Capítulo 10.
¡Hola mis bonitos lectores! Tiempo sin pasar por este fic, siento que sospechosamente he sido constante con las actualizaciones, veamos cúanto dura. Muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
¿Qué podía hacer cuando mis veleros de papel se quemaban?
La casa era una oda para la magnanimidad, las personas se encontraban enfundadas en disfraces más fino que la seda y más brillantes que el oro, la orquesta era un poemario de suavidad, el dulzor de la champaña se hallaba opacado por la reminiscencia de unos cigarrillos olvidados. Una ligera brisa invernal removió las cortinas para quebrantar la magia, los tacones retumbaron contra las baldosas, los abrazos eran fríos y las palabras ajenas. El amor estaba en oferta y mi corazón se profesaba en una agonía eterna. ¿Dónde había quedado mi país de las maravillas?
—¡Nos vamos a casar! —Alguien había entrelazado mi mano con la suya para alzarla, cientos de ovaciones se hicieron presentes en el cuarto. Aplausos y felicitaciones. Mentiras e hipocresía. Un intenso reflector apuntó hacia mi escenario, las rosas marchitas se amontonaron a mis pies.
—¡Felicitaciones! —Mis entrañas se redujeron a un revoltijo putrefacto, el sudor me quemó la frente, las piernas me fallaron, me tuve que sostener del hombre que se hallaba a mi lado—. Me siento muy orgullosa de ustedes dos. —Ah...
Sing Soo-Ling.
—Gracias madre. —Parpadeé mil veces, retrocedí cientos de pasos, contuve una arcada. Mierda. Esto era real—. Tu aprobación significa mucho para nosotros dos. —Esta era la fiesta para anunciar nuestro compromiso.
—Hacen una pareja encantadora, Ei-chan es realmente adorable. —Tensé la mandíbula hasta saborear la decepción, fue espesa y asquerosa. Estaba moribundo.
—Gracias, nosotros nos planeamos casar apenas Eiji termine la tesis. —¡Alto! Perdí el aire tratando de incorporarme al ambiente, la tensión fue insoportable, me estaba hundiendo. La madre de mi novio era una mujer de belleza sublime, ella me tomó las palmas, con suavidad.
—Sé que cuidarás bien de mi hijo. —La multitud volvió a vitorear, Sing me apretó el hombro con brusquedad. Presión—. Serán muy felices juntos. —Me rasgué el pecho pero ya no tenía latidos, mantenerme despierto era un martirio. Mierda, esto era real.
—Claro que lo seremos, llevamos años juntos. —Miré a mi pareja, confundido, ido—. ¿No es así, amor? —¿Quién era Eiji Okumura esta noche? No recordaba que fuese así de vacío.
—¿Cuándo acordamos una fecha para el matrimonio? —Los murmullos fueron malintencionados, ese comprensivo mohín se vio aplacado por la angustia, él frunció los labios—. No lo recuerdo. —Su agarre se tornó aún más bruto. Dolió, pero así se debía sentir el amor ¿no? Me froté el entrecejo, estaba caliente y húmedo. La música era un caos, ya no tenía gasolina.
—Cuando acordamos mudarnos juntos, amor. —Esas bonitas palabras tuvieron sabor a mentiras—. En mi departamento. —Lo eran.
—Pero... —La mirada de su madre me congeló—. No lo recuerdo, no me siento listo para esto. —Él me cubrió la boca con suavidad. Los reclamos se me atoraron como espinas en la tráquea, él hizo presión.
—Luego de tu tesis comenzaremos una vida juntos. —¡Oh! Pero ni siquiera podía avanzar en esa jodida tesis. No era capaz. Me estaba asfixiando, tenía la sangre repleta de escarcha, moriría congelado—. Pensé que lo teníamos solucionado. —No era yo mismo esta noche, no sabía quién era. Estaba tiritando.
—Creo que deberíamos discutirlo más. —Él me revolvió los cabellos, aunque nuestras miradas se entrelazaron bajo el tenue bamboleo de los violines y la sinestesia de luces, él no me estaba mirando—. Esta es una decisión importante, no puedes tomarla tú solo. —No, él nunca lo hacía. Mi novio ya no me veía. Contuve una arcada.
—Luego, no tiene tanta importancia. —Sing rodeó a su madre por la cintura, él lucía guapo en aquella camisa blanca, él se veía pulcro y correcto. Reí, esto no era más que una maldita farsa. Pero él me amaba, ¡sí! Claro que lo hacía. Estaba trepidando por la impotencia.
—Claro. —Traté de hablar, sin embargo—. Luego. —No había tenido voz desde el inicio.
Me tuve que afirmar de una de las paredes de la mansión para prevenir un desmayo, los mareos me impidieron reconocer al triste muchacho frente a mí, su color era cadavérico, sus mejillas eran una masacre anémica, sus ojeras eran noches sin estrellas y sus labios grietas desérticas, aunque la atmósfera era alegre y la música dulce, él parecía a punto de llorar. Él se llevó una mano hacia el pecho, impresionaba tan ido. Era yo mismo mirándome en el ventanal. Carcajeé, pero qué extraño era todo hoy. No parecía ser verdad ni quería que lo fuera. Pero debía ser comprensivo, la familia de mi novio era casi tan exigente como la de Yut-Lung Lee. No podía fallarle, me había llegado la factura de su amor y era momento de pagar la cuenta. Me apreté la camisa, me estaba comenzando a hiperventilar, moriría, esperaba que lo hiciera.
—¿Por qué esa expresión tan patética? —La voz de Lao me erizó cada una de las vértebras. Despiadada y sofocante—. Luces feo así, que desperdicio. —Él se apoyó a mi lado, su traje se encontraba desaliñado y manchado, su cabello era mantenido por una gruesa capa de fijador. Nunca me agradó.
—Estoy algo nervioso por el compromiso. —Él estaba sosteniendo un cigarrillo entre los dedos, era de la misma marca que le gustaba a Ash—. Esto es nuevo. —Él le dio una profunda calada antes de soltar una grotesca capa de humo, arrugué la nariz.
—Deberías sentirte así. —Pero este aroma no era el mismo que tanto me encantaba—. Sing se ve muy ilusionado contigo, no quiero que le rompas el corazón. —Este era repugnante. Traté de abanicarme, sin embargo, era muy tarde. Ya apestaba a tabaco.
—Lo sé. —La culpa tenía sabor a errores desmemoriados—. Él siempre ha tenido la idea de contraer matrimonio con quien ama. —El cigarro regresó a su boca, él presionó los párpados, dejando que su peso fuese sostenido por aquella pared. Las personas conversaban de manera amena en una danza de vitalidad, la canción era vibrante, la atmósfera era verano. Esta era una fiesta en el país de las maravillas.
—Mi hermano es un buen hombre. —Él dejó caer el cigarrillo para aplastarlo contra unos viejos zapatos de cuero—. Puede ser impulsivo, pero él te ama. —Mi corazón se profesó perdido. Lo busqué entre las baldosas del salón, no obstante, solo encontré mis trozos repartidos por el piso. Él los estaba aplastando en un lento vals.
—Lo sé. —Su amor fue tan helado que me congeló—. Sé que lo hace. —Medio vivo.
—Eiji... —Medio muerto—. Sé que las relaciones no son fáciles de llevar, menos con ese mocoso. —El fulgor que chispeó en sus pupilas fue amargamente compasivo, el aire fue una bruma de tabaco entreverado con mentiras—. Pero tú lo haces feliz. —Culpa—. Hacen una bonita pareja. —Su mirada me hizo retroceder, contuve un jadeo tras pisar un pequeño fragmento de mi propio corazón.
—¿Por qué de repente estás tan interesado en nuestra relación? Nunca antes te importó.
—He escuchado rumores. —Esto era agotador. Simplemente quería dormir para ya no despertar—. Unos muy malos.
—¿Qué clase de rumores? —A veces me derrumbaba—. No creo estarte entendiendo. —Otras lo necesitaba a él. Sin embargo, no lo tenía permitido, éramos amigos.
—De que te has convertido en el amante del lince. —El corazón me martilló con ferocidad, mi mente se ahogó en esos ojos verdes, me fascinaban, eran más solitarios que una mañana en Izumo pero tan hermosos como una joya bajo el alba. Lo necesitaba—. ¿Es verdad? —Ash Lynx me gustaba tanto que había vuelto a ser feliz con cosas pequeñas y estúpidas, él me hacía querer saltar más alto que nadie.
Él me hizo pensar que era capaz de recuperar mis alas.
—No lo es. —Oh, pero no podía.
—Bien. —Bajé el mentón, los tacones fueron más estridentes que los violines—. Sé que eres un chico inteligente, no quería tener que recordarte lo que esa escoria me hizo. —Él estiró sus piernas bajo el foco de mi atención—. Esa clase de basura no tiene consciencia. —La mandíbula me crujió, no debería defender a un hombre como el lince de Nueva York.
—Él es una buena persona. —No obstante, lo hice. Porque me era imposible describir la frustración que me golpeaba cuando lo rebajaban a un mero problema—. No vuelvas a decir esas cosas de él al frente mío. —Él era hermoso por la belleza que desprendía su alma. Estaba herido, mucho más herido que yo. Quería protegerlo.
—¿Por qué te importa tanto? —¿De qué? Probablemente del destino, ese que intentaba alejarlo, llevándolo a la deriva, cada vez más lejos de mí—. Los rumores son verdad.
—Porque somos amigos. —Aquella palabra me terminó de destrozar. Amigos...Me abracé a mí mismo, el chico del ventanal me devolvió una mueca descorazonada. Tiempo. Fui tan descuidado con él.
—No seas ingenuo, Eiji. —La agresión escurrió desde su lengua hasta mi nombre—. Aunque sea el hijo de Dino Golzine, él no se ganó el puesto por su ingenio. —Él carcajeó, la sangre me hirvió y los músculos me pesaron—. Él usó otra clase de habilidades para seducir al viejo. —Ira, impotencia y cólera.
—¿Qué significa eso? —Rencor—. Anda, dímelo directamente si te atreves. —Su sonrisa fue altiva. La furia me erupcionó hasta destrozarme las venas, estaba hastiado de que hablasen así de él. ¿Con qué derecho? Ni siquiera lo conocían.
—¿No lo sabes? —La malicia lo oscureció bajo las luces del salón, él se inclinó, su aliento chocó contra mi oreja—. Él le anda abriendo las piernas al mejor postor. —No tuve tiempo para procesar sus palabras. Lo último que supe fue que estaba agarrando a Lao del cuello con una rabia que no sabía que era capaz de sentir. Destructiva y violenta.
—No quiero protagonizar una escena porque eso haría sentir mal a Sing. —Mi respiración estaba caliente, el aire era eléctrico, él lució ansioso ante semejante cercanía. Pude saborear el tabaco en una letárgica risa—. Pero armaré un gran escándalo frente a tu familia si vuelves a hablar mal de Ash Lynx. —Lo solté, estrellándolo contra la pared.
—No deberías defender a otro hombre sobre tu marido. —El alma me lloró ante la reminiscencia de esos jades, quería verlo, lo anhelaba tanto—. Eso se ve mal. —Él me gustaba.
—Y tú no deberías causarle tantos problemas a tu cuñado. —Pero no. Esta historia se terminaría acá. Con un anillo y una fiesta, con un lamento y un acepto.
—¿De qué están hablando? —Mi novio me abrazó por los hombros, me sobresalté a causa de la sorpresa—. Están demasiado arrinconados, es una fiesta. —Su mano se entrelazó a la mía, ya no parecían encajar. El roce entre nuestros anillos fue un alarido insoportable. Esto no era normal, no quería que mi propio novio me tocase, me dio asco.
—Solo le estaba contando a Ei-chan cómo me iba en rehabilitación. —Bastó la presencia de su hermano menor para que Lao se convirtiese en otra persona, más dócil y dulce, tan gentil. Bajé la barbilla, el cigarrillo había dejado marca sobre las baldosas, la atmósfera era amena y las personas una farsa.
—Sing... —Apreté su palma con fuerza. Su amor era una opresiva sombra—. ¿Podemos hablar? —Me estaba ahogando en las tinieblas sin que nadie me pudiese escuchar—. Por favor. —Él suspiró antes de acariciarse el entrecejo.
—Podemos. —No quería dar un paso más—. Vamos a otro lado. —Todo lo que me esperaba era arrepentimiento y dolor. Ya lo sabía.
—Gracias. —Pero di cientos de ellos con él, miles más.
¿Qué podía hacer si los canarios sucumbían?
El cuarto de Sing Soo-Ling era una amalgama para el primer amor, habían varias consolas de videojuegos entremezcladas con libros en imponentes estantes de caoba, una pequeña cama mullida glorificaba donde nos solíamos amar, una pared se hallaba recubierta con nuestras fotografías para vanagloriar la nostalgia. El invierno se coló por la ventana junto a la oscuridad, el aire era extraño, había un triste chico del otro lado del ventanal, no parecía un ser humano. Oh, seguía siendo yo. Permití que él me guiase hacia el centro, me dejé caer encima del colchón, las piernas me estaban tiritando, la angustia me escurría hasta las mejillas. Quería vomitar, desmayarme y llorar al mismo tiempo. Pero acá estaba, de regreso al inicio. Alcé el mentón, él me delineó con un cariño que me rompió. La manera en que esos grandes ojos me contemplaban no mentía. Debía ser funcional, tenía que recomponerme rápido.
—Sing... —Él era mi pareja—. Yo creo que nos estamos adelantando con lo del matrimonio. —Él era un buen novio, él era todo lo que tenía—. Estoy confundido. —Y yo ni siquiera era la mitad de quien solía ser, no me sentía bien, que por favor me pusiesen un alto, me estaba destruyendo. Las manos me temblaron cuando él las tomó.
—¿De qué estás hablando? —Aunque su voz escapó ligera, no existió carisma en esa sombría expresión—. Ya hemos pasado por esto, pensé que lo teníamos solucionado. —Me hundí en la cama como un barquito de papel, estaba muy cansado para sostenerme. Tenía los ojos hinchados y la garganta cerrada.
—Nunca hablaste nada de eso conmigo. —Su mirada fue despechada, vacía—. Solo decidiste que viviríamos juntos por tu cuenta. —Nuestros dedos se entrelazaron entre las frazadas—. No puedo. —La tensión fue sofocante, el cuarto se había llenado de escarcha—. Lo siento.
—Eiji... —Mi nombre no fue más que cuatro letras sin sentido—. Yo entiendo que estés asustado, pero... —Él se llevó aquel agarre hacia su pecho, sus latidos eran estridentes e intensos. Él me había quitado los míos—. Esta es la vida que planeamos juntos desde que comenzamos a salir. —Presioné los párpados, sumiso y resignado, permitiendo que él deslizase un delicado velo de miseria sobre mi alma. Gris y melancólico. Sin vida y sin rostro. Reí, era verdad. No...
¿Qué era verdad?
—Sing. —Tenía las manos atadas—. Yo no me puedo casar contigo. —Él me escuchaba todas las noches llorar, sin embargo, nunca hacía nada—. Me gusta Ash, no puedo contraer una responsabilidad tan grande estando así de confundido. —Quería que el destino cambiara, deseaba tratar. Jadeé ¡yo no era una persona!, estaba perdido y desbordado, ni siquiera sabía dónde estaban mis pedazos.
—Mi amor. —Maldición ¡Estaba tratando!—. Te lo dije. —Él me acomodó un mechón detrás de la oreja, fue dulce y suave—. No me importa lo que hagas con ese hombre. —Mi mandíbula se deformó, los ojos me ardieron, el corazón me pesó, pero no lo tenía. Lo busqué y lo busqué sin encontrarlo—. Puedes hacer lo que quieras con él.
—¿Estás escuchándome? —Lo tomé de los hombros para sacudirlo—. ¡Me gusta otro hombre! —Mis uñas se incrustaron en su camisa. Él era mi primer amor, con él me iba a casar—. No puedes ser tan indiferente con eso. —Él era bueno, él era mi pareja—. Ash es... —Sus palmas presionaron con fuerza mi boca, impidiéndome decir más.
—No quiero saberlo. —Su respiración se tornó errática, sus dientes rechinaron, la presión fue sofocante contra mis labios—. Puedes jugar todo lo que quieras con ese sujeto. —Sus ojos fueron fríos, tanto que moriría congelado—. Pero eso se acaba cuando nos casemos, no mantendrás más contacto con él luego de la tesis. —Temblé, las memorias dolían y el amor se acababa.
—Sing. —Él presionó sus dedos hasta llenarme la boca con estos.
Me estaba ahogando.
—Debes estar colapsado. —Él no pudo sostener una mirada tras pronunciar aquello—. Úsalo como quieras para liberar tu estrés, de todas formas eso no es amor. —¿Amor? ¿Y esto lo era? Lo empujé, tosiendo de manera compulsiva, sus yemas se encontraban empapadas y rojas, las había mordido. El silencio en la habitación fue fúnebre.
—¿Qué sabes tú sobre mis sentimientos por él? ¡Ash es...! —No obstante, él me volvió a silenciar. Lo apreté con fuerza, grité en silencio pero él no me dejó. ¡Él nunca me escuchaba! En esto se había convertido nuestra relación.
—Te puedo volver a enamorar. —Él no me miró—. Todas las parejas pasan por un proceso difícil, este es el nuestro. —Tenía el corazón en el lugar equivocado, la vida se me estaba esfumando. Tic tac—. No te preocupes, las cosas cambiarán cuando nos mudemos juntos. —Él se llevó mis nudillos hacia su boca, el tacto fue una sentencia de muerte—. Apenas termines tu tesis. —Lo aparté otra vez.
—Sing, mírame. —Le acuné las mejillas para que no pudiese desviar su atención, lo apreté destrozado—. ¿Me veo bien para ti? ¿Me veo lo suficientemente compuesto para llevar un matrimonio? —Había un demacrado chico atrapado dentro de esas pupilas desteñidas, él se veía cansado, agotado, no parecía vivo.
—Yo... —Tampoco estaba muerto—. Lo arreglaremos juntos. —Solo se hallaba varado.
—¡Mírame! —Estaba tan quebrado, ya no era más Eiji Okumura. Me aferré a los bordes de su camisa, mis manos se estaban moviendo en un doloroso rigor mortis, mis labios estaban tan resecos que habían perdido el color, mi cabeza era una erupción afiebrada—. ¡Mira el desastre que soy! —¿Qué sentido tenía? Todo dolía y no entendía nada—. No me siento bien Sing, por favor. —Ash Lynx, él era lo único que no me hería—. Necesito tiempo. —El maldito tiempo que nunca alcanzaba, llevaba 23 años existiendo en una carrera.
—Lo entiendo. —Pero la carrera jamás terminaba y mis piernas ya no funcionaban. Me había caído—. Debes estar muy estresado. —Él se levantó de la cama, estático—. Pero eso es algo que no te puedo dar. —Tenía una pértiga rota a los pies. Me había perdido.
—Sing, necesitamos pensar esto. —Me agaché para recoger los fragmentos debajo de sus zapatos—. No podemos ser tan impulsivos. —No obstante, no quedaba nada. No quedaba nada de mí. Ni un pequeño pedazo.
—Ya te lo dije, necesito que hagas esto por mí. —Le extendí una de mis manos esperando que él me ayudase—. Así como yo te apoyé en tus caídas, tú harás lo mismo por mí. —Él no la recibió—. Una relación es dar y recibir, pero tú solo has tomado de mí. —Ni siquiera pude sostener un pensamiento coherente bajo tan gélida mirada. Su alma estaba helada.
—Y-Yo... —Contuve una arcada, no podía ver bien—. No debería ser así.
—Pero así funciona el mundo real. —Él me dio la espalda—. Es hora de pagar la cuenta.
Me sostuve la frente, mi cabello se había empapado de sudor, mi estómago era un revoltijo de putrefacción, me traté de levantar, sin embargo, no pude sentir nada. Las rodillas me fallaron, terminé contra el piso de la habitación. Me mordí la boca, yo no era más que una masa temblorosa clamando por piedad. Había olvidado quién era, qué quería y para qué vivía. Esa sensación de confusión...Me llevé la mano hacia el pecho, estaba tiritando, perdido. Presioné los párpados con fuerza, permitiendo que la lluvia me destrozase aún más. Un desgarrador sollozo brotó de lo más profundo de mi garganta, me convertí en un ovillo con mis rodillas, gritando contra ellas para que el sonido no se escuchase, las cuerdas vocales se me rasgaron, el dolor escurrió, el pantalón se me mojó por la saliva, solo lloré hasta que no pude más. Pero esto era lo correcto ¿no? Porque mi novio me amaba y yo tenía una deuda a pagar. Sí, así funcionaban las relaciones, era dar y recibir, sufrir y recomponerse, casarse para ser feliz. Arrojé mi nuca hacia atrás, mirando al chico muerto en el ventanal. Él ni siquiera poseía voz, su novio no lo escuchaba. Carecía de rostro, Sing ya no lo contemplaba. No pretendía voluntad, era solo un estropajo sobre el suelo. Él no era quién anhelaba ser, sin embargo, acá estaba.
Tan agotado que no podía ni recoger mis pedazos.
Tan quebrado que los canarios fallecían.
Yo había dejado de ser suficiente para mí mismo.
—Eiji... —Parpadeé, confundido. Levanté la cabeza, me profesé enfermo, la puerta del dormitorio había sido abierta—. ¿Pero qué te ha pasado? —Yue fue un dulzor reconfortante en semejante oscuridad, me dejé acunar por tan melifluas palabras. Él se agachó a mi lado, él acunó mis mejillas con una suavidad atronadora para disimular la ansiedad.
Eiji Okumura había dejado de ser suficiente y ya no me sabía arreglar.
¿Vivir siempre fue tan pesado?
—¿Soy un mal novio por no querer casarme con él? —Aquella pregunta se deslizó en un temeroso tartamudeo, él me limpió la tristeza con las yemas—. ¿Soy una horrible persona porque me gusta alguien más? —Su calidez fue agradable. Tenía una intensa opresión dentro del pecho, me quemaba, me lastimaba. Quería detenerla.
—Cariño... —Pero no podía, ¡no podía hacer nada! Era un inútil pero realmente lo intentaba. Él me abrazó con ternura, sus manos recorrieron con gentileza mi espalda, me estremecí ante tan cuidadoso tacto, me aferré con fuerza, dejando que el resto del desconsuelo escurriera—. No puedes controlar a quién quiere tu corazón. —Tenía el resuello trémulo y la mente en un caos. Me sentía en el inicio.
—Quiero resolver las cosas con Sing, pero ni siquiera me escucha. —No obstante, él me amaba, él era mi novio, él era mi prometido, él era el nombre escrito al otro lado de mi anillo—. Él ya no me escucha. —Él...
—Luego lo enfrentaremos juntos, ¿sí? —Aquella bonita camisa de seda se había empapado de congoja y decepción—. Sing me llamó porque estaba preocupado por ti y no sabía cómo volver a entrar. —Carcajeé. Pero qué fácil.
—La puerta está ahí mismo, pudo volver a hablar conmigo si así lo hubiese querido. —Sin embargo, yo tenía una deuda de pagar. Eso era el amor. En esto se había convertido.
—Los dos necesitan tener la cabeza fría para charlar. —Él me separó, su cabello se deslizó detrás de su hombro, aquella densa capa de preocupación se mantuvo omnipotente—. Sabía que esta fiesta era una mala idea, apenas me dijiste que Lao vendría de visita lo sospeché. —La atmósfera se coloreó de electricidad, el cuarto estaba congelado.
—Yue... —Él me miró—. ¿Puedes sacarme de acá? —Él se limitó a asentir antes de ayudarme a ponerme de pie.
Yut-Lung Lee me guio hacia la puerta trasera, mi novio no se despidió, tampoco quise que lo hiciera. Una desbaratada camioneta se encontraba estacionada en el callejón de atrás, la pintura lucía rasgada y el parachoques abollado, Shorter nos saludó desde el asiento del conductor. Reí, Yue era un hombre prejuicioso en torno a las apariencias, por vergüenza él se había negado a salir con su último pretendiente al no tener un buen modelo de carro, suspiré, consintiendo que él me acunase entre los forros de terciopelo. Esos pequeños detalles no le parecían importar cuando se trataba del encanto Wong. Ellos estaban vistiendo un conjunto de pareja. ¿Cómo se sentiría estar así de enamorado? Presioné los párpados, dejándome arrastrar hacia mi país de las maravillas. El camino fue tranquilo y silencioso, las fundas eran mullidas y la atmósfera agradable gracias a semejante sentido del humor. Ellos eran buenas personas, las mejores. En un parpadeo estuve de regreso en la facultad. La noche era helada, las calles sigilosas, los faroles emitían una tenue capa de luz.
Había un triste chico en la ventana.
Me arrastré hacia el dormitorio, cuando abrí la puerta aquellos ojos verdes fueron lo único que pude encontrar, su sonrisa cesó apenas vislumbró mi semblante, él corrió hacia la puerta, lo abracé con fuerza, con todo el peso del mundo sobre mis hombros y unas piernas ya cansadas de tanto escapar. Pude sentir sus latidos a través de mi pecho y mi alma fundirse con la suya. Me impregné de su perfume, de la reminiscencia de los cigarrillos y el sabor a café.
—¿Qué fue lo que pasó? —Su aroma a tabaco era dulce, él me estaba sosteniendo por la cintura, me hundí en él.
—Me gustas. —Aunque me estaba cayendo a pedazos tenía una sola certeza que proclamar—. Me gustas tanto que duele, Ash. —Él tembló cuando musité aquello, sin embargo, no retrocedió. Él me sostuvo con nervio, su mentón se acomodó encima mi cabeza, vacilante. Tan agridulce.
—Los amigos no se deben tratar de esta manera. —Fue amarga la realidad que él dejó escapar—. Los amigos no se dicen esa clase de cosas. —La habitación estaba oscura, la noche era profunda, habían un par de libros pendiendo en su cama y un eclipse en mi corazón. No tenía las piezas.
—Lo sé. —Aunque no las tenía se las entregué—. No creo que podamos seguir siendo amigos. —Cada una de ellas se las obsequié. Levanté el mentón, un espasmo recorrió cada una de mis venas bajo esa mirada. Cautivadora e implacable, tan Ash Lynx.
—Eiji... —Él me acarició las mejillas, mis párpados se profesaban hinchados, mi cordura era un caos.
—¿Sí? —Él me tomó de la muñeca antes de acomodarnos encima de la cama, la tensión era delicada, yo un despojo de humanidad.
—¿Me quieres contar acerca de la fiesta? —Estábamos sentados uno al frente del otro en un colchón demasiado pequeño para los engaños, pero demasiado grande para el amor. A centímetros de distancia—. No te ves bien pero no te quiero presionar.
—¿Qué tú me gustes me convierte en una mala persona? —Él parpadeó, atónito, sus labios se separaron dejando que el aire se escapase junto a la brisa invernal. Los nervios fueron pétalos escarlatas.
—Bueno... —Él se rascó la nuca, apenado. Su sonrisa me erizó el alma—. No te culpo por gustar de mí, onii-chan. —Él trató de aligerar el ambiente—. Además de ser un genio soy encantadoramente guapo. —Lo logró. Carcajeé de verdad, porque estar con el lince de Nueva York se profesaba natural, tan real. Dejé de temblar. Y fue así de fácil, de repente pude respirar y entendí quién era Eiji Okumura.
—Se te olvidó que eres una pesadilla al despertar. —El puchero que esbozó fue absolutamente adorable, él me robó el corazón—. Bones me contó que le rompiste un colmillo cuando te ayudó a madrugar. —Él se cruzó los brazos sobre el pecho, indignado. Bastó que vislumbrase esos ojos verdes para que la verdad cobrase sentido. Él no me gustaba.
—Bones es un hablador. —Ash se inclinó para golpearme la frente, la cama crujió—. Y tú eres un descuidado japonés por creerle. —El aire estaba lleno de electricidad, fue adictivo. La luz de la lámpara fue una neblina de seducción. El dorado chispeó desde sus pestañas hasta la punta de su cabello, él era hermoso, casi angelical.
—Eso te convierte a ti en un americano tonto por contratarlo. —Sonreí con altanería al ser poseedor de la victoria.
—Bien, tienes un punto. —El ambiente cambió. De vez en cuando me sentía aterrado, entonces era atrapado por esa mirada—. No eres una mala persona. —Nuestras respiraciones se fundieron en un aterciopelado hilo de incoherencias, vicioso y peligroso—. Eres todo lo contrario.
—No es verdad. —Él se acercó, sus dedos rozaron mi cuello, el tacto fue embriagador—. Lo dices para que me sienta mejor.
—No lo hago. —Él estaba tan cerca que me había quitado lo que me restaba de corazón—. Eres la persona más hermosa que he conocido, Eiji Okumura. —Me aferré a su palma con fuerza—. Ni siquiera te lo puedes imaginar. —Las piernas me trepidaron por culpa de la ansiedad, el estómago me aleteó con culpa entreverada de algo más, pero ya lo sabía.
—Eso es porque no te has mirado en el espejo lo suficiente, Ash. —Él se rio entre dientes, aquella fue la melodía más meliflua jamás pronunciada—. Tú eres el hermoso entre nosotros dos. —Su frente se acomodó sobre la mía. El roce fue delicado pero mortal.
—Fue Sing quien te puso de esa manera. —Peligroso y decepcionante—. ¿No es así? —Su aliento se coló entre las grietas de mi desastre para intoxicarme.
—Lo fue. —Tirité—. Nosotros no podemos ser amigos. —La perplejidad que apagó sus pupilas fue descorazonada, su mandíbula rechinó en una oda a la impotencia, aquel agarre se intensificó. Su corazón estaba latiendo con tanto furor como el mío. Había una cuenta regresiva.
—¿Eso fue lo que él te pidió?
—No. —Y tal vez aún no sabía quién era Eiji Okumura, no entendía mi porqué ni mi cuándo.
—¿Entonces? —Quizás lo único que entendía era que él no solo me gustaba. Aunque todos me lo negasen, aunque mi novio presionase con fuerza mi boca para que me callara, yo sabía lo que sentía.
—Me he empezado a enamorar de ti, Ash. —Acuné sus mejillas para poderlo acercar, el aroma del tabaco fue seductor, sus ojos fueron más brillantes que un salto inquebrantable por la libertad—. Y sino nos detenemos acabaré perdidamente loco por ti. —El escarlata me quemó los mofletes, mi palpitar fue estridente, los nervios calaron bajo mi piel—. Por eso tenemos que parar. —Él se había convertido en un desastre.
—Pero... —Él observó aquel anillo sobre mi dedo.
—Me casaré con él. —No tuve el coraje suficiente para sostenerme, por eso lo solté—. La fiesta de hoy fue de compromiso. —La sombra de Sing Soo-Ling me seguía a todos lados, era sofocante, densa y me silenciaba, aún podía sentir su palma contra mis labios, todavía podía percibir aquella gélida mirada—. Tengo que pagar mi deuda, soy responsable. —Él no me veía. Él nunca lo hacía. Pero él me amaba, ¿verdad?
—Yo... —Con Ash Lynx la vida se concebía correcta. Respiraba, vivía, saltaba y sentía que podía volver a correr—. Bien. —Sin embargo, la vida real no tenía un buen final.
—Sí. —Y yo tenía una deuda que pagar. Él tomó mi mano, me sobresalté con el tacto, la atmósfera estaba cubierta por una sofocante chispa de anhelo.
—Escúchame. —Él se deslizó hacia mi mentón, las estrellas lo acariciaron como la iridiscencia de una pluma de mirlo—. Tú no me gustas. —La verdad era amarga—. Tú nunca me podrás llegar a gustar. —Él no me dejó huir al abrazarme con semejante gentileza. Pero estaba bien, no tenía nada que entregar—. Así que está bien mantener esta clase de relación. —Mi cordura era un caos que se volvía a enredar cada vez que me encontraba con esa mirada. Imponente, seductora y viciosa.
—No entiendo. —Ni siquiera él lo hacía.
—Está bien que sigamos siendo amigos. —Sus dedos trazaron comillas en el aire al pronunciar aquella mentira—. Porque yo no me enamoraré de ti, así te podrás casar. —Regresábamos al inicio pero yo era la mitad—. Está bien que sigamos disfrutando de la compañía del otro. —¿Por qué era tan difícil la honestidad? ¿No era lo correcto?
—Yo... —Ay Alicia, al parecer no. Nadie más lo hacía, ¡pero qué vergüenza!—. Lo entiendo, Ash. —Qué vergüenza confesarle lo mucho que lo quería—. Entonces sigamos de esta manera. —Qué humillante decirle a mi novio la verdad para que lo arreglásemos.
—Esperaba que me dijeses eso. —¿Qué no era obvio? Yo ya no era suficiente.
—Bien. —Pero lo suficiente estaba demasiado romantizado.
¿Qué podía hacer cuando mis veleros de papel se quemaban?
¿Qué podía hacer si los canarios agonizaban?
¿Si las alas se quebraban?
¿Si las estrellas se apagaban?
¿Qué podía hacer cuando Alicia se perdía en el país de las maravillas?
Probablemente perderme un poco más.
Creo que lo que más me gusta de este fic es que me permite explicar varias cosas. En primer lugar, los ciclos de la violencia, tanto física como psicologica suelen funcionar con el mecanismo de la escisión de base. ¿Qué es eso? Muy burdamente explicado, la persona no es capaz de integrar que la misma persona que le hace daño es quien lo ama, por eso en muchos casos de violencia cuesta dejar de amar al agresor, porque en la mente de la victima son dos personas separadas, lo estoy explicando muy caricaturesco para que se entienda, no lo tomen tan literal. En segundo lugar, sumado que a Eiji ya le cuesta entender que su preciado novio es quien lo daña tanto, él padece de un trastorno de adaptación cuyo gatillante fue la tesis, este imita en su mayoría a la sintomatologia depresiva. Entonces tenemos a alguien muy fragil emocionalmente, quien esta haciendo esfuerzos sobrehumanos para mantenerse "funcional" si en este estado Sing lo hace sentir culpable por no casarse con él, Eiji ya no tiene fuerzas para andar batallando contra eso. No porque no quiera o porque no le guste lo suficientemente Ash, solo está agotado y tan perdido.
Por otro lado tenemos a Sing, su dependencia es gigantesca, es tanto el terror que tiene a que Eiji lo deje que ha entrado en el "no lo veo, no ocurre", él sabe que pasa algo entre Ash y Eiji, pero el abandono es tan paralizante que prefiere darle esa "libertad" para que este con Ash mientras lo pueda mantener el resto de su vida atado en un matriminio. Lo que no es sano obviamente. Pero acá tambien hay bastante fragilidad emocional, él no lo hace por malo, de hecho me cuesta ver que alguien sea 100% malo, pero cuando las acciones dañan a los demás, ahí esta el problema.
Fin del tremendo testamento castroso, perdón, pero amo esta clase de analisis, ahora sí. Muchas gracias por leer.
¡Cuidense!
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