capítulo 1
**Jessie**
Habían pasado tres meses desde que mis hermanos y yo nos mudamos juntos. Siempre había querido vivir sola, pero mis padres no entendieron razones. La única forma de salir de casa fue aceptar la oferta de mudarme con ellos, y aquí estamos. La convivencia no es tan mala; ambos me respetan y siempre preguntan antes de hacer algo.
—Hermanita, despierta, ya salió el sol —me llamó Jackson con voz alegre.
Era fácil saber quién me estaba despertando. Si fuera Jack, probablemente me habría empapado con agua fría. Pero hoy era diferente. Hoy comenzaría la universidad, y el miedo me consumía.
—Solo cinco minutos más, Jackson, por favor —murmuré, cubriéndome la cabeza con la almohada.
—Vamos, lucecita, se te hace tarde —insistió él, con un tono que no admitía resistencia.
—Está bien —respondí, levantándome de mala gana.
—¿Qué pasa, cariño? Hace unas semanas estabas entusiasmada con esto.
—Me da miedo. Nuestros padres estudiaron aquí, eran famosos, reconocidos y temidos. No podré ser como ellos.
—Enana, no tienes que ser como ellos. Debes ser mejor que ellos. Vamos, cariño, no hay obstáculo que no podamos superar, y menos la gran Jessie.
—Sigo sin entender, Jack, ¿cómo me tienes tanta confianza? —pregunté mientras me sentaba a la mesa, donde él había preparado un plato con tortitas.
—Porque eres mi princesa. Te he visto caer y levantarte. La universidad no podrá contigo.
—Gracias —dije, sintiéndome un poco mejor.
—De nada. Además, cuando llegues al colegio, te llevarás una sorpresa.
—Lo que tú digas —respondí, mientras devoraba mis tortitas de chocolate antes de ir a arreglarme.
Tres horas más tarde, estaba en camino a la universidad. Mis piernas temblaban de nervios, pero sabía que debía enfrentar este desafío. Me detuve frente al imponente edificio con enormes letras doradas que decían "Harvard". Sí, señoras y señores, yo, Jessie Black, había entrado a Harvard, justo como lo hicieron mis padres.
—¿Puedo ayudarla en algo, señorita? —me preguntó una voz familiar.
—Este... Soy Jessie Black, comenzaré a estudiar aquí —respondí, intentando ocultar mi nerviosismo.
—Un placer, soy Melissa Tyson, la profesora de historia del colegio —me dijo, extendiendo la mano.
—Lo mismo digo —respondí, estrechando su mano.
—Espera, ¿dijiste "Black"?
—Sí, ¿qué pasa? —pregunté, sintiendo un escalofrío recorrerme.
—Eres la hija de Izar, Noah y Dayron Black.
Genial, alguien que conoce a mis padres. La idea de volver a casa me parecía tentadora en ese momento.
—Sí, aunque mi padre es Izar.
—Oh, te pareces tanto a él.
—Me lo dicen mucho —respondí, forzando una sonrisa.
—¡Lucecita, aquí estás! Pensé que no llegarías nunca. Vamos, entremos —interrumpió Jackson, quien me tomó del brazo y comenzó a arrastrarme hacia el interior del edificio.
—Jackson Black, ¡detente! —exclamé, deteniéndome en seco, haciendo que fuera imposible para él seguir tirando de mí.
—Perdón, esa mujer es una pesada. Cada vez que escucha el apellido de nuestros padres, es como si se volviera loca —se rió, y no pude evitar reírme también.
—Dios, pero, ¿qué haces aquí? —le pregunté, intrigada.
—Bueno, trabajo aquí.
—Dios, pero ¿cómo?
—Ellos necesitan un guía, ya sabes, a alguien a quien los alumnos puedan acudir para hablar de sus problemas y todo eso.
—Habla el más pacífico —bromeé—. Adiós, hermanito, nos vemos más tarde.
—Adiós, lucecita —me respondió, guiñándome un ojo.
Con un suspiro de alivio, caminé por los pasillos del colegio. Tenía que apurarme o llegaría tarde a mi primer día. Corrí a través del pasillo, la adrenalina bombeando en mis venas, cuando, de repente, choqué con un chico. Ambos caímos al suelo, y el impacto me dejó aturdida.
—¡Mierda! —exclamé, tratando de recuperar el equilibrio.
—Lo siento, no te vi —dijo él, levantándose rápidamente y extendiendo la mano para ayudarme.
Al mirarlo, mi corazón dio un vuelco. Tenía una mirada intensa, y su sonrisa era deslumbrante. En ese instante, olvidé mis miedos. Quizás la universidad no sería tan mala después de todo.
—Jessie —me presenté, sintiendo que la tensión se desvanecía un poco.
—Alex —respondió, aún sonriendo.
—Parece que hemos comenzado el día con un buen tropiezo —dije, riendo nerviosamente.
—Sí, pero espero que no sea un mal presagio para tu primer día —dijo él, mirándome con curiosidad.
—No lo será —respondí, sintiendo una chispa de confianza encenderse dentro de mí. Quizás esta aventura en Harvard sería más emocionante de lo que había imaginado.
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