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Capítulo 2

Nada más despertarme, ayudo a Natacha a preparar el desayuno, para a continuación irnos para la boutique para comprar los vestidos.

Mientras me pruebo el vestido, un destello fugaz en mi cabeza  vuelve al pasado, precisamente cuando fui a comprar mi vestido para casarme con Abdiel.
Trato saliva intentando dejar atrás el pasado.
Aunque me resulte algo difícil, debo de seguir pensando en mi presente.

— Keila te noto pálida. — Natacha me agarra por los hombros intentando animarme.

— Estaba recordando cuando me casé por primera vez. Ojalá cuando me casé con Piero hubiera sido de otra manera, tal y como siempre lo soñé y me preparé para el momento.

— Por eso te digo Keila. Piensa que todas las mujeres tenemos nuestros sueños. Al igual que tú, yo me escapé con mi marido y no pude tener esa boda que tanto soñé. Pero no me arrepiento de haber huido con él.
El pasado siempre formará parte de nosotros, por eso debemos saber que también tenemos un futuro. El cual debes de prepararte.

— Ya es tarde Natacha para volver a enamorarme.

— Yo pienso que no. O si no...solo había que ver cómo te miraba Eliel anoche.

— Él es un hombre educado, seguro que está casado. Le vi una alianza en su dedo. Ese está descartado. — Natacha se echa a reír diciéndome que me estoy equivocando. Eliel está soltero y aunque hay muchas madres que quieren casarlo con sus hijas, él no quiere contraer matrimonio.

Me gustaría seguir preguntando sobre la vida de Eliel. Pero no quiero que Natacha piense lo que no es.
Prefiero quedarme con la duda, total no volveré a verlo más.

Una hora más tarde, cuando por fin me decantado por un vestido de fiesta color granate con adorno de pedrería, decidimos marcharnos para comer.
Durante la comida Natacha me comenta cómo será la boda. Como madre, desea que sea un día especial y bonito para su hijo y nuera.
Miro detenidamente a Natacha como le brilla su mirada hablando de su hijo. Yo al igual que ella, soy madre y haría cualquier cosa por Piero. Él es una parte de mí, y por mi pequeño haría cualquier cosa.

Acto seguido nos vamos a comprar la ropa que llevará Piero, y tras horas pasando y saliendo de distintas tiendas al fin puedo comprarle un atuendo que me guste.
Cargadas con bolsas, salimos de la última tienda para irnos a casa.
Ya queda muy poco para la boda. Y Natacha debe reunirse con Bernadet para ultimar los últimos detalles de la boda.

Los días pasan muy rápido, tanto como ya ha llegado el día de la boda.
Rayan está nervioso y feliz por contraer matrimonio con la mujer que ama.
Antón le da un fuerte apretón de manos y un gran abrazo a su hijo deseándole felicidad y prosperidad en su matrimonio. Natacha, llora emocionada abrazando a su hijo. Yo, los imito abrazando a Rayan emocionada y feliz por él. Bernadet es muy buena, estoy segura que se amarán siempre.

Todos en familia nos montamos en el auto para ir hasta la casa de Bernadet, donde el novio debe esperarla para ir juntos hasta el juzgado.

Al llegar a casa de Bernadet, un grupo de música comienza a tocar y varias personas bailan y cantan mientras ella, desde detrás de una ventana mira al que será su marido pronto.
Sonrío respirando armonía. Pues a mí también me hubiera gustado tener una boda así.
Es tan bonito el momento, hasta me caen unas pequeñas lágrimas  por mis mejillas.

— Me permite si le doy un pañuelo. —Acepto el pañuelo secándome mis lágrimas sin molestarme en quién ha sido el caballero que me lo ha entregado. Me quedo con el pañuelo, sonriendo y aplaudiendo a los músicos.

— ¿Le emocionan las bodas? — Me volteo encontrándome unos luceros brillantes.

— Gracias, después le lavo el pañuelo y se lo devuelvo. — Ruborizada bajo mis ojos hacia el suelo.

— No te preocupes por el pañuelo. Veo que le hacen de llorar las bodas.

— Soy muy sensible. — Respondo encogiéndome de hombros.

— ¿A caso a tí no te gustan las bodas? — Necesito saber más sobre la vida de Eliel, por curiosidad o por cotillear, pero es urgente que me dé la respuesta.

— Yo soy alérgico a las bodas. Estoy bien así de soltero. El matrimonio para mí no se ha hecho.

— No diga eso Eliel. Pienso que toda persona debemos de tener compañía si deseamos construir ese castillo que siempre hemos soñado desde pequeños.

— No niego de no haber soñado con mi princesa. El problema, es que no he podido rescatarla, llegué tarde.

— Resentimiento, y simpatía por tí mismo. Buena combinación.

— Soy un hombre que entregó su corazón a un mujer que lo traicionó con otro. Ir diciendo que me ama y cuando me di la vuelta se casa con otro. ¿Eso es amor? — Los ojos claros de Eliel se han vuelto más oscuros.

— Solo puedo responderte, que el amor no se busca, se encuentra. Cuando menos lo piensas aparece esa persona, la cual se va adentrando en tu cuerpo como un virus. Primero no puedes dejar de pensar en ella, después cuando sientes flaquear llegas a perder el control de tí mismo.
El amor forma parte de nosotros, pero hay que saber con quién lo compartes y si esa persona te hace diariamente sentir emociones que uno mismo no se llega a explicar.

— Jamás he escuchado hablar así del amor a una mujer. ¿Acaso tú no eres feliz en tú matrimonio?

— Debo de confesarte que sí. — En ese momento somos interrumpidos por una tía de Eliel. Él me presenta a su tía Madela.
La mujer es muy agradable y su carácter tan abierto y divertido me hace sentir bien el tiempo que dura la ceremonia, dado que no para de hablar y contarme cosas sobre su sobrino.
A mi me hace gracia como Madela me cuenta las mujeres que buscan casarse con su sobrino y él no acepta a ninguna.

Después de cotillear con Madela, nos dirigimos hacia el salón donde se celebrará la boda.

Al llegar, Madela se va para hablar con otras invitadas dejándome sola con Eliel.

— Estoy seguro que mi tía te ha dicho hasta el número de zapato que uso.

— Solo me ha dicho que las mujeres se matan por casarse contigo y tú las rechazas a todas poniendo  excusas y cual peor. Deberías ir planificando casarte. De hecho hasta las maduritas te lo proponen. Eres un chico con suerte.

— Eres muy graciosa. Tú cómo estás casada no lo vas ha intentar. Por eso mi tía se lleva de maravilla contigo.
Incluso me ha dicho que le caes muy bien.

— Gracias por el halago. Aunque no niego que eres un hombre perfecto para cualquier mujer.

— Me ruborizo Keila. — Me echo a reír excusándome para ir hasta el jardín para dejar a Piero con la cuidadora y así pueda jugar con los demás niños.

Mientras nos sirven de comer puedo ver desde la distancia a Eliel. Sin duda es un hombre muy bello y sus modales hace que todas las mujeres no lo comamos con los ojos.

La música suena, es hora de bailar.
Como es costumbre, la gente hacemos un círculo alrededor de los novios, mientras ellos bailan sin soltarse de la mano.
A continuación, toca ponerse en fila, las mujeres a un lado, los hombres a otro.
A mí me toca un chico joven, ya que todas las mujeres solteras discuten por bailar con Eliel y con otros jóvenes también muy guapos.

Después de estar un rato bailando, siento mis pies cansados. Decido ir hasta el jardín para ver qué está haciendo Piero.

Veo que él juega con otros niños, su ropa está manchada de chocolate, me da un beso y  se va de nuevo a jugar.
En ese instante suena una balada.
La música  hace que retroceda en el tiempo seis años atrás, cuando bailé con Piero, solos en mitad de nuestro salón y me dejé llevar por él. En ese instante, conocí lo que es sentirse querida en mitad de una lluvia de besos, abrasada por el intercambio de calor y deseada por un hombre que no dejaba de repetirme lo mucho que me amaba mientras me hacía flotar en un mar de ternura, chocando nuestros cuerpos desnudos donde su corazón fue mi anclaje entendiendo que Piero era el amor de mi vida.

— Quién fuera niño de nuevo. — Me sobresalto al escuchar la voz de Eliel tan cerca de la mía.

— Disculpa, no quería asustarte. Keila puedo hacerte una pregunta.

— Tú dirás. — Miro al frente recuperándome de la nostalgia de haber vuelto a recordar a Piero.

— Si estás casada, ¿Dónde está tú marido? Te he visto toda la boda sola.

— Sufres porque no has visto a mi marido.

— Diríamos que soy muy cotilla. Como tú. Que le has dicho a mi tía que porque soy alérgico al matrimonio.

— No lo has visto, porque soy viuda. Mi marido falleció hace cuatro años. Justo antes de que naciera Piero. Y no soy cotilla, tal vez algo curiosa.

— Lo sabía, Natacha me lo dijo. Lo siento mucho. Ella me ha pedido que sea tu acompañante para que no estés sola. Sabía que este día estarías mal.

— Y es cierto. Ver a todas las parejas y yo estoy sola, hace que me sienta afligida.

— Tuviste que amar mucho a tú marido.

— Mucho. Él fue quien me rescató de un laberinto de dolor para volverlo en felicidad, para que un tiempo después tuviera que llorar de nuevo por su partida.

— Keila, eres una mujer muy hermosa, y joven. Estoy seguro que algún día podrás encontrar un hombre que te ame de nuevo.

— Cuando somos desconocedores, no la pasamos todo el rato soñando despiertos. Hasta que no sabemos lo que son las cosas, no podemos despertarnos. Unas veces debemos de sufrir para encontrar el verdadero significado de las cosas. Y cuando sonreímos, somos tan alegres pensando que tenemos todo, que no valoramos lo que tenemos hasta que lo acabos perdiendo.

— Yo no quiero casarme, porque al igual que tú amé a una mujer tan profundamente, como para tener que alejarme de mi familia y me vine a Grecia para buscarme la vida. Tuve que pasar por días muy duros pero con la esperanza de que a mí regreso obtendría mi recompensa.

— Ella se casó con otro hombre. Y no te esperó.

— Exacto. Y aunque busco entre las mujeres a la adecuada para mí, no puedo, porque ella sigue viviendo en mí mente y corazón.

Nos quedamos en silencio mirando al frente cada uno con sus recuerdos en su mente grabados en sus corazones.
Pues cada uno sabe su historia, aunque trates de abrir ese baúl de recuerdos, siempre habrá algo que te impida no tener remordimientos o preferir callar sintiendo vergüenza por esas acciones que no hubiéramos deseado hacer, o haberte quedado con las ganas de haber querido hacer esas cosas que siempre has deseado.

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