O23
Intentó llamarla, buscarla en su departamento, luchar por ella, pero la pintora no estaba dispuesta a recibirla nuevamente en su muy destrozada vida.
¿Se había enojado con Sana? Sí, tal vez aun lo estaba, pero sabía que todas las mentes eran distintas, la de Sana mucho más, y no podía odiarla solo por hacer lo que había creído correcto.
Luego de tres meses, aun con el corazón roto, la tatuadora se dio cuenta de que tendría que aprender a vivir sin ella. Sana así lo había deseado.
Tal vez era lo mejor.
Aun así, todos los días se preguntaba si la volvería a ver, si ella aún la amaría, si ella aún la recordaría.
Y, más importante aún, se preguntaba si vivía.
Tzuyu no esperaba ver a Jimin en Dope Tattoos, pero lo recibió con los brazos abiertos cuando le pidió que le tatuara un fénix en el cuello.
El joven de piel morena tenía un brillo especial decorando sus ojos oscuros, y Tzuyu juraba nunca haberlo visto tan feliz.
— Yoongi parece hacerte muy feliz —Opinó la tatuadora con su típica sonrisa.
Jimin intentó devolverle el gesto, pero el sentimiento de la aguja tocando su piel por primera vez le hizo estremecerse.
— Lo soy —Aceptó el chico, y Tzuyu se alegraba de que el haberla abandonado en aquella fiesta al menos no hubiera sido una pérdida de tiempo— ...La soledad, sin embargo, no parece hacerte demasiado bien.
Su sonrisa se borró. Tzuyu intentaba ocultarlo, seguir adelante, pero su pecho aún estaba lleno de tristeza.
— Supongo que te estás preparando para el reencuentro —Comentó su amigo.
— ¿Reencuentro?
— Eso he dicho —Contestó Jimin mientras rodaba los ojos—. Ya sabes, su nueva exposición será inaugurada dentro de dos meses.
La máquina se había alejado de la piel de su amigo, y Tzuyu apenas podía respirar.
La exposición.
La maldita exposición.
Los malditos extraños ocultos.
— ¿No lo sabías, Tzu?
La tatuadora sacudió la cabeza, intentando así alejar la idea de ver a Minatozaki Sana nuevamente.
— Lo siento, sé que es difícil. No hablaré más de eso —Se disculpó el pobre chico— ... Como sea, tengo nuevas noticias que contarte.
— ¿Nuevas noticias?
Jimin respiró hondo, y tras sus palabras se encontraba la razón de su felicidad.
— Voy a comenzar mi proceso de transición, Tzu —Le contó con un suspiro—. Finalmente podré ser yo.
Esa noche se preguntó si asistir a esa exposición sería lo correcto.
No solo quería ver por primera vez la pintura de su cuerpo desnudo, cosa que la pintora le había prohibido anteriormente para lograr sorprenderla. Aunque intentara engañarse, estaba más que claro que su meta principal era reencontrarse con el amor de su vida.
— ¿Pensando de nuevo? —Preguntó Jia con cautela.
Era muy típico que la chica lo hiciera. Era muy típico que Sana ocupara todo espacio en su cabeza.
— La extraño, Jia—Susurró tristemente.
Su hermana simplemente se sentó a su lado en aquella litera chirriante y acarició su hombro en forma de apoyo.
La entendía.
— Yo también —Reconoció—. Era una idiota, pero me caía bien... Era mi amiga.
— ¿No te ha enviado mensajes?
— Ni uno —Respondió su hermana con melancolía.
No solo se había alejado de Tzuyu, sino de todas las personas importantes en su vida.
— ¿Y ha respondido los que le has enviado?
— Ni uno —Repitió.
Suspiró hondo.
— ¿Crees que deba verla una vez más, Jia?
Dos meses después Tzuyu se preparaba para asistir a la maldita exposición. Había elegido un traje completamente blanco para la ocasión, pues el mismo ocultaba sus brazos mejor que cualquier vestido.
Su cuerpo era gelatina. Su corazón no paraba de correr maratones. El nerviosismo se apoderaba de ella.
— ¿Me veo bien, Jia?
— Siempre te ves bien. De no ser tu hermana, mejor amiga y compañera de habitación, definitivamente habría tenido algo contigo —Admitió. Jia era insoportable la mayoría del tiempo, pero sabía alentar a sus hermanas si lo necesitaban— ... ¿Por qué vas completamente de blanco?
— Porque todos los días son negros. Los otros colores se reservan para los momentos especiales —Explicó pausadamente. No podía evitar pensar en cierta pintora que había sabido destrozar su corazón— ... No todos los días veo a mi ex ¿O sí?
— Tienes razón, Tzu —Coincidió su hermana.
Tzuyu suspiró. Claro que tenía razón.
— Además, solo había trajes blancos y negros, y los negros tenían decorados rojos... Y el rojo es para perras.
De camino a la exposición, Tzuyu decidió hacer una pequeña parada para comer. Sabía que terminaría desmayándose si no lo hacía.
Entró al restaurante de sushi mientras sentía un escalofrío recorrer todo su cuerpo. No había estado allí desde que su relación con Sana había llegado a su muy triste final.
El mesero que la pintora había hecho enojar durante su primera cita se acercó para tomar su pedido con una sonrisa. Tzuyu no lo había notado antes, pero era realmente agradable.
Tal vez era su increíble altura, sus ojos azules, sus hoyuelos, su sonrisa torcida o su cabello rubio, pero algo en él lo hacía ver como una buena compañía.
— Pensé que no volverías.
—Lo hice —Dijo la tatuadora al encogerse de hombros.
Sintió un dolor en el pecho cuando se dio cuenta de que, de haber seguido junto a Sana, no habría tenido la necesitad de entablar conversación con el mesero.
— Soy Jake. Solo por si te interesa.
Tzuyu lo miró con falsa felicidad. No le interesaba, por supuesto. Ella solo quería comer.
— ¿Vendrá tu novia también? —Había un poco de cautela en sus palabras— No quiero que me mate si me ve hablando contigo.
El segundo dolor atacaba.
— Ella... Nosotras ya no...
Jake la interrumpió antes de que pudiera continuar.
— No te preocupes. Lo entiendo, y lo lamento —En sus ojos azules reinaba una sinceridad que Tzuyu no deseaba— ¿Qué vas a ordenar?
Pero no podía pensar en nada. Ahora solo quería irse de allí.
— Sorpréndeme, Jake.
El chico sonrió ampliamente, regalándole una privilegiada vista de sus hoyuelos.
— Será el mejor sushi de tu vida, lo prometo —Animó el mesero con dulzura. Era adorable, pero comenzaba a molestarla— ... ¿Regresarás?
Tzuyu lo miró bastante extrañada.
¿Por qué un simple mesero quería verla nuevamente?
Pensó en no responder, en decirle que eso no era de su incumbencia, en ordenarle que se marchara.
Sus hoyuelos adorables no se lo permitieron.
— Por supuesto. Nada sana más rápido un corazón roto que una buena ración de pescado crudo.
Dolor número tres.
La galería era bastante amplia, y las paredes blancas hacían resaltar a los cuadros que les decoraban.
Logró distinguir entre las obras al desnudo de Sky, el cual presentaba su cuerpo envuelto en una fina tela roja que se escurría hacia el piso como la pureza que pronto perdería. Kim también estaba en la pared, y su desnudo daba tanto miedo como el hombre lo hacía en la vida real. El desnudo de Jay, incluso al estar en anonimato, fue fácil de reconocer; cualquiera habría distinguido los rizos de aquel carnicero vegano.
La monja pecadora, un nutricionista obeso, un cocinero sin manos, una cantante sin voz...Todos estaban allí.
Las obras de Sana eran majestuosas, sublimes como ella misma lo había sido alguna vez.
Tzuyu las habría visto por años y no se habría aburrido de ellas, pero una duda atacó su cabeza antes de que pudiera comenzar a hacerlo.
¿Dónde estaba su desnudo?
Salió a la terraza, pues necesitaba pensar. Tenía deseos de estar sola un momento, pero aquello no sería posible.
Ya había alguien más allí.
Ese alguien era una chica de piel morena que vestía un hermoso vestido blanco de lentejuelas. Tenía un cuerpo perfecto, y se la notaba pensativa. Su hermoso cabello corto solo la hacía ver más alta de lo que ya era, y el tatuaje en su cuello le parecía familiar.
Tzuyu se acercó a su lado y decidió pensar junto a ella. Un poco de compañía no le haría daño.
— Es extraño— Dijo la chica. Su voz era dulce, pero familiar— ...Tú cambiaste los vestidos por trajes, y yo mis trajes por vestidos.
Tzuyu abrió los ojos al identificar su voz, la cual no era exactamente como la recordaba, sino mucho mejor.
— ¿Jimin? —Preguntó sorprendida.
— Soy Yuna ahora.
Tzuyu la miró asombrada. Tenía un cuerpo de infarto, facciones delicadas y una pose llena de seguridad. Marco había carecido de todo eso.
Aun así, cuando la miró a los ojos, supo que su esencia seguía allí. Pero ahora era real.
— Es un bonito nombre.
—!Lo sé. Es el nombre de mi madre —Confesó con suavidad. Se escuchaba maravillosa, como una mariposa que extiende sus alas por primera vez— ...Es la única persona de mi familia que me ha apoyado en todo esto.
Hizo silencio. No sabía que decir.
— ¿Y qué haces aquí?
Era su forma de romper el hielo.
— Vine a mirar la exposición. Me gusta apreciar el trabajo de todos los artistas.
— Jimin odiaba estas cosas.
— Jimin odiaba todo, incluso a sí mismo. Nadie lo sabía, ni siquiera él... Ahora soy Yuna, soy yo, y he descubierto un montón de cosas nuevas para amar. Yo solo necesitaba encontrarme.
— ¿Encontrarte?
— Yo no era un chico, Tzu, pero no lo sabía. Me sentía insegura, pues algo estaba mal en mí. Me perdí en el sexo desenfrenado y sin control. Imité a los demás intentando ser yo... Pero ahora me siento una persona nueva y feliz. Soy Yuna, y me gusta ser Yuna.
Suspiró.
— Me encontré a mí misma cuando estaba perdida, Tzu, y ahora no puedo creer lo feliz que me siento.
— ¿Te encontraste cuando estabas perdida?
Yuna se rio de ella.
— Todo es posible, Tzu —Contestó mientras se encogía en hombros—. Yo deseaba ser feliz, así que hice todo lo que pude para serlo... Supongo que, si lo deseas con la suficiente fuerza, puedes renacer de tus propias cenizas. Así como el fénix.
La mirada de Tzuyu se desvió de inmediato hacia el tatuaje en su cuello, el cual ahora se veía mucho más increíble que antes.
Ahora tenía un significado.
—;Voy a casarme con Yoongi.
Había felicidad en sus palabras, e ilusión en sus ojos.
— Pensé que no creías en el matrimonio. Pensé que lo tuyo era el sexo descontrolado.
Yuna la miró con una sonrisa.
— Eso creía antes, cuando me odiaba sin saberlo. Cuando no creía ser lo suficientemente buena para nadie.
— ¿Acaso descubriste que debes amarte para ser amada? —Reflexionó poco después la tatuadora.
Había escuchado esa frase en muchas ocasiones.
— En realidad, descubrí que debía amarme para permitirme amar.
Había un atril en el centro de la galería.
También un cuadro cubierto con una manta blanca.
Tzuyu sabía lo que había detrás; también sabía quién usaría ese atril. Su mente, confundida ante la situación, preguntaba a su corazón roto qué debía sentir.
El corazón no respondió.
Cuando Minatozaki Sana subió al atril, Chou Tzuyu encontró la razón ante el mutismo de su pecho.
Su corazón había estado junto a la pintora todo ese tiempo.
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