
Capítulo 10
El espacio es tan pequeño en el auto me permite tener más cerca a Eliel. Su cercanía me deja casi sin aliento, sus dedos acarician ligeramente mis nudillos haciendo que un cosquilleo sacuda ligeramente mi espina dorsal haciéndome temblar deseosa de sentir sus manos sobre mi piel.
— Keila, te estoy muy agradecido por lo que vas hacer esta noche por mí. Por ello, déjame darte este anillo. — Eliel se quita su anillo de su dedo anular, lo sujeta durante unos segundos haciendo algo, seguido me lo pone en mi dedo anular.
— Pero...¿Porqué me entregas este anillo?
— Es una joya muy especial para mí, es un honor para mí que tú la lleves y cada vez que la mires te acuerdes de mí. — Me quedo mirando el anillo. Es sencillo, de plata con un labrado en forma de rombo.
Ligeramente se lo lleva a sus labios dándole un beso al anillo y después me besa a mí.
No deseo que este beso se acabe, anhelo alargar más el tiempo y así poder realizar todas mis fantasías con él.
Porqué Eliel es el único que me puede trasportar hacia un lugar apartado del mundo, donde solo estemos él y yo entregándole todo mi amor.
— Llegamos. Ahora te voy a presentar a mi jefe, y unos cuantos hombres de negocios. Y al gran señor Kawert. — Me dice Eliel mientras se desabrocha el cinturón de seguridad.
— ¿Crees que podré hacerlo? — Pregunto inquieta saliendo del auto.
— Por supuesto que sí. Confío en ti, y tú misma debes de creer más en tí.
— Pero... y si me preguntan cosas. Cómo cuando nos conocimos, nos casamos...no hemos hablado de eso.
— Eso responde tú. A mí, no me preguntan esas cosas, a mí se dirigen para hablar de la bolsa, de números y de cómo joder a la competencia.
— De acuerdo. — Me agarro del brazo del Eliel. Camino más tranquila de lo que pensaba.
Estar a su lado me transmite confianza y al ver a todas aquellas personas vestidas tan elegantes bebiendo de sus copas hace que sienta que esté en otro mundo.
— ¿Quieres algo de beber? Hay bebidas sin alcohol. Yo voy a beber algo, tengo el gaznate seco. — Eliel me hace entrega de una copa.
Doy un sorbo y no hay ni gota de alcohol. De verdad este hombre me sorprende cada vez más.
Está en todos los detalles, a su manera me cuida y protege.
— Mira Keila, ese de allí es mi jefe. El señor Khafag, la de al lado es su mujer, no sé si será la tercera o la quinta. El tío como se aburre de la misma ya mismo la sustituye.
¡Qué cabrón! Como tiene dinero no tiene problemas de encontrar una esposa cada vez más joven.
Así le pasa, que tiene más hijos que soldados en la guerra.
Ven vamos a saludarlos.
Caminamos hacia donde se encuentra su jefe. Al verlo intento no reírme, el tío es un hombre de unos sesenta años y su mujer tendrá más o menos mi edad. A ella se ve a leguas que le gusta mucho el dinero.
Solo hay que ver en su mirada la palabra «ambicion».
Eliel me presenta a su jefe, este me mira sin ningún tipo de vergüenza de arriba abajo dándose el privilegio de hacerme varios cumplimos delante de Eliel.
— Jafar, deja de mirar a mi esposa y céntrate en la tuya. Qué al paso que llevas vas a batir todos los récords del hombre que más se ha casado.
— No he dicho nada que no sea cierto. En verdad, es muy bella tú esposa. No entiendo por qué no me la has presentado antes.
— Por si te entraba las ganas y te casabas con ella. — Miro a Eliel incrédula por estar dando ha entender que no quiere que otro hombre se acerque a mí.
Jafar se echa a reír bebiendo de su copa enseñando un anillo de oro con una piedra roja brillante.
Acto seguido me presenta a su esposa Hadiye.
Ella me mira echando su melena larga y negra hacia atrás con elegancia, echándome un vistazo con desdén, dándome la impresión que no le caigo bien o se piensa por ser la esposa de un millonario puede permitirse el lujo de mirar a las personas por encima del hombro como si ella fuera una diosa.
Eliel me presenta a más hombres de negocios y a sus esposas.
Había momentos que me sentía pérdida en una multitud que nada tenía que ver conmigo.
Mientras Eliel se veía que estaba cómodo, yo trato de no separarme de él, pero cuando llega la hora de la cena y me presenta al señor y la señora Kawert, siento ponerme por momentos blanca.
Solo es una actuación, me repito a mí misma haciendo la mejor de mis interpretaciones de una mujer enamorada y felizmente casada.
La señora Dalila, es encantadora y algo chismosa para mí gusto.
No deja de preguntarme cosas sobre Eliel, ni yo misma sé como debo responderle.
Solo puedo volver al pasado y recordar para así explicar desde lo más profundo de mi corazón para que sea creíble. Sin olvidar de como me siento cuando estoy a su lado.
— Hace años que nos conocemos. De hecho, cuando éramos unos niños jugábamos juntos.
Después, él se marchó a Grecia y yo lo he estado esperando durante muchos años hasta que me pidió casarme con él. — Me sonrojo al desviar mi vista hasta Eliel y como clava sus gemas en mí haciendo que me quede sin aliento.
— Qué bonita historia de amor. Ahora entiendo porqué el señor Killer tardó tanto en casarse. ¿Entonces querrán tener hijos pronto?
— Sí, por supuesto. A los dos nos hace muy feliz tener un hijo. — Siento mis mejillas al rojo vivo de tener que mentirle a esta pobre mujer.
Continuamos hablando durante la cena.
Los hombres siguen hablando sobre sus asuntos y las mujeres sobre nuestras vidas. Yo prefiero no hablar demasiado, tan solo lo justo por miedo a meter la pata.
La cena termina, las mujeres hacemos un corrillo siguiendo hablando de temas que no llego a entender.
A mí la lado se pone Hadiye, ella agarra una fina copa de cristal, con gracia y elegancia bebe sorbos de su bebida.
— ¿Te diviertes escuchando a estas mujeres chismosas? — Habla pegada a mi oído para que nadie nos escuche.
— Bueno, sí, me hace bien distraerme y conocer gente.
— Vaya, veo que Eliel no quiere mostrar a todo el mundo su nueva esposa. — La forma de hablar sobre Eliel me disgusta demasiado.
— No entiendo a qué te refieres Hadiye.
— Fácil. Ven, no quiero que estás chismosas se enteren. — Ella toma ligeramente mi mano llevándome hasta un lugar apartado.
Solo estamos ella y yo y el ruido del agua de una fuente.
Apenas se escucha nada, salvo los ruidos de los grillos y algún ruido o personas hablando desde lejos.
— ¿Tú dirás para que me has traído hasta aquí?
— Simple. Eliel lleva muchos años trabajando para mí marido. De hecho, antes de casarme con Jafag, había estado interesada en él. Pero él solo busca aventuras con mujeres bonitas. Después, cuando ya se ha cansado hace como que no las conoce. Y me apuesto lo que quieras a que tú eres una de ellas.
— Yo soy...— Balbuceo sin saber que responder.
— No lo eres Keila, no eres su esposa. Eres otra conquista más, te has enamorado de él como hacen todas. Quiero avisarte de que te alejes de él si no quieres que tu dignidad sea pisoteada.
— ¿Y porqué debo de creerte? Conozco a Eliel y sé que ha sufrido mucho en su vida, pero él es un hombre generoso y amable.
— Y sexy, y buen amante. Todo un experto. Keila te aviso porque lo poco que he visto de tí, no desprendes sensualidad, más bien eres un poco mojigata.
Resumiendo, no eres el tipo de mujer que Eliel busca para la cama. Pero como su corazón está acorazado, nunca llegarás a romper esa armadura para que tome un cierto interés en tí.
— Te equivocas. Y mucho. Y ya no deseo escucharte hablar de ese modo sobre Eliel. Todos tenemos defectos, cometemos errores, aquí nadie somos perfectos.
— Entiendo si no me crees, ven conmigo. Tú misma vas a ver con tus propios ojos de lo que hablo.
Sigo a Hadiye hasta llegar hasta el corrillo de las mujeres. Dalila me ofrece una taza de café, tomo asiento buscando con la mirada a Eliel.
Lo localizo hablando con más hombres.
Respiro tranquila y retomo mi conversación con Dalila y alguna que otra mujer.
El tiempo se me hace corto. Eliel se acerca hasta a mí para decirme que debe quedarse para hablar de negocios. Si lo deseo puedo irme.
— No me iré de aquí sin ti. O... ¿Acaso tienes algo que decirme que no lo hayas hecho? — Lanzo la pregunta recordando las palabras de Hadiye.
Él clava sus ojos en mí, algo serio.
Acto seguido me aconseja de irme a casa.
Me niego. Hadiye me ha sembrado la duda y la curiosidad me está matando.
— Keila, te aconsejo que vayas a descansar. Si vienes conmigo te digo que todo lo que veas no te va gustar.
Si cruzas por la puerta prohibida, sentirás que no perteneces a este mundo, porque vas a ver una película porno en directo. Y no es por nada. Pero tú, no estás acostumbrada a ver orgías. — Me da un beso en mi frente guiñándome un ojo y se va junto a otro hombre trajeado.
Me quedo clavada sintiéndome como una muñeca de trapo.
¿Acaso llevo tatuado la palabra pura en la frente?
— ¿Qué haces aquí que no estás con tu esposo? — De nuevo Hadiye vuelve al ataque dejándome por idiota.
— Llévame hasta donde está Eliel.
— ¿Estás segura? Te aconsejo que si eres una mujer celosa mejor no vayas.
— Llévame, por favor. — Siento dentro de mí organismo una mezcla de odio y nervios.
A la misma vez me azota la curiosidad y la ganas de demostrarle a Eliel que no soy tan estúpida como me pinta.
Camino decida detrás de Hadiye, ella de vez en cuando saluda algunas personas. Antes de cruzar la puerta ella me avisa de lo que hay dentro. Trato de centrarme en mi revancha.
Pero todo cambia cuando pongo un pie dentro.
La juerga está servida. Mujeres y hombres caminan desnudos, sin ningún tipo de escrúpulo fornican solos o con más personas.
Mis ojos se abren al máximo, mi corazón palpita demasiado rápido al ver a Eliel sentado en un sofá fumando shisha rodeándole varias mujeres tocando su cuerpo, otra tiene su pene en la boca y él se ve que le gusta lo que le hacen.
— Te advertí querida que no debes de ser celosa. Si quieres atrapar a un millonario debes ser más astuta y más sensual. La sensualidad es la mejor arma de la mujer para volver loco a un hombre.— Susurra Hadiye en mi oído.
Estaba atónita mirando aquellas personas como practicaban sexo. Sin embargo, lo que más me dolía era ver a Eliel hacer lo mismo.
¿Debería de gritarle, de abofetearlo?
Ganas no me faltan.
Aún así; ¿Quién soy yo para ir hasta él y reclamarle?
Decidida a marcharme cuanto antes de allí, me veo acorralada por dos hombres ebrios, o drogados intentando tocarme.
— ¿Qué hacen, dejarme en paz? — Intento quitarme a uno de ellos de encima. Sin éxito, el otro me ha rodeado por mi cintura y ha comenzado a besarme.
Siento asco. Le doy una patada con mi tacón en su pierna.
— Maldita puta te vas a enterar. — Sin entender porqué me estaba pasando esto. Uno de ellos me lleva hasta un sofá tirándome de mala manera a la vez que se tumba encima mío comenzando a pasar su mano por mis muslos.
— Quieto. No la toques es la esposa de Killer. — Alguien se dirige a este animal.
— Con que eres la zorra de Killer. Vaya, vaya que sorpresa. Ven, vamos a disfrutar de lo lindo.
Su mirada maléfica hace que me dé miedo, sus manos me cogen fuerte mis muñecas, y su peso cae encima de mí bloqueando me. Trato de luchar con todas mis fuerzas para que no me toque.
Me da un bofetón para que me calle pero yo grito, alguien debe de escuchar a pesar de estar la música tan alta.
—Maldito desgraciado suéltala. — Alguien me lo ha quitado de encima.
Eliel empieza a golpear a ese hombre.
Se ve que está muy enfadado, varios hombres deben de separarlos.
Terminada la pelea, Eliel me observa, sus ojos me muestra lo preocupado que está. Con su pulgar roza mi labio herido, se queda mirándome un rato más,me pregunta cómo estoy, para después marcharse sin decir nada más.
A pesar del pánico que vive en mi cuerpo salgo corriendo para darle alcance.
— Eliel espera un momento, quiero explicarte.
— ¿Qué me vas a explicar Keila? ¿Qué si no me avisan, ese tío te hubiera violado? ¿En qué diablos estabas pensando? Te dejé claro que te fueras al hotel y estuvieras con Piero. Con él es con el que tienes que estar.
Ya has hecho tú papel, ha colado. El tío se lo ha tragado y hemos firmado el contrato.
— Solo quería demostrarte que no soy una mojigata. — Pronuncio despacio aguantando cómo puedo las ganas de llorar.
— ¿Qué me tienes que demostrar? Hazlo cuando estemos solos.
Aquí no, esta es mi vida Keila, tengo mi reputación y mucha gente me odia porque me he tirado a sus mujeres por dinero, o porque les he arruinado su proyecto.
No soy un santo Keila, lucho por alcanzar la cima para que mi venganza me sepa más dulce.
— Eliel, habla conmigo, dime qué no volverás ha hacer nada indebido. Dime que tú no eres así. — Su semblante ha cambiado, ahora me mira de manera directa, sin tabús me dice que él es así.
— No puedo cambiar Keila, tú eres muy inocente para involucrarte en este mundo, lo mejor que puedes hacer es alejarte de mí.
— ¿Acaso no somos amigos? — Intento convencerlo para que rectifique y venga conmigo.
— Vete Keila. Nuestros caminos se separan aquí.
— ¿Te has cansado de mí? ¿Es por eso que deseas no verme más?
— Nunca me cansaré de tí. Eres lo mejor que me ha pasado. Debes de comprender que somos de distintos mundos. Mientras que tú eres la blanca paloma, yo soy un murciélago el cual solo vuela de noche convirtiéndose en un depredador para no ser herido nuevamente.
— Confío en tí Eliel. Y sé que nunca me harías nada malo.
— El problema no soy yo. Es el ambiente donde me muevo. Esto no está hecho para tí.
Vete Keila, vuelve a tu vida y cuida bien de Piero.
Eliel me da un beso en mi frente y se marcha dejándome aturdida.
Me volteo para mirarlo por última vez, aunque no me ve, le digo adiós moviendo mi mano.
Camino hasta la salida.
En la calle, el chófer que nos trajo me espera.
Me abre la puerta y una vez que el coche se pone en marcha mi mano acaricia el lado de Eliel.
Siento ganas de llorar, pero no lo voy hacer.
Debo ser sincera conmigo misma reconociendo que Eliel lleva razón.
Somos de dos mundos distintos, él tiene sed de venganza, vive una vida de alto voltaje, mientras yo llevo una vida humilde criando a mi hijo sola con el recuerdo de mi marido guardado en mi corazón.
Y así debe de ser.
Continuaré con mi vida y aunque piense de vez en cuando en Eliel, el tiempo hará que esta experiencia quede archivada.
Llego al hotel, le cuento todo a Uremia, ella me aconseja que no debí de hacerle caso a Hadiye.
Al parecer, ella quiere que su hermana pequeña, la cual está obsesionada con Eliel, se casen.
Uremia me dice que debí de hacerle caso a Eliel. A fin de cuentas él me cuida y protege a mí y a Piero.
— Ya no hay marcha atrás Uremia. Debo de irme mañana mismo. Eliel me ha dejado claro que nuestras vidas no están ligadas. Además, él solo ve en mí una distracción. Un reto difícil quizás. Prepararé mis cosas y mañana mismo nos marchamos.
— Keila, estás en todo tú derecho de irte. Sin embargo, yo quiero decirte que Eliel siente algo profundo por tí. Y te preguntarás porque lo sé.
Llevo años trabajando para él y jamás me ha faltado el respeto. Y aunque lo he visto con distintas mujeres, a ninguna le ha entregado su anillo.
Creo recordar que un día me explicó que ese anillo era muy especial para él, y el día que se lo quite, será para dárselo a la mujer que ama. Piénsalo bien Keila. — Miro el anillo atónita, pensando en sus palabras.
Intento quitarme el anillo pero no puedo, al parecer ni con jabón quiere salir.
En ese momento me llaman al teléfono.
Miro el número algo confusa, acepto la llamada y hablo con mi hermano Isaías.
Un rato después de hablar con mi hermano, mi cuerpo se queda frío como un bloque de hielo.
Mi madre está hospitalizada muy grave.
En lo primero que pienso es si algo le pasa a mi madre y no estoy a su lado, me muero.
Por ello, y con la ayuda de Uremia recogemos mis cosas y nos vamos hacia el aeropuerto para coger el primer vuelo con destino a mi país.
Para mí suerte, en menos de cuatro horas sale un vuelo.
Uremia me pide que llame a Eliel y le explique.
Lo llamo varias veces y no responde.
Me encogo de hombros quitándole importancia al asunto cuando yo misma sé que me estoy mintiendo.
Hay algo que me une a Eliel, lo siento cuando estoy con él, lo vivo y disfruto.
Sonrío y me siento otra persona.
Al parecer eso ya quedará como un buen recuerdo.
Abrazo a Piero esperando a que pasen los minutos y poder volver de nuevo a mi pueblo.
Aquel pueblo que salí destrozada y hundida, volveré a mi casa, a un hogar donde no fui feliz, encontrándome nuevamente con mi padre.
Pero sí tengo claro una cosa.
Ya no soy aquella mujer que vivía soñando llorando como un alma en pena.
Ahora soy una mujer distinta, dispuesta ha enfrentarme al pasado.
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