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21

El séptimo mes ellas hicieron el amor por primera vez.

Nada les advirtió lo que sucedería. Ni el canto de los pájaros, ni desconocidos regalando rosas. Ningún cliente demasiado extraño se hizo presente a Pandora's Tattoos, y mientras caminaban hacia el restaurante de sushi ningún musical idiota comenzó.

No se sentaron en la mesa del centro, y tampoco en esa que ocupaban cuando Nayeon las acompañaba. En realidad, la mesa que habían escogido se encontraba entre esas del montón que no te hacen ser el centro de atención, pero tampoco permite que te ignoren por completo.

Tzuyu estaba usando una camisa azul y holgados pantalones grises. A sus pies los cubrían un par de zapatillas deportivas. No había beanie, ni gafas de sol, ni una chaqueta. El color negro se había marchado. Tampoco había un aire de superioridad en su rostro.

Aun así, Sana aun veía al unicornio que se escondía tras sus ojos.

─ ¿Sabes en que mes estamos?.─ Preguntó la pintora mientras alzaba las cejas y sonreía levemente al apoyar la barbilla en sus manos.

Sana suspiró al ver las vendas en sus muñecas, las cuales ya estaba acostumbrada a encontrar todos los días. Se preguntaba muy seguido cuándo desaparecerían, cuándo Tzuyu finalmente aceptaría recibir ayuda.

Esperaba también que ese día llegara pronto.

─ ¿Febrero? ─ Había confusión en su voz.

─ ¡Exacto! ─ Confirmó con alegría.─ ¿Sabes lo que eso significa?.

─ ¿Que es... febrero?

Tzuyu rio ante esto y negó con su cabeza lentamente.

─ La primera vez que nos vimos era febrero, Shasha.─ Le recordó, y Sana casi se golpeó la frente ante algo tan obvio. Era difícil para ella ser tan detallista-. Yo me veía increíblemente sexy ese día, y tú también.

La tatuadora tenía imágenes de ese día, pero ninguna era completamente nítida en su mente. Es extraño, pero a veces olvidamos las cosas que realmente importan.

─ Sigo sin entender por qué no escogiste los tatuajes de Miyeon y Jisoo.─ Murmuró mientras le regalaba una sonrisa que solo aparecía cuando estaban juntas.

─ Ya te lo dije hace algún tiempo, amor: Tus tatuajes eran los únicos que tenían lo que yo estaba buscando.

─ Creo que también te he preguntado qué estabas buscando.

Tzuyu elevó una de las comisuras de sus labios y la miró antes de acariciar su mejilla con su mano, la cual Sana sujetó para dejar un beso en la suave piel de sus nudillos.

─ Buscaba amor.─ Confesó─ No quería el mejor tatuaje del mundo, y tampoco a una tatuadora de demonios. Necesitaba a alguien cuyas obras transmitieran tanto amor como el que yo sentía hacia mi abuela... Y sé de amor y de arte, Shasha. Sé cómo se conectan en los trazos, pues también puedes encontrar amor en lo que yo hago. Yo necesitaba una obra lo suficientemente bonita, delicada, cariñosa y pura como para decorar mi piel.

Cuando la miró a los ojos, la típica calidez del cariño la cobijó.

─ Tal vez necesitaba una tatuadora pura también.

Sana habría respondido esto con una bonita frase, pero el oportuno mesero de siempre llegó con su pedido.

La Tzuyu con quien había tenido su primera cita le habría ordenado marcharse. Esa Tzuyu simplemente le agradeció con una falsa sonrisa.

─ Te amo.─ Susurró Camila mientras veía a la pintora llevarse un rollo de sushi a la boca.

La pintora la miró con sus ojos marrones y sonrió dulcemente ante esto, así como un niño al que acaban de decirle que no tiene que ir a la escuela al día siguiente.

Y esa fue la primera vez en la cual la pintora no comió el sushi como si fuese lo más increíble del mundo, tal vez porque lo más increíble del mundo estaba justo frente a sus ojos.

─ ¿A qué viene eso?.

─ A que realmente lo hago.─ Contestó─ Tzuyu, en los libros que leo, esos en los que las oraciones tienen sentido, las personas se enamoran unas de otras y terminan resolviendo sus problemas. Ya sabes, se salvan en situaciones de extremo peligro, dejan de ser asesinos seriales, mágicamente su cáncer se cura...

─ Son un asco, si te soy sincera. No entiendo por qué los lees.

Sana la miró en forma de reprensión. No le gustaba ser interrumpida cuando comenzaba a ponerse romántica.

─ Me he preguntado si esos libros realmente hablan de amor, o si es solo una deuda.

─ Una deuda, sin duda alguna.

─ ¡Tzuyu!

─ Está bien. Te dejaré terminar.

─ Cuando los leí comencé a preguntarme qué sucedía con esas personas que tenían buenas vidas. Me pregunté qué sucedía con las tatuadoras de veinte años con diez hermanos y una vida que no habría cambiado a pesar de no disponer de todos los lujos...

La tatuadora suspiró y unió sus manos.

─ Era feliz antes de que llegaras, Tzuyu, y lo soy también ahora.

─ ¿Eso quiere decir que no te he dado nada? ─ En su rostro había una sonrisa burlona, y, a pesar de sus ojos tristes, la pintora parecía entender un poco de lo que ella deseaba comunicarle.

─ Por supuesto que sí, Tzuyu.─ Le dijo dulcemente mientras trazaba sus labios con sus dedos.─ No me has dado una vida llena de lujos, no me has curado de una condición incurable, no me alejaste de un futuro vandálico y, mucho menos, me salvaste antes de que un árbol me aplastara. Pero has hecho mejores cosas por mí, Tzuyu, cosas reales, cosas que realmente aprecio.─ Sus palabras eran suaves, así como plumas que acarician el aire. Su voz demostraba lo mucho que la amaba-... Me regalaste charlas de media noche, secretos bajo las estrellas, caricias bajo la mesa, miradas de intimidad, abrazos de consuelo, besos de amor.─ Los ojos de ambas brillaban un poco más con cada palabra.─ Son pequeños detalles, Tzuyu, pero tú misma sabes qué es eso lo que realmente importa. Tú sabes apreciar la grandeza de lo pequeño.

Tzuyu asintió en silencio. Por supuesto que lo sabía.

─ No quiero a alguien que me regale un auto, una casa, un viaje a otro continente o que, simplemente, me vea como una labor social. No quiero a alguien que me mire con lastima. Quiero a alguien como tú, a alguien que me enseñe a valorar cosas tan pequeñas pero tan difíciles de encontrar.

Hizo una pausa, y es que estaba llorando.

─ Quiero algo real, Tzuyu. Te quiero a ti.

Y, cuando Tzuyu la miró con una sonrisa en el rostro y lágrimas de felicidad recorriendo sus mejillas, supo que no existía nada más real que ellas.

⸝⸝⸝ ♡︎ ⸝⸝⸝

Ya en el departamento de la pintora, Tzuyu propuso ver un programa infantil mientras bebían un delicioso jugo de cajita. Sana se había burlado al principio, pero terminó entendiendo que un mundo sin clasificaciones era mucho mejor.

Para Chou Tzuyu aquel no era un programa infantil. Era solo un programa, así como el jugo de la cajita era solo jugo.

La pintora estaba recostada sobre las piernas de su novia, la cual jugaba con su cabello sin importarle ni un poco el estúpido cerdo en pantalla. Se reía cuando ella reía, y con algo tan simple como eso era muy feliz.

─ Eres toda una bebé, Tzuyu.─ Se le escapó a la tatuadora cuando una risa adorable envolvió la habitación durante un momento particularmente divertido.

Y en ese momento Tzuyu volteó su cabeza, la miró fijamente y formó con sus labios la más hermosa de todas las sonrisas existentes en el mundo.

Era una sonrisa llena de amor.

─ Soy tuya.

Y realmente lo creía.

⸝⸝⸝ ♡︎ ⸝⸝⸝

Fue luego de dos episodios que la pintora, con un ligero temblor en las manos que Sana no fue capaz de notar, decidió guiarla hacia un lugar en el que nunca le había permitido entrar.

La llevó hasta su habitación.

Había estado dentro de su estudio antes, y también en el depósito, lugar donde no había nada más que el peor de los desórdenes existentes. Pero aquella habitación era una zona inexplorada.

Se llevó una gran sorpresa al entrar.

Todo era blanco, casi demasiado, y no había ni una mota de polvo en el lugar. Había orden, pulcritud, delicadeza, y era extraño como un ambiente así encajaba a la perfección con el resto del departamento.

La ropa estaba perfectamente ordenada en el armario, y los zapatos iban todos en par. La lámpara del techo parecía nueva, las cortinas desprendían olor a lavanda, la alfombra del suelo parecía sacada de un trozo de cielo y, sin duda alguna, esa mesita de noche nunca había sido usada.

Y, sobre una enorme cama tan pulcra que daba miedo tocarla, había siete rosas blancas esperando por ella.

─ Dijiste que querías rosas.─ Murmuró la pintora a sus espaldas mientras envolvía la cintura de su novia.

Sus temblores se habían intensificado, pero Sana seguía siendo incapaz de notarlos. Tal vez influía el hecho de que su cuerpo también se sacudiera debido al nerviosismo.

─ Jamás te he pedido un ramo de...

─ Lo hiciste.─ Afirmó la pintora.─ Dijiste que era lo mínimo que esperabas para nuestra primera vez, y te las di blancas porque el rojo es para perras y no encontré de otro color.

La tatuadora sonrió, agradeciendo así lo muy detallista que su novia podía llegar a ser.

─ Son bonitas.─ Admitió mientras tragaba saliva pesadamente.

Quería hacerlo, estaba lista para ello, pero había un pensamiento que siempre asaltaba su mente para hacerla sentir intranquila.

¿Y si a Tzuyu no le gustaba?

─ También te di algo más.─ Agregó la pintora al dejar un dulce beso en su cuello.─: Mi corazón.

Sana dejó escapar un leve suspiro y dio media vuelta para encontrarse con los ojos de su novia, los cuales estaban llenos de una desmedida devoción.

─ ¿Qué pasa si no soy buena? ─ Preguntó con una entendible inseguridad.─ Has estado con otras personas más experimentadas y...

Tzuyu la interrumpió mientras le acariciaba la mejilla, buscando así regalarle un poco de paz a ambas.

─ No serás una diosa del sexo la primera vez. Tampoco la segunda o la tercera.─ Le aclaró suavemente mientras le acariciaba los labios con el pulgar, maravillándose así ante su suavidad.─ Pero yo no quiero tener solo sexo. Yo quiero hacer el amor contigo, Shasha, y eso involucra más cosas que movimientos de caderas, gritos, gemidos, sudor y un par de dedos. Involucra confianza, pasión, amor... Y yo jamás hice el amor con nadie, Shasha.

Sana sonrió nerviosamente. Ya no se sentía tan mal.

─ Eso quiere decir que soy algo así como tu primera vez.─ Murmuró con cierta ilusión. La idea le agradaba.

─ Tienes razón.─ Aceptó la pintora─ Te lo juro, estoy temblando de miedo.─ Confesó con una risita nerviosa.

Y fueron estas palabras las que lograron relajarla.

─ Siéntate en la cama.─ Ordenó Tzuyu suavemente.

Y Sana lo hizo mientras sus piernas temblaban. Sabía que podía hacerlo, sabía que el momento había llegado, pero no sabía cómo manejar adecuadamente la situación.

─ Te amo, Camz.─ Le dijo dulcemente antes de depositar un beso increíblemente corto en sus labios.

Y, cuando la pintora se alejó algunos pasos para quitarse la ropa lentamente, la tatuadora se dio cuenta de lo muy afortunada que realmente era.

Miró cada pequeña parte de su desnudez con devoción, como si fuese el ser más perfecto del mundo, y nadie que hubiese conocido a la pintora tiempo atrás habría creído que un gesto tan simple como lo era la mirada de Sana la haría sonrojar de forma tan notoria.

Tzuyu era adorable y sexy a la vez. Una combinación del cielo y el infierno descansando en el purgatorio.

─ Voy a tatuarte.─ Le notificó la pintora una vez que toda su ropa descansaba sobre el suelo. La mirada de la tatuadora intentó concentrarse en sus ojos llenos de amor, pasión y lujuria, pero era difícil conseguirlo.─ No hablo de tinta y máquinas. Eres tú quien sabe de eso... Voy a hacer en ti un tatuaje con algo mucho más permanente que la tinta.

─ ¿Qué... cosa?.─ Tartamudeó.

Su boca estaba seca, pero otras partes comenzaban a humedecerse.

─ Voy a tatuarte mi amor, Shasha, y no habrá manera de que te deshagas de él.

⸝⸝⸝ ♡︎ ⸝⸝⸝

La tatuó con besos en el cuello, esos que la hicieron retorcerse bajo sus brazos mientras añoraba con una sonrisa ver pequeñas marcas el otro día. Esos que la hicieron suspirar su nombre una y otra vez.

La tatuó con manos delicadas, esas que con la suavidad de una pluma le quitaron el suéter de cuello alto para dejar a la vista su torso. Esas que sujetaron sus pechos en busca de un gemido.

La tatuó con palabras, diciéndole cada segundo lo muy hermosa que era. Le dijo que era perfecta, un ángel caído del cielo, el pétalo más joven de una rosa.

La tatuó con dedos temblorosos, esos que torpemente le arrancaron el sujetador y comenzaron a jugar con la sensible área expuesta. Esos que le robaron un jadeo desesperado cuando aplicaron más presión de la esperada en su sensible pezón.

La tatuó con una intensa mirada marrón, esa que se fijó en sus ojos mientras le deslizaba las bragas por las piernas. Una mirada que la quemó por dentro.

La tatuó con la lengua, esa que recorrió cada centímetro de su piel sin temor alguno. Esa que le hizo gritar blasfemias que jamás se habían sentido tan bien al decir.

La tatuó con sus labios, esos que se acercaron lentamente al área que más contacto añoraba. Esos que le hicieron soltar un grito ahogado que seguramente todos los vecinos escucharon.

La tatuó con movimientos lentos, esos que la hicieron disfrutar y desesperar de igual forma. Esos que la hicieron sentir en el cielo hasta el final, e incluso también después.

La tatuó con amor. Con deseo. Con lujuria. Con sentimientos encontrados.

Le tatuó el cuerpo, el alma, la mente.

La tatuó con rasguños, gemidos y mordidas. La tatuó con toques delicados y movimientos que no lo fueron tanto.

La tatuó para siempre, y también para después.

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