O19
El quinto mes alguien más murió
Se acercaba la navidad y las típicas decoraciones sin sentido comenzaron. Ahora había luces, brillos y un árbol en el estudio, además de promociones especiales que todo el mundo había estado esperando.
El día había empezado bien para Tzuyu. Una joven mujer sobreviviente al cáncer había salido de la tienda con lágrimas en los ojos, y un pequeño había admirado con ojos de inocencia su trabajo sobre uno de los brazos de su padre.
Decidió hablar con Jungkook cuando su descanso llegó. Quería hacerlo desde hacía ya mucho tiempo, pero solo ese día logró reunir el valor.
— ¿Tienes un momento? —Preguntó al llegar al depósito. Jungkook sonrió, y parecía haber estado esperándola.
— Solo si me acompañas mientras almorzamos. Estas horas suelen ser muy solitarias.
La tatuadora aceptó. No tenía nada más que hacer.
— ¿Vas a hablarme de Shuhua?
— ¿Cómo lo sabes?
— No eres muy sutil, Tzu.
Era algo que ya sabía.
— ¿Te dolió?
— ¿Saber que me engañaba? Sí. ¿Saber que era feliz? No.
— Debes de amarla mucho.
— Sí, y es por eso que la dejé ir. No quiero que esté a mi lado solo por culpa. Quiero que sea feliz, y junto a mí no lo será.
Tzuyu no lo entendía, no sabía lo que se sentía perder a un amor, pero imaginaba lo difícil que aquello debía ser.
— ¿Y por qué no le dijiste a nadie las verdaderas razones? —Lo cuestionó. Era algo que desde el principio había querido saber— Amo a Shuhua, pero fue una idiota. Habría entendido que te enojaras.
— Estaba enojado, Tzu, pero no creí que fuera suficiente razón para contar ante todos nuestros problemas. La gente es cruel, y con solo un error olvida todos nuestros aciertos —Se explicó con melancolía— ...No podía hacerle eso.
Tzuyu hizo silencio. No sabía que más decir.
— ¿Qué tal tú? ¿Tienes a alguien más?
— No aun, y realmente no me importa. No necesito a nadie a mi lado para ser feliz.
— Eso me alegra.
Realmente lo hacía.
— Gracias, Jungkook.
— ¿Por qué me agradeces?
— Por no ser ese tipo de persona.
La pintora no apareció a la hora de siempre, pero Tzuyu no tuvo tiempo para preocuparse por ello. La tienda estaba abarrotada, los clientes llegaban en enormes grupos y los pedidos aumentaban con el pasar de las horas.
Sana llegó en un momento difícil. Varios clientes esperaban su turno, una chica con poca resistencia al dolor pasaba por sus manos y la muñeca comenzaba a dolerle.
— Sana está aquí. Dice que necesita hablar contigo —Le notificó Jungkook mientras la chica siendo tatuada, Joy, pedía ese tercer descanso en menos de cinco minutos.
— Dile que pase. Siempre puede pasar.
— Quiere hablar contigo en privado —En su voz había cautela.
— Joder, Jungkook. Estoy muy ocupada ahora mismo— ¿Crees que pueda esperar? —No estaba enojada, pero la presión la agobiaba.
Jungkook lo pensó un poco antes de contestar.
— No lo sé. Ella se ve bien, pero...
— ¿Pero?
— Me ha dicho que es urgente.
— ¡Entonces que venga hasta aquí!
El estrés del trabajo comenzaba a consumirla. Odiaba alterarse frente a los clientes, mucho más si eran como Joy, así que respiró hondo antes de volver a hablar.
— ¿Puedes pedirle que espere un par de tatuajes más? No estoy teniendo el mejor día.
— Lo sé, Tzu. Se lo diré. Seguramente sabrá entender.
— Gracias.
Y el rubio se fue, pero no creía que la decisión de Tzuyu fuese la correcta.
— Si realmente necesitas hablar con ella puedo esperar un poco —Dijo Joy con dulzura. Sí, era muy mala resistiendo el dolor de un tatuaje en la muñeca, pero podía notarse su nobleza con los ojos cerrados.
— No te preocupes. Es mi trabajo terminar tu tatuaje. Ahora solo respira... Acabaré pronto
Joy obedeció. Realmente parecía esforzarse para no dejarse llevar por el dolor, pero fallaba miserablemente.
Aun así, Tzuyu poco a poco fue aprendiendo sobre su piel. Memorizó sus puntos débiles, y como una tatuadora apasionada logró hacer de toda esa experiencia algo mucho más cómodo para ambas.
Cuando terminó, la chica sonrió al ver aquel pequeño pez que tanto le recordaba a su anciano abuelo marinero. Ese día cumplía noventa, y era ese su regalo.
— ¿Puedo preguntarte algo? —La voz de Joy estaba llena de cautela. Sus mejillas se habían sonrojado.
— Lo que quieras.
— ¿El chico rubio de la recepción está saliendo con alguien?
— ¿Jungkook? —Tzuyu sonrió con extrañeza— No. No sale con nadie. ¿Por qué lo preguntas?
— Nada. Solo era curiosidad.
Cuando su agenda finalmente le permitió respirar, salió a encontrarse con Minatozaki Sana. Se preguntaba qué había sucedido.
Ella estaba sentada en uno de los sofás de la sala de espera. Usaba un vestido rojo que no habría esperado ver en su cuerpo, y se veía incomoda mientras los otros clientes a su alrededor hablaban animadamente de sus vidas.
A pesar de esto, parecía estar bien. Su mirada se mantenía fija en un punto específico de la pared, y se la notaba superior a todos los que estaban a su lado.
Aun así, su respiración pesada la alertó. Sabía que algo estaba mal con ella, pero solo alguien que conociera a Sana de la forma que ella lo hacía podría haberlo notado.
— Sana...
Supo que había sido un error hacerla esperar cuando la pintora, con solo escuchar su voz, se lanzó a sus brazos y comenzó a llorar.
Tzuyu limpiaba las lágrimas de Sana mientras ella lloraba desconsoladamente sobre su silla de trabajo. Había cancelado los demás tatuajes del día.
Se la veía rota, completamente desconsolada. Su pecho subía y bajaba sin control, pequeños sollozos escapaban, lágrimas incontrolables humedecían las manos de la tatuadora sin tatuajes.
— Era joven, Tzu —Sollozó—. Era joven y ella solo...
No pudo continuar. Su voz se quebró debido al dolor.
— ¿De quién hablas, Sana?
Su sufrimiento era contagioso, casi palpable. Su tristeza flotaba en el ambiente y se volvía oxigeno destructor. En sus ojos se acumulaba un vacío enorme, un vacío que amenazaba con consumir el mundo completamente.
— Nayeon organizó una fiesta. Estaba ebria, se acabaron las bebidas, salió a comprar más y, finalmente, estrelló su auto contra una pared. Esa perra murió al instante.
El final de la narración era un tanto graciosa, pero Tzuyu no rio.
— ¿Por qué lloras por ella si era una perra?
— Porque ella me dio una de las pocas cosas que realmente me importaría perder: a mí.
La tatuadora simplemente hizo silencio y acarició sus mejillas con sus manos. Escucharla era lo único que podía hacer en esos momentos.
— ¿Recuerdas el maravilloso beso con sabor a Nutella?
Tzuyu asintió. No era capaz de olvidarlo.
— Seguramente te preguntas si encontré uno mejor.
— En realidad, yo no... —Intentó negarse.
— Si no lo hiciste te lo diré de todas formas, así que no me interrumpas —Le prohibió—. Lo encontré —Afirmó. Y no solo encontré un beso con mejor sabor que la Nutella. Encontré varios, Tzu, y los encontré contigo, porque tus besos saben a amor, a esperanza, a Tzuyu... Juro que no existe nada mejor que eso.
Y la tatuadora juntó sus labios para crear un beso húmedo que, en esos momentos, ambas necesitaban.
— Ahora —Susurró la pintora mientras se alejaba un poco de sus labios— ...Necesito un nuevo tatuaje en su honor. Una libélula, ya sabes, y ésta vez tiene que ser roja.
— ¿Roja?
— Es... Era su color favorito —Su confusión la afectó hasta el punto de hacerla sollozar. Aun no aceptaba su partida, y tal vez nunca lo haría. Por eso creo que el rojo es el color que usan las perras.
— Sana... Tu vestido es rojo.
Ese día, al salir del trabajo, Tzuyu fue a casa para colocarse un vestido negro junto a un abrigo que cubriera sus brazos.
Acompañaría a Sana al funeral de Nayeon.
Ella no se lo había pedido, pero sentía que debía acompañarla en un momento tan difícil como aquel.
Todas las perdidas eran difíciles para Sana.
— ¿Piensas ir a alguna parte? —La interceptó Jisoo en cuanto estuvo a solo unos cuantos pasos de la salida. No se veía muy contenta, pero tampoco parecía estar completamente enfadada con ella.
— Acompañaré a mi novia al funeral de su... ¿mejor amiga?
— ¿Hablas de la misma novia qué no he conocido en todo el tiempo que llevan saliendo? —Su ceja se elevó.
— No he cambiado de novia todo este tiempo, así que...
— ¡Tzuyu!
No era su intención hacerla molestar. El discurso de Sana era contagioso.
— Jisoo, no es el momento. Por favor, déjame ir.
— Jia dice que está loca, pero que es una loca inofensiva...También dice que está, literalmente, herida.
— Tal vez Jia debería dejar de meterse en mis relaciones y concentrarse en las suyas.
No quería ser grosera, pero la presión acumulada en el trabajo, lo sucedido con Sana y el actual enfrentamiento con Jisoo no la estaban ayudando en nada.
— ¡Tzuyu!
— Jisoo, por favor.
Y se escurrió bajo sus brazos antes de salir de casa bastante enojada.
No podía seguir allí.
Sana tenía el mismo vestido rojo que había estado usando unas horas antes, y unos muy incomodos zapatos altos cubrían sus casi siempre desnudos pies.
Tzuyu se estremeció de dolor al ver que ahora tenía ambas muñecas vendadas.
— ¿Por qué vas de rojo? —Preguntó Tzuyu una vez que la pintora encendió el auto— Pensé que íbamos a un funeral.
— Vamos a uno —Le aseguró mientras la miraba a los ojos por solo un par de segundos— ... Pero uso negro todo el tiempo, Tzu, y ya te conté que dejo los colores solo para las ocasiones especiales —Le recordó— No todos los días es el funeral de Im Nayeon ¿O sí?
La tatuadora fingió una sonrisa. No le parecía gracioso tratar a la muerte de aquella forma, pero ella aún no había perdido a nadie importante.
Ella no sabía nada sobre la muerte.
— ¿Por qué te heriste la otra muñeca, Sana? —Preguntó luego de unos minutos mientras jugaba con sus manos. Intentó ser cautelosa, pues sabía que su novia odiaba hablar de ese tema.
— Más odio es equivalente a más heridas, Tzu.
Le dolía escucharla con tanta normalidad mientras se hacía daño. Le dolía saber que una mujer tan fuerte también estaba muy rota.
— Sana, por favor. Necesitas ayuda. Necesitas ver a alguien y...
— Ya hablamos de esto, Tzu.
— Lo sé, pero existen también los golpes, los insultos, las lágrimas, cosas que no involucran hacerte este tipo de daño. Por favor, Sana, existen otras formas de drenar tu odio hacia las personas de este mundo...
— ¿Mi odio hacia las personas?
Una sombra de desconocimiento pasó por sus ojos, pero luego de poco tiempo Camila pudo identificar el nerviosismo de la pintora.
Algo no estaba bien.
— Sí. Dijiste que hacías esto para drenar el odio que sentías hacia las personas crueles en el mundo...
— Tienes razón. Lo dije —Pero la forma en la que tragó saliva y sus manos se movieron nerviosamente contra el volante le indicaron que le ocultaba algo.
Tal vez siempre le ocultaba algo.
— Dime que sucede. Ahora.
— Tzu, yo...
Pero sus palabras se esfumaron en el aire.
Sana no tenía el valor para hablar.
— ¡Sana!
Pero su novia la ignoró, tal y como lo hacía cuando quería olvidar una conversación que no deseaba tener.
— Ponte el cinturón, Tzu —Le ordenó con voz neutra. Volvía a ser Minatozaki Sana, la pintora sin sentimientos, una imagen de lo que no era...Lamento destruir tu cuento de hadas.
El funeral de Nayeon fue silencioso, así como cualquier otro funeral.
Tzuyu sujetó fuertemente la mano de su novia todo ese tiempo, y la pintora no derramo ni una sola lágrima. Aun así, sabía que ella sufría.
Cuando llegó el turno de que Sana hablara, Tzuyu soltó su mano y la vio acercarse lentamente al atril. Todos los presentes miraron extrañados su vestido rojo, pero ella los ignoró y fijó su vista en el ataúd de su vieja mejor amiga.
Hana y Minato también estaban allí, pero miraban a su hija como si fuera una desconocida. Como si no fuera...Sana.
Tzuyu volteó para mirarla, buscando así el motivo de su desconocimiento, y en ese mismo instante sus ojos se encontraron con un triste océano verde.
El unicornio estaba allí, sobre el atril. Algo roto, sí, pero estaba... Y miraba al dragón como si fuese la cosa más importante en su vida.
— Im Nayeon —Comenzó la pintora. Tzuyu detectaba la tristeza reprimida de sus palabras, pero, para el resto, en su voz solo había vacío—. Iba a regalarte este vestido de navidad, pero decidiste morir antes de recibirlo. Una lástima. Incluso escogí tu color favorito — Prosiguió— ¿Sabes que es lo negativo de los funerales?... La gente habla babosadas sobre ti. Inventan anécdotas, te conviertes en un santo, de repente nadie recuerda todos tus errores y lloran incontrolablemente cuando en vida no hacían nada más que hablar a tus espaldas. Es por eso que quiero ser recordada por quien fui, quiero que todo aquel que asista a mi funeral diga lo que realmente pensaba de mí, quiero que sean reales, y quiero creer que tu deseo era el mismo... Entonces, déjame decírtelo, creo que eras una gran perra.
Los presentes no habían tomado muy bien el discurso de Sana, así que las echaron del lugar antes de que la ceremonia terminara.
— Ese discurso fue... ¡Estás loca, Sana! Tzuyu entró al auto mientras moría de la risa. La pintora, a su lado, hacía lo mismo
— Solo un poco.
— No dudo eso.
Cuando Sana puso el auto en marcha sus respiraciones estaban agitadas debido a sus incontrolables risas, y sus manos estaban unidas en un gesto que les hacía sentir la necesidad que tenían de estar junto a la otra.
— Jisoo quiere conocerte. Me tiene loca con eso —Le informó con una sonrisa que nadie podría haber borrado de su cara.
— Tendrá que esperar un poco. Rosé cree que deberíamos pasar un poco de tiempo meditando en las heladas montañas; cree que es una buena forma de vivir una navidad unida... Solo voy porque quiero pintar los paisajes. Es un lugar bonito.
Un vacío se sintió en su pecho. No había escuchado sobre eso antes, y el saber que no podría verla durante tanto tiempo le hacía preguntarse qué tan destruida estaría cuando se vieran nuevamente.
— ¿Estarás bien? —Quería asegurarse de eso.
— Siempre estoy bien.
— Sana...
— Lo estaré, Tzu. Estaré bien.
Pero mentía.
— Voy a extrañarte, amor.
Solían llamarse de esta forma muy pocas veces, pero cuando lo hacían se volvía tan especial que era digno de recordar toda la vida.
— Yo te extrañaré también —Afirmó la pintora con total sinceridad—. Y pensaré en ti... mucho —Su ceja se enarcó en un gesto sugerente.
— ¡Sana!
— Tú también puedes pensar en mí de esa forma. Me encantaría.
Tzuyu dejó escapar un gruñido de frustración.
— Recuérdame por qué salgo contigo, pequeña idiota.
— Porque me amas.
Tzuyu no pudo esconder su sonrisa. Tenía razón.
— Supongo que es suficiente.
Dentro de tres meses no lo sería.
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