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Capitulo 15.

¡Hola mis bonitos lectores! No tenía planeado subir nada hoy porque es de mis días más pesados en el hospital, pero les contaré la triste historia de mi vida, ayer alguien muy cercano a mí tuvo una operación que no salió tan bien (pero está bien, solo que no fue lo idoneo) Entonces pedí permiso para acompañarlo hoy, no me lo dieron. Llegue al hospital a trabajar, mi bella supervisora me escribió que faltaría. Y como soy una simple estudiante basicamente atendí la mitad del día y me quedó el resto libre. Andaba con muchos sentimientos y tiempo y tenía un box vacío, so, sale capítulo. Se siente mejor escribirlo en algún lado. Anyway, muchas gracias a las personas que se han tomado el cariño para leer. Narra Eiji.

¡Espero que les guste!

Algo nuevo para suplicar prosperidad bajo la farsa de un velo blanco. Bonito, elegante y decadente. Con un anillo como cadena y una marcha nupcial en un funeral.

Algo prestado para mezclarlo con lágrimas de champaña en un cóctel de decepción. Por aquella amistad que no hizo más que entregarme a la muerte y venderme a la soledad.

Algo azul para presumir la fidelidad de pareja. Aunque mi corazón haya caído en los brazos de alguien más y la felicidad diese dos pasos hacia atrás. Él no lo vería. Él no lo escucharía. Él no lo aceptaría.

¿Serle fiel a Sing Soo-Ling en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, y así amarlo y respetarlo todos los días de mi vida?

No.

No cuando estaba tan enamorado de Ash Lynx.

Ansiedad, miedo, y expectación. La sala se hallaba oscura, el terciopelo de los asientos era reconfortante, los murmullos de los comensales se perdieron bajo el eco del filme, su mano se encontraba entrelazada a la mía, su respiración era un delicado beso de electricidad contra mi cuello, su brazo acunó mis hombros, su corazón arremetió con fuerza. Su perfume se impregnó a cada fibra de cordura que pretendí sostener. Tragué, nervioso. Mis piernas se contrajeron hacia el asiento, mis zapatillas chirriaron contra la alfombra. Venir al cine con él fue mala idea. Alcé el mentón, siendo prisionero de un vicioso magnetismo tras chocar con la mirada del lince de Nueva York. Perdí el aire, olvidé las palabras. Me mordí la boca. Solo...Los tenues rayos de la proyección chispearon en sus ojos para hipnotizarme. Eran verdes, apasionados e increíblemente solitarios. Él esbozó una sonrisa coqueta, acomodando su palma en mi mejilla. Tentación y suavidad. Suspiré, recibiendo el tacto, el dorado de sus cabellos se fundió con la oscuridad de la escena. ¿Amigo? ¿Amante? ¿Confidente?

Acercarme me costó el corazón.

—Deberías estarle prestando más atención a la película. —Su alma me susurró a través de sus ojos, él me besó con la mirada—. Ash... —Él se acercó—. Tú fuiste quien eligió plaza sésamo, al menos disimula. —Sus yemas se deslizaron por los bordes de mi barbilla, fue una sensación irreal y chispeante.

—Es mucho más divertido mirarte a ti que a Elmo. —La respiración se me cortó, se me erizó la piel en tan cándida caricia—. Venir al cine solo fue una excusa para manosearte.

—¡Ash! —Inflé los mofletes y él carcajeó—. ¡Estamos en una película para niños!

—No me mires así, onii-chan. —Él presionó un beso contra mi nariz—. ¿No se supone que eso se hace en las citas? —Perdí la razón. Él se inclinó, comprar un asiento para parejas había sido una mortífera tentación.

—¿Esto es una cita? —Nuestras narices se rozaron en un beso esquimal, la suya estaba increíblemente helada, me recordó a la de un gatito—. Vaya, no sabía que me estabas coqueteando Callenreese. —Mi tono fue burlón, su risilla una embriagadora adicción.

—Pensé que estaba implícito. —Él acomodó un mechón detrás de mi oreja—. Te he estado coqueteando desde que te conocí ¿sabes? —La iridiscencia de los sueños se posó en sus pupilas para que cayese por él. Enredé mis brazos alrededor de su cuello. ¿No era increíble?

—¿Es así? —Él me hizo amarlo más que ayer—. Pensé que éramos solo amigos. —El puchero que me obsequió como respuesta fue absolutamente encantador. Él era adorable.

—¿No te quedó claro cuando me preguntaste por mi tipo ideal? —Recordaba a la perfección esa noche, la fiesta para celebrar el comienzo del semestre, mi primera grieta con Sing y la primera vez que me divertí durante estos tortuosos años—. Te dije que me gustan los japoneses bonitos que se estresan por sus tesis y tienen un carácter insoportable. —Enrojecí.

—¿Era una indirecta? —Su berrinche se intensificó.

—¿De verdad no la captaste? —Me apoyé contra el respaldo del asiento, la sala era grande y vieja, la estática entre los parlantes y las voces de los protagonistas disimularon mis nervios—. Esa fue prácticamente una declaración de amor.

—Alto... —La boca me tembló—. ¿Crees que soy bonito? —El rubor se le extendió hasta las orejas.

—¿Eso es lo único que te llamó la atención? —Las demás personas se encontraban inmersas en su propio mundo con el monstruo come galletas.

—Es que tú eres muy bonito, Ash. —Ambos compartimos una risa nerviosa. El aleteo de su pestañeo fue suave y lento, él me acarició la nuca para poderme acercar.

—Tú eres más bonito. —La estática me cosquilleó en la garganta, cientos de mariposas revolotearon dentro de mi estómago—. Muy bonito. —Antes de poder pensar algo más, él silenció mis excusas.

Sus labios se movieron con intensidad entre los míos, él se aferró a mis cabellos, con fuerza. Una eufórica sensación aturdió mis sentidos, mi corazón palpitó con violencia. Me incliné, cerca, demasiado cerca. La reminiscencia de los cigarrillos en la lengua de Ash fue un placer delirante, me estremecí cuando él profundizó aún más el beso. Fue húmedo, caliente y peligroso. Presioné los párpados, dejándome llevar. Saborearlo fue ahogarse en un cielo eterno donde podía volar. La calidez de sus yemas contra mis mejillas fue ensordecedora, cada centímetro donde él acarició se derritió. Las piernas me fallaron, la cordura se me olvidó, todo lo dejé. Me impregné de él. De éxtasis desenfrenado a delicados toques. Nos fundimos hasta que mis pulmones me presionaron exigiendo aire. Su sonrisa galante me enterneció el alma cuando se apartó. Él no me dejó hablar. Pequeños besos fueron salpicados entre mi nariz y mi frente. Suspiré, completamente aturdido. Porque él era así, yo nunca me pude resistir. Amar por primera vez se sentía bien, tan natural.

¿Aprendí otra lengua luego de esa película? Sí, pero no gracias a plaza sésamo. Salimos de la sala tomados de las manos, con las bocas hinchadas y una carcajada contenida.

¿Hace cuánto no era tan feliz?

—Es raro, ¿sabes? —Mis palabras fueron un eco lejano entre mis pensamientos y la fila del cine—. Con la presentación de la tesis tan cerca debería estar encerrado estudiando, revolcándome en mi propia miseria. —Estiré mis muñecas encima de mi cabeza, escuchándolas crujir—. Pero aquí estoy, en una cita contigo. —Él me rodeó el vientre con suavidad, fue reconfortante.

—Eso no es sano. —Caminamos con torpeza al seguir abrazados—. Odio verte mal y no poder hacer nada, si pudiera te arrancaría todo el dolor y me lo quedaría. —Mi nuca se apoyó contra su pecho, el aroma a palomitas recién horneadas fue empalagoso.

—Lo sé, me siento de la misma manera contigo. —Entrelacé nuestros dedos encima de mi suéter—. Pero ya no estoy estresado. —Sus latidos fueron mi única verdad. Su respiración me quemó la oreja—. Creo que estoy mejor.

—No lo aparentas. —Él presionó un beso contra mis cabellos—. Despiertas con ataques de pánico en medio de la noche entre mis brazos.

—Aun así, estoy haciendo la ley del mínimo esfuerzo. —No pude sostener mi mirada con el reflejo de la cartelera, era incómodo encontrarse con un desconocido—. Es triste pensar que me esforcé tanto los años anteriores solo para tirarlo por la borda ahora. —Presioné los párpados, sabiendo que era verdad. Hoy no era más que un extraño perdido, sin rostro, sin identidad, sin excelencia, me caí en medio de la carrera para ser un mediocre, no me llegaba ni a los pies.

Sino era inteligente.

Sino era el primero.

Sino me arrastraba detrás del tiempo.

—Eiji...

No era nadie.

Gracias por liberarme de eso, Ash Pero ser nadie me hizo mucho más feliz que ser quien era antes, así que estaba bien. Toda mi historia me había repetido que moriría sino era el mejor. ¿No era ridículo? Temí tanto extraviarme en el olvido, ser el número uno, las notas más destacadas, el novio perfecto. Y hoy solo era un desastre. Pero aquí estaba—. Realmente me gustas, me haces bien. —Aquí estaba con él.

Y eso era más que suficiente para el Eiji Okumura de hoy.

—¿Solo gustar? Vaya, me siento ofendido onii-chan. —Algo en su expresión me enterneció el alma—. ¿Qué pasó con eso de estar enamorado? —Él deshizo el agarre sobre mi vientre para poder hacerme cosquillas. Traté de contener mi risa, no obstante, fue en vano. Cada lugar donde él tocó me quemó, él dejó marcas sobre mi piel y mi vacío.

—Estás siendo demasiado presumido. —Su sonrisa fue una linda casualidad. Lo blanquecino de las luces le confirió un aura surrealista a esos jades—. Eres un americano delicado. —Relajé mis hombros, caminando entre las gigantescas tiendas de aquel centro comercial.

—Pero estás enamorado de mí de esa manera. —Rodé los ojos, nuestras manos se buscaron entre la calidez de la calefacción y la inocencia de un primer amor.

—¿Sabes lo mucho que me molestó ser rebajado al nivel de Shorter? —Tensé mi ceño al recordar esas mentiras sobre amistad, su carcajada fue fastidiosa. Altanero—. Me cuestioné seriamente si tus amistades eran normales, o si tenías los 200 puntos de IQ que tanto adoras presumir.

—Que seas tan ingenuo es una de las cosas que me encanta de ti. —Tiempo. Corría detrás de él y nunca lo alcanzaba, le mandaba mensajes pero jamás me respondía, lo esperaba en una impasible fila de eternidad—. Aunque a veces eso también me molesta. —Ahora los únicos instantes que me importaban eran los que estaba a su lado.

—¿Hago una lista de las cosas que me molestan sobre ti? —Él tragó duro—. Pero te advierto que será larga, empezaré por lo duro que es despertarte, tengo que arrastrar las sábanas. —Él chasqueó la lengua, fastidiado. Sabía que yo ganaría.

—Al menos no soy un descuidado japonés, me da miedo encontrar dedos en los sándwiches que me preparas. —Cuando yo era quien había perdido entre nosotros dos. Hilarante ¿no?—. Eiji... —Era tan estricto cuando se trataba de Sing. Era cuadros de calendarios y alarmas en el celular—. ¿Qué harás con el compromiso? —Mientras que con Ash caía a ciegas. Supongo que lo supe de un inicio.

—Él no está respondiendo mis llamadas. —Aquel anillo de compromiso fue un incómodo obstáculo entre nuestras manos—. Casi parece que me tiene bloqueado. —Tanto amor, tantas promesas, tantos sueños para terminar así. Era triste, tanto que me envenenó el corazón.

—Él se está portando como un imbécil. —Escuchar aquellas palabras fue irónico. ¿Quién estaba vacilando hace un par de semanas?—. Él... —Su mirada me erizó la piel, fue tan solitaria.

—Él ya sabe lo que le quiero decir. —La verdad fue dolorosa—. Él sabe que quiero terminar la relación, por eso me está evitando. —Del cariño al amor. Del amor al odio. Del odio a la nada. Pero aquella persona alguna vez me bajó la luna para regalármela con un hilo de hadas. Alguna vez él fue especial. Un pesado nudo se clavó en mi estómago.

—Eso es egoísta. —Enfoqué mi atención entre los diferentes escaparates, las risas de las personas se profesaron ligeras, el aroma a lavanda fue delicado. ¿No éramos todos egoístas en algún momento? Uno siempre era el villano en la historia de alguien más.

—Supongo. —Y uno siempre era la víctima en la propia—. Algún día me tendrá que contestar, tal vez solo necesita tiempo para asimilarlo. —El hálito se le escapó de los labios. Desolación y pena—. Esto tampoco se siente bien para mí. —Separé nuestras manos, enseñándole aquel anillo—. Hasta que no le ponga fin como se debe, no dejará de sentirse como un engaño. —En un parpadeo había cambiado tanto que ahora no era Alicia sino el sombrerero.

—Pero estamos en una cita a pesar de eso. —Ash Lynx era un hombre fuerte e implacable. Frené mis pasos, acomodándome frente a él, acuné sus mejillas entre mis palmas—. Yo no sé qué hacer. —Sonreí, a veces él era esta clase de persona.

—Oye... —Vulnerable, frágil y temerosa—. No es la situación ideal para comenzar algo, pero ya no puedo seguir conteniendo mis sentimientos por ti. —Él cerró los ojos, dejándose mimar—. Tampoco quiero hacerlo. —Si iba a mentirle a alguien, ya no sería más a mí.

—Para ser un descuidado japonés, algunas veces sí sabes que decir. —Sonreí, él acunó mi palma para presionar un pequeño beso sobre mis nudillos—. También tengo que confesarte algo. —A pesar de la multitud, no nos movimos. Estábamos ahogados en el otro.

—¿Qué es? —Los nervios en su rostro fueron extraños.

—Ese día que te acompañé a probarte el traje, la chica me preguntó si yo era el novio. —Él bajó el mentón, apenado—. Y yo solo pude decirle que sí. —Él no era más que un niño pequeño, listo para ser regañado, con la aflicción de velo y el arrepentimiento de perfume—. No puedo evitar sentir envidia de Sing y pensar que si yo te hubiese conocido antes estaría en su lugar. —Él solo se rebalsó, sosteniendo su corazón con ambas manos. Estaba repleto de heridas y repartido en fragmentos.

—Ash... —Yo lo tomé—. Tenemos tiempo. —Dándole el mío de regreso.

—Supongo que lo tenemos. —Estar enamorado de Ash Lynx era como fumar un cigarrillo. En una sola probada ya era adicto—. Ahora vamos, quiero regalarte algo de ropa. —Era amargo, era intenso, era sofocante.

—¿Qué tiene de malo la que uso? —Era letal.

—Estás muy viejo para seguir usando esos horrendos estampados de Nori Nori.

—¡Oye! —Sí, en un par de años estaría muerto—. Yo compraré algo de Nori Nori para ti, te verás adorable dirigiendo a la pandilla mientras los usas.

Y a pesar de saberlo, seguía queriendo más del lince de Nueva York.

Algo nuevo para encontrarse con la persona correcta en el tiempo incorrecto.

Él me arrastró hacia una tienda en medio del centro comercial. Las luces alrededor de los maniquíes fueron incandescentes, los murmullos de los comensales fueron una sinestesia con la música del local. Decenas de escaparates con ropa que no parecía tener orden se encontraban repartidos a lo largo de estrechos pasillos, el aroma de las texturas se fundió con una infinidad de perfumes. Él apretó mi mano, abriéndose paso hacia los probadores. Esquivando las prendas que yacían en el piso, los tumultos de adolescentes y el caos de aquel imperio, terminamos en la sección de accesorios. El fulgor del dorado nos confirió una sensación de cuento de hadas. Ash apoyó una palma sobre su pecho, tomando aire. Aquel lugar era sofocante. Repasé los productos con la mirada y sonreí, hace mucho no compraba en una tienda. Años. Por primera vez, todo el tiempo del mundo era mi promesa. Electricidad me recorrió las venas cuando él me colocó un par de lentes de sol, eran rosados y de botella. Él me alisó los hombros antes de acomodarme frente a un espejo. ¿Quién era el chico que me estaba mirando? ¿Era un novio? ¿Un amante? ¿Era inteligente? ¿Era el rezagado que el destino dejó atrás? ¿Alguien? No lo sabía. Realmente no lo hacía, no obstante, ya no me importaba.

Ahora tenía tiempo para averiguarlo.

Vender mi nombre me devolvió el alma.

—Ahora sí te pareces a Shorter, podrías ir a Chinatown y pasarías desapercibido. —Su respiración se derritió contra mi oreja. Fue mariposas e ingenuidad—. Claro que tú eres más lindo que él. —Al encontrarme con mi reflejo supe la clase de mohín que esbozaba cuando se trataba del lince de Nueva York. Irónico considerando que la palabra «lince» significaba ojos brillantes.

—¿Entonces te deberíamos conseguir un vestido? —Tan sincero que solo un ciego no notaría aquel desbordante amor—. Así te parecerías a Yue y haríamos a la pareja. —Él palideció a causa del horror.

—Mi pandilla lo escucha más a él que a mí. —Él se cruzó los brazos contra el vientre y esbozó un puchero—. Se supone que yo soy el jefe. —Ash Lynx era un hombre sumamente berrinchudo—. Yo soy a quién deberían respetar.

—Deberías ser más amable con ellos. —Y yo amaba eso de él—. Los chicos sufren con tu tiranía.

—¡Pero no es solo eso! —Él continuó—. Shorter anda con cara de estúpido todo el día, es asqueroso. —La frustración en su voz me resultó hilarante. Me quité los lentes de sol, dejándolos sobre un estante.

—Bones me dijo que las cosas están yendo bien en Fish Bone. —La cólera se tiñó de escarlata tras escuchar aquel nombre.

—No tanto, hay una nueva pandilla que nos está haciendo pasar malos ratos, son bastante violentos. —La tienda se llenó de juventud bajo los letreros de ofertas. Él frunció el entrecejo—. Tengo un mal presentimiento con ellos. —Me alcé para poderlo encontrar.

—No te olvides de informarme, después de todo soy parte del equipo. —Él se frotó el ceño, agotado.

—No dejaré que mi novio se meta en cosas tan peligrosas, estos sujetos van en serio.

—¿Novio? —Parpadeé, atónito. Las mejillas me explotaron en un espectáculo de pirotecnia, perdí el aliento—. ¿Desde cuándo somos novios? —Los latidos me martillaron en las orejas. No pude apartar mi mirada de él.

—D-Digo... —Él se ruborizó de pies a cabeza—. ¿Amigo? ¿Amante? ¿Futuro esposo? —La boca le tembló, su mirada se craqueló bajo el frenesí del amor, él dio un paso hacia atrás, su camisa se enganchó con un escaparate, cientos de accesorios cayeron hacia el suelo cuando él tiró de la prenda—. Ya no lo sé. —Verlo nervioso. Él se golpeó la cara, frustrado. Era lindo. Me agaché para recoger los aretes y las pulseras. Él hizo lo mismo. Una agradable y seductora tensión.

—Así que novio. —Sus orejas enrojecieron, pude percibir la estridencia de su palpitar en un roce de yemas—. ¿No estás yendo muy rápido, Callenreese? Todavía tienes que pedirle permiso a Yue para cortejarme. —Él soltó los collares, espantado. Él era un desastre.

—Morirás solo si esperas que esa víbora apruebe a alguien. —Nuestros dedos se encontraron entre el dorado y la plata. Sonreí, esta parte de él.

—Pregúntamelo en un tiempo más. —El amor se servía en un cóctel de locura y dolor.

—¿Qué?

—Pídeme ser tu novio más adelante. —Las luces de la tienda me marearon—. Cuando las cosas estén mejor, te daré una respuesta apropiada. —Aquella tarde, ambos tomamos un sorbo de aquel cóctel. Sus movimientos cesaron encima de los accesorios, la multitud a nuestro alrededor fue ajena. Sabía que era el efecto de las luces, no obstante, sus ojos lucieron aún más bonitos contra el dorado de sus pestañas, mucho más reales.

Algo azul para perder la cordura en un mar de inestabilidad.

—Eiji... —Mi nombre tuvo una chispa amarga—. ¿Seguro estás bien conmigo? —Él no me pudo mirar, solo se mordió el labio mientras sostenía un par de pulseras—. Estoy metido en mucha mierda. —El terror que empañó esos ojos me quebró el corazón. ¿Qué tan duro fue el mundo con él para que actuase así? ¿Qué tanto lo lastimaron?

—¿Por qué estás vacilando?

—En un par de semanas me reuniré con Dino. —Él lució tan aterrorizado cuando pronunció ese nombre—. La adopción se llevará a cabo.

—¿Por qué tiene que ser de esta manera? —No teníamos inicio, sin embargo, él ya nos estaba escribiendo un punto final.

—No lo puedo seguir evitando. —Esa resignación me desgarró el alma—. Lo tendré que llamar papá, es asqueroso. —Aunque él carcajeó, parecía a punto de llorar—. Seré lo mismo que ese pervertido. —Ninguna máscara fue lo suficiente para encubrir aquel dolor. Me acerqué a él.

—Ash... —No entendía ni la mitad de lo que él había pasado—. Está bien. —Y aún no comprendía donde él estaba metido. Quería protegerlo del destino—. Estás a salvo. —El destino que intentaba alejarlo, llevándoselo a la deriva, cada vez más lejos de mí. Ahí fue cuando pensé que creería en él, sin importar qué, pasara lo que pasara. Que por lo menos yo podría...

—Mi verdadero papá también era una basura ¿sabes? Pero yo realmente amaba a mi hermano mayor, se llamaba Griffin. —Él me abrazó, escondiendo su rostro entre mis hombros y mi cuello—. Griffin Callenreese, él era un aspirante a profesor de literatura, le encantaba la poesía. —Una descorazonada carcajada me quemó el mentón.

—Se escucha como una persona maravillosa.

—Lo era. —Él vaciló antes de apretarme, como si no se sintiese digno de hacerlo, como si no se profesase lo suficientemente limpio—. Él me odiaría si viera en lo que me convertí, no soy una buena persona. —Me separé de él, tomando su mentón con lentitud—. Y yo sé que estoy sucio. —Sus excusas se rompieron. Frágil y pequeño, tan impotente—. Pero no quiero apartarme de ti. —Me rompió el corazón.

—Ash... —¿Quién le hizo tanto daño para que se quebrase de esa manera?—. Estaré a tu lado pase lo que pase. —Yo recogería cada uno de sus pedazos. Su expresión fue una tormenta en medio de mi primavera.

—Me siento egoísta. —Él presionó con fuerza sus pensamientos para mantenerlos dentro de su cabeza—. Sé que Sing tampoco es bueno para ti, pero... —Acuné sus mejillas con suavidad, su boca seguía temblorosa, el color se le había esfumado. Él era complejos y despecho—. ¿No estoy haciendo lo mismo al pedirte que te quedes? Tu existencia no está para salvarme. —Él pretendía ser fuerte. Se excusaba bajo la fachada de lince feroz.

—Tu existencia tampoco está para salvarme. —Cuando él no era más que un frágil ser humano—. Pero nos estamos ayudando mutuamente, ¿no? —Buscábamos mitades entre neblina y oscuridad. Suplicábamos ser amados y aceptados—. Incluso me ayudaste a buscar una hora para el psicólogo de la universidad. —Pronto, su mirada se suavizó como la de un gatito.

—¿Te sientes nervioso por tu primera sesión?

—Aterrado, si te soy sincero no quiero ir. —Temíamos exponer heridas y lamentos—. Pero estoy cansado de vivir así, no es sano, no soportaré mucho más. —Nos aterraba el hecho de ser ignorados y silenciados.

—¿Quieres que te acompañe? —Perdíamos la vida por una tesis y por las expectativas de alguien más—. Te puedo esperar afuera si te sientes más seguro, estoy para ti.

—No. —Frente a él aquellos problemas no fueron más que un barco de papel—. Esto es algo que debo enfrentar solo.

¿Serle fiel a Sing Soo-Ling?

El resto de la tarde se esfumó en un parpadeo. Entre risas y bromas recorrimos las demás tiendas del centro comercial. Fue majestuoso. La sonrisa de Ash Lynx me provocó una inexplicable sensación de paz. Era hermosa, delicada y enternecedora. Tomaba fotografías mentales para colgarlas entre sueños desafiando a lo efímero de la vida. Cuando los letreros de neón se encendieron y la oscuridad se deslizó por un gigantesco techo de cristal, decidimos comprar algo. Ante la insistencia del rubio acabamos eligiendo algunas chaquetas de mezclilla y bufandas. Sonreí, hasta estar en una fila con él era divertido. Los movimientos del cajero fueron perezosos y fatigados, antes de que nos dijese un precio, yo saqué mi tarjeta para pagar por ambos.

—Son bufandas de pareja. —Eran verdes y mullidas, las escogí porque combinaban con sus ojos y eso me encantaba.

—¿Seguro puedes darte ese lujo, onii-chan? Todavía tienes que pagar la primera sesión de terapia. —Y era verdad, cuando le conté a mi familia su primera reacción fue tratarme de loco, la segunda fue invalidar la seriedad de mis problemas. Y debería habérmelo esperado, pero no lo hice.

—Era eso o la camisa de Nori Nori. —Él infló los mofletes, completamente indignado.

—Tú ganas. —Y amaba hacerlo—. ¿Te veré esta noche? ¿Cuándo acabes la sesión? Te esperaré en el dormitorio con chocolate caliente. —De pronto caí en la cuenta de que esto realmente pasaría.

—Sí... —Apreté su mano, deseoso de que me acompañase—. Regresaré apenas pueda. —Aterrado de que no lo hiciera. No obstante, si iba a cambiar debía dar este salto de fe ciega para mí.

—Bien.

El consultorio de la facultad ofrecía descuento para los estudiantes. Fue gracioso, me prometí durante años atender mi salud mental, sin embargo, siempre encontraba una excusa para aplazarlo. Porque jamás había tiempo ni era tan importante. Porque morir de tristeza se convirtió en un hábito desgastante. No quería tener que enfrentarme, eso implicaría ver cosas dolorosas de mí mismo, eso significaría confrontar el nulo amor que me tenía y sería aterrador. Pero estaba enfermo de agotamiento, no era solo la tesis. Tal vez el problema siempre fue más allá, quizás por eso nunca pude conferirle a Sing el apoyo que necesitaba. Era agotador tener a tantas voces pesimistas retumbando en mi interior, una parte de mí me gritaba que no era merecedor, Alicia se había quebrado en el país de las maravillas, debería dejarme ahogar y ya. La otra se hallaba famélica por protección. Suspiré. Nunca me hubiese atrevido a asistir sino fuese por Ash, no podía defraudarlo.

—Bien... —Además—. Acá estoy. —¿Con qué cara le hablaría de autosuperación si me quedaba estancado? A veces el mejor motor de cambio era sanar por alguien más.

Él parecía tan quebrado.

Lucía solo, realmente solitario.

Le prometí que aunque el mundo entero estuviese en su contra, yo siempre estaría a su lado. Para eso necesitaba volver a ser un ser humano.

Pensé que la primera sesión sería intensa, no obstante, fue una mera recolección de datos. Fue extraño contarle mi intimidad a una desconocida. Me concebí demasiado vulnerable en un sillón exageradamente cómodo de terciopelo. Me pregunté por qué era tan terrible querer asistir a estas sesiones. No era responsabilidad de Sing comprender la precariedad de mi estado mental ni de mi familia. Pero habían días que eran tan malos donde simplemente no me podía levantar, noches donde me quedaba mirando el techo cuestionándome si existiría algún final para esta tortura, temiendo quedarme atascado en este vacío durante el resto de mi vida, rompiéndome un poco más entre las sábanas. No era sano seguir así. ¿Desde cuándo bromear con la muerte era gracioso? Prácticamente lo estaba gritando, sin embargo, era un tema incómodo, era mucho más fácil ignorarlo. Ash Lynx fue el único que realmente contempló mi desesperanza y la acunó. Mierda, era un hombre afortunado.

Y era gracioso que él dijese que fuese malo para mí cuando era lo mejor que me había pasado.

Hablé acerca de Sing con la terapeuta y regresé a los dormitorios con el alma hecha pedazos. Temblé tras recordar lo enfadado que me profesé al relatar nuestra relación. Me dolía la cabeza, las entrañas me quemaban, las náuseas me habían destrozado la garganta. Ese reluciente anillo entretejido de oro y plata no era más que vidrio molido. Porque esa persona. Tomé aire. Me sentía como la mierda con él. ¿Para qué seguirlo negando? Necesité tomar distancia para comprender el verdadero daño que nos hicimos. Y no, no era tener una epifanía, hubieron cosas realmente hermosas en nuestra relación, detalles que me mantuvieron esperanzado, pero ahora. Contuve una arcada, era tan enfermizo. Era jodido.

¿Amarlo en las alegrías y en las penas?

¿En la salud y en la enfermedad?

—Eiji... —Él me volvió a encontrar.

—Sing. —Su sonrisa me erizó hasta el último pensamiento de la cabeza, cuando nuestras miradas se entrelazaron. Maldición. Retrocedí sobre los adoquines de la facultad. Éramos marcos de fotografías rotos, paredes con agujeros, imágenes quemadas y violencia vacía—. ¿Qué haces aquí?

—No es nada.

—¿Ni siquiera me puedes contar eso? —Suspiré. Así que solo se quedaría ahí, parado. Así que solo sería esto. Yo me iría y él me perseguiría, yo le gritaría y él buscaría más.

¿Amarlo y respetarlo todos los días de mi vida?

—Lao tenía algunos asuntos con la facultad, lo estoy esperando. —Alcé mi mirada para encontrarme con el Starbucks, tenía sentido, era perfectamente creíble que él hubiese venido a esto—. ¿Qué haces tan tarde acá?

—Acabo de salir de terapia.

—Oh... —Eso me hirió—. ¿No estás exagerando? No eres una persona loca. —Y ese estigma realmente me hizo daño. ¿Qué tan mal tendría que estar para que ayudarme fuese válido? ¿Se sentiría mal si me internasen por intento de suicidio? ¿Ese era el único extremo justificable? Borracho por el odio. Drogado por el amor.

—No has respondido mis llamadas en días. —Las paredes de aquel café eran el humo de nuestras memorias, solíamos frecuentar este Starbucks cuando recién salíamos. Él se quedó estático frente a la fila.

—No he estado muy atento a los mensajes. —Excusas. Así él jugaría, así él me trataría. Como un estúpido, ¡oh! Pero ya no tenía las mejores notas, supongo que eso era. Me dio rabia, me di mucha pena—. Me fijaré para la próxima vez.

—Sing... —Él no me miró. Él no me escuchó. Él no hizo nada. Me mordí el labio—. Terminemos la relación. —La indiferencia en su mirada me resultó cruel, fue tan fría que me congeló el alma.

—No. —Perdí el mundo en esa respuesta—. No, Eiji. —Las palabras se me atoraron en la garganta, parpadeé, confundido. ¿Qué?—. No quiero terminar contigo. —Yo...Mis brazos pendieron en el aire. ¿Era en serio? Acababa de salir de mi primera sesión, esta noche me sentía especialmente vulnerable. No quería ser cruel, no quería ser bueno, estaba mareado.

—No es algo que puedas decidir tú solo. —¿Qué clase de persona daba esa respuesta? ¿Qué se supone que debería hacer? Me traté de quitar el anillo, no obstante, se hallaba atorado. En un instante él se encontró frente a mí, él acunó mis manos, frenando mis movimientos. Y a veces era esto, toques gentiles y recuerdos azucarados.

—Eiji... —Él llamó a un desconocido—. No podemos terminar. —Negué, frustrado. Retrocedí, sin embargo, ya me encontraba atorado en la profundidad de sus brazos. No pude reconocer al chico agradable de quien me enamoré en ese ceño fruncido. Las piernas se me convirtieron en papel, él me sostuvo. Estaba asustado. Me costó un infierno de valor tomar esta maldita decisión para mejorarme, esto me destruiría.

—¿Entonces qué pretendes? —¿Para qué?—. ¿Ser infelices el resto de nuestras vidas? —Él nunca me escuchaba. Él nunca me miraba. Él no me oía. Él no me amaba. Él ni siquiera me lo preguntaba—. ¿Te da vergüenza que vaya al psicólogo?

—Ese es asunto tuyo. —No tuvo que decir más para que lo entendiese—. Has cambiado desde que conociste a Lynx. —Sus ojos fueron un doloroso y sofocante recordatorio—. No me gustas de esta manera.

—¿Por qué te tendría que gustar a ti? —Este era un extremo que me enfermaba, él se aferró a mi palma con suavidad, su frente presionó mi hombro, sus brazos me rodearon con tanta fuerza que él terminó deslizándose entre mis costillas. No pude respirar.

—Lo siento, me expresé mal. —Mentira—. Sé que nos hemos distanciado desde que me mudé al apartamento. —Sus palabras escaparon húmedas y tartamudas—. Sé que ya no me amas. —Puños se formaron entre mi ropa. Él me arrugó el alma—. Pero no me dejes, por favor. —El café comenzó a estallar en llamas.

—Sing... —Su sollozo fue el de un niño desamparado, quise tragar, no obstante, estaba seco—. No podemos seguir así. —Mis ojos no pudieron distinguir más que sombras en aquel lugar—. Ambos estamos sufriendo. —Lo tocaba para que él me gritara. Él me golpeaba el orgullo para luego consolarme.

—Hemos superado cosas peores. —Éramos tazas rotas, cortinas desgarradas, sexo en oferta—. Podemos arreglar esto. —Y él ya no me escucharía. No, él no lo haría. Él me necesitaba.

—Realmente es triste acabar así. —Lo traté de apartar, sin embargo, sus garras se hallaban incrustadas en mi piel. ¿Así se debería sentir? Contuve una arcada. Era tan enfermizo. Su toque fue destructivo y venenoso.

—Dame un poco más de tiempo, déjame poner las cosas en orden, te lo suplico. —Él ya no era más aquel pequeño chico que conocí en primer año—. Piensa en lo que dirá mi familia, estamos pasando por una situación muy dura con Lao, no puedo darles más carga. —Él no era más que un disco rayado. Las llamas de aquella relación destrozaron la reminiscencia. El humo me sofocó, el sabor de las cenizas entre mis pulmones fue putrefacto.

—El tiempo no cambiará mi decisión. —Pero a él no le importó.

—Por favor. —Su sollozo me comprimió el alma—. Solo hasta que presentes la tesis. —Algo nuevo para lamentar las pérdidas y entregarse a la muerte—. Si luego de tu tesis aún quieres terminar conmigo, lo aceptaré sin reclamar. —Algo prestado para vestirlo de negro y violencia.

—¿Lo prometes? —Algo azul para maquillar la palidez y los moretones en una fúnebre marcha nupcial.

—Lo hago. —En las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad—. Solo dame tiempo hasta ese día, prometo no desilusionarte. —En la riqueza y en la pobreza.

—Esta es la última vez. —Amarlo y respetarlo todos los días de mi vida—. ¿Quedó claro?

¿Serle fiel a Sing Soo-Ling bajo la tentación del lince?

—Lo quedó.

Ser nadie fue violento en aquel matrimonio. 

Las notitas que escribí la primera vez estaban bastante decentes así que las dejaré: ¿Que clase de persona reacciona así frente a una ruptura? Para mi sorpresa, muchas. 

No pretendo ni quiero justificar el comportamiento de Sing, pero para que se vea que no es al azar: Sing es una persona que ha estado con Eiji desde que comenzó la universidad, es su primer amor, el único, ellos planificaron toda una vida juntos, y Sing la dio un poco por sentado. Cuando Eiji estaba mal en lugar de apoyarlo lo ignoraba para evitar alguna ruptura en su rutina/relación, entonces ahora que por fin llego algo que rompe con todo lo que conocía (Ash), bueno estas reacciones están hechas a base de pura desesperación y temor. Cuando se presenta algo nuevo las personas huimos o atacamos, Sing ataca, pero a estas alturas a todo el mundo. Aunque sabe que ya no es lo mismo no lo puede dejar. Y eso es algo sumamente dañino. Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer esta pequeña historia.

¡Cuidense!

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