Capítulo 16
Durante unos minutos parezco un juez de tenis mirando a Eliel y a Clotilde la forma tan peculiar que tienen de mirarse.
Acto seguido tomamos los cuatro asiento en la mesa.
Eliel toma se sienta enfrente de Clotilde, parece que tuviera pegamento para no apartar sus ojos de ella.
Me pregunto si Se habrá dado cuenta de que está embarazada. Más bien lo pienso por esa manera tan especial de observarla.
Su comportamiento en la mesa es distinto, solo tiene sus cinco sentidos puesto en ella y de vez en cuando se dirige a Piero. Yo al parecer soy transparente en esta mesa.
Hago como que no me afecta nada de lo veo, aunque la duda me esté comiendo por dentro muestro falta de interés entre los dos para prestar atención a mi pequeño.
Cómo veo que ando sobrando en esta conversación tan amable por parte de ellos, decido irme a dormir con Piero.
Me despido de Clotilde quedando en vernos mañana para ayudarme a preparar la fiesta.
Rabiosa, celosa...es así como siento al haberme percatado del afecto y ese cariño que muestra Eliel hacia Clotilde.
Un momento.
Me paro en seco recordando todo lo que Eliel me confesó respeto aquella mujer que tanto amó.
Empiezo a ir encajando las piezas, y dado por el porcentaje de probabilidad que me dice mi cerebro. Eliel ya conocía a Clotilde. Entonces ella...Clotilde es la mujer que ama Eliel.
Pongo una mano en mi boca asombrada con mis propias especulaciones.
Miro el anillo que me regaló, intento quitármelo sin éxito, no entiendo que le hizo al anillo para no poder sacármelo.
Pero entonces...¿Porqué me lo dio a mí?
¿Será que está enamorado de mí?
No, eso es imposible.
Eliel se ha portado como un caballero conmigo, nunca me ha pedido nada ha cambio salvo sexo. Y aún así me ha respetado y me ha alejado de él para no crear más ilusiones inciertas causadas por mí misma en las cuales podría salir perjudicada.
Ya he tenido bastante con perder a mi marido, ya no deseo sufrir más innecesariamente.
En estos momentos, mi vida gira en torno a mi hijo y mi familia.
Eso es en lo que debo pensar dejando aisladas todas las posibilidades de llegar a tener otro marido.
Durante todo el día hemos estado trabajando en preparar la fiesta. Eliel ha mandado a varias personas del hotel para que nos ayuden.
Todo ha quedado precioso, estoy segura que va ser todo un éxito. Eliel no ha escatimado en gastos, la comida se ve deliciosa, hay una barra con muchas bebidas. Todo está preparado para recibir a los invitados.
Al ocultarse el sol, me pongo a vestir a Piero, Leo ha venido a buscarlo para llevárselo para que yo me pueda vestir.
Entonces caigo en la cuenta de que no tengo un vestido en condiciones para la fiesta. Rebusco en mi clóset, para mí mala suerte no tengo ningún vestido bonito que ponerme.
Zoa viene a mi llamada.
— Siento mucho molestarla Zoa, pero es que no tengo nada bonito que ponerme. De hecho no tengo ningún vestido. — Empiezo a entristecerme.
— Tranquila mi niña, ahora mismo te traigo un vestido de mi hija, creo que te servirá, ella es igual a ti. Dame un minuto ahora vengo. — La anciana desparece por la puerta para minutos después me sorprende trayendo envuelto en un plástico un hermoso vestido sencillo de color rojo de tirantes, escote en forma de v, la falda es larga y se ciñéndose a mis curvas.
Me encanta, es precioso. Le digo a Zoa.
— Ahora toma esta joya. Es un colgante muy sencillo en forma de Luna, estoy segura de que te traerá suerte. Cómo se la dio a mí hija, la cual está casada con un médico.
— Eso espero, la necesito. — Zoa me pone el colgante. Cuando lo veo de cerca lo rozo quedándome pensativa al recordar cuando mi primer amor, aquel muchacho tímido y modesto me regaló un colgante parecido el día de mi cumpleaños.
Este colgante es de plata, aquel era de bisutería. Para mí significó mucho el que alguien me hiciera un regalo. Aquel día él me robó mi primer beso, y el corazón. Pena que ya no volví a saber de él.
— Estás preciosa Keila. — Me sobresalto al escuchar la voz de Eliel.
— Gracias, tú también estás muy guapo. — Le sonrío perdiéndome en una brillante luz esmeralda.
— Deja tú pelo suelto, te ves más bonita aún. — Sus dedos sueltan mi prendedor haciendo que mi cabello largo caiga en cascada. Sus dedos acarician con delicadeza mi cabello, metiendo un mechón por detrás de mí oreja.
— Bésame Eliel. — Le susurro deseosa de probar su miel.
Necesito sus besos, no entiendo por qué exactamente, pero los necesito.
Cierro mis ojos dejándome envolver por un beso aterciopelado, una lengua que me atrapa, me deja sin aliento y con ganas de más.
Nos separamos, nos quedamos mirándonos en silencio. Él sigue rozando mi rostro bajando hasta mi cuello. Dónde deposita un beso rápido pero excitante.
— Creo que mejor nos vamos para recibir a los invitados o tendré que quitarte el vestido, tú no sabes cuántas ganas tiene mi genio de darte la bienvenida.
Sonrío mojando mis labios para seguir saboreando la miel que aún me queda de los labios de Eliel.
Camino detrás de él hasta el jardín.
Allí hay un grupo de gente, todos hablan mientras comen y beben de lo que les ofrecen los camareros.
Eliel hace de anfitrión comenzando a saludar uno a uno a todos los invitados. Yo me quedo al margen viendo a mi padre como habla con otros vecinos hasta que llega Fadela con sus nietos y esposas.
Mi hermano me saluda diciéndome lo hermosa que me veo.
— Que guapa estás hermanita. Hacía años que no te veía luciendo tan bella.
— Hoy es un día muy especial, quiero darle en los morros a Fadela y su familia para que vean que no soy aquella mujer fea con la que casaron a su nieto.
— ¿Qué piensas hacer, un pase modelos? O mejor aún, liarte a tortazos.
— No pienso moverme del sitio. Ellos van a buscarme, en especial Maika. Yo simplemente tengo que esperar a que vengan a mi. — Miro en dirección donde se encuentran toda la familia reunida.
Observo cómo Eliel camina hacia ellos presentándose, habla con ellos ofreciéndoles un canapé.
Siento como mi pecho se alza del odio que siento hacia esa familia, en especial de Fadela, la cual trata de aparentar lo que no es a base de mentiras.
— ¿Qué haces aquí Keila? — La voz de mi padre hace que explote dentro de mí la rabia contenida.
— He sido invitada a la fiesta.
— Ya lo veo, ya veo como vas vestida.
— ¿Tiene algo de malo que vaya vestida así? — Antes de seguir hablando, mi padre me agarra del brazo llevándome hacia un lugar apartado donde nadie pueda escucharnos.
— Mírate, ¿En qué te has convertido Keila?
— ¿A qué viene esa pregunta padre? ¿Es que siente vergüenza por mí? Porqué no es la primera vez que me lo dice. Y para que se entere sigo siendo la misma. Una madre que lucha por sacar a su hijo adelante.
— ¿De qué manera? Siendo la querida de ese millonario. ¿Así es como estás criando a tú hijo, vendiendo tu cuerpo salpicando tus acciones a tú hijo.?
— Eso es mentira. Jamás me he acostado con un hombre que no haya sido mi marido. Me hecho de respetar y trabajo duro con mis dos manos. No tengo necesidad de abrirme de piernas para mantener a mi hijo y si las circunstancias me llevaran hacerlo, por hijo hago lo que haga falta.
— Me das asco Keila.
— Más me da a mí de tener que escucharle como me humilla siendo todo mentira. Pero para usted es más fácil escuchar a los demás que a su propia hija. Nunca fue un padre para mí, jamás me escuchó, cuando le pedí ayuda cuando murió mi marido se negó a dármela, no ha querido saber nada sobre mí y mi hijo. No tengo que agradecerle nada padre. — Su mano golpea mi rostro fuerte haciendo que caiga al suelo.
Río irónicamente tocando la sangre de mi labio. Desde mi posición, clavo mis ojos en él empezando a decirle lo que por tantos años me he estado callando
— Así es como soluciona todo, a base de golpes. Pero ya es tarde padre, no soy esa niña que atemorizaba, no soy esa adolescente que pegó con su cinturón dejándome encerrada por ser una descarada. Ya no soy aquella mujer que casó sin amor y le hicieron la vida imposible y usted lo permitió todo. Para usted he sido lo peor, nunca ha visto en mí nada bueno. Y ahora soy una puta que se vende.
Eso es lo que soy para usted, padre.
Soy de todo menos su hija.
Lo odio por su manera de pensar, por todo lo que me ha hecho sentir, y me da asco de ser su hija.
— ¡Cállate! Ahora tú tienes un hijo y Dios te está castigando. Mírate primero tú, y no juegues a ser la víctima. Dime que ese hombre te tiene como su amante porque todo el pueblo lo sabe. Y eso me causa vergüenza de que mi hija haya caído tan bajo.
— Sigue creyéndose de los demás y no de mí. Pues si, soy una ramera, una prostituta, una puta...— Mi padre me zarandea agarrándome fuerte por mis brazos. Intento protegerme de él luchando para que me suelte, al final acabo perdiendo el equilibrio y caigo al suelo.
Mi padre me da una patada en mi pierna insultando me a la misma vez.
En ese momento escucho un ruido.
— Mamá. — No, esto no me puede estar sucediendo. Piero viene hacia mí llorando arrastrándose por el suelo.
— Piero cariño, espera ahora te levanto. No pasa nada. — Me levanto para abrazar a mi hijo llorando de la angustia que me produce de que Piero haya presenciado todo.
— Esto es lo que provocas con tus acciones. Mira a tú hijo y llora por la educación que le estás dando.
— ¿Qué educación le está dando? — Eliel aparece de la nada y se enfrenta a mi padre.
— Ahora viene de protector cuando te estás aprovechando de ella para después dejarla tirada.
— Escúcheme con atención, no sé a lo que se refiere, pero Keila y Piero van a ser mi familia.
— No me haga de reír. Qué hombre en su sano juicio se va casar con una viuda con un hijo. Todos sabemos para lo que sirven las mujeres que se quedan solas. — Furioso, Eliel acaba golpeando a mi padre.
— Que sea la primera y la última vez que dice algo así. No voy a permitirle que divulgue suposiciones que no son ciertas. Vergüenza ajena siento de escucharle como se refiere a su hija. Y para que lo sepa, voy a pedirle la mano de su hija. Quiero casarme con ella.
¿Acepta señor Danchev?
— Antes debo de verlo con mis propios ojos.
— Está noche lo haré oficial. Nos vemos en un rato, suegro.
Mi padre se marcha riéndose a carcajadas, mientras tanto yo sigo abrazada a mi hijo sorprendida por lo que acaba de pasar.
¿De verdad voy a casarme con Eliel?
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