran una pérdida de tiempo, acá estaba, con el alma pendiendo de un hilo, suplicando por Eiji. Porque su felicidad era la mía. Y sus sueños eran mi libertad. Me dejé caer contra el escalón de atrás. Tan tonto que me hacía feliz. Tan feliz que era imposible.

—Odio esta clase de eventos tan concurridos, parecen un circo. —Su queja goteó cansancio. Lo miré, curioso. El flequillo se le había pegado a la frente, su rostro había enrojecido por culpa del calor mientras el cuello se le impregnaba de sudor. Un desastre—. Eiji pudo elegir un mejor día para venir a practicar. —Aquella desprolija coleta que él improvisó le dio un aspecto más humano. Suspiré, observando a los demás jugadores en las canchas. Tan profesional.

—Sé que esto no es nada serio y solo lo hacen para promocionar los equipos de deportes, pero... —Los aplausos de la multitud fueron fervientes cuando el primer pertiguista saltó—. Me hace muy feliz que él haya venido. —Su sonrisa me heló la sangre, él acomodó una de sus piernas encima de la otra, con lentitud.

—Me sorprendió que pudieras mantener la mente fría con el desastre de la tesis, Lynx. —Un entallado vestido chino se hallaba adornando su silueta. Exagerado y descarado—. Pensé que tú y Sing se empezarían a golpear con las sillas como los monos que son. —Reí, incómodo. La idea me pasó por la cabeza.

—No quería darle una razón más para que se estresara. —La gradilla volvió a crujir cuando el público se alzó para aclamar, era un ambiente agradable y jovial—. Además, he escuchado que su familia tiene influencia en la universidad. —La mueca de Yut-Lung Lee fue un enigma, sus labios se separaron, sus ojos se vieron teñidos por incertidumbre y pena.

—¿No lo sabes? ¿No se supone que tienes algo de poder al trabajar con Dino? ¿Acaso no te cuenta nada? —Él no me dio tiempo para procesar mi propio enfado, él solo... —La familia de Sing patrocina algunos sectores de la universidad, por eso le pudo conseguir una beca a Eiji. —Me destrozó—. Aunque él la rechazó. —Sus palabras ya no me llegaron—. Pensé que estaban asociados con Golzine. —Que difícil era respirar con los pulmones repletos de vidrio roto y la cordura de decadencia. Me quedé sin voz.

—Así que a eso se refería con apoyarlo diferente. —Pero seguí hablando—. Él tenía esa clase de poder. —Reí, amargado. Los colores de la tarde perdieron brillo tras quitarle el velo a mi realidad. De esta manera eran las cosas. Ni siquiera aceptando aquel apellido podría alcanzarlo. Impotente, estúpido e inútil. ¿Cómo siquiera me podía comparar? Me convertí en nada.

—Lynx. —Yut-Lung Lee se mordió la boca, afligido—. Deja de pensar en cosas innecesarias. —Siempre estuvo al frente mío pero nunca lo quise ver, ¡maldición! No podía haber amor entre la luna y el sol.

—Así que Sing podía darle esa clase de vida, tenía un futuro garantizado a su lado. —Pronto, aquella delicada fachada de amabilidad fue reemplazada por veneno. Su cuerpo tiritó de manera violenta, su respiración fue pesada.

—Entiendo que te sientas de esa manera pero es patético que lo hagas. —Las cejas me palpitaron en una burbujeante frustración—. Compararte así con él, no me jodas.

—¿Y tú qué sabes de eso si nunca te faltó nada? —Su risa me heló los huesos, la tensión nos encerró en una cúpula de rencor. Era una guerra.

—¿Y tú qué sabes sobre lo que a mí me faltó? —Sus uñas se clavaron en sus brazos, dejando cinco marcas moradas en su piel, su mandíbula rechinó—. Estoy tratando de ser agradable contigo porque eres importante para Eiji. —Él se frotó el ceño, colérico. Los gritos de la multitud fueron ajenos—. Pero no sabes lo frustrante que fue haber visto a mi mejor amigo dejarlo todo mientras tú te das el lujo de vacilar. —El alma se me hundió en un mar de soledad. La mirada me pesó, mi cuerpo no fue mío.

—¿Yo? —¿Alguna vez lo fue?—. No es eso. —¡Oh! Pero lo era. Me sentía enfermizamente inferior cuando se trataba de Sing Soo-Ling, esa inseguridad me carcomía. Cada instante, pensamiento y retazo de emoción era devorado por la envidia. Porque él podía darle la clase de vida que merecía mientras yo no hacía más que lastimarlo. Era una simple marioneta.

—Si lo amas, ten la tenacidad suficiente para estar a su lado o para dejarlo. —Me prometí a mí mismo ser diferente a Sing. Tratando de buscar mi calma, me enfoqué en las canchas, lo miré, estirándose en la fila para saltar, concentrado y serio. Cuando nuestros ojos se encontraron...Oh no.

Oh no.

Dios, no.

Me enamoré aún más de Eiji Okumura.

Fui a él en pedazos pero él me entregó su mitad.

Ya no podía ser un todo sin él.

—Tienes razón. —Solo quería hacer las cosas bien—. Lo siento. —Y era desesperante no tener un manual para llevarlo a cabo. Yut-Lung parpadeó, confundido.

—¿Qué dijiste? —Una repentina timidez se pintó sobre sus mejillas. Esta persona nunca me terminaría de agradar. Era egoísta, exagerada e histriónica—. Creo que te escuché mal.

—Lo siento. —Sin embargo, sabía apreciar la belleza de la libertad—. No puedo evitar compararme con Sing, él puede ofrecerle cosas que yo nunca le podre dar, en el fondo siempre tengo miedo ¿sabes? Eiji no tiene idea de lo valioso que es. —Habían verdades que no debían ser pronunciadas en voz alta o se quebrarían—. Me aterra que un día él se dé cuenta de eso y vea la clase de persona que yo soy. —Quien se quebró fui yo. Eran sentimientos oscuros, casi negros. Eran brea. Eran infierno. Eran posesivos. Y yo los odiaba.

—Oye, Lynx. —Lo que más anhelaba era la felicidad de aquel implacable japonés, no obstante, acá estaba, temblando ante la idea de ser dejado—. Eso está bien. —Hipócrita. A la hora de ser juzgado no era diferente de Sing. El amor era una adicción para la que no me encontraba preparado—. ¿Podrías enfocarte en lo bueno? —¿Cómo olvidar todo lo malo sino había más?

—No sé si esté bien amarlo, o si tengo permitido hacerlo. —Lo terrible era que en los ojos de Eiji Okumura sentía que podía dejarme atrás y encontrar una razón para ser extrañado. Dentro de aquellas brillantes pupilas el cielo cobraba sentido—. Pero lo amo. —No podía ser quien era Sing Soo-Ling, no podía cambiar, esto era todo, no había más—. Lo amo tanto que me duele.

—¿Por qué crees que pequeñeces como el dinero o el renombre lo harán feliz? —Su voz fue áspera y cuidadosa, como si estuviese procesando cada una de sus letras, continuó—. Bien, si vas a pensar de esa manera respóndeme una última cosa. —Él apoyó su codo sobre su muslo, sosteniendo su rostro contra su palma—. ¿Cómo se veía Eiji cuando estaba con Sing?

—Miserable. —Él asintió, despacio.

—¿Cómo se ve contigo? —Antes de que pudiese responder, su nombre fue anunciado por el presentador.

Este era el Fly boy.

Tragué. Las tenues gotas de sudor se deslizaron desde su flequillo para besar el rojo de sus mejillas, el brillo con el que aquellas celestiales obsidianas fulguraron, la determinación que chispeó en un roce de metal, fue indescriptible. El corazón me retumbó contra las orejas frente a cada uno de sus pasos. Me levanté de la grada, con el alma pesada y un nudo en la garganta. Electricidad me erizó la piel. Su respiración fue intensa, su mirada fue una promesa inquebrantable de voluntad en esa carrera. La pértiga se clavó sobre el suelo, jamás lo olvidaría. Porque se elevó alto, muy alto. El cielo se iluminó en el apogeo del atardecer. En ese deslumbrante momento, mis ojos verdes se entornaron y mis pupilas reflejaron la figura de Eiji volando en el aire. Me quedé allí, desconcertado, con la vista de lo que pareció ser un ave surcando los cielos, grabada fuertemente en mi corazón. Fue una invitación hacia el país de las maravillas y una calada de valor. Me volví a sentar. Bajo los aplausos y la euforia, él me encontró. La clase de expresión que me regaló. El alma me tembló. Me gustaba el hombre que podía llegar a ser con él.

—¿Lo entiendes ahora? —Fui hipnotizado por el japonés. Cada fibra de cordura la perdí.

—Lo hago. —Este amor no era como fumar cigarrillos—. ¿Qué se supone que haga de ahora en adelante? —No era sofocante, desabrido ni amargo—. Exponerlo a la clase de vida que llevo se escucha tan egoísta. —Era vicio placentero, a la semana una caja ya no era suficiente, pero esto era diferente. Porque aunque estar enamorado de él podría acabar con mi vida, finalmente tenía significado.

Él no era cigarrillos.

Él era mi libertad.

—Esta mañana regresé al campus. —Yut-Lung Lee presionó mi mano para dejar un pequeño objeto dentro de mi palma—. Creo que esto no tendrá final hasta que ellos tengan esa conversación. —Aquel anillo de compromiso se sintió como ácido corrosivo contra mi piel. Leer las iniciales de aquel hombre en oro y plata fue una destructiva frustración. Celos.

—Se lo entregaré. —Miedo. Se lo prometí. Aquella delicada sonrisa me profesó confianza—. Es raro verte separado de Shorter. —Sus mejillas se tiñeron de carmesí con fuerza, sus ojos brillaron de manera especial.

—Tendremos una cita luego de esto, por eso me arreglé. —Con un exagerado movimiento de manos, él repasó su silueta—. ¿Qué no se nota? —Usar un vestido tan ajustado el día más acalorado del año era una decisión digna de la estupidez.

—Sí se nota. —Él sonrió, satisfecho—. ¿No se supone que tú tienes un prometido o algo así? —Su bufido me fastidió. Él hundió su mejilla debajo de sus nudillos, agobiado.

—Eso da igual. —Los gritos de la multitud volvieron a retumbar frente a otro pertiguista—. Supongo que viviré en esa apestosa y horrible camioneta por el resto de mi vida con Shorter. —Ladeé la cabeza, confundido por esas palabras. Aquel anillo me dejó una sombría marca.

—¿Eso qué significa?

—¿Qué más puede significar? —Sus hombros se encogieron dentro de aquella entallada prenda—. Ya estoy enamorado de ese idiota, no puedo hacer más que seguirlo hasta el final. —Vislumbrar devoción en aquel hombre fue una sensación de pura irrealidad.

—¿Eso no te costará los lazos con tu familia?

—Todos hacemos estupideces por amor. —Su sonrisa fue arrogante—. Algunos más que otros. —Nosotros nunca nos llevaríamos bien. La brisa fue asfixiante, la voz del presentador le dio cierre al evento. Con una reverencia y rosas muertas a los pies, el público se retiró—. La belleza de ser un humano es poder equivocarse. —Él se levantó de la grada, sacudiéndose el regazo y estirando las arrugas de su vestido.

—Pero yo no puedo hacer eso. —Él se desarmó la coleta—. Luego de lo que he hecho me siento más como un animal. —Intentando arreglarse el cabello a ciegas.

—Ya sabes que te diría Eiji. —Sonreí. Vislumbrando como la destartalada y vieja camioneta de Shorter se estacionaba al costado de la cancha.

—No soy un leopardo, puedo cambiar mi destino. —Él asintió, satisfecho.

—Bien, no eres tan bruto como pareces Lynx. —Mi mejor amigo se bajó del vehículo, un ostentoso y llamativo ramo de lavandas estaba siendo sostenido por él. Su rostro estaba rojo y empapado por culpa del verano, porque aquel traje de dos piezas era demasiado grueso para los 35 grados. La mirada que compartió con Yut-Lung Lee antes de darse las manos. Suspiré. El amor sí cambiaba a las personas.

Cuando era el correcto las hacía mejor.

Quedaron pocas personas luego de que el evento finalizara, algunos vasos de plástico fueron olvidados debajo de las gradas, los implementos deportivos rodaron contra la brisa, el ambiente era agradable y jovial, me pregunté si de esto me estaba perdiendo por andar metido en las pandillas y me dio pena saber que sí. Lao Yen Tai tenía motivos para aborrecerme si le arruiné la vida, aun cuando no lo recordaba. Con las manos dentro de los bolsillos y las zapatillas embarradas, inicié mi recorrido hacia los camarines, la tarde había caído, el aroma de la gasolina me resultó seductor. Sonreí, recordando la noche donde nos conocimos, aquella que fue mi salvación. Él con esa pértiga, ese entrometido con una implacable terquedad, él y su alma, fue demasiado.

—¡He dicho que me sueltes!

Me congelé antes de poder llegar.

—No necesitamos a alguien tan problemático en el equipo. —Un sujeto de dos metros aplastó la hoja de inscripción de mi adoración contra sus suelas—. Por culpa de tu novio nos quedamos sin financiamiento. —Mis piernas fueron concreto en aquel campo. Mi corazón un barril de pólvora listo para explotar. El aire fue fuego.

—¿Por qué no me lo preguntan directamente? Cobardes. —La mirada de Eiji me rompió el corazón con una impresionante facilidad, pero así era todo con él ¿no? Me acomodé a su lado, deslizando mi brazo sobre sus hombros, su cuello se hallaba caliente y repleto de sudor—. Si tanto problema tienen con el lince de Nueva York hablen con él, adelante. —La pareja de atletas se miró, iracunda.

—No creas que olvidamos lo que le hiciste a Lao. —Mis pulmones fueron cristal roto tras escuchar aquel nombre, me mordí la boca—. Que nos saquen este año de las competencias, es culpa de tu pandilla. —Yo ni siquiera conocía a aquel perfecto imbécil. Por más que lo miré aquella noche en la presentación, no lo pude reconocer.

—Ustedes... —Él y yo nunca nos habíamos encontrado—. ¿Quieren pelear? —¡Oh! Pero acá estaba como siempre. Pagando las malditas consecuencias de una reputación que no pedí. Porque era más fácil etiquetarme como algo malo y peligroso. Era mucho más sencillo atragantarme con esas palabras en lugar de intentar. Mierda—. Los desafío.

—La universidad no necesita de escorias como ustedes. —Mis pensamientos fueron truenos escabrosos—. Si no se retiran de nuestro territorio, la pagarán. —La cabeza se me desgarró en insuficiencia. Las manos de la incertidumbre me apretaron el cuello, ¡alto!

—No valen la pena, Ash.

Eiji me arrastró lejos de esos sujetos antes de que la bomba estallara, dejando el formulario de inscripción en el suelo junto a latas vacías y sueños quebrados. Y apenas lo podía soportar, me dije una infinidad de veces que superaría esa brecha de inferioridad, sin embargo, me dolía tanto que lo lastimaran por mi culpa, porque si él no estuviese a mi lado podría volar y yo...¿Quién diablos me creía para cortar su libertad?

—¡No es justo que las cosas estén sucediendo así! —Él no se detuvo hasta llegar a un olvidado rincón en la facultad—. ¿No te molesta que yo solo sea un problema? —El delicado sonido de la brisa me resultó hilarante para aquella situación. La oscuridad comenzó a hacerse presente entre nosotros dos. Él se dio vueltas, despacio, para quedar frente a mí.

—¿Lo hiciste?

—¿Qué?

—¿Hiciste lo que te están acusando?

—No. —Bajé el mentón, aborreciéndome por ser tan egoísta, deseaba que él reinase los cielos más altos con esa pértiga—. Pude conocerlo en la presentación de la tesis. —No obstante, acá estaba, hundiéndolo en un despiadado torbellino de dolor—. Por más que traté de reconocerlo no lo logré, creo que Lao ni siquiera supo quién era yo. —Yo estaba mal. La boca me tembló.

—¿Ves? No dejes que esas cosas te afecten, Ash. —¿Por qué quería llorar con el mero pensamiento de apartarlo? Me aferré a su mano, con fuerza.

—Lo siento. —No supe para quién me disculpé—. De verdad lamento que te hayas visto envuelto en esto. —Pero lo hice otra vez. Por todo lo que perdí y por lo que no fue. Empezaría otra vez. Su sonrisa fue una calada de bondad, sus hombros se relajaron. Sin intercambiar otra palabra, terminamos sentados encima del pasto. El sonido de la oscuridad fue la melodía de las luciérnagas. Y esto era un caos.

—No me gustaría unirme a un equipo de atletismo que tenga esa clase de personas. —Él se abrazó a sí mismo, una delicada brisa invernal removió temor e ilusión. Tan hermoso—. Así que no lo pienses demasiado. —Cada estrella bajó del cielo para perderse en esos ojos. Eran eternos y brillantes. Mi respiración fue una sinestesia de esplendor por él. Sostuve ese pequeño y delicado anillo. Él era por quien el mundo parecía el lugar correcto y el tiempo perfecto.

—Mientras tú estabas compitiendo, Yut-Lung me pidió que te entregara esto. —¿Vacilar? Que decepcionante sería retroceder por miedo. La expresión que Eiji me regaló al tomar aquella joya fue una que no pude leer, sus dedos repasaron con suavidad los bordes de oro y los grabados de plata. La estridencia de un primer amor fue viciosa bajo la despedida del sol y el renacer de la luna. Aquellos ojos de cielo no me miraron, me soñaron.

—Devolvérselo es lo correcto. —Nuestras manos se conocieron entre la aspereza del pasto y la inocencia de las margaritas—. Solo así sentiré que es el final. —La boca se me llenó de una agobiante ansiedad. Esta persona. Me apreté el corazón, rebalsándome de colores y amor. Al mirarlo supe que estaba exactamente donde debía estar.

—Eiji... —Él era la razón por la que yo deseaba ser mejor—. Este fin de semana, cuando tenga que enfrentarme a Dino. —Él había creído en mí cuando yo me abandoné—. No hay mucho que pueda hacer más que aceptar su apellido. —Era una idea nauseabunda, decadente y espeluznante—. Por eso trataré de usarlo a mi favor. —No obstante, seguir flaqueando ya no era una opción. Quería ser tan valiente como él. Sus caricias fueron un delicado consuelo para la nostalgia.

—Hagas lo que hagas me mantendré a tu lado.

—Gracias. —No sabía si amarlo era la respuesta correcta. No entendía cosas de romance cuando el destino era una tragedia—. He estado pensando algo.

—¿Puedo saber qué es? —Me acerqué—. Ahora tengo curiosidad. —Me arrastré sobre lamentos y arrepentimientos esperando llegar hacia algún lugar. La expectación en su sonrisa fue tan hipnotizante como linda.

—No quiero presionarte para que aceptes, ni sé cuándo será el momento correcto. —Reí, incómodo—. Pero nunca sabré cuándo debería decírtelo, así que lo haré ahora. —Mi rostro fue averno esa tarde de invierno. El blanco de las estrellas y el suave tintinear de los postes de luz fueron cómplices y testigos.

—¿Entonces? —Él no era cigarrillos. Él era libertad. Apreté su palma, con timidez.

—Ser amigos nunca fue suficiente para mí. —Coloqué entre esas pequeñas manos un corazón repleto de heridas, esperé que lo recibiera, temí que no lo hiciera—. Me mudé a los dormitorios porque te quería conocer, es algo impropio dejarme llevar de esa manera, pero no te pude sacar de mi cabeza luego de que me ayudaras, y aunque al principio solo sentí curiosidad por ti, después no me pude detener. Mientras más te conozco más intenso esto se vuelve. —Pude sentir sus latidos en la punta de mis dedos—. Tengo miedo de que estés tan cerca, pero cada vez te acercas más y acabo hecho un lío. —Electricidad corrió entre nosotros dos—. Solo... —Suspiré—. Me encantaste desde el primer momento.

—Ash. —Que él me salvase si me convertía en mis demonios.

—Estoy perdidamente enamorado de ti, Eiji Okumura. —Que me prestase un poco de valor para que me alzase de las cenizas—. Lo he estado durante mucho tiempo. —Que me enseñase lo que significaba ser el último de pie—. Supongo que lo que te estoy tratando de decir, es que quiero que seas mi amante. —Él hacía que el mundo estuviese bien. Sus mejillas fueron escarlata y pena, su respiración fue intensa y abrumadora.

—Quiero. —Fue difícil mantener una mirada entre nosotros dos, fue tan vergonzoso. Reímos, sabiendo que esto era una idiotez—. Sí quiero ser tu novio, Aslan Jade Callenreese.

Éramos el cortejo entre el sol y la luna.

—Me siento de la misma manera.

Éramos una breve inmortalidad.

Bien. Aun sabiendo que era imposible, terminamos enamorados—. Entonces, acá vamos.

Y aun sabiendo que estábamos mal, no lo dejamos de intentar.

Porque éramos humanos y no leopardos podíamos desafiar al destino.

Cuando empecé a escribir esta historia no pensé que sería la más larga, ni creí que recibiría tanto amor. Realmente me siento afortunada por todas las personas que me han acompañado en ella. Muchas gracias, tampoco esperaba que recibiera tanto amor en su edición, es que no puedo, soy una persona muy afortunada por el cariño que me dan, lo son todo. Muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer.

Espero que les haya gustado y se me cuidan. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro