―¿Te sientes mejor Atike?

―Sí, şehzade.

Atike había despertado hace un rato y Orhan estuvo allí cuando lo hizo.

―¿Que sucedió doctora? ―La favorita del şehzade distinguió la voz de Ayşe.

―Solo fue un desmayo. Es normal por el embarazo.

―Bien. Puedes irte.

Una vez que la doctora se hubo ido. Ayşe posó sus ojos en su nuera.

―Me asustaste, Atike. Desvíe la vista por un segundo y te desmayaste.

―Comencé a sentirme mal.

―Bueno, pero al menos no fue nada malo. Tú estás bien y nuestra hija también ―dijo Orhan con su mano sobre el vientre de Atike.

―O hijo ―rebatió Ayşe.

―Es una niña, estoy segura ―respondió, sonriendo, la bosnia.

―Y sí lo es, su nombre será Hürrem.

Atike amplió su sonrisa.

―Hürrem, mi pequeña Hürrem.

―¿Cómo se lo darás? ―pregunto Naz a Nurhan.

―Nilüfer Hatun le lleva una bebida todas las noches. Esta espero que no sea la excepción.

Se acercaron a la cocina.

―Ağa ―dijo inocentemente Nurhan.

―¿Si, Hatun?

―Vengo a ayudar a llevar las bandejas con comida.

―Bien. Llévale la comida a Ayşe Sultán.

―Yo le llevo la comida a Atike. Que Naz se encargue de llevársela a la sultana.

El Ağa, distraído, asintió.

Nurhan agarró la bandeja y salió de la cocina. En un rincón, cerca de los aposentos de Atike, le puso el veneno.

―¿Nurhan Hatun?

Nurhan se dio vuelta y se encontró con Nilüfer Hatun.

―Le estaba llevando la comida a Atike Hatun.

Nilüfer le arrancó la bandeja de sus manos.

―Yo se lo llevaré. Muchas gracias.

La amiga de Atike dio media vuelta y fue a los aposentos de la embarazada sin percatarse de la sonrisita de Nurhan.

―¡Nilüfer!

La nombrada sonrió, apoyando la bandeja en la mesita.

―Te traje la comida y tu bebida.

Atike hizo una mueca de asco.

―No lo quiero ―dijo recostándose en la cabecera de la cama―. Si quiere Nurbanu, que lo coma.

Nurbanu Hatun era otra de las criadas a la disposición de Atike. Se había encariñado rápidamente con la Hatun, que tan solo tenía nueve años. Siempre pedía platos extra para las criadas y Nurbanu era la más consentida con comida.

―Está bien. ―Nilüfer llamó a Nurbanu, quien apareció enseguida.

―¿Me necesitan? ―preguntó con su dulce e inocente voz.

―Si quieres puedes comerte toda la comida. Yo no quiero ―dijo Atike.

―¿Se encuentra bien?

―Sí, Nurbanu. Ya estoy mejor, pero me da un poco de asco.

―Oh, bueno, está bien.

La pequeña se sentó.

―¿Tú no quieres Nilüfer?

Nilüfer sonrió. Nurbanu siempre compartía, no era envidiosa, era la inocencia en persona.

―No. ―Nilüfer volvió la vista a Atike―. ¿Ya han decidido cómo se llamará su bebé?

―Estamos seguros de que es una niña, así que se llamará Hürrem.

―¿Hürrem? ―pregunto la niña de nueve años con una mueca―. Me gusta más Nurbanu.

Atike y Nilüfer rieron.

―Si tengo otra hija su nombre será Nurbanu, como tú.

Nurbanu sonrió. Una tierna sonrisa.

―¿Lo prometes?

―Lo prometo.

Nurbanu tomó los cubiertos y comenzó a comer mientras que Nilüfer y Atike hablaban de otra cosa. Miró extrañada la comida. Ese día tenía un extraño sabor. No le dio importancia y continúo comiendo.

«Quizás el cocinero uso otros ingredientes».

Luego de un rato se le empezó a nublar la vista. Se pasó la mano por los ojos, por si alguna basurita le había entrado. Estaba volviendo la mano a los cubiertos, con la vista ya aclarada, cuando empezó a toser. Tosía y tosía. Nilüfer y Atike la miraron, preocupadas.

―¿Estás bien, Nurbanu?

Nurbanu no llegó a responder. Seguía tosiendo hasta que salió sangre.

Atike se levantó de la cama en seguida y caminó hasta Nurbanu.

―¡Nilüfer llama a la doctora! ¡Rápido! ―Agarró los hombros de la niña y la sacudió ligeramente―. ¡Ağas!

Los Ağas entraron y llevaron a Nurbanu a una de las habitaciones. La doctora ya estaba adentro.

―¡Quédense afuera! ―ordenó.

Pasaron horas para Atike hasta que la doctora salió.

Apenas vio su cara lo supo.

Nurbanu estaba muerta.