Muchas veces se produce una incómoda sensación cuando acabas de conocer a alguien o no tienes ni idea de que hablarle. Pues bien, mientras que mucha gente habla de como está el tiempo o de lo pesados que son los profesores, yo siempre cuento mi experiencia en el zoo de Madrid. Fui a este zoo con aproximadamente unos 8 años, acompañada de mis padres, mi hermana, mis tíos y mis primos. Hasta llegar a la sala de las aves todo fue bien: perritos de las praderas, leones, avestruces... Pero al llegar había una zona en la que te dejaban entrar para pasear entre aves. Mi madre y mi tía intentaron convencerme de que entrase. Yo no quise, pues tenía miedo de que me cagase un animal. Como ellas insistieron tanto me decidí a entrar. Entonces ocurrió el suceso que me dejaría marcada para el resto de mi vida. Miré hacia arriba y me cayó una mierda caliente de tucán. Gracias a Dios, mi madre llegó a tiempo de poner su mano encima de mis ojos, pero la mierda me resbalaba por la boca... Mientras yo me hallaba en una nube de caca, toallitas húmedas y pañuelos, mi padre pensó que era el momento de hacer fotos y eso hizo. Aún las conservo. Y esta es la historia que más silencios incómodos me ha ahorrado, así que ya sabéis, si vais al zoo rezad para que os caiga una mierda del cielo.