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Capitulo 7

Atike empezó a derramar lágrimas silenciosas.

―¿De qué murió? ―preguntó.

―Fue envenenada en la comida.

Eso puso a Atike peor. Ella le había dado esa comida. El veneno era para ella, no para Nurbanu.

―Alá ¿Que he hecho? Es mi culpa ―se derrumbó. Zeynep la sostuvo para que no acabase en el suelo. Acto seguido se sumió en la más profunda oscuridad.


















―¿Que sucede Naz? ―preguntó Nurhan mirando el alboroto en el Harén.

―Nurbanu Hatun fue envenenada.

―¿Cómo?

―Comió la comida con veneno que le llevamos a Atike.

Nurhan apretó los dientes. Su plan había fallado y no tendrían otra oportunidad. La seguridad de Atike se duplicaría.

Lo único que debía hacer ahora era sobrevivir.



















―¿Dónde estoy? ―preguntó Atike al despertarse. La habían llevado a su habitación.

―En tus aposentos ―respondió Orhan, quien se hallaba a su lado, acariciando su cabello.

Atike recordó todo lo ocurrido en las últimas horas y el llanto no tardó en surgir.

―Fue mi culpa. Yo la mate. El veneno era para mí ―sollozaba.

Orhan la abrazó.

―Tranquila Burnaz. Le haces daño al bebé.

Eso no impidió que Atike dejara de llorar. Estaba destrozada. Nurbanu era como su hermana menor.

―Yo le dije que podía comer mi comida. Yo la maté.

―No, Atike, no fue tu culpa

―Lo fue ―dijo―. Quisiera que tenga un funeral digno de ella.

―No te preocupes. Será enterrada como se merece.

―Orhan.

―¿Si?

―Me gustaría salir al pueblo.

A su lado el şehzade se tensó.

―Con guardias, claro ―añadió.

―Si tú quieres ―suspiró―. Bien. Pero iras con guardias y criadas.

Atike esbozo una pequeña sonrisa. Necesitaba salir.





















Diez guardias y siete criadas era lo mínimo que Orhan le pedía que se llevase y Atike no lo culpaba. Nunca se sabía que podría pasar.

Había poca gente en la ciudad.

Atike sintió lastima por los que vivían en las calles. Ella rodeada de lujos y había personas que apenas le alcanzaba para vivir. Pero ella no podía hacer nada, al menos no por ahora.

Una persona que vivía en la calle le llamó la atención.

Una niña, para ser más específicos. Junto a ella estaba, la que supuso Atike que era, su madre. La madre tosía y tosía, expulsando sangre de paso. Súbitamente, Atike recordó a Nurbanu en sus últimos momentos. Se acercó a la niña, la cual lloraba desconsoladamente.

―¿Cuál es tu nombre pequeña? ―preguntó dulcemente Atike.

La niña la miro. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar.

―Esma, señorita.

―¿Cuántos años tienes?

―Diez.

―¿Ella es tu madre? ―señaló a la mujer al lado de Esma.

―Sí. ―Esma comenzó a llorar nuevamente―. Ayúdela por favor. Se lo ruego. Haga algo.

La madre de la niña abrió los ojos y miro a Atike.

―Por favor cuide a mi hija. Se lo suplico. Cuídela. Usted parece buena gente. Hágalo. Por favor. ―Dicho esto volvió a cerrar los ojos para no abrirlos nunca más. Esma gritó.

Atike comenzó a llorar.

Las muertes la perseguían.

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