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Capítulo 13.

¡Hola mis bonitos lectores! Me atrase bien feo con este capítulo porque~ es el que más edición tiene, de hecho lo volví a escribir, o sea son las mismas escenas pero el enfoque que tomó es diferente. Una diferencia que he notado desde que entre al fandom es que comprendó mucho más a los personajes, por ende hay ciertas cosas que se respetan para mí, sin querer. Espero que eso se note acá. Narra Eiji.

¡Espero que les guste!

Aunque esos jades fueron la condena de mi Príncipe Feliz, la locura de mi sombrerero cuerdo y la rosa muerta de mi principito, seguí amándolos con cada pedazo de página perdida que le restó a mi corazón.

El suave bamboleo de los árboles entreverado a una acuarela de verdes en la facultad, la sombra de los alerces, las cosquillas de las hojas contra mi espalda, la fragancia de las flores vanagloriando la juventud. Parecía verano. Los rayos del sol se posaron sobre sus pestañas para convertirlas en oro disuelto, sus párpados se encontraban levemente presionados, su cabeza estaba acomodada en mi regazo mientras sus brazos forjaban un refugio alrededor de mi vientre. Me hallaba sentado en una madriguera de capullos y rocío. Tensión y magia. Silencio fue lo que acompasó su respiración en aquel lejano rincón de la universidad. El corazón me palpitó con una abrumadora calidez, mis mejillas ardieron, su sonrisa me confirió una razón para ser, también me la arrebató. Tras un adorable ronroneo él me entregó esa mirada, el reflejo del alba dentro de sus ojos me quitó el aliento, porque solo a través de estos pude darle un beso sin siquiera tocarlo, eran los puntos suspensivos en el rostro de Ash Lynx. Él me sonrió, yo me derretí. El tiempo se paralizó solo para él, era tan injusto.

Él me gustaba tanto que resultaba cruel.

—¿No deberías estar terminando tu tesis? —Su voz fue electricidad líquida bajo el susurro de los árboles, un pétalo se había enredado en el campo de trigo que era su cabello y las mentiras escritas en su piel—. ¿Qué es lo que estás haciendo acá conmigo, onii-chan? —Él se dejó mimar, el roce fue chispeante y delicado. Lo fue todo.

—Tú me pediste que fuese tu almohada. —Él contuvo una carcajada contra mi suéter, sus palmas se enredaron en mi cintura de manera aniñada, su rostro se hundió en mi vientre. Descarado y magnético. Fiebre corrió desde mi cordura hacia un palpitar muerto.

—Pudiste decirme que no. —Mis movimientos cesaron en la punta de su flequillo, su cuello se hallaba frío—. Pero estás acá. —La mañana era agradable.

—Un americano delicado me chantajeó para venir. —Su respiración me quemó el vientre—. ¿Debo recordártelo? —Tiré de sus mejillas con suavidad, un adorable quejido fue la respuesta que me entregó, sonreí, satisfecho. Él era lindo.

—Acusarte con la víbora no es algo que considero chantaje. —Sus palabras humedecieron mi estampado de Nori Nori, el viento revolvió mi flequillo, me relajé—. Lo único que asusta de él es su terrible personalidad. —El tacto fue reconfortante y natural. Cada lugar donde él acarició se volvió adicto.

—Tú no conoces a Yue como yo lo hago. —Un escalofrío recorrió mi columna vertebral al pronunciar su nombre—. Cuando él quiere da miedo, puede ser bastante intimidante ¿sabes? —Enrojecí al escuchar tan descarada carcajada. Él siempre era así.

—Lo usaré en tu contra más seguido, onii-chan. —Y porque él era así me gustaba—. Pero me alegra que hayas salido a tomar aire, llevabas demasiados días encerrado por la tesis. —Tiempo. Nunca lo tenía. Nunca lo alcanzaba—. Me preocupa tu salud. —Coleccionaba instantes y lloraba por memorias.

—Estoy comiendo bien.

—Hablo de tu salud emocional. —Mentiras vendía y ahora las compraba—. ¿Has pensado en ver a un profesional? —Su agarre fue ligero cerca de mi corazón.

—No.

—¿Por qué? Creo que te haría bien y si te da miedo puedo acompañarte. —No creía valer lo suficiente para recibir ayuda, no me amaba lo suficiente para salvarme. Auxilio.

—Estoy corto de tiempo. —Él me iba a dejar caer—. No te preocupes, estaré mejor cuando acabe con la tesis. —Por eso caí antes de darle la oportunidad, me acomodé contra la hierba y las hojas secas, entrecerré la mirada ante lo sofocante que se profesó la luz bajo la copa de ese árbol.

—¿Ya la vas a presentar? —Él se levantó de mi regazo para caer a mi lado, nuestras yemas se tocaron entre la aspereza del pasto y la fragancia de las flores—. Has trabajado realmente duro en esto, eres admirable. —Las risas de un primer amor se perdieron en la desolación.

—Ibe-san ya aprobó mis avances, no debe faltar mucho. —Me di vueltas para mirarlo, mis pómulos se humedecieron a causa del rocío y la ansiedad—. Gracias por ayudarme con la tesis. —Sus mejillas ardieron con ferocidad—. No lo habría logrado sin ti, tú eres admirable. —Sus labios temblaron, él copió mi posición, quedando frente a mí.

—Solo quería aligerar tu carga, aunque fuese un poco. —El verde de esos ojos fue una puerta hacia el país de las maravillas—. Es duro tener que confrontar al mundo solo, mejor que nadie lo sé.

—Ash... —A veces, él me vislumbraba de esta manera, una tan enamorada que me hacía doler mucho el corazón.

—¿Aún tienes que seguir escribiéndola? —Otras, él parecía aterrorizado por el muro derrumbado entre nosotros dos. Quería saltar los escombros, sin embargo, sabía que acabaría perdiendo mi razón—. ¿O ya puedes descansar? —El viento me removió el alma.

—Todavía me queda un mes para perfeccionarla. —Sus dedos se encogieron junto a las hojas, queriendo alcanzar mi mano, él se crispó, anticipando lo que pasaría—. Ahí debo defenderla frente a todo el comité para poder aprobar. —Él se mordió la boca, vacilante.

—¿Quieres que te acompañe ese día? —Nuestros pasos fueron torpes y ciegos—. Siento que debo estar ahí. —Sonreí, extendiendo mi mano para retirar aquel pétalo de su cabello, la atmósfera se había cubierto por una nostalgia digna de un primer amor.

—Quiero que vayas conmigo. —Él se deslizó sobre el pasto, nuestras rodillas se rozaron, su rostro quedó cerca—. Eres la única persona a quien puedo imaginar allí.

—Tú... —Tan cerca que lo sentí a kilómetros en el Kilimanjaro—. Estás llegando más tarde a los dormitorios. —Fruncí la boca, era mi responsabilidad de pareja satisfacerlo pero se sentía como la mierda—. ¿Cómo van las cosas con Sing? —Quise apartarme, no obstante, ya había caído.

—Las cosas están yendo de maravilla entre nosotros dos. —Él me gustaba tanto que las palabras quedaron como insuficientes y las miradas se redujeron a colillas de cigarrillos—. Él está bastante emocionado con todo esto del matrimonio. —Quise vomitar. Tal vez si me moría se casaría con el cadáver.

—Ustedes hacen una bonita pareja. —Pensé que lloraría, sin embargo, reí—. Me alegro por ti. —El alba carecía de corazón, por eso se quedó con el mío.

¿No era increíble? Aún roto me seguía enamorando.

—Ash. —¿Esto era todo lo que me tenía que decir?—. ¿Realmente crees eso?

—Sí.

Pero él me entregó una expresión absolutamente destrozada cuando musitó aquello, como si estuviese usando hasta la última fibra de su voluntad para no estrecharme entre sus brazos y romper en llanto. ¿Qué cosas tuvo que pasar para entregarme esa clase de mirada? esa que gritaba: «lamento no ser lo suficiente para ti, lo siento por estar tan roto, me gustaría amarte mejor en otra vida». Solo dolió. Estar con él fue recoger los pedazos de un espejo roto descalzo. Fue peligroso e hiriente, tan autodestructivo. Lo entendía, él tampoco parecía estarlo pasando bien. Lo había escuchado tantas veces, cómo lloraba cuando dormía. Hecho una bola, como un niño. Lloraba pidiendo ayuda, a su madre. Yo fingía que no me daba cuenta, me dolía. ¿Qué pesadillas eran las que lo atormentaban tanto? ¿Eran sobre Dino Golzine? ¿O un recuerdo de una infancia que desconocía? Su fría manera de liderar y su increíble fuerza de voluntad, empujarme hacia los brazos de Sing y colocarme bajo la etiqueta de amistad. ¿Era todo para cubrir su alma tan frágil?

Si era así, era muy cruel.

—Él está redecorando el apartamento. —Bajé los brazos y me rendí—. Supongo que debe estar emocionado por la mudanza. —No quería seguir peleando, no me quedaba energía suficiente para seguir respirando, mucho menos para contradecir a Sing. Esto estaba bien, era lo que se esperaba de mí. ¿Qué importaba si era sumamente infeliz con esta decisión? Nunca me escuchaban.

—¿M-Mudanza? —Asentí, vacío—. Pero tú no quieres eso. —Y quise llorar, porque a pesar de todo él me escuchó. A pesar de esa lucha interna él me acunó, aún con el mundo en su contra, aunque yo no estuviese a su lado—. Eiji no estás bien, esto no te hará bien.

—Lo sé. —Su boca dejó que el aliento escapase con la brisa—. Me cuesta entenderte ¿sabes? A veces me das la impresión de que me quieres cerca. —Él apretó mi mano con fuerza, pequeñito. Las hojas crujieron, el pasto cosquilleó—. Pero me sigues diciendo que me case con él e insistes en que somos amigos.

—Él te puede ofrecer cosas que yo no. —No pude enfadarme con esa frialdad, porque al frente mío ya no había un hombre implacable, sino un niño aterrorizado por perder a quien amaba, ese de matita dorada despeinada y ojitos repletos de lágrimas—. ¿Entonces me vas a dejar?

—Es lo normal ¿no? —Ambos nos levantamos del suelo, apoyándonos contra el árbol—. Me voy a casar con él. —Esa sonrisa me quebró el corazón—. Lo más sensato es que vivamos juntos. —Retrocedí para escapar de la realidad, chocando contra el tronco de madera. Él me hirió—. Además terminaré con la tesis en un mes. —Yo lo herí más fuerte—. No tengo razones para quedarme en los dormitorios.

—¿Y yo? —La voz se le quebró—. ¿Qué hay de mí? ¿No soy razón suficiente para quedarte? Aunque no pueda estar al nivel de Sing, yo... —Vivíamos de sueños y esperanzas.

—No lo es. —Pero los sueños se acababan—. Perdón.

—Eiji. —Y no tenía sentido creer en el ayer—. Esto tampoco es fácil para mí. —Me abracé a mí mismo, vulnerable. Él se acercó, sus rodillas quedaron entre las mías, mi espalda contra aquel árbol—. Estoy aterrorizado pero no soy bueno para ti, pronto seré Aslan Jade Golzine. —Él me miró como si yo tuviese todas las respuestas.

—¿Por qué me estás diciendo esto ahora? —Él apretó mi mano—. Me dejaste las cosas claras en la fiesta.

—¿Qué hay de nosotros dos? —Ni siquiera lo pude mirar al escuchar aquello. Mierda. Él era tan cruel que me había empezado a matar.

—Ash... —Mi corazón estaba en el lugar incorrecto—. No hay un nosotros dos. —Pero aun sabiendo eso me había enamorado—. Tú lo dijiste. —Su mirada fue una tonelada sobre mi pecho, tenía un nudo en la garganta, estaba mareado, afiebrado, ido y perdido—. Somos amigos.

—Aun así, pensé que estarías conmigo por siempre. —Sin embargo, derramar tantas lágrimas me dejó seco—. Tú me lo prometiste. —Le acaricié la mejilla. De lince voraz a gatito abandonado. ¿Cuál de las señales era la correcta? ¿Realmente creía que me haría feliz casarme con Sing? ¿O se odiaba al punto de la autodestrucción?

—Pero tú me pediste que me fuera con él. —Le extendí mi paraguas, no obstante, estaba repleto de agujeros—. Tú me dijiste que fuera con Sing. —Ambos nos empapamos en aquella despiadada tormenta. Lluvia eran mis emociones en gris. Insuficiente mi voluntad. Grande su cobardía.

—Pero... —Efímero un te quiero—. Supongo que tienes razón. —Su palma se acomodó encima de mi mejilla—. No te preocupes, no pasa nada. —Su sonrisa fue tan falsa que casi resultó hilarante. Casi. Habían tantos de ellos en nuestra relación.

—¿Seguro estarás bien? —Pídeme que me quede.

—Creo que lo estaré. —Pídeme que me mantenga a tu lado y lo haré.

—¿Seguro que no me tienes nada más que decir? —Recibe mi amor. Mírame—. ¿Ash? —¡Mírame, por favor! Eres el único que puede.

—¿Qué tienes que hacer hoy? —Pero ni siquiera yo mismo me pude socorrer—. Dijiste algo sobre ir a probarte tu traje de novio, ¿no es así? —La decepción fue letal. Una carcajada apagada retumbó entre las grietas de mi alma. Y lo supe. Me apreté el pecho con fuerza, queriendo arrancarme estos sentimientos. Eran punzantes, sofocantes y dolorosos. Eran demasiado.

—Sí. —Yo me había enamorado de él—. Debería ir a la prueba de vestuario, se me acaba el tiempo. —Pero Alicia ya no podía regresar. Él se levantó, sacudiéndose el pantalón, él me extendió una mano.

—Yo te llevo. —¿Cómo acercarme a él sin perder el corazón?—. Vamos. —¿Para qué perderlo si él no lo quería?

—Bien.

Un sombrerero loco que era un huérfano perdido, un principito con las manos tan rotas que no podía tocar espinas, un Príncipe Feliz cuyas gemas fueron reemplazadas por carbón.

Fue cruel.

El ambiente fue incómodo camino a su motocicleta, él no dijo nada, solo me invitó a subirme detrás. Me aferré a su cintura, acomodé mi cabeza contra su espalda, un atronador latido retumbó entre nosotros dos. Ni siquiera el eco del motor o el hervor de la adrenalina logró opacarlo. Tenía humo en la cabeza y cenizas de cigarrillo en lugar de piel. Lo apreté con fuerza, impregnándome de su perfume. La ciudad se redujo a luces de neón en este mosaico de velocidad, llegamos en un santiamén a la tienda.

—Bienvenidos.

Era un local elegante, decenas de trajes y vestidos se encontraban adornando un ostentoso escaparate de cristal, imponentes paredes de mármol relucían bajo un candelabro dorado, las alfombras de terciopelo eran un derroche de lujo. El aroma a perfume le confirió un toque distintivo. ¿Qué diablos hacía yo acá? Una joven me extendió las ropas que la madre de Sing me había elegido. Me cambié. Reí, sin reconocer al sujeto que tenía al frente del espejo. Pero qué extraño lucía todo hoy. Aquel hombre parecía triste, parecía a punto de llorar. Él se quebraría, él tenía una herida donde debería estar su corazón. Salí, la chica me recibió con una sonrisa.

—Le queda muy bien. —Ella aplaudió, analizando con curiosidad el ajuste de las medidas—. Se ve muy guapo en ese color. —El traje era blanco y de dos piezas, encaje e hilos dorados adornaban sus bordes, la tela era ligera y brillante, era tan apretado que se había convertido en mi prisión.

—¿Es necesario venir a otra prueba? —Ella negó, contuve mis tripas bajo la viscosidad de la seda. No había aire.

—No se preocupe, ahora solo quedan los últimos detalles. —Su taconear sobre las baldosas fue agudo, miré alrededor, buscándolo a él, no estaba. La vendedora me sonrió. Mal sabor—. Su novio se está cambiando al lado. —Antes de que pudiese preguntar, una cortina de terciopelo se abrió a mi costado. Perdí aire y vida. Perdí tiempo. Tanto tiempo por él.

—Ash... —El nombrado se encontraba vistiendo el traje negro de Sing, una camisa blanca y una corbata esmeralda le robó la belleza a sus ojos. Él me miró, afligido, él no supo qué excusa usar. La chica fue a atender a otro cliente, dejándonos a solas en aquel lugar.

Tensión.

—No fue mi idea. —El pánico en sus mejillas fue enternecedor—. Ella solo asumió que yo era tu novio, dijo que hacíamos una pareja bonita y.... —Las mangas le quedaban largas, los pantalones no eran de su talle, se le iban a caer. Reí, él se veía gracioso—. No tuve la intención. —Le acaricié el mentón para calmarlo.

—Está bien, Ash. —Fue un roce sincero y tímido, apenas perceptible—. Te creo. —Él volvió a respirar tras escuchar mi respuesta, su palpitar fue ansioso—. Supongo que Sing es un poco más alto que tú. —Sus yemas pendieron contra las mangas de la chaqueta y la basta del pantalón se acribilló contra los zapatos de cuero. Su puchero molesto fue absolutamente encantador, mierda. Lo amaba.

—¿Él no parecía un niño hace un par de años? —Me encogí de hombros, compartiendo una peligrosa mirada.

—Pubertad. —Tomé su palma para doblar las orillas del traje, los botones rechinaron contra mi anillo de compromiso—. Supongo que a ti no te pegó bien. —Contuve con fuerza una carcajada. Su frente se arrugó tanto que se le marcaron las venas. Molestarlo era divertido. Él revolvió mis cabellos, con malicia.

—A ti parece que nunca te llegó la pubertad. —Ahora era mi entrecejo el rígido—. Mides lo mismo que un niño de primaria. —Crucé mis brazos sobre mi pecho, las conversaciones de los demás comensales fueron ajenas. Él era petulante. Altanero. Bruto. Me encantaba.

—Tenemos un par de centímetros de diferencia, no finjas que es tanto. —Sus mejillas se hincharon en una risa contenida—. ¡Son menos de diez centímetros!

—Cada centímetro cuenta para mí, onii-chan. —Él se apartó, extendiendo sus manos en busca de alguna reacción—. ¿Me veo guapo? —¿No era injusto? Sin importar lo mucho que esta persona me hiriese él me seguía gustando. Una decadente sensación burbujeó desde mi pecho hacia mi cabeza. Estar enamorado no debería ser tan destructivo.

—Sí. —Alisé los hombros de su chaqueta, la tela era áspera y gruesa—. Te ves muy guapo. —El aliento le fue arrebatado, escarlata y juventud se posaron sobre sus mofletes, él se acarició el cuello, nervioso.

—No esperaba que dijeses eso. —Lo compartimos todo en esa mirada, sin embargo, no dijimos nada en voz alta—. Te ves realmente lindo. —La desolación empañó el fulgor del alba—. Sing es un hombre afortunado. —Esas palabras fueron realmente crueles—. Mereces a alguien normal, a alguien que te pueda ofrecer el mundo entero, no a un prostituto ni a un asesino. —Fue mucho más cruel vislumbrar la verdad.

—No hables así de ti, Ash. —Pronunciar su nombre fue un martirio—. Sabes que eres mucho más. —Él me sonrió, retrocediendo entre las ropas y los espejos. Entre hipocresía y lamentos.

—Te ves lindo pero te falta algo. —Sus yemas comenzaron a recorrer los diferentes escaparates de la tienda, tenía el cuerpo aletargado y la mente hastiada. Un mohín pendió tras encontrarlo. Suspiré, alejándome.

Esto era una mierda.

—¿Un velo? —Él se acercó con aquella delicada prenda entre las palmas, él la acomodó entre mis cabellos con un broche dorado, el encaje presionó desde mi nariz hasta mis labios. Él me acarició la nuca, destrozado. La estática se fundió en una mirada. Fue difícil vivir en tan agridulce sensación. Él me tomó de los hombros, dándome vueltas hacia el espejo.

—Eiji... —La imagen fue una maldita distorsión—. Lo siento, pensé que podría hacer esto pero no. —Reí, ambos estábamos a punto de llorar. ¿Quién era más masoquista?

—¿Por qué no puedes ser sincero conmigo, Ash? —En la primera página de nuestra historia el futuro lucía tan prometedor. ¿Cómo lo deformamos a semejante crudeza? Temblé, con la indiferencia contra mi espalda y las mentiras sosteniendo mis brazos—. ¿Acaso no confías en mí? —No sabía por qué aún estaba sorprendido, ¿no había sido de esta manera siempre?

—Confío en ti pero somos de mundos diferentes. —Apreté mi chaqueta con fuerza, mis uñas se incrustaron en la tela, la garganta se me cerró en un shock—. No puedo ser tan egoísta para involucrarte, no tienes idea de los tratos que recibo en la universidad. —Me aparté de él, una desalmada opresión me comenzó a quemar—. No perteneces a este mundo de asesinatos y droga.

—Esa debería ser mi elección. —Me rasgué la tráquea, tratando de respirar, pero no pasaba—. ¿Crees que me estás haciendo un favor con esto? —Ya no pasaba nada—. No te entiendo.

—Tu existencia no está para salvarme, no me puedo aferrar a eso. —Carcajeé, ido. Retrocedí, chocando con la cortina del probador y el gélido del espejo—. Mereces a alguien mejor, no te puedo ofrecer algo tan... —Me dolió mucho el corazón verlo tan vulnerable—. Sucio. —Tener que soportar esto.

—Estás siendo injusto contigo mismo. —La chaqueta se me rompió en un puño, tener que ver a quien más amaba sufrir en esta tormenta descolorida, creyendo que no era merecedor ni de afecto ni de un paraguas, creyendo que no era digno de mi amor cuando era quien me hacía tan feliz.

—Quisiera ser bueno para ti. —Apreté con fuerza los pedazos de mi corazón, goteé y desfallecí. Solo goteé, vacío—. Pero no puedo cambiar lo que soy.

—¿No ves lo mucho que esto nos lastima? —Él me alimentaba con fábulas envenenadas. Y aun así. Mi respiración fue pesada, me atoré con mi propia saliva. Él me gustaba. Mis ojos se habían empañado en una sensación tan caliente que parecía ser vidrio quebrado. No estaba latiendo, no estaba respirando, no estaba pensado—. Quiero que seas tú.

—También quiero ser yo.

—¿Entonces? —Temblé cuando él me tocó.

—Eiji... —Mi nombre fue un maldito gancho en el estómago—. Esto es lo mejor.

—Tú no te quieres ni un poco, Ash. —Aquel puño sobre mi pecho dejó marca, él se acercó hecho pedazos—. Aun si solo me quisieras como un amigo. —Yo estaba agonizando en aquella habitación, le extendí mi palma—. Esto es demasiado cruel con nosotros dos. —Él solo se quedó parado al frente mío, devastado.

—¿Cambiaría algo si yo te dijera que te amo? —La piel se me erizó al escuchar aquella pregunta, parpadeé, sus movimientos fueron suaves, casi temerosos—. Solo te expondría. —Él llegó a mí, sus yemas se deslizaron debajo de mis ojos, limpiando la pena para dejar algo peor—. La gente tiene razón, soy peligroso. —Él me había herido tantas veces, ¿para qué llevar la cuenta?

—Eso nunca me importó. —Sus emociones eran una maraña de engaños—. Lo sabes. —Él no pudo disimular la tristeza que se posó dentro de sus ojos. Él bajó el velo, solo se quedó ahí. Viéndome llorar.

—Lo siento. —La peor parte de nosotros dos—. Él es un hombre mucho mejor que yo.

Era que no había.

Sus palmas se deslizaron por los bordes de mi mentón, él me acercó, depositando un pequeño beso sobre el velo, encima de mis labios. Mis manos trepidaron a causa de la impotencia. Y me pareció irónico que aún tan destruido me preocupase su bienestar. Me pareció hipócrita que vanagloriase tanto su ventura cuando me había dejado tanto de lado.

Dolió.

Esto me rompió el corazón.

¿Qué tan fuerte abusaron de él para que pensase así?

¿Qué tanto me odiaba a mí mismo para seguir aquí?

No dijimos nada durante el resto de la tarde. Tan solo nos cambiamos de ropa para regresar a la facultad. Envolví su cintura, el viento me intoxicó en la autopista junto a la reminiscencia de la gasolina, los faroles se fundieron con el retumbar del pavimento. Fue atronador e irreal. Las mariposas de un primer amor agonizaron dentro de mi vientre, eran frágiles y pequeñas. Fueron todo pero las perdí. Lo abracé con fuerza, me hundí en el dorso de su chaqueta. Suspiré, si el pasado comenzó aquí. ¿Por qué lo estaba buscando en todas partes? Fue triste. Él se aferró a mi muñeca cuando llegamos a la universidad, su mirada fue pura congoja, su respiración violenta y agitada, él estaba temblando. Tiritando estábamos los dos. Él se mordió la boca, vacilante, antes de hablar.

—Eiji... —Él pronunció mi nombre como si fuese especial, como si esas cuatro letras lo fuesen todo para él—. ¿Puedes esperar a que se acabe mi reunión con la pandilla? —Cuando no eran nada. Tensé mis brazos contra mi vientre, forjando un muro entre nosotros dos. Había una pértiga rota a mis pies. Los sueños se vendían y el amor se compraba.

—¿Para qué? —Los colores de la tarde acariciaron su espalda, la brisa fue helada—. Creí que me lo habías dicho todo. —Los murmullos alrededor de la facultad sutiles.

—Necesitamos aclarar algunas cosas. —Él no me soltó—. Por favor. —Él solo se quedó ahí parado, viéndome caer.

—No necesitamos aclarar nada. —Él solo me dejó ir con otro hombre bajo el as de la cobardía. Él solo me buscaba cuando me quería. Él solo nos dejaba hechos pedazos. Él solo...Respiré. El paisaje no tenía oxígeno—. Tengo que ir a terminar la tesis. —Ya no más.

—Por favor, Eiji. —No quería escuchar mi nombre ser pronunciado por ese tono. No quería esa triste mirada. No necesitaba más excusas ni mentiras.

—Ibe-san no me va a esperar más tiempo, debo ponerme a trabajar. —No lo necesitaba.

—Pero... —No necesitaba nada de esto—. Tengo miedo de que huyas si te dejo ir. —Reí, desolado. ¿Quién estaba huyendo entre nosotros dos? Suspiré, conteniendo con fuerza el llanto.

¿No era increíble? Mis pedazos aún lo anhelaban.

—Bien, te esperaré un rato. —Una pequeña sonrisa de satisfacción fue la causante de miles de latidos, ¿no era tonto?

—Entonces espérame afuera del bar. —Aunque él me había herido aun me parecía hermoso. Ash me arrastró hacia la cantina.

¿No era increíble? El amor nos convertía en ciegos y tontos.

Nuestras palmas se entrelazaron bajo las risas de los estudiantes y el viento de la juventud, él me llevó hacia la entrada de Fish Bone. Apenas nuestras manos se soltaron, aflicción fue todo lo que él me obsequió. Sonreí, asegurándole que me mantendría en cualquier lugar, tras un suspiro nervioso él desapareció. Me apoyé en una barandilla afuera del local, la madera crujió cuando mis codos se dejaron caer, presioné los párpados, permitiendo que la nostalgia de un amanecer olvidado revolviese mi flequillo. Esto no debería ser de esta manera. Abrí los ojos, enfocándome en el mecer de la hierba y las risas dentro del bar. De gustar a querer. De querer a amar. De amar a odiar. De odiar a mentir. Sin embargo, él seguía siendo mi héroe. Me apreté con fuerza el pecho, aquel anillo fue una destructiva cadena. Era una maldición. Me encontraba mareado, perdido y dolido, no obstante, ya sabía qué hacer. No lo iba a negar más. Estaba cansado.

Ya no amaba más a Sing Soo-Ling.

Y estaba enamorado de Ash Lynx.

Pero qué caprichoso había sido mi corazón.

Quería empezar a cambiar, no podía ser por otra persona, tenía que ser para mí.

—Pareces bastante pensativo. —Me sobresalté al escuchar esa voz, mis codos se resbalaron del barandal para que él me sostuviese evitando mi caída.

—Shorter. —El nombrado contuvo una risa ante mi reacción, la vergüenza me cosquilleó los mofletes—. ¿No deberías estar en la reunión? —Él bufó, apoyando sus brazos sobre la baranda, su cabello no se movió bajo la brisa, aún podía oler el fijador.

—Me sacaron del bar. —Él se rascó la nuca, nervioso—. Dijeron que distraía demasiado a Yue. —Ahora quien contenía una carcajada era yo. Lindos—. Y como él nos patrocina es más importante que yo. —Me apoyé contra la rejilla, me enfoqué en la puerta de la cantina.

—Ustedes hacen una bonita pareja. —Fue lo que musité, me abracé a mí mismo, apoyando el peso de mi cuerpo sobre mis talones, las tablas de la entrada crujieron—. Aunque Yue es bastante terco con sus cosas, deja que tú lo saques de su zona de confort. —Una sonrisa se grabó bajo el foco de Fish Bone, un ligero ambiente rodeó el lugar. Encantador.

—Él es quien me anima a hacer cosas que nunca había hecho. —Sus mejillas se tiñeron por un intenso sonrojo. Esa clase de mirada—. Él es especial. —Bien la conocía. Mis dedos se deslizaron entre mis brazos, apreté mi suéter con fuerza. Rasposo y pesado.

—Ustedes... —Nuestras miradas se encontraron ante la tensión de la atmósfera—. ¿Realmente son solo amigos? —Él estrujó su estómago, tratando de contener una grosera carcajada. Todo el rostro me ardió, tensé el entrecejo. Él se abanicó la cara, tratando de recuperar la respiración. Contuve la indignación.

—Llevamos meses siendo novios. —La perplejidad me enmudeció—. Cuando él se me acercó en la fiesta de bienvenida no pude dejarlo ir. —Mis latidos fueron estridentes bajo esa confesión, me deslicé sobre la rejilla—. Él me pidió ser su pareja a la semana de habernos conocido. —Su mirada fue un escalofrío bajo aquellos lentes de sol.

—¿Por qué no nos lo dijeron? ¡Pensamos que eran amigos! —Shorter se llevó el dedo índice contra su boca en un ademán de silencio.

—Yue quiere seguir molestando a Ash con eso, no te enfades con él por no decirte. —Rodé los ojos, frotándome el entrecejo, debí esperarlo de mi mejor amigo. Gritos y risas se escucharon dentro del bar.

—¿Crees que se estén matando por la atención? —Shorter apoyó su cadera al lado de la mía, un ameno suspiro se perdió en la brisa.

—No lo sé. —Él me abrazó por los hombros—. Pero le apuesto a mi bebé si eso pasa. —Fue reconfortante. La tarde cayó en la universidad, el aroma a cerveza y cigarrillos se deslizó hacia las afueras del bar, aquel anillo se convirtió en una reminiscencia tortuosa, su amor me despojó de todo—. Eiji... —El todo parecía estar sobrevalorado.

—¿Sí? —Su mohín fue dulce. Fue más de lo que entendí.

—Por favor tenle paciencia a Ash. —Aunque él me sonrió al pedirme aquello, la aflicción hizo temblar su voz—. Él nunca ha tenido una relación con nadie ni ha mostrado interés por las demás personas. —Él se acarició la nuca, complicado—. Él ha tenido una vida de mierda, ¿sabes? Se siente quebrado, no cree ser digno de cariño.

—Esa no es excusa para portarse como un idiota.

—Lo sé. —Él se frotó el ceño, agobiado—. No lo estoy tratando de justificar, solo... —Mi mente era una bruma de oscuridad—. Debe ser difícil para él. —Su amor era destructivo y sofocante—. Debe ser aterrador amar a otra persona por primera vez, y que esa persona se encuentre comprometida. —Dimos vueltas pero volvimos al inicio. Caímos y nos arrastramos.

—Lo sé. —Nos arrastramos pero nos volvimos a levantar.

—Aunque él no parezca ese tipo de persona, él se compara bastante con Sing. —Él en su traje de novio, él con un beso robado—. Supongo que por eso se está portando como estúpido. —Él con esa mirada de animal herido subiendo hacia el Kilimanjaro. Él había subido demasiado alto. Él se iba a congelar. Él ya no podría regresar.

—Shorter. —No obstante, quien no regresaría sería yo—. Voy a terminar con Sing. —Pronunciar aquello fue un peso menos. El aire volvió a pasar por mi cordura, mis latidos volvieron a retumbar entre mi cabeza y mi pecho, mis pedazos cobraron color y vida. Yo lo miré, su expresión fue un poema.

—¿Por mi culpa? —Negué, conteniendo una risa ante tan tonto pensamiento—. ¿Por Ash? —Volví a negar. La universidad se vio tan diferente aquella tarde. Pero qué curioso. El señor tiempo me parecía estar esperando.

—Por mí y por Sing. —Me había vuelto a reconocer—. No es justo para ninguno que me case con él cuando estoy enamorado de Ash. —El rostro de Shorter se llenó de perplejidad y vergüenza, los lentes se le cayeron al piso al igual que la mandíbula.

—¿Enamorado? —Me encogí de hombros, ¿no era increíble?

—Me prometí ser sincero. —Aun cuando él había roto mi corazón—. Así que comenzaré con esto.

Lo amaba con cada uno de esos pedazos. 

Es obvio que Ash tiene las tremendas inseguridades y trabas que lo frenan, Eiji tambien, mientras no hablen con claridad esas cosas seguiran chocando. No sé trata de quién es el bueno o el malo de la película porque comprender así a las personas suena un tanto burdo, se trata de comunicación ya y estos tipos finalmente avanzan. Fuese la manera correcta o no, Eiji por fin llego al punto de inflexión donde tomo una desición por su propio bienestar. El siguiente capítulo se prende con el encuentro entre Ash y Sing, eso sí. Muchas gracias por leer.

¡Espero les haya gustado!

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