Mitos y Leyendas
Abro los ojos, que aún se sienten pesados por el sueño. Todavía nos envuelve la noche y la oscuridad sólo se ve interrumpida por los brillantes ojos del gato negro.
Doy un salto del sofá en el que pasé la noche, asustada e intrigada.
Cómo es posible que se cuelgue ese gato en la habitación y en todos lados?
Es que Doña Angélica tiene de mascota éste gato en la pensión?
Será que en éste lugar los gatos puedan vagar libremente por todos lados?
Lo que más me asusta es el modo que tiene ese animal de ver a través de mi. Es como si viera dentro mío.
Cepillo mis dientes y me arreglo para el día que se avecina.
Aún debo leer las anotaciones del cuaderno. Por lo que, luego de mi café revitalizante, leo sobre lo que vamos a investigar y a quienes debemos realizarles las entrevistas.
Nos espera un día super movido. Sin embargo, como todas las mañanas, me detengo unos segundos para observar el mágico momento en el que el sol hace su espectacular entrada y nos ilumina, llevándose con cada destello, la noche.
En el cuaderno explica que la Telesita era una niña de unos 20 años de edad que siempre asistía a los festivales. Bailaba con todos y no paraba hasta que terminaba la fiesta.
Una noche ella no fue y todos se asustaron, pues ella jamás faltaba a ninguna festividad. Al buscarla en el monte en el que vivía, encontraron sus restos calcinados a orillas del río.
Nunca se supo el motivo por el que sus restos estaban en ese estado, tampoco pudieron saber que fue lo que causó esa quemazón que sólo se desató en el cuerpo de la muchacha. Por ese motivo, se creó una serie de mitos y leyendas sobre ella.
Para comenzar con nuestra investigación, nos dirigimos al lugar donde se realizan los bailes tradicionales. Llamados popularmente peñas y encuentros folclóricos.
Nico entra al comedor con su cabello mojado y sus ojos avellanas brillantes bajo sus pestañas. Luego Nora y Evan hacen su entrada también. Nos sentamos e intercambiamos unas palabras. Nora me pregunta si pasé una buena noche, ella sabe la atracción que siento por Nico. A estas alturas, todos deben saberlo. Todos menos él, que no hace nada por cortar con ésta situación tan frustrante. Talvez, si él diera el primer paso, yo tomaría la decisión de tirar todo por la borda y aventurarme con él. Pero no lo hace y eso me hace dudar.
Debo dejar de pensar en él y centrarme en el trabajo.
Luego de un desayuno ligero por el calor, disponemos las cámaras y las grabadoras de mano y nos dirigimos a la peña de los caminos.
Allí, un hombre de unos 85 años o más, nos aguarda pacientemente, sentado sobre un asiento de madera.
El olor a hierva, tierra húmeda y el trinar de los pájaros son el marco perfecto para los distintos tonos de verde que se enlazan en el paisaje.
El hombre se dispone a recibirnos muy educadamente, para relatarnos su versión de la historia.
Mientras que los vecinos, curiosos y extrañados por las cámaras y las grabadoras, se acercan a brindarnos sus vivencias, tambien y comentan entre ellos alegres de que alguien les preste atención a algo tan nuestro. Tan folclórico.
La inminente llegada de los vecinos, hace que el tiempo pase volando. La mañana se nos escapa entre los dedos. Almorzamos todos en aquel lugar tan acogedor, rodeados de gente tan encantadora. Con la que, sin dudas, parecía que habíamos vivido una vida juntos.
La comida era una obra de arte. Comimos y bebimos hasta hartar, hasta que el alcohol comienza a dar sus primeros indicios de locura en mi...
El hombre, dueño de la peña llamado Carlos, nos invita una nueva botella de vino. Aunque decido rechazarlo.
El trabajo no va bien con el alcohol, aunque comienzo a sospechar que va muy bien con la música tan alegre y vivaz que suena de fondo.
No me había dado cuenta, pero mi cuerpo comenzaba a relajarse, mi mente no razonaba y casi involuntariamente, comencé a realizar movimientos al ritmo de la melodía, con mis brazos y pies.. cerré los ojos y me dejé guiar por esa música tan pegadiza.
Entre los verdes prados me movía, al son de las hojas de los árboles sintiendo en cada acorde, la libertad y la sensualidad que no me permitía sentir desde mucho tiempo.
El alcohol permite que te liberes y sueltes las riendas que apresan a tu fiera interior y eso sucedió conmigo.
De pronto, ya no estaba entre la gente, mi cuerpo parecía flotar. Cerré los ojos para centrarme en aquella sensación que me envolvía y casi sin darme cuenta, lo hice.
Le pedí a aquella muchacha que me ayudara, que me diera el amor de Nico... yo necesitaba tener alguien que me amara. Tenía tanto miedo a perder que no me atrevía a enfrentar lo que sentía.
No era sólo atracción, yo lo amaba y quería su amor. Estaba dispuesta a darlo todo por él. Lo quería a él.
Daría hasta mi vida por su amor.
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