capítulo 2
Eros
Un peso cayó sobre mí, haciéndome aterrizar en el suelo. Miré hacia arriba, confundido, y descubrí que una chica había sido la responsable de mi caída. Todos en este colegio sabían que no se me podía tocar, a menos que yo lo decidiera, y claramente, no era el caso.
—Perdón, fue mi culpa, iba distraída —dijo ella, mientras intentaba levantarse.
Al alzar la vista, me encontré con un rostro familiar. Era ella. Habían pasado tres meses desde aquella noche en la discoteca, donde lucía un vestido que había sacado lo peor de mí.
—Parece que el destino nos quiere unir, ¿quién lo diría? —le dije, con una sonrisa irónica.
—¿Perdona? —respondió, claramente confundida.
—Oh, veo que lo olvidaste. Quizás si te quitas de encima de mí, podamos evitar que nos miren extraño —continué, disfrutando del momento.
Ella me observó por un instante, antes de levantarse y comenzar a recoger sus cosas. Me agaché para ayudarla, pero ella me detuvo.
—No, yo puedo sola. Perdón por el accidente.
—No pasa nada. Fue una bonita forma de encontrarnos —respondí, sin poder evitar sonreír.
En ese momento, escuché la voz de quien recordaba como su hermano.
—¿Estás bien, lucecita? —preguntó, con preocupación.
—Sí, solo estaba distraída. Gracias a este chico, la caída no fue tan grave.
—Gracias de nuevo y perdona la torpeza de mi hermana —dijo él, mirando hacia mí con una mezcla de desconfianza y curiosidad.
—No pasa nada, fue lindo volver a verte, Ángel. Y ten más cuidado la próxima vez —dije, comenzando a alejarme, pero no sin antes lanzar una última mirada a Jessie.
Jessie
¿Quién era ese hombre y por qué me llamaba Ángel? Miré a mi hermano, quien lucía sorprendentemente satisfecho.
—¿Qué? —pregunté, sintiendo que la situación se me escapaba de las manos.
—Harían una linda pareja —dijo él, sonriendo de manera traviesa.
—Estás loco. Ni siquiera lo conozco —respondí, sintiendo cómo mis mejillas se encendían.
—En realidad, hermanita, él estuvo en la disco. Hablamos después. Tienes clases ahora.
—Pero...
—¡A clases! —me interrumpió, firme.
—Vale, está bien —susurré, resignada.
Horas más tarde, el primer día de clases resultó ser bastante acogedor. Conocimos las asignaturas que tendríamos este año y a los profesores. Pero, para mi sorpresa y horror, Eros era mi profesor de literatura.
¿Cómo era esto posible? La profesora de literatura estaba de licencia por maternidad, y como él era el mejor de la clase, le habían asignado la materia. Para mi desgracia, tendría que verlo todos los días, y por más que intentara evitarlo, era como si él tuviera un imán que me atraía.
—Señorita Black, ¿podemos hablar? —dijo la profesora de historia, conocida por todos como "la torturadora".
—Sí, dígame —respondí con desgano, pero sonreí al ver a mis hermanos en la puerta.
—Solo quiero informarle que sabemos quién es usted y quiénes son su familia. A partir de ahora, le advierto que no se le ocurra hacer lo mismo que sus padres, o será expulsada.
—En primer lugar, y con todo el respeto que usted se merece, señorita López, usted y ninguno de los presentes pueden amenazar a mi hija —dijo mi padre, con la autoridad que lo caracterizaba.
No pude evitar soltar una carcajada, al igual que mis hermanos. La situación se tornaba cada vez más absurda.
—Señores Izar, Dayron y Noah, este colegio es uno de los más respetados del país y no permitiré que su hija lo arruine —dijo la profesora, visiblemente irritada.
—Según tengo entendido, la señorita Black no ha hecho nada. Además, como tutor de esta estudiante, a petición del director aquí presente, también le aseguro que no cometerá ningún error —habló Eros, dejándome boquiabierta y sin entender por qué le decía "director" a Dayron.
—Pero si mal no recuerdo, mi padre me contó una historia sobre la señorita López, quien ahora se las da de mujer recta, pero que solía rogar por los pasillos de su adorada escuela para que mis padres la aceptaran. Lástima que nunca tuvo suerte —dije, interrumpiendo la conversación con un tono desafiante.
Todos me miraron asombrados, todos menos mi familia y él.
—Niña insolente —replicó la profesora, furiosa.
—Cuidado con cómo le hablas a mi hija, Franchesca. Te recuerdo que aún tenemos poder sobre este colegio, y no me molestaría hacer una llamada y dejarte en la calle —advirtió mi padre con una calma que ocultaba una intensa furia.
Eros
Lo que acababa de presenciar era un espectáculo digno de una película. La cara de la maestra era impagable. Se decía en el barrio que los Black eran unos de los hombres más cotizados de la ciudad, y no podía negarlo. Pero ahora, su hija, la enigmática y hermosa Jessie, había robado por completo el protagonismo. Con solo mirarla, te atrapaba en su encanto. Sin embargo, sabía que ella de "ángel" no tenía nada. La quería para mí, deseaba tenerla en mi cama, hacerla mía una y otra vez, hasta que no pudiera más.
A partir de hoy, yo, Eros Wolf, había decidido que el pequeño y odioso ángel caería a mis pies. No sería fácil, pero estaba dispuesto a intentarlo. Jessie Black se convertiría en mi reto personal.
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