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Capítulo 4

🔞 ADVERTENCIA , CONTENIDO VIOLENTO NO APTO PARA SENSIBLES🔞

No sé cuánto tiempo arremete ferozmente contra mí hasta que por fin mi agonía se acaba, él sale de mi interior de la misma forma que entró, pero se mantiene aún encima de mi cuerpo, solo para dejar salir aquel fluido que indica que lo ha disfrutado en exceso.

Cae rendido sobre mi espalda dejándome sin aliento. Quisiera quitármelo de encima, pero es tan pesado que me impide moverme. Se incorpora y busca algo en sus pantalones.

Mis lágrimas no cesan, mi vagina arde y mi cuerpo no para de temblar.

—¿Ves esa puerta? —inquiere señalando una de las puertas—, es el baño. Límpiate —me ordena desatando mis manos en las cuales hay unas marcas rojas debido al maltrato. Estoy tan cansada que ni siquiera me atrevo a negarme, además no quiero que me vuelva a tocar.

Mis piernas tiemblan y sé que están muy débiles como para caminar, pero no pienso quedarme más tiempo a su lado, hago un esfuerzo y muy despacio lo consigo. Ya de pie le doy un vistazo rápido a la cama, encontrando una enorme mancha de sangre en ella. La pureza que estuve reteniendo tantos años me ha sido arrebatada.

Camino hacia el baño con debilidad, sin importarme la poca ropa que llevo puesta.

—Felicidades, ahora eres una mujer —bufa sentado en el borde de la cama. No me atrevo a mirarlo, así que camino rápido para encerrarme en el baño. ¿Acaso quiere que le agradezca por arruinarme la vida? ¡Si lo que quiero es ahorcarlo!

Entro y de inmediato cierro la puerta tras de mí. Observo minuciosamente el baño; es igual de feo y sucio que el cuarto, pero ¡qué estoy diciendo!, soy yo la que doy asco en estos momentos, toda empapada de su semen y sudor, además de que no para de correr por mis piernas la sangre proveniente de mi intimidad. En el baño solo hay un inodoro, una pequeña regadera, un murito donde se encuentra un jabón, un cepillo, una toalla y una pasta dental. Solo eso, no hay espejos ni nada que pueda ayudarme a salir de aquí o a matarlo.

Resignada a que no encontraré nada con qué defenderme en este lugar, decido limpiarme, me quito la camisa y abro la regadera. El agua fría cae sobre mi piel, aunque mi cabeza no para de reproducir lo que acabo de pasar, mis lágrimas salen por lo impotente y lo débil que me siento ante esta bestia.

Salgo del baño con el temor de verlo ahí acostado sobre la cama esperándome y que de nuevo me abuse, pero me alivio cuando no lo veo por ningún lado. Noto que la sábana blanca que estaba hace un rato y que contenía mi sangre ya no está, ahora la cama solo está cubierta por un forro negro.

Seguramente él se la llevó para continuar con sus depravaciones o a lavarla, no sé.

Recojo mi ropa del suelo, pero solo encuentro el short, creo que él también se llevó mi ropa interior. Me pongo el short con cuidado porque me duelen los glúteos; después de todo, recibí muchos azotes por primera vez. Voy a la puerta y trato de abrirla, sé que no estará abierta, sin embargo, no pierdo las esperanzas de que esto termine. Regreso a la cama y me arrojo a llorar, recordando el daño que me acaban de hacer...

***

Me despierto alarmada y siento como mi trasero duele al instante, pero lo que más me duele es saber que todo no ha sido un sueño, mi triste realidad cae sobre mí como un balde de agua fría. ¿Cómo pude quedarme dormida a sabiendas que ese asesino puede entrar en cualquier momento? No sé cuánto tiempo he dormido.

Asustada miro la puerta, pero esta continúa cerrada. Eso no sé si sea bueno o malo.

Estoy cansada de dar vueltas y vueltas en este cuarto, quisiera salir corriendo y volver a mi casa junto a mis padres. No tengo ni la más mínima idea de qué hora es, en este lugar no entra luz solar debido a que está muy bien sellada. Tengo sed, hambre y mucho miedo. Aunque estoy muy desesperada por el encierro, es mejor a que ese loco regrese y quiera volver a tocarme.

Creo que pasa una eternidad cuando escucho la cerradura de la puerta abrirse. Por inercia me levanto de inmediato de la cama con los nervios de punta. El hombre entra emanando un aire oscuro que me asusta aún más de lo que ya lo estoy.

Se queda a pocos pasos de distancia y sin decir nada, me arroja de mala manera una botella de agua, la cual atrapo con torpeza y después de mucha indecisión, la bebo.

—Sabes muy bien que no te lo mereces —inquiere seco.

—¿Por qué? ¿ Acaso no te gustaron mis gritos de dolor mientras me violabas? ¡Maldito bastardo! —suelto con los dientes apretados.

—¡Modera tu lenguaje cuando hables conmigo! —espeta acercándose más a mí y su voz suena muy autoritaria. Suelto una carcajada sin gracia alguna y levanto las manos.

—Perdón, es que eso es lo único que despiertas en mí, desprecio y asco. —No termino de burlarme cuando él clava sus dedos en mis mejillas, apretando con mucha fuerza, y me empuja sobre la cama.

Sé que es lo que va a pasar, va a abusar otra vez de mí, no quiero verlo disfrutar con mi dolor. Caigo sobre la cama y él me suelta el rostro solo para desamarrar el nudo que le hice a la camisa, para así no tener los senos al descubierto.

—¿Sabes? —Habla cerca de mi rostro mientras forcejeamos—. Fui muy delicado contigo, porque pude cogerte tan duro que seguramente hubiese destruido tu vagina, pero no, no lo hice porque pienso seguir disfrutando de tu cuerpo. —Pues gracias por ser tan considerado conmigo—. Es muy sencillo, yo ordeno y tú obedeces, pero ¿por qué nunca dejas de rechistar? —Suena más molesto que hace un rato—. ¿Es tan difícil para ti obedecerme? Ahora eres mía, yo soy tu dueño. ¡Me perteneces!

Ti appartengo ¿quando mi hai comprato?¿dove sono i giornali, maledetto? (Te pertenezco ¿cuando me compraste? ¿donde estan los papeles? Maldito —suelto firme, arqueando una ceja y sosteniendo su mirada; no voy a permitir que me humille.

—Me encanta cuando hablas de esa forma, me pones muy duro —dice encima de mí y aprieta mis senos. No cabe duda de que este hombre está enfermo. No puedo seguir un instante más aquí, pero tengo que ser inteligente y darle lo que quiere.

Me apego a su cuerpo y comienzo a acariciar sus brazos y su pecho, a él le gusta que lo toque. El muy imbécil cree que lo deseo, cuando solo quiero sacar la llave que guardó en los bolsillos traseros de su pantalón cuando entró. Quizás entre caricia y caricia no sienta cuando se la quite.

Decidida a cumplir mi plan, le quito la camisa y dejo su torso desnudo. Él baja su mano por mi abdomen y luego se abre paso por debajo de mi pantalón e introduce un dedo en mi intimidad con mucha facilidad.

—Estás tan mojada. —Su respiración acelerada resuena en el interior de la máscara. Sí, sé que mi cuerpo está respondiendo ante él, pero no pierdo de vista mi objetivo.

Deslizo mis manos por su espalda y bajo, por fin llegué al pantalón. En eso siento que él introduce otro dedo, continúo y con disimulo meto mi mano en un bolsillo y para mi suerte la encuentro. La saco y oculto la mano en la que tengo la llave debajo de mi cuerpo. Sigo "acariciándolo" con la otra mano.

—Me gusta que seas así —inquiere jadeando y me sujeta la mano con la que lo estaba acariciando. La lleva hasta su pelvis y me obliga a meter la mano por debajo de su pantalón y tocar su gigantesco miembro.

—Vamos, compláceme —ordena, y lo hago. Muevo mi mano de arriba abajo y lo escucho gemir. Ya es hora de llevar a cabo mi plan de escape. Sujeto con fuerza sus testículos y lo aprieto lo más que puedo.

Él ahoga un grito de dolor y se retuerce, lo miro divertida desde abajo. Logra incorporarse un poco sobre mi cuerpo y lo suelto. De inmediato levanto mi rodilla y lo golpeo justo en aquella erección gigantesca que tenía. Él grita y cae de la cama. Aprovecho y me levanto rápido, corro sin mirar atrás y abro la puerta con la llave.

—¡¡Esta me la pagas, Eunji!! —lo escucho gritar antes de cerrar la puerta bajo llave. Ya afuera me encuentro con un largo y muy estrecho pasillo.

—¿Qué es este lugar? —Corro por el pasillo y al final logro visualizar una puerta. Abro con la llave, y frente a mí aparece una escalera en forma de espiral ascendente.

¿Pero qué mierda es este lugar? Subo a toda prisa y me encuentro con otro pasillo. Este es un poco diferente al de abajo, es más amplio y de color blanco.

Llego a una puerta grande de metal, ¡no puede ser! Mis esperanzas caen al suelo cuando veo una pantalla digital, él maldito la tiene con contraseña, es obvio que jamás podré abrirla. Noto que en el centro de la puerta hay una ventanilla de cristal así que me asomo y visualizo unas cajas del otro lado, ¿es una bodega? No sé, ojalá pudiera abrir esta puerta.

—¡¡A dónde crees que vas!! —Doy un respingo, mi cuerpo tiembla cuando escucho esa voz, me giro y lo veo acercándose rápido. Mi asustado corazón quiere salirse de mi pecho.

Pero mi cabeza me saca del trance y no sé de dónde saca el coraje para hacerlo, pero con el codo rompo el cristal de la ventanilla, y de este caen varios pedazos hacia afuera, miro una pieza que quedó y la arranco. Creo que por la adrenalina del momento no siento nada, pero mi mano está sangrando mucho.

Está a unos pocos pasos de mí y sin pensarlo me abalanzo contra él. Esta vez no cierro los ojos, quiero asegurarme que el cristal corte su cuello.

Apenas lo tengo a unos centímetros de mí, él me sujeta una mano, pero logro enterrarle el cristal en la clavícula con la otra mano que tengo libre. Para mi mala suerte no fue en la yugular, ni muy profunda.

Él me quita el cristal y lo arroja al suelo, es demasiado fuerte para mí. De repente, estampa su puño con fuerza en mi cara. Caigo al suelo, el golpe fue tan fuerte que me desorienta. Un segundo golpe llega y quedo sin fuerzas. Me sujeta del cabello y me arrastra por todo el pasillo hasta llegar a las escaleras, me carga sobre su hombro y baja.

***

Abro los ojos con dificultad, el piso está muy frío y hay un sabor a sangre en mi boca. Hago un débil intento por levantarme, pero el dolor me recuerda todo lo que pasó, aquel monstruo me golpeó hasta que se cansó.

Mis lágrimas salen con cada movimiento que hago por levantarme. Observo el piso manchado de mi sangre y visualizo una gruesa cadena de hierro amarrada a mi pie izquierdo, la cadena está pegada a la pared y es lo suficientemente larga como para poder moverme dentro del cuarto y entrar al baño, pero no para poder escapar.

Logro levantarme y veo que la puerta está como nueva, por supuesto que la arregló después de haberla forzado para poder salir a capturarme. Camino lento hasta el baño, me duele cada centímetro del cuerpo, pero más el abdomen, ese imbécil me pateó sin compasión.

Desearía poder verme en un espejo, ya que estoy segura de que no hay un espacio en mi cuerpo sin moretones, hasta llorar me duele, pero las lágrimas salen por sí solas. Toco mi cara y la siento hinchada y con raspaduras, los labios me arden de lo agrietados que están. Me siento tan mal, pero más por el hecho de que soy débil ante él. No soy nada, soy una cobarde, debí mejor cortarme las venas, pero me da mucho más miedo morir. Abro la regadera y veo como el agua sale roja, por toda la sangre que estoy derramando.

Horas y horas han pasado, juraría que varios días, pero ¿cómo saberlo? Tengo hambre y sed, el agua que bebo de la regadera no es suficiente, tengo que comer y ni qué decir de la cadena, es muy pesada y me molesta para caminar.

Él no ha vuelto a aparecer desde que me golpeó, pero creo que es mejor así, la paz y tranquilidad que he sentido estando sola, sin temer que él quiera violarme de nuevo, no la cambio por nada. Al menos ahora ya no me duele tanto el cuerpo como el primer día, mis heridas van sanando poco a poco.

Me acabo de duchar, así que mi cabello está mojado, mi ropa está sucia y ensangrentada. No he tenido el valor de lavarla bien porque no quiero quedarme desnuda. Sí, doy asco y aunque no puedo ver mi deplorable aspecto, los moretones en mi abdomen, piernas y brazos son muy visibles aún.

El sonido que proviene de la cerradura de la puerta me pone en alerta y salgo del baño. Él está aquí, se atrevió a volver, después de lo me hizo me pregunto cómo puede dormir en las noches. No, cómo puede siquiera respirar.

Él toma la silla y se acomoda en ella. Me observa fijo, como si estuviera analizándome. No sé cómo reaccionar, si lo enfrento, volverá a golpearme y para ser sincera, no quiero más golpes, no los soportaría. Me quedo quieta sin poder ocultar mi miedo, el solo verlo me recuerda todo lo que me ha hecho desde que llegué.

—Ven aquí —ordena y aunque no está furioso, no puede hablar sin sonar autoritario.


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Nota de la autora
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Hola
Espero que les haya gustado el capítulo.
Gracias

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