Capítulo 14
Los días en el hospital pasan demasiado lentos.
Piero lo trasladaron hace dos días a la clínica para someterlo ha varias pruebas más.
Llevo días aquí y aún no me han confirmado si pueden o no operar a mi hijo.
La angustia empieza a gritar cada vez más fuerte en mi pecho. Trato de hablar con mi hijo viendo las cosas buenas haciéndole creer que todo pasará y volverá a caminar.
— Mami, quiero caminar para jugar al fútbol. — Escuchar a mi hijo hablar así hace que mi pobre corazón no soporte más el peso del sufrimiento.
— Tranquilo mi amor, verás como los médicos nos van a decir que todo está bien y volverás de nuevo a jugar con los demás niños del barrio.
— Mamá no llores, yo estoy bien. Soy fuerte, papá me está cuidando. — No puedo más a pesar de sujetarme en una barra de acero para no derrumbarme dejo unas pequeñas gotas que sean libres. Piero me acaricia con su pequeña mano dándome un beso. A él no le gusta verme triste y tras limpiar mi rostro, sonrío evitando preocuparle. Aunque sea un niño, él podrá intuir que algo no va bien. Y cada vez que ve una enfermera me pregunta cuándo volveremos a casa.
Ya no sé qué responderle, trato de calmar su preocupación comprándole sus dulces preferidos o algún juguete.
Alrededor del mediodía, una enfermera me avisa de que el doctor quiere verme.
Nerviosa, camino hacia la consulta del doctor.
Espero unos minutos para poder entrar.
Al pasar a la consulta, me saluda el cirujano con el que hablé con él anteriormente.
Muy amable, el doctor me explica cómo va ser la operación, el tiempo que durará y como deberá Piero hacer la rehabilitación.
Al fin mi corazón se quita el velo de la pena para dejarme sonreír.
Mi hijo será operado en dos días con un alto porcentaje de volver a caminar.
Agradezco al cirujano por todo y me marcho de nuevo hacia la habitación de Piero, donde al entrar me encuentro con Abdiel.
— Hola Keila, he venido a visitarlos. ¿Sabes algo de la operación de Piero? — Miro al hombre que un día fue mi marido, me pregunto: ¿porqué ahora se comporta así conmigo de bien? Me alegro mucho de que su memoria funcione, a veces me da la sensación como que la historia se está repitiendo. Pero no, yo no siento nada hacia Abdiel. Lo veo como un amigo, alguien que me abrió los ojos en su momento, pero no siento amor hacia él.
— Muy amable por haberte tomado las molestias de venir a visitarnos. Ahora mismo vengo de hablar con el doctor, me ha dicho que van a operar a Piero, pero su rehabilitación no la cubre la seguridad social. Debo de pagar las sesiones que dure.
Necesito buscar trabajo, ¿Sabrías decirme de alguien que busque personas para trabajar?
— ¿Vas a trabajar? — Frunzo mi ceño algo asombrada por la pregunta tan tonta lanzada por Abdiel.
— Por supuesto que sí. Me han aconsejado de no mover a Piero de esta clínica hasta que esté recuperando. Por lo cual, no puedo volver a mi casa y alguien tiene que pagar las facturas y mi hijo necesita comer y vestirse.
— Te pueden ayudar tú padre y hermano. No veo necesario que tú trabajes. — Lo miro en silencio preguntándome en qué siglo vive este hombre.
— Abdiel, quiero decirte que hoy en día las mujeres trabajamos igual que los hombres. Y que yo no necesito la ayuda de mi hermano y padre para sacar a mi hijo adelante. Desde que murió mi marido he estado ocupando me del ganado y trabajar en el colegio. Al no estar yo, es Ahmed quien se ocupa de todo.
— Yo más bien lo digo por nuestras costumbres. Ya sabes que aquí en el pueblo las mujeres no salen a trabajar. Se quedan en sus casas cuidando del marido y de sus hijos. — En estos momentos me dan ganas de golpearlo para que entienda que hay que avanzar con los tiempos y las mujeres tenemos los mismos derechos que los hombres. Pero gracias a mentalidades como la de Abdiel, es muy difícil que la mujer esté mejor valorada. En fin, le cambio de conversación y así puedo relajarme por las tonterías que suelta por su boca.
Cuando Abdiel se marcha, busco en un periódico algún trabajo. De momento no tengo suerte. Llamo algunos anuncios pero todos están ocupados.
Una de las enfermeras me ve y me pregunta.
Le cuento lo que ocurre y ella me comenta que en un hotel situado a las a fueras casi entrando en el pueblo de al lado buscan personas para trabajar.
Escucho con atención a la enfermera mientras ella habla con su hermana para darme más detalles.
Una vez que he obtenido la dirección del hotel, pido a la enfermera que cuiden a mi hijo mañana hasta que vuelva de informarme sobre el puesto del trabajo.
A la mañana siguiente, muy temprano salgo hacia la parada del bus para ir hasta el pueblo del al lado para poder informarme sobre el trabajo.
Dos horas después, estoy parada enfrente de un hotel precioso y por lo que se ve debe ser costoso dormir aquí.
Paso a información y pregunto por algún puesto de trabajo. La recepcionista me indica dónde debo hacer la entrevista haciéndome entrega de un papel para rellenar.
Subo al ascensor pulso el botón y aunque mis nervios me hagan sentirme como un flan, necesito un milagro para obtener este trabajo.
El ascensor se para y yo bajo encontrándome de frente un pequeño mostrador.
La mujer me explica los puestos de trabajos y las condiciones que hay para obtener el puesto de trabajo.
Dado que yo no reúno ninguna condición, solo me queda intentar con el servicio de limpieza.
Relleno un formulario y se lo entrego a la mujer quedando en que me llamarán para hacerme la entrevista.
Respiro hondo varias veces rezando para que se me conceda el milagro de poder obtener este empleo.
De vuelta en el hospital, hablo con el doctor para saber como está Piero. Éste me comunica que ya le han realizado las últimas pruebas antes de la operación y para mí tranquilidad todo está bien.
Tomo asiento al lado de la cama de hijo viendo cómo duerme.
Al fin puedo sonreír mientras sujeto su mano pidiendo a mis seres queridos que por favor me ayuden a superar este mal trago pues no termino de adaptarme a la idea de que algo pueda salir mal.
Confío en la fortaleza de mi pequeño y doy fe que saldrá bien y volverá de nuevo a caminar.
Por ello tuve que esperar un día más para saber si mi hijo volvería a ser de nuevo ese niño inquieto el cual juega a la pelota soñando con ser futbolista.
Horas después, con mi pañuelo en la mano, el doctor me comunica que la operación ha salido bien y ahora solo queda esperar para que despierte y ver poco a poco su evolución.
Abrazo a mis hermanos formando un piña llorando de la emoción.
Mi padre también me abraza y mi cuñada.
Estoy feliz porque al fin parece que la suerte se está poniendo de mi parte. También puedo sonreír aliviada por mí hijo y porque me han contratado para trabajar en el hotel.
Pero no todos pueden compartir mi alegría y uno de ellos es mi padre.
— No quiero que trabajes Keila. — Su voz es autoritaria. Como siempre grita para asustarme. Pero no, no estoy dispuesta a que me diga lo que tengo que hacer.
— Debo de trabajar para pagar las facturas de la clínica a mi hijo y el tratamiento. Si no quiere que trabaje nos quedamos aquí en casa y mantiene usted padre.
— No seas cínica. Tú tienes tú casa y debes irte con tu hijo.
— ¿Acaso se avergüenza de mí porque trabaje padre?
— Sabes que no me gusta que hagas cosas que no se están permitidas. Porqué lo que tú hagas, es a mi a quien ponen la cara roja. Y no voy a permitir que la gente haga comentarios innecesarios por tu culpa ¿Entendiste?
— Entonces no se preocupe padre ahora mismo recojo mis cosas y me marcho. No quiero molestar, y menos que la gente hable de lo que no saben.
Prefiere alejarse de sus hijos con tal de mantener intacto su ego.— Termino de recoger mis pocas pertenencias sujetando a través del coraje el dolor de tener que verme en una situación así por culpa de la terquedad de mi padre.
Llamo a un taxi, Isaías trata de poner paz entre nosotros. Pero ya es tarde. Mi padre prefiere ir con la cabeza alta para que aquellas personas sin saber qué es lo que ha ocurrido exactamente, lo vean como un hombre bueno, antes de ayudarme cuando lo necesito.
Nunca antes lo he molestado para nada. He hecho todo lo que me ha dicho obedeciendo para ser buena hija. Nunca me he metido en problemas y aún así mi padre me ha regañado incluso pegado en algunas ocasiones culpando me de todo.
Hasta ahora no termino de comprender del porqué actúa de ese modo con su familia.
Ahora tampoco deseo encontrar la lógica a su comportamiento. No creo que vaya a cambiar a estas alturas de su vida.
Lloro de impotencia y rabia rebuscando en el razonamiento de todo este conflicto algo que me alivie. Lo único que me ayuda a seguir adelante son mis energías por continuar en esta lucha considerada como nuestra vida, junto a mi hijo.
Por ello aquí estoy, en mi primer día de trabajo vestida con un uniforme rosa y blanco y mi carro de limpieza.
Jihane, mi compañera y hermana de la enfermera que me recomendó este trabajo, me muestra una especie de mapa con las habitaciones que debo de limpiar.
Asiento con mi cabeza comenzando a limpiar la primera habitación.
Me siento a gusto en mi trabajo, no es difícil y me permite pasar tiempo junto a mi hijo.
Mi primer día termina, me despido de Jihane y varios compañeros más hasta mañana.
No lo puedo evitar, a pesar de los malos momentos que se cruzan en mi vida, siento que puedo responder por mí misma a todo un batallón de conflictos y lo mejor de todo, soy feliz y más con mi sonrisa luciendo en mi rostro.
Al llegar al hospital veo a mi hermano y Abdiel. Ellos hablan mientras yo voy a ver a mi hijo.
Según los médicos, en unos días más le dan el alta y podrá comenzar con sus ejercicios de recuperación.
Pero ahora tengo un problema.
¿Dónde voy a vivir?
Hablo con mi hermano comentándole lo que me sucede. Abdiel escucha la conversación y me dice que él mismo se va encargar de buscarme una casa. Miro a mi hermano un poco desconcertada, él me hace un gesto con su cabeza y yo acepto la ayuda de Abdiel.
Agradezco mucho el interés que pone en socorrerme, es de agradecer todo lo que hace por mí.
Pero traerme hasta donde vive él y su familia porque hay una casa que la alquilan no sé qué decir.
Primero hablo con un matrimonio mayor, el cual se encarga de cuidar la casa.
Ellos me dicen que sí puedo vivir allí con un alquiler no muy caro.
Hasta ahí todo lo veo bien, Pero.. y el dueño? Pregunto.
— No sé preocupe señora, el señor solo viene una vez al año para pasar sus vacaciones. Cómo ve, hay dos plantas con una puerta independiente, usted solo pagará por la primera planta.
— Por mi está bien. No necesito mucho espacio. Además aquí solo estaré por unos meses hasta que mi hijo se recupere.
— ¡Oh! Pobre niño. No se preocupe, verá como el aire de la naturaleza de aquí le va ayudar en su recuperación.
— Espero que sí. — Continúo hablando con Zoa, la mujer que se encarga de cuidar la casa.
Una vez que me pongo de acuerdo con ella, le pago el primer mes.
Al salir de la casa me encuentro con Maika y Clotilde. Vaya se me ha olvidado que vamos a ser vecinas.
Clotilde me saluda con mucho cariño preguntando por mí hijo.
Maika se queda mirándome con cara de asco para después empezar a caminar sin dirigirme la palabra.
— Me alegro mucho Keila de que vayamos a ser vecinas.
— Yo ahora que veo a Fadela y Maika juntas, no estoy muy segura de haber hecho lo correcto.
— Keila, recuerda que tú no vives ya en la casa, no debes de temer por esas dos que son tal para cual.
Pero también te aconsejo, que tengas mucho cuidado con Maika, está celosa desde que has vuelto y habla todos los días con Fadela acusándote de que su matrimonio va peor.
— Será desgraciada. Precisamente ella es la más indicada para culparme de algo que no estoy haciendo.
— Todos sabemos Keila como Abdiel te está ayudando. Y eso provoca celos en su esposa.
— Lo siento por ella. Yo también fui la esposa de Abdiel y tuve que hacer cosas dejando a un lado mi orgullo para que ellos estuvieran juntos.
Si está celosa o rabiosa, es su problema.
Yo a Abdiel solo lo veo como un amigo. Ni siquiera como mi ex marido, porque nunca fuimos un matrimonio.
— Cuídate amiga, vendré a visitarte cuando no esté Dabiz en casa.
Asiento con mi cabeza sabiendo la forma tan esclavizada en la que vive Clotilde. No puede dar un paso sin que su marido lo sepa o ella será siempre la culpable de todo.
Dejo atrás a Clotilde y me voy al hospital para estar con mi hijo.
En estos momentos en mitad de la noche, sola, pienso en mi pasado y la manera de vivir que estoy llevando ahora.
Siempre soñé con casarme con el chico que me robó mi primer beso, me compraba chocolates, y cuando nadie nos veía nos dábamos la mano. Éramos unos adolescentes pero ya creía en el amor, hasta que se marchó y no volví a saber de él.
Desde entonces mi mente cambió y ya no quería casarme, solo deseaba volar y conocer mundo, ser independiente disfrutando de todo lo que la vida me ofrece.
Abdiel, fue mi marido por papeles. Ahora estoy segura que no lo amé como a Piero y no me hizo sentir esas emociones que Eliel despierta en mí.
Eliel. Sonrío irónicamente al recordarlo, porque me dolió mucho la manera de despedirse de mí.
Me gustaría volver a saber algo de él, aunque sea que está bien.
He tenido muchas veces la tentación de llamarlo, pero la razón me ha sugerido no hacerlo.
Quizás haya sido mejor así, aunque debo reconocer que Eliel hizo que mis fuerzas y mi seguridad en mí misma crecieran.
Dejo atrás mi pasado, quiero vivir el presente, y eso es lo que hago.
Trabajo todos los días, me gusta mi trabajo y mis compañeros son muy buenos conmigo. Nos llevamos muy bien.
Me preparo para marcharme cuando Jihane vine corriendo hacia mí sofocada.
— Jihane, respira que te va dar algo.
— ¡Ay, Keila! Tengo un problema. Una de las camareras ha tenido un pequeño accidente y alguien debe de sustituirla.
— Dime qué pasa, y si puedo ayudar lo haré encantada.
— Siento molestarte Keila, sé que debes de ir con tu hijo, pero hoy viene el director del hotel y hay una cena con más empresarios.
— No te preocupes, yo tengo algo de experiencia en servir, déjame llamar al hospital y en breve estoy con vosotras.
— Gracias Keila, muchas gracias, no sabes lo valiosa que es tu ayuda en estos momentos. — Me encojo de hombros quitándole importancia al asunto. Si necesita de mi ayuda y puedo colaborar lo haré. Mi hijo está bien y mi hermano está con él, puedo estar tranquila.
Me cambio de uniforme y me voy hacia el gran salón del hotel donde hay una mesa en mitad grande con un mantel bordado blanco y una vajilla de porcelana fina y cara a juego con unas copas de cristal talladas. Junto a la vajilla hay varios cubiertos de plata muy resplandecientes.
Jihane me dice cómo debo servir a los comensales antes de que estos lleguen.
Antes de marcharnos a la cocina para ir preparando los platos, en la cocina las mujeres no dejan de comentar lo guapo y apuesto que es el jefe.
Vaya parece que el joven director del hotel va ha volver loca a las de una. Sonrío para mis adentros escuchando a varias compañeras exagerando sobre la belleza del jefe.
Jihane me dice que debemos de irnos, debemos de preparamos para dar la bienvenida al director y varios empresarios más antes de la cena.
Estaba con los demás compañeros en fila dando la bienvenida al dueño del hotel, cuando de pronto siento mis piernas flaquear, mi estómago danzan mariquitas en él y mi rostro siento arder al encontrarme de nuevo con la persona que jamás pensaría volver a verlo y menos aquí.
Unas joyas esmeraldas me miran por segundos, los suficientes para hacerme temblar, y desviar mi vista al suelo.
No quiero portarme como una quinceañera, aunque por dentro sienta alegría de haber vuelto a ver Eliel.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro