O18
El cuarto mes ellas compartieron historias.
El domingo había llegado y no tenían mucho por hacer. Su cita al aire libre debió ser suspendida cuando una terrible tormenta comenzó, así que solo les quedó como opción besarse sobre el sucio sofá de la pintora.
Fue cuando sus labios se adormecieron que decidieron tomar un respiro.
— Háblame de tus padres, Tzu.
Ambas estaban recostadas sobre el sofá, el cuerpo de Tzuyu colocado sobre el de Sana mientras su cabeza descansaba entre sus pechos. Las caricias en su cabello comenzaban a relajarla.
— ¿Jisoo y Bo-hyun?
— No. Sobre tus padres biológicos.
La tatuadora tomó un gran respiro antes de comenzar. Le era difícil hablar sobre un pasado que prefería olvidar.
— Se llamaban Wen y Yasuhiro Chou —Comenzó a relatar—. Su trabajo consistía en transportar drogas a través de varias fronteras...Nací en Taiwán, por cierto. Estaban en un viaje de negocios cuando las contracciones empezaron y, créeme, no me consideraron un regalo del cielo.
Tzuyu sintió una lágrima resbalar por su mejilla. Cuando fue a secarla descubrió que su novia ya lo había hecho por ella.
— Me mantuvieron a su lado solo porque podía ayudarlos en su trabajo. Yo era pequeña, así que era capaz escabullirme fácilmente con la mercancía —Cada segundo se sentía peor, pero no podía parar de hablar— ... Recibí educación en casa solo porque sabían que, al crecer, una analfabeta no sería útil. Aun así, la mitad de sus clases consistían en gritos, insultos y amenazas.
Un nudo se formaba en su garganta y, poco a poco, las lágrimas doblaban su cantidad.
— Tzu, no tienes que hablar si no quieres hacerlo —La detuvo Sana claramente preocupada.
— Quiero hacerlo. Confío en ti.
Realmente lo hacía.
— Cuando Chia Yi nació no la trataron mejor, pero tiene suerte de no recordarlo —Susurró en medio de un suspiro, y casi parecía aliviada con este dato—... Estábamos en casa cuando los asesinaron. Fue un ajuste de cuentas, o eso dijo la policía. Yo logré esconderme junto a Chia Yi en el sótano, pero ellos no tuvieron tanta suerte... Cuando la policía llegó la casa ya no era más que un baño de sangre, pero yo no recuerdo esa escena. Mi mente la bloqueó.
Un silencio siguió sus palabras. No sabía si se sentía mejor con un recuerdo perdido, o si prefería tener en su mente un recuerdo traumático que confirmaba que aquellos seres crueles ya no estaban a su lado.
— Luego de muchas visitas al terapeuta y varias noches en el orfanato apareció Jisoo. Hubo algún tipo de conexión entre nosotras, aun no puedo explicarlo, pero, luego de poco tiempo, Chia Yi y yo ya estábamos en casa...
— Jisoo debe de ser increíble. No me imagino lo duro que debe ser tomar una decisión tan grande como adoptar a un niño, ofrecer amor a alguien completamente ajeno a ti —La pintora la abrazó fuertemente, buscando así darle apoyo. Y, en ese momento, parecían inseparables.
Ninguna presentía lo que iba a suceder cuatro meses después.
— Ella es genial —Admitió—... Se ocupó de Shuhua cuando sus padres murieron y rescató a Kelly de las calles. Nos regaló una nueva vida, Sana, y yo realmente no sé qué le hemos dado a cambio —Su mano buscó la de Lauren, quien jugó con sus dedos para hacerla calmar— A veces llego a pensar que su vida sería mejor sin nosotras.
Ante estas palabras Sana la calló con un beso.
— No pienses eso, Tzu. Por favor. Tal vez tú no lo notas, pero diste a su vida algo tan puro como el amor. No lo entiendes, pero ella es infinitamente feliz cuando sonríes, y tal vez eso buscaba... Ella quería verte feliz —La hizo reflexionar.
— Sí, pero...
— Por favor, deja de pensar en una vida distinta. Nadie querría que la tuvieras. Además, eso me obligaría a hacerme pensar en un presente sin ti —Murmuró— ¿Y qué es vivir sin ti, Tzuyu?
Y, mientras decía esto, su voz se quebró como una copa de cristal al golpear contra el suelo.
No pudo evitar elevar su cabeza para mirarla, encontrando así dolor en sus ojos verdes. Besó su nariz para tranquilizarla, y luego siguieron sus labios.
— Veo a mis padres muy poco, mi hermana vive en su propio mundo, Jia es mi única amiga y no la habría conocido sin tu ayuda...Estoy sola, Tzu.
— Pero te tienes a ti misma, Sana.
La pintora suspiró.
— ¿No crees que suena un poco solitario?
— Antes no pensabas eso.
— Tal vez me di cuenta de algo.
— ¿De qué?
Ella lo pensó antes de responder.
— A veces necesitas a alguien además de ti.
Cuando la lluvia cesó su cita al aire libre ya era historia, así que solo fueron a ver una película que Sana criticó por ser demasiado predecible. Después de allí fueron a la librería, pues luego de escribir diecisiete libros el pobre Howe se había quedado sin ideas.
Tzuyu compró un clásico. Sana, por otra parte, llevó un manual para construir casitas del árbol.
Por supuesto, no tenía intenciones de construir una.
Así es como, de nuevo, terminaron en aquel departamento sucio. Había una cajita de jugo en las manos de cada una, y eran felices con solo eso.
— ¿Cómo eras, Sana?
La pintora la miró extrañada.
— ¿Antes de conocerte?... Pues era una perra, pero eso ya lo sabes.
Tzuyu se rio de ella.
— Me refiero a tu infancia, Sana —Le aclaró.
La pintora reflexiono un poco antes de hablar.
— Pues... yo era una niña adorable.
Silencio. Tzuyu esperaba escuchar mucho más que solo eso.
— ¿Eso es todo?
— Una vez robé en una tienda de Disney —Agregó con una pícara sonrisa.
— ¡Sana!
— Está bien, lo entiendo —Ahora su sonrisa se había vuelto melancólica, y sus ojos buscaban imágenes de su pasado― Era una niña moldeada por los típicos estereotipos: Usaba vestidos coloridos, zapatillas, trenzas y amaba las cosas brillantes. Mi día a día era un arcoíris vomitado sobre mi cuerpo.
Tzuyu intentó no reír. No podía imaginar a su novia en una etapa tan rosa.
— Fui un arcoíris por tanto tiempo que me acostumbré, y es que me habían impuesto algo que no era para mí... Cuando besé a Nayeon y supe que me tenía a mí misma me di cuenta de que realmente odiaba esos colores. Es por eso que uso negro la mayoría del tiempo y dejo los colores para ocasiones especiales.
— La fiesta de Nayeon...
Era incapaz de olvidar aquel vestido azul, y mucho menos cuando había resbalado tan grácilmente por su cuerpo para mostrar su desnudez.
— Exacto —Asintió con una sonrisa—. Odiaría ser una niña manipulable de nuevo, pero...
— ¿Pero?
— A veces quiero escapar del mundo, reír por cualquier tontería y despreocuparme. A veces quiero ser una niña grande.
— ¿Es por eso que aún bebes jugo en estas cajitas?
Sana rio ante su observación.
— No. Las prefiero porque son cómodas y tengo que limpiar menos —Aclaró—... Lo que quise decir es que bebo cuando quiero, fumo cuando quiero, lloro cuando quiero y me rio cuando quiero. Soy libre, Tzu, así como los niños son libres dentro de sus cabezas.
— ¿Libre? —La ceja de la tatuadora se enarcó mientras dejaba su cajita de jugo a un lado. Una idea acababa de llegar a su mente.
— Muy libre.
— ¿Qué tanto?
Fue allí que Sana se dio cuenta de sus insinuaciones y volteó para mirarla, encontrándola así más cerca de lo que esperaba.
— Joder, Tzu, no puedes hacerme esto —Se negó Sana, pero no tuvo intenciones de alejarse— ¿Cómo es que una charla sobre mi infancia pasó a ser un momento de tensión sexual?
— Se le llama crecer —Bromeó la tatuadora al tomar la cajita de jugo de las manos de su novia y colocarla junto a la suya. Sus brazos rodearon su cuello, acercándola más. Quería provocarla.
— No es justo, Tzu. Siempre empiezas esto y me obligas a terminarlo en el baño completamente sola.
— Eso es porque aún no quiero acostarme contigo y debes aceptarlo.
— Lo sé, lo sé, pero...
— Me pediste ser tu novia en un auto, Sana. Para nuestra primera vez espero al menos un par de rosas.
— Puedo ir a comprar una si quieres.
Tzuyu se rio ante su desesperación y hundió su rostro en su cuello para que sus carcajadas le hicieran cosquillas. Sana respondió retorciéndose levemente contra su cuerpo.
— Si realmente te molesta que no lleguemos a nada podemos dejar esto de lado y hacer algo más.
Sana no lo pensó antes de responder con un beso repleto de deseo, uno de esos besos que son capaces de adormecer todos tus sentidos y encender una llama en todo sy tu cuerpo que no sabías eras capaz de soportar.
— Por ti visitaría el baño todos los días.
— ¡Eso ha sido tan romántico! —Exclamó con sarcasmo entre húmedos besos.
— Cállate. Ahora mismo no quiero ser romántica.
— Si encuentras mis bragas rojas puedes quedártelas.
Tzuyu se sobresaltó al escucharla. Había estado husmeando en el desorden acumulado en el salón de Sana mientras ella se ocupaba de sus asuntos en el baño, así que no se esperaba que su ronca voz se hiciera presente en su momento de curiosidad.
Su voz de bebé se hizo presente ante su reacción.
— Lamento asustarte —Se disculpó mientras ocupaba un lugar en el sillón—. Es solo que a veces pasas por alto tantas cosas que me gusta jugar con mi habilidad de ser escurridiza...
— Lamento lo de mi falta de atención. Odio no ser tan perceptiva —Susurró mientras la mitad de sus pensamientos pretendían encontrar esas bragas—... ¿Cómo estuvo tu visita al baño?
— Increíble. Incluso grité tu nombre.
— Lo sé. Lo escuché.
Sana se acercó a ella lentamente, pero procuró hacer ruido para que Tzuyu notara su acercamiento.
Al llegar sus brazos se enredaron en su cintura.
— Me gusta que no seas tan perceptiva — Aceptó la pintora―. Si llego a darte una sorpresa no te darás cuenta hasta el final.
— Gran ventaja.
— No estoy jugando, Tzu. Odio a las personas que se dan cuenta de todo... Le quitan la diversión a la vida.
— Pero tú eres una de esas personas, Sana —Se rio.
— Lo sé, pero soy una excepción entre ellos. Ya sabes, yo me amo —Aclaró orgullosamente antes de descender por su cuerpo lentamente, con una sensualidad prohibida que hizo arder en deseo el espacio entre sus piernas— ...Además, el que pases por alto muchas cosas insignificantes te ayuda a concentrarte en los asuntos importantes. Sabes centrarte. Me gusta eso de ti.
Y con una sonrisa pícara, mientras Tzuyu respiraba pausadamente debido a la mirada de felino que recibía por parte de su novia, la pintora dio unos toquecitos a su pie para que lo moviera.
Tzuyu rio.
La braga roja había estado allí todo el tiempo.
— La guardaré... Ya sabes, para centrarme en ella.
La pintora la besó, y parecía ser un acto inconsciente. La besaba con pureza, con un sentimiento que le hacía tocar las estrellas aunque fuese de día. La besaba con delicadeza, como si temiese romperla con todo lo que podía transmitirle en ese simple gesto.
Tzuyu hizo a un lado las bragas. Algo le hizo sentir que no debían estar allí.
— No creo habértelo dicho antes, pero realmente me gustas —Las palabras de la pintora eran delicadas, suaves como una pluma, y le hacían cosquillas en el alma—. Me gusta cada cosa de ti, desde la forma en la que respiras hasta la forma torpe en la que caminas. También me gusta tu sonrisa, y daría todo lo que tengo por verte feliz toda la vida. Me encantan tus ojos cuando me miran, tus labios cuando me besan, tus manos cuando me tocan. Y me fascina esa necesidad que tienes por entender a los demás, desde los locos como Howe hasta los heridos como yo.
— Son muchas cosas las que te gustan de mi —Intentaba sonar graciosa, pero tenía un nudo hecho de felicidad en la garganta.
— También me gusta la forma en la que haces algo que te apasiona o hablas sobre ello. No lo has visto, pero tienes un brillo mágico en los ojos cuando haces un tatuaje, cuando lees un libro, cuando hablas de tu familia... y cuando me miras a mí.
— Sana...
— Me miras como si yo fuera arte, Tzu.
Tzuyu había comenzado a llorar. Una sensación en su pecho que la hacía sentir increíblemente afortunada la obligaba.
— Eres arte, Sana —Le aclaró mientras reacomodaba el cabello de la pintora, quien es esos momentos acariciaba su mejilla húmeda con dulzura—. Tú ves ese brillo en mis ojos cuando hago o miro cosas que me apasionan, pero tú lo tienes todo el tiempo. Encuentras encanto en todo lo que te rodea, y aprecias desde la más pequeña libélula hasta a la chica que las tatuó en tu espalda.
— Tal vez lo hago porque la tatuadora es digna de admirar.
— Tal vez la tatuadora esté enamorada de su admiradora.
— Tal vez la admiradora se enamoró del arte que la otra chica es.
— Tal vez las dos estén enamoradas.
Sus rostros se habían acercado lentamente, y ahora Tzuyu podía detallar su reflejo en los ojos verdes de Lauren. Se dio cuenta de que la miraba como idiota, como si no hubiese visto mujer más hermosa en el mundo.
Miraba a Sana como si fuese arte.
Miraba a Sana porque era arte.
— Realmente te amo, Tzuyu —Confesó la pintora.
Sus piernas casi cedieron.
— Realmente te amo, Sana —Correspondió con la respiración entrecortada.
Y sus labios se encontraron para sellar un recuerdo perfecto.
En medio de suspiros, Tzuyu supo que no habría existido mejor momento que ese en el mundo para confesar lo que sentía. Porque allí, en medio de un salón desorganizado y con unas bragas rojas tiradas en el sofá, aquello no parecía ser un amor de cuentos de hadas.
Lo suyo era real.
Al cuarto mes confesaron su amor por primera vez.
Al cuarto mes faltaba solo la mitad.
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