Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2: Dustin


Llevo por lo menos dos manzanas arrastrando el dichoso patinete. Sí, el que se supone que me iba a llevar a mi destino en diez minutos...

Y no, no es que se le haya atascado la rueda en una alcantarilla y me haya caído con él delante de todos los transeúntes, que también. Es que cuando ya creía que al universo no se le iban a ocurrir más formas de ponerme la zancadilla el patinete se ha quedado sin batería. Que bueno, quizá eso haya sido un poco despiste de Maisie, pero me es imposible culparla de algo así: la culpa es del universo y de mi mala suerte, punto.

Después de cojear durante veinte minutos maldiciendo al patinete y a sus mariachis consigo llegar hasta el viejo edificio en el que Dustin está alquilado: mi amigo de la infancia pasa aquí en Schuld City únicamente los fines de semana, el resto de la semana estudia en la universidad de Sant Silvery y se queda allá en una residencia para estudiantes. Y la verdad, si no fuese porque también trabaja de pizzero aquí los viernes y sábados hasta me sentiría algo culpable. Pensaría que sólo se come esa enorme cantidad de kilómetros para venir a darme clases de repaso a mí, su amiga paleta que no se sacó los estudios cuando tocaba.

Voy a llamar al telefonillo pero coincide que en ese momento entra una mujer con la compra en la mano y abre la puerta con sus llaves. Con una sonrisa cortés me saluda y deja la puerta abierta para que yo pueda pasar.

—¡Ay, gracias! Muy amable. —Arrastro el patinete y lo hago subir el escalón de la entrada con algo de dificultad: todavía me duele la rodilla—. Au...

La mujer se dirige hacia las escaleras y comienza a subirlas. Me extraña que no utilice el ascensor que tiene justo al lado hasta que me acerco y veo un papel colgado en él, escrito a mano: "Averiado".

—No puede ser...

Oigo los pasos de la mujer detenerse en el piso superior y el sonido de la puerta de su casa cerrándose. Qué suerte vivir en un primero cuando el ascensor de tu edificio se escoña. Aunque no me extraña, con lo viejo que es el edificio: por lo menos tendrá cuarenta años.

El día se me hace aún más negro al recordar que mi amigo vive en un quinto piso. Se me acelera la respiración al pensar en la idea de dejar allí el patinete de Maisie y que algún chorizo la robe mientras yo estoy en casa de Dustin. No, definitivamente no puedo dejarlo ahí.

Suspiro agobiada. Me vienen a la cabeza todas las veces en las que Keith me insistió en ir con él al gimnasio para ganar resistencia física. A veces se hace un poco duro tener un novio que también trabaja como entrenador personal... y más cuando una no ha nacido con gusto por el deporte precisamente.

Respiro hondo y me armo de valor para la hazaña que me toca enfrentar hoy: subir cinco pisos a pie y con un patinete eléctrico que casi pesa como yo a cuestas.

Cuando sólo he conseguido subir siete peldaños el corazón ya se me quiere salir por la boca. El trote acelerado que traía de la calle se suma a mi cojera y todo junto hace un cóctel mortal que me deja en el sitio, jadeando. Maldigo a mi mente dispersa y a mi falta de organización por no maldecir de nuevo a mi asquerosa suerte.

Echo un rápido vistazo a todos los escalones que me quedan por subir y decido abortar misión: dejo en un descansillo el patinete y subo los escalones tan rápido como me permiten mis temblorosas piernas. Hago una parada obligada en cada descansillo antes de llegar a mi destino, para recuperar el aire. Menos mal que no me ve nadie, qué vergüenza de ser humano.

Para cuando alcanzo el quinto piso no puedo sino arrastrar mis pies hasta la puerta. Poso una mano en la pared y termino apoyando la espalda entera para descansar en ella. Me llama poderosamente la opción de tirarme allí mismo a recuperar fuerzas en el suelo. Pero debo darme prisa y avisar a Dustin de que me he dejado el patinete en el primer piso para que me ayude a subirlo. No es que él esté en mucha mejor forma física que yo pero al menos no se ha comido dos manzanas a pie ni se ha dado un rodillazo contra un taburete.

Recupero un poco la respiración y, cuando creo que ya puedo hablar como una persona decente, llamo al timbre de mi amigo y espero. Carraspeo un poco y me retiro los mechones de la cara, seguro que estaré preciosa con tanto sudor y las greñas enmarañadas. Menos mal que con él tengo confianza.

Al abrirme la puerta y verme esboza una sonrisa de sorpresa.

—¿Hannah Grace? ¡N-no te oí llamar abajo...!

—¡Ah, Dustin! —Lo abrazo fugazmente—. Ven, por favor... Me tienes que ayudar con un tema un poco... raro.

Su cara de sorpresa cambia a una de extrañeza, aunque mantiene la sonrisa desubicada. Le veo rascarse el pelo rubio que le cae por la nuca, el mismo gesto nervioso que llevo viéndole desde que somos críos: seguro que ese abrazo tan repentino lo ha terminado de desorientar, es bastante vergonzoso.

—¿Q-qué tema? Hannah Grace, ¿estás bien? T-te veo un poco...

Al verme caminar hacia las escaleras decide seguirme, juntando la puerta.

—¡Sí! Es que Maisie me dejó su patinete para poder llegar a tiempo, porque ¿sabes? Se me fue totalmente la olla y olvidé que hoy teníamos clase —le voy diciendo mientras bajo algunos escalones—. Así que la chica me dijo "Pues llévatelo, no llegues tarde". Pero en fin, que como sabes, el universo me odia y todo me tiene que pasar a mí, así que... Se me ha quedado sin batería a dos manzanas de aquí y he tenido que venir arrastrándolo, ¿te lo puedes creer? Y tu ascensor averiado, la guinda del pastel. ¡Ah! Y encima estoy herida: menudo golpe me he dado con el taburete al salir de la tienda, ¡eso mañana es un moratón, ya verás!

—V-vaya... qué faena, ¿no?

—¡Es más que una faena! Te digo yo que debe de haber una mano negra acechándome. Esta mala suerte no es ni medio normal...

—Ah, ahí está... ¿este es el culpable? —Señala al patinete cuando llegamos a él, allí abandonado en el primer piso. Casi puedo oír al cacharro insultándome por dejarlo tirado.

—¡Ese es! Pesa como un muerto, ¿a que sí? —alego con molestia, mientras él lo carga sobre su hombro y comienza a subir de nuevo—. Y a ver ahora como se lo devuelvo, si aquí no lo puedo recargar... ¡Se me hace de noche solo de pensar que me lo tengo que llevar otra vez a rastras hasta allá!

—N-no te preocupes... Igual podemos hacer algo para... arreglarlo. —Su voz suena tensa: noto enseguida que le está costando lo suyo cargar con ese monstruo con ruedas.

—Oye, puedes parar un poco si quieres —le sugiero, al fijarme en el pequeño tembleque de su brazo—. Ven, déjalo aquí un poco.

Dustin debió comer casi tan poco como yo cuando era crío, ambos estamos flacos como galgos. Aunque en su caso creo que se debe más bien a la ansiedad que sufre por su stigma, su poder: tiene un metabolismo súper acelerado que, si no controla con inhibidores y medicación, lo pasa bastante mal.

—¡N-no, está bien! Puedo seguir...

—Bueno, ¡tú mismo!

Supongo que el orgullo a veces es más fuerte que un cuerpo endeble. Y que yo también habría sacado pecho si hubiese habido alguien mirándome... pero como no fue mi caso pude escaquearme. Y ayudar a tus amigos es algo precioso, ¿no?

—¡Llegamos! —anuncio con los brazos en alto, triunfal, cuando alcanzamos el quinto piso de nuevo.

Dustin deja el patinete en el suelo y mantiene bastante bien la compostura, apenas tiene el pecho acelerado y disimula el tembleque del brazo llevándose la mano a la cintura: creo que se ha hecho daño en la espalda, pero seguro que no lo va a admitir.

—A partir de aquí y-ya lo podemos arrastrar, ¿no? —me dice sonriente.

—¡Claro! Faltaría más.

Lo dejo pasar delante de mí llevando el patinete a un lado, hacia el interior de su piso. Que bueno, no es su piso realmente, el sólo está alquilado los fines de semana.

—Creo que Shane tenía un patinete parecido a este. —Lo deja en una esquina. Cierra la puerta una vez entro yo—. Puede que le sirva su cargador... ¿a ver?

Lo veo ponerse de cuclillas frente al monstruito de dos ruedas. Lo examina un poco y termina por abrir un pequeño compartimento que analiza un par de segundos.

—V-vale, creo que vas a tener suerte.

—¡Anda, esa es nueva!

Dustin se levanta y se dirige hacia un mueble del que abre un cajón lleno de trastos y cables en el que se pone a rebuscar con cara de concentración. No sé cómo distingue tantos cachivaches unos de otros: en realidad no sé cómo hace muchas de las cosas que hace, como saber qué le pasa al ordenador por muy raro que sea el mensaje que aparece en la pantalla. Pero supongo que el hecho de que saque sobresalientes desde que íbamos al instituto y esté estudiando una carrera de Ingeniería tendrán algo que ver. Cuando sea mayor quiero ser tan inteligente como él.

—Este es. Es que hace años que no lo utiliza —me explica, aunque yo ya me distraía observando el pequeño piso y su decoración anticuada, acorde con el edificio—. El conector es el mismo. Esperemos que funcione.

—Ah, ¿que puede que no funcione?

—B-bueno, hay una pequeña posibilidad de que...

—Conociendo mi suerte, esa pequeña posibilidad es nula —le interrumpo alicaída.

—Seamos positivos, vamos. —Regresa al patinete y lo conecta a la luz—. ¿Ves? La luz es roja. Eso indica que está cargando, es buena señal.

—¿En serio? Uf, menos mal. —Me acerco al sofá y me dejo caer en él, agotada—. Ya me veía arrastrándolo otra vez...

Al poco de haberme sentado oigo un cascabel acercándose a mí. Abro los ojos y veo un adorable gato acercar su hocico hacia mi mano en busca de mimos.

—¡Pero mira quién está aquííí! —Lo cojo por la cara y le hago carantoñas. Pongo una voz que intuyo ridícula—. ¡Si es mi achuchable gatito Chessy! ¿A dónde ha ido papá Shane? ¿A dónde fueee?

—"Papá Shane" debe de estar trabajando. O eso espero —le oigo decir a Dustin con sorna—. Hoy me toca ir con él, pero... Podemos repasar un poco antes de que me vaya si quieres.

—¿Eh? —Dejo estar al gato del compañero de piso de Dustin—. Espera, pero ¿qué hora es ya?

—N-no sé, no llevo reloj.

Mentira, se lo estoy viendo en la muñeca desde aquí. ¿Qué está buscando ahora en esa estantería? Ese libro me suena...

—Volviste a dejarte los libros aquí, Hannah Grace.

Dustin es el único profesor que conozco que te señala las cagadas con la sonrisa más genuina del mundo en la cara. Y no, no es porque nos conozcamos desde niños: es que yo juraría que nunca lo he visto enfadarse con nadie. El día que lo haga reconozco que me va a dar miedo.

—Bueno, es que... aquí estudio más que en casa.

Sí, esa es la mejor excusa que se me ha ocurrido.

—Me dije... ¡pues ya me los dejo aquí para la semana que viene!

Él se acerca hasta mí y me da el libro, sentándose a mi lado. El gato camina por mis piernas para llegar hasta él y pedirle los mimos que yo he dejado de darle.

—D-deberías llevártelos a casa, Hannah Grace. Si no repasas lo que estudiamos aquí, se te olvidará. Es mejor que en casa también le des algún vistazo.

—Ya lo sé, pero es que... el trabajo me tiene muerta. Y encima llevo una racha un poco... de bajón, ¿sabes? No me encuentro muy motivada.

—V-vaya... ¿y eso?

Realmente no sé darle un motivo en concreto por el que no me estoy esforzando en estudiar para ese dichoso examen de acceso. Sé que si no lo apruebo no podré estudiar para llegar a ser lo que quiero: profesora de infantil.

Me gustaría poder decírselo de forma más clara porque se merece una respuesta decente que le explique por qué diablos me da clases en sus ratos libres para que luego yo no ponga de mi parte. El problema es que no sé como resumir qué es todo eso que me hunde y no me deja avanzar, o pensar que soy capaz de aprobar ese examen...

—¿Puedo... hacer algo para ayudarte? —Insiste, y yo me doy cuenta de que me quedado en silencio demasiado rato y él se ha preocupado.

—¿Qué? No, qué va... Si ya estás haciendo un montón, Dustin. —Suspiro. Le giro la muñeca para ver mejor la hora de su reloj, ese que "no llevaba"—. ¡Pero si es tardísimo ya! ¿No entrabas a las nueve en la pizzería?

—¿Eh? S-sí, claro, pero...

Me levanto enseguida del sofá y capto la atención del gato.

—Vamos, ¡no me hagas sentir más culpable! He sido yo la que se ha retrasado. Si encima te hago llegar tarde a ti...

—T-tranquila, no son demasiado estrictos con eso. —De nuevo vuelve a sonreír, calmado. Se levanta y deja ir a Chess por el sofá—. M-me sabe mal no haber tenido tiempo para poder estudiar un poco...

—Ah, ¡no te preocupes! Mañana te prometo que estaré aquí como un reloj. —Pongo mis brazos en jarra, determinada—. Y esta vez sí que me llevaré los libros a casa para repasar. ¡Es más! Voy a llevármelos ahora a la pizzería, ¡te acompaño! Y así saludo a Shane y estudio un poco allí. Y de paso ceno, que estoy muerta de hambre.

Él mantiene su sonrisa, aunque ahora le noto algo más animado por mi propuesta.

—Genial. Te dejaré una mochila para que los lleves, entonces.

Le veo quitarse las gafas y dejarlas sobre la mesilla al lado del sofá para luego dirigirse hacia una de las habitaciones. No debería ser tan despreocupado con eso teniendo un gato cerca...

—Me cambio y nos vamos, ¿vale? —Le oigo decir desde allí—. No tardo nada.

—¡Claro...!

Me quedo mirando el libro que tengo entre manos, uno sobre psicología infantil. En la portada aparece una mujer rubia rodeada de niños, todos con caras de felicidad, como si les hubieran contado el mejor chiste del mundo. Y no puedo evitar preguntarme si algún día yo me convertiré en esa chica tan sonriente a la que sus alumnos admiran o si seguiré siendo una camarera de tres al cuarto el resto de mi vida.

Acabamos de salir al rellano y Dustin todavía le está dando vueltas a la llave para cerrar bien la puerta, cuando oigo detrás de nosotros una alarmada voz de mujer.

—Anthony, ¡mira! ¡Ya están otra vez con las muchachas...!

—¡¿Ves?! ¡Te lo dije, Nathalie! ¡Que ahí dentro había un vicio...!

Dustin y yo nos miramos extrañados por un segundo. Al girarnos vemos allí a los sujetos: un matrimonio con una pinta de rancios que echan para atrás del olor a naftalina que desprenden. Una con el crucifijo bien visible en el cuello y la falda cristiana por las rodillas, el otro con un chalequito de lo más ridículo y perilla. No puedo evitar aguantarme la risa al verlos, parecen sacados de una tira cómica.

—D-disculpe, ¿ocurre algo, señor Sharp?

Estoy segura de que hoy tampoco veré enfadarse a Dustin. Ni siquiera con estos tíos tan rancios.

—¡Claro que ocurre, listillo! —salta el de la perilla. Literalmente parece que dé saltitos de lo nervioso que está cuando habla—. A mí no me engañas, ¡tu amiguito y tú os traéis muchachas aquí para montar juergas viciosas todos los fines de semana!

—Son unos caraduras, ¡se aprovechan de la ausencia de la abuela para montar esos follones impíos! Qué mal nieto...

—O-oiga, señora Sharp... Nosotros no hacemos nada de eso, se lo aseguro. Nosotros...

—¡¿Cómo que no?! ¿Y esta quién es? —Este señor resopla tanto entre frase y frase que parece que le va a dar algo. Lo siento, me sigue haciendo gracia—. ¡Es otra guarrilla, como las que se trae el nieto de la Josephine!

Veo a Dustin llevarse una mano a la cara y masajearse una sien, igual hasta le duele la cabeza. Yo siento que de un momento a otro voy a explotar de risa de contemplar a mi amigo el que mide uno ochenta lidiando con un señor desquiciado de uno sesenta.

—Señor Sharp, siento si les hemos molestado alguna vez, p-pero les aseguro que se lo comentaré a mi compañero y...

—¡Por favor, que yo me levanto a las cinco de la mañana! —le interrumpe el perillitas—. ¡Un poco de respeto por los que trabajamos aunque no sepáis lo que es! ¡Niñatos vagos!

Dustin simplemente deja de masajearse la sien y aprieta la mandíbula. Hasta a mí me ha dolido la lengua, al sentir cómo él se muerde la suya.

—L-le prometo que no volverá a ocurrir.

—Seguro que no, ¿y esta quién es, entonces? —inquiere la mujer, observándome como si fuese yo un animal peligroso, recogida en sí misma al ladito del marido—. No la vemos mucho por aquí, ¿acaso es tu novia?

No puedo aguantarme más y termino por soltar la carcajada que intentaba contener desde hace rato. Miro a Dustin y veo que su cara ha cambiado por completo a una de bochorno: incluso con su piel morena, es evidente que se ha ruborizado.

—¿Novia? ¡Dejen de flipar, hagan el favor! Él es solo mi amigo de la infancia, ¡es como mi hermano pequeño! No digan tonterías.

El matrimonio rancio se mira, enrarecido.

—S-sólo me sacas un año... —le oigo murmurar a Dustin, muerto de vergüenza.

Me gustaría poder parar de reír porque sé que esto le está siendo raro, pero es que la situación entera es demasiado absurda.

—¡Bueno, pues que no vuelva a repetirse! —continúa la mujer—. Que esto es un edificio decente, por Dios. ¡Hay niños y ancianos! ¡Y perros!

—No se preocupe, señora. Mi amigo es muy buena gente, conseguirá que su compañero deje de hacer fiestas ruidosas —le digo tratando de enmendarme un poco por mi risotada—. Y ahora nos vamos, que tiene que entrar a trabajar. Porque él trabaja, ¿saben? No sólo estudia en la universidad, ¡qué cosas!

Mientras voy diciendo eso último llevo a Dustin de la mano hacia las escaleras con la esperanza de que el matrimonio rancio deje de darle el coñazo. Aunque yo me lo estaba pasando bien.

—Ha sido genial. —Me río, ya bajando las escaleras. Le suelto la mano ahora que ya nos hemos alejado de su campo de visión—. ¿Sueles comerte a menudo los marrones de Shane, o sólo hoy te has contagiado de mi suerte?

—Él ni siquiera les abre la puerta. D-deja que se encargue su abuela, que es la dueña del piso...

—¡Ya veo, ya! —Suspiro, tras una última risa—. Menudo circo tenéis aquí montado.

¡Buenas de nuevooo!

Sí, sé que dije que la publicación sería semanal, pero... Me vi entre generosa y que esperarme al viernes que viene era demasiado tiempo para presentar al otro protagonista/narrador XD Así que ¡aquí tenéis el regalito de domingo!

¿Qué os parece el primer contacto entre los protagonistas? ¿Os sentís identificados con alguno de ellos ya? ¡Comentadme vuestras impresiones, que no muerdo!

¡Nos leemos, personitas! 



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro