Capítulo 12.
¡Hola mis bonitos lectores! Me morí una semana en absolutamente todos los fics para participar en la dínamica de Chayanne, perdón, pero me dio tanta satisfacción finalmente haber terminado algo a tiempo y bien, no sé, ayer cuando subí el capítulo andaba muerta de miedo por la reacción y fue una recepción tan bonita que puedo vivir de nuevo. Fuera del lloriqueo, retomamos semanalmente a este fic, muchas gracias por leer.
¡Espero que les guste!
Eiji Okumura y yo éramos tres puntos suspensivos en esta historia...
Él me hacía pensar que podía ser mejor, antes de que me cayese él ya me estaba sosteniendo con esos delgados brazos para incitarme a volar, prometiéndome que aunque el mundo entero estuviese en mi contra, él siempre estaría a mi lado. Siempre, ¿eh? Él me hacía fuerte y débil con una sonrisa, me hacía sentir extraño, tanto que no comprendía lo que mis propias emociones se hallaban gritando, tanto que no podía hacer otra cosa más que temblar frente a la profundidad de esos maravillosos ojos. Dios, sus ojos. Eran rasgados, oscuros e increíblemente grandes, en ellos vislumbraba la infinidad de mi cielo para sucumbir en la chispa del averno. Lo único que sabía era la clase de hombre en quién me anhelaba convertir y el destino que quería escribir a su lado. Pero no. Los amigos no pensaban de esa manera. Suspiré, frotándome el entrecejo con fuerza, dejé que mi nuca colgara contra el respaldo de la silla, frente al escritorio y su computador. Permití que mi corazón fuese robado por él y ahora era tarde.
—Adivina quién soy. —Su voz me acarició la oreja, húmeda y caliente, me erizó la piel, sonreí—. No es tan difícil. —¿Difícil? Claro que no lo era, aquel aroma a girasoles, noches en Cape Cod, abrazos incondicionales y lluvia de estrellas me resultaba inconfundible.
—¿Me darás un premio si adivino, onii-chan?
—Pruébame. —Me apreté el pecho, intentando arrancar los latidos en mi interior. Enamorarse fue inevitable desde el inicio.
—¿Shorter? —Contuve una carcajada ante el puchero que él me obsequió. ¿Existía algo más lindo que Eiji con los labios fruncidos, las mejillas infladas y el ceño tenso? Apostaría mí misma existencia a que no. Me relajé en la silla, él era tan adorable. Lo pensaría mil veces más.
—¿Cómo me pudiste confundir con él? —Él se sentó encima de mi cama, el colchón se hundió. Quedamos uno al frente del otro, sus rodillas chocaron entre las mías, sus manos pendieron sobre su regazo—. No tengo la voz tan grave. —Una bolsa de plástico me fue extendida.
—Quizás él te está contagiando la estupidez y por eso los confundí. —Una pastilla blanca y una botella de agua pendían en su interior, parpadeé, confundido. La noche era silenciosa, la soledad era peligrosa cuando se compartía de a dos—. ¿Por qué? —Él se acarició la nuca, nervioso.
—Dijiste que te dolía la cabeza con esto de ir a la reunión de Dino Golzine, así que corrí a la farmacia. —Un estridente palpitar me erizó hasta la punta de la nariz, traté de esconder una tonta sonrisa en vano. Lindo.
—Así que abandonaste tu tesis a la mitad para ir a la farmacia a comprarme esto. —Él se encogió de hombros. Moví la silla más cerca de él, sus muslos entre los míos, nuestros pies jugueteando sobre una vieja alfombra—. Te has puesto bastante rebelde, onii-chan. —Dentro de esos ojos lo supe todo. Empapado por el fulgor de esas obsidianas perjuré ser mucho mejor.
—Supongo que eso te convierte en mi prioridad. —Quise serlo. Mi palma se deslizó sobre su regazo, él no me apartó. Una descorazonada sonrisa fue su respuesta—. Así que no seas terco y tómatela. —Abrí el empaque de la píldora para tragármela con un sorbo de agua. Mi mandíbula se deformó. Amargo y repugnante. Solían obligarme a tomar de estas para que el sexo doliese menos dopado.
—¿Feliz? —Abrí la boca para que no quedasen dudas entre nosotros dos. La luz del cuarto era tenue, el ambiente era suave y agradable.
—Lo estoy. —Nosotros una mentira. Nuestros dedos se entrelazaron sobre el bamboleo del colchón.
—Eiji... —La cordura se me enredó al pensamiento. Necesitaba mantenerme firme sobre mi escenario, yo era una fachada—. No tienes que venir conmigo. —Este sería mi gran debut—. Puede ser peligroso. —No obstante, qué difícil era recordar aquellos diálogos cuando lo amaba tanto.
—Ya me has dicho eso. —Él iba gastando el amor de los hombres como si fuesen cigarrillos. Removí un mechón detrás de su oreja, era suavecito y porfiado, se curvó como un girasol para apuntar hacia el sol, su sol—. ¿Cómo te sientes con todo esto?
—Bien. —Perdí la respiración cuando él acunó mis palmas, tenía una atronadora sensación atrapada en la garganta. No, él no era mío.
—Puedes ser sincero conmigo ¿sabes? —La fiebre me escurrió—. Te conozco, puedo ver que te sientes mal con esto.
—Tienes razón. —Me rendí—. No quiero ir a esa reunión. —Él me conocía con una transparencia sublime, como si pudiese ver a través de mí, comprendiese la infinita mierda que cargaba y aun así...—. Tengo miedo de ir y convertirme en su hijo.
—Ash... —Repasé aquel anillo con los bordes de mis yemas, ¡no! Él no era para mí. Él se deslizó entre las grietas de mi alma, a través de mis espinas a pesar de la profunda miseria.
—Prefiero suicidarme antes de llamarme Aslan Golzine. —Él contempló más allá de mi carne y mis huesos. Los hombres me miraban como si fuese un mero objeto, les gustaba mi apariencia y ya—. Tengo miedo.
—Tener miedo está bien. —Él me atesoró como si fuese valioso, él me hizo sentir de esa manera. Fue cruel profesarme tan amado—. Sé que no entiendo del todo tu situación con ese hombre. —La boca se me secó, la fiebre me escurrió, apreté mis párpados con tanto coraje que quedé ciego—. Pero sí comprendo una cosa mejor que nadie. —Él se iría con Sing Soo-Ling.
—Es mejor que no lo sepas. —Él se iría con su prometido y esto quedaría en nada.
—Entiendo bien lo que es tener miedo de perderte a ti mismo. —¿No era injusto? Él me hacía miserable con esa clase de mirada—. Lo comprendo mejor de lo que crees. —Él me hacía creer que podíamos superarlo todo antes de recordar que había un tercero en la escena. Le extendía mi mano y él me daba un adiós, y yo. Era débil, era tan frágil ante él. Porque lo amaba él me rompía.
—No es lo mismo. —Y porque él me estaba empezando a amar, él me hería aún más—. Ni siquiera te imaginas la punta del iceberg de lo que oculta Dino Golzine. —Su atención pendió hacia el agarre entre nuestras manos.
—Tal vez no sea lo mismo. —Él se inclinó, tan cerca que fue difícil sostener una actuación—. Pero cuando estés en ese lugar y te pares frente a una gigantesca multitud. —Él acunó mi mentón, caliente y eléctrico—. Quiero que me mires. —Un estridente palpitar retumbó bajo la complicidad de la noche.
—Eiji...
—Quiero que me mires y veas los ojos con los que yo te estoy mirando. —No podía permitirme soñar con que fuésemos almas gemelas. Él nunca podría tener esa clase de sentimientos hacia mí.
—¿Qué ojos se supone que son esos? —Porque si él me llegaba a ilusionar de verdad.
—Unos que ven a una persona hermosa. —No me podría recuperar jamás—. Unos que te conocen perfectamente. —Quise huir, sin embargo—. Aslan Jade Callenreese. —Me acerqué a él, me deslicé entre su piel y me impregné de su aroma. Amarlo me estaba matando.
—Usar mi verdadero nombre es trampa. —Él carcajeó entre dientes, mi cabeza cayó encima de su regazo, sus palmas se enredaron a mis cabellos, con una suavidad propia de un primer amor y una delicadeza digna de un amante. Quería ser bueno. Bueno para él.
—Es tu culpa por habérmelo dicho en primer lugar. —Si hubiese sabido la cantidad de problemas y sufrimiento que me iba a traer este chico.
—Supongo que lo es. —Lo habría encontrado mucho antes. Un par de vidas atrás.
—Ash... —Acomodé mi mejilla contra sus muslos para mirarlo, sus dedos retiraron mi flequillo, no me pude apartar ni un solo centímetro de él. ¿Cómo viví tanto tiempo sin mi oxígeno?—. Yo siempre estaré a tu lado, ¿está bien? —Rodeé su cintura con fuerza, me hundí en él, deseando que este instante jamás se terminase.
—Gracias. —Podrían haber pasado miles de años y yo estaría bien mientras fuese con él, así, de esta manera era perfecto.
—Ya deberíamos irnos, vi al conductor abajo cuando regresé de la farmacia. —Podríamos ser algo perfecto. Podríamos ser la más grandiosa historia de amor.
—Bien.
¿Por qué diablos existía Sing Soo-Ling?
Al frente de los dormitorios se había estacionado un lujoso vehículo, los vidrios se hallaban polarizados, los asientos eran de terciopelo, el conductor no me dirigió palabra alguna al momento de ingresar. Mis dedos se mantuvieron entrelazados a los de Eiji, mi cabeza sobre su hombro, mi vida en esas frágiles manos. Pude acariciar lo violenta que se tornó su respiración al costado de la ventanilla, no me aparté. Me deleité con ese destructivo palpitar mientras la noche caía en Nueva York. No dijimos nada. No lo haríamos. No éramos más que tres puntos suspensivos. El movimiento fue relajante y su calidez una farsa. En un parpadeo llegamos a la casa de Dino Golzine. Una multitud con rostros de catálogo y diálogos de televisión se encontraba en aquel lugar. Trajes de diseñador, reflectores de fotografías, vinos caros, risas falsas, ornamentos con grabados, alfombras de pieles y perfumes de millón. Reí con monotonía. Era demasiada preparación para un maldito funeral. Él sostuvo mis ansias en esa pesadilla, él me ayudó a respirar. Entre una extravagante y ostentosa sala de estar, debajo de un candelabro.
Él me atrapó.
—Ash. —Dino Golzine me extendió sus brazos para acunarme entre ellos, presioné los párpados, inerte. Muerto—. Me preocupé cuando el conductor me avisó que no bajabas de tu dormitorio. —Tras esas palabras se ocultó una amenaza.
—Lo lamento. —Esto era todo. Esto era yo.
—Veo que trajiste a alguien. —Su atención pendió desde Eiji hacia aquel tímido e inocente agarre de manos—. ¿Es tu novio? —Quise aplaudirle, aquella preocupación falsa fue digna de un padre. Antes de que mi adoración pudiese responder.
—Es mi amigo. —La estupidez lo hizo primero—. Es solo un amigo. —No quise mirar la clase de expresión que él esbozó.
—¿Amigos? —Ya lo sabía. Él tomó la mano del japonés para presionarle un beso sobre el anillo, no pude hacer más que temblar de arrebato. Necesitaba mantenerlo lejos de mí, yo era peligroso—. Dino Golzine a su servicio. —Una cínica sonrisa me fue entregada—. El padre de Ash. —Contuve una arcada, la bilis me quemó.
—Eiji Okumura.
—Gracias por cuidar tanto de mi hijo. —Temblé cuando él me abrazó por la cintura, las miradas de los demás se clavaron sobre mi escenario. Me sentía mal—. ¿Él lo ha estado haciendo bien en la universidad? Cuando quiso vivir solo pensé que era una locura, él no puede hacer nada sin mí. —Tan mal que quería llorar. Me profesé sucio, él me estaba tocando, su palma serpenteó hacia mi cadera, sus uñas tintinearon contra los bolsillos de mi traje, ya basta.
—Él siempre lo hace bien. —Eiji me apartó con un ágil abrazo encima de mis hombros—. De hecho él es quien cuida de mí. —¿No era injusto? No le dije nada pero él ya lo sabía todo—. Él es una persona increíble. —Me dejé acunar por su calidez. Podríamos ser la historia de amor más hermosa jamás contada si él me lo permitía. Vi los fragmentos de mi pecho caerse al frente de él. Este amor.
—Lo entiendo. —Esta clase de amor. La mandíbula me crujió, los dientes se me congelaron. Dolía—. ¿Por qué no vas a tomar un trago mientras lo presento a la sociedad? —El moreno vaciló, su mano tembló entre la mía, su mirada me buscó. Antes de que lo pudiese comprender mi corazón ya lo sabía.
—Estaré bien, Eiji. —Entonces él se apartó. La sonrisa de ese pederasta fue un maldito escalofrío, traté de respirar, no obstante, la peste era insoportable en aquel lugar. No pude tragar. No pude pensar. No pude. Solo. Yo no...
—Así que tienes un novio. —Su tono fue burlón, su camisa se arrugó contra su barriga cuando cruzó los brazos, los botones se romperían—. No entiendo cómo permitiste que te domara un conejo, no te he dado permiso para echarte a perder. —La música era un grito y el aire brea podrida.
—Él no es mi novio. —Él me golpeó la espalda, empujándome hacia el centro de la sala. Pisé los pedazos de mi propio corazón al arrastrarme por la oscuridad, los quebré para que ya no se pudiesen arreglar.
—Está bien si tienes a alguien con quien divertirte por mientras. —Los murmullos fueron sofocantes, la frente me hirvió, su palma se volvió a acomodar sobre mi cintura. Asqueroso—. Pero hay algo que no debes olvidar. —Quise apartarme, no obstante, no era más que esto—. Yo fui el que te sacó de la calle, recuérdalo bien. —Esto era lo de siempre, estaba bien.
—¿Sacarme de la calle para torturarme? —Estaba acostumbrado. Temblé, los ojos me ardieron.
—Te quiero, sweetheart. —Él presionó un beso contra mi mejilla y me manoseó desde la cintura hasta la cadera. Probablemente Sing jamás tendría que pasar por esto. Él era mucho mejor para mi sol. No se hallaba sucio y tenía un futuro resplandor, él era una margarita, yo una jodida rosa.
—¿Por qué nos duplicaste los pedidos? —Traté de mantener la cabeza fría—. No podemos abarcar tanto banana fish, somos una pandilla pequeña. —Pero la sensación de ser tocado sexualmente me revolvió las tripas. Me dejé arrastrar entre baldosas de marfil y vino caro, si me follaba hasta morir no importaba.
—Para asegurarme de que no me traiciones. —Él me dejó debajo del candelabro, él tomó una copa de champaña de la mesa del costado—. Han habido rumores acerca de que tu grupo se busca emancipar de mi mafia. —La sangre se me descompuso—. No creas que te lo dejaré tan fácil.
—¿Cuándo me la dejas fácil?
—Ahora que nos haremos familia oficialmente serás mi pertenencia. —Estaba de pie. Vivo. Mierda.
—No escuches todo lo que Marvin dice. —Él golpeó la copa con uno de sus anillos, el eco llamó la atención.
—Entonces, sé inteligente con tus cartas y aprende tu lugar. —Cientos de cámaras se posaron sobre nosotros dos. Flash, antes me daban miedo, me remontaban a ese sótano donde él abusó de mí hasta que sangre escurrió por mis muslos. Pero ya no tenía tiempo para llorar por ese niño perdido.
—¡Silencio, Papa Dino va a hablar! —Así que me paré y me dejé atrapar por ese flash.
—Mis distinguidos invitados. —Él me abrazó por los hombros, me jaló para que no fuese más que un trapo—. Hoy los he llamado para anunciarles algo importante. —La copa retumbó contra sus dientes —. Hoy es el día donde Ash Lynx se convertirá en mi heredero de manera oficial. —Miré hacia el podio, un contrato con un lápiz me esperaban. Contuve una arcada al escuchar aquello.
—Esto no fue lo que acordamos. —La presión que él ejerció sobre mis retazos me silenció.
—Hoy finalmente nos convertiremos en una familia, un vínculo que nadie podrá romper. —La cabeza me martilló, el estómago se me pudrió, mi alma fue vendida. ¿Por qué nadie llegó? Nunca lo hacían. No pude leer las letras plasmadas en el contrato, estaba tan drogado de muerte que ni siquiera respiré—. ¿Qué esperas? Firma el documento, no me hagas quedar mal. —Él lo rompió.
—Pero... —Convertirme en su hijo, en Aslan Golzine. ¿Querría que lo llamase papá mientras me violentaba? Me apreté con terror el entrecejo. Completamente pálido y perdido. Medio muerto.
—Solo firma. —¿Medio vivo? Alcé la mirada, encontrándolo entre la multitud, su rostro se había visto bañado por el dolor. Lo miré a los ojos. Eran profundos, ingenuos, dulces, soñadores, eran tanto. Esos ojos que se habían convertido en mi todo.
—Yo... —Esos ojos que me contemplaban como si fuese el ser humano más valioso del universo cuando era carne usada. ¿No era humillante? Él se estaba deleitando con este carnaval de lástima. Él ya no me vislumbraría de esa misma manera luego de firmar. Sería un monstruo, sería basura, ¡Oh! Pero ya lo era. Bajé el mentón, ido. ¿Estaba llorando?
—Firma, Ash. —Sería...Apreté mi boca con fuerza, la bilis me escurrió por la nariz, tosí, moribundo.
—Él no se ve bien, monsieur. —Y entre todas las personas que me juzgaron—. ¿Su hijo está enfermo? ¿Está tratando de llamar la atención?
—¡Ash! —Él me encontró.
—No te preocupes muchacho, él está bien. —Él se paró al frente mío en un mundo que me había dado la espalda. Él fue mi voz cuando me amordazaron.
—No puede hacerlo firmar cuando su estado mental se encuentra obviamente mal. —Él sostuvo con fuerza mi mano. Los murmullos de los periodistas fueron sofocantes. Flash. Flash. Flash. Ábreme las piernas cariño, te verás más bonito—. Sino quiere generar rumores innecesarios le sugiero que aplace este encuentro. —Rosas ensangrentadas a mis pies.
—¿Te atreves a amenazarme? —La multitud de reporteros se impacientó.
—Tómelo como quiera, pero no permitiré que le dé un ataque de pánico solo porque quiere hacerlo firmar. —Sus puños se tensaron alrededor del podio.
—Lleva a mi hijo a tomar aire.
Y donde nadie más creyó en mí, donde nadie más creería, él lo hizo. Una y otra vez, él lo hizo, y yo...Me apreté el pecho, tratando de respirar, los pensamientos me hirvieron en la cabeza y el ácido chorreó por mi tráquea. Aquella delicada caricia se profesó como una infinidad de agujas incrustándome la piel, en esa dulce mirada vislumbré a los fragmentos de mi corazón ser pisados por él. Temblé. Perdí el aliento. Me dejé consumir por esos ojos cafés. No entendí las repentinas ganas que tuve de llorar, solo fui consciente de una decadente opresión cuyo dolor no pude comparar a nada real. Era tan doloroso ser correspondido. Podríamos ser la historia de amor más bonita. Subestimé mis propias emociones por él. Mientras actuase estaría bien. Mientras fuésemos amigos. Amigos. Amigos. ¿Amigos? ¡Ja! Me toqué el rostro, lo tenía húmedo. Hipócrita.
—¿Estás bien? —De alguna manera él se las arregló para llevarme hacia el ventanal, las luces fueron asfixiantes, la música ajena, las risas con Dino Golzine. Flash—. ¿Ash? —Sus manos se deslizaron sobre mis hombros, tirité. ¿Tocaría a Sing de esta manera?
—Lo estoy. —¿Lo miraría a él con esa clase de preocupación?—. Gracias por sacarme de ahí. —¿Esa sonrisa era mía?
—Aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre me quedaré a tu lado. —Me derrumbé. Me aferré con fuerza a su camisa, su esmoquin era simple pero bonito, le sentaba a la perfección el blanco. Hundí mi nariz contra su cuello, sosteniendo su espalda con temor, apreté los párpados con violencia, impregnándome de él—. Te lo dije ¿no? —Por favor no me ames—. ¿Te sientes muy mal? —No me ames jamás.
—Solo déjame estar así un poco más. —Porque no lo soportaré.
—Debió ser difícil para ti. —Él trazó círculos en mis heridas con una gentileza destructiva, estas caricias eran tan diferentes a las de Dino Golzine, me hicieron profesarme seguro y amado—. Estás a salvo. —No, nunca lo estaría porque no lo tenía a él.
—Solo aplazamos el problema, tarde o temprano él me hará firmar. —Este hombre era mi otra mitad. Sin él no me profesaba completo—. No solucionamos nada. —Este terco japonés era la persona más maravillosa que había conocido. Y él debería ser mi alma gemela, yo quería ser la suya.
—Lo solucionaremos. —Pero no lo éramos—. No te preocupes. —Y eso me rompía tanto el corazón—. Estoy para ti, Ash. —El estómago me burbujeó con una agridulce sensación. La electricidad chispeó en el aire, las voces de los periodistas fueron lejanas, las botellas de vino ya se habían acabado. Él era mi paz.
—¿Tú me protegerás? —Me aparté de él, tratando de aligerar la tensión—. ¿Un descuidado japonés? —Él me sonrió, dejando que su espalda se apoyase contra el ventanal, su cabello fue tinta derramada en la acuarela nocturna.
—Yo. —Nuestras manos se mantuvieron unidas—. Un descuidado japonés que te quiere mucho más de lo que te imaginas, Aslan Jade Callenreese. —En el reflejo del ventanal pude vislumbrar la clase de hombre que era a su lado.
—A veces dices cosas cursis, onii-chan. —Si en esta clase de persona me convertía cuando estaba con Eiji Okumura, debería permanecer siempre a su lado—. No le queda a esa imagen tan simple que tienes. —Dios, ese implacable puchero. De mejillas regordetas, trompita estirada y cejas arqueadas.
—Pues perdón por no parecer una estrella de cine como cierto americano delicado. —Él se cruzó los brazos sobre el vientre, indignado. Me acerqué, él no pudo retroceder al tener una pared a sus espaldas, tampoco trató de hacerlo.
—Disculpa aceptada. —Acomodé un mechón contra su sonrojo, las puntas se volvieron a crispar hacia afuera como si yo fuese su sol—. Siendo justos, si te quisiera molestar de verdad hablaría de tus nulas habilidades en la cocina. —Lo que me pareció ridículo si este chico estaba compuesto de puro resplandor.
—La pandilla adora el natto. —Él apretó los párpados y me sacó la lengua—. El único que tiene mal gusto eres tú.
—Es verdad si me gustas tú. —Reímos nerviosos. Algo cambió en el ambiente tras esa confesión—. Ya sabes. —No quería decirlo—. Como un amigo. —Pero era lo correcto, de repente quise llorar—. De todas maneras. ¿Por qué sigues yendo a ver a la pandilla? Conoces los rumores. —Algo se quebró.
—Porque estoy probando algo nuevo. —Él me obsequió una expresión absolutamente doliente, una que debí entender y consolar—. Estoy tratando de ser sincero conmigo mismo por primera vez. —Pero no lo hice. Sus manos se deslizaron entre las mías, él se apartó de la pared para inclinarse en la punta de sus pies, nuestras narices cosquillearon.
—¿Cómo te está funcionando? —El corazón se me acribilló en la garganta. Parpadeé, las estrellas se posaron en esos ojos, eran oscuros, suaves e impresionantemente irreales.
—Aún no lo sé. —Él se enredó alrededor de mi cuello—. Pero estoy cansado de pretender las cosas, Ash. —Mi nombre retumbó hasta mi alma al ser pronunciado por él—. Puedes rechazarme o quererme como un amigo, nadie tiene el deber de aceptar a otra persona, pero... —Él me atrapó—. Pero si lo vas a hacer no quiero que sea una mentira.
—Eiji...
Ni siquiera tuvo que intentarlo para destrozarme. Bastó que me mostrase la incondicionalidad en un prólogo repleto de gasolina y discusiones, para que cambiase mi vida con un salto inquebrantable hacia la libertad. Este chico era especial, daría lo que fuese para que nuestro amor floreciera, quebraría mi alma entera con tal de ser su mitad. Sí, quería ser de él y que él fuese mío. Pero más allá de eso, anhelaba verlo feliz y ya. Eso no ocurriría a mi lado, por mucho que lo amase, un prostituto jamás podría ofrecerle lo mismo que su prometido, todavía temblaba con las cámaras, yo no era nada. Sin embargo, él me sostuvo como si yo lo significase todo para él.
—¿Qué hay de Sing? —Como si esta tragedia quemada en el destino fuese irrelevante.
—Sing no es quien hace latir mi corazón de esta manera. —Me permití ilusionarme con esa confesión—. Ese solo eres tú. —¿Alguien tan inmundo merecía su cariño?
¿Podríamos ser más que tres puntos suspensivos?
—Creo que tomaste mucho esta noche. —Pero no. Era cobarde y si él me aceptaba ya no me podría recuperar. Él estaba mejor con Sing Soo-Ling. Ellos se amaban.
—No he tomado nada.
Él me amaba a mí.
Mierda.
—¡El lince de Nueva York! —La voz de Arthur fue un maldito escalofrío, un grotesco espasmo me golpeó cuando él acomodó su brazo encima de mis hombros, el ambiente falleció—. Samurai boy. —Una maliciosa sonrisa se dibujó sobre la boca del pandillero. Me apreté el estómago, tenía un muy mal presentimiento atorado en el tiempo. Lo peor de mis presentimientos.
—¿Qué es lo que quieres? —Era que nunca se equivocaban.
—Les he traído un regalo. —Entre los periodistas, la tortura de los flashes y la reminiscencia del tabaco, él apareció—. No tienen que agradecérmelo. —La muerte se abrió camino en una marcha nupcial.
—Sing... —Él lucía tan despechado, sus ojos se encontraban rojos, su mandíbula tiesa, su cuerpo era un manojo tembloroso caminando hacia la traición. Él tomó la muñeca del japonés para apartarlo de mi lado con un bruto tirón.
—Dijiste que estabas ocupado esta noche y por eso no podías cenar con mi familia. —Él trató de mantener la compostura, no obstante, su rostro parecía hirviendo y su voz trepidando.
—Esto era lo que tenía que hacer. —No quise entender la expresión del moreno. Me dolería—. Tú dijiste que no querías saber a dónde iría. —Ambos tenían un reluciente anillo de compromiso en el dedo anular. Contuve las náuseas—. Me estás lastimando. —Una gélida mirada me fue entregada. No pude respirar en esa tensión. En esa mirada él me lo gritó.
—Nos vamos. —Eiji no era mi alma gemela.
—¡Pero...! —Porque Eiji Okumura le pertenecía a Sing Soo-Ling.
—Ahora. —Y yo no podía hacer nada.
Él se lo llevó.
—Vaya. —Me hallaba mareado, no podía respirar bien, no me pasaba el aire—. El amante del samurai boy es posesivo.
Exploté.
Tomé a Arthur de la camisa para estrellarlo contra el ventanal, mis dedos se hundieron en el algodón, me concebí despechado, ¡ja! ¿Despechado de qué? Él no era nadie para mí. Amigos, ¡sí!, ¡los mejores amigos! Las tripas me hirvieron en una putrefacta mezcolanza, la sangre me pesó, la cabeza me martilló, la mirada me estaba ardiendo, estaba llorando, las lágrimas no se detenían, goteaban y goteaban. Porque lo amaba y sin él...No tenía corazón. No tenía pedazos. Llamamos la atención en aquella fiesta. Una mierda me importó.
—¿Por qué lo trajiste? —No pude disimular la ira en mi voz, me profesé afiebrado, había empezado a destilar. El ventanal crujió a sus espaldas, los murmullos comenzaron.
—Ese chico es una distracción para que hagas tu trabajo. —Mis uñas se incrustaron hasta dejar cicatrices, Dino Golzine me ordenó algo que no entendí. Flash, flash, flash, sonríe para el pajarito—. Sino puedes mantenerte a la altura de tu cargo, renuncia. —La cólera me hizo temblar.
—¿Qué tiene que ver Eiji en todo esto? —Arthur rodó los ojos, él me empujó. Yo era un caos, no entendía nada. No sabía lo que estaba sintiendo. Era destructivo, corrosivo, doloroso y despiadado.
—Estás enamorado de ese chico, por eso estás dejando a la pandilla de lado. —Parpadeé, perplejo, abrí la boca sin poder decir más. Yo...Me toqué el pecho con torpeza. Ya lo sabía, sin embargo, escucharlo de otra persona fue un balde de agua fría.
—Él y yo somos amigos.
—¿Solo son eso? —Mis puños se contrajeron en la impotencia, Dino Golzine trató de calmar a la hambrienta multitud—. Entonces, deja que se vaya con Sing y olvídate del asunto.
Miré hacia la salida de la casa, no había nadie. Él se estaba yendo, ¡sí! Él se lo estaba llevando. Él besaría esos labios que con tantas lindas palabras me sedujeron, él tocaría aquel cuerpo en donde yo encontraba la prosperidad, él rompería un corazón que nunca debió llegar hasta mis manos, él acariciaría sus cabellos en la noche, él sería lo primero que Eiji vería en las mañanas, él...
Él...
—Me he empezado a enamorar de ti, Ash.
No.
Solo no.
—Jódete, Arthur. —Fue lo que le grité antes de ir por él.
Corrí hasta que los pasos me crujieron contra la mandíbula, mis zapatos resonaron encima de los adoquines, la brisa fue una burla, el pecho se me secó, el cielo careció de estrellas, la reminiscencia del tabaco fue letal, fue una noche como esta cuando lo conocí. El silencio en el estacionamiento se quebrantó por una pelea, Eiji estaba tirando de su muñeca con fuerza, la frustración en el rostro de su pareja resultó dolorosa. Me paré al frente de ellos dos. Sing lo soltó, sus brazos se extendieron con un gesto de impotencia en tan tórrida tensión, había un atronador latido en esta nada. Nada. Amigos. No. Yo no. ¡Los mejores!
—¿Crees que esto es divertido para mí? También estoy cansado de esto, así que seré claro. —Las palabras del chino fueron imponentes y cortantes—. Sí veo lo mal que lo estás pasando. —Su mano vaciló en el aire antes de tomar la de mi adoración, esa que era pequeñita y se hallaba herida por tanta pértiga, esa que yo amaba besar para borrar la tristeza, esa que era mi mundo entero—. Te estoy tratando de apoyar a mi manera.
—Pero Sing... —Esa que anhelaba sostener durante el resto de mi vida—. Ni siquiera me estás escuchando. —El nombrado me miró.
—Crees estar enamorado de ese pandillero, lo entiendo. —A mi corazón lo quemó un insufrible escalofrío, las piernas me temblaron, el aliento lo perdí, mi alma estaba a la mitad—. Pero siempre que te caes necesitas que alguien recoja tus pedazos por ti. —Quise hablar, no obstante, no pude, me apreté el pecho sin que hubiese nada. Nada de nada.
—Eso no es verdad, no necesito que alguien me recoja.
—¿No? —Esa burla lo hizo vacilar—. ¿Quieres que te recuerde todas las veces que te tuve que armar? —Eiji bajó el mentón, humillado.
—No. —En medio de la oscuridad, Sing me apuntó. Retrocedí, aterrado.
—¿Crees que él puede hacerlo? —Una carcajada sin gracia fue lo que escupió—. Puede que nosotros ya no estemos enamorados pero tenemos algo mucho más fuerte que eso. —Mi cabeza era un lío—. Yo te puedo recoger todas las veces que te rompas, no me importa hacerlo. —La mano del más alto buscó la de Eiji, él la tomó.
—Sing... —El nombrado le regaló una amarga sonrisa. En esa mirada comprendí lo mucho que lo amaba.
—Dime, Ash. —Los flashes se posaron sobre mi escenario, se abrió el telón, escuché los aplausos. Amarlo era doloroso, era insoportable, era algo de lo que quería huir. No era mío porque no lo merecía. ¿Qué podría ofrecerle yo?—. ¿Estás enamorado de mi novio? —Arrojaron rosas muertas a mis pies—. ¿Puedes hacerte cargo de él y recoger sus pedazos cuando se rompa? ¿Puedes amarlo siendo un homicida?
En la mirada de Eiji Okumura supe que él me valoraba por el hombre que era y por quien aún no podía ser.
En esa clase de expresión comprendí lo que yo significaba para él.
—Somos amigos. —Y porque entendí eso no pude aceptarlo—. No tengo otro interés. —Sing esbozó una sonrisa altiva.
—Ash... —Los labios del moreno tiritaron, él presionó los párpados con fuerza, limpiándose la tristeza con la manga de su camisa de manera violenta. Él abrió la boca sin encontrar las palabras correctas, él negó, pequeño y decepcionado, tan despechado.
—Soy todo lo que te queda. —Y Sing se lo llevó.
Eiji y yo éramos tres puntos suspensivos en esta historia...
Y yo fui quien borró dos y escribió el final.
Se acercan los capítulos más intensos en este fic y eso me tiene muy emocionada, aunque hay una idea puntual que quiero incluir y estoy viendo todavía cómo hacerlo sin perder coherencia, ay, me siento con mucho hype luego de terminar ese proyecto de ayer, perdón. Muchas gracias por leer.
¡Cuidense!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro