**Jessie**

Desde pequeña, mis padres me enseñaron que no hacía falta ser perfecta para ser amada. Me caracterizo por ser una chica fría y un poco infantil. Odio no conseguir lo que quiero, mientras que mis hermanos son todo lo contrario. Jack es la imagen perfecta de la seriedad; inteligente, bueno para los negocios de nuestros padres. Dayron, en cambio, es dulce, comprensivo y adorable. Nuestra madre dice que cada uno de nosotros somos idénticos a nuestros padres. Luego estoy yo, Jessie, la más pequeña de esta loca familia, hija del gran y temido, pero sexy, Izar Black. Aunque soy la princesita de esta familia, mis hermanos no me dejan tener parejas. He tenido que esconderme para salir con chicos.

Y aquí estoy, en la discoteca más famosa del lugar, el Lux, junto a mis amigas. Llevo un vestido corto ajustado a mi cadera, con un escote atrevido en la espalda. Muevo mis caderas al ritmo de la música, sintiendo cómo la energía de la pista me envuelve.

—Jess, ¿crees que tus padres sepan que estás aquí? —me pregunta mi mejor amiga, Izzy, con una mezcla de preocupación y emoción.

—No lo sé, Izzy, pero no me importa. Es momento de disfrutar la vida. Además, ya estoy bastante grande como para que me estén cuidando tanto. Mis hermanos deben darse cuenta de que ya no soy una niña.

—Pero ellos asustan un poco, y ni hablar de tus padres. Joder, Jess, nos meteremos en problemas.

—Calma, sigamos bailando un poco más. No te preocupes, todo estará bien.

**Eros**

Música, alcohol, drogas y mujeres. Así se reducía mi vida: fiesta y diversión sin temor a nada. La música que sonaba por los altavoces no era mi favorita, pero podía vivir con eso. Con solo verla bailar, una chica de pelo negro movía sus caderas al ritmo de la música. Se veía deliciosa, y yo la deseaba para mí. Deseaba poner mis manos en ella y hacerla mía. Bajé de la zona VIP de la discoteca y caminé hacia la pista de baile, pero una chica me detuvo y comenzó a bailar conmigo. No aparté la mirada de la chica ni un segundo.

Escuché cómo un chico se le acercaba y le hablaba.

—Desde que entraste, no puedo dejar de mirarte. Eres lo más hermoso de esta discoteca —susurré en su oído.

—Gracias por el cumplido, pero ahora aléjate de mí.

"Ummm, la gatita tiene uñas". Me aleje de la chica que bailaba conmigo y me acerqué a ellos.

—Buenas noches. ¿Pasa algo?

—¿A usted qué le importa? —respondió el chico, con una actitud desafiante.

—A él no le importará, pero a nosotros sí. Como no quites las manos de nuestra hermana...

—Ya los oíste. Si no quieres que te prohíba la entrada a mi disco, aléjate de la chica porque, por lo que pude ver, está incómoda. Tienes diez segundos, y ya vas por cinco.

La chica me sonrió y dio un codazo hacia atrás, haciendo que el chico se retorciera de dolor y la soltara.

—Gracias, guapo, pero como ves, puedo cuidarme solita —sonríe.

—Jess, ¿dónde quedaron tus modales? —dijo Jack, con un tono de advertencia.

—No pasa nada. Eres muy linda, pero un poco terca —respondí con una sonrisa.

—Ves, hermanita, no somos los únicos que lo pensamos igual —habló Jack, cruzando los brazos.

—Como digan, ahora largo —dije, sintiendo una mezcla de frustración y desafío.

—Me temo que eso no será posible, hermanita. Tú te vienes con nosotros.

—Pero Jack, yo quiero divertirme.

—Sabes que no estamos en contra de eso, solo nos preocupamos. Ahora vámonos, nuestros padres están preocupados.

—Está bien, vamos.

Esta chica era increíble. Era terca, pero cuando se trataba de sus padres, parecía que daba su brazo a torcer, como si les tuviera miedo. Me mantuve en silencio mientras ellos discutían hasta que al fin volvieron a notar mi presencia.

—Me llamo Jessie. Estos son mis hermanos, Jack y Jason Black.

—Un gusto, Eros. Eros Wolf —dijo, con una sonrisa encantadora.

—El gusto es mío. Espero volver a verte —dijo, inclinándose para besarme la mejilla antes de irse.

Claro que la volvería a ver. No perdería la oportunidad de hacerlo; sabía que no podría sacármela de la cabeza. Ella sería mía.

**Jessie**

El viaje a casa fue silencioso, sin reclamos ni peleas, solo un pesado silencio. Llegamos a casa y los gritos no tardaron en llegar.

—¿Dónde carajos estabas? —gritó mi padre, Izar, con una mezcla de preocupación y enojo.

—Fui a divertirme, papá. ¿Ahora no se puede?

—Jess —recriminó Noah, mi otro padre, con ese tono que indicaba que estaba a punto de darme una lección.

—Nadie ha dicho que no puedas divertirte. Solo que tenías que avisar —dijo Izar, cruzando los brazos.

—Oh, vamos, el gran Izar nunca en su vida se escapó para una fiesta —me quejé, sintiendo un leve atisbo de rebeldía.

—En realidad, mi querida, yo hacía las fiestas —respondió, dejando claro que su juventud había sido más salvaje de lo que admitía.

—Entonces, ¿por qué a mí no me dejas ir a una fiesta?

—Es diferente. Tú eres mi pequeña princesa. No quiero que nada te pase.

—Lo entiendo, papá, pero ya crecí. Y créeme, con estos guardaespaldas que tengo, me basta.

—No lo entiendes. Tienes mi sangre, y hay personas que quieren destruirnos. No soportaría que eso te pasara.

—Papá, mírame. Aprendí a defenderme. Después de todo, soy una Black.

—La mejor de todos —respondieron al unísono mis hermanos, con una mezcla de orgullo y preocupación.

El peso de sus miradas me hizo sentir como si estuviera atrapada entre dos mundos. Quería ser libre, disfrutar de la vida, pero al mismo tiempo, la lealtad a mi familia y el amor que me habían brindado me mantenían enraizada en una realidad que a veces se sentía asfixiante. Sabía que no podía escapar de su protección, pero también deseaba que comprendieran que ya no era una niña. Tenía que encontrar mi propio camino, aún si eso significaba desafiar sus expectativas.

La noche en el Lux había sido solo el comienzo. La chispa de la rebeldía había encendido algo dentro de mí, y estaba decidida a explorar lo que significaba ser realmente libre.