† ¿Qué es real y qué no? †
Intento calmarme, le ordeno a mi corazón que detenga sus palpitaciones aceleradas pero este nervioso y ansioso órgano no obedece. Bestia está calmada, yo también: eso nos hacemos creer.
La verdad es que mi padre nos pone los pelos de punta, el fastidioso protector de la montaña y gobernador de toda Dark hill puede ser un maldito dolor de culo. Es peligroso, mucho, en realidad; y dudo que tener el título de “padre” le impida dañarme si eso a él le parece lo correcto.
Su porte dominante, junto a su aura negra es lo primero que veo. Se encuentra dándome la espalda, aunque sé que sabe que estoy al final de las escalera, carraspeo mi garganta para llamar su atención, lo cual consigo.
Se da la vuelta, mirándome con esos inquietantes ojos rojos, con una mirada neutra pero con un cierto brillo que contiene migajas de diversión perversa.
Ninguno dice nada, ambos estamos mirándonos de pies a cabeza. Han pasado unos cien años desde la última vez que nos vimos desde tan cerca; es extraño, hasta parece estar mal.
Ese hombre con barba marrón y blanca, con esos ojos demoníacos, con ese poder descomunal, junto con su notoria cicatriz en la mejilla izquierda me observa sin decir nada. Pero diciendo todo al momento que suelta una diminuta sonrisa de superioridad, haciendo que apriete mis labios por el enojo de saber que ha encontrado algo incorrecto en mí.
Puedo notar como me rebaja con sus ojos, se burla de mí. Como siempre lo ha hecho.
—Pareces tener los ojos cansados, ¿tu pareja no te está tratando bien?
—También es horrible volver a verte, querido padre.
—Al parecer lo atrevido no se te ha quitado, y noto que el sentido del humor tampoco es tu fuerte, querido hijo.
Nuestra primera conversación después de un largo tiempo separados, extrañamente es la conversación más larga que hemos tenido desde la última vez que nos encontramos en una reunión de Lunae.
—¿Lo matamos?— la sugerencia de la bestia me hace dudar por unos segundos pero termino rechazando la oferta. Por muy tentadora que se escuche.
—¿A qué has venido? No tengo tiempo ni ánimos para hablar contigo.
—No vine por ti, mocoso. Como de seguro sabes, he venido a conocer a la grandiosa y perfecta luna de la poderosa manada Eclipse. Así que traela ante mí.
Ordena con calma, se aleja de la ventana en donde se encontraba para comenzar un camino por la sala de estar, encontrar su lugar en un sillón individual qué hay cerca.
Para no parecer intimidado de su presencia, sigo su camino y me siento al frente suyo, en otro sillón marrón de terciopelo.
Me acomodo, bajo su mirada tenaz, sintiéndome un intruso en mi propia casa, casi dejándome intimidar por él. Casi.
—No finjas que no sabes quién o qué es mi luna, deja de aparentar intereses falsos porque sé muy bien que solo has venido para humillarme, Arthur.
El recién nombrado vuelve a sonreirme, cruzando su pierna por encima de la otra, mostrando una posición cómoda y tranquila; mientras yo estoy recto, sin demostrar nada, o intentando aparentar lo menos posible para que por una vez en su larga existencia logre tomarme en serio.
—Solo sé que es un macho—ríe y levantando sus manos, defendiéndose.—Admito que me sorprendí bastante cuando me llegó dicha información. Han pasado más de mil años desde la última vez que se vio un mate de un alfa macho, es raro, muy raro; hasta se dicen que ellos traen infortunio para las manadas que portan una Luna macho.
Aquello sí me llama la atención, pienso es sus palabras y con prontitud empiezo a relacionarlo con los últimos acontecimientos con Gabriel.
La duda se impregna en mi mente, pero no puedo preguntarle a Arthur acerca de esto, no confío en él, así que me obligo a olvidarme de esto por hoy; y haciéndome recordar que Matt investigue con respecto a lo dicho por mi padre.
—No me interesa oír viejas leyendas urbanas de los druidas antiguos—miento—Lo único que quiero saber es el motivo que ha tenido la madre luna para ponerme como mate a un humano de baja categoría, ni siquiera sé si existe algún tipo de título honorífico que defina lo que es Gabriel. ¿Luna macho? suena muy estúpido…
—¿Qué has dicho?—me interrumpe Arthur, haciéndome saber que me he excedido de la información dada.
Su rostro se trasforma. Toda diversión y altanería se esfuma de sus facciones; ahora solo veo un rostro contraído por el horror.
Estaba por responder, pero algo me lo impide. Hay algo que ha cambiado en sus ojos, el rojo que predomina en ellos se ha vuelto de un carmesí intenso; su aura cambia, y el olor a ira es obviamente notorio.
Bestia se pone en alerta máxima, haciéndome preocupar un poco.
—¿Qué ocurre…?
Apenas logro formar media oración, ya que mi padre y su arrebato de ira explotan frente a mí.
—¡¿Sabes lo que eso significa?!—dictamina con fervor, levantándose de su sillón y dando pasos duros por mi alrededor.
Noto como su sofisticado traje blanco empieza a romperse, como sus músculos crecen y su vello aumenta. Su sed de sangre se hace presente, al igual que sus colmillos y garras.
— Lo matamos o nos mata—me vuelve a advertir la bestia, aunque lo ignoro.
—Tranquilízate. ¿A qué te refieres con eso? ¿Es algo tan malo que sea hombre?
—¡Que sea un maldito hombre es lo de menos! Maldito idiota, ¡¿por que no me has dicho que era un humano?!
No comprendo del todo lo que grita. Apenas sé cómo reaccionar. Mientras Arthur empieza a mostrar más su lado bestia, yo sigo sentado en el sillón; petrificado por el mal augurio que siento en mis huesos.
—¡Masculum lunam!—grita mirando el techo, como si le estuviera exigiendo una respuesta.
Sigue gritando, destruyendo todo a su paso. Lanzando el sillón en donde estaba sentado al otro lado de la mansión; destruyendo parcialmente una pared y diversos objetos de decoración.
Al hacer esto, puedo salir del coma mental en el que me encuentro cuando Bestia grita en mis oídos algo que hiela mis venas.
—¡Él quiere matar a nuestra luna!
Con rapidez me levanto de mi sillón, doy tres pasos hacia el costado y gruño en señal de desaprobación, viendo de frente a mi padre, el cual deja de caminar como paranoia para poner su atención en mí.
Me devuelve el gruñido, aunque este es más fuerte, más bestial; hasta hace un eco en todos lados.
—¿En dónde está ese profano?—exige saber, pero no mi padre, ya que su voz ha sido reemplazada por una más antigua, más grave. Lo que me da a entender que su bestia interior ha tomado el control casi por completo.
Incluso su apariencia era casi la de un lobo. No cabía duda, estaba viendo el aura de uno de los lobos más antiguos y poderosos de los últimos tiempos.
—Quieto, señor King. Te romperas la cadera, ya estás mayor para esto...—le comenta con gracia Bestia al lobo de mi padre.
Aunque lo callo y vuelvo a mi forma humana, dando todo de mí para no ir corriendo a él y cortarle la yugular.
—¡Aguarda, padre!—le grito, y doy un paso así pero gruñe y da uno hacia atrás—No creo que Darck Hill quiera empezar una guerra con la manada Eclipse, ¿o sí?
—¿Amenazas a tu padre, niño estúpido?
—Estoy aconsejando que dejes que él use su cabeza para pensar. Mi manada y su pueblo están en buenos términos, además, jamás dejaré que él o tú se acerquen a Gabriel. Primero me matan, y luego luchan con toda mi gente. Con mi familia.
King, la bestia de mi padre, libera un último gruñido feroz que provoca que todo vibre, incluyendome; para luego salir ya transformado por completo en un enorme lobo rojizo.
Puedo ver con los ojos de bestia como pasó por mi lado con una velocidad asombrosa, casi rozando mi cuerpo, este monstruo destruye una ventana y termina huyendo lejos de mi manda.
Al momento de ya no sentir su presencia en mi territorio, puedo tomarme el tiempo para sentir mi cuerpo temblar por completo, aunque no sé si es por el miedo, la adrenalina, o la ira.
—¡Alfa Damian!—Amnada, Matthew y demás soldados de mi guardia entran alterados a la mansión, casi lanzando la puerta de roble.
Me giro a ellos, notando su preocupación, sintiendo cómo están listos para atacar y salvarme con sus vidas, listos para derramar su propia sangre para protegerme.
—Hemos visto a su padre salir de la manada en su forma de lobo, los ruidos y el aura asesina eran descomunales pero no queríamos interrumpir una charla entre su padre y usted… ¡Pedimos perdón si le hemos fallado, mi alfa!
—¡Nuestro alfa!
Gritan todos al unísono, bajando su cabeza, llevando su mano en forma de puño a la parte del corazón, justo donde está nuestro emblema.
—Ninguno de ustedes me fallarían. La familia no se descuida, se protege.—todos levantan sus cabezas, mirando a mi dirección con adoración y admiración.
«Nuestra familia es nuestra mayor fortaleza, pero también es nuestra gran debilidad; es por eso que debemos cuidarla. Protege a tu familia, Dami...»
Las palabras de mamá se esparcen por mi mente mientras observo como todos los guardias empiezan a ordenar y ayudar a la gente de limpieza; como cuidar de ellos mismos pero también protegen a carne propia los demás integrantes de la manada.
Entro a la sala de torturas con más calma, con mis sentidos cargados pero con un extraño temor en mi pecho que desintegra con lentitud el falso sosiego que me obligo a tener frente a mis súbditos.
—Damián…
—No importa lo que tengas que hacer, ni a quien tengas que matar pero quiero que me traigas a ese tal Christopher Mort antes de pasar la luna llena. Ese sujeto es el único que conoce a Gabriel, lo quiero aquí con vida, ¿Entendido, Matthew Stone?
—Sí, mi alfa.
Responde con firmeza tan pronto como la pregunta final abandona mi boca, dándome un mirada segura y una reverencia recta. Se da la vuelta y desaparece en su forma de lobo castaño, dándome a entender que en ese mismo momento iba buscar a ese extraño sujeto.
Al volver a estar solo, me permito relajar mis tensos músculos, y también dar a detener mis pasos en medio del pasillo para poder tomar una enorme bocanada de aire fresco para calmar mi pulso, al igual que mis nervios.
Ya tranquilo, esta vez de verdad, sigo mi camino por el pasillo blanco.
Notando como las miles de puertas de metal griseo emanan un aura de personas diferentes aunque con el mismo olor a suciedad, sudor, temor, y ganas de morir.
Los olores favoritos para un ser nocturno como yo. Aunque estoy seguro que estos olores, al igual que los cientos de quejidos de temor que largan los princiones traidores, han sido por mí y la presencia que dejo con cada paso rotundo que doy.
Sonrío al pensar en ello. No hay nada mejor que saber que te temen por lo que eres, y no ocultan ese horror que sienten con tan solo olfatear el aire y sentir tu mera presencia.
—No se preocupen, hoy no vine por ninguno de ustedes— mi voz sale baja, pero sé que ellos podían escucharme, sus nuevos lloriqueos me lo confirman.
Aunque la sonrisa se desvanece al momento de darme cuenta que he venido directo a la presión en donde se encuentra Gabriel. Me encuentro parado al lado de su puerta, sintiendo su fragancia, notando como su corazón está tranquilo pero también sintiendo el lío que tiene su cabecita.
Sentir el malestar que tiene Gabriel es suficiente para hacerme ceder y acercarme a su puerta; agudizando más mi oído y escuchando cierta parte de una frase que lanza en el aire.
—En estos momentos, le tengo envidia a mamá...— su voz sale como un pequeño susurro, mezclado con tristeza y diversión.
Por un momento dejo de sentir sus pensamientos, ni siquiera puedo escuchar su corazón latir; lo cual me alerta que hay algo mal en él, pero la bestia me lo termina de confirmar con un grito que me aturde un poco.
—¡Damián, corre!
Como dije, fue tarde.
Pronto siento la atmósfera pesada, al igual que mi respiración. Mis sentidos son nulos, por lo que termino cayendo al suelo al no sentir mis piernas.
La cabeza da vueltas, no logro ver con precisión aún cuando la bestia me otorga sus ojos. Él me sigue gritando, creo que me alerta de algo pero no escucho ni siento nada en absoluto.
De nuevo la misma sensación que tuve con Gabriel en su habitación.
Mis sentidos se pagaban de a poco, el cansancio empieza a tomar lugar en mi cuerpo, los ojos apenas están abiertos y mis oídos se encuentran algo tapados. Algo está mal en mí, algo muy jodido está pasando aquí y creo saber quien es el causante de este mal.
«¿Qué nos estás haciendo, Gabriel?»
Caigo por completo al suelo, golpeando mi cabeza con el suelo de mármol, sintiendo un sin fin de dolores, aunque no puedo reaccionar a este por lo adormilado que está mi cerebro.
Estaba a punto de cerrar mis ojos al no ver más escapatoria, ya que ni bestia ni mis guardias sienten mis órdenes de venir hasta aquí. Lo estaba por hacer, me estaba por rendir a Gabriel, pero un estruendo lo suficiente fuerte me hace abrir levemente mis ojos y presenciar algo que me deja sin aire.
La puerta se encuentra clavada en la pared del frente, como si alguien sobrehumano la hubiera pateado con tanta fuerza para romper el conjuro que tiene y así liberarse de esta.
Pero esto no es lo que me perturba, sino el mismo Gabriel, el cual está descalzo, parado a metros de mí. Mirándome con horror, con unos enorme ojos negros con pupilas rojas como la sangre; con una cruz en el centro de estas.
Era algo perturbador verlos directamente, así que bajo mis ojos, viendo a otra dirección: a sus labios, los cuales mueve sin frenos.
Con sus ojos aun abiertos con asombros camina hasta llegar a mi, se agacha y toca mi cabeza, creo que me sacude pero no siento mucho.
—No cierres los ojos, por favor. No me dejes… Damián…
No sé si era mi imaginación o si en verdad lo ha dicho, pero tan solo esa frase me hace tener una reacción extraña.
Logro moverme un poco, con un movimiento robótico y pausado levanto mi mano para llevarlas a su rostro y así acariciar un poco su mejilla.
Al hacer esto, puedo ver como su ojo derecho se vuelve normal, de nuevo tenía los ojos azules verdosos con un brillo que creo que son lágrimas que están apunto de salir de ese ojo sano; pero mi tiempo se acaba.
Su rostro contraído por la preocupación, su ojo rojo con la exis y su ojo azul es lo último que veo antes de caer en un plazo de oscuridad eterno.
«¿Esto es real? ¿en verdad esto está pasando? ¿acaso es un sueño?»
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro