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OO8

Habían pasado once días desde que Sana le había dicho que estaba enamorada de ella. Por supuesto, seguía sin responder sus mensajes.

— Te estás comportando como una idiota, Sana —Cada día, debido a su frustración, los mensajes se hacían más bruscos—... Y como una cobarde también.

Era domingo, lo que significaba que su mano podía tener un descanso. También significaba, por supuesto, más tiempo para pensar en Minatozaki Sana.

— Si tanto quieres saber de ella deberías ir a su departamento —Sugirió Jia ya cansada del sufrimiento de su hermana.

Y la sola mención del departamento de Sana le hizo recordar que había pasado exactamente un mes desde el día de la llamada.

Tal vez ahora tenía más razones para ir.

No tenía esperanzas de que Sana le abriera, pero ya no podía perder nada más. Además, la pintora y ella tenían un trato.

Subió hacia el piso dieciocho y buscó la puerta con la letra "D". Fue así como se encontró rápidamente frente al departamento de la pintora.

Le pareció gracioso que todas las puertas fueran blancas y estuvieran idénticamente talladas. Los fabricantes querían dar la impresión de que todos los hogares eran iguales, pero Tzuyu estaba segura de que ningún departamento se parecía al de Sana, o al 18-B, o al 4-F, o al 15-C.

Estaba a punto de llamar a la puerta cuando escuchó unos gritos en el interior.

— ¡PAGAME AHORA! —Exigía una desconocida voz masculina.

— ¡YA LO HICE! —Sana estaba furiosa.

— ¡NO ME REFIERO A ESO!

— ¡NO VOY A ACOSTARME CONTIGO, JAY!

— ¡PERO LO HACES CON TODOS!

Tzuyu se sobresaltó al escuchar el ruido de cristales rompiéndose, pasos apresurados que se hacían cada vez más audibles y luego el chirrido de la puerta al ser abierta con brusquedad.

Lo primero que vio fue el cuerpo de quien debía ser Jay, que tenía el cabello ondulado y un hilillo de sangre descendiéndole por la frente. Estaba claramente mareado.

Lo siguiente que pudo notar fue a Minatozaki Sana sujetándolo por el cuello de la camisa y empujándolo hacia el corredor.

Chou Tzuyu jamás había visto a la pintora enojada. No hasta ese día.

Sana hizo más presión en la camisa de Jay y lo obligó a mirarla fijamente. El hombre tembló de miedo. En ese instante Tzuyu supo que si esa mirada cargada de odio fuese dirigida a ella posiblemente no viviría para contarlo.

— Das asco —Escupió, y finalmente lo empujó fuertemente a través del corredor.

Comenzó a temer que, para Sana, ella siguiera siendo la misma desconocida del primer día.

— Ya no quiero pintarte, Tzuyu.

— Pero teníamos un trato.

— Sé lo que dije, pero todos tenemos derecho a mentir de vez en cuando.

— Pero necesito el dinero, Sana. Mi familia lo necesita.

Y era cierto.

Estaba allí no solo porque Jia se lo había sugerido o porque deseara saber de Sana. Estaba allí porque las deudas crecían, porque quería asegurarse de que su familia estaría bien, porque necesitaba saber lo que era llegar sin miedo a finales de mes.

No iba a desnudarse solo para que Sana se dignara a abrir la estúpida boca. Iba a desnudarse porque su familia lo necesitaba.

La pintora suspiró y la miro con cierta lástima. Tzuyu se odió a sí misma, pues no quería dar lastima.

— Pasa —Se rindió finalmente mientras abría la puerta para ella. Este simple gesto fue sorprendente, pues Tzuyu no pensaba en Sana como una chica que abriera las puertas a los demás— ... Y ten cuidado con los trozos de vidrio en el suelo.

La tatuadora asintió con una sonrisa de cortesía y entró.

El lugar seguía igual de desorganizado y las manchas de pintura habían aumentado. Como se lo había advertido, había trozos de cristal en el suelo.

— Le enviaré a Jay una factura. Necesito un juego de copas nuevo... No puedo usar uno incompleto.

— ¿Por qué discutían?

Y, justo cuando hizo esta pregunta, Tzuyu resbaló con los trozos de cristal, pues era torpe y la presencia de Sana no la ayudaba. Pero no cayó, pues la pintora estaba a su lado y la sujetó justo a tiempo.

— Deberías tener más cuidado. No quiero que mueras antes de que termine de pintarte —Murmuró con seriedad. Su aliento cálido chocaba contra su rostro, haciéndola sentir escalofríos, pero no estaba dispuesta a alejarse—... Y Jay estaba enojado porque decidí pagarle con dinero y no con mi cuerpo —Y de nuevo hablaba como si acostarse con sus clientes fuera algo normal.

— ¿Por qué?

Sana se alejó, y Tzuyu casi dejó escapar un gruñido de frustración.

— Porque ya no quiero acostarme con personas que no amo —Respondió con un encogimiento de hombros mientras la guiaba a través del corredor para llegar así a la puerta del fondo— Además, lo mío son las vaginas.

Por supuesto que lo eran.

— Entra —De nuevo abrió la puerta para ella.

Dentro había una cama que podría haber sido considerada enorme de no haber tenido recipientes de pintura, lienzos y paletas sobre ella. También podría haber sido blanca de no haber estado completamente manchada. Las paredes no estaban en mejores condiciones. Y en el suelo, además de todo lo antes mencionado, había tantos libros que Tzuyu pensó que estaba viendo el mismísimo paraíso.

— Este es mi estudio —Murmuró con total neutralidad.

La dejó allí mientras colocaba un enorme lienzo en blanco en el caballete y un banco de madera frente a él. También buscó pinturas, pinceles y otros materiales, más de los que Tzuyu jamás había visto juntos.

— Te sentarás en esa cama y yo te pintaré. Es simple.

Por supuesto, decirlo es más fácil que hacerlo.

No sabía cómo iba a reunir el valor para desnudarse frente a ella, pero tendría que hacerlo de algún modo.

— No tengo todo el día —Murmuró Sana impaciente— Desnudate ya.

Tal vez no necesitaba valor, sino una orden de ese tipo.

De inmediato sus manos temblorosas quitaron su ropa, la cual hizo a un lado sin molestarse en doblarla. Respiró hondo. No estaba lista, pero debía hacerlo.

Se dio la vuelta lentamente, sintiéndose sonrojar, y su mente se llenó de inseguridades.

¿Y si no era tan hermosa como Sana pensaba? Es decir, tenía un cuerpo tal vez demasiado delgado, pechos muy pequeños y un trasero enorme que no encajaba con el resto de su cuerpo.

¿Y si Sana llegaba a la conclusión de que no era más que una pérdida de tiempo?

Olvidó todos estos pensamientos cuando se fijó en sus ojos verdes.

Sana miraba su cuerpo con mucha más admiración que al cielo nocturno o las caricias de sus manos. La miraba como si fuese un ángel. La miraba como si estuviese enamorada.

Tzuyu no pudo evitar sonreír.

¿Se habría visto así cuando Sana se había desnudado frente a ella?

— Sana... —La llamó suavemente luego de unos segundos. Lo cierto era que cada vez sentía a sus mejillas arder más y más, así que necesitaba que Lauren dejara de mirarla de esa forma aunque fuese un espectáculo sublime.

Sana alzó la mirada y sacudió la cabeza. Sus mejillas debían de estar casi tan rojas como las de Tzuyu.

— ¿Quieres pintarme o seguir mirando? —Preguntó, y, aunque intentó darle a la oración un pequeño toque del humor de Sana, no lo logró. En su voz había una inevitable timidez.

— Puedo hacer los dos al mismo tiempo ¿No?

En su voz también había un extraño nerviosismo.

— No lo sé. Tú eres la artista.

— Tienes razón. Lo soy —Aceptó con una tímida sonrisa que intentó ocultar—... Y tú eres más hermosa que el ángel más perfecto que he llegado a imaginar.

Tzuyu sintió a sus piernas volverse gelatina al escuchar esto. Su corazón no estaba mejor.

Con nerviosismo intentó hacerla reír para que no notara cuan débil era ante sus simples palabras.

— ¿Te imaginas a los ángeles desnudos?

El primer paso para Minatozaki Sana era dibujar un boceto.

Tzuyu estaba cruzada de piernas, con sus manos a ambos lados presionando el colchón, el rostro ligeramente ladeado y el cabello cayendo sobre sus pechos. Sana, a su vez, trazaba con grafito sus contornos.

Miraba a Tzuyu muchas veces durante bastante tiempo, y la tatuadora no sabía si lo hacía para captar bien su figura o porque quería hacerlo.

Prefirió no preguntar. De todos modos, tampoco le importaba demasiado. Ella también estaba viviendo su propio espectáculo, pues jamás había visto una imagen tan sensual como la de Minatozaki Sana concentrada mientras hacía lo que más amaba en el mundo.

— Necesito que cambies la posición de tus piernas —Murmuró luego de un tiempo.

Sin previo aviso comenzó a acercarse lentamente, y en sus ojos había una ligera gota de inseguridad. La tatuadora casi pensó que Sana podía estar pensando si acercarse era ir demasiado lejos.

— Quiero un verdadero desnudo de ti, si sabes a lo que me refiero.

Lo sabía.

Ante su petición intentó cambiar la posición de sus piernas, pero, como no era una modelo, fracasó. Ahora parecía una torpe y barata mujer intentando conseguir algo de dinero a cambio de un poco de placer.

Sana intentó no reírse de ella, pero no lo logró.

— Quiero que te veas seductora, Tzuyu, no como una puta.

— Ser seductora no se me da bien.

— Claro que sí. Lo eres la mayoría del tiempo, pero solo cuando no quieres serlo.

Y, casi provocándole un paro cardiaco, Sana se arrodilló para luego colocarse entre sus piernas. Sus manos, aferradas fuertemente a sus muslos, buscaron reacomodarla.

Sus mejillas enrojecieron. Aquella sugerente posición, su íntimo contacto y la respiración de la pintora chocando con su piel expuesta comenzaban a excitarla.

Intentó cerrar las piernas, aunque ella seguramente ya se había dado cuenta del efecto que había provocado.

— ¡Vamos, Tzuyu! —Insistió mientras utilizaba más fuerza para mantener aquellas piernas en su lugar. Ya salí corriendo una vez. Prometo que no volveré a repetirlo.

Tzuyu abrió los ojos como platos al escucharla, pues Sana hablaba de su huida del restaurante como si no fuese más que eso.

Sonaba como un niño perdonándose por haber empujado a su hermano por las escaleras. Realmente no lo siente, pero sabe que si no habla no podrá volver a jugar.

— ¿Por qué te fuiste, Sana?

Sana se quedó en silencio durante minutos y solo se dedicó a reacomodar a su modelo. Tzuyu comenzó a pensar que no diría nada, tal y como hacía cada vez que no le importaba dar una respuesta

Finalmente, cuando fue a sentarse de nuevo frente al lienzo, las palabras salieron de su boca casi como si no lo hubiera querido.

— No quiero estar enamorada de ti.

Y fue suficiente como para que a Tzuyu se le rompiera el corazón.

Tzuyu seguía posando media hora después de eso.

Quería llorar, pero no iba a permitirse hacerlo frente a ella. También quería golpearla, pero no tenía el valor.

Necesitaba hablar para distraerse, pero la única persona con la que podía hacerlo en ese momento era la misma que había destrozado su corazón.

— Es una extraña colección de libros.

A la mierda Sana. Ella necesitaba deshacerse de ese estúpido nudo en su garganta.

— Lo sé —Murmuró dulcemente mientras sonreía contra el lienzo—. Sé que todo parece literatura erótica, pero te juro que solo el setenta y cinco por ciento lo es.

Estúpida Sana. ¿Cómo podía no querer a esa idiota cuando solo sabía decir tonterías que la hacían feliz?

¿Por qué no quería enamorarse de ella pero aun así continuaba rompiéndole el corazón? ¿Acaso podía ser tan cruel?

— No conozco a la mayoría de estos autores —Murmuró mientras echaba un vistazo. Había nombres tan raros que se hacían impronunciables, y otros que la tatuadora realmente dudaba que fuesen reales.

El nudo seguía allí.

— Lo sé ―Afirmó―. Compro libros de autores primerizos, o de aquellos que jamás triunfaron, o esos que la gente ha olvidado. No leo a Shakespeare, pero sí a Howe... Y si no sabes quién es Howe es porque la gente quemó sus libros porque estos no tenían ningún sentido. ¿Cómo es que tengo toda su colección? Diré que es un secreto, pero la gente tenía razón: El pobre estaba loco.

— ¿Qué tanto?

— Su primer libro se llamó "Marcus", pero nunca existió un Marcus en la historia. En realidad, todo empezaba con Jane muriendo de frio, seguía con un mago sin una pierna y finalizaba con un discurso conmovedor sobre la homosexualidad no asumida de su propio álter ego.

— Eso no tiene sentido, Sana —Se burló, y no lo solo de Sana por leer a Howe, sino de Howe por sus delirios.

— Por esa razón Howe es mi favorito Reconoció con una sonrisa—. Sus libros no tienen ningún tipo de sentido, y la vida tampoco.

Una vez terminado el boceto, Sana pidió a Tzuyu que se vistiera.

Se tomó su tiempo. Después de todo, ya no había nada que la pintora no hubiese visto.

— Necesito que vengas cada dos días, y como sé que tu turno en Dope Tattoos termina a las cinco, entonces te esperaré a las seis.

No agregó nada más. El horario propuesto por Sana no la afectaba, así que no había motivos para quejarse. Su corazón tal vez sufriría un poco cada día, pero tendría que aprender a soportarlo.

En ese mismo momento Sana le entregó la mitad de su pago perfectamente contado. Lo demás se lo daría al terminar.

Le prestó también su copia de "Marcus" escrito por J.P. Howe.

— Quiero que lo leas y te deleites con la majestuosidad de las palabras de un loco.

Y Tzuyu no pudo negarse ante esto, pues Sana sonreía como una adolescente que habla de su banda favorita a sus amigas, así que simplemente guardó el dinero junto al libro con una sonrisa.

—Te ofreceré un café porque siempre suelo ofrecerle algo de comer o beber a quien entra en mi casa —Y sin más la tomó de la mano y la arrastró a la cocina.

— No quiero café, Sana —Se negó mientras se sentaba en una de las sillas alrededor de la encimera.

— Vamos, Tzuyu, acéptalo... Prometo no venir con el cuento del enamoramiento ni salir corriendo esta vez.

De nuevo, parecía disfrutar de herirla.

— Sana...

— Está bien, está bien... ¿Prefieres jugo de naranja?

— Sana, yo...

— Lo más divertido es que viene en una cajita.

— ¿Qué? —Estaba muy confundida, pero aun así sonreía. Con esa idiota cerca era muy difícil no hacerlo.

— Y hay un tigre en la cajita.

— Sana, tienes veintiún años, ya estás algo mayor para...

— Tzuyu —Dijo con seriedad mientras la miraba a los ojos, sigue siendo jugo...

Fue cuando Tzuyu estaba a punto de terminar de beber el jugo de su cajita que llamaron a la puerta.

Fueron dos golpes leves, pero aun así alertaron a la pintora.

— ¿Esperas a alguien?

— No.

Sana fue hacia la puerta con confusión y miró a través de la mirilla. Su rostro se tensó, pero aun así abrió.

Tras ella un hombre de unos treinta años y vestido de forma elegante, pero con ropa que era ciertamente de segunda mano, sonrió antes de tomar su mano y besarla gentilmente.

Tzuyu de inmediato deseó salir de allí. Algo no marchaba bien.

— ¿Qué haces aquí, Kim?

— ¿No vas a invitarme a pasar?

— Vas a hacerlo de todos modos.

Tenía razón, pues no había ella terminado de hablar cuando él ya estaba dentro.

— Veo que tienes una invitada —Se fascinó al ver a Tzuyu. Se acercó a ella con rapidez, saludándola así con un beso en cada mejilla. Tzuyu se sentía demasiado sorprendida como para reaccionar ante esto— Soy Kim.

— Un millonario tacaño —Se explicó Sana al llegar a su lado, y parecía querer alejarlo de la tatuadora con urgencia. Sin duda era parte de la exposición.

— Lo que sea, Sana. Esta chica es adorable... ¿De qué burdel la has sacado?

La rabia se apoderó del cuerpo de Tzuyu al escucharlo.

— Cállate, Kim. Ella no trabaja en ningún burdel.

— ¿Es tu novia? ¡Qué sorpresa!

No se molestó en negarlo. En vez de eso sujetó bruscamente el cuello de su camiseta y lo obligó a mirarla, haciendo todo esto mucho más incómodo para Tzuyu.

— ¿Por qué has venido? —Preguntó entre dientes. Estaba por perder la paciencia.

— Deseos carnales, mi querida Sana.

— Kim, te lo dije cuando terminé de pintarte. No voy a acostarme contigo.

— Pero no me has pagado —Intentaba sonar seductor mientras se acercaba lentamente a Sana, pero solo daba asco.

— Te di el dinero, pero no lo aceptaste.

— No quiero dinero. Eso lo sabes.

Se acercó demasiado, tanto como para besarla, y eso Tzuyu no pudo soportarlo más. Sujetó una de las mangas de su traje, alejándolo de la tensa pintora, quien la miró como si hubiese cometido el peor de los errores.

Bajo el agarre de su mano el traje se rompió, y lo que siguió a eso fue un infierno.

Kim se volvió loco al ver el daño en su traje, así que intentó sujetar a Tzuyu de las muñecas. Sana no se lo permitió e intentó hacerlo retroceder. Tzuyu corrió hacia la puerta para protegerse, pero Kim fue tras ella.

Kim levantó la mano. Tzuyu se preparó para el impacto. Se escuchó un golpe, pero no sintió ningún dolor.

Abrió los ojos.

Sana, frente a ella, se sujetaba la mejilla y respiraba agitadamente.

— No le hagas daño ¿bien? —Suplicó la pintora con desesperación. Tzuyu se asombró, pues sabía que ella no era de las que suplicaban- Te pagaré como quieras, pero no le hagas daño.

— A la mierda tu pago, Minatozaki. Mi traje...

— ¡Te compraré otro, Kim!

— ¡Cómprame todos los que quieras, Sana, pero esta pequeña idiota merece una lección!

Se sentía atemorizada y tan frágil como una libélula. Ambas lo eran en ese momento.

Con un movimiento rápido la pintora abrió la puerta y salió junto a Tzuyu, quien no parecía poder procesar con la suficiente rapidez lo que estaba sucediendo.

A las afueras de su departamento Sana sujetaba la puerta con la respiración agitada y el cabello revuelto. Tzuyu no se veía mejor. Kim, desde el interior, gritaba tan fuerte que daba miedo.

— Vete, Tzuyu. Por favor vete. Estaré bien —Le pidió con desesperación y cariño. No quería que Parker le hiciera daño— Y no llames a nadie. Solo vete.

— Pero Sana...

— ¡Qué te vayas, Tzuyu!

Pero no podía hacerlo por dos razones: La primera era porque sus piernas no respondían, y la segunda era porque no estaba dispuesta a dejarla sola con aquel demente.

— ¡VETE, IDIOTA! —Le gritó.

Antes de que pudiera darse cuenta Sana había soltado la puerta para empujarla lejos, haciéndola caer al final del corredor.

— No te acuestes con él si no quieres — Suplicó rápidamente a la pintora, pero ella no la escuchó, pues de inmediato la puerta se abrió y ella entró a su departamento.

Se escuchó un golpe en la puerta y luego el inconfundible sonido de un beso forzado. Escuchó ropas arrancadas con brusquedad, y los pequeños quejidos de dolor de Lauren que le hicieron llorar.

Salió corriendo de allí no queriendo seguir con aquella tortura. Sabía que no podía hacer nada, incluso aunque su corazón le dijera desesperadamente que necesitaba ayudarla.

Y así fue como Sana, quien había dicho que ya no se acostaría con personas que no amaba, tuvo sexo con Kim esa noche solo para proteger a la mujer de la cual no quería enamorarse.

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